Entrevista a Takwa Rejeb, joven musulmana que ha ganado la batalla por el hiyab (velo) en un instituto de Valencia
Se disponía a empezar el primer año de un módulo de Formación Profesional sobre Turismo en el Instituto Benlliure de Valencia, pero a Takwa Rejeb, joven española y musulmana de 22 años, la dirección del centro no le permitió la entrada en clase con el hiyab (velo), ya que, según argumentó la dirección, el reglamento del instituto impedía a los alumnos llevar prendas en la cabeza. El articulado en cuestión se introdujo, según el director, para impedir que los estudiantes pudieran ocultar los rostros con sombreros o gorras. Comenzó entonces la batalla de esta estudiante de 22 años por estudiar con el velo, apoyada firmemente por organizaciones como SOS Racismo, el Centro Cultural Islámico de Valencia y la Plataforma contra la Islamofobia, que presentaron una denuncia ante el Síndic de Greuges y el Defensor del Pueblo. Finalmente, la Conselleria d’Educació ha dado la orden para que la joven pueda cursar los estudios llevando el hiyab, al tiempo que ha anunciado una normativa reguladora. Hasta ese momento, Takwa Rejeb y las entidades que le respaldan han denunciado reiteradamente la discriminación ante los medios informativos. Inquebrantable en la reivindicación de sus derechos, la estudiante, que vive en un barrio popular de Valencia, Malilla, con su madre y otros tres hermanos, se negó a aceptar la alternativa de estudiar turismo en un centro de Mislata. Confía en que la victoria siente un precedente para que su caso no se repita.-El día 21 de septiembre iniciaste el curso con unos días de retraso. Los profesores te han ofrecido ayuda para ponerte al día (las clases empezaron el día ocho) y los compañeros, dejarte los apuntes. “Total normalidad”, comentas. Y sobre todo, entras en el aula con el Hiyab. ¿Es el pañuelo una imposición, en todos los casos, de maridos o familias a las mujeres musulmanas?
Ésta es una idea que se ha inculcado erróneamente, porque cuando pasa algo malo se destaca siempre mucho más. Así ha ocurrido toda la vida. Cuando se han producido casos de mujeres obligadas, se han resaltado más que los casos de quienes hacemos una vida normal. Muchísimas mujeres como yo llevamos el hiyab porque lo hemos elegido nosotras, pero por mucho que lo digas, parece que las palabras se las lleve el viento. Has de demostrarlo también con las actitudes, en el día a día. Cuando haces tu vida normal y eres feliz, se dan cuenta de que el hiyab no es un impedimento, sino una elección.
-¿Podría resumirse lo ocurrido como una batalla planteada contra la dirección del Instituto Benlliure de Valencia por una joven musulmana y de nacionalidad española, con familia de origen tunecino que llegó a España en los años 90? Y que esta batalla en defensa de la libertad individual, extensible a partir de ahora a casos similares, ha terminado en victoria…
Hubo un día en mi vida en que decidí ponerme el pañuelo; y también llegará un día en que tome la decisión de quitármelo. O no. Pero que sea yo quien elija, que nadie me lo diga. Si alardeamos de democracia y libertad en el país en el que vivimos, hemos de predicar con ello. Estoy en mi libertad de ser como soy. La dirección del centro hizo cumplir la norma a rajatabla. La normativa dice que está prohibido entrar en el centro con la cabeza cubierta o semicubierta, excepto por situaciones de enfermedad. Pero igual que se establece esta salvedad, pueden añadirse otras. Yo no llevo el hiyab porque sea un complemento o un gorro, ni me oculto el rostro. Vivo con el pañuelo, es mi identidad y mi modo de vida.
-¿Qué opinas sobre la polémica del burkini, suscitada este verano en las playas francesas? ¿Cómo observas la prohibición?
Desde el principio me parece erróneo el concepto. La palabra procede de los términos “bikini” y “burka”. Pero no se trata de un bikini ni de un burka, sino de un bañador con unos centímetros más de tela. Ésa es la diferencia. Igual que a otra persona le gusta otro tipo de bañador, a mí me gusta ése. Cuando se utiliza el término “burkini”, se asocia al burka y se siembran prejuicios. Pero lo que se ha vivido este verano me parece un poco triste, y parecido a lo que me ha ocurrido en el aula. Hay mujeres a las que se ha humillado públicamente para obligarles a que se quitaran la prenda, e impedido disfrutar de las vacaciones. Al enterarme me dolió en el alma. En verano voy a las calas y las playas, con mis amigos y un bañador adaptado a mí: nunca he tenido ese problema. Eso que se llama “burkini” es igual que la vestimenta de surf, pero con la tela de bañador en lugar del neopreno.
