Derrocando a Roca entrevistó a Maria Luisa Peralta, activista, impulsora de importantes proyectos como Lesbianas a la vista, Les madres y la conformación del archivo Potencia Tortillera, quien nos ayudó a recuperar una época donde reinó el miedo, pero no bastó la vuelta a la democracia para que acabe.
¿Cómo era ser travesti, trans, lesbiana o gay en dictadura? ¿Cómo era existir en un ethos clandestino? ¿A dónde ir para ser visible sin riesgos? ¿Cómo era vivir sin poder ser, reprimiendo deseos, comportamientos, mintiendo en las casas, en las calles, en los espacios de trabajo? ¿Cómo olvidar la saña con la que los genocidas recrudecían sus torturas frente a los homosexuales?¿Cómo pasar desapercibidas las violaciones correctivas que habrían sufrido los cuerpos de las lesbianas? No hay registro, no hay relato, no hay historia, pero la memoria colectiva de lxs que sobrevivieron puede ayudarnos a reconstruir algo de esas vidas. Derrocando a Roca entrevistó a Maria Luisa Peralta, activista, impulsora de importantes proyectos como Lesbianas a la vista, Les madres y la conformación del archivo Potencia Tortillera, quien nos ayudó a recuperar una época donde reinó el miedo, pero no bastó la vuelta a la democracia para que acabe. Por Estefanía Verónica Santoro para Derrocando a Roca
“Eran las siete de la tarde, yo estaba en la peatonal caminando con dos amigos y dos tipos con lentes negros nos secuestran, la calle estaba llena de gente, nos llevaron detenidos a la División de Informaciones de la Policía Provincial (D2). Era tanto el miedo de la gente que nadie dijo nada, nos vendaron y estuvimos dos días detenidos en un calabozo donde torturaban gente, luego nos llevaron a la Comisaria de Nueva Córdoba y nos armaron un prontuario acusados de ser homosexuales, eso fue en 1980, hasta 1985 caí por eso 17 veces más”.
“Lo peor fue en el año 1982 cuando aparece el Comando Cóndor que asesinó a muchos homosexuales,nos mataban de apuñaladas”.
“Yo conocí en esa época a personas que no viajaban en medios públicos. Tomaban un taxi de la puerta de su casa hasta donde necesitaran ir, porque si salían a la calle terminaban presos sólo por ‘parecer’ homosexuales”.
El Comando Cóndor y el Comando de Moralidad formado por integrantes de las Fuerzas Armadas y de Seguridad, eran grupos encargados de perseguir y asesinar a homosexuales durante aquellos años en los que el terror reinó en nuestro país. Pablo Becerra y Natalia Magrin, integrantes de la Comisión Provincial por la Memoria en Córdoba llevaron a cabo una investigación que fue plasmada en un audiovisual donde registraron testimonios de personas LGBTTTI (Lesbianas, gays, bisexuales, travestis, transgénero, transexuales, intersex) que sobrevivieron a las torturas durante ese último período dictatorial.
En los años ‘70 la Dirección de Inteligencia de la Policía de la Provincia de Buenos Aires (DIPBA) realizó tareas de persecución y espionaje a ciudadanxs que tenían un posicionamiento político-ideológico contrario a la dictadura cívico-militar. Mediante un registro escrito clasificaban como “delincuentes sociales, político o subversivos” a personas que luego serían detenidas, secuestradas, torturadas y desaparecidas. No solo indagaban en las actividades militantes y la participación política de las personas, también dejaban constancia de su identidad sexual. En los registros de la DIPBA figuran frases como “conducta lesbiana”, “costumbres demasiado liberales”, “amanerado”, “temperamento afeminado”, “invertido”, “nunca se lo ve acompañado por personas del sexo opuesto”[1]. La elección sexual era una causa de detención. Durante la última dictadura las personas que no encajaban con la identidad masculina o femenina socialmente impuesta fueron detenidas y torturadas. Así se criminalizaba y castigaba a las sexualidades no heteronormativas. Posteriormente los documentos de la DIPBA se convirtieron en pruebas contundentes en los juicios de lesa humanidad.
