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lunes, 17 de noviembre de 2014

La cortesana que quiso ser condesa, Lola Montes (1821-1861)


Niña rebelde, mujer extravagante, Lola Montes, fue una de las mujeres más misteriosas y escandalosas del siglo XIX. Lola se hizo a sí misma creando a su alrededor una imagen de bailarina y artista que quedó en segundo plano cuando se la identificó más claramente como cortesana. Franz Liszt o Alejandro Dumas, fueron algunos de los nombres que aparecieron en su vida antes de alcanzar el corazón, y la alcoba, de un rey. En Munich conquistó a Luis I de Baviera quien la dio un título de condesa ganándose la animadversión de la alta sociedad bávara. Casada en varias ocasiones, acusada de bigamia, tuvo un éxito efímero y murió totalmente sola.

María Dolores Eliza Rosanna Gilbert nació el 17 de febrero de 1821 en Grange, Irlanda o en Limerick, según los autores. Lola era hija de un militar británico, Edward Gilbert y Eliza Oliver, de supuestos ascendientes españoles, quien la tuvo con apenas quince años.

Tenía dos años cuando su padre fue destinado a la India donde fallecería de cólera poco después. Su madre se casaba de nuevo y mandaba a la pequeña a vivir a Escocia donde se hicieron cargo de ella unos familiares de su padrastro para ver si podían domesticar a Betty, como la llamaban entonces a aquella niña desobediente y rebelde. 


En su nueva escuela escocesa su actitud no mejoró. Betty empezó a rebelarse como una alumna más que difícil a la que no pudieron controlar en ninguna de las instituciones educativas a las que fue trasladada por su desesperada familia política. Tras haber vivido en Sutherland y Bath, Betty se reencontraba con su madre quien quiso casarla con un hombre muchos años mayor que ella. Por el contrario, se fugaba con un teniente llamado Thomas James y que, al parecer era amante de su propia madre. Corría el año 1837 y la niña rebelde se había convertido en una jovencita de dieciséis años dispuesta a comerse el mundo y convertirse en bailarina.

Su primer matrimonio fue un desastre y terminó cuando él la dejaba sola y abandonada en la India donde se habían trasladado a vivir. De vuelta en Londres, conoció a Fanny Kelly quien la animó a convertirse en bailarina y quien la transformaría en Lola Montes.

Lola Montes creó a su alrededor el personaje de una bailarina española que debutaba en Londres en 1843 con un éxito considerable. Poco tiempo después, tras descubrirse su verdadera identidad como ex pareja de un teniente, Lola marchó al continente y se estableció en París donde empezó a ser más conocida por sus affaires amorosos y sus servicios de cortesana que por su talento artístico como bailarina.

Buscando de nuevo el éxito artístico, Lola Montes viajó a Múnich en 1846 donde después de actuar por primera vez fue despedida. Sin pensárselo dos veces, decidió llamar a las puertas de palacio para mostrar su queja e indignación. Recibida por Luis I de Baviera, éste quedó perdidamente prendado de la belleza de Lola, a partir de entonces conseguiría todo lo que se dispusiera del monarca bávaro. Lo primero, un contrato para actuar en el mejor teatro de Múnich.

Convertida en amante de Luis, Lola empezó a abusar de su situación privilegiada que mejoró considerablemente cuando el rey sucumbió a sus deseos y le dio el título de Condesa de Landsfeld en 1847. Aquello fue la gota que colmó el vaso. El pueblo, la aristocracia y los miembros del movimiento liberal se pusieron en contra de Luis y su amante. El resultado, la abdicación en 1848 de Luis I de Baviera y la huida de Lola del país que la había hecho aristócrata y que había sido expulsada del mismo por orden de su amante.

El rey destronado no se reencontró nunca con Lola quien en vano le esperó en Suiza hasta que decidió seguir con su propia vida. De vuelta a Londres, aquel mismo año se casaba de nuevo con un oficial llamado George Trafford Heald sin estar clara aún la separación legal con su anterior marido. El escándalo sobrevolaba de nuevo la vida de Lola quien, acusada de bigamia, tuvo que volver a marchar de Inglaterra. 

Los Estados Unidos de América fue su nuevo destino, ya sin George, de quien también terminó cansándose.

Después de pasar unos años bailando en distintas ciudades, volvió a casarse, esta vez con Patrick Hull, un periodista con el que se estableció en Grass Valley, California y con el que tampoco duró mucho tiempo. Pero en su faceta artística si que tuvo suerte cuando abrió un local en el que consiguió que se dieran cita de manera asidua muchos hombres influyentes.
Nueva York fue la última parada del largo e intenso trayecto que supuso la vida de Lola Montes. Pero lejos de terminar rodeada de lujo y éxito, la actriz que llegó a ser condesa falleció de neumonía el 17 de junio de 1861 tras años predicar por las calles de Nueva York la fe metodista en la que se había sumergido. 

Una vez muerta, ni sus antiguos maridos y amantes, reclamaron su cuerpo que fue enterrado en el cementerio de Green-Wood en Brooklyn. En su lápida se la identifica como Eliza Gilbert. Lola Montes quedaría solamente en el recuerdo de aquellos que la conocieron.

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Lola Montes








Lola Montes









Por Sandra Ferrer

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