-Además de estudiar, participas en el Centro Cultural Islámico de Valencia, ubicado en el barrio obrero de Orriols…
Este año menos, precisamente por los estudios. Estoy muy agradecida al Centro Cultural Islámico, porque mis ideas y formación proceden de allí, además de lo que me enseñaron mis padres. Siempre me han formado en el respeto, en tratar de entender al resto de las personas. Por ejemplo, los sábados teníamos siempre una especie de clase en la que debatíamos sobre la actualidad. Nos enseñaban cómo afrontar un joven sus estudios. También he participado en la Asociación de Jóvenes Musulmanes de Valencia (AJMV), una de las vertientes del Centro Islámico. Una de las actividades consistía en aportar cada uno el dinero que podía, para hacer bolsas de alimentos y repartirlas entre la gente más necesitada.
-Afirmas tu interés por informarte de los problemas del mundo actual. ¿Qué piensas sobre la llamada “crisis” de los refugiados?
Si nos remontamos a la Historia, todos hemos sido refugiados, porque llega un momento en que desgraciadamente los países sufren crisis económicas y guerras. Todos hemos pasado por esa situación. España es la primera que llevó refugiados por toda Europa y América Latina. Es un fenómeno natural, que hemos de aceptar y ayudarlos. Nuestros antepasados han sido refugiados. ¿Los gobiernos europeos? Me parece muy lamentable que en algunos países se les esté tratando tan mal, porque si están poniendo en peligro su vida o la de su familia en el mar (o en cualquier otro lugar), no es por gusto. Tenían una casa, un salario y un trabajo. Vienen por desesperación.
-¿Has sufrido en España situaciones de islamofobia o te han recriminado en la calle el uso del hiyab?
Siempre te vas a encontrar con esas cosas. Pude pasar alguien cuando vas tranquilamente por la calle y decirte: “Perdone, usted con lo guapa que es, ¿por qué se tapa? Si ahora mismo no te ven tus padres, te puedes quitar ese velo”. Así, en plan “pobrecita, libérate ahora que no están tus padres”. Suelen ser personas mayores quienes lo dicen. Pero yo no me he puesto el pañuelo por mis padres. Y siempre me paro y contesto, cuando alguien me habla. Al fin y al cabo, en mi casa me han enseñado una educación y unos valores: sea cual sea la actitud de la otra persona, tú siempre con una sonrisa le contestas encantada. Y también a creer en ti, y en lo que tú quieres ser, en convivir y no juzgar a nadie.
-¿De qué modo entiendes el Islam? ¿Eres una persona practicante?
Sí, soy practicante. El Islam es una religión de paz, pero me duele que a día de hoy y por sucesos que han ido ocurriendo, se hable en nombre del Islam y se le tache de religión violenta. Pero es todo lo contrario. Si leemos el Corán y lo estudiamos a fondo, nos daremos cuenta de que es una religión de paz. Siempre que puedo intento leerlo… Me gusta especialmente una frase: “Dios está con los pacientes”. Eso lo tengo siempre presente, es uno de mis lemas.
-¿Estás aplicando estos días esa paciencia, ante las infinitas llamadas de los medios de comunicación y los viajes “relámpago” a las televisiones?
Sí, porque ahora todo el mundo quiere saber de la noticia del hiyab. Es una situación estresante, con muchísimas llamadas, una detrás de otra. Llegó un momento en que la gente de mi alrededor me decía: “No tienes por qué coger el teléfono”. Pero les dije: “No pasa nada, con paciencia se atiende a todo el mundo”. Con alegría y la idea de transmitir el mensaje, porque gracias a la paciencia hemos llegado hasta aquí. Si no, hubiera organizado el revuelo de otro modo, y me hubiera enfadado.
-¿Y con los periodistas?
