La vida de Santa Margarita de Cortona es la vida de una mujer que pasó de vivir una existencia basada en el lujo a recluirse en la fe y en las obras de caridad. En la Europa medieval, en el siglo del surgimiento de las órdenes mendicantes, en un mundo en el que las normas religiosas seguían afianzándose, sobretodo tras el cuarto concilio lateranense de 1215, una mujer no podía vivir con un hombre sin estar casado con él y librarse del rechazo de la sociedad. Santa Margarita pasó muchos años al lado del que se convirtió en el padre de su hijo y rodeada de lujos y fiestas. Una vida que terminó trágicamente con la muerte de él y que provocó un drástico giro en la existencia de Margarita. Se convertía entonces en una piadosa franciscana cuya fe y devoción la convirtieron en santa siglos después.
La hija ejemplar
Margarita nació en Laviano, Perugia, en el año 1247 en el seno de una familia de agricultores. Su infancia transcurrió feliz junto a sus padres, sobretodo junto a su madre, quien le enseñó a rezar y a convertirse en una niña piadosa.
Pero su felicidad se vio truncada cuando tenía 7 años y vio morir a su madre. Su padre se volvió a casar con una mujer muy diferente a su primera esposa. Estricta, fría y agresiva, no se comportó como una madre cariñosa con su hijastra.
La concubina del noble
Tenía 17 años cuando Margarita buscó el cariño perdido de su madre fuera de los muros de su hogar. Pero tuvo la mala suerte de fijar su atención en un noble terrateniente de Montepulciano conocido como Arsenio.
Deslumbrada por las promesas del noble, Margarita aceptó a vivir con él sin contraer matrimonio y llegó incluso a tener un hijo. Empezó entonces una vida lujosa y sin preocupaciones. A pesar de ello, Margarita siempre tuvo remordimientos e incluso señales que ella consideró divinas como un accidente sucedido en un río en el que a punto estuvo de ahogarse y que la joven creyó un aviso del cielo. Para acallar aquellas voces en su interior que le recordaban que vivía en pecado, Margarita se dedicaba a realizar obras de caridad entre los pobres mientras intentaba convencer en vano a su compañero de que por fin contrajeran matrimonio.
La señal esperada
El destino quiso que la vida de Margarita cambiara por completo cuando Arsenio fue asesinado por unos bandidos que quisieron atacar sus tierras. Margarita siguió al perro fiel de Arsenio y le guio hasta el cuerpo sin vida de su dueño. Margarita decidió entonces dejar su hogar y vivir una vida totalmente diferente. Devolvió las tierras a la familia de Arsenio y vendió sus joyas y pertenencias para dar el dinero recibido a los pobres.
Santuario de Santa Margarita de Cortona. Arezzo |
Margarita intentó volver a casa de su padre pero su madrastra no quiso aceptarla y mucho menos con un hijo ilegítimo y una vida de pecado a sus espaldas. La joven se dirigió con su hijo a Cortona, al parecer después de tener una visión del Espíritu Santo. En aquella ciudad pronto encontró el consuelo de unas mujeres que le ayudaron a cuidar a su hijo y de los padres Franciscanos que la ayudaron a seguir una vida de fe y pobreza. Para redimirse de sus pecados, además de las obras de caridad, Margarita realizó un viaje de penitencia por las tierras en las que había vivido con Arsenio y pidió perdón a todo aquel que se encontraba por su vida pasada. Este hecho le ha valido convertirse en la patrona de los penitentes.
Sepulcro de Santa Margarita en el santuario que lleva su nombre |
Su fe y oración la llevaron a experimentar episodios de éxtasis. Al fin, su profundo y sincero arrepentimiento y después de tres años de vida penitencial, Margarita fue admitida como Terciana Franciscana, lo que significaba convertirse en religiosa seglar y dedicarse al mundo del apostolado y la caridad.
Con el tiempo, Margarita fundó un hospital en Cortona en el que, junto con otras hermanas, se dedicó a asistir gratuitamente a los enfermos y a ayudar como partera de mujeres pobres.
Margarita murió el 22 de febrero de 1297. Los padres franciscanos que ayudaron a la santa a cambiar el rumbo de su vida escribieron sobre ella. En 1728, el Papa Benedicto XIII la declaró santa.
Por Sandra Ferrer
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