RADICALIZANDO LA PRÁCTICA
Por Angélica Schenerock
Aquí vamos por un tema engorroso: feminismos, política y tecnología. Palabras que a unas y a otros en el mejor de los casos provocan urticaria cuando acompañadas por el adjetivo radical. ¿Y cómo no? Además de feminismo, de política y tecnología, todas estas cosas juntas y… ¿en radical? Por suerte – o azar – ahí está a un clic y a la derecha la Back Space, que nos libera de cualquier incomodidad en la pantalla. En la pantalla, claro está. Porque en el escenario en donde se gesta la vida, esa vida en donde la política y la tecnología definen hoy muchos destinos, las incomodidades, injusticias y exclusiones necesitan más que un teclear para ser resueltas.
Las políticas públicas son aquellas decisiones que toman o no los gobiernos con respecto al acceso de ciertos bienes y recursos (como la salud, la educación, la alimentación, la tierra, la información, las tecnologías) y con respecto a la reglamentación de ciertas acciones (como la violencia, la libertad de pensamiento) que afectan o privilegian determinadas personas y sectores sociales.
Los avances en políticas públicas sobre software libre en América Latina son muy significativos y han involucrado diferentes actores, colectivos y espacios de lucha. El hecho de que varios países de la región hayan elaborado leyes orientadas a la soberanía tecnológica, en donde se reglamenta el uso del Software Libre en la administración pública, escuelas, hospitales y centros de investigación es un avance incuestionable que aún sigue en proceso y presenta lagunas y ausencias con respecto a las mujeres.
1. Género y políticas públicas: la despolitización del feminismo
El concepto de género fue acuñado por la antropóloga feminista Gayle Rubin alrededor del año de 1975 como una categoría de análisis teórica en el feminismo académico. Se partía del hecho de que la relación sexo/género constituía un conjunto de relaciones desiguales de poder establecidas entre mujeres y hombres en la sociedad, es decir, que las desigualdades existentes entre mujeres y hombres no son biológicas, sino que socialmente construidas. En otras palabras, el género es una categoría que designa una realidad cultural y política que se otorga al sexo.
La teoría de género ha aportado mucho para la comprensión de que las mujeres, como colectivo social y más de la mitad de la humanidad, hemos estado históricamente excluidas, hemos sido explotadas y subordinadas. Sin embargo, pese a que el enfoque de género surge como un instrumento de análisis de la teoría feminista, es importante señalar que en los últimos 15 años el género ha estado desvinculado del feminismo, tanto en los ámbitos académicos como políticos y también en algunas organizaciones y movimientos sociales.
Esta desvinculación se agudizó a partir de la incorporación del enfoque de género en las políticas públicas, cuyo punto de partida fue la IV Conferencia Mundial sobre las Mujeres, realizada en Beijing en 1995. En esta Conferencia se crea una Plataforma de Acción, identificando dos estrategias claves para lograr la igualdad de derechos entre mujeres y hombres:
- La incorporación de la perspectiva de género en todos los procesos de toma de decisiones y en la ejecución de políticas (mainstreaming).
- El empoderamiento de las mujeres, entendido como la autoafirmación de las capacidades de las mujeres para su participación, en condiciones de igualdad, en los procesos de toma de decisiones y en el acceso al poder.
Ambas estrategias han sido muy cuestionadas por el movimiento feminista, en especial por las feministas de la diferencia, pues se buscaba solamente incluir la perspectiva de género de manera despolitizada y separada del feminismo, en el conjunto de los planes, políticas y proyectos de desarrollo, sin cuestionar los cimientos en los cuales se erige la cultura patriarcal y sus aparatos de exclusión, pobreza, marginación y misoginia. Son estrategias que buscan mayor justicia entre hombres y mujeres sin transformar de fondo las relaciones desiguales, las dicotomías entre público y privado, cultura y naturaleza y sin tocar en la división sexual del trabajo.