Al fin y al cabo le concedes el tiempo a un periodista, pero el otro también quiere, porque todos están haciendo su trabajo. No es un acoso porque sí, sino porque quieren informar. Y gracias a los medios de comunicación sabemos lo que está ocurriendo en el mundo. Tenemos, por tanto, esa obligación de poner de nuestra parte.
-¿Cómo te definirías ideológicamente?
Mi ideología no es una cosa fija. Soy una persona a la que le gusta ser libre, creer en mí y en lo que yo quiero, sin que nadie me imponga nada. Además me gusta que las personas sean libres. En política, obviamente nadie es perfecto, pero no me baso en si una persona es de derechas, de izquierdas o de centro, sino en sus valores. Últimamente nos centramos mucho en la crisis económica y en lo material, y es cierto que tenemos esas dificultades en España, pero también tenemos una crisis de valores. Por ejemplo a la hora de saber convivir y ponerse en la piel del otro. A lo mejor tú esta noche podrás cenar, pero igual otro duerme en la calle; y estás tirando un plato de comida porque no te gusta, cuando le podría llegar a otra persona. A lo mejor tu crisis es que en vez de 50 euros para gastarte hoy, tienes 25, pero a lo mejor hay otros que no tienen ni un duro.
-¿Qué valoras especialmente en quienes te rodean?
Que una persona tenga las cosas claras, que sepa lo que quiere ser y, lo más importante, que sea libre por elección. No por la transmisión de los otros. Que uno haya buscado su verdad. En mi caso, tengo muy claro hacer llegar mi mensaje siempre, y hacer entender a las personas que es bonito vivir en la interculturalidad: en España es tremenda, y no le sacamos partido. Tendemos a juzgar mucho por la portada de un libro, pero luego, al quedarte en ella, te pierdes la oportunidad de una gran lectura. Yo estoy un poco cansada de que se juzgue a las personas por las ideologías. Juzga a la persona por lo que es, pero no por lo que piensa.
-¿Echas en falta un mayor peso de las religiones?
Personalmente me hace mucho bien el Islam. Tiene muchas cosas de las que he aprendido. Pero entre mis mejores amigos, uno es creyente, otra es atea y otro cree, aunque no sabe exactamente en qué. Son muy distintos, pero para mí es una “pasada” la mezcla con ellos y la comprensión que tenemos entre nosotros. En ningún momento hemos chocado, y tienen los mismos valores que yo. Todo va en la persona. Mi verdad está en el Islam, la suya está a lo mejor en otro lugar. Y yo lo respeto.
-Señalas que eres una apasionada de la lectura, ¿quiénes son tus autores preferidos?
Risto Mejide es un autor “diez”, una de mis grandes motivaciones desde que empezó a publicar libros. Hace poco salió el libro titulado “X”, que me he leído ya tres o cuatro veces. Siempre que lo lees aprendes algo nuevo. Abarca el lado sentimental, la política, las vivencias con los otros… Me siento muy identificada con lo que explica. También me encantó el libro “Palestinos”, de la periodista Lola Bañón. Me gustó cómo transmite la verdad, pero no la suya ni la de nadie, sino el mensaje de los palestinos. Porque tendemos siempre a informarnos de los bombardeos y del número de muertos, pero ella lo relata de otro modo: qué ha pasado y cómo se viven desde dentro los ataques y las bombas; o los jóvenes, el hecho de ir a estudiar: cómo sufren. El libro me impactó muchísimo. También la voluntad de ir allí, saber qué pasa y traer la verdad. Es algo que no hace cualquiera.
-También te gusta escribir: compartes textos y reflexiones en tu cuenta de Instagram, por ejemplo sobre el atentado contra la revista Charlie Hebdo (doce muertos y cuatro heridos) o sobre el amor.
Sí, hay una definición de “cínico” de Óscar Wilde que me interesa mucho: “Un hombre que sabe el precio de todo y el valor de nada”. El ocho de enero de 2015, un día después de los atentados de París, compartí esta opinión: “Hoy condeno y no hay mejor forma de condena, que la expresión escrita. Soy musulmana, y no me representa ni me representará ninguna actividad violenta realizada en nombre del Islam”. Es decir, condeno, pero también considero que las viñetas no suponían libertad de expresión, ya que eran ofensivas para las personas que profesan el Islam. Y no sólo en relación con el Islam, pienso del mismo modo respecto a cualquier otra ideología o religión: tu libertad termina donde empieza la del otro. Lo contrario es sembrar prejuicios en lectores y audiencias. El otro comentario al que te refieres empieza así: “Te quiero. Pero recuerda que el quererte es cosa mía, pero también tuya. Tú eres quien va alimentando mis ganas de ti…”.
