RADIO "PONCHOSVERDES.FM"

sábado, 13 de octubre de 2012

¿Qué es el ecofeminismo?

Mary Mellor (Reino Unido):

"El ecofeminismo es un movimiento que ve una conexión entre la explotación y la degradación del mundo natural y la subordinación y la opresión de las mujeres. Emergió a mediados de los años 70 junto a la segunda ola del feminismo y el movimiento verde. El ecofeminismo une elementos del feminismo y del ecologismo, pero ofrece a la vez un desafío para ambos. Del movimiento verde toma su preocupación por el impacto de las actividades humanas en el mundo inanimado y del feminismo toma la visión de género de la humanidad, en el sentido que subordina, explota y oprime a las mujeres".

-- De la introducción de "Feminismo y Ecología", por Mary Mellor, New York University Press, 1997, p.1

Maria Mies
Vandana Shiva
           


Maria Mies (Alemania), Vandana Shiva (India):

"La perspectiva patriarcal-capitalista interpreta la diferencia como jerárquica y la uniformidad como un requisito previo para la igualdad. Nuestro propósito es ir más allá de esta perspectiva limitada y expresar nuestra diversidad, a la vez que abordamos, de maneras distintas, las desigualdades inherentes a las estructuras mundiales que posibilitan el dominio del Norte sobre el Sur, de los hombres sobre las mujeres, y del frenético saqueo de un volumen creciente de recursos en busca de un beneficio económico cada vez más desigualmente distribuido por la naturaleza...

... las mujeres eran en todas partes las primeras en protestar contra la destrucción del medio ambiente. Como activistas de los movimientos ecologistas, llegamos a ver claramente que la ciencia y la tecnología no eran neutras en relación con el género y, al igual que muchas otras mujeres, empezamos a comprender que existía una estrecha conexión entre la relación de dominio explotador entre el hombre y la naturaleza (modelada por la ciencia reduccionista moderna a partir del siglo XVI) y la relación de explotación y opresión entre hombres y mujeres que impera en la mayoría de las sociedades patriarcales, incluidas las sociedades industriales modernas...

El ecofeminismo

El ecofeminismo, un 'nuevo término para designar un saber antiguo', se desarrolló a partir de diversos movimientos sociales --los movimientos feminista, pacifista y ecologista-- a finales de los años 70 y principios de los 80. Aunque la primera que utilizó el término fue Françoise d'Eaubonne, éste sólo se popularizó en el contexto de las numerosas protestas y actividades contra la destrucción del medio ambiente, iniciadas por la chispa de los repetidos desastres ecológicos. La fusión accidental del núcleo del reactor de Three Mile Island impulsó a un gran número de mujeres estadounidenses a reunirse en la primera conferencia ecofeminista --'Mujeres y Vida en la Tierra: Conferencia sobre el ecofeminismo en los ochenta'-- celebrada en marzo de 1980 en Amherst. En ella se examinaron las conexiones entre el feminismo, la militarización, el arte de sanar y la ecología. Como escribió Ynestra King, una de las organizadoras de la Conferencia:

"El ecofeminismo trata de la conexión y la integración de la teoría y la práctica. Reafirma el valor y la integridad particulares de cada ente vivo. Nosotras pensamos que debe considerarse la perca junto con la necesidad de agua de una comunidad, la marsopa junto con el deseo de comer atún, y las criaturas sobre las cuales puede caer, junto con el Skylab. Somos un movimiento que se identifica con las mujeres y creemos que estamos llamadas a cumplir una tarea especial en estos tiempos amenazados. Pensamos que la devastación de la Tierra y de los seres que la pueblan por obra de las huestes empresariales y la amenaza de la aniquilación nuclear por obra de las huestes militares son preocupaciones feministas. Son manifestaciones de la misma mentalidad masculinista que pretendía negarnos el derecho a nuestro cuerpo y a nuestra sexualidad y que se apoya en múltiples sistemas de dominación y de poder estatal para imponerse."


-- De la introducción de "Ecofeminismo", por Maria Mies y Vandana Shiva, 1993.



Alicia H. Puleo (España):

Alicia H. Puleo


Las aportaciones de dos pensamientos críticos -feminismo y ecología- nos ofrecen la oportunidad de enfrentarnos no sólo a la dominación de las mujeres en la sociedad patriarcal sino también a una ideología y una estructura de dominación de la Naturaleza ligada al paradigma patriarcal del varón amo y guerrero.