De hecho, el concepto de género ha sido apropiado por gobiernos de derecha y por países con alarmantes índices de feminicidios, por centros de investigación cuya mayoría de investigadores y alumnos son hombres, por instituciones internacionales como el Banco Mundial, el Banco Interamericano de Desarrollo y por las agencias de las Naciones Unidas – cuya mayoría del personal es hombre y cuya ideología política es marcadamente patriarcal, blanca y capitalista.
2. Políticas Públicas de Género en el mundo de las TICs
Pese a la crítica, es importante reconocer que muchas feministas y especialistas en género han batallado arduamente por el reconocimiento de los derechos de las mujeres y por su inclusión en la sociedad patriarcal, y que, como menciona Jules Falquet, “sin su intervención, los reglamentos nacionales e internacionales, las políticas públicas y los proyectos de desarrollo serían probablemente aún más desfavorables para las mujeres” (Falquet, 2011: 120).
Reconocer el aporte de la perspectiva de género y situarlo en la arena de los poderes y de la política nos ayuda a identificar las transformaciones que necesitamos hacer. Los casi 20 años de la institucionalización de la perspectiva de género en las instituciones y políticas públicas no se ha traducido en reales mejoras para las mujeres, que seguimos siendo las más pobres entre los pobres, que aún tenemos varios de nuestros derechos violados y nuestro acceso a los bienes y recursos sigue siendo vetado. La inclusión de la perspectiva de género en una serie de planes, programas y políticas, en tratados nacionales e internacionales simplemente los ha hecho políticamente correctos, y se ha quedado a nivel de discurso. Si el sistema patriarcal, por medio de sus representantes, realmente estuviera dispuesto a cambiar en sus cimientos, hubiera creado las condiciones para el cumplimiento de todos los tratados y políticas que ha elaborado. Con respecto a las TIC, en laPlataforma de Acción de la IV Conferencia Mundial sobre las Mujeres (PAB) en su sección J, párrafo 237 se estableció que “es necesario que las mujeres intervengan en la adopción de las decisiones que afectan al desarrollo de las nuevas tecnologías, a fin de participar plenamente en su expansión y en el control de su influencia”.
La participación de las mujeres en la creación, desarrollo y toma de decisiones con respecto a lasTIC era imprescindible en este ámbito mayoritariamente considerado como neutro -a sabiendas que la neutralidad en el sistema patriarcal significa masculino y, por ende, excluyente. Aún hoy lo vemos en el lenguaje corriente de la web.
En el año 2000, cuando se hizo la evaluación de esta importante Declaración y Plan de Acción, firmada por 189 países, se encontró que las diferencias y desigualdades entre mujeres y hombres en el ámbito de las TIC no solamente fueron ignoradas, sino que incrementadas. La “brecha digital de género”, ha consistido en una atractiva y seductora expresión en los discursos políticos, muy lejos de ser subsanada en el contexto mayor de un sistema en donde las mujeres seguimos siendo violadas, discriminadas y enfrentamos obstáculos para acceder a la educación, a la salud, a la alimentación, al empleo y a todos los recursos para participar en el desarrollo.
La inclusión de la perspectiva de género en la política pública es una forma de incluir a las mujeres sin cambiar el orden de las cosas. Los más de 15 años de políticas tecnológicas con enfoque de género o con la inclusión de las mujeres en una prueba de ello, pues no han estado animadas por el serio compromiso de transformar el sistema. Por algo es que son tan pocas las mujeres en posiciones visibles de liderazgo en el mundo electrónico, tal como se pregunta Faith Wilding: “¿Por qué son las mujeres un porcentaje ínfimo de los programadores, diseñadores de software, analistas de sistemas y hackers, mientras que son la mayoría de trabajadores de teletipos, ensambladores e instaladores de chips y teleoperadores no calificados que mantienen en operación los datos globales y los bancos de datos?” (Wilding, 1998: 142).
