El libro analiza, desde la perspectiva feminista, las posibilidades de compaginar trabajo doméstico, empleo y participación sociopolítico
El Servicio Editorial de la Universidad del País Vasco/Euskal Herriko Unibertsitatea ha publicado el libro que lleva por título La triple presencia. Estudio sobre el trabajo doméstico-familiar, el empleo y la participación socio-política’. La obra es fruto de la tesis doctoral de Marina Sagastizabal Emilio-Yus, que obtuvo el Premio Micaela Portilla Vitoria (2017) a la mejor tesis sobre Estudios feministas o de género de la UPV/EHU.
El objetivo central de la investigación fue estudiar las experiencias de «triple presencia» desde una perspectiva feminista, analizando los obstáculos, las estrategias y las posibilidades para compaginar cotidianamente el trabajo doméstico-familiar, el empleo y la participación sociopolítica, utilizando el tiempo como categoría de análisis.
La triple presencia es una propuesta teórica y analítica deudora de la propuesta sobre la ‘doppia presenza’ realizada en la década de los 80 por varias sociólogas italianas que pretendían señalar la multiplicidad de espacios y tiempos que las mujeres han de coordinar y simultanear en su vida cotidiana, debido a que no solamente tienen cada vez más presencia en el mercado laboral, sino que también continúan llevando a cabo el trabajo doméstico y de cuidado necesario para mantener el bienestar cotidiano de la mayoría de la población.
Las mujeres han de coordinar y simultanear en su vida cotidiana multiplicidad de espacios y tiempos
El estudio se realizó desde un enfoque cuantitativo y longitudinal a través del análisis de las ‘Encuestas de Presupuestos del Tiempo’ de Eustat (1993-2013) y desde un enfoque cualitativo, a través del análisis de las trayectorias o cursos de vida de catorce personas implicadas a lo largo de sus ciclos vitales en esos tres ámbitos de la vida. “Pretende realizar una reflexión crítica y feminista sobre el reparto de los trabajos y los tiempos a nivel social, analizando tanto los cambios como las persistencias de la división sexual del trabajo y de los roles de género que mantienen un modelo económico y vital guiado a través de las figuras del “hombre ganador de pan” y la “mujer ama de casa”. Ese modelo, pese a sus transformaciones, se sigue manteniendo sobre fuertes desigualdades de género, desigualdades que se entrelazan cada vez en mayor medida con otros factores estructurales como la clase social y la raza”, destaca la autora.
La persistencia de la división sexual del trabajo reflejada a través del análisis de la triple presencia pone sobre la mesa la necesidad de un acercamiento de tales características, pues la dificultad de protagonizarla es fruto de un contexto caracterizado por las desigualdades de género. Por ello, La triple presencia no pierde potencialidad por ser una realidad difícil de reflejar cuantitativamente; además, el acercamiento cualitativo ha conseguido profundizar y desentramar sus características, confirmando su pertinencia e interés”, concluye.
Y llegó la pandemia
Con la declaración de pandemia por la COVID-19 y la toma de medidas tras la declaración del estado de alarma, los roles de género en todos los ámbitos se han marcado de manera más aguda. La situación que estamos viviendo hace necesario incorporar el enfoque de género a la respuesta frente a la COVID-19 y que se adopten nuevas medidas para el futuro. Hablamos de todo ello con Marina Sagastizabal, autora de la obra.
¿Cómo ha afectado esta situación a la mujer en los diferentes ámbitos: hogar, trabajo, relación social…?
Resulta difícil realizar un diagnóstico general, debido a que las situaciones de las mujeres pueden ser muy diversas y habría que atender a dicha diversidad y ver cómo el género se entrelaza con otros ejes de desigualdad como la clase, el origen, etc. Aunque se puede decir que el impacto de la pandemia no es igual en toda la población, afectando de mayor forma a los colectivos más vulnerables, donde las mujeres están más representadas.
Además, las medidas adoptadas para hacer frente a la pandemia tampoco afectan de la misma manera a toda la población. Por ejemplo, tomar a la familia como eje central desde el que pensar el confinamiento y el desconfinamiento es, por lo menos, problemático: lejos de ser una unidad harmónica y carente de conflictos, la familia puede ser un espacio de relaciones de poder y violencia que se agudizan en un contexto como este, sobre todo, si pensamos en un ambiente de violencia machista o de LGTBfobia. Asimismo, deja en segundo lugar todo lo que está fuera de ese contexto de vida familiar-tradicional, lo que dificulta acceder a espacios de apoyo mutuo y cuidado indispensables para muchas personas, pero que no se basan en dicho modelo.
La paralización de la actividad empresarial, ¿tendrá repercusiones negativas en el empleo de las mujeres?
Los momentos de crisis pueden ser momentos para reforzar y ahondar en las desigualdades o, por el contrario, realizar cambios sustantivos que reviertan dichas situaciones. La recesión económica del 2008 se tradujo en una socialización de los riesgos asumidos por la banca privada (a los que se respondió con dinero público), y una privatización de las necesidades sociales (recortes en sanidad, educación, atención a la dependencia, etc.). Todavía no sabemos cuál será la respuesta a esta crisis que se avecina, pero todo apunta a que nuevamente se colocará el beneficio empresarial por encima de las necesidades de la población (se ha podido ver esto en las medidas adoptadas respecto al sector de la vivienda, por ejemplo), a no ser que la movilización social lo impida.
«La crisis ha evidenciado qué trabajos son imprescindibles para que la vida se sostenga»
La crisis generada por el coronavirus ha situado a los cuidados en el centro y a las mujeres en la primera línea de respuesta a la enfermedad. ¿Se ha valorado suficientemente ese esfuerzo?
En la crisis de la COVID-19 ha quedado en evidencia cuáles son los trabajos que son imprescindibles para que la vida se sostenga, y ahí las mujeres tienen un papel muy importante (desde las temporeras en las huertas, pasando por las cajeras de supermercado, siguiendo por las trabajadoras de residencias, las de los servicios de limpieza, enfermeras, trabajadoras del hogar, cuidadoras, profesoras…). Sin embargo, son en su mayoría sectores altamente precarizados que ya contaban con condiciones laborales en algunos casos penosas, y que además se les ha exigido un sobreesfuerzo en este contexto. A día de hoy, no se han anunciado mejoras laborales que se venían exigiendo desde hace tiempo (en las huelgas de las residencias, en las reivindicaciones de las temporeras de la fresa en lucha, en las peticiones de regularización del sector del trabajo doméstico, etc.).
Por lo tanto, aún queda mucho para valorar todos estos trabajos que resultan imprescindibles.
¿Se ha convertido el teletrabajo en una trampa para las mujeres?
El teletrabajo, al igual que el trabajo flexible, puede ser una trampa a la hora de compaginar el ámbito laboral y familiar si se traduce en la inexistencia de horarios laborales, en una exigencia de ‘estar siempre disponible’ y no se apoya con otras medidas que permitan compaginar efectivamente las distintas esferas de la vida cotidiana.
En una situación de excepcionalidad, en muchos casos, se ha promovido seguir trabajando como si ‘no habría pasado nada’, individualizando y dejando en manos de las familias (y generalmente, de las mujeres) un tema que es social y colectivo.
¿Es necesaria una normativa sobre conciliación más avanzada?
Es necesario replantearnos qué es la conciliación y si es realmente posible conciliar dos lógicas que son contrapuestas: la productiva y la reproductiva, la lógica del capital y la lógica de la vida. Cuando se reivindica desde el movimiento feminista colocar la vida en el centro, se refiere precisamente a eso, a que hay que marcar prioridades y, de momento, el cuidado no es una prioridad. ¿Los ritmos del cuidado, los ritmos de vida, tienen que adaptarse a la lógica del mercado laboral o al revés?
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