RADIO "PONCHOSVERDES.FM"

miércoles, 5 de septiembre de 2012

La pecadora penitente, Santa Margarita de Cortona (1247-1297)


La vida de Santa Margarita de Cortona es la vida de una mujer que pasó de vivir una existencia basada en el lujo a recluirse en la fe y en las obras de caridad. En la Europa medieval, en el siglo del surgimiento de las órdenes mendicantes, en un mundo en el que las normas religiosas seguían afianzándose, sobretodo tras el cuarto concilio lateranense de 1215, una mujer no podía vivir con un hombre sin estar casado con él y librarse del rechazo de la sociedad. Santa Margarita pasó muchos años al lado del que se convirtió en el padre de su hijo y rodeada de lujos y fiestas. Una vida que terminó trágicamente con la muerte de él y que provocó un drástico giro en la existencia de Margarita. Se convertía entonces en una piadosa franciscana cuya fe y devoción la convirtieron en santa siglos después.

La hija ejemplar

Margarita nació en Laviano, Perugia, en el año 1247 en el seno de una familia de agricultores. Su infancia transcurrió feliz junto a sus padres, sobretodo junto a su madre, quien le enseñó a rezar y a convertirse en una niña piadosa.

Pero su felicidad se vio truncada cuando tenía 7 años y vio morir a su madre. Su padre se volvió a casar con una mujer muy diferente a su primera esposa. Estricta, fría y agresiva, no se comportó como una madre cariñosa con su hijastra. 

La concubina del noble

Tenía 17 años cuando Margarita buscó el cariño perdido de su madre fuera de los muros de su hogar. Pero tuvo la mala suerte de fijar su atención en un noble terrateniente de Montepulciano conocido como Arsenio. 

Deslumbrada por las promesas del noble, Margarita aceptó a vivir con él sin contraer matrimonio y llegó incluso a tener un hijo. Empezó entonces una vida lujosa y sin preocupaciones. A pesar de ello, Margarita siempre tuvo remordimientos e incluso señales que ella consideró divinas como un accidente sucedido en un río en el que a punto estuvo de ahogarse y que la joven creyó un aviso del cielo. Para acallar aquellas voces en su interior que le recordaban que vivía en pecado, Margarita se dedicaba a realizar obras de caridad entre los pobres mientras intentaba convencer en vano a su compañero de que por fin contrajeran matrimonio. 

La señal esperada
El destino quiso que la vida de Margarita cambiara por completo cuando Arsenio fue asesinado por unos bandidos que quisieron atacar sus tierras. Margarita siguió al perro fiel de Arsenio y le guio hasta el cuerpo sin vida de su dueño. Margarita decidió entonces dejar su hogar y vivir una vida totalmente diferente. Devolvió las tierras a la familia de Arsenio y vendió sus joyas y pertenencias para dar el dinero recibido a los pobres. 

Santuario de Santa Margarita de Cortona. Arezzo

Margarita intentó volver a casa de su padre pero su madrastra no quiso aceptarla y mucho menos con un hijo ilegítimo y una vida de pecado a sus espaldas. La joven se dirigió con su hijo a Cortona, al parecer después de tener una visión del Espíritu Santo. En aquella ciudad pronto encontró el consuelo de unas mujeres que le ayudaron a cuidar a su hijo y de los padres Franciscanos que la ayudaron a seguir una vida de fe y pobreza. Para redimirse de sus pecados, además de las obras de caridad, Margarita realizó un viaje de penitencia por las tierras en las que había vivido con Arsenio y pidió perdón a todo aquel que se encontraba por su vida pasada. Este hecho le ha valido convertirse en la patrona de los penitentes.

Sepulcro de Santa Margarita en el santuario que lleva su nombre

Su fe y oración la llevaron a experimentar episodios de éxtasis. Al fin, su profundo y sincero arrepentimiento y después de tres años de vida penitencial, Margarita fue admitida como Terciana Franciscana, lo que significaba convertirse en religiosa seglar y dedicarse al mundo del apostolado y la caridad. 

Con el tiempo, Margarita fundó un hospital en Cortona en el que, junto con otras hermanas, se dedicó a asistir gratuitamente a los enfermos y a ayudar como partera de mujeres pobres.

Margarita murió el 22 de febrero de 1297. Los padres franciscanos que ayudaron a la santa a cambiar el rumbo de su vida escribieron sobre ella. En 1728, el Papa Benedicto XIII la declaró santa. 

Por Sandra Ferrer

domingo, 26 de agosto de 2012

El primer viaje, Egeria (Siglo IV)


En un tiempo en el que el Imperio Romano de Occidente se desmoronaba y el mundo monacal se empezaba a extender con fuerza desde oriente, una monja, desde los más recónditos lugares de la Gallaecia, decidió emprender un valiente y osado viaje hasta los Santos Lugares. Egeria, que así se llamaba la religiosa, pudo haber sido una mujer de alta estirpe, incluso abadesa de su cenobio. Su periplo duró tres años y parte del mismo lo dejó plasmado en un valioso manuscrito que tuvo que esperar pacientemente hasta el siglo pasado para ser atribuido a aquella que se convirtió en la primera mujer viajera y peregrina de la historia. 

El origen desconocido de la peregrina
Egeria o Eteria vivió en el siglo IV en el rincón occidental del Imperio Romano, en la provincia de Gallaecia. La única fuente de información que nos ha quedado de Egeria fueron sus propias cartas que escribió a sus hermanas del monasterio del que salió para emprender su largo viaje. Es por esta razón por la cual en sus misivas no nos habla de ella sino de sus experiencias. La pérdida de parte de aquellos preciosos manuscritos también nos impide reconstruir parte de su vida y de su viaje. 
Pero podemos deducir por sus hechos que Egeria fue una religiosa de orígenes nobles. Su cultura y la posibilidad de poder emprender aquella aventura en la que estuvo protegida por reyes, obispos y soldados, nos indican que Egeria podría haber pertenecido a una familia de alto linaje. Algunas fuentes apuntan que incluso podría ser hija del emperador de Oriente Teodosio I y su primera esposa Aelia Flacilla.  

A pesar de haber emprendido viaje con dinero y protección, está claro que una mujer del siglo IV que decidía recorrer buena parte del mundo entonces conocido y adentrarse en largos y peligrosos caminos, no era una mujer cualquiera. Aventurera, osada, valiente, curiosa son algunos de los adjetivos que se le pueden atribuir a Egeria. 

Un largo viaje
Egeria inicio su periplo en 381 y duró, al menos según los textos que de ella nos han llegado, como mínimo hasta el 384. Tres largos años en los que visitó Constantinopla, Mesopotamia, Asia Menor, Siria, Palestina y así una larga lista de lugares. 

La Pax Romana, un largo periodo de paz entre tiempos de guerras e invasiones de la historia de Roma, junto con una extensa red de calzadas que pintaron un mapa de caminos de más de 80.000 km. favorecieron el viaje de Egeria. Un salvoconducto o pasaporte, reservado solamente a personas importantes, le dio seguridad ante los posibles peligros que pudiera encontrar.

El diario de Egeria, o al menos lo que se ha conservado, termina con su estancia en Constantinopla, una vez visitado Egipto y Oriente Medio. A pesar de que la incansable viajera apuntó su deseo de dirigirse hacia Éfeso, no sabemos si continuó el viaje.

Una peregrinación excepcional
El nombre de Egeria permaneció oculto durante siglos. Solamente se conocía una referencia suya gracias a una carta que San Valerio escribió a los monjes del monasterio de El Bierzo. En 1884, un arqueólogo italiano, Gian Francesco Gamurrini, encontró en la Biblioteca de la Cofradía de Santa María de Laicos en Arezzo un códice en pergamino de 37 folios. Una parte del manuscrito estaba incompleta y no se identificaba su autor. Eran las palabras de Egeria escritas quince siglos atrás. Pero Gamurrini atribuyó aquel texto a Santa Silvia de Aquitania quien también estuvo en los Santos Lugares poco tiempo después que Egeria. 

Egeria tendría aun que esperar un poco más para despertar del olvido de la historia. Fue en 1903, gracias a Mario Ferotín, quien en un estudio publicado en la Revista de Cuestiones Históricas, atribuyó aquellos textos a su verdadera autora. 

El conocido como Peregrinación Itinerario no se ha conservado íntegro, falta el inicio y el final. Dividido en dos partes diferenciadas, la primera es una exhaustiva narración de sus aventuras y se podría considerar como el primer libro de viajes español. La segunda parte es una descripción más concreta de los lugares en los que estuvo, de las personas que conoció y de las liturgias que se oficiaban en los templos que visitó.

No se sabe dónde ni cuándo murió Egeria, una mujer cuya curiosidad y afán de aventuras la llevó a convertirse en una pionera de la peregrinación y de los viajes. 

 Si quieres leer sobre ella 

El viaje de Egeria La peregrina hispana del siglo IVAna Muncharaz  







El viaje de EgeriaCarlos Pascual Gil







Itinerario de la virgen Egeria, Agustín Arce
Edición crítica del texto latino






Las olvidadas, Ángeles Caso








Viajes intrépidas y aventur











Por Sandra Ferrer

viernes, 24 de agosto de 2012

La primera retratista inglesa, Mary Beale (1633-1699)


De formación autodidacta, Mary Beale está considerada como la primera retratista profesional de Inglaterra. Aprendió de su padre y trabajó junto a su marido, con el que vivió momentos de éxito y otros de grandes dificultades económicas. Mary trabajó toda su vida con los pinceles y, no en vano, fue reconocida por grandes personajes de su tiempo.

La hija del rector
Mary Beale nació el 26 de marzo de 1633 en Barrow, Suffolk. Su padre, John Cradock, era un rector puritano que se dedicaba a la pintura como mera afición. Su madre, Dorothy, murió cuando Mary tenía tan sólo 10 años de edad.

La afición de su padre a la pintura le llevó a formar parte del Gremio de Pintores Tintoreros de Inglaterra y a entrar en contacto con artistas de la zona. En aquel ambiente artístico, la joven empezó a realizar sus primeras obras.

Mary  tenía 18 años cuando se casó con Charles Beale, comerciante del sector textil aficionado también como su padre a la pintura. La pareja tuvo dos hijos, Bartholomew, quien se dedicaría durante un tiempo al arte antes de convertirse en médico, y Charles, inmerso de lleno en el mundo de la pintura, especializándose en las miniaturas.

La retratista profesional
En 1665, la grave situación de Londres, en la que su población sufrió las consecuencias de la peste, y la falta de empleo de Charles, obligaron a la familia Beale a mudarse a Allbrook, en Hampshire. Por aquel entonces, Mary sacó adelante la economía familiar gracias a sus pinturas.

De vuelta a Londres 5 años más tarde, la pintora estableció su estudio en Pall Mall. Con su marido como ayudante y asistente, sus lienzos permitieron a la pareja llevar una vida más o menos acomodada. El éxito de la obra de Mary entre grandes personajes de la época como poetas, obispos o el mismísimo Arzobispo de Canterbury, le permitió realizar retratos que le valieron fama y prestigio entre la nobleza y el clero. Mary entró también en contacto con grandes pintores como Peter Lely, pintor de la corte de Carlos II, del que aprendió alguna de sus técnicas pictóricas. El éxito de Mary la llevó incluso a tener algún que otro alumno.

Pero la fama de Mary no se vio recompensada con una buena situación económica. Sin embargo, la pintora continuó pintando hasta el final de sus días, aun cuando perdió parte de su popularidad.

Mary Beale murió en 1699 y fue enterrada en la iglesia de Saint James en Londres. Mary legó a la historia del arte importantes retratos y autorretratos en solitario o con algún miembro de su familia.







Por Sandra Ferrer

jueves, 23 de agosto de 2012

La condesa sangrienta, Elizabeth Báthory (1560-1614)


En las oscuras tierras de Transilvania, los cuentos y leyendas de terror acerca de vampiros y hombres lobo se entrecruzan con la horrible existencia real de hombres y mujeres que pasaron a formar parte de la triste historia de los asesinos en serie. Una de ellas, una condesa de alta cuna, conocida con el sobrenombre de “la condesa sangrienta”, ostenta un terrible récord de asesinatos, más de 650, en una macabra búsqueda de la belleza. No en vano, se la considera la peor depredadora que haya tenido la historia del crimen1.

Aristocracia, educación y esoterismo
Erzsébet o Elizabeth Báthory nació en Nyírbátor, Hungría, el 7 a agosto de 1560 en el seno de una de las familias aristocráticas más importantes de Transilvania. Su tío Esteban I Báthory, príncipe de Transilvania, se convirtió en rey de Polonia a finales del siglo XVI.

Elizabeth recibió una amplia y exquisita educación aunque también estuvo en contacto desde su más tierna infancia con la alquimia y el esoterismo, prácticas ampliamente practicadas por algunos miembros de su dinastía.

Esposa del Héroe Negro, amante del Vampiro
En 1575, cuando Elizabeth era una joven de 15 años de edad, se casó con el conde Ferecz Nádasdy, de 20. La pareja se trasladó a vivir al solitario castillo de Csejthe donde Elizabeth quedó prácticamente recluida. Ferecz era un soldado que pasaba largas temporadas en las constantes guerras que asolaban el país. Sus prácticas crueles con sus enemigos le valieron el apodo de “El héroe negro”.

La existencia de la condesa se hizo tediosa y solitaria. Sin poder salir de su castillo por orden expresa de su marido, Elizabeth empezó a intentar escaparse por diversión, hecho que consiguió en varias ocasiones en las que vivió alguna que otra aventura, entre ellas, una fugaz con un excéntrico joven conocido como “el vampiro” por su extraño aspecto y vestimentas2.

Tras los muros de su castillo, la condesa se rodeó de extraños sirvientes con los que practicó experimentos brujeriles y relacionados con la alquimia. Entre ellos, una bruja llamada Dorkó y su antigua nodriza, Jó Ilona, quien empezó a aconsejar a su señora el uso de la sangre para evitar los efectos del paso del tiempo. En aquel tiempo, Elizabeth ya empezó a martirizar a sus sirvientas con los más retorcidos métodos como cubrirlas de miel y dejarlas en medio de un jardín para deleite de los insectos o dejarlas en el frío invierno fuera mientras las congelaba con gélidos cubos de agua hasta convertirlas en auténticas estatuas de hielo. En sus castillos transilvanos de Csejthe y Varannó, la Báthory tuvo todo el tiempo y la soledad del mundo para desarrollar sus aficiones hasta un grado de sofisticación sádica escalofriante3.

Pasaron más de 10 años de matrimonio hasta que la condesa se convirtió en madre por primera vez de una niña llamada Anna. Tras ella vendrían Úrsula, Catalina y Pablo. A pesar de que la maternidad la alejó de sus extrañas actividades, una obsesión rondaba su cabeza desde hacía tiempo. El inefable paso del tiempo, el envejecimiento de su cuerpo, empezaban a preocupar a Elizabeth de un modo que terminaría convirtiéndose en enfermizo.

El baño de sangre
La muerte de su esposo el 4 de enero de 1604 radicalizó las actuaciones crueles de la condesa. Viuda, se dio al vicio de enamorarse de sí misma4.

La locura y sadismo de Elizabeth se desencadenó cuando una de sus desdichadas sirvientas le dio un desafortunado tirón de pelos mientras la peinaba. La bofetada que le propinó su señora le provocó una herida. La sangre le salpicó a Elizabeth en la mano quien fue pronto presa de la excitación al creer que la zona de la piel manchada se hizo más tersa y blanca. A la mente de Elizabeth volvieron las tétricas palabras de su nodriza y no dudó en desangrar a la torpe sirvienta y prepararse una bañera con su sangre en la que se sumergió. Ese sería el primero de una larga lista de asesinatos para abastecerse de la sangre suficiente que le daría la eterna juventud. En su paranoica locura no se conformó pues, para no frotarse con toallas que disminuyeran el efecto de la sangre, obligaba a otras sirvientas a lamerle el cuerpo. A estas más les valía no mostrar rechazo ni repugnancia pues el castigo sería peor. Torturarlas hasta la muerte fue una práctica que no dudó en llegar a cabo la condesa.

Ruinas del castillo de Csejthe

En aquella espiral de muerte y depravación, Elizabeth Báthory se hizo con una serie de artilugios como un terrible sarcófago conocido como la Dama de Hierro en el que introducía a sus víctimas que sufrían el pinchazo de los múltiples clavos que recubrían su interior.

Durante más de 10 años, los campesinos del lugar veían el carruaje de la condesa deambular por sus tierras en busca de pobres muchachas engañadas con la promesa de una vida mejor a la dura existencia del campo. Y las que se negaban, eran drogadas y obligadas a la fuerza a acompañar a Elizabeth a un castillo del que a buen seguro nunca más saldrían con vida. La gran cantidad de cadáveres fueron primero enterrados con cuidado en las inmediaciones de la fortaleza pero al final, la Báthory y sus cómplices no tuvieron reparo en dejarlos en los campos sin ningún problema. A pesar de que la población cercana empezó a sospechar de la desaparición constante de muchas de sus hijas, la alta cuna de la que provenía la condesa hizo que ésta pudiera continuar con sus prácticas asesinas de manera impune.

Un error de cálculo
Pero las jóvenes muchachas se fueron terminando y la sed de sangre de Elizabeth la llevó a cometer un grave error. No dudó, desesperada por conseguir líquido para sus baños y víctimas para sus sangrientas prácticas, recurrir a chicas de la aristocracia. El rey Matías no pudo ya hacer oídos sordos a las historias dramáticas que llegaban de su pariente.

Hombres del rey, dirigidos por el palatino Thurzó, decidieron investigar el caso. Cuando atravesaron los muros de Csejthe se encontraron un horrendo espectáculo de cadáveres torturados, sangre derramada y a la propia condesa disfrutando de uno de sus depravados baños.

La sentencia hecha pública el 17 de abril de 1611 condenaba a Elizabeth Báthory a ser recluida de por vida. No corrieron la misma suerte sus cómplices quienes fueron, todos ellos, ejecutados. La condesa pasó los siguientes 4 años enterrada en vida. Fue emparedada en su propio castillo, sin poder ver la luz del día, aislada completamente, con una sola rendija por la que recibía algo de comida. Moría el 21 de agosto de 1614.

Terminaba así la historia de terror de la Condesa Sangrienta a quien sus más de 650 asesinatos y torturas no le sirvieron más que para sembrar el horror. La supuesta belleza que su nodriza le había prometido de poco o nada le sirvió en su tumba.






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1. Asesinos en serie. Pilar Abeijón. Pág. 108
2. Ídem. Pág. 109
3. Psycho Killers. Jesús Palacios. Pág. 44
4. Diccionario Espasa. Asesinos. Francisco Pérez Abellán y Francisco Pérez Caballero. Pág. 68


 Si quieres leer sobre ella


Infamous Lady: The True Story of Countess Erzsébet Báthory, Kimberly L. Craft
Biografía






La condesa sangrienta, Andrei Codrescu
Novela histórica







Ella, Drácula, Javier García Sánchez
Novela histórica







 Películas que hablan de ella  


Báthory







La condesa








Por Sandra Ferrer

miércoles, 22 de agosto de 2012

La reina de Cartago, Dido (Siglo IX a.C.)


Los orígenes de los grandes imperios de la antigüedad están plagados de historias fantásticas y legendarias que suplen la falta de datos o son fruto de la imaginación de grandes literatos de su tiempo. Ese fue el caso del origen de Cartago, uno de los pueblos que puso en jaque a la imponente Roma en sus famosas guerras púnicas. La historia de Cartago arranca con la existencia de una mujer extraordinaria, Elisa de Tiro. Aunque su veracidad histórica está comprobada, en el relato de  su vida la realidad se mezcla con la leyenda.

La exiliada de Tiro
Elisa de Tiro era hijo de Muto I. Tenía dos hermanos, Pigmalión y Ana. Cuando murió su padre, Elisa vio como su ambicioso hermano se hacía con todo el poder de la ciudad fenicia y la obligaba a casarse con Siqueo, sacerdote del tempo de Melkart y poseedor de una gran fortuna. Pigmalión, no contento con ostentar el poder, quería también las riquezas de su cuñado por lo que pidió a su hermana que le rebelara el paradero oculto de las mismas. Elisa no quiso ayudar a su hermano al que indicó un escondite erróneo de la fortuna de su esposo al que, a pesar de haber sido entregada contra su voluntad, terminó amando y respetando. La historia terminó en tragedia cuando Pigmalión asesinó a Siqueo y fue en busca del tesoro que no encontraría nunca.