-Por último, ¿por qué elegiste los estudios de turismo?
Me gusta mucho viajar, y creo que voy a aprender mucho. Leemos y nos informamos, pero te enriqueces mucho más moviéndote y viajando. Conozco en general España, he estado en Francia, Alemania, cuatro veces en Túnez y dos en Marruecos. Estudio turismo, pero no me gusta viajar como turista sino como una más. La diferencia está en que a lo mejor vas a un país pobre, pero te alojas en un hotel de cinco estrellas con unos lujos increíbles. Ahora bien, si cruzas el barrio, te das cuenta de que no todo es tan bonito y perfecto. A lo mejor te pierdes también algo, que es la humanidad.
Ésta es una idea que se ha inculcado erróneamente, porque cuando pasa algo malo se destaca siempre mucho más. Así ha ocurrido toda la vida. Cuando se han producido casos de mujeres obligadas, se han resaltado más que los casos de quienes hacemos una vida normal. Muchísimas mujeres como yo llevamos el hiyab porque lo hemos elegido nosotras, pero por mucho que lo digas, parece que las palabras se las lleve el viento. Has de demostrarlo también con las actitudes, en el día a día. Cuando haces tu vida normal y eres feliz, se dan cuenta de que el hiyab no es un impedimento, sino una elección.
-¿Podría resumirse lo ocurrido como una batalla planteada contra la dirección del Instituto Benlliure de Valencia por una joven musulmana y de nacionalidad española, con familia de origen tunecino que llegó a España en los años 90? Y que esta batalla en defensa de la libertad individual, extensible a partir de ahora a casos similares, ha terminado en victoria…
Hubo un día en mi vida en que decidí ponerme el pañuelo; y también llegará un día en que tome la decisión de quitármelo. O no. Pero que sea yo quien elija, que nadie me lo diga. Si alardeamos de democracia y libertad en el país en el que vivimos, hemos de predicar con ello. Estoy en mi libertad de ser como soy. La dirección del centro hizo cumplir la norma a rajatabla. La normativa dice que está prohibido entrar en el centro con la cabeza cubierta o semicubierta, excepto por situaciones de enfermedad. Pero igual que se establece esta salvedad, pueden añadirse otras. Yo no llevo el hiyab porque sea un complemento o un gorro, ni me oculto el rostro. Vivo con el pañuelo, es mi identidad y mi modo de vida.
-¿Qué opinas sobre la polémica del burkini, suscitada este verano en las playas francesas? ¿Cómo observas la prohibición?
Desde el principio me parece erróneo el concepto. La palabra procede de los términos “bikini” y “burka”. Pero no se trata de un bikini ni de un burka, sino de un bañador con unos centímetros más de tela. Ésa es la diferencia. Igual que a otra persona le gusta otro tipo de bañador, a mí me gusta ése. Cuando se utiliza el término “burkini”, se asocia al burka y se siembran prejuicios. Pero lo que se ha vivido este verano me parece un poco triste, y parecido a lo que me ha ocurrido en el aula. Hay mujeres a las que se ha humillado públicamente para obligarles a que se quitaran la prenda, e impedido disfrutar de las vacaciones. Al enterarme me dolió en el alma. En verano voy a las calas y las playas, con mis amigos y un bañador adaptado a mí: nunca he tenido ese problema. Eso que se llama “burkini” es igual que la vestimenta de surf, pero con la tela de bañador en lugar del neopreno.
-Además de estudiar, participas en el Centro Cultural Islámico de Valencia, ubicado en el barrio obrero de Orriols…
Este año menos, precisamente por los estudios. Estoy muy agradecida al Centro Cultural Islámico, porque mis ideas y formación proceden de allí, además de lo que me enseñaron mis padres. Siempre me han formado en el respeto, en tratar de entender al resto de las personas. Por ejemplo, los sábados teníamos siempre una especie de clase en la que debatíamos sobre la actualidad. Nos enseñaban cómo afrontar un joven sus estudios. También he participado en la Asociación de Jóvenes Musulmanes de Valencia (AJMV), una de las vertientes del Centro Islámico. Una de las actividades consistía en aportar cada uno el dinero que podía, para hacer bolsas de alimentos y repartirlas entre la gente más necesitada.
-Afirmas tu interés por informarte de los problemas del mundo actual. ¿Qué piensas sobre la llamada “crisis” de los refugiados?
Si nos remontamos a la Historia, todos hemos sido refugiados, porque llega un momento en que desgraciadamente los países sufren crisis económicas y guerras. Todos hemos pasado por esa situación. España es la primera que llevó refugiados por toda Europa y América Latina. Es un fenómeno natural, que hemos de aceptar y ayudarlos. Nuestros antepasados han sido refugiados. ¿Los gobiernos europeos? Me parece muy lamentable que en algunos países se les esté tratando tan mal, porque si están poniendo en peligro su vida o la de su familia en el mar (o en cualquier otro lugar), no es por gusto. Tenían una casa, un salario y un trabajo. Vienen por desesperación.
-¿Has sufrido en España situaciones de islamofobia o te han recriminado en la calle el uso del hiyab?
Siempre te vas a encontrar con esas cosas. Pude pasar alguien cuando vas tranquilamente por la calle y decirte: “Perdone, usted con lo guapa que es, ¿por qué se tapa? Si ahora mismo no te ven tus padres, te puedes quitar ese velo”. Así, en plan “pobrecita, libérate ahora que no están tus padres”. Suelen ser personas mayores quienes lo dicen. Pero yo no me he puesto el pañuelo por mis padres. Y siempre me paro y contesto, cuando alguien me habla. Al fin y al cabo, en mi casa me han enseñado una educación y unos valores: sea cual sea la actitud de la otra persona, tú siempre con una sonrisa le contestas encantada. Y también a creer en ti, y en lo que tú quieres ser, en convivir y no juzgar a nadie.
-¿De qué modo entiendes el Islam? ¿Eres una persona practicante?
Sí, soy practicante. El Islam es una religión de paz, pero me duele que a día de hoy y por sucesos que han ido ocurriendo, se hable en nombre del Islam y se le tache de religión violenta. Pero es todo lo contrario. Si leemos el Corán y lo estudiamos a fondo, nos daremos cuenta de que es una religión de paz. Siempre que puedo intento leerlo… Me gusta especialmente una frase: “Dios está con los pacientes”. Eso lo tengo siempre presente, es uno de mis lemas.
-¿Estás aplicando estos días esa paciencia, ante las infinitas llamadas de los medios de comunicación y los viajes “relámpago” a las televisiones?
Sí, porque ahora todo el mundo quiere saber de la noticia del hiyab. Es una situación estresante, con muchísimas llamadas, una detrás de otra. Llegó un momento en que la gente de mi alrededor me decía: “No tienes por qué coger el teléfono”. Pero les dije: “No pasa nada, con paciencia se atiende a todo el mundo”. Con alegría y la idea de transmitir el mensaje, porque gracias a la paciencia hemos llegado hasta aquí. Si no, hubiera organizado el revuelo de otro modo, y me hubiera enfadado.
-¿Y con los periodistas?
Al fin y al cabo le concedes el tiempo a un periodista, pero el otro también quiere, porque todos están haciendo su trabajo. No es un acoso porque sí, sino porque quieren informar. Y gracias a los medios de comunicación sabemos lo que está ocurriendo en el mundo. Tenemos, por tanto, esa obligación de poner de nuestra parte.
-¿Cómo te definirías ideológicamente?
Mi ideología no es una cosa fija. Soy una persona a la que le gusta ser libre, creer en mí y en lo que yo quiero, sin que nadie me imponga nada. Además me gusta que las personas sean libres. En política, obviamente nadie es perfecto, pero no me baso en si una persona es de derechas, de izquierdas o de centro, sino en sus valores. Últimamente nos centramos mucho en la crisis económica y en lo material, y es cierto que tenemos esas dificultades en España, pero también tenemos una crisis de valores. Por ejemplo a la hora de saber convivir y ponerse en la piel del otro. A lo mejor tú esta noche podrás cenar, pero igual otro duerme en la calle; y estás tirando un plato de comida porque no te gusta, cuando le podría llegar a otra persona. A lo mejor tu crisis es que en vez de 50 euros para gastarte hoy, tienes 25, pero a lo mejor hay otros que no tienen ni un duro.