Feminismo y ecologismo serán dos movimientos sociales fundamentales en el siglo XXI. El primero porque, adquirida la autoconciencia como colectivo y la formación necesarias ya no es posible detenernos (aunque se puede siempre retrasar la llegada a las metas emancipatorias con diversas estrategias); el segundo por la cada vez más evidente insostenibilidad del modelo de desarrollo tecno-económico. Estamos asistiendo al comienzo del fin de la Naturaleza. Ya no resulta fácil a los medios de comunicación disimular, como hasta ahora, la conexión existente entre diversas catástrofes naturales que no son sino manifestaciones de un cambio climático global de consecuencias insospechadas.

Vivimos lo que Ulrich Beck llamó "la sociedad del riesgo". Cuanta más información poseemos sobre los alimentos que consumimos, el agua que bebemos, el aire que respiramos y hasta el sol que tomamos, mayor inseguridad sentimos (contaminación, pesticidas, agujero de ozono, conservantes... la lista es muy larga). Sólo la ignorancia o la adopción de una actitud tecno-entusiasta ciega puede hoy en día hacer que miremos hacia otro lado cuando los signos de peligro son tan claros. Y, sin embargo, hay una voluntad (inconsciente) generalizada de mirar hacia otro lado, voluntad cultivada cuidadosamente por el inmenso montaje escenográfico de la sociedad de consumo. El ecologismo avanza lentamente y tiene mayor implantación en los países tempranamente industrializados, en aquellos en que la población, o al menos su juventud más ilustrada, se ha cansado del espejismo hedonista contemporáneo que prometía la felicidad a través de la acumulación de un sinfín de objetos materiales. Su avance es lento pero está asegurado por la evolución misma de las cosas, por la tozuda realidad que llamará cada vez más frecuente y contundentemente a nuestras puertas.

Ahora bien, de la futura coexistencia triunfal de ambos movimientos -feminismo y ecologismo- no se deduce, al menos a primera vista, que deba existir entre ellos una relación particular. Sin embargo, una reflexión más detenida sobre la cuestión muestra al menos dos grandes formas en que se plantea la necesidad del diálogo. La primera de estas formas es la más superficial, pragmática y fácil de comprender. Es, en realidad, una negociación preventiva: ¿qué papel se reserva a las mujeres en la futura sociedad de desarrollo sustentable? Dado que gran parte de la emancipación femenina se ha apoyado en la industrialización (por ejemplo, en los artículos envasados o de usar y tirar, nefastos para el medio ambiente), ¿cómo organizaremos la infraestrucuta cotidiana sin sacrificar los todavía inciertos márgenes de libertad de las mujeres? La experiencia de los militantes en los Verdes (con la honorable excepción del mantenimiento a rajatable de la paridad) y en diversas organizaciones ecologistas muestran que subsisten allí, como en el resto de los partidos, fuertes inercias patriarcales. Los ecologistas no suelen ser feministas. Y ya en lo que concierne particularmente al Estado español, por lo general, las feministas no tienen gran sensibilidad ecologista. Aquí, son, por ahora, dos mundos que viven de espaldas pero que en el futuro están destinados a tratarse y, probablemente, a realizar pactos políticos.

Si lo anterior se refiere a las necesidades futuras, hay otras razones actuales para que el feminismo se interese por la ecología. Si el feminismo quiere mantener su vocación internacionalista, deberá pensar también en términos ecologistas ya que las mujeres pobres del Tercer Mundo son las primeras víctimas de la destrucción del medio natural llevada a cabo para producir objetos suntuarios que se vendan en el Primer Mundo. El nivel de vida de los países ricos no es exportable a todo el mundo. Los recursos naturales son consumidos sin atender a la posibilidad o imposibilidad de su renovación. El expolio no tiene límites en aquellos países en los que la población carece de poder político y económico para hacer frente a la destrucción de su medio natural. Así, por ejemplo, los elegantes muebles de teca que proliferan hoy en las tiendas de decoración españolas son, por lo general, lo que queda de los bosques indonesios, sistemáticamente arrasados. Las mujeres rurales indias o africanas que viven en una economía de subsistencia han visto su calidad de vida disminuir trágicamente con la llegada de la explotación racional dirigida al mercado internacional. Si antes disponían de leña junto al pueblo, ahora deben caminar kilómetros para encontrarla. Ésa es la modernización que les llega. Si en nombre de la justicia deseamos que nuestra calidad de vida se extienda a toda la humanidad, esta calidad debe cambiar y hacerse sustentable. Si la población china tuviera acceso a los automóviles como la occidental, la atmósfera de la Tierra sería irrespirable. Hay límites físicos, estudiados por la ciencia de la ecología, que imponen un rumbo ecologista a nuestro modelo civilizatorio.

El ecofeminismo atiende a ésta y a otras cuestiones. No hay un solo ecofeminismo sino varias tendencias diferentes en polémica actualmente. Dada la novedad de sus planteamientos y por ser una de las formas más recientes del feminismo, suele ser mal conocido y, a menudo, rechazado injustamente en bloque bajo el calificativo de esencialista. En este breve trabajo, intentaré distinguir esquemáticamente las corrientes principales, plantearé lo que considero sus problemas y terminaré apuntando lo más prometedor de un feminismo con conciencia ecológica.

Surgimiento del ecofeminismo:

El feminismo mostró desde temprano que uno de los mecanismo de legitimación del patriarcado era la naturalización de la Mujer. En El Segundo Sexo, Simone de Beauvoir denuncia la exclusión de las mujeres del mundo de lo público realizado a través de la conceptualización de la Mujer como Alteridad, como Naturaleza, como Vida Cíclica casi inconsciente, por parte del Hombre (varón) que se reservaba los beneficios de la civilización. El famoso "no se nace mujer, se llega a serlo" beauvoiriano es una denuncia del carácter cultural, construido, de los estereotipos femeninos y, al mismo tiempo, un alegato en favor del reconocimiento del derecho de las mujeres, en tanto seres humanos portadores de un proyecto existencial, a acceder al mundo de la Cultura del que fuimos injustamente excluidas. Los feminismos liberal, socialista y radical de principios de los años setenta recogerán esta reivindicación consiguiendo romper, al menos en gran parte, la prisión doméstica en la que se hallaban encerradas las mujeres de la época.

Hacia finales de los 70, y ya plenamente en los 80, algunas corrientes del feminismo radical recuperan la antigua identificación patriarcal de Mujer y Naturaleza para darle un nuevo significado. Invierten la valoración de este par conceptual que en los pensadores tradicionales servía para afirmar la inferioridad de la Mujer (así, por ejemplo, en Hegel la Mujer es presentada como más próxima a formas de vida consideradas inferiores -animales o vegetales- al Hombre). Afirman estas feministas radicales que la Cultura masculina, obsesionada por el poder, nos ha conducido a guerras suicidas y al envenenamiento de la tierra, el agua y el aire. La Mujer, más próxima a la Naturaleza, es la esperanza de conservación de la Vida. La ética del cuidado femenina (de la protección de los seres vivos) se opone, así, a la esencia agresiva de la masculinidad.

Este feminismo radical buscará una ginecología alternativa frente a los tratamientos invasivos de médicos y grandes laboratorios farmacéuticos. Un importante resultado de su actividad en los grupos de autoayuda se refleja en una obra muy conocida entre nosotras y que aconsejo a quiénes aún no se hayan servido de ella: el manual de ginecología alternativa del Colectivo de Mujeres de Boston: Nuestros Cuerpos, Nuestras Vidas. Ante la manipulación creciente del cuerpo de las mujeres, estas feministas denunciaron los efectos secundarios de unos anticonceptivos dirigidos a la satisfacción masculina de la androcéntrica liberación sexual. Más recientemente, sus advertencias se han dirigido a un fenómeno nuevo: la terapia hormonal sustitutoria para la menopausia, nuevo filón de las multinacionales farmacéuticas. Esta preocupación por la salud y por recuperar el control del propio cuerpo es un elemento central de este primer ecofeminismo y explica el título de una de sus obras más relevantes: Gyn/Ecology (1978) de Mary Daly. De formación teológica, M. Daly se dedica a analizar los mitos llegando a la certera conclusión de que la única religión que prevalece en todas partes es el culto al patriarcado. Propone desarrollar una conciencia ginocéntrica y biofílica de resistencia frente a la civilización falotécnica y necrofílica dominante.

Este ecofeminismo, llamado hoy en día clásico, es claramente un feminismo de la diferencia que afirma que hombres y mujeres expresan esencias opuestas: las mujeres se caracterizarían por un erotismo no agresivo e igualitarista y por aptitudes maternales que las predispondrían al pacifismo y a la preservación de la Naturaleza. En cambio, los varones se verían naturalemnte abocados a empresas competitivas y destructivas. Este biologicismo suscitó fuertes críticas dentro del feminismo, acusándole de demonizar al varón. Su separatismo lesbiano y su ingenuidad epistemológica (esencialismo) hicieron de este primer ecofeminismo un blanco fácil de las críticas de sectores feministas mayoritarios carentes de sensibilidad ecológica. Actualmente, todavía, se suele asociar el nombre de ecofeminismo únicamente a esta primera forma del movimiento y de la teoría y se desconoce las tendencias constructivistas más recientes.

Ecofeminismos espiritualistas:

Vinculados a las tendencias místicas del primer ecofeminismo pero alejándose de la demonización del varón, hemