Una mujer que nació en las lejanas colonias y llegó a París frunciendo el ceño ante aquel mundo extraño, terminó convirtiéndose en la emperatriz de los franceses que habían luchado en una revolución a favor de las libertades republicanas y acabaron sometidos a los dictámenes de un soldado convertido en emperador. Josefina de Beauharnais fue amada por Napoleón y por el pueblo de Francia mientras ella disfrutaba de una vida de lujos sin conseguir dar un vástago al emperador, al que nunca pareció querer demasiado. Coronada emperatriz en uno de los actos más fastuosos de la Francia post-revolucionaria, Josefina terminó siendo repudiada por el corso y viviendo una vida tranquila en su lujosa propiedad de Malmaison. Su belleza y su estilo marcaron una época.
La niña de las Antillas
María Josefina Rosa Tascher de la Pagerie nació el 23 de junio de 1763 en Les Tris-Îlets, en la isla de Martinica, entonces parte de las posesiones coloniales francesas. Rosa, como se la conoció durante muchos años, era descendiente de la nobleza francesa que había recabado en esta isla de las Antillas Menores. Su madre, Rose Claire des Vergers de Sannois, descendía del primer colono de Martinica, mientras que su padre, Joseph Gaspard Tascher de La Pagerie, poseía una extensa y rica plantación de caña de azúcar.
A pesar de que Rose fue educada en un colegio de monjas, fue desde pequeña una niña libre cuyos modales "asalvajados" debería pulir años después en el París de finales del siglo XVIII.
La señora de Beauharnais
El 13 de diciembre de 1779 Rose se casaba con un adinerado vizconde, Alejandro de Beauharnais en una pequeña iglesia de París. La boda había sido concertada por una tía de Rose y se había convertido en una gran ayuda económica para la familia Tascher y su plantación, con grandes pérdidas a su espalda. Pocos meses antes de la boda, Rose y su padre había llegado a un París bullicioso y muy distinto de la vida en ultramar.
Para convertir a la joven criolla en una dama digna de la nobleza parisina, la familia Beauharnais se encargó de facilitar a la nueva vizcondesa la formación adecuada para su nuevo rango.
Rose y Alejandro de Beauharnais tuvieron dos hijos, Eugène y Hortense, a pesar de las largas ausencias del vizconde en eternos viajes por Europa y distintas relaciones extramatrimoniales que le darían otros hijos. Cuando Hortense nació de manera prematura. la que era entonces amante de Alejandro le convenció que una criatura prematura era más que probable que fuera fruto de algún amor ilegítimo. El vizconde aceptó la mentira de su amante y expulsó a su esposa y sus dos hijos que se trasladaron a vivir a una abadía.
La nobleza entre rejas
Empezaba entonces una época turbulenta para los vizcondes. Litigios por la custodia de Eugène, un constante peregrinar por los hogares de distintos familiares, una triste visita a su Martinica natal y, finalmente, su implicación en los hechos de la Revolución Francesa.
Alejandro se había unido a la milicia revolucionaria en la que ascendió de manera vertiginosa. Tan rápido como cayó en manos del Comité de Salvación Pública en los oscuros meses del dominio del Terror en 1794.
En la temible prisión de Carmes, Alejandro se encontró poco tiempo después con la que aún era su mujer, acusada de cometer actos contrarrevolucionarios al intentar ayudar a una prima suya. Pero la relación entre ambos hacía tiempo que se había enfriado. Josefina se sintió atraída por un joven General llamado Lazare Hoche al que no olvidó durante mucho tiempo.
El 23 de julio de 1794 Alejandro de Beauharnais moría guillotinado. Pocos días después un golpe de estado terminaba con el Reinado del Terror y Josefina salía de prisión.
La emperatriz de Francia
Tras su liberación, Josefina se recuperó junto a sus hijos en casa de su cuñada Fanny mientras seguía manteniendo contacto con Lazare Hoche. En aquel tiempo, la viuda de Beauharnais empezó a destacar en los círculos de poder. Fue en casa de Teresa Cabarrús, a quien había conocido en prisión, donde coincidió con el hombre que cambiaría su vida.
Corría el mes de septiembre de 1795 y el entonces general Napoleón Bonaparte tenía seis años menos que Josefina de la que quedó prendada desde el primer momento y a la que no dudó en cortejar.
Cuatro meses después Napoleón conseguía un compromiso de matrimonio de Josefina que se hizo efectivo el 9 de marzo de 1796. Y como ya sucediera con su primer marido, el general marchaba lejos de París a los pocos días del enlace. Y también se repetía la historia de las amantes y las acusaciones de infidelidad hacia ella.
Aun así, Napoleón seguía enamorado de su esposa a la que dispuso convertirla en emperatriz aún teniendo en contra a su propia madre, María Leticia Ramolino, quien no asistió a la ceremonia de coronación en Notre Dame celebrada el 2 de diciembre de 1804.
