María Tudor reinó en Inglaterra como María I durante unos escasos cinco años. En esos años el pueblo pasó de ensalzarla a condenarla para siempre. No lo tuvo fácil. Educada en un ferviente catolicismo por su madre, Catalina de Aragón, su fe la separaría de sus hermanos a los que apreció y cuidó. Pero sus diferencias confesionales serían una diferencia insalvable entre ellos. Cuando María consiguió subir al trono, después de haber sido deslegitimada varias veces, recondujo a Inglaterra por los caminos de la Roma católica. Sus convicciones religiosas la llevaron a condenar a muerte a casi trescientas personas. Mártires de la iglesia anglicana que sellaron para siempre el apodo con el que la historia protestante no la olvidaría: Bloody Mary (María la Sanguinaria).
La princesa deseada
La llegada al mundo de María, el 18 de febrero de 1516, fue una verdadera alegría para sus padres, los reyes de Inglaterra, que llevaban años intentando tener un hijo. Su padre era Enrique VIII y su madre Catalina de Aragón, hija de los Reyes Católicos.
María era una niña enfermiza pero muy inteligente que pasó una infancia tranquila en la que recibió una educación exquisita de los principales eruditos de su tiempo, entre ellos Luis Vives, Tomás Moro o Erasmo de Rotterdam. María se convirtió pronto en una princesa adorada por todos, sobretodo por su padre.
La princesa repudiada
Angustiado por no tener un hijo legítimo varón, Enrique VIII empezó a distanciarse de su esposa y después de varios amoríos y un niño habido de su amante Elizabeth Blount, se enamoró perdidamente de Ana Bolena. Corría el año 1526 y empezaban malos tiempos para Catalina y su hija la entonces Princesa de Gales. Enrique inició una campaña de desprestigio contra su esposa intentando encontrar una razón de peso que le diera la nulidad matrimonial para así casarse con Ana e intentar tener el ansiado heredero varón.
Pero ni Catalina ni la curia de Roma, demasiado cercana al poderoso emperador Carlos V, sobrino de la reina, le pusieron las cosas fáciles a Enrique. Aunque este no dudó en tirar por la vía rápida y hacer uso de sus poderes como rey. En noviembre de 1534 firmaba el Acta de Supremacía según la cual el rey se erigía como cabeza de la iglesia anglicana y como tal podía decidir sobre la nulidad de su propio matrimonio. Catalina era abandonada y su hija despojada de sus títulos de princesa heredera.
La reina amada
Lady María, como entonces se la llamaba, pasó a formar parte del séquito de damas de compañía de la pequeña Isabel, la hija de su padre y su nueva esposa Ana. Pero la victoria de Ana Bolena sobre Catalina duró poco. Ella tampoco pudo darle a Enrique en ansiado varón y el 19 de mayo de 1536 era decapitada acusada de adulterio. Isabel se sumaba con María a la lista de hijas desheredadas y pasaba a llamarse también Lady.
La tercera esposa de Enrique VIII, Juana Seymour, con la que se casó poco tiempo después de morir Ana, sí que le dio por fin un hijo. Pasado el tiempo y varias mujeres más en la vida del rey inglés, Enrique firmaba en 1544 el Acta de Sucesión según el cual, tanto María como Isabel, volvían a incluirse en la línea de sucesión al trono detrás de su hermanastro Eduardo. Cuando tres años después fallecía Enrique VIII, su hijo era coronado como Eduardo VI.
Como Eduardo era menor de edad, los primeros años de su reinado estuvieron liderados por un consejo de regencia de mayoría protestante. Pero la estabilidad política que parecía traer el nuevo rey pronto se esfumó al dar muestras de tener una salud de lo más precaria. Después de varias enfermedades breves, Eduardo VI moriría de tuberculosis en 1553.
Conscientes de que la siguiente en la línea sucesoria era María, devota y ferviente católica, el consejo de regencia empezó a buscar un posible heredero. Si excluían a María por razones de ilegitimidad, Isabel tampoco podría ser reina.
Antes de morir, John Dudley, duque de Northumberland, consiguió persuadir a Eduardo para que excluyera a sus hermanastras de la línea sucesoria. Dudley consiguió también colocar a su nuera como heredera del rey. Lady Jane Grey, prima de Eduardo, estaba casada con su hijo Guilford, al que el duque ya veía como nuevo rey de Inglaterra.
Lo que Dudley no calibró fue el poder de atracción popular que arrastraría, al menos en un primer momento, la princesa heredera legítima según el Acta de Sucesión de 1544. Muerto Eduardo VI ascendía al trono Jane, proclamada reina el 10 de julio de 1553.
El sueño de Dudley y la nueva reina pronto se difuminó. Los apoyos recogidos meses atrás desaparecieron pronto. María volvía triunfal a Londres donde lo primero que hizo fue encarcelar y condenar a muerte a los traidores.
Aclamada por el pueblo, María Tudor era coronada como reina de Inglaterra el 1 de octubre de 1553.
La reina odiada
La popularidad de María duró poco, sin embargo. Su matrimonio con el que se iba a convertir en rey de España y su rápida revocación de todas las leyes a favor del protestantismo fueron dos decisiones claves que el reino no aceptó en absoluto.
El 30 de noviembre de 1554, apoyada por el cardenal Reginald Pole, María reinstauraba el dominio eclesiástico de Roma sobre Inglaterra. La fe de María fue aún más lejos y no dudó en condenar por razones religiosas a casi trescientas personas. Los 284 mártires que según John Foxe fueron ejecutados por orden de María, fueron razón suficiente para que la historia protestante la recodara desde ese momento como María la sanguinaria.
Su boda con Felipe de España no mejoraría su popularidad entre los ingleses. María tenía entonces 37 años y su primo, unos diez años menor, el entonces aún príncipe, había quedado viudo de su primera esposa María Manuela de Portugal. María deseaba con todas sus fuerzas engendrar un heredero que desbancara a su medio hermana Isabel de la línea sucesoria y evitar así que otro monarca protestante volviera a reinar en Inglaterra. Pero al margen de un atisbo de embarazo que no pasó de ser una simple retención de líquidos, los nuevos reyes no tuvieron descendencia.
A pesar de que el poder de Felipe sobre la corona inglesa quedaba muy limitado, cuando Carlos V abdicaba y el príncipe de la casa de Austria se convertía en rey de España como Felipe II, su política exterior contraria a Francia puso en una complicada situación la política exterior inglesa.
María Tudor fallecía el 17 de noviembre de 1558 en el Palacio de Saint James. Fue enterrada en la Abadía de Westminster. Años después descansaría a su lado su hermanastra Isabel quien la sucedió en el trono reinstaurando el protestantismo.
Si quieres leer sobre ella A pesar de que el poder de Felipe sobre la corona inglesa quedaba muy limitado, cuando Carlos V abdicaba y el príncipe de la casa de Austria se convertía en rey de España como Felipe II, su política exterior contraria a Francia puso en una complicada situación la política exterior inglesa.
María Tudor fallecía el 17 de noviembre de 1558 en el Palacio de Saint James. Fue enterrada en la Abadía de Westminster. Años después descansaría a su lado su hermanastra Isabel quien la sucedió en el trono reinstaurando el protestantismo.
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