Feminismo se define como “el movimiento reivindicativo positivo para conseguir la igualdad de derechos entre mujeres y hombres. Esta compuesto por diferentes elementos sin una estructura jerárquica. Aunque no se basa en un conjunto de principios formales, su idea central es que las mujeres sufren una opresión no compartida por el hombre y de la que, por lo general, los hombres son los beneficiarios políticos, sociales, económicos y emocionales. ”, Pero en mi opinión tiene un significado mucho más amplio.
Las feministas (y los feministas) han luchado y siguen luchando por rescatar la posición que le corresponde a la mujer en el mundo, una posición de igualdad, de dignidad y de respeto mutuo con el otro sexo. Estas mujeres no pretenden competir con el hombre en inteligencia o razonamiento, solo buscan la igualdad entre ambos. Defienden que la inteligencia, el genio, la creatividad pertenece a la razón y no al sexo. Se pretende que las mujeres de todo el mundo recuperen su dignidad como persona y no estén sometidas a ningún hombre. Un sabio dijo: “ El mundo de la humanidad posee dos alas: una es la mujer y la otra, el hombre. Hasta que las dos alas no estén igualmente desarrolladas no podrá volar. Si una de las alas permanece débil, el vuelo será imposible.” Esta afirmación viene a decir que para que la sociedad pueda avanzar tiene que haber igualdad entre ambos sexos, no tiene que haber “dictador” ni “sometido”.
La lucha por conseguir estos objetivos dura ya muchos siglos, y todavía no ha terminado. Ha habido miles de heroínas, famosas y anónimas, que gracias a excepcionales cualidades de tenacidad han sobrepasado las temibles barreras opuestas a su sexo, y han triunfado en la vida política, económica, militar, artística, etc. y tantas otras que han pagado con su vida el querer defender sus derechos legítimos.
Pero esta lucha no ha sido únicamente por los derechos de la mujer, ya que estas comprendieron que su liberación debía conseguirse junto con la de los demás grupos oprimidos como los negros, esclavos, obreros, etc. Los varones siempre recibieron esta ayuda de buen agrado, sin embargo no hacían caso de las vindicaciones feministas. Esto ocurrió en todos los ámbitos: movimientos independentistas, antirracistas, antiesclavistas, antifascistas, pacifistas,... Se entendió la liberación desde todos los ámbitos, se colaboró y en todos los casos fueron olvidadas ellas.
La igualdad entre sexos es una causa que no solo ha de interesar a las mujeres, tiene que involucrar por igual a ambos ya que no solo intenta mejorar la posición de la mujer, sino que de esta manera se favorece al desarrollo y mejora de la sociedad; Además de que es un derecho legitimo de la mujer.
Este movimiento ha logrado que la situación de la mujer mejore considerablemente en los países desarrollados, pero en los países del tercer mundo la situación de las mujeres es verdaderamente dramática.
Tipos de feminismo:
Radical:
Este movimiento extremista fue apoyado por Marx y se oponía rotundamente al sistema patriarcal y al predominio del elemento masculino en la sociedad de entonces. Marx sostiene que la igualdad entre hombre y mujer en una sociedad laboral es fundamental para una relación estable entre ambos sexos. La llega a comparar con la que existía entre la burguesía y el proletariado. Si llegase a la igualdad entre ambos, las consecuencias que traería este cambio social, serian luchas contra la opresión sufrida por la mujer, ya que el problema femenino solo se solucionará cuando los hombres dejen de ser una clase dominante frente a las mujeres dominadas.
Moderado:
Los partidarios de esta idea tienen como meta conseguir mejorar la situación jurídica y política de la mujer, dándole el derecho al voto, y demás mejoras en el ámbito laboral.
De síntesis:
En este caso, la postura que sostienen los/as feministas es una mezcla entre los dos tipos mencionados anteriormente. Esta postura la apoyan la mayoría de los movimientos democráticos de muchos países. Su teoría se basa en el análisis marxista que apoya la división de la sociedad de clases. Al mismo tiempo mantiene que para que una solución sea posible, no se debe dar una supresión de estas clases, sino que solo será posible mediante la creación de una sociedad más justa que vea ambos sexos de forma imparcial.
FEMINISMO A LO LARGO DE LA HISTORIA
Ya desde los albores de la historia, el dominio del hombre ha estado presente en las distintas sociedades. Esta supremacía masculina se remonta probablemente al paleolítico a consecuencia de la gran importancia de la caza, que era su principal medio de subsistencia.
En la legislación romana (base de la occidental) eran considerados como un solo individuo, siendo la mujer la propiedad del marido y no teniendo poder alguno sobre su propia persona, sus tierras, su dinero y sus hijos. Además las mujeres respetables tenían que ser castas y fieles, pero los hombres no.
En la oscura edad media, bajo la legislación feudal, las tierras se heredaban por línea masculina y esto implicaba poder político, lo que favorecía aun más la discriminación y subordinación de la mujer.