-¿Qué valoras especialmente en quienes te rodean?
Que una persona tenga las cosas claras, que sepa lo que quiere ser y, lo más importante, que sea libre por elección. No por la transmisión de los otros. Que uno haya buscado su verdad. En mi caso, tengo muy claro hacer llegar mi mensaje siempre, y hacer entender a las personas que es bonito vivir en la interculturalidad: en España es tremenda, y no le sacamos partido. Tendemos a juzgar mucho por la portada de un libro, pero luego, al quedarte en ella, te pierdes la oportunidad de una gran lectura. Yo estoy un poco cansada de que se juzgue a las personas por las ideologías. Juzga a la persona por lo que es, pero no por lo que piensa.
-¿Echas en falta un mayor peso de las religiones?
Personalmente me hace mucho bien el Islam. Tiene muchas cosas de las que he aprendido. Pero entre mis mejores amigos, uno es creyente, otra es atea y otro cree, aunque no sabe exactamente en qué. Son muy distintos, pero para mí es una “pasada” la mezcla con ellos y la comprensión que tenemos entre nosotros. En ningún momento hemos chocado, y tienen los mismos valores que yo. Todo va en la persona. Mi verdad está en el Islam, la suya está a lo mejor en otro lugar. Y yo lo respeto.
-Señalas que eres una apasionada de la lectura, ¿quiénes son tus autores preferidos?
Risto Mejide es un autor “diez”, una de mis grandes motivaciones desde que empezó a publicar libros. Hace poco salió el libro titulado “X”, que me he leído ya tres o cuatro veces. Siempre que lo lees aprendes algo nuevo. Abarca el lado sentimental, la política, las vivencias con los otros… Me siento muy identificada con lo que explica. También me encantó el libro “Palestinos”, de la periodista Lola Bañón. Me gustó cómo transmite la verdad, pero no la suya ni la de nadie, sino el mensaje de los palestinos. Porque tendemos siempre a informarnos de los bombardeos y del número de muertos, pero ella lo relata de otro modo: qué ha pasado y cómo se viven desde dentro los ataques y las bombas; o los jóvenes, el hecho de ir a estudiar: cómo sufren. El libro me impactó muchísimo. También la voluntad de ir allí, saber qué pasa y traer la verdad. Es algo que no hace cualquiera.
-También te gusta escribir: compartes textos y reflexiones en tu cuenta de Instagram, por ejemplo sobre el atentado contra la revista Charlie Hebdo (doce muertos y cuatro heridos) o sobre el amor.
Sí, hay una definición de “cínico” de Óscar Wilde que me interesa mucho: “Un hombre que sabe el precio de todo y el valor de nada”. El ocho de enero de 2015, un día después de los atentados de París, compartí esta opinión: “Hoy condeno y no hay mejor forma de condena, que la expresión escrita. Soy musulmana, y no me representa ni me representará ninguna actividad violenta realizada en nombre del Islam”. Es decir, condeno, pero también considero que las viñetas no suponían libertad de expresión, ya que eran ofensivas para las personas que profesan el Islam. Y no sólo en relación con el Islam, pienso del mismo modo respecto a cualquier otra ideología o religión: tu libertad termina donde empieza la del otro. Lo contrario es sembrar prejuicios en lectores y audiencias. El otro comentario al que te refieres empieza así: “Te quiero. Pero recuerda que el quererte es cosa mía, pero también tuya. Tú eres quien va alimentando mis ganas de ti…”.
-Por último, ¿por qué elegiste los estudios de turismo?
Me gusta mucho viajar, y creo que voy a aprender mucho. Leemos y nos informamos, pero te enriqueces mucho más moviéndote y viajando. Conozco en general España, he estado en Francia, Alemania, cuatro veces en Túnez y dos en Marruecos. Estudio turismo, pero no me gusta viajar como turista sino como una más. La diferencia está en que a lo mejor vas a un país pobre, pero te alojas en un hotel de cinco estrellas con unos lujos increíbles. Ahora bien, si cruzas el barrio, te das cuenta de que no todo es tan bonito y perfecto. A lo mejor te pierdes también algo, que es la humanidad.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario