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lunes, 5 de septiembre de 2011

La décima musa, Sor Juana Inés de la Cruz (1651-1695)


El Siglo de Oro de las letras y las artes hispanas dejó muchos nombres masculinos de grandes escritores, pintores, artistas en general pero, como siempre, pocos nombres femeninos. Sor Juana Inés de la Cruz no fue sólo uno de esos pocos nombres escogidos; además de ser una de las mujeres escritoras más importantes del siglo XVII fue una ferviente defensora del derecho de las mujeres a acceder a la intelectualidad.

Dudosos orígenes para una gran mujer
Juana Inés de Asbaje y Ramírez de Santillana nació el 12 de noviembre de 1651 en Nepantla. Su padre fue don Pedro Manuel de Asuaje y Vargas Machuca, un militar español del que poco se conoce. Su madre, doña Isabel Ramírez de Santillana, era una mujer de origen criollo que dirigía una alquería.

Seguramente Juana fue la segunda de tres criaturas habidas de la pareja que nunca se casó y pronto se separaría, pues se sabe que Isabel, la madre de Juana, tuvo tres hijos más con otro hombre con el que tampoco contrajo matrimonio.

Una cabeza llena de ideas y no de hermosuras
Sor Juana aprendió a leer a los tres años con la ayuda secreta de su hermana mayor. Con cinco años sabía escribir. Así, desde bien pequeña, esa niña que se iba a convertir en una atractiva joven, dedicó buena parte de su tiempo a la lectura y el estudio. Mujer perseverante, no dudaba en cortarse un mechón de su bonita cabellera como auto castigo cada vez que no conseguía aprender todo aquello que ella consideraba necesario para su intelecto. Para Juana, la cabeza antes debía llenarse de ideas más que de “hermosuras”.

Tras una infancia excepcional para una niña del siglo XVII, Juana rogó a su madre que la dejara ingresar en la universidad disfrazada de hombre. Aunque su petición fue denegada, Juana continuó buscando maneras para seguir estudiando. La biblioteca de su abuelo materno fue el lugar idóneo.

Convertida en una joven bella y elegante, en 1656 Juana marchó a vivir con un familiar a la capital mexicana, donde entraría en contacto con maestros que le enseñarían diferentes disciplinas.

En la corte del virrey
En 1664 Juana fue invitada por el virrey Antonio Sebastián de Toledo y su esposa doña Leonor Carreto a formar parte de la corte virreinal como dama de compañía de la virreina. Pronto se ganó la estima y respeto de la corte, sobre todo tras un examen al que se vio sometida a un examen intelectual ante un grupo de sabios humanistas.

Durante este periodo su producción poética y lírica fue ampliamente aplaudida.

De las carmelitas al convento jerónimo de Santa Paula
Juana tenía claro que no quería ser una mujer casada, sino que quería dedicar su vida a Dios y al estudio. Así, en 1666 ingresó en el convento de Santa Paula de la orden de San Jerónimo, tras permanecer tres meses en un convento carmelita, en el que la rigidez y estricto orden alteraron la salud de la nueva monja.

En Santa Paula permanecería el resto de su vida. Allí recibió a importantes poetas e intelectuales y personajes destacados de la vida del virreinato. En su celda se forjó toda la ingente obra de Sor Juana.

Intelecto autodidacta
Vetado el acceso de las mujeres a la formación universitaria, Sor Juana no desistió en su empeño de seguir estudiando. Como ya hiciera en la biblioteca de su abuelo, ahora en su celda continuó con su estudio autodidacta.

Sor Juana practicó y ensayó múltiples formas de poesía; escribió villancicos, redactó alegatos en defensa de los desfavorecidos. De su pluma salieron grandes obras cuya fama resonaba por todas partes.

La décima musa o el fénix fueron algunos de los llamativos sobrenombres que adquirió Sor Juana.

En defensa de la intelectualidad femenina
Georgina Sabat nos dice de Sor Juana que no sólo fue la mejor cultivadora de las letras, fue también la mejor exponente de lo que llamamos "feminismo" o, si se prefiere, "protofeminismo".1

Como ya hiciera María de Zayas poco tiempo antes, Sor Juana defendió el acceso de las mujeres al estudio defendiendo el carácter abstracto del pensamiento: el ser valientes y sabias es resultado de las acciones del alma y esta no es hombre ni mujer, sino ente universal2.

En 1691 Sor Juana escribió su famosa Respuesta a Sor Filotea de la Cruz, un texto que reclamaba al obispo de Puebla su derecho a poder opinar sobre temas religiosos y no solamente profanos. Su atrevimiento le supuso una pública y humillante reprimenda seguida de un castigo aún más duro: fue obligada a vender su biblioteca y su colección de objetos musicales.

Un final solidario con las mujeres
Sor Juana mostró a lo largo de su vida una increíble generosidad y solidaridad hacia las mujeres a las que animó a seguir sus pasos intelectuales. Su amor al prójimo la llevó a no abandonar a sus hermanas en religión cuando en 1695 una plaga afectó a un gran número de religiosas. Ella misma terminaría sucumbiendo a la enfermedad. Moría el 17 de abril de aquel mismo año. 
 Su obra 

Poesía lírica, Sor Juana Inés de la Cruz








 Si quieres leer sobre ella 

Mujeres filósofas en la historia, Ingeborg Gleichauf 
Género: Biografías






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1. Historia de las mujeres en España y América Latina, Isabel Morant (dir.). Pág. 712
2. Historia de las mujeres en España y América Latina, Isabel Morant (dir.). Pág. 714



AUTORIA SANDRA FERRER

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