Su vida como emperatriz de Francia se sumió en una auténtica espiral de gastos y lujos excesivos. En su propiedad del castillo de Malmaison, que adquirió en aquellos años, Josefina Bonaparte coleccionaba ropas, joyas, y todo tipo de objetos lujosos.
Pero el matrimonio entre Napoleón y Josefina duró solamente seis años. Cuando el emperador se convenció de que su mujer no iba a darle un heredero al trono decidió divorciarse de ella. Acababa de empezar el año 1810.
Josefina se trasladó entonces a vivir a su propiedad de Malmaison donde gracias a una renta que recibía de su ex-marido, continuó con su vida de lujo hasta que cuatro años después, su vida terminaba.
Josefina Bonaparte fallecía el 29 de mayo de 1814.
Si quieres leer sobre ella
Napoleón y Josefina: cartas, en el amor y en la guerra
Ángeles Caso
Los reyes cornudos y las reinas livianas
Don Pedro
La niña de las Antillas
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A pesar de que Rose fue educada en un colegio de monjas, fue desde pequeña una niña libre cuyos modales "asalvajados" debería pulir años después en el París de finales del siglo XVIII.
La señora de Beauharnais
El 13 de diciembre de 1779 Rose se casaba con un adinerado vizconde, Alejandro de Beauharnais en una pequeña iglesia de París. La boda había sido concertada por una tía de Rose y se había convertido en una gran ayuda económica para la familia Tascher y su plantación, con grandes pérdidas a su espalda. Pocos meses antes de la boda, Rose y su padre había llegado a un París bullicioso y muy distinto de la vida en ultramar.
Para convertir a la joven criolla en una dama digna de la nobleza parisina, la familia Beauharnais se encargó de facilitar a la nueva vizcondesa la formación adecuada para su nuevo rango.
Rose y Alejandro de Beauharnais tuvieron dos hijos, Eugène y Hortense, a pesar de las largas ausencias del vizconde en eternos viajes por Europa y distintas relaciones extramatrimoniales que le darían otros hijos. Cuando Hortense nació de manera prematura. la que era entonces amante de Alejandro le convenció que una criatura prematura era más que probable que fuera fruto de algún amor ilegítimo. El vizconde aceptó la mentira de su amante y expulsó a su esposa y sus dos hijos que se trasladaron a vivir a una abadía.
La nobleza entre rejas
Empezaba entonces una época turbulenta para los vizcondes. Litigios por la custodia de Eugène, un constante peregrinar por los hogares de distintos familiares, una triste visita a su Martinica natal y, finalmente, su implicación en los hechos de la Revolución Francesa.
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En la temible prisión de Carmes, Alejandro se encontró poco tiempo después con la que aún era su mujer, acusada de cometer actos contrarrevolucionarios al intentar ayudar a una prima suya. Pero la relación entre ambos hacía tiempo que se había enfriado. Josefina se sintió atraída por un joven General llamado Lazare Hoche al que no olvidó durante mucho tiempo.
El 23 de julio de 1794 Alejandro de Beauharnais moría guillotinado. Pocos días después un golpe de estado terminaba con el Reinado del Terror y Josefina salía de prisión.
La emperatriz de Francia
Tras su liberación, Josefina se recuperó junto a sus hijos en casa de su cuñada Fanny mientras seguía manteniendo contacto con Lazare Hoche. En aquel tiempo, la viuda de Beauharnais empezó a destacar en los círculos de poder. Fue en casa de Teresa Cabarrús, a quien había conocido en prisión, donde coincidió con el hombre que cambiaría su vida.
Corría el mes de septiembre de 1795 y el entonces general Napoleón Bonaparte tenía seis años menos que Josefina de la que quedó prendada desde el primer momento y a la que no dudó en cortejar.
Cuatro meses después Napoleón conseguía un compromiso de matrimonio de Josefina que se hizo efectivo el 9 de marzo de 1796. Y como ya sucediera con su primer marido, el general marchaba lejos de París a los pocos días del enlace. Y también se repetía la historia de las amantes y las acusaciones de infidelidad hacia ella.
Aun así, Napoleón seguía enamorado de su esposa a la que dispuso convertirla en emperatriz aún teniendo en contra a su propia madre, María Leticia Ramolino, quien no asistió a la ceremonia de coronación en Notre Dame celebrada el 2 de diciembre de 1804.
Su vida como emperatriz de Francia se sumió en una auténtica espiral de gastos y lujos excesivos. En su propiedad del castillo de Malmaison, que adquirió en aquellos años, Josefina Bonaparte coleccionaba ropas, joyas, y todo tipo de objetos lujosos.
Pero el matrimonio entre Napoleón y Josefina duró solamente seis años. Cuando el emperador se convenció de que su mujer no iba a darle un heredero al trono decidió divorciarse de ella. Acababa de empezar el año 1810.
Josefina se trasladó entonces a vivir a su propiedad de Malmaison donde gracias a una renta que recibía de su ex-marido, continuó con su vida de lujo hasta que cuatro años después, su vida terminaba.
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