Las religiones monoteístas también apoyan la idea de que la mujer es, por naturaleza, inferior al hombre, e incluso a sido representada como la causa de todos los males que luego nos han sobrevenido a los humanos apoyándose en mitos como Pandora o Eva. Muchos utilizaban la Biblia para rebajar a la mujer, interpretando exageradamente los textos, en los que San Pablo pedía a las cristianas que obedecieran a sus maridos y Dios situó a Eva bajo la autoridad de Adán. Las interpretaciones negativas de este tipo tienen una larga historia; hay una antigua oración judía en la que los varones dan gracias a Dios porque no son mujeres. Muchos tabúes y rituales reforzaban la idea de que eran impuras por su sangre menstrual, que tenía la capacidad virtual de contaminar a toda la comunidad, por lo que era incluso apartada de ella. Pero también era impura por el hecho de gestar y alumbrar a una criatura. Ejemplo de ello lo tenemos en la purificación preceptiva de María después del nacimiento de Jesús, teniendo que ofrecer en el Templo el sacrificio de un par de tórtolas para lavarse de la incomprensible mancha de haber parido. En religiones orientales como el hinduismo se cree que una mujer virtuosa debe adorar a su marido (pathiuratha) y que el poder de su virtud servirá de protección a ambos.
Su educación se limitaba hasta hace poco a aprender las labores domesticas, ya que “no servía para nada” instruirlas en ningún tipo de ciencia, y mucho menos acudir a escuelas o universidades. Pocas fueron las que lograron instruirse, algunas incluso llegaron a asistir a las universidades disfrazadas de hombre. En algunos casos estas mujeres consiguieron grandes frutos en campos como la ciencia, las artes, etc. pero nunca se les fue reconocido e incluso llegaron a atribuir sus logros a los hombres.
Tampoco tenían acceso a posiciones de poder y el matrimonio era una forma de protección, aunque con presión constante para dar a luz hijos (especialmente varones). La mujer casada adquiría el estatus de su marido y no disponía de ningún recurso en caso de malos tratos o abandono.
Para muchos no estaba solamente subordinada a él, sino que además era mala como afirmaban los inquisidores Kramer y Sprenger, autores de “El martillo de las brujas”: “Toda malda es nada comparada con la maldad de las mujeres”.
Aunque también hubo casos excepcionales de mujeres que lograron puestos de poder político como Cleopatra en el antiguo Egipto o la reina Victoria I en Gran Bretaña en el siglo XIX; o religioso como las chamanas o curanderas siberianas y las sacerdotisas romanas. En la antigua Babilonia y Egipto las mujeres tenían derecho a la propiedad y en la Europa medieval podían formar parte de los gremios artesanos. Algunas mujeres instruidas lograron destacar en la antigua Roma, China y durante el renacimiento europeo.
Por lo tanto la mujer a lo largo de la historia se ha encontrado en una situación de desventaja en la mayoría (sino todas) de las sociedades, generalmente patriarcales, dominadas por los hombres y donde las mujeres solo son la madre, la esposa, la prostituta o la hija esencialmente. Aún hoy hay muchas mujeres que viven bajo la sombra de los hombres en sociedades orientales y también en la nuestra. La mujer ha estado siempre reprimida: No grites, no pelees, no digas palabrotas, no lo intentes, no pienses... y ese NO ha impedido la libertad, los sueños y las ilusiones de muchas mujeres.
Esta sumisión durante tantos años hizo que reinas, princesas, burguesas, campesinas, obreras, plebeyas, escritoras, se revelasen y lucharan por sus derechos.
Comienzo de la lucha
Las ideas de la ilustración (con su énfasis político por la igualdad política) de los Enciclopedistas y la Rev. industrial (que origino grandes cambios económicos y sociales) crearon un ambiente propicio a finales del siglo XVIII para la aparición del feminismo.
Con la aparición de la Revolución Francesa, estallan las primeras vindicaciones feministas, intentando ampliar los derechos de la mujer por aquel entonces. Los clubes republicanos de mujeres pedían que la libertad, igualdad y fraternidad se aplicaran por igual a hombres que en mujeres.
La mujer más conocida durante la Revolución francesa fue Olimpia Gouges. Redactó “los derechos de la Ciudadana”: “...la mujer tiene derecho a subirse al cadalso; debe tener igual derecho a subirse a la tribuna...”(declaración dedicada a la reina Maria Antonieta); escribió contra la pena de muerte; trabajo infatigablemente por la causa de la paz y la de las mujeres. Supo que su muerte era inevitable y, antes de que ocurriera, quiso imprimir un folleto titulado “Las tres urnas o la salvación de Paris”: una para los nobles y burgueses, otra para los obreros, y la tercera para las mujeres. La acusaron de haber escrito contra el gobierno republicano, de rebelde, de conservadora y, además, de querer restaurar la monarquía.