Las travestis y trans no tenían donde esconderse. La DIPBA continuó con su accionar persecutorio y represivo hacia las personas LGBTTTI hasta el 98, cuando fue disuelta tras una reforma de la Policía de la Provincia de Buenos Aires. Ese mismo año, mediante la sanción del Código de Convivencia Urbana y tras un incesante trabajo del movimiento LGBT, fueron derogados los edictos policiales que habilitaban a la Policía Federal Argentina a detener a cualquier persona que usara ropa del sexo opuesto, y a decidir una sentencia sin tener que consultar previamente a un juez.
Militancia no heternormativa en dictadura
En 1969 durante la dictadura de Juan Carlos Onganía se forma el grupo Nuestro Mundo, primera organización a favor de los derechos de los homosexuales en Argentina, liderada por Héctor Anabitarte (ex militante sindicalista y comunista expulsado por ser homosexual) e integrada por jóvenes trabajadores y militantes sindicalistas. A la par, comenzaron a crecer otras organizaciones como Eros, Profesionales, Safo (grupo de lesbianas), Bandera Negra (anarquistas), Emanuel (cristianos) y Católicos Homosexuales. Estos grupos fueron creando alianzas y tenían en común la consigna: “Amar y vivir libremente en un país liberado”.
En 1971 integrantes del Grupo Nuestro Mundo junto a intelectuales y militantes de izquierda fundaron el Frente de Liberación Homosexual (FLH). Entre sus miembros se encontraban Néstor Perlongher, Blas Matamoro, Juan José Sebreli y Manuel Puig. Luchaban por la eliminación de los códigos contravencionales y las leyes que criminalizaban la homosexualidad. También se relacionaron con agrupaciones como la Unión Feminista Argentina y el Movimiento de Liberación Femenina. Al poco tiempo el grupo Eros se fusiona con el FLH y algunos de sus fundadores deciden retirarse.
Eran épocas en las que no solo debían cuidarse de la derecha, los grupos de izquierda tampoco apoyaban sus reclamos. De hecho, los peronistas cantaban en Plaza de Mayo: “no somos putos, no somos faloperos”. En 1975 el FLH tuvo que pasar a la clandestinidad debido a las amenazas que recibió de la Triple A luego de que la revista El Caudillo publicara un artículo titulado: “Hay que acabar con los homosexuales”[2], firmado por José López Rega quien en ese entonces se desempeñaba como Ministro de Bienestar Social.
“La memoria no es un privilegio heterosexual”
María Luisa Peralta es activista e impulsó importantes proyectos como Lesbianas a la vista, Les madres y la conformación del archivo Potencia Tortillera. Cuenta que durante la época de la dictadura no existía lo que hoy conocemos como colectivo LGBTTTI y el único término que se usaba era homosexual, el resto de las identidades no eran nombradas.
Nacida en Rosario en 1972, transitó la escuela primaria durante la dictadura. Cursó en la Escuela Normal N°2, ubicada enfrente de lo que era la sede del Segundo Cuerpo de Ejército comandado por Leopoldo Fortunato Galtieri y en diagonal con la manzana ocupada por la Jefatura Central de la Policía, un lugar donde funcionó un centro clandestino de detención. Su recuerdo de la época y de la escuela está plagado de miedo: “Fueron años de intentar normalizar la presencia militar en todos lados. Había soldados siempre en la vereda de mi escuela y en la de enfrente. La maestra de dibujo nos hacía dibujar bajo consignas temáticas como “La escuela, el barrio y el ejército”.
En 2015 durante la marcha por el Día por la Memoria y la Justicia organizada en la Ciudad de La Plata, la Coordinadora Antirrepresiva Lgbtttiqp irrumpió con el lema: “La memoria no es un privilegio heterosexual”. Peralta explica: “Hay un relato de la historia de las víctimas de la dictadura que omite a las víctimas no heterosexuales, hay un borramiento activo y la memoria que hacemos de lxsdetenidxs-desaparecidxs lgtb suele ser vista como algo menor, en ocasiones mirada con cierta sorna, como si fuéramos intrusos irreverentes en un espacio solemne. Nosotrxs venimos a decir que también hubo, entre lxs 30.000, personas que fueron lo que hoy llamaríamos gltb y que es valioso recuperar sus vidas y su memoria integralmente, desde su militancia política, sindical, armada o estudiantil a su sexualidad.”
