En el paraninfo de la Universidad de Barcelona solamente aparece citada una mujer. Su nombre, Juliana Morell. Su biografía, una extensa lista de conocimientos, títulos y obras que hacen de esta mujer, una de las más importantes del humanismo.
La niña superdotada
Juliana Morell nació en Barcelona el 16 de febrero de 1594. Su padre, Joan Antoni Morell, era un banquero catalán de gran erudición y dispuesto a hacer de su hija una persona culta y formada, contra los convencionalismos de su tiempo. Juliana no llegó a conocer a su madre quien murió cuando ella era una niña de apenas tres años.
Juliana tuvo la suerte de tener un padre dispuesto a facilitarle el acceso al saber a pesar de haber nacido mujer. Desde bien pequeña, su mente posiblemente superdotada, sabría aprovechar aquella oportunidad. Así, su formación con los monjes dominicos de Barcelona dio sus frutos con tan solo cuatro años, edad a la que ya sabía leer y escribir.
Con siete años conocía el griego, el latín y el hebreo y con doce otras lenguas como el francés o el italiano hasta completar la lista a los diecisiete con catorce idiomas distintos.
Huida a Lyon
Juliana tendría poco más de ocho años cuando ella y su padre tuvieron que huir de Barcelona a causa de la implicación de este en un homicidio. En su nueva patria, además de continuar su aprendizaje de idiomas, Juliana se sumergió en el estudio de la filosofía, las matemáticas, el derecho civil y canónico, la música, la física y la astronomía.
De Lyon, padre e hija se trasladaron a Aviñón donde se graduó summa cum laude obteniendo un doctorado en leyes.
Una monja erudita
El 20 de junio de 1610 y posiblemente huyendo del matrimonio y del consecuente fin de sus estudios, Juliana decidió hacer los votos en el convento dominico de San Práxedes de Aviñón.
Dentro del convento también destacó hasta el punto de convertirse en priora tres años después de su ingreso.
Juliana Morell ya no saldría del convento en el que sería enterrada tras su muerte acaecida el 26 de junio de 1653. Allí continuó con su vida intelectual además de formar a buena parte de las monjas que con ella tuvieron la suerte de vivir.
A lo largo de su vida Juliana comentó y tradujo al francés parte de la obra de san Vicente Ferrer y la regla de San Agustín. Además de traducciones, Juliana escribió textos propios, entre ellos poemas, una autobiografía y una historia sobre el convento en el que vivió parte de su vida.
Alabada por algunos eruditos contemporáneos a Juliana, se dijo de ella que había sido un "milagro de su sexo", algo que su padre desmontó asegurando simplemente que su hija había conseguido todos sus logros intelectuales gracias al acceso que él mismo le había dado a la educación.
Por Sandra Ferrer
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