RADIO "PONCHOSVERDES.FM"

domingo, 6 de marzo de 2011

Reina hasta el final, Catalina de Aragón (1485-1536)


Última hija de los Reyes Católicos, Catalina fue una de las piezas clave en el complicado entramado político y religioso que llevaron a Inglaterra al cisma religioso. Su divorcio de Enrique VIII enfrentaría al rey inglés con el Papado y el resto de potencias católicas europeas.

Una princesa en la Alhambra
Catalina de Aragón nació en Alcalá de Henares el 16 de diciembre de 1485. Fue la última hija de los Reyes Católicos. Igual que sus hermanos, Isabel, Juan, María y Juana, fue educada con una profunda religiosidad. Beatriz Galindo fue la responsable de darle una alta formación intelectual en las letras y las artes.

Catalina fue espectadora de excepción de la última conquista de los Reyes Católicos. Tras la toma de Granada, vivió su juventud en la espléndida corte que sus padres instalaron en la Alhambra. Pero como sus hermanos, el futuro de Catalina se encontraba lejos de su patria. Moneda de cambio en las alianzas políticas de Isabel y Fernando, a Catalina le tocó como destino la corte de Inglaterra.

Una princesa española en Inglaterra
En 1489 los Reyes Católicos prometían a la última de sus hijas al príncipe de Gales. Tenía sólo 15 años cuando embarcó en La Coruña para, después de una turbulenta y premonitoria travesía, llegar a Inglaterra para casarse con un enfermizo príncipe Arturo.

Menos de un año duró el matrimonio entre los futuros reyes de Inglaterra que se celebró el 14 de noviembre de 1501. Arturo moría de una extraña epidemia en 1502 dejando a la joven princesa en una difícil y complicada situación. Era princesa de Gales pero no tenía ni marido ni descendencia. La Guerra de las Dos Rosas que había encumbrado al poder a la dinastía Tudor estaba aún demasiado reciente en la mente de los ingleses. Enrique VII debía afianzarse rápidamente en el trono con una amplia descendencia que, por ahora, no tenía.

Siete años de incertidumbre
Catalina permaneció siete largos años en Inglaterra a la espera de que su padre el Rey Fernando aclara con Enrique VII su futuro. Una cuantiosa dote e intereses políticos impedían que Catalina se moviera de Inglaterra, donde estaba su destino. En un primer momento se pensó en desposarla con el actual rey que había quedado viudo. Finalmente la balanza se decantó hacia el nuevo príncipe de Gales, el enérgico hermano pequeño de Arturo, Enrique.

En 1509 se precipitaron los acontecimientos. Aquel año moría el rey Enrique VII y subía al trono su hijo pequeño como Enrique VIII. Dos meses después se casaba con Catalina tras asegurarse con una dispensa papal y una declaración de la joven princesa de que no se había llegado a consumar su matrimonio con su hermano. Con 23 años, Catalina se convertía en reina de Inglaterra. Enrique tenía entonces sólo 18 años.

Reyes sin heredero
A pesar de que la relación entre Catalina y Enrique era buena, el pueblo les quería y se complementaban a la perfección tanto en su vida personal como en sus tareas políticas, los continuos abortos y muertes prematuras de sus hijos hizo mella en la pareja. Solamente sobrevivió su hija María, quien sería conocida por los ingleses con el apodo despectivo de “María la Sanguinaria” (Bloody Mary) y se convertiría en la segunda esposa de Felipe II.

La católica y la protestante
Catalina como María Magdalena
Michael Sittow 
Tras dieciocho años de estéril matrimonio, entró en escena Ana Bolena. Hija de Sir Thomas Boleyn y de Elisabeth, hermana del duque de Norfolk, había vuelto de Francia donde se había educado junto a su hermana y había entrado a formar parte de las damas de compañía de la reina Catalina.

Enrique VIII se fijó en Ana y se enamoró de ella. La relación con su mujer hacía tiempo que se había enfriado y la esperanza de tener un heredero la depositó en la joven dama. Enrique no se lo pensó y en 1527 hacía pública su intención de divorciarse. Algo que no le sería nada fácil. Frente a la fervientemente católica Catalina, se encontraba Ana, una convencida evangélica que introdujo al rey en la nueva religión. El enfrentamiento con el Papado estaba asegurado.

