RADIO "PONCHOSVERDES.FM"

domingo, 26 de agosto de 2012

El primer viaje, Egeria (Siglo IV)


En un tiempo en el que el Imperio Romano de Occidente se desmoronaba y el mundo monacal se empezaba a extender con fuerza desde oriente, una monja, desde los más recónditos lugares de la Gallaecia, decidió emprender un valiente y osado viaje hasta los Santos Lugares. Egeria, que así se llamaba la religiosa, pudo haber sido una mujer de alta estirpe, incluso abadesa de su cenobio. Su periplo duró tres años y parte del mismo lo dejó plasmado en un valioso manuscrito que tuvo que esperar pacientemente hasta el siglo pasado para ser atribuido a aquella que se convirtió en la primera mujer viajera y peregrina de la historia. 

El origen desconocido de la peregrina
Egeria o Eteria vivió en el siglo IV en el rincón occidental del Imperio Romano, en la provincia de Gallaecia. La única fuente de información que nos ha quedado de Egeria fueron sus propias cartas que escribió a sus hermanas del monasterio del que salió para emprender su largo viaje. Es por esta razón por la cual en sus misivas no nos habla de ella sino de sus experiencias. La pérdida de parte de aquellos preciosos manuscritos también nos impide reconstruir parte de su vida y de su viaje. 
Pero podemos deducir por sus hechos que Egeria fue una religiosa de orígenes nobles. Su cultura y la posibilidad de poder emprender aquella aventura en la que estuvo protegida por reyes, obispos y soldados, nos indican que Egeria podría haber pertenecido a una familia de alto linaje. Algunas fuentes apuntan que incluso podría ser hija del emperador de Oriente Teodosio I y su primera esposa Aelia Flacilla.  

A pesar de haber emprendido viaje con dinero y protección, está claro que una mujer del siglo IV que decidía recorrer buena parte del mundo entonces conocido y adentrarse en largos y peligrosos caminos, no era una mujer cualquiera. Aventurera, osada, valiente, curiosa son algunos de los adjetivos que se le pueden atribuir a Egeria. 

Un largo viaje
Egeria inicio su periplo en 381 y duró, al menos según los textos que de ella nos han llegado, como mínimo hasta el 384. Tres largos años en los que visitó Constantinopla, Mesopotamia, Asia Menor, Siria, Palestina y así una larga lista de lugares. 

La Pax Romana, un largo periodo de paz entre tiempos de guerras e invasiones de la historia de Roma, junto con una extensa red de calzadas que pintaron un mapa de caminos de más de 80.000 km. favorecieron el viaje de Egeria. Un salvoconducto o pasaporte, reservado solamente a personas importantes, le dio seguridad ante los posibles peligros que pudiera encontrar.

El diario de Egeria, o al menos lo que se ha conservado, termina con su estancia en Constantinopla, una vez visitado Egipto y Oriente Medio. A pesar de que la incansable viajera apuntó su deseo de dirigirse hacia Éfeso, no sabemos si continuó el viaje.

Una peregrinación excepcional
El nombre de Egeria permaneció oculto durante siglos. Solamente se conocía una referencia suya gracias a una carta que San Valerio escribió a los monjes del monasterio de El Bierzo. En 1884, un arqueólogo italiano, Gian Francesco Gamurrini, encontró en la Biblioteca de la Cofradía de Santa María de Laicos en Arezzo un códice en pergamino de 37 folios. Una parte del manuscrito estaba incompleta y no se identificaba su autor. Eran las palabras de Egeria escritas quince siglos atrás. Pero Gamurrini atribuyó aquel texto a Santa Silvia de Aquitania quien también estuvo en los Santos Lugares poco tiempo después que Egeria. 

Egeria tendría aun que esperar un poco más para despertar del olvido de la historia. Fue en 1903, gracias a Mario Ferotín, quien en un estudio publicado en la Revista de Cuestiones Históricas, atribuyó aquellos textos a su verdadera autora. 