A parte de tener protagonismo en el campo intelectual, también lo tuvieron en diferentes acciones populares como la toma de la Bastilla o la marcha sobre Versalles. Las mujeres francesas siguieron trabajando y reivindicando sus derechos políticos, a la vez que sus ideas se extendían por otros países, siempre unida a otras causas y justas reivindicaciones como la independencia en EEUU. Flora Tristan, Eugénie Niboyet, Ella Wiggins, Vera Figner, Louse Michel, Emmeline Pankhurst y sus dos hijas Christabel y Silvia, Rosa Luxemburg, Emilia Pardo Bazan..., son algunos nombres destacados de la larga lista de feministas de estas épocas, en diferentes lugares europeos y norteamericanos que merecen nuestro recuerdo. También existió algún varón que se unió a la causa como Stuart Mill, Saint Simon, Jacob Brigt o Fourier.
Por desgracia, la mayoría de los logros conseguidos hasta la Constitución de 1791, se vieron anulados en la que apareció dos años más tarde. A la vez ellas van cayendo en cuenta de las dolorosas contradicciones de los nuevos sistemas e ideologías. El Código Napoleónico francés que en casi todo era progresista, sin embargo, en lo referente a la familia y a la mujer era absolutamente discriminante: continuaba tratándola como a un “menor” y la incapacitó para casi todas las funciones económicas y públicas. Llegó a afirmar cosas como por ejemplo: “Casada, eterna menor de edad civil, sin capacidad de obrar, no puede celebrar ningún negocio sin permiso del marido, siempre tutelada por el cónyuge. Su misión es estar en casa: amar y cuidar al marido y procrear y criar hijos para la patría.”
Anterior a esto (1792), en Inglaterra, Mary Wollstonecraft publicó “Una reivindicación por los derechos de la mujer”. Fue el primer libro feminista en el que se pedía la igualdad en un tono decididamente revolucionario.
Con la revolución industrial las condiciones de trabajo cambiaron enormemente, además las mujeres perdieron su prestigio como artesanas y salieron a trabajar a las fábricas en unas condiciones de trabajo sobre humanas y siempre mal pagadas, por supuesto, mucho peor que los varones, e incluso sus salarios estaban controlados legalmente por sus maridos; “son proletarias de los proletarios...”. Al mismo tiempo las mujeres de clase media alta debían quedarse en casa como símbolo decorativo del éxito económico de sus maridos. A pesar de esto la Rev. industrial supuso el comienzo de su independencia, aunque existía una discriminación política, económica y jurídica hacía las mujeres. En Europa comenzaron a surgir grupos feministas, aunque eran constantemente “frenados” por la iglesia católica, que se oponía argumentando que destruía a la familia patriarcal. En los países agrícolas todavía estaban muy patentes las ideas tradicionales, y en las sociedades industriales, las peticiones de feministas eran rápidamente sofocadas por grupos socialistas.
La lucha por el sufragio femenino
Estos movimientos tuvieron gran aceptación en Gran Bretaña (protestante y muy industrializada) y en EEUU. Las mujeres que lideraban estos grupos eran cultas y reformistas de clase media.
La primera convención sobre los derechos de la mujer se celebró en 1848, en Seneca Falls (Nueva York). Estuvo dirigida por la abolicionista Lucretia Molt y la feminista Elizabeth Cady Stanton. Se exigía igualdad de derechos en el matrimonio, en la sexualidad, en los salarios, educación, en la custodia de los hijos y en la posibilidad de disponer de los propios recursos, etc. y, por supuesto, el derecho al voto. Allí se aprobó la “Declaración de Seneca Falls”, texto básico del sufragismo y de la ideología feminista de EE.UU. En Gran Bretaña tuvo gran importancia la publicación en 1869 de “Sobre la esclavitud de las mujeres” de Jhon Stuart Mill que tuvo como inspiración las conversaciones con su mujer. Este texto tuvo una gran repercusión en la sociedad británica y hacía especial hincapié en el derecho al voto.
Pero todavía quedaba muchísima gente que no estaba de acuerdo con las feministas a las que se les ridiculizaba despiadadamente y se las insultaba en manifestaciones y actos públicos. Las feministas tenían que sufrir la incomprensión y el desprecio de la mayor parte de la sociedad. Esto llevo a que los movimientos feministas se radicalizaran y viviesen en una incomprensión total. Intentaron ir siempre por la vía legal pero ante la imposibilidad de conseguir resultados, en el año 1903, en Inglaterra, decidieron hacer huelgas, manifestaciones y otros actos revolucionarios
Las dos Guerras Mundiales cambiaron, en cierta medida, algunos aspectos de la situación de las mujeres, especialmente en lo referente al trabajo por la necesidad de suplir a los varones que eran llamados a la lucha en el frente. En esta época se consiguió por fin el tan esperado derecho al voto.
En la década de 1980 las mujeres podían votar en todo el mundo con excepción de algunos países musulmanes. Hoy todavía hay países como Kuwait, Jordania y Arabia Saudí donde la mujer no tiene derecho al voto.
Países y años en los que se legalizó el sufragio femenino
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