Quizás las mujeres tengamos que pensar y valorar si queremos seguir fomentando un cambio civilizatorio desde las políticas públicas. Quizás nos conviene reflexionar desde qué espacios queremos luchar para transformar el sistema patriarcal y capitalista que aún orienta y forma parte de las tecnologías de información y comunicación.
3. Radicalizando la práctica: desafíos ciberfeministas
El ciberfeminismo tiene un revolucionario potencial para transformar no solamente las situaciones y condiciones desventajosas de las mujeres en la Red y en el espacio más vasto de las TIC, sino que de confrontar y cuestionar las ambigüedades y supuestas neutralidades con respecto al sexo, edad, raza y condición económica presentes en las tecnologías. Puede radicalizar la invitación de muchas feministas a ir más allá del lenguaje en la web, reivindicar nuestro sexo, y no invisibilizarnos en una @ o x que borran nuestras luchas y genealogías de mujeres.
Faith Wilding ha identificado que “el problema para el ciberfeminismo es cómo incorporar las lecciones de historia [de las mujeres] en una práctica feminista activista que sea adecuada para tratar los asuntos de las mujeres en una cultura tecnológica”, reconociendo que “el problema de perder el conocimiento histórico y la conexión activa con movimientos radicales del pasado no se limita al feminismo: es endémica a los movimientos de izquierda en general” (Wilding, 1998: 143).
Para eso, es urgente el posicionamiento político del ciberfeminismo, y el desafío de que las ciberfeministas se involucren en la crítica política, no desde la perspectiva de género o desde los patriarcales espacios de las políticas públicas, sino que desde las creatividades y necesarias irreverencias que ha marcado el movimiento desde su surgimiento. Esta creatividad e irreverencia no tiene porqué desvincularse de la crítica política feminista histórica, descolonial, antisitémica, pero sí requiere del abandono del pensamiento tecnoutópico descrito por Faith Wilding como aquél que declara que “el ciberespacio es un espacio libre donde el género no importa (…) como una arena inherentemente libre de las mismas viejas relaciones y luchas de género” (Wilding, 1998: 145).
Todas sabemos que la Red y las Tecnologías de Información y Comunicación se ha reconfigurado como un incuestionable espacio de poder y que están inscritas en contextos marcadamente desiguales con respecto a los cuerpos, al sexo, a la raza, la etnia, la economía, la clase social y nivel educativo, de modo que el anonimato en la red no borra esta realidad. Además, las tecnologías web siempre han tenido perniciosas orientaciones bélicas y de notoria violación de los derechos humanos sobre las cuales las ciberfeministas muy poco se han pronunciado y que indiscutiblemente afectan la vida de las mujeres y la autonomía de decisión sobre nuestros cuerpos y derechos sexuales.
Ser radical es tomar las cosas desde la profundidad de sus raíces y visibilizar lo que no se quiere ver, sea por alienación, miedo o conveniencia. La crítica feminista en la Red es de por si un gesto radical, y por ello incómodo para quienes comparten el actual estado de las cosas y defienden libertades y homogeneidades condicionadas. El acceso a Internet, a la cultura digital es aún un privilegio de pocas personas, aunque tengan acceso a computadoras, celulares o videojuegos. Del mismo modo que saber escribir el propio nombre no garantiza la educación y alfabetización (pese a que muchos gobiernos alaban la disminución del analfabetismo en sus países), el acceso a las TICo a Internet no garantiza el cumplimiento de los derechos en la sociedad de información y comunicación.
Internet es hoy una de las principales fuentes de información, y como medio de comunicación importa muchísimo que las mujeres participen no solamente en su desarrollo y programación, sino que de los espacios de toma de decisiones y de elaboración de políticas que vayan de encuentro con nuestros intereses y luchas específicas como mujeres – y nuestras diferencias marcadas por clase, raza y orientación sexual. No es tarea fácil, y por ello la importancia de construir sinergias, diálogos y encuentros entre las diferentes prácticas y teorías feministas.