Elisa huyó de Tiro con su hermana pequeña y un séquito de hombres y mujeres que le eran fieles. Elisa no recabó en ninguna de las colonias fenicias del Mediterráneo sino que decidió marchar a tierras desconocidas. Su destino final fue un punto de las costas del norte de África poblado por los gétulos, una tribu libia. Elisa se presentó ante su rey Jarbas y pidió que le cediera un trozo de tierra para fundar una ciudad. Según la leyenda, el monarca de dio una piel de buey; esa sería el área que abarcaría su ciudad. Elisa no se amedrentó ante tal provocación. Cogió la piel, la cortó en tiras lo más finas que pudo y dibujó un extenso perímetro en el que erigió una fortaleza a la que puso como nombre Birsa. Ese sería el origen legendario de la colonia fenicia de Cartago. Elisa se hizo coronar reina de su nuevo reino; sus nuevos súbditos la bautizaron con el nombre de Dido.

El dramático final de la reina
El fin de la vida de Dido fue también legendario. Muchas versiones explican que Dido terminó su vida suicidándose; pero la razón por la cual terminó con su vida varía según las fuentes. Una versión clásica narraba el suicidio de Dido como una manera de evitar un matrimonio obligado con el rey Jarbas. Fiel a su desaparecido esposo, Dido no habría aceptado nunca casarse de nuevo.

Pero la versión más conocida de la muerte de Dido nos llega de las letras de Virgilio quien en la Eneida explica la llegada a Cartago de Eneas, héroe huido de la guerra de Troya. La reina de Cartago hospedó a Eneas y su gente en su reino. A pesar de su amor por Siqueo, Dido terminó sucumbiendo a Eneas. La marcha de este hacia Italia, la dejó profundamente desconsolada, dolor que solamente podría ser apaciguado con la muerte.
Historia, realidad, mito o leyenda, Dido de Cartago y su vida extraordinaria se ha mantenido viva a lo largo de los siglos.

 Si quieres leer sobre ella 

Dido, Reina de CartagoIsabel Barceló
Novela histórica





Eneida, Virgilio









Por Sandra Ferrer

viernes, 17 de agosto de 2012

El americano de la década de 1950




"Durante la década de los cincuenta, por ejemplo, apareció un personaje americano con cierta consistencia que se convirtió en modelo de masculinidad adoptado por muchos varones: el hombre de los cincuenta. Trabajaba desde temprano, era responsable, mantenía a su mujer y a sus hijos y admiraba la disciplina. Reagan es una especie de versión momificada de este tipo tenaz. Esta clase de varón no tenía en demasiada consideración el alma de las mujeres, pero apreciaba su cuerpo; y su visión de la cultura y del papel que desempeñaban los Estados Unidos en ésta era infantil y optimista. Tenía muchas cualidades fuertes y positivas, pero detrás de la apariencia había, y sigue habiendo, mucho aislamiento, privación y pasividad. Necesita un enemigo para saberse vivo. Al varón de los cincuenta supuestamente le gustaba el fútbol, era agresivo, fiel a los Estados Unidos, incapaz de llorar y generoso. Pero en la imagen de este varón faltaban el espacio receptivo o el espacio íntimo. Su personalidad carecía de fluidez. Su psique carecía de compasión, lo que se vio claro en la loca persistencia en la Guerra de Vietnam, igual que, más tarde, la carencia de lo que podríamos llamar «zona ajardinada» en la cabeza de Reagan se tradujo en la insensibilidad y la brutalidad hacia los desposeídos en El Salvador, o hacia los ancianos, los parados, los colegiales y los pobres en general de los Estados Unidos. El varón de los cincuenta tenía una idea clara de lo que era un hombre, pero el confinamiento y la parcialidad de su visión revestían peligro."

Robert Bly: Iron John