En 1996 la revista NX – Periodismo gay para todos, publicó una nota escrita por Carlos Jáuregui en la que explica que el rabino Marshall Meyer, integrante de la CONADEP (Comisión Nacional para la Desaparición de Personas) le confesó que de las diez mil personas denunciadas como desaparecidas, estimaba que cuatrocientas habían sido detectadas como homosexuales. Meyer era un rabino conservador de origen norteamericano y un reconocido activista internacional de derechos humanos que vivió 25 años en Argentina. Fue quien le contó a Jáuregui que las causas de esas desapariciones no se debían a la condición sexual de esas personas, aunque habían sido víctimas de un trato particularmente sádico y violento como el que recibieron lxs detenidxs judixs. Sin embargo, este dato fue omitido en el informe “Nunca Más” de la CONADEP. Peralta cuenta que Jáuregui dejó constancia de esa cifra en un documento que producía anualmente sobre violaciones a los derechos humanos de las personas gltb desde la asociación Gays por los Derechos Civiles (Gays DC).
¿Por qué el informe Nunca Más no incluyó la elección sexual como una de las causas de detención y desaparición?
La elección sexual no fue una causa de desaparición. Sí fue causa de detención, al igual que la identidad de género de las personas trans, por parte de la policía como lo era antes y después de la dictadura y también hubo ataques por parte de bandas paraestatales. Lxs judixs tampoco fueron perseguidxs en tanto tales por la dictadura argentina, sino por sus actividades políticas. Según información que me ha llegado, la APDH(Asamblea Permanente por los Derechos Humanos), que tenía integrantes católicxs, fue quien se opuso a la mención de que algunxs detenidxs-desaparecidxs eran, según la terminología de la época, homosexuales.
_ ¿Te parece correcto hacer un paralelismo entre el nazismo y la dictadura argentina en sus planes sistemáticos de desaparición de personas?
Es importante no confundir fenómenos. La dictadura argentina tenía elementos integristas católicos, pero no un programa eugenésico. Con demasiada frecuencia se traspola lo sucedido en el nazismo a lo que ocurrió en Argentina, pero las situaciones fueron muy diferentes. El régimen nazi tenía como uno de sus ejes estructuradores un claro programa eugenésico, pretendidamente científico, por el cual se eliminó a millones de personas para una supuesta mejora de la raza. Se eliminó a personas por sus caracteres físicos, intelectuales y también por “degeneración moral” y se lo hizo tanto en campos de exterminio como a través de eutanasia en instituciones psiquiátricas y similares. Los nazis eliminaron a judíxs, gitanxs, alcohólicos, personas con discapacidad intelectual, con enfermedades mentales, con problemas cardíacos y respiratorios, a testigos de Jehová, a “asociales” de distinto tipo incluidas las prostitutas, y también a los gays y a personas que hoy se reconocerían como trans (no hubo la misma persecución sistemática contra las lesbianas). Además, estas mismas categorías de personas, tanto adultas como niñxs, además de gemelxs, mellizxs y embarazadas fueron sujetos de experimentaciones crueles y a menudo mortales. La dictadura argentina fue feroz en la tortura y en la desaparición, pero no tuvo un programa semejante. La investigación realizada por Santiago Joaquín Insausti “Los cuatrocientos homosexuales desaparecidos: memorias de la represión estatal a las sexualidades disidentes en Argentina”[3] concluye que las personas gltb no fueron perseguidas específicamente de un modo novedoso, sino que siguieron sujetas a las mismas arbitrariedades y brutalidad policial en nombre de la moral que existían previamente.
[3]Deseo y represión. Sexualidad, género y Estado en la historia argentina reciente, compilado por Débora D’Antonio, Imago Mundi, 2015.
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