Y en este escenario político en donde las tecnologías están dictando las pautas de complejas y desiguales relaciones sociales, culturales, económicas y de poder – las ciberfeministas tienen mucho que aportar tanto a nivel teórico como práctico para la construcción de un entorno feminista politizado en la Red, que de manera radical cuestione sus estructuras patriarcales de dominación, sus exclusiones basadas en género, sexo, raza, edad y condición económica y social.
Bibliografia:
De Miguel, Ana y Montserrat Boix, s.f., Los géneros de la red: los ciberfeminismos, en Mujeres en Red, disponible en http://www.mujeresenred.net/IMG/pdf/ciberfeminismo-demiguel-boix.pdfConsultada el 20 de noviembre de 2014.
Falquet, Jules, 2011, Por las buenas o por las malas: las mujeres en la globalización, Universidad Nacional de Colombia, Centro Editorial Facultad de Ciencias Humanas, Bogotá.
Incháustegui Romero, Teresa, 1999, “La institucionalización del enfoque de género en las políticas públicas. Apuntes en torno a sus alcances y restricciones”, en Revista de estudios de género. La ventana, Núm. 10, diciembre, 1999, pp. 84-123 Universidad de Guadalajara, Guadalajara, México. Disponible en: http://redalyc.uaemex.mx/src/inicio/ArtPdfRed.jsp?iCve=88411129005 Consultada el 20 de noviembre de 2014.
Organización de las Naciones Unidas, Cuarta Conferencia Mundial sobre la Mujer, Declaración y Plataforma de Acción de Beijing. Beijing, 1995. Disponible enhttp://www.un.org/womenwatch/daw/beijing/pdf/BDPfA%20S.pdf. Consultada el 20 de noviembre de 2014.
Wilding, Faith, 1998, ¿dónde está el feminismo en el ciberfeminismo?, disponible endialnet.unirioja.es/descarga/articulo/2227948.pd Consultada el 20 de noviembre de 2014.
Aquí vamos por un tema engorroso: feminismos, política y tecnología. Palabras que a unas y a otros en el mejor de los casos provocan urticaria cuando acompañadas por el adjetivo radical. ¿Y cómo no? Además de feminismo, de política y tecnología, todas estas cosas juntas y… ¿en radical? Por suerte – o azar – ahí está a un clic y a la derecha la Back Space, que nos libera de cualquier incomodidad en la pantalla. En la pantalla, claro está. Porque en el escenario en donde se gesta la vida, esa vida en donde la política y la tecnología definen hoy muchos destinos, las incomodidades, injusticias y exclusiones necesitan más que un teclear para ser resueltas.
Las políticas públicas son aquellas decisiones que toman o no los gobiernos con respecto al acceso de ciertos bienes y recursos (como la salud, la educación, la alimentación, la tierra, la información, las tecnologías) y con respecto a la reglamentación de ciertas acciones (como la violencia, la libertad de pensamiento) que afectan o privilegian determinadas personas y sectores sociales.
Los avances en políticas públicas sobre software libre en América Latina son muy significativos y han involucrado diferentes actores, colectivos y espacios de lucha. El hecho de que varios países de la región hayan elaborado leyes orientadas a la soberanía tecnológica, en donde se reglamenta el uso del Software Libre en la administración pública, escuelas, hospitales y centros de investigación es un avance incuestionable que aún sigue en proceso y presenta lagunas y ausencias con respecto a las mujeres.
1. Género y políticas públicas: la despolitización del feminismo
El concepto de género fue acuñado por la antropóloga feminista Gayle Rubin alrededor del año de 1975 como una categoría de análisis teórica en el feminismo académico. Se partía del hecho de que la relación sexo/género constituía un conjunto de relaciones desiguales de poder establecidas entre mujeres y hombres en la sociedad, es decir, que las desigualdades existentes entre mujeres y hombres no son biológicas, sino que socialmente construidas. En otras palabras, el género es una categoría que designa una realidad cultural y política que se otorga al sexo.
La teoría de género ha aportado mucho para la comprensión de que las mujeres, como colectivo social y más de la mitad de la humanidad, hemos estado históricamente excluidas, hemos sido explotadas y subordinadas. Sin embargo, pese a que el enfoque de género surge como un instrumento de análisis de la teoría feminista, es importante señalar que en los últimos 15 años el género ha estado desvinculado del feminismo, tanto en los ámbitos académicos como políticos y también en algunas organizaciones y movimientos sociales.
Esta desvinculación se agudizó a partir de la incorporación del enfoque de género en las políticas públicas, cuyo punto de partida fue la IV Conferencia Mundial sobre las Mujeres, realizada en Beijing en 1995. En esta Conferencia se crea una Plataforma de Acción, identificando dos estrategias claves para lograr la igualdad de derechos entre mujeres y hombres:
- La incorporación de la perspectiva de género en todos los procesos de toma de decisiones y en la ejecución de políticas (mainstreaming).
- El empoderamiento de las mujeres, entendido como la autoafirmación de las capacidades de las mujeres para su participación, en condiciones de igualdad, en los procesos de toma de decisiones y en el acceso al poder.
Ambas estrategias han sido muy cuestionadas por el movimiento feminista, en especial por las feministas de la diferencia, pues se buscaba solamente incluir la perspectiva de género de manera despolitizada y separada del feminismo, en el conjunto de los planes, políticas y proyectos de desarrollo, sin cuestionar los cimientos en los cuales se erige la cultura patriarcal y sus aparatos de exclusión, pobreza, marginación y misoginia. Son estrategias que buscan mayor justicia entre hombres y mujeres sin transformar de fondo las relaciones desiguales, las dicotomías entre público y privado, cultura y naturaleza y sin tocar en la división sexual del trabajo.
De hecho, el concepto de género ha sido apropiado por gobiernos de derecha y por países con alarmantes índices de feminicidios, por centros de investigación cuya mayoría de investigadores y alumnos son hombres, por instituciones internacionales como el Banco Mundial, el Banco Interamericano de Desarrollo y por las agencias de las Naciones Unidas – cuya mayoría del personal es hombre y cuya ideología política es marcadamente patriarcal, blanca y capitalista.
2. Políticas Públicas de Género en el mundo de las TICs
Pese a la crítica, es importante reconocer que muchas feministas y especialistas en género han batallado arduamente por el reconocimiento de los derechos de las mujeres y por su inclusión en la sociedad patriarcal, y que, como menciona Jules Falquet, “sin su intervención, los reglamentos nacionales e internacionales, las políticas públicas y los proyectos de desarrollo serían probablemente aún más desfavorables para las mujeres” (Falquet, 2011: 120).
Reconocer el aporte de la perspectiva de género y situarlo en la arena de los poderes y de la política nos ayuda a identificar las transformaciones que necesitamos hacer. Los casi 20 años de la institucionalización de la perspectiva de género en las instituciones y políticas públicas no se ha traducido en reales mejoras para las mujeres, que seguimos siendo las más pobres entre los pobres, que aún tenemos varios de nuestros derechos violados y nuestro acceso a los bienes y recursos sigue siendo vetado. La inclusión de la perspectiva de género en una serie de planes, programas y políticas, en tratados nacionales e internacionales simplemente los ha hecho políticamente correctos, y se ha quedado a nivel de discurso. Si el sistema patriarcal, por medio de sus representantes, realmente estuviera dispuesto a cambiar en sus cimientos, hubiera creado las condiciones para el cumplimiento de todos los tratados y políticas que ha elaborado. Con respecto a las TIC, en laPlataforma de Acción de la IV Conferencia Mundial sobre las Mujeres (PAB) en su sección J, párrafo 237 se estableció que “es necesario que las mujeres intervengan en la adopción de las decisiones que afectan al desarrollo de las nuevas tecnologías, a fin de participar plenamente en su expansión y en el control de su influencia”.
La participación de las mujeres en la creación, desarrollo y toma de decisiones con respecto a lasTIC era imprescindible en este ámbito mayoritariamente considerado como neutro -a sabiendas que la neutralidad en el sistema patriarcal significa masculino y, por ende, excluyente. Aún hoy lo vemos en el lenguaje corriente de la web.
En el año 2000, cuando se hizo la evaluación de esta importante Declaración y Plan de Acción, firmada por 189 países, se encontró que las diferencias y desigualdades entre mujeres y hombres en el ámbito de las TIC no solamente fueron ignoradas, sino que incrementadas. La “brecha digital de género”, ha consistido en una atractiva y seductora expresión en los discursos políticos, muy lejos de ser subsanada en el contexto mayor de un sistema en donde las mujeres seguimos siendo violadas, discriminadas y enfrentamos obstáculos para acceder a la educación, a la salud, a la alimentación, al empleo y a todos los recursos para participar en el desarrollo.
La inclusión de la perspectiva de género en la política pública es una forma de incluir a las mujeres sin cambiar el orden de las cosas. Los más de 15 años de políticas tecnológicas con enfoque de género o con la inclusión de las mujeres en una prueba de ello, pues no han estado animadas por el serio compromiso de transformar el sistema. Por algo es que son tan pocas las mujeres en posiciones visibles de liderazgo en el mundo electrónico, tal como se pregunta Faith Wilding: “¿Por qué son las mujeres un porcentaje ínfimo de los programadores, diseñadores de software, analistas de sistemas y hackers, mientras que son la mayoría de trabajadores de teletipos, ensambladores e instaladores de chips y teleoperadores no calificados que mantienen en operación los datos globales y los bancos de datos?” (Wilding, 1998: 142).
Quizás las mujeres tengamos que pensar y valorar si queremos seguir fomentando un cambio civilizatorio desde las políticas públicas. Quizás nos conviene reflexionar desde qué espacios queremos luchar para transformar el sistema patriarcal y capitalista que aún orienta y forma parte de las tecnologías de información y comunicación.
3. Radicalizando la práctica: desafíos ciberfeministas
El ciberfeminismo tiene un revolucionario potencial para transformar no solamente las situaciones y condiciones desventajosas de las mujeres en la Red y en el espacio más vasto de las TIC, sino que de confrontar y cuestionar las ambigüedades y supuestas neutralidades con respecto al sexo, edad, raza y condición económica presentes en las tecnologías. Puede radicalizar la invitación de muchas feministas a ir más allá del lenguaje en la web, reivindicar nuestro sexo, y no invisibilizarnos en una @ o x que borran nuestras luchas y genealogías de mujeres.
Faith Wilding ha identificado que “el problema para el ciberfeminismo es cómo incorporar las lecciones de historia [de las mujeres] en una práctica feminista activista que sea adecuada para tratar los asuntos de las mujeres en una cultura tecnológica”, reconociendo que “el problema de perder el conocimiento histórico y la conexión activa con movimientos radicales del pasado no se limita al feminismo: es endémica a los movimientos de izquierda en general” (Wilding, 1998: 143).
Para eso, es urgente el posicionamiento político del ciberfeminismo, y el desafío de que las ciberfeministas se involucren en la crítica política, no desde la perspectiva de género o desde los patriarcales espacios de las políticas públicas, sino que desde las creatividades y necesarias irreverencias que ha marcado el movimiento desde su surgimiento. Esta creatividad e irreverencia no tiene porqué desvincularse de la crítica política feminista histórica, descolonial, antisitémica, pero sí requiere del abandono del pensamiento tecnoutópico descrito por Faith Wilding como aquél que declara que “el ciberespacio es un espacio libre donde el género no importa (…) como una arena inherentemente libre de las mismas viejas relaciones y luchas de género” (Wilding, 1998: 145).