El mundo contra Enrique
A la confrontación religiosa se unía otro hecho importante que amenazaba la futura unión de Enrique VIII con Ana Bolena. Catalina era tía del poderoso emperador Carlos V, no sólo propietario de medio mundo, sino ferviente aliado del Papa al que intentó convencer de la inconveniencia de aceptar el divorcio del rey inglés.

Presionado y acorralado, Enrique dio un golpe de efecto. En 1533 el arzobispo de Canterbury anulaba el matrimonio de Catalina con Enrique desoyendo las quejas de Roma y el rey se casaba con Ana Bolena. Un año después, el Acta de supremacía declaraba a Enrique jefe supremo de la Iglesia inglesa.


Tumba de Catalina en la Catedral de Peterborough 

La muerte de la Reina
Catalina murió poco tiempo después, el 7 de enero de 1536. A pesar de haber vivido una de las humillaciones más famosas de la historia, la digna hija de los Reyes Católicos no renunció nunca a su título de Reina.

De poco le sirvió el divorcio a Enrique VIII. Ana sólo le dio una hija, igual que Catalina, la futura Isabel I. El destino de Ana sería aún más trágico que el de su adversaria.

 Si quieres leer sobre ella 

Catalina de Aragón, Reina de Inglaterra. Almudena de Arteaga
Género: Novela histórica






La reina triste, J.M. Carrillo de Albornoz
Género: Novela histórica






La princesa fiel, Philippa Gregory
Género: Novela histórica

Reina hasta el final, Catalina de Aragón (1485-1536)


Última hija de los Reyes Católicos, Catalina fue una de las piezas clave en el complicado entramado político y religioso que llevaron a Inglaterra al cisma religioso. Su divorcio de Enrique VIII enfrentaría al rey inglés con el Papado y el resto de potencias católicas europeas.

Una princesa en la Alhambra

Catalina de Aragón nació en Alcalá de Henares el 16 de diciembre de 1485. Fue la última hija de los Reyes Católicos. Igual que sus hermanos, Isabel, Juan, María y Juana, fue educada con una profunda religiosidad. Beatriz Galindo fue la responsable de darle una alta formación intelectual en las letras y las artes.

Catalina fue espectadora de excepción de la última conquista de los Reyes Católicos. Tras la toma de Granada, vivió su juventud en la espléndida corte que sus padres instalaron en la Alhambra. Pero como sus hermanos, el futuro de Catalina se encontraba lejos de su patria. Moneda de cambio en las alianzas políticas de Isabel y Fernando, a Catalina le tocó como destino la corte de Inglaterra.

Una princesa española en Inglaterra
En 1489 los Reyes Católicos prometían a la última de sus hijas al príncipe de Gales. Tenía sólo 15 años cuando embarcó en La Coruña para, después de una turbulenta y premonitoria travesía, llegar a Inglaterra para casarse con un enfermizo príncipe Arturo.

Menos de un año duró el matrimonio entre los futuros reyes de Inglaterra que se celebró el 14 de noviembre de 1501. Arturo moría de una extraña epidemia en 1502 dejando a la joven princesa en una difícil y complicada situación. Era princesa de Gales pero no tenía ni marido ni descendencia. La Guerra de las Dos Rosas que había encumbrado al poder a la dinastía Tudor estaba aún demasiado reciente en la mente de los ingleses. Enrique VII debía afianzarse rápidamente en el trono con una amplia descendencia que, por ahora, no tenía.

Siete años de incertidumbre
Catalina permaneció siete largos años en Inglaterra a la espera de que su padre el Rey Fernando aclara con Enrique VII su futuro. Una cuantiosa dote e intereses políticos impedían que Catalina se moviera de Inglaterra, donde estaba su destino. En un primer momento se pensó en desposarla con el actual rey que había quedado viudo. Finalmente la balanza se decantó hacia el nuevo príncipe de Gales, el enérgico hermano pequeño de Arturo, Enrique.

En 1509 se precipitaron los acontecimientos. Aquel año moría el rey Enrique VII y subía al trono su hijo pequeño como Enrique VIII. Dos meses después se casaba con Catalina tras asegurarse con una dispensa papal y una declaración de la joven princesa de que no se había llegado a consumar su matrimonio con su hermano. Con 23 años, Catalina se convertía en reina de Inglaterra. Enrique tenía entonces sólo 18 años.

Reyes sin heredero
A pesar de que la relación entre Catalina y Enrique era buena, el pueblo les quería y se complementaban a la perfección tanto en su vida personal como en sus tareas políticas, los continuos abortos y muertes prematuras de sus hijos hizo mella en la pareja. Solamente sobrevivió su hija María, quien sería conocida por los ingleses con el apodo despectivo de “María la Sanguinaria” (Bloody Mary) y se convertiría en la segunda esposa de Felipe II.

La católica y la protestante
Catalina como María Magdalena
Michael Sittow 
Tras dieciocho años de estéril matrimonio, entró en escena Ana Bolena. Hija de Sir Thomas Boleyn y de Elisabeth, hermana del duque de Norfolk, había vuelto de Francia donde se había educado junto a su hermana y había entrado a formar parte de las damas de compañía de la reina Catalina.

Enrique VIII se fijó en Ana y se enamoró de ella. La relación con su mujer hacía tiempo que se había enfriado y la esperanza de tener un heredero la depositó en la joven dama. Enrique no se lo pensó y en 1527 hacía pública su intención de divorciarse. Algo que no le sería nada fácil. Frente a la fervientemente católica Catalina, se encontraba Ana, una convencida evangélica que introdujo al rey en la nueva religión. El enfrentamiento con el Papado estaba asegurado.

El mundo contra Enrique
A la confrontación religiosa se unía otro hecho importante que amenazaba la futura unión de Enrique VIII con Ana Bolena. Catalina era tía del poderoso emperador Carlos V, no sólo propietario de medio mundo, sino ferviente aliado del Papa al que intentó convencer de la inconveniencia de aceptar el divorcio del rey inglés.

Presionado y acorralado, Enrique dio un golpe de efecto. En 1533 el arzobispo de Canterbury anulaba el matrimonio de Catalina con Enrique desoyendo las quejas de Roma y el rey se casaba con Ana Bolena. Un año después, el Acta de supremacía declaraba a Enrique jefe supremo de la Iglesia inglesa.


Tumba de Catalina en la Catedral de Peterborough 

La muerte de la Reina
Catalina murió poco tiempo después, el 7 de enero de 1536. A pesar de haber vivido una de las humillaciones más famosas de la historia, la digna hija de los Reyes Católicos no renunció nunca a su título de Reina.

De poco le sirvió el divorcio a Enrique VIII. Ana sólo le dio una hija, igual que Catalina, la futura Isabel I. El destino de Ana sería aún más trágico que el de su adversaria.

 Si quieres leer sobre ella 

Catalina de Aragón, Reina de Inglaterra. Almudena de Arteaga
Género: Novela histórica






La reina triste, J.M. Carrillo de Albornoz
Género: Novela histórica






La princesa fiel, Philippa Gregory
Género: Novela histórica

sábado, 5 de marzo de 2011

Siguiento a Santa Clara, Santa Inés de Praga (1211-1282)


Poco tiempo había transcurrido desde la fundación de los Hermanos Menores seguidores de San Francisco y la instalación de Santa Clara en el convento de San Damián. Pero hasta las lejanas tierras de Bohemia llegó su fama. Una joven destinada a ser emperatriz lo dejaría todo para seguir el ejemplo de los santos de Asís.

Del convento a la corte imperial
Inés de Praga era hija del rey de Bohemia Premysl Otakar y de la reina Constanza, quien era a su vez hermana del rey de Hungría, Andrés I. Antes de formar parte de los proyectos matrimoniales que sus padres le tenían deparados, Inés vivió casi toda su infancia en conventos y monasterios en los que recibió una educación profundamente piadosa.

Con tan sólo tres años entró en el monasterio cisterciense de Trzebnica. Santa Eduvigis, entonces duquesa de Silesia, se encargó de su formación religiosa. A los seis años volvía a Praga para vivir junto a las monjas premonstratenses de Doksany.

Finalizada su formación y siendo ya una joven casadera, tuvo que cambiar los tranquilos muros del convento por la fastuosa corte del duque de Austria. Allí debía prepararse para su matrimonio con el mismísimo Enrique VII, hijo del emperador Federico II.

