Daniel Fernández Ahumada
Rebelión
Apuntes acerca de en qué consiste el mundo en que vivimos. |
Sabemos que el mundo actual posee características reñidas con la vida plena. Sabemos que hay quienes desde hace al menos cincuenta años se ocupan de definir en qué consiste, de dónde proviene y hacia dónde va este mundo. Por fortuna, en 1974, en Europa apareció nuestro eslabón perdido, el que en América tal vez se llame Caral, la preincaica ciudad peruana. Allá, gracias a las intuiciones de la arqueóloga lituana Marija Gimbutas y su equipo, fue desenterrada una civilización maternal no matriarcal, naturalista, sin marcas de conflictos ni guerras durante cinco mil años, que construía en los valles ciudades de hasta veinte mil personas que intercambiaban por necesidad en un territorio que ocupó el tercio oriental de Europa y el sector oriental de la Mesopotamia.
Esta civilización fue matriarcalizada y luego devastada por hordas de pastores arios seminómades rusos y ucranios, que ocuparon Europa y luego fueron reemplazados por arios griegos y romanos. De allí procede la Europa que hace quinientos años llegó a América con su modo de ser tan excluyente. Mucho se ha escrito acerca del patriarcado aunque según creo, sobre todo las europeas, versiones más o menos parciales acerca de su sentido, principios, su estructura, sus propósitos, sus estrategias. Aquí resumiré la definición que incluyo en mi publicado ensayo Homo Sapiens Patriarchalis Quo Vadis (Adónde vas), más una valoración sumaria del significado profundo de las políticas sociales que utilizan el concepto género, con la esperanza de que este escrito sea evaluado como un aporte al proceso transformador que logre la restitución de la armonía comunal humana, tan necesaria como urgente.
El patriarcado
Es el primer y único sistema conocido de dominación estructurado legalmente sobre la vida humana, devenido omniabarcante, de cuyo origen pastoril han surgido todos los subsistemas socioeconómicos posteriores conocidos, cuya concreción civilizatoria -comenzó a devastar hace 4.500 años a la civilización previa, a él irreductible, de derecho materno euroasiática validada, de gran eficacia, armónica, no jerárquica, agricultora con excedente, sin Estado, compleja y pacífica, con reglas surgidas de la sexualidad espontánea, de 9.500 años de antigüedad-, concreción civilizatoria reactiva relativamente joven que surgió del despliegue progresivo de la mayor fuerza física biológica del macho humano elevada a principio organizador de lo social pastoril nómade, se impuso y sustentó generando jerarquías y mediante ellas terror, formando un tríptico que desarrolló e impuso el sentido apropiador de bienes y personas que evolucionó hacia lo que conocemos como propiedad privada y esclavitud, así como la inclusión de lo humano en un orden mamífero más, mediante legalizada mutilación y distorsión que se atrevió y se atreve a negar y prohibir la naturaleza biológica de la especie y del cuerpo feminal en especial, se apropió de las criaturas, vituperó y prohibió la sexualidad natural humana, configurando desde su coherencia un modo de vida antifisiológico que se retroalimenta mediante la competencia y la versatilidad de sus grandes relatos autolegitimadores, mediante los que impone con pretensión de infalibilidad y eternidad su percepción distorsiva de lo propio humano, entendido erróneamente como evolutivo, relatos y prácticas que muestran que su artificial estructura, principios y propósitos siguen plenamente vigentes en el capitalismo, al que insufló su propia y original deriva lógica endógena, de carácter destructivo y autodestructivo de la especie y de la vida misma.
El patriarcado (P) es el sistema de dominación (sdp) que dio origen a la civilización actual, diseñó el modo de vida conocido históricamente, inventó la escritura con el propósito de lograr la imposición de su ley y con un desarrollo validado de sólo seis mil años de antigüedad aproximados, alcanzó niveles de universalización hace sólo quinientos años. Puede decirse que se trata de un proyecto joven que muy lejos de estar consolidado, muestra en su interior milenarias en nada fragantes disputas abiertas inter e intraétnicas, que lo mantienen en estado de guerra permanente. Esta característica saliente hace pensar más allá de lo económico, en qué es lo que le impide unificar su propio comando en armonía y en qué consiste lo que le impide focalizar en la defensa de la vida plena.
El patriarcado se sustenta en la restricción de la vida espontánea, en una mutilación de la naturaleza sexual humana, en la imposición de una sexualidad limitada, reglamentada de orden falocrático. En una de sus manifestaciones más notorias se basa en la devastación del cuerpo feminal, en lo que se conoce como ‘matricidio’, ‘ginecocidio’, se apropia de la nacente criatura humana en un intento de despojar a la mujer de su rol natural en tanto única fuente de vida.