Todas sabemos que la Red y las Tecnologías de Información y Comunicación se ha reconfigurado como un incuestionable espacio de poder y que están inscritas en contextos marcadamente desiguales con respecto a los cuerpos, al sexo, a la raza, la etnia, la economía, la clase social y nivel educativo, de modo que el anonimato en la red no borra esta realidad. Además, las tecnologías web siempre han tenido perniciosas orientaciones bélicas y de notoria violación de los derechos humanos sobre las cuales las ciberfeministas muy poco se han pronunciado y que indiscutiblemente afectan la vida de las mujeres y la autonomía de decisión sobre nuestros cuerpos y derechos sexuales.
Ser radical es tomar las cosas desde la profundidad de sus raíces y visibilizar lo que no se quiere ver, sea por alienación, miedo o conveniencia. La crítica feminista en la Red es de por si un gesto radical, y por ello incómodo para quienes comparten el actual estado de las cosas y defienden libertades y homogeneidades condicionadas. El acceso a Internet, a la cultura digital es aún un privilegio de pocas personas, aunque tengan acceso a computadoras, celulares o videojuegos. Del mismo modo que saber escribir el propio nombre no garantiza la educación y alfabetización (pese a que muchos gobiernos alaban la disminución del analfabetismo en sus países), el acceso a las TICo a Internet no garantiza el cumplimiento de los derechos en la sociedad de información y comunicación.
Internet es hoy una de las principales fuentes de información, y como medio de comunicación importa muchísimo que las mujeres participen no solamente en su desarrollo y programación, sino que de los espacios de toma de decisiones y de elaboración de políticas que vayan de encuentro con nuestros intereses y luchas específicas como mujeres – y nuestras diferencias marcadas por clase, raza y orientación sexual. No es tarea fácil, y por ello la importancia de construir sinergias, diálogos y encuentros entre las diferentes prácticas y teorías feministas.
Y en este escenario político en donde las tecnologías están dictando las pautas de complejas y desiguales relaciones sociales, culturales, económicas y de poder – las ciberfeministas tienen mucho que aportar tanto a nivel teórico como práctico para la construcción de un entorno feminista politizado en la Red, que de manera radical cuestione sus estructuras patriarcales de dominación, sus exclusiones basadas en género, sexo, raza, edad y condición económica y social.
Bibliografia:
De Miguel, Ana y Montserrat Boix, s.f., Los géneros de la red: los ciberfeminismos, en Mujeres en Red, disponible en http://www.mujeresenred.net/IMG/pdf/ciberfeminismo-demiguel-boix.pdfConsultada el 20 de noviembre de 2014.
Falquet, Jules, 2011, Por las buenas o por las malas: las mujeres en la globalización, Universidad Nacional de Colombia, Centro Editorial Facultad de Ciencias Humanas, Bogotá.
Incháustegui Romero, Teresa, 1999, “La institucionalización del enfoque de género en las políticas públicas. Apuntes en torno a sus alcances y restricciones”, en Revista de estudios de género. La ventana, Núm. 10, diciembre, 1999, pp. 84-123 Universidad de Guadalajara, Guadalajara, México. Disponible en: http://redalyc.uaemex.mx/src/inicio/ArtPdfRed.jsp?iCve=88411129005 Consultada el 20 de noviembre de 2014.
Organización de las Naciones Unidas, Cuarta Conferencia Mundial sobre la Mujer, Declaración y Plataforma de Acción de Beijing. Beijing, 1995. Disponible enhttp://www.un.org/womenwatch/daw/beijing/pdf/BDPfA%20S.pdf. Consultada el 20 de noviembre de 2014.
Wilding, Faith, 1998, ¿dónde está el feminismo en el ciberfeminismo?, disponible endialnet.unirioja.es/descarga/articulo/2227948.pd Consultada el 20 de noviembre de 2014.
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