¿A qué nos estamos enfrentando?
La pandemia de COVID-19 puso en evidencia que la humanidad fue sorprendida con las defensas bajas para enfrentar las subsecuentes crisis sanitaria y socioeconómica. Las bases primarias para generar resiliencia— de la salud ecosistémica, del equilibrio climático y de la igualdad efectiva de género— estaban debilitadas y no habían recibido la suficiente atención. Asistimos, entonces, a una suerte de tormenta perfecta en la que se configura una triple crisis interconectada, que es el resultado de las acciones y omisiones humanas. Es nuestra responsabilidad afrontarlas, y esto requiere de un enfoque multidimensional, integrado, con una perspectiva de largo plazo, y desde una recuperación económica verde para nuestra región de América Latina y el Caribe.
Precisamente, el Informe Regional de Desarrollo Humano del PNUD (2021) resalta que la economía verde impulsará nuestra capacidad colectiva para tomar medidas climáticas decisivas, para proteger y restaurar el entorno natural, y se convierte en una senda para enfrentar la doble trampa de desigualdad persistentemente alta y baja productividad que sufre nuestra región, pues traza un camino de crecimiento, nuevo y audaz.
Esta trayectoria nos llevará a romper con el desequilibrio planetario y social en la era del Antropoceno, que demanda la reducción de a) las emisiones derivadas de la producción y consumo de energía basada en combustibles fósiles —el carbón, el petróleo y el gas— y su sustitución por energías renovables, y b) la degradación de los recursos naturales eliminando su explotación indiscriminada, por ejemplo, la explotación petrolera, la minería a cielo abierto, la pesca insostenible, la caza y comercialización de vida silvestre. La inversión en la naturaleza genera crecimiento económico que paga, y paga bien.
Pero estas apuestas no pueden efectuarse sin considerar a las mujeres en su diversidad. En nuestra región, las mujeres dependen de los recursos naturales y la energía, que las convierte en agentes esenciales de conservación por sus saberes, conocimientos específicos y ancestrales, y desarrollan múltiples actividades productivas sostenibles; no obstante, ellas enfrentan un campo de juego desigual, histórico, y que hoy las está dejando aún más atrás.
Restaurar el equilibro del poder entre las mujeres y los hombres en la economía verde
La economía verde debe tener intrínseca la premisa de revertir las desigualdades históricas y estructurales que viven las mujeres en su amplia diversidad, al tiempo que se asegure su empoderamiento económico, social y ambiental con herramientas efectivas y duraderas. No hacerlo se convierte en una amenaza y reduce el efecto catalizador que genera la igualdad de género. Ello implica restaurar el equilibrio de las relaciones de poder para las mujeres en: a) Los espacios de toma de decisión en la esfera mundial, nacional y local hasta alcanzar la paridad y la representatividad en las agendas ambientales; b) El acceso y control de los recursos naturales y económicos verdes y sus beneficios derivados; c) El acceso, participación y permanencia dentro de la nueva generación de empleos verdes, que sean dignos y bien remunerados, y que potencien los sectores claves; d) El acceso a las oportunidades financieras y crediticias de sus actuales y futuras actividades sostenibles, que tome en consideración la brecha de tenencia de tierra de las mujeres; e) El acceso y control de los recursos tecnológicos y de innovación verde; y, f) La distribución igualitaria de los cuidados, para revertir la carga que tienen las mujeres y que limita su acceso a la economía verde.
Adicionalmente, restaurar el poder para las mujeres dentro de una recuperación verde e inclusiva requiere: el acceso universal a una protección social integral; ciudades verdes libres de violencia, acoso sexual y femicidio; combatir las normas sociales de género discriminatorias; el acceso directo al financiamiento para grupos y organizaciones de mujeres; asegurar la seguridad alimentaria para las mujeres ante los desastres; acelerar el cumplimiento de los compromisos internacionales ambientales e integrar la perspectiva de género en las políticas nacionales; garantizar que las iniciativas sean género responsivas e incorporen la interseccionalidad, interculturalidad e intergeneracionalidad. Y, siguiendo los ecofeminismos latinoamericanos, que tenga en su centro la perspectiva ética basada en la universalización de los cuidados de la naturaleza, desde una mirada más horizontal y más plural del pensamiento, lo cual parte de un profundo reconocimiento de las mujeres, rurales, de los pueblos originarios, que son depositarias de saberes históricos y ancestrales.
El rol de PNUD en LAC para una economía verde e inclusiva
En los últimos años en la región de América Latina y el Caribe hemos implementado una serie de iniciativas a diferentes niveles —políticos, institucionales, programáticos— que muestran que es posible implementar iniciativas ambientales género-responsivas y construir mejor para el futuro.
Ejemplos demostrativos de iniciativas género responsivas en la economía verde que hemos desarrollado en el PNUD Costa Rica con nuestros socios nacionales incluyen: la Campaña Huella del Futuro que asegura la reforestación mediante empleos verdes para las mujeres rurales y el Programa de REDD+ Pagos Basados Resultados, que mejorará y ampliará ley forestal, la acción por el clima y la conservación con empleos verdes para mujeres y pueblos indígenas, la Plataforma de bionegocios, que promueve empresas que hacen uso sostenible de la biodiversidad, de las cuales el 44,9% son lideradas por mujeres.
Necesitamos un cambio transformador que rompa con el desequilibrio planetario y social, y asegurar un destino más próspero a las actuales y futuras generaciones, con igualdad efectiva de género y de la mano de la conservación de la naturaleza y la construcción de resiliencia frente a la crisis climática. Este es el camino.
José Vicente Troya, Representante Residente del PNUD en Costa Rica, Gender Champion, PNUD CR.
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