El P, ante cada embate emancipador de las mujeres insiste en rediseñar la vida a su imagen y semejanza. Esta intención y deriva de usurpación permanente, postulada y encubierta en una supuesta capacidad transformadora producida por la envidia significada en que biológicamente sólo las mujeres fueran fuente de vida, la que funcionó a través de la mitología, mediante la que el sdp proporcionó un sentido de cohesión social, consta de cinco momentos:
1) borrar definitivamente los vestigios universales de la civilización prepatriarcal de derecho materno, de arraigo naturalista,
2) aniquilar los vestigios de una primigenia Gran Madre (Madre tierra, Diosa madre, etc), capaz de producir la vida por sí misma, incluso la vida de los hombres,
3) imponer un varón consorte fecundante (Osiris, Tammuz),
4) imponer que la vida en el mundo fue creada por un varón guerrero y fecundado en el cuerpo de la Madre,
5) hasta llegar al desplazamiento tajante de la Madre, mediante la imposición de la figura de un hombre que crea la vida sin ayuda, solo, en las características del Dios inmaterial que vive por fuera del mundo humano.
Estos momentos se han cumplido y permanecen ocultos o inconexos en la vigencia vertida y defendida en el gran relato patriarcal. Tal vez, esta autopercepción del comando patriarcal acerca de su civilización le impulse a postular su pretendido carácter evolutivo. La simple comparación entre las civilizaciones maternal y patriarcal, exige que juntos hombres y mujeres luchemos hasta abolir la civilización patriarcal y diseñemos el camino de la restitución de la vida comunal armónica. Nada simple. El sdp ha devenido capitalismo, y hoy tiende a disolver la diferencia entre los sexos, porque comprendió que las mujeres son irreductibles a la mutilación de la corporalidad, lo que es potencialmente disolvente de toda posición dominante.
El patriarcado se desarrolló mediante una unidad de criterio respecto a qué es la mujer, cómo debe ser y cómo actuar, qué es y cuál es el valor de la corporalidad, qué es la criatura humana, cómo debe ser y cómo actuar, qué es la sexualidad, cómo debe ser entendida y cómo debe ser practicada. El ya milenario patriarcado ario y el semítico coincidieron en el diseño general de su paradigma, aunque hace tres mil años se desarrolló en Grecia un modo diverso de entender lo que es el hombre, cómo debe ser y cómo actuar, cuál debe ser su sexualidad, etc.
El comando patriarcal mostró su primera grieta conceptual allá lejos en el seno del planteo mitológico griego ario del hombre integral, planteo que difirió radicalmente del planteo religioso de origen semita que diseñó en sus escrituras sacerdotales un modelo basado en la imitación de la naturaleza de la especie, condenando a las minorías que nacían físicamente diferente al sufrimiento y al escarnio. Esta diferencia de criterios permaneció soterrada tres milenios y comienza a hacer eclosión hace tres décadas.
El concepto Género
Hoy el concepto género es promovido como lanza que imponga un nuevo paradigma social general que anule o reemplace al cuestionado de orden biológico: mujer/hombre. Sumariamente, por un lado las fuerzas católicas vaticanas se oponen abiertamente al cambio operado por la influencia de la ideología sionista, las fuerzas cristianas no católicas se encuentran momentáneamente divididas, el rabinato judío se halla remiso y prácticamente en oposición al intento de cambio, y las fuerzas musulmanas se muestran expectantes aunque mostrando su rechazo al cambio.
El inmenso esfuerzo teórico que realiza el lobby hibridante, intenta presentar como cultural lo que es natural (nacimientos naturales actuales macho-hembra) y como natural lo que es cultural (géneros). Tenemos entonces que, el patriarcado en su estructura presenta varias divisiones tácticas y una fractura estratégica en la base, ya que su comando político dividido, difiere del religioso también dividido y además preso de su posición creacionista. Estas disidencias afectan sus propósitos, su unidad de acción y lo debilitan.
El comando político patriarcal hibridante, conciente del valor emancipante que anida en la diferencia entre los sexos, arrebata la iniciativa al religioso e intenta ahondar su división, la que en estos momentos se vuelve compleja y agresiva enfrentando al comando hibridante. Tengamos presente que el concepto género está acuñado dentro de la lógica antibiologicista de la comprensión de lo humano, y se encolumna tras la versión patriarcal que afirma sin más que somos seres sociales.
Tengamos presente que la versión social de la especie -se origina en el legado del dios Marduk al rey babilonio Hammurabi, mito originante de las tres religiones de libro-, afirma que lo humano por defecto necesita una ley que paute sus comportamientos y se opone a aceptar que por sí mismo pueda lograr equilibrar un estado de cosas socialmente aceptable. Este es el primer y fundamental movimiento estratégico que el comando patriarcal ancestral comprendió que debía realizar para autoproclamarse y hacer pasar desapercibida la naturaleza represiva de su restricción. Este movimiento lo posiciona como a un gran artificio que necesitó y necesita engañar a la humanidad para dominarla, meterla en la red lógica de su redil, mutilarla y confinarla a vivir en una especie de zoológico como un orden mamífero más.
La versión social de la especie oculta por todos los medios que la esclavitud no fue abolida, sino que por el contrario se mantiene vigente a pesar de su rotundo fracaso en la defensa de la vida. Tal la limitación básica de su despliegue, el despliegue de la mayor fuerza física del macho patriarcal jerarquizado. El concepto género, es utilizado para encubrir las necesidades de un sector del comando patriarcal, el que trabaja sin pausa y con una frenética determinación para lograr hibridar a la especie, como un modo soñado y diseñado de liquidar la fuente del poder feminal.
El comando patriarcal hibridante usa el concepto género encaramándose tras las necesidades de un sector sufriente de la población humana, usa su dolor, lo exacerba, lo viste de derecho esencial, lo promueve, sin mostrar dudas ni pudor siquiera respecto de que promueve un derecho sectorial como vía universal. Usa el concepto género con la intención privilegiada de liquidar la mayor utilidad práctica del concepto lucha de clases, su gran operatividad, al que insiste en presentar como que formaría parte de una ficcional realidad de falsas antinomias. El comando hibridante no duda porque siente que tiene muy cerca la solución a los antiguos problemas de su propio orden dominante.
Si bien su campaña hibridante tiene alcance mundial, el epicentro y su banco de pruebas se halla en Argentina, Brasil y España. Esta estrategia pareciera formar parte de un anhelo y una venganza. De todos modos su propósito y su accionar rozan lo psiquiátrico y exceden por mucho lo meramente político, con lo cual nos alertan respecto de la necesidad de ampliar o retomar con audacia y urgencia algunas enseñanzas propias de nuestro horizonte estratégico revolucionario.
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Sobre el autor: Daniel Fernández Ahumada nació en Luján (b), es poeta, docente afiliado a Ademys, filósofo graduado por la Universidad de Buenos Aires, publicó tres libros de narrativa poética, uno de historia política argentina, una novela en 2015 y en 2016 un ensayo filosófico acerca del sdp devenido capitalismo. Vive actualmente en Buenos Aires. dfahumada@yahoo.com.ar
Esta civilización fue matriarcalizada y luego devastada por hordas de pastores arios seminómades rusos y ucranios, que ocuparon Europa y luego fueron reemplazados por arios griegos y romanos. De allí procede la Europa que hace quinientos años llegó a América con su modo de ser tan excluyente. Mucho se ha escrito acerca del patriarcado aunque según creo, sobre todo las europeas, versiones más o menos parciales acerca de su sentido, principios, su estructura, sus propósitos, sus estrategias. Aquí resumiré la definición que incluyo en mi publicado ensayo Homo Sapiens Patriarchalis Quo Vadis (Adónde vas), más una valoración sumaria del significado profundo de las políticas sociales que utilizan el concepto género, con la esperanza de que este escrito sea evaluado como un aporte al proceso transformador que logre la restitución de la armonía comunal humana, tan necesaria como urgente.
El patriarcado
Es el primer y único sistema conocido de dominación estructurado legalmente sobre la vida humana, devenido omniabarcante, de cuyo origen pastoril han surgido todos los subsistemas socioeconómicos posteriores conocidos, cuya concreción civilizatoria -comenzó a devastar hace 4.500 años a la civilización previa, a él irreductible, de derecho materno euroasiática validada, de gran eficacia, armónica, no jerárquica, agricultora con excedente, sin Estado, compleja y pacífica, con reglas surgidas de la sexualidad espontánea, de 9.500 años de antigüedad-, concreción civilizatoria reactiva relativamente joven que surgió del despliegue progresivo de la mayor fuerza física biológica del macho humano elevada a principio organizador de lo social pastoril nómade, se impuso y sustentó generando jerarquías y mediante ellas terror, formando un tríptico que desarrolló e impuso el sentido apropiador de bienes y personas que evolucionó hacia lo que conocemos como propiedad privada y esclavitud, así como la inclusión de lo humano en un orden mamífero más, mediante legalizada mutilación y distorsión que se atrevió y se atreve a negar y prohibir la naturaleza biológica de la especie y del cuerpo feminal en especial, se apropió de las criaturas, vituperó y prohibió la sexualidad natural humana, configurando desde su coherencia un modo de vida antifisiológico que se retroalimenta mediante la competencia y la versatilidad de sus grandes relatos autolegitimadores, mediante los que impone con pretensión de infalibilidad y eternidad su percepción distorsiva de lo propio humano, entendido erróneamente como evolutivo, relatos y prácticas que muestran que su artificial estructura, principios y propósitos siguen plenamente vigentes en el capitalismo, al que insufló su propia y original deriva lógica endógena, de carácter destructivo y autodestructivo de la especie y de la vida misma.
El patriarcado (P) es el sistema de dominación (sdp) que dio origen a la civilización actual, diseñó el modo de vida conocido históricamente, inventó la escritura con el propósito de lograr la imposición de su ley y con un desarrollo validado de sólo seis mil años de antigüedad aproximados, alcanzó niveles de universalización hace sólo quinientos años. Puede decirse que se trata de un proyecto joven que muy lejos de estar consolidado, muestra en su interior milenarias en nada fragantes disputas abiertas inter e intraétnicas, que lo mantienen en estado de guerra permanente. Esta característica saliente hace pensar más allá de lo económico, en qué es lo que le impide unificar su propio comando en armonía y en qué consiste lo que le impide focalizar en la defensa de la vida plena.
El patriarcado se sustenta en la restricción de la vida espontánea, en una mutilación de la naturaleza sexual humana, en la imposición de una sexualidad limitada, reglamentada de orden falocrático. En una de sus manifestaciones más notorias se basa en la devastación del cuerpo feminal, en lo que se conoce como ‘matricidio’, ‘ginecocidio’, se apropia de la nacente criatura humana en un intento de despojar a la mujer de su rol natural en tanto única fuente de vida.
El P, ante cada embate emancipador de las mujeres insiste en rediseñar la vida a su imagen y semejanza. Esta intención y deriva de usurpación permanente, postulada y encubierta en una supuesta capacidad transformadora producida por la envidia significada en que biológicamente sólo las mujeres fueran fuente de vida, la que funcionó a través de la mitología, mediante la que el sdp proporcionó un sentido de cohesión social, consta de cinco momentos:
1) borrar definitivamente los vestigios universales de la civilización prepatriarcal de derecho materno, de arraigo naturalista,
2) aniquilar los vestigios de una primigenia Gran Madre (Madre tierra, Diosa madre, etc), capaz de producir la vida por sí misma, incluso la vida de los hombres,
3) imponer un varón consorte fecundante (Osiris, Tammuz),
4) imponer que la vida en el mundo fue creada por un varón guerrero y fecundado en el cuerpo de la Madre,
5) hasta llegar al desplazamiento tajante de la Madre, mediante la imposición de la figura de un hombre que crea la vida sin ayuda, solo, en las características del Dios inmaterial que vive por fuera del mundo humano.
Estos momentos se han cumplido y permanecen ocultos o inconexos en la vigencia vertida y defendida en el gran relato patriarcal. Tal vez, esta autopercepción del comando patriarcal acerca de su civilización le impulse a postular su pretendido carácter evolutivo. La simple comparación entre las civilizaciones maternal y patriarcal, exige que juntos hombres y mujeres luchemos hasta abolir la civilización patriarcal y diseñemos el camino de la restitución de la vida comunal armónica. Nada simple. El sdp ha devenido capitalismo, y hoy tiende a disolver la diferencia entre los sexos, porque comprendió que las mujeres son irreductibles a la mutilación de la corporalidad, lo que es potencialmente disolvente de toda posición dominante.
El patriarcado se desarrolló mediante una unidad de criterio respecto a qué es la mujer, cómo debe ser y cómo actuar, qué es y cuál es el valor de la corporalidad, qué es la criatura humana, cómo debe ser y cómo actuar, qué es la sexualidad, cómo debe ser entendida y cómo debe ser practicada. El ya milenario patriarcado ario y el semítico coincidieron en el diseño general de su paradigma, aunque hace tres mil años se desarrolló en Grecia un modo diverso de entender lo que es el hombre, cómo debe ser y cómo actuar, cuál debe ser su sexualidad, etc.