Sin embargo, su profunda fe inculcada desde pequeña en su vida de reclusión, hizo que Inés se negara abiertamente a este enlace. Con valentía consiguió que el pacto matrimonial se rompiera. De vuelta a Praga, otros quisieron hacerse con la hija del rey pero Inés no tuvo inconveniente en dirigirse al Papa Gregorio IX para que intercediera por ella y reconociera su decisión de vivir una vida consagrada a Dios.

Siguiendo a Santa Clara
Su decisión firme de renunciar al mundo coincidió con la llegada a Praga de predicadores itinerantes que anunciaban la nueva forma de vida de San Francisco y Santa Clara. Inés lo tuvo claro; entre 1232 y 1233 fundó el Hospital de San Francisco y el Instituto de los Crucíferos. En 1234 Inés ingresaba definitivamente en el convento de las Hermanas Pobres que ella misma había fundado.

Cartas para la eternidad
Al llegar a mis oídos la honestísima fama de vuestro santo comportamiento religioso [...] me alegro muchísimo en el Señor y salto de gozo. [...] Y el motivo de esto es que, cuando vos hubierais podido disfrutar más que nadie de las pompas y honores y dignidades del siglo, desposándoos legítimamente con el ínclito Emperador con gloria excelente, como convenía a vuestra excelencia y a la suya, desdeñando todas esas cosas, vos habéis elegido más bien, con entereza de ánimo y con todo el afecto de vuestro corazón, la santísima pobreza y la penuria corporal [...].

Este fragmento forma parte de la primera de cuatro preciosas cartas escritas por Santa Clara a Santa Inés. Aunque nunca se conocieron personalmente, la santa de Asís alabó y admiró a la santa de Praga que siguió firmemente sus pasos.

por Sandra Ferrer

jueves, 3 de marzo de 2011

Mística en el mundo, Santa Brígida de Suecia (1303-1373)


A diferencia de otras místicas que entraron desde muy pequeñas en un convento y dedicaron toda su vida a la contemplación y al amor de Dios, Santa Brígida de Suecia tuvo una larga vida alejada del monasterio. Tras quedar viuda y ser madre de ocho hijos, con más de 40 años, decidió que el resto de sus días iban a estar dedicados a la espiritualidad. Pero incluso en su papel de religiosa fundadora de la orden del Santísimo Salvador, Brígida continuó en contacto que el turbulento mundo al que no dudó en criticar y amonestar.

Vida de obediencia
Brígida Birgersdotter nació en Skederid, en la provincia sueca de Uppland, de la que su padre, Birgerio, era gobernador. Su madre, Ingerborg, era hija del gobernador de la zona oriental de Gotland. Esta familia aristocrática, de amplia cultura, inculcó a Brígida una fuerte religiosidad.

Brígida fue precoz en el habla y en la devoción. Con tres años hablaba con soltura; con siete, tuvo su primera visión. Pero a pesar de sentir la religión con intensidad, aceptó el destino que sus padres le tenían preparado.

Cuando aun no había cumplido los 14 años, Brígida se casó con Ulf Gudmarsson, cuatro años mayor que ella. La piedad de su marido hizo que ambos llevaran una intensa vida espiritual además de cumplir con los designios del matrimonio. Brígida y Ulf compartieron 28 años en los que tuvieron ocho hijos, cuando niños y cuatro niñas. Una de ellas sería otra santa, Catalina de Suecia.

Ulf era gobernador de Nericia. Brígida ejerció de señora feudal de las tierras de su marido y se dedicó a la crianza de sus ocho hijos. Pero cuando Ulf fue nombrado canciller del rey en 1335, lo dejó todo, incluidos a sus hijos, para seguir a su marido en su nueva tarea en la corte.

Amonestando al rey
En aquel entonces reinaba en Suecia el joven monarca Magnus II, casado con Blanca de Namur, de la que Brígida fue nombrada dama de honor. Brígida no tuvo ningún inconveniente en criticar las tendencias autoritarias de Magnus, así como los vicios de los espososo reales. A pesar de que el rey y la reina hicieron poco caso de los consejos de Brígida, escucharon con respeto sus palabras.

Esposos piadosos
Brígida y Ulf fueron una pareja profundamente religiosa que dedicaba parte de su vida a la oración. La pareja realizó varios viajes de peregrinaje, uno de los más importantes a Santiago de Compostela. Fue el año 1338 cuando emprendieron camino hacia el sur y tuvieron ocasión de ver las calamidades y problemas que la guerra de los Cien Años estaba acarreando a la población. En dicho viaje también fueron testigos de la fastuosa y poco piadosa corte de Aviñón en la que el Papa Clemente VI se había instalado huyendo de Roma.

En la ciudad frances de Arras, Ulf cayó gravemente enfermo pero Brígida no temió por su vida pues el santo francés San Dionisio se le apareció y le comunicó que su marido no moriría entonces. En agradecimiento a su curación, el matrimonio se dispuso a vivir en religión instalándose en el convento de Alvastra. Pero poco duró su penitencia.

Viuda visionaria
Cuando enterré a mi marido, enterré con él a mi amor carnal. Así de contundente se mostró Brígida al morir Ulf hacia 1344. Con poco más de cuarenta años Brígida decidió repartir sus bienes entre sus hijos y los más necesitados y se quedó para sí lo insdispensable para sobrevivir. Se retiró del mundo durante cuatro años y de dedicó a la vida contemplativa y a la penitencia.

Brígida tuvo visiones desde muy pequeña pero fue en este periodo cuando aumentaron en número, hasta el punto de hacer temer que dichas visiones no fueran provocadas por el demonio y por su propia locura. Pero una de estas visiones hicieron que Brígida volviera de nuevo al mundo de su siglo. En ella se le ordenaba que volviera a encauzar el mal comportamiento del rey Magnus.

Fundadora de la Orden del Santísimo Salvador
Terminado su periodo de reclusión, Brígida empezó una vida dedicada a los demás en múltiples facetas. En Vadstena fundó una orden que hoy día sigue vigente, la Orden del Santísimo Salvador. Brígida siguió la estructura organizativa de la francesa abadía de Fontevrault, donde vivían religiosas y sacerdotes, diáconos y legos, todos ellos dirigidos por una madre abadesa. La orden se había fundado principalmente para las mujeres; los hombres que vivían pero no convivían con ellas, tenían la tarea de asegurar los ministerios espirituales de las monjas.

Amonestando al Papa
Brígida no se había olvidado de los principales problemas que asolaban a la Europa cristiana de su tiempo. No le tembló el pulso a la hora de escribir una dura carta al Papa de Aviñón instándole a que mediara en el litigio entre Francia e Inglaterra a la vez que le pedía que dejara la suntuosa y lujosa corte en la que se había instalado y volviera a la sede romana. Brígida defendía un modelo de papado basado en la austeridad, la obediencia, requiriendo para ello una profunda reforma en la Iglesia.

Peregrinación definitiva
En 1349 Brígida decidió viajar a Roma esperando que el Papa volviera pronto a su sede original. Instalada en la Ciudad Santa, se dedicó a obras de caridad y ayudar a los peregrinos. Brígida continuó con su crítica valiente a aquellos sectores de la Iglesia que se alejaban de la humildad original.

Con casi 70 años, en 1371, otra visión la animó a peregrinar a los Santos Lugares. En su último viaje, Brígida continuó amonestando y criticando a reyes y nobles corruptos que no seguían las órdenes divinas.

Dos años después, de vuelta en Roma Brígida moría después de caer gravemente enferma. Aunque sus restos se enterraron provisionalmente en San Lorenzo de Panisperna, poco tiempo después, su hija Catalina y Pedro de Alvastra llevaron sus restos a Vadstena, su convento.

Santa Brígida se asemeja mucho a Hildegarda de Bingen en tanto que fueron místicas visionarias que se movieron e intentaron mover el mundo corrupto y beligerante en el que vivían. Pero Santa Brígida destaca por haber sido una mujer que en un principio no estaba destinada a ser religiosa. Antes de ser religiosa fue esposa y fue madre para, una vez viuda, dedicar su vida a la piedad.

 Si quieres leer sobre ella 

Brígida de Suecia, Paola Giovetti
Género: Biografía








Miradas medievales, más allá del hombre y de la mujer, María Luisa Bueno Domínguez
Género: Ensayo
En este maravilloso libro donde se hace una radiografía de la vida del hombre y de la mujer en la Edad Media, las explicaciones son ilustradas con las vidas de personajes destacados.

miércoles, 2 de marzo de 2011

La primera favorita, Agnes Sorel (1410-1450)


A lo largo de toda la historia de Francia, fueron muchas las mujeres que se hicieron famosas por ser amantes del rey. Agnes Sorel destaca entre todas ellas porque fue la primera que fue nombrada como tal. Bella, culta, inteligente y generosa, Agnes fue la amante de uno de los reyes franceses de peor fama, Carlos VII, el monarca que permitió la condena y ejecución de Juana de Arco.

Dama de corte inusual
Agnes había nacido en la pequeña aldea de Fromenteau en el seno de una familia humilde. Su padre era un noble venido a menos y su madre provenía de una familia de mercaderes. Desde bien pequeña Agnes sintió interés por la lectura, aprendiendo a leer a la edad de cinco años. Con tal solo 10 años entró al servicio de Isabel de Lorena, quien, gracias a su relación con la reina María de Anjou, pasó a formar parte de la corte real.

Anges no era una dama de corte como las demás. En vez de decicarse a pasearse por los pasillos de palacio y relacionarse con los cortesanos y miembros de la realeza, prefería pasar su tiempo rodeada de libros.

Querida oficial
A pesar de no ser una asidua a las fiestas y reuniones sociales, al final Agnes acudió a uno de estos eventos. Desde el primer momento en que el rey la vio, quedó prendado de su belleza. A la reina María, quien no amaba al rey, no le importó en absoluto que Agnes se convirtiera en amante del monarca.

Carlos VII le dio una casa y la colmó de joyas que ella, por su sentido de amor al prójimo, vendía para dar limosna a los pobres. El amor obsesivo de Carlos hacia su amada lo llevó a crear un título específico para ella, el de Maitresse en Titre. A partir de entonces, pasaba a ser la amante oficialmente reconocida.

Muerte confusa
Agnes dio dos hijos a Carlos VII. Pero al dar a luz a un tercero, murió, el 9 de febrero de 1450. El fuerte odio que el Delfín, el hijo mayor de la reina María, mostraba abiertamente hacia la favorita real, hicieron pensar en que éste la había envenenado. Y a pesar de que recientes investigaciones han encontrado una gran cantidad de mercurio en el cuerpo de Agnes, no queda claro si murió de parto o por envenenamiento.

Fuera o no asesinada, al rey le duró muy poco la tristeza. Pronto se consolaría en brazos de su propia prima, Antonieta de Maignelais.

Agnes fue una mujer culta, discreta, que amó a su amante aunque sintió a menudo sus actuaciones como rey, sobretodo en el conflicto con Juana de Arco. A pesar de que intentó que Carlos VII mediara en favor de la Doncella de Orleans, sólo pudo llorar la pérdida de esta valerosa mujer.

Al hacerse público el testamento de Agnes a nadie sorprendió que dejara toda su fortuna a los niños pobres. Actualmente dos hospicios en Francia llevan su nombre. 
 Si quieres leer sobre ella 

Miradas medievales, más allá del hombre y de la mujer, María Luisa Bueno Domínguez
Género: Ensayo
En este maravilloso libro donde se hace una radiografía de la vida del hombre y de la mujer en la Edad Media, las explicaciones son ilustradas con las vidas de personajes destacados. 



Reinas en la sombra
María Pilar Queralt







Por Sandra Ferrer

La reina que quiso ser faraón, Hatshepsut (Siglo XV a.C.)

Quinta gobernante de la Dinastía XVIII, Hatshepsut es una de las reinas destacadas del antiguo Egipto. No se conformó con reinar como esposa de faraón y posterior regente. En un golpe de estado sin precedentes, Hatshepsut decidió reinar en solitario y como si fuera un faraón.

Los tutmósidas
Hatshepsut era la primogénita del faraón Tutmosis I. Su madre era la princesa Ahmose con la que se había casado su padre para poder legitimar su poder. Además de la única hermana que sobrevivió, Neferubity, Hatshepsut tenía medio hermanos nacidos de las relaciones de su padre con las concubinas reales. Uno de ellos sería el futuro Tutmosis II.

Hatshepsut formaba parte de los tutmósidas, la dinastía XVIII, la primera que corresponde al periodo conocido como Reino Nuevo. Este fue un momento de esplendor del antiguo Egipto. Los tutmósidas fueron príncipes tebanos que tras expulsar a los hicsos iniciaron una importante política de estrechamiento de lazos internacionales y de importantes conquistas.

Fue Tutmosis I quien abandonó la tradición de enterrarse en una pirámide para ser inhumado en un hipogeo excavado en la roca. Daba inicio al que sería conocido como el Valle de los Reyes.

Gran Esposa Real
A pesar de que Hapshepsut era la primogénita del gran Tutmosis I y que este, parece ser que antes de su prematura muerte la nombró heredera asociándola al trono, fue un hermanastro suyo quien ostentaría el título de Rey. Apoyado por Ineni, arquitecto real, Tutmosis II se hizo con el poder. Hatshepsut, quien se enorgullecía de ser descendiente directa de faraones, se tuvo que conformar a verse relegada al papel de Gran Esposa Real al casarse con Tutmosis II.

Reina viuda regente
Esta incómoda situación para Hatshepsut duró muy poco porque Tutmosis II murió siendo muy joven. Como si la historia se fuera a repetir, de su matrimonio con Hatshepsut sólo había nacido una niña, Neferure, mientras que los descendientes varones eran hijos de concubinas. En un primer momento, el poderoso Ineni nombró heredero al que sería Tutmosis III quien en un futuro debería casarse con Neferure.

Reina-faraón
Durante los primeros años de su regencia del pequeño Tutmosis III Hatshepsut consiguió urdir una conjura para expulsar a Ineni de la esfera política. Con la ayuda de altos cargos como Hapuseneb y Senenmut, Hatshepsut planeó un valiente golpe de estado. No sólo eliminó a Ineni, sino que decidió asumir todo el poder tomando la titulatura real de los faraones y usurpando el poder a Tutmosis III. No sólo eso, Hatshepsut decidió reinar como faraón: eliminó de sus nombres y títulos todas las desinencias femeninas, se hizo nombrar faraón, se vistió como un hombre y reinó como rey durante 22 años de paz y prosperidad en Egipto.

Reinado de esplendor
Durante el reinado de Hatshepsut se vivió uno de los periodos de paz más largos de la historia de Egipto, con tan sólo algunas escaramuzas e incursiones militares de poca embergadura.

Una de las actividades principales de su reinado fueron las construcciones religiosas. Destacan la Capilla Roja de Karnak o el majestuoso templo de Deir el-Bahari, situado en la orilla oeste de Tebas, que ha pasado a la historia como uno de los templos destacados del Antiguo Egipto. No en vano, se conocía como Dyeser-Dyeseru, el sublime de los sublimes.

Del reinado de Hatshepsut también se recuerda como hecho destacable un viaje al país legendario conocido como El Punt, una misión que quedó plasmada en las paredes del templo de Deir el-Bahari y que tuvo como principal objetivo fines comerciales y políticos. 


Fin de su reinado
Hacia el año 16 de su reinado, las cosas empezaron a ir mal para Hatshepsut. La desaparición de sus principales aliados, de su hija y única descendiente, y la posición cada vez más fuerte del joven Tutmosis III hicieron que su gobierno iniciara un irrefrenable declive. Hatshepsut se fue retirando progresivamente del poder hasta llegar el momento de su muerte que le sobrevino sola, abandonada por sus fieles seguidores, en su palacio de Tebas. A pesar de su enfrentamiento con Tutmosis, parece que Hatshepsut murió por causas naturales y no fue asesinada.

Aunque el nombre de Hatshepsut se borró de los anales y templos en los que estaba presente, hoy día se descarta que Tutmosis III quisiera vengarse de su madrastra y relegarla al olvido. Más bien se cree que fue un acto de practicidad, para evitar la amenaza de la poderosa familia de Hatshepsut y poder legitimar su ascendencia al poder. Hatshepsut, su nombre y su reinado, permanecieron en la historia de Egipto gracias a sus templos y a su propio cuerpo. Su tumba se encontró en el Valle de los Reyes y fue catalogada como KV20. Estaba en un perfecto estado de conservación.

 Si quieres leer sobre ella 

Hatshepsut, la reina misteriosa, Christiane Desroches Noblecourt
Género: Biografía
Una biografía excepcional para una reina excepcional




La dama del Nilo, Pauline Gedge
Género: Novela histórica
Una preciosa recreación del Egipto faraónico y de la vida de la reina-faraón