El conocido como Peregrinación Itinerario no se ha conservado íntegro, falta el inicio y el final. Dividido en dos partes diferenciadas, la primera es una exhaustiva narración de sus aventuras y se podría considerar como el primer libro de viajes español. La segunda parte es una descripción más concreta de los lugares en los que estuvo, de las personas que conoció y de las liturgias que se oficiaban en los templos que visitó.

No se sabe dónde ni cuándo murió Egeria, una mujer cuya curiosidad y afán de aventuras la llevó a convertirse en una pionera de la peregrinación y de los viajes. 

 Si quieres leer sobre ella 

El viaje de Egeria La peregrina hispana del siglo IVAna Muncharaz  







El viaje de EgeriaCarlos Pascual Gil







Itinerario de la virgen Egeria, Agustín Arce
Edición crítica del texto latino






Las olvidadas, Ángeles Caso








Viajes intrépidas y aventur











Por Sandra Ferrer

viernes, 24 de agosto de 2012

La primera retratista inglesa, Mary Beale (1633-1699)


De formación autodidacta, Mary Beale está considerada como la primera retratista profesional de Inglaterra. Aprendió de su padre y trabajó junto a su marido, con el que vivió momentos de éxito y otros de grandes dificultades económicas. Mary trabajó toda su vida con los pinceles y, no en vano, fue reconocida por grandes personajes de su tiempo.

La hija del rector
Mary Beale nació el 26 de marzo de 1633 en Barrow, Suffolk. Su padre, John Cradock, era un rector puritano que se dedicaba a la pintura como mera afición. Su madre, Dorothy, murió cuando Mary tenía tan sólo 10 años de edad.

La afición de su padre a la pintura le llevó a formar parte del Gremio de Pintores Tintoreros de Inglaterra y a entrar en contacto con artistas de la zona. En aquel ambiente artístico, la joven empezó a realizar sus primeras obras.

Mary  tenía 18 años cuando se casó con Charles Beale, comerciante del sector textil aficionado también como su padre a la pintura. La pareja tuvo dos hijos, Bartholomew, quien se dedicaría durante un tiempo al arte antes de convertirse en médico, y Charles, inmerso de lleno en el mundo de la pintura, especializándose en las miniaturas.

La retratista profesional
En 1665, la grave situación de Londres, en la que su población sufrió las consecuencias de la peste, y la falta de empleo de Charles, obligaron a la familia Beale a mudarse a Allbrook, en Hampshire. Por aquel entonces, Mary sacó adelante la economía familiar gracias a sus pinturas.

De vuelta a Londres 5 años más tarde, la pintora estableció su estudio en Pall Mall. Con su marido como ayudante y asistente, sus lienzos permitieron a la pareja llevar una vida más o menos acomodada. El éxito de la obra de Mary entre grandes personajes de la época como poetas, obispos o el mismísimo Arzobispo de Canterbury, le permitió realizar retratos que le valieron fama y prestigio entre la nobleza y el clero. Mary entró también en contacto con grandes pintores como Peter Lely, pintor de la corte de Carlos II, del que aprendió alguna de sus técnicas pictóricas. El éxito de Mary la llevó incluso a tener algún que otro alumno.

Pero la fama de Mary no se vio recompensada con una buena situación económica. Sin embargo, la pintora continuó pintando hasta el final de sus días, aun cuando perdió parte de su popularidad.

Mary Beale murió en 1699 y fue enterrada en la iglesia de Saint James en Londres. Mary legó a la historia del arte importantes retratos y autorretratos en solitario o con algún miembro de su familia.







Por Sandra Ferrer

jueves, 23 de agosto de 2012

La condesa sangrienta, Elizabeth Báthory (1560-1614)


En las oscuras tierras de Transilvania, los cuentos y leyendas de terror acerca de vampiros y hombres lobo se entrecruzan con la horrible existencia real de hombres y mujeres que pasaron a formar parte de la triste historia de los asesinos en serie. Una de ellas, una condesa de alta cuna, conocida con el sobrenombre de “la condesa sangrienta”, ostenta un terrible récord de asesinatos, más de 650, en una macabra búsqueda de la belleza. No en vano, se la considera la peor depredadora que haya tenido la historia del crimen1.

Aristocracia, educación y esoterismo
Erzsébet o Elizabeth Báthory nació en Nyírbátor, Hungría, el 7 a agosto de 1560 en el seno de una de las familias aristocráticas más importantes de Transilvania. Su tío Esteban I Báthory, príncipe de Transilvania, se convirtió en rey de Polonia a finales del siglo XVI.

Elizabeth recibió una amplia y exquisita educación aunque también estuvo en contacto desde su más tierna infancia con la alquimia y el esoterismo, prácticas ampliamente practicadas por algunos miembros de su dinastía.

Esposa del Héroe Negro, amante del Vampiro
En 1575, cuando Elizabeth era una joven de 15 años de edad, se casó con el conde Ferecz Nádasdy, de 20. La pareja se trasladó a vivir al solitario castillo de Csejthe donde Elizabeth quedó prácticamente recluida. Ferecz era un soldado que pasaba largas temporadas en las constantes guerras que asolaban el país. Sus prácticas crueles con sus enemigos le valieron el apodo de “El héroe negro”.

La existencia de la condesa se hizo tediosa y solitaria. Sin poder salir de su castillo por orden expresa de su marido, Elizabeth empezó a intentar escaparse por diversión, hecho que consiguió en varias ocasiones en las que vivió alguna que otra aventura, entre ellas, una fugaz con un excéntrico joven conocido como “el vampiro” por su extraño aspecto y vestimentas2.

Tras los muros de su castillo, la condesa se rodeó de extraños sirvientes con los que practicó experimentos brujeriles y relacionados con la alquimia. Entre ellos, una bruja llamada Dorkó y su antigua nodriza, Jó Ilona, quien empezó a aconsejar a su señora el uso de la sangre para evitar los efectos del paso del tiempo. En aquel tiempo, Elizabeth ya empezó a martirizar a sus sirvientas con los más retorcidos métodos como cubrirlas de miel y dejarlas en medio de un jardín para deleite de los insectos o dejarlas en el frío invierno fuera mientras las congelaba con gélidos cubos de agua hasta convertirlas en auténticas estatuas de hielo. En sus castillos transilvanos de Csejthe y Varannó, la Báthory tuvo todo el tiempo y la soledad del mundo para desarrollar sus aficiones hasta un grado de sofisticación sádica escalofriante3.

Pasaron más de 10 años de matrimonio hasta que la condesa se convirtió en madre por primera vez de una niña llamada Anna. Tras ella vendrían Úrsula, Catalina y Pablo. A pesar de que la maternidad la alejó de sus extrañas actividades, una obsesión rondaba su cabeza desde hacía tiempo. El inefable paso del tiempo, el envejecimiento de su cuerpo, empezaban a preocupar a Elizabeth de un modo que terminaría convirtiéndose en enfermizo.

El baño de sangre
La muerte de su esposo el 4 de enero de 1604 radicalizó las actuaciones crueles de la condesa. Viuda, se dio al vicio de enamorarse de sí misma4.

La locura y sadismo de Elizabeth se desencadenó cuando una de sus desdichadas sirvientas le dio un desafortunado tirón de pelos mientras la peinaba. La bofetada que le propinó su señora le provocó una herida. La sangre le salpicó a Elizabeth en la mano quien fue pronto presa de la excitación al creer que la zona de la piel manchada se hizo más tersa y blanca. A la mente de Elizabeth volvieron las tétricas palabras de su nodriza y no dudó en desangrar a la torpe sirvienta y prepararse una bañera con su sangre en la que se sumergió. Ese sería el primero de una larga lista de asesinatos para abastecerse de la sangre suficiente que le daría la eterna juventud. En su paranoica locura no se conformó pues, para no frotarse con toallas que disminuyeran el efecto de la sangre, obligaba a otras sirvientas a lamerle el cuerpo. A estas más les valía no mostrar rechazo ni repugnancia pues el castigo sería peor. Torturarlas hasta la muerte fue una práctica que no dudó en llegar a cabo la condesa.

Ruinas del castillo de Csejthe

En aquella espiral de muerte y depravación, Elizabeth Báthory se hizo con una serie de artilugios como un terrible sarcófago conocido como la Dama de Hierro en el que introducía a sus víctimas que sufrían el pinchazo de los múltiples clavos que recubrían su interior.

Durante más de 10 años, los campesinos del lugar veían el carruaje de la condesa deambular por sus tierras en busca de pobres muchachas engañadas con la promesa de una vida mejor a la dura existencia del campo. Y las que se negaban, eran drogadas y obligadas a la fuerza a acompañar a Elizabeth a un castillo del que a buen seguro nunca más saldrían con vida. La gran cantidad de cadáveres fueron primero enterrados con cuidado en las inmediaciones de la fortaleza pero al final, la Báthory y sus cómplices no tuvieron reparo en dejarlos en los campos sin ningún problema. A pesar de que la población cercana empezó a sospechar de la desaparición constante de muchas de sus hijas, la alta cuna de la que provenía la condesa hizo que ésta pudiera continuar con sus prácticas asesinas de manera impune.

Un error de cálculo
Pero las jóvenes muchachas se fueron terminando y la sed de sangre de Elizabeth la llevó a cometer un grave error. No dudó, desesperada por conseguir líquido para sus baños y víctimas para sus sangrientas prácticas, recurrir a chicas de la aristocracia. El rey Matías no pudo ya hacer oídos sordos a las historias dramáticas que llegaban de su pariente.

Hombres del rey, dirigidos por el palatino Thurzó, decidieron investigar el caso. Cuando atravesaron los muros de Csejthe se encontraron un horrendo espectáculo de cadáveres torturados, sangre derramada y a la propia condesa disfrutando de uno de sus depravados baños.

La sentencia hecha pública el 17 de abril de 1611 condenaba a Elizabeth Báthory a ser recluida de por vida. No corrieron la misma suerte sus cómplices quienes fueron, todos ellos, ejecutados. La condesa pasó los siguientes 4 años enterrada en vida. Fue emparedada en su propio castillo, sin poder ver la luz del día, aislada completamente, con una sola rendija por la que recibía algo de comida. Moría el 21 de agosto de 1614.

Terminaba así la historia de terror de la Condesa Sangrienta a quien sus más de 650 asesinatos y torturas no le sirvieron más que para sembrar el horror. La supuesta belleza que su nodriza le había prometido de poco o nada le sirvió en su tumba.






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1. Asesinos en serie. Pilar Abeijón. Pág. 108
2. Ídem. Pág. 109
3. Psycho Killers. Jesús Palacios. Pág. 44
4. Diccionario Espasa. Asesinos. Francisco Pérez Abellán y Francisco Pérez Caballero. Pág. 68


 Si quieres leer sobre ella


Infamous Lady: The True Story of Countess Erzsébet Báthory, Kimberly L. Craft
Biografía






La condesa sangrienta, Andrei Codrescu
Novela histórica







Ella, Drácula, Javier García Sánchez
Novela histórica







 Películas que hablan de ella  


Báthory







La condesa








Por Sandra Ferrer

miércoles, 22 de agosto de 2012

La reina de Cartago, Dido (Siglo IX a.C.)


Los orígenes de los grandes imperios de la antigüedad están plagados de historias fantásticas y legendarias que suplen la falta de datos o son fruto de la imaginación de grandes literatos de su tiempo. Ese fue el caso del origen de Cartago, uno de los pueblos que puso en jaque a la imponente Roma en sus famosas guerras púnicas. La historia de Cartago arranca con la existencia de una mujer extraordinaria, Elisa de Tiro. Aunque su veracidad histórica está comprobada, en el relato de  su vida la realidad se mezcla con la leyenda.

La exiliada de Tiro
Elisa de Tiro era hijo de Muto I. Tenía dos hermanos, Pigmalión y Ana. Cuando murió su padre, Elisa vio como su ambicioso hermano se hacía con todo el poder de la ciudad fenicia y la obligaba a casarse con Siqueo, sacerdote del tempo de Melkart y poseedor de una gran fortuna. Pigmalión, no contento con ostentar el poder, quería también las riquezas de su cuñado por lo que pidió a su hermana que le rebelara el paradero oculto de las mismas. Elisa no quiso ayudar a su hermano al que indicó un escondite erróneo de la fortuna de su esposo al que, a pesar de haber sido entregada contra su voluntad, terminó amando y respetando. La historia terminó en tragedia cuando Pigmalión asesinó a Siqueo y fue en busca del tesoro que no encontraría nunca.

Elisa huyó de Tiro con su hermana pequeña y un séquito de hombres y mujeres que le eran fieles. Elisa no recabó en ninguna de las colonias fenicias del Mediterráneo sino que decidió marchar a tierras desconocidas. Su destino final fue un punto de las costas del norte de África poblado por los gétulos, una tribu libia. Elisa se presentó ante su rey Jarbas y pidió que le cediera un trozo de tierra para fundar una ciudad. Según la leyenda, el monarca de dio una piel de buey; esa sería el área que abarcaría su ciudad. Elisa no se amedrentó ante tal provocación. Cogió la piel, la cortó en tiras lo más finas que pudo y dibujó un extenso perímetro en el que erigió una fortaleza a la que puso como nombre Birsa. Ese sería el origen legendario de la colonia fenicia de Cartago. Elisa se hizo coronar reina de su nuevo reino; sus nuevos súbditos la bautizaron con el nombre de Dido.

El dramático final de la reina
El fin de la vida de Dido fue también legendario. Muchas versiones explican que Dido terminó su vida suicidándose; pero la razón por la cual terminó con su vida varía según las fuentes. Una versión clásica narraba el suicidio de Dido como una manera de evitar un matrimonio obligado con el rey Jarbas. Fiel a su desaparecido esposo, Dido no habría aceptado nunca casarse de nuevo.

Pero la versión más conocida de la muerte de Dido nos llega de las letras de Virgilio quien en la Eneida explica la llegada a Cartago de Eneas, héroe huido de la guerra de Troya. La reina de Cartago hospedó a Eneas y su gente en su reino. A pesar de su amor por Siqueo, Dido terminó sucumbiendo a Eneas. La marcha de este hacia Italia, la dejó profundamente desconsolada, dolor que solamente podría ser apaciguado con la muerte.
Historia, realidad, mito o leyenda, Dido de Cartago y su vida extraordinaria se ha mantenido viva a lo largo de los siglos.

 Si quieres leer sobre ella 

Dido, Reina de CartagoIsabel Barceló
Novela histórica





Eneida, Virgilio









Por Sandra Ferrer

viernes, 17 de agosto de 2012

El americano de la década de 1950




"Durante la década de los cincuenta, por ejemplo, apareció un personaje americano con cierta consistencia que se convirtió en modelo de masculinidad adoptado por muchos varones: el hombre de los cincuenta. Trabajaba desde temprano, era responsable, mantenía a su mujer y a sus hijos y admiraba la disciplina. Reagan es una especie de versión momificada de este tipo tenaz. Esta clase de varón no tenía en demasiada consideración el alma de las mujeres, pero apreciaba su cuerpo; y su visión de la cultura y del papel que desempeñaban los Estados Unidos en ésta era infantil y optimista. Tenía muchas cualidades fuertes y positivas, pero detrás de la apariencia había, y sigue habiendo, mucho aislamiento, privación y pasividad. Necesita un enemigo para saberse vivo. Al varón de los cincuenta supuestamente le gustaba el fútbol, era agresivo, fiel a los Estados Unidos, incapaz de llorar y generoso. Pero en la imagen de este varón faltaban el espacio receptivo o el espacio íntimo. Su personalidad carecía de fluidez. Su psique carecía de compasión, lo que se vio claro en la loca persistencia en la Guerra de Vietnam, igual que, más tarde, la carencia de lo que podríamos llamar «zona ajardinada» en la cabeza de Reagan se tradujo en la insensibilidad y la brutalidad hacia los desposeídos en El Salvador, o hacia los ancianos, los parados, los colegiales y los pobres en general de los Estados Unidos. El varón de los cincuenta tenía una idea clara de lo que era un hombre, pero el confinamiento y la parcialidad de su visión revestían peligro."

Robert Bly: Iron John

miércoles, 8 de agosto de 2012

Romanticismo y lucha social, Bettina von Arnim (1785-1859)


Filósofa, pensadora, escritora, compositora, cantante y activista social. Estos son algunas de las maneras con las que podemos definir a Bettina von Arnim, una de las mujeres más importantes del romanticismo alemán del siglo XIX. Creció rodeada de personajes ilustres, tuvo una formación excepcional y utilizó su intelecto para crear belleza y luchar contra las injusticias sociales. Su activismo la llevó a dirigirse al rey de Prusia y sufrir la denuncia social.

Rodeada de grandes personajes
Elisabeth Catharina Ludovica Magdalena Brentano nació el 4 de abril de 1785 en Frankfurt, en una familia de comerciantes de origen italiano. 

Bettina tuvo la desgracia de perder a su madre cuando tenía 8 años y a su padre cuando tenía 14. Después de quedarse huérfana en 1797, y tras un periodo de formación en un convento de ursulinas, Bettina se trasladó a vivir con su abuela, la escritora Sophie von La Roche. Durante el tiempo que vivió con su ilustre abuela, Bettina tuvo la ocasión de sumergirse en su extensa biblioteca y de conocer un amplio círculo de intelectuales, entre ellos Beethoven, Mendelssohn, Brahms, Schumann y Goethe. Bettina también entabló una estrecha amistad con Karoline von Günderrode, otra pensadora romántica. De sus relaciones con algunos de estos grandes nombres, surgieron obras como sus cartas de Goethe o una recreación de la correspondencia con Karoline von Günderrode.

Tras un periodo de convivencia con su cuñado, Friedrich von Savigny, un famoso jurista. Bettina se casó con el poeta Achim von Arnim, en 1811. Bettina y Achim tuvieron siete hijos.

Bettina mantuvo una vida intelectual dentro de la sociedad berlinesa en la que creó uno de sus salones literarios. En sus reuniones se hablaba de arte, literatura, filosofía y política con grandes personalidades del momento. La joven condesa fue admirada por sus composiciones musicales por los principales compositores del momento.

Activismo social
En 1831, Bettina quedaba viuda. En ese momento empezó su vida pública y de lucha social. El detonante de su despertar a la conciencia política y social fue una terrible epidemia de cólera que asoló por aquel tiempo Berlín y puso de manifiesto la cantidad de pobreza que había en la ciudad. Bettina no lo dudó y se puso en contacto con el rey Federico Guillermo IV de Prusia para demandarle la creación de un “ministerio de los pobres”. Ni esta vez ni otras posteriores en las que Bettina intentó hacer abrir los ojos al monarca, consiguió su objetivo. No sólo eso sino que, tras la revolución de 1848 fue declarada como uno de los enemigos públicos de la patria.