El comando patriarcal mostró su primera grieta conceptual allá lejos en el seno del planteo mitológico griego ario del hombre integral, planteo que difirió radicalmente del planteo religioso de origen semita que diseñó en sus escrituras sacerdotales un modelo basado en la imitación de la naturaleza de la especie, condenando a las minorías que nacían físicamente diferente al sufrimiento y al escarnio. Esta diferencia de criterios permaneció soterrada tres milenios y comienza a hacer eclosión hace tres décadas.
El concepto Género
Hoy el concepto género es promovido como lanza que imponga un nuevo paradigma social general que anule o reemplace al cuestionado de orden biológico: mujer/hombre. Sumariamente, por un lado las fuerzas católicas vaticanas se oponen abiertamente al cambio operado por la influencia de la ideología sionista, las fuerzas cristianas no católicas se encuentran momentáneamente divididas, el rabinato judío se halla remiso y prácticamente en oposición al intento de cambio, y las fuerzas musulmanas se muestran expectantes aunque mostrando su rechazo al cambio.
El inmenso esfuerzo teórico que realiza el lobby hibridante, intenta presentar como cultural lo que es natural (nacimientos naturales actuales macho-hembra) y como natural lo que es cultural (géneros). Tenemos entonces que, el patriarcado en su estructura presenta varias divisiones tácticas y una fractura estratégica en la base, ya que su comando político dividido, difiere del religioso también dividido y además preso de su posición creacionista. Estas disidencias afectan sus propósitos, su unidad de acción y lo debilitan.
El comando político patriarcal hibridante, conciente del valor emancipante que anida en la diferencia entre los sexos, arrebata la iniciativa al religioso e intenta ahondar su división, la que en estos momentos se vuelve compleja y agresiva enfrentando al comando hibridante. Tengamos presente que el concepto género está acuñado dentro de la lógica antibiologicista de la comprensión de lo humano, y se encolumna tras la versión patriarcal que afirma sin más que somos seres sociales.
Tengamos presente que la versión social de la especie -se origina en el legado del dios Marduk al rey babilonio Hammurabi, mito originante de las tres religiones de libro-, afirma que lo humano por defecto necesita una ley que paute sus comportamientos y se opone a aceptar que por sí mismo pueda lograr equilibrar un estado de cosas socialmente aceptable. Este es el primer y fundamental movimiento estratégico que el comando patriarcal ancestral comprendió que debía realizar para autoproclamarse y hacer pasar desapercibida la naturaleza represiva de su restricción. Este movimiento lo posiciona como a un gran artificio que necesitó y necesita engañar a la humanidad para dominarla, meterla en la red lógica de su redil, mutilarla y confinarla a vivir en una especie de zoológico como un orden mamífero más.
La versión social de la especie oculta por todos los medios que la esclavitud no fue abolida, sino que por el contrario se mantiene vigente a pesar de su rotundo fracaso en la defensa de la vida. Tal la limitación básica de su despliegue, el despliegue de la mayor fuerza física del macho patriarcal jerarquizado. El concepto género, es utilizado para encubrir las necesidades de un sector del comando patriarcal, el que trabaja sin pausa y con una frenética determinación para lograr hibridar a la especie, como un modo soñado y diseñado de liquidar la fuente del poder feminal.
El comando patriarcal hibridante usa el concepto género encaramándose tras las necesidades de un sector sufriente de la población humana, usa su dolor, lo exacerba, lo viste de derecho esencial, lo promueve, sin mostrar dudas ni pudor siquiera respecto de que promueve un derecho sectorial como vía universal. Usa el concepto género con la intención privilegiada de liquidar la mayor utilidad práctica del concepto lucha de clases, su gran operatividad, al que insiste en presentar como que formaría parte de una ficcional realidad de falsas antinomias. El comando hibridante no duda porque siente que tiene muy cerca la solución a los antiguos problemas de su propio orden dominante.
Si bien su campaña hibridante tiene alcance mundial, el epicentro y su banco de pruebas se halla en Argentina, Brasil y España. Esta estrategia pareciera formar parte de un anhelo y una venganza. De todos modos su propósito y su accionar rozan lo psiquiátrico y exceden por mucho lo meramente político, con lo cual nos alertan respecto de la necesidad de ampliar o retomar con audacia y urgencia algunas enseñanzas propias de nuestro horizonte estratégico revolucionario.
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Sobre el autor: Daniel Fernández Ahumada nació en Luján (b), es poeta, docente afiliado a Ademys, filósofo graduado por la Universidad de Buenos Aires, publicó tres libros de narrativa poética, uno de historia política argentina, una novela en 2015 y en 2016 un ensayo filosófico acerca del sdp devenido capitalismo. Vive actualmente en Buenos Aires. dfahumada@yahoo.com.ar
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