RADIO "PONCHOSVERDES.FM"

miércoles, 16 de febrero de 2011

Amante del Rey Sabio, Doña Mayor Guillén (1211-1262)


Doña Mayor Guillén fue una de las muchas amantes que el rey Alfonso X el Sabio tuvo a lo largo de su vida. A pesar de dejar grandes obras jurídicas y literarias en las que plasmó una rígida normativa acerca del amor y las mujeres, Alfonso X disfrutó del amor de muchas damas a lo largo de su vida. Doña Mayor destaca entre todas ellas por ser la madre de una de sus hijas predilectas, Beatriz de Castilla.

Amor en la corte
Doña Mayor pertenecía a una de las principales familias aristocráticas del siglo XIII en Castilla, los Guzmán. Su padre, Don Guillén Pérez de Guzmán, fue adelantado mayor de Andalucía, y su hermano Pedro de Guzmán, adelantado mayor de Castilla. Los Guzmán vivían en la corte de Fernando III, padre de Alfonso X. No es de extrañar pues, que el futuro rey sabio quedara pronto prendado de la belleza de la joven aristócrata.

Los amoríos entre Doña Mayor y el príncipe heredero no pasarían de eso, de una relación entre amantes; al tiempo que estaban juntos, Fernando III cerraba el compromiso matrimonial entre su hijo y Violante de Aragón, hija de Jaime I,quien en 1243 era todavía una niña. A pesar de pertenecer a la alta nobleza castellana, Doña Mayor no ofrecía los beneficios estratégicos que suponía una alianza con el reino de Aragón. Pero dado que el matrimonio con la niña aragonesa se tuvo que posponer hasta 1249, Alfonso continuó su relación con Doña Mayor.

De hija bastarda a princesa de Portugal
En 1244 nacía Beatriz, quien, a pesar de ser bastarda, fue una de las hijas favoritas de Alfonso. No sólo la elevó al rango de princesa, sino que, en 1253, la casó con Alfonso III de Portugal.

Haz lo que yo escribo
Las Siete Partidas recogen las normas y leyes más importantes del siglo XIII. En ellas, Alfonso X mandó redactar, entre otras temáticas, una rigurosa legislación acerca de las mujeres. Pero en aquel tiempo era común que personas de alto rango no cumplieran con los dictados destinados al resto de la población. A pesar de castigar el adulterio, Alfonso X no tuvo problemas en rodearse de amantes antes y después de su matrimonio.

Doña Mayor Guillén fue una de los más destacados amores del Rey Sabio que supo aceptar su condición de amante y retirarse a sus dominios donados por Alfonso X. Murió en 1262 y fue enterrada en el convento de Santa Clara que ella misma fundó en Alcocer.

 Si quieres leer sobre ella 

Velos y desvelos. Cristianas, musulmanas y judías en la España medieval. María Jesús Fuente
Género: Ensayo
Es esta maravillosa obra se recoge la vida de mujeres destacadas de las tres religiones que vivieron en los largos siglos medievales en el solar hispano. Además de sus biografías, hace una perfecta descripción de las mujeres de aquella época.

martes, 15 de febrero de 2011

La pintora que abrió camino, Sofonisba Anguissola (1532-1625)


Con nombre atípico y formación excepcional, Sofonisba Anguissola firmó algunos de los retratos más bellos del Renacimiento italiano. A pesar de ser reconocida en su tiempo, muy posiblemente por ser mujer, cayó en el olvido tras su muerte. Algunos tuvieron la osadía de atribuir alguno de sus cuadros a pintores de renombre. Esto no impidió que Sofonisba abriera el camino para otros pinceles femeninos que brillaron tanto o más que cualquier pintor reconocido.

Extraño nombre, inusual educación
Nacida en Cremona, en el seno de una familia noble, Sofonisba tomó junto con sus seis hermanos, el nombre de los principales protagonistas de la historia de Cartago. Esta no fue la única rareza que dio su padre, Amilcare Anguissola, a su amplia progenie. De un modo excepcional para la época, propició una educación humanista para su único hijo y sus seis hijas.

Pronto, tanto Sofonisba como tres de sus hermanas destacaron en el arte de la pintura. Aunque ninguna haría sombra a la mayor de todas.

Maestros de excepción
Viendo que Sofonisba y su hermana Elena empezaban a despertar un talento especial para el pincel, Amilcare les proporcionó los mejores maestros de la época, entre ellos, Bernardino Campi y Bernardino Gatti.

Siendo una joven muchacha de 22 años, con un prometedor futuro como artista, Sofonisba viajó a Roma donde tuvo la gran suerte de conocer a Miguel Angel. El genio renacentista no fue un maestro al uso para Sofonisba pero si le dio ciertas “lecciones” y consejos artísticos que influyeron decisivamente en su obra.

A pesar de tener grandes maestros, su condición de mujer le impidió profundizar en el estudio del cuerpo humano iniciado por los artistas del Renacimiento. Por supuesto hubiera sido un escándalo que una mujer hubiera visto un cuerpo desnudo aunque sólo hubiera sido por razones profesionales. Es por esto por lo que muy probablemente Sofonisba optó por profundizar en el retrato, estudiando los rasgos faciales y las expresiones de los rostros que inmortalizó.

En la Corte española
En 1558, cuando Sofonisba era una gran conocida en los círculos artísticos italianos, emprendió un viaje a Milán, donde pintó al Duque de Alba. Ese retrato fue la llave para entrar en una de las cortes más importantes del momento. Con tan sólo 27 años, Sofonisba fue nombrada pintora de corte en el Madrid de Felipe II y dama de compañía de su tercera esposa, Isabel de Valois.

En su etapa en España conoció a uno de los retratistas de corte más destacados del momento, Alonso Sánchez Coello, del que aprendió su arte hasta el punto que algunos de los cuadros de la joven fueron atribuidos al reputado pintor.

Una dedicación excepcional
Poco más de diez años duró su estancia en la corte española. Al morir la reina, Felipe II arregló su matrimonio con Don Francisco de Moncada, hijo del virrey de Silicia y le dio una importante dote. Viuda de su primer marido, en 1580 Sofonisba se casó con Orazio Lomellino, un capitán de barco que apoyó incondicionalmente la profesión de su esposa. Gracias al apoyo de su marido, junto con su destacada fortuna y la pensión recibida de Felipe II, Sofonisba vivió el resto de sus días dedicada a su gran pasión, la pintura.

Abriendo camino
Sofonisba tuvo una vida longeva. Llegó a los 93 años de edad, muchos años en los que fue aclamada como gran artista gracias a sus más de 50 retratos y autorretratos. Grandes pintores como Miguel Angel o Van Dick admiraron públicamente su obra. Aunque tras su desaparición el 16 de noviembre de 1625, la pintora renacentista cayó en el olvido, su obra influyó en grandes maestros futuros y inspiró a grandes artistas femeninas que, como ella, también destacaron con pincel en mano. Algunas de estas grandes pintoras fueron Artemisa Gentileschi, Bárbara Longhi o Fede Galizia.

 Si quieres leer sobre ella 

El secreto de Sofonisba, Lorenzo de Medici
Género: Novela histórica
Aunque la trama principal es ficción, el autor hace un bonito retrato de la época renacentista y de la vida de Sofonisba en la corte de Felipe







Por Sandra Ferrer

martes, 8 de febrero de 2011

La hija fiel, Isabel Clara Eugenia (1566-1633)


Primogénita de Felipe II, Isabel Clara Eugenia vivió gran parte de su vida al lado de su padre, de quien fue, sin duda, una hija predilecta. Mujer culta e inteligente, fue la fiel mano derecha del monarca hasta que su destino la llevó a Flandes, donde intentaría restablecer una difícil paz de la mano de su esposo el Archiduque Alberto.

Un nacimiento esperado
El segundo vástago real resultó ser una niña. Isabel Clara Eugenia nacía en Valsaín el 12 de agosto de 1566. Su triple nombre fue puesto en honor a su madre, Isabel de Valois, a Santa Clara, por haber nacido el mismo día que la fundadora de las clarisas, y a San Eugenio, conocido por su ayuda en los alumbramientos.

Felipe II sólo tenía un hijo, Don Carlos. Lo que hacía necesario otro varón para asegurar la dinastía, sobretodo debido a las constantes muertes prematuras de los infantes. Pero el nacimiento de una hija, lejos de defraudar al monarca, fue para él una alegría.

La infanta huérfana
Con tan sólo dos años, Isabel Clara Eugenia perdía a su madre en un mortal alumbramiento. Un año antes, Isabel de Valois había dado otra hija a su esposo Felipe, Catalina Micaela. Las dos niñas se harían inseparables. Aquel fatídico año de 1568 se llevó también al problemático y enfermizo heredero, Don Carlos. 


Felipe II encomendó la educación de las niñas a su hermana Juana. Desde el primer momento fue acogida con cariño por sus sobrinas a las que dio una educación espiritual acorde con las ideas contrarreformistas de la época.

Una prima como madrastra
El rey, viudo por tres veces, y con dos hijas como descendencia, debía volver a casarse. Su elección recayó en Ana de Austria, hija de su propia hermana, la Emperatriz María. La llegada de la nueva reina fue una alegría para las niñas y para el reino, pues dio a Felipe cinco herederos. Aunque la alegría duraría muy poco.

Madre de sus hermanastros
En 1580, Isabel Clara Eugenia lloró la muerte de Ana de Austria. Con su padre en Portugal, resolviendo el litigio de su propia herencia, la joven infanta tuvo que hacerse cargo de los pequeños huérfanos. A su lado aun estaba su querida hermana Catalina Micaela. Durante estos años el rey tuvo una abuntante correspondencia con sus dos hijas mayores en las que se muestra como un padre afectuoso y preocupado por sus hijos más que como un frío y dominador monarca.

Fiel secretaria del rey
Cinco años después, Catalina Micaela marchaba de su lado para casarse con el duque de Saboya. Todos sus hermanastros, excepto el que sería Felipe III, habían muerto. El viejo rey, resignado a su condición de viudo, aceptó la situación y empezó a trabajar en los asuntos de estado junto con su hija. Era común ver a Isabel en los Consejos o discutiendo con su padre sobre cuestiones políticas. Asumió, de hecho, el papel de primera señora del reino.

Pero viendo cercana su muerte, el rey Felipe empezó a buscar un marido para su más querida hija. Pocos meses antes de morir, cerraba el compromiso matrimonial de Isabel Clara Eugenia con su propio primo, el Archiduque Alberto. Felipe no pudo ver a su hija casada. Tras una larga agonía, el segundo Austria español moría el 13 de septiembre de 1598.

Archiduques de Flandes
Poco después de la muerte de su padre, Isabel Clara Eugenia dejaba España para embarcarse en su nuevo papel en los Países Bajos españoles. Atrás dejaba a un débil Felipe III, con un ingente imperio debilitado por su propia magnificencia.

La rebelión en los Países Bajos había estallado el mismo año del nacimiento de Isabel Clara Eugenia. Tras duron enfrentamientos y años de lucha, en 1576 se firmaba la pacificación de Gante que desembocaría en la división del territorio tres años después. El sur católico y más o menos fiel al imperio español, creaba la Unión de Arrás. El norte calvinista constituía la Unión de Utrecht.

Resignado a perder el norte, Felipe creía que el gobierno de su hija y el Archiduque Alberto, aseguraría su dominio bajo una aparente concesión de autonomía.

Isabel y su primo trabajaron durante años para restablecer la paz, mientras esperaban la llegada de un ansiado heredero que afianzara su situación política. El 1631, el Archiduque Alberto dejaba sola a su prima, sin descendencia, en la difícil tarea de gobernar un territorio inestable.

Defensora de la autonomía de los Países Bajos, Isabel se enfrentó al nuevo monarca español, su sobrino, Felipe IV, hasta el fin de sus días, sabedora de que la falta de descendientes devolvería Flandes al gobierno español. El 1 de diciembre de 1633 moría Isabel Clara Eugenia, amada y respetada por los que fueron sus súbditos.

 Si quieres leer sobre ella 

Isabel Clara Eugenia, Ruth Betegón
Género: Novela histórica
Preciosa narración de la vida de la infanta.




Las Austrias, Catalina de Habsburgo
Género: Ensayo
Recopilación de las más destacadas mujeres de la Casa de Austria. Muy interesante y ameno.





Las mujeres de Felipe II
María Pilar Queralt del Hierro







Por Sandra Ferrer

lunes, 7 de febrero de 2011

Princesa de los Ursinos, Anne Marie de la Trémoïlle (1642-1722)


La historia de la Princesa de los Ursinos es la historia de la gloria y el olvido. Tuvo en sus manos el destino de una España en guerra gobernada por un rey endeble, Felipe V. Consiguió el cariño y afecto de su esposa, Maria Luisa de Saboya, de quien fue algo más que su Camarera Mayor. Pero con la desaparición de la reina, Anne Marie de la Trémoïlle empezaría el descenso al ostracismo de la mano de la nueva soberana, Isabel de Farnesio.

Doblemente viuda
Ana María de la Trémoïlle nació en la gloriosa Francia del siglo XVII. Era hija de Luis II de La Trémoïlle, duque de Noirmoutier, y Renata Julia Aubry. Casada muy joven con Adrien Blaise de Talleyrand, príncipe de Chalais y marqués d'Excideuil, su matrimonio estaba abocado al fracaso por la preocupante situación económica de su esposo. Después de viajar por varios países y seguir endeudándose, Anne Marie quedó viuda, sin descendencia y con una ingente deuda por toda herencia.

Su nuevo matrimonio que un aristócrata romano le permitió mejorar su situación económica. No sólo eso, dio a Anne Marie, el nombre con el que sería recordada. Flavio degli Orsini, duque de Bracciano y Príncipe de Orsini, dejó de nuevo viuda y sin hijos a la ya madura Anne Marie.

De la corte del Rey Sol a la corte española
Lejos de retirarse y vivir el resto de sus días como una viuda adinerada en Italia, regresó a su Francia natal y empezó a relacionarse con miembros de la corte del Rey Sol. Su amistad con la amante-esposa de Luis XIV, Madame de Maintenon, fue clave para su futuro. Esta recomendó a su esposo que nombrara a la Princesa de Orsini Camarera Mayor de la que sería reina de España. Así, Anne Marie fue al encuentro de Maria Luisa de Saboya, futura esposa de Felipe V, con la que congenió desde el primer momento.

La tercera soberana
Conocida en España como la Princesa de los Ursinos, Anne Marie entró directamente en la política de nuestro país. No sólo ejerció su papel de Camarera de la reina sino que no dejó de intrigar y dirigir en la sombra el gobierno de un rey que no tenía muy claro cómo reinar. En constante contacto epistolar con  Madame de Maintenon, Anne Marie dirigió la ayuda francesa durante la guerra de sucesión para mantener a Felipe V en el trono.

Aún no habían terminado las últimas batallas y resistencias del conflicto cuando, en 1714, moría la reina, dejando a la Princesa de los Ursinos en una delicada situación. Durante un tiempo, sin embargo, se encargó de continuar gobernando el país a la espera de que tanto la situación política como personal del monarca se estabilizara.

Meses después de la desaparición de la amada reina, Felipe V se casaba por poderes con Isabel de Farnesio, quien ya había sido advertida de la posición dominante de Anne Marie.

De Jadraque al olvido
La Princesa de los Ursinos, ansiosa por conocer a quien sería la nueva reina española, fue a su encuentro, que se produjo en un pequeño pueblo de Guadalajara, Jadraque. Este pequeño emplazamiento fue testigo de uno de los destierros políticos más sonados de la historia. Aquella misma noche, la reina Isabel la expulsaba de su presencia y de la que había sido su patria. La postura del rey, al enterarse de la decisión de su nueva esposa, fue una carta de despedida a la princesa.

Anne Marie de la Trémoïlle, princesa de los Ursinos, y una de las principales protagonistas de los primeros años del reinado del primer Borbón en España, terminó sus días en Roma, sola y olvidada, donde falleció el 5 de diciembre de 1722 .

 Si quieres leer sobre ella 

La noche de las reinas, Claude Pujade-Renaud
Género: Novela histórica
Excepcional viaje a aquella fría noche en Jadraque y todo lo que sucedió antes y después de aquel famoso encuentro entre la Princesa de los Ursinos e Isabel de Farnesio



Jaque a la reina blanca, J.M. Carrillo de Albornoz
Género: Novela histórica
Maravilloso retrato de la vida de María Luisa de Saboya en el que, por supuesto, aparece la Princesa de los Ursinos





Donde se alzan los tronos, Ángeles Caso
Género: Novela histórica








Por Sandra Ferrer

jueves, 3 de febrero de 2011

La comunera, María Pacheco (1496-1531)


En la convulsa España de principios del quinientos, una mujer resistió tenazmente en una de las revueltas populares más conocida de la historia de Castilla: La revuelta de los Comuneros. A pesar de perder a su marido en la batalla contra aquel rey extranjero llamado Carlos de Habsburgo, María fue fiel a sus ideas y continuó luchando hasta perderlo todo.

Joven noble y culta
María pertenecía a una de las familias de más renombre de la historia de España. Era hija de Iñigo López de Mendoza, Marqués de Mondéjar y Conde de Tendilla, y de Francisca Pacheco, hija del marqués de Villena. María, que tomó el apellido de su madre para diferenciarse de otras dos hermanas suyas que llevaban su mismo nombre, vivió su infancia en Granada rodeada de arte y cultura. Fue educada como sus hermanos en un escenario renacentista. Latín, griego, matemáticas, historia o letras fueron algunos de sus conocimientos.

Un matrimonio desigual
Parece ser que María se enojó profundamente con su padre al enterarse del acuerdo matrimonial que éste había cerrado para ella con Juan Padilla, un joven toledano, noble también, pero considerado por ella inferior a su rango. El Marqués de Mondéjar realizó este acuerdo para sellar una alianza con el Comendador mayor de Calatrava que era tío de Juan.

María, denominada en los escritos como “Doña”, cuando a su marido se le nombraba con su nombre de pila, tuvo que hacer una renuncia expresa a la herencia de su padre a cambio de una dote de cuatro millones y medio de maravedíes.

Pero a pesar de las diferencias de rango, parece ser que al final Doña María y Juan se entendieron y confirmaron un matrimonio que lucharía junto contra las injusticias de la época.




En una España convulsa

En aquellos primeros años del siglo XVI, la reina Católica había muerto (1504); su hija, Juana I de Castilla era calificada de loca para inhabilitarla en el ejercicio de su poder. Mientras, reinaba Fernando el Católico quien mantenía una tensa calma en los reinos hispanos. Al morir el rey católico en 1516, su nieto e hijo de la reina Juana, Carlos de Habsburgo, heredaba todos los reinos peninsulares a excepción de Portugal y todo el territorio de ultramar. Carlos ya había heredado de su padre, Felipe el Hermoso, todos los reinos de los Habsburgo y se preparaba para ser nombrado Emperador, aglutinando bajo su cabeza un imperio jamás visto. El joven Habsburgo se había educado en la corte de Flandes, de la mano de su tía,Margarita de Austria. No hablaba español y conocía bien poco de las costumbres de aquellos reinos que ahora le tocaba gobernar.

Cuando en 1517 aquel rey desconocido pisaba tierras españolas junto con toda su corte borgoñona fue visto como una amenaza por la nobleza local. Efectivamente, los altos cargos gubernativos y numerosas prevendas fueron encomendadas a los flamencos. Pronto los nobles defensores de las Cortes de Castilla se levantarían contra Carlos.



Las comunidades
Todo esto sucedía cuando murió el padre de Juan, Pedro López de Padilla. Automáticamente tomó el cargo de Capitán de gentes de armas y se trasladó a Toledo con María. Corría el año 1520 cuando Juan tomaba parte activa en la rebelión de las comunidades, parece ser que instigado por su esposa pues a él se le conocía como un hombre pacífico. Constituida ese año la Santa Junta en Ávila, Juan de Padilla era nombrado capitán general de las tropas comuneras.

Derrota y muerte en Villalar
El ejército comunero luchó durante muchos meses contra las tropas de Carlos. Las Comunidades de Castilla pretendían expulsar al nuevo rey alegando que ya existía una legítima soberana, la reina Juana recluida en Tordesillas a causa de su supuesta locura. Pero el intento de poner a Juana de su lado no funcionó y los comuneros fueron derrotados una batalla tras otra hasta llegar al fatídico 23 de abril de 1521 en que las tropas comuneras eran definitivamente aplastadas por el ejército real.

En Villalar, Juan fue hecho prisionero. Al día siguiente, junto a otros dos dirigentes comuneros, Juan Bravo y Francisco Maldonado, era ejecutado.

Comunera hasta el final
La viuda de Pacheco, lejos de abandonar la lucha, resistió en Toledo nueve meses más, la última ciudad que capituló ante el rey Habsburgo. María consiguió huir a Portugal. Exceptuada del perdón general, María fue condenada a muerte en rebeldía en 1524. Con esa condena a sus espaldas, la última comunera vivió de la caridad en Portugal hasta el fin de sus días.

A pesar de que parte de su familia intentó mediar ante el recién nombrado Emperador, Carlos nunca concedió el perdón a María Pacheco por lo que no pudo cumplir su última voluntad de ser enterrada en Villalar junto a su marido. Sus restos reposan en la catedral de Oporto. 

 Si quieres leer sobre ella 

La comunera de Castilla, María Teresa Álvarez
Género: Novela histórica





La comunera, Toti Martínez de Lezea
Género: Novela histórica







Ellas mismas, María Teresa Álvarez








Por Sandra Ferrer

lunes, 31 de enero de 2011

La musa de Filippo Lippi, Lucrezia Buti (1433-?)


Hija de un rico comerciante de sedas en la Italia del Quatroccento, Lucrezia Buti vio como su brillante futuro se desvanecía con la súbita desaparición de su padre. Las deudas que éste dejó a su muerte, impidieron el mantenimiento de sus hijos. Lucrezia y su hermana Spinetta fueron enclaustradas en el monasterio de Santa Marguerita en Prato, a cambio de una humilde limosna. Pero Lucrezia nunca se imaginó al entrar contra su voluntad en aquellos santos muros que se convertiría en la musa de uno de los más brillantes pintores del Renacimiento.

Un encuentro inesperado

Se desconocen las fechas exactas tanto de la entrada en religión de las hermanas Buti, como del momento en que el gran pintor Filippo Lippi vio ante sus ojos la belleza de Lucrezia. Lo que sí se sabe es que Fra Filippo era en aquel entonces un famoso artista con tantos encargos a sus espaldas como deudas y problemas legales. El pintor se encontraba en Prato trabajando en los frescos de la catedral de Santo Stefano. Como también era monje carmelita, parece ser que ejercía de capellán en el monasterio de Santa Marguerita. Allí fue donde Fra Filippo vio por primera vez la perfección en el rostro de Lucrezia.

El rapto de la Santa Cinta

Después de entablar una tímida relación, el amor llegó inevitablemente. Supuestamente fue durante la festividad de la Santa Cinta del año 1456 cuando Fra Filippo se llevó a Lucrezia a vivir a su bottega ante la atónita y escandalizada mirada de las monjas del monasterio y de todos los habitantes de Prato.

Un amor contra toda regla

Filippo y Lucrezia se expusieron al escándalo y la vengüenza para mantener su amor. Consiguieron seguir viviendo juntos y aunque se sabe que el Papa Pío II les concedió una dispensa para que contrajeran matrimonio, parece ser que nunca se casaron. Su amor fue indigno a los ojos de los hombres pero ellos fueron siempre fieles el uno al otro. De su apasionada relación nacieron Filippino y Alessandra. Filippino sería reconocido como un gran pintor, incluso con más éxito que su propio padre.

Musa del pintor

Lucrezia nunca quiso ser monja. Su padre le había enseñado todos los entresijos del comercio de la seda y se preparaba para ser una gran señora de un gran comerciante. Al final no fue ni lo uno ni lo otro. Se convirtió en la compañera incondicional de un gran pintor al que inspiró grandes obras maestras. El rostro de su amada Lucrezia aparece en La Madonna de la Cintola como testimonio de un amor que parecía imposible y terminó siendo eterno.

 Si quieres leer sobre ella 

Los Milagros de Prato, Laurie Albanese y Laura Morowitz
Género: Novela histórica
Una maravillosa historia de amor narrada con respeto, sencillez y rigor histórico. Un fresco renacentista para leer sin interrupción.





Por Sandra Ferrer