A pesar de ser condesa por matrimonio, Bettina no se conformó con una pequeña ayuda a los pobres, sino que se convirtió durante las luchas de mediados del siglo XIX en una auténtica activista en favor de los derechos de los más necesitados.

Bettina von Arnim luchó y escribió hasta el fin de sus días, el 20 de enero de 1859.

 Si quieres leer sobre ella 


Mujeres filósofas de la historia, Ingeborg Gleichauf










Por Sandra Ferrer

martes, 7 de agosto de 2012

¿En qué consiste el modelo heteropatriarcal?


El patriarcado puede definirse como un sistema de relaciones sociales sexo–políticas basadas en diferentes instituciones públicas y privadas y en la solidaridad interclases e intragénero instaurado por los varones, quienes como grupo social y en forma individual y colectiva, oprimen a las mujeres también en forma individual y colectiva y se apropian de su fuerza productiva y reproductiva, de sus cuerpos y sus productos, ya sea con medios pacíficos o mediante el uso de la violencia
Marta Fontenla
Básicamente, el heteropatriarcado es un modelo milenario de dominación social y cultural, que justifica el rol de dominación del hombre sobre la mujer. Aunque es muy anterior a la aparición y extensión histórica del capitalismo, cuando éste entra en escena (allá por las postrimerías del siglo XVII), el modelo patriarcal se afianza y obtiene una mayor legitimación colectiva, ya que ambos modelos (capitalismo y heteropatriarcado) se retroalimentan. Sus puntales se basan en la aceptación de un único modelo de familia universal, compuesto tradicionalmente por una pareja heterosexual y sus posibles hijos, así como en la perpetuación, reparto y legitimación social de una serie de roles para hombre y mujer, que continúan reproduciéndose en nuestras sociedades actuales, tildadas irónicamente de "civilizadas" y "progresistas". En realidad, el heteropatriarcado es una modalidad descendiente del más antiguo modelo patriarcal, donde además se centra el poder de dominación del hombre sobre la mujer desde la heterosexualidad, o si se quiere, la heteronormatividad, excluyendo otro tipo de relaciones afectivo-sexuales, o si se quiere, sexo-genéricas. 

La dominación cultural del heteropatriarcado es tan antigua y arraigada, que hoy día sería difícl (los científicos sociales aún lo continúan estudiando) deslindar la parte biológica de la parte cultural en nuestro comportamiento desde que somos bebés. En su ensayo "Reflexiones feministas", Matilde Tenorio afirma que "...el Patriarcado (...) es la manifestación de las relaciones históricamente desiguales entre hombres y mujeres, fruto de las desigualdades sociales y culturales. Desde el nacimiento, e incluso antes, se nos educa para que respondamos a unos roles de género determinados, para que nuestros comportamientos se ajusten a lo que la sociedad espera del género femenino y del masculino. Los hombres deben situarse en el ámbito de lo público y se les atribuye estabilidad emocional, autocontrol, agresividad, acción, razón, tendencia al dominio y seguridad en sí mismo, canalizando su rol hacia la producción. Sin embargo, el estereotipo femenino se sitúa en el ámbito de lo privado y se caracteriza por la inestabilidad emocional, falta de control, ternura, paciencia, disponibilidad, sumisión y dependencia, asignándosele el rol básico de la reproducción. El rol de transición entre los valores modernos y los tradicionales genera en muchos hombres temor, frustración y un riesgo de perder el control y la autoridad y si bien muchos de ellos lo afrontarán cognitivamente comprendiendo que son copartícipes de la desigualdad e intentando modificar sus creencias, valores y actitudes, otros, por el contrario, responderán resistiéndose a la pérdida de sus derechos e intentando restablecer el equilibrio mediante el control físico y mental de sus parejas utilizando diferentes estrategias". 

Sin extendernos sobre sus orígenes, y siguiendo al Blog "Empoderar a las Mujeres", podríamos decir que en las sociedades pre-patriarcales las mujeres aportaban alrededor de las tres cuartas partes del total de los alimentos y productos necesarios a los colectivos humanos de la época, participaban con los hombres en la caza, y hasta se cree que las famosas pinturas rupestres y el control del fuego fueron también obra suya, junto a los inicios de la doma de animales o la agricultura itinerante. Como factores históricos y evolutivos que intervienen en la aparición e institucionalización del patriarcado, podríamos citar la generalización de la práctica de la exogamia (las mujeres y los hombres de diferentes grupos humanos comienzan a cruzarse ante la necesidad de tejer alianzas), el paso gradual del nomadismo al sedentarismo (el desarrollo de la agricultura y la ganadería agotan las prácticas itinerantes), o la necesidad de defender el territorio (los grupos ya sedentarizados se ven obligados a defender el terreno sobre el que se han establecido). Estos factores también van determinando con el paso del tiempo la división sexual del trabajo en la que la fuerza física, mayor en los hombres, prevalecerá sobre la resistencia biológica, más acusada en las mujeres. Ya en las sociedades medievales, el concepto de patriarcado designa y define un tipo de organización social en el que la autoridad la ejerce el varón jefe de la familia, dueño del patrimonio, del que formaban parte los hijos, la esposa, los esclavos y los bienes. 

Como estamos comprobando, el fenómeno cubre prácticamente casi todas las facetas de la vida de hombres y mujeres. Porque partimos de la premisa de que la estructura social del heteropatriarcado está presente en todos los ámbitos e influye en todos los comportamientos de los individuos, y una de las manifestaciones más graves del dominio de los hombres sobre las mujeres es la violencia de pareja, de la que hablaremos enseguida. El modelo heteropatriarcal consagra múltiples discriminaciones de todo tipo de la mujer frente al hombre, y legitima socialmente dichas injustas situaciones, tales como: falta de independencia económica, brecha salarial, desigualdad laboral, división sexual del trabajo, permanencia de roles machistas, violencia de pareja, acoso sexual, modelos imperantes de sexualidad, difusión de modelos de feminidad alienantes, permisividad frente a la prostitución, etc. La discriminación de la mujer frente al hombre es algo consustancial bajo el modelo heteropatriarcal, porque consagra cierto sistema de convivencia, que adopta una "heteronormatividad" que delimita perfectamente los roles de hombres y mujeres en la sociedad, desde sus clases dominantes. 

Y este modelo llega hasta las más altas instancias políticas de la sociedad, esto es, al Estado y todas sus Instituciones, desde donde las relaciones de dominación impuestas por el modelo se legitiman y se respaldan mediante leyes. Bajo el modelo heteropatriarcal el Estado garantiza, mediante un sistema económico fundamentado en él, la sujeción y la dependencia de las mujeres frente a determinadas figuras masculinas a lo largo de su vida (padre, hermanos, marido, etc.), impidiendo su pleno desarrollo e incluso su completo reconocimiento como sujetos políticos de pleno derecho. Según el feminismo marxista de Heidi Hartmann, el patriarcado (y su variante heterosexual) no descansa sólo por tanto en la familia como círculo más íntimo, sino en todas las estructuras que posibilitan el control sobre la fuerza de trabajo y de reproducción de las mujeres. Pero el heteropatriarcado llega más allá, porque, como resumíamos al principio, se trata de todo un sistema de dominación cultural, incluyendo usos, costumbres, tradiciones, normas familiares, hábitos sociales, prejuicios, símbología, e incluso leyes, el conocimiento y práctica de todo lo cual asegura su transmisión y perpetuación entre diferentes generaciones. Así, conceptos como los celos, la paternidad o el adulterio surgen de la dominación cultural del heteropatriarcado, y llegan a legitimarse totalmente en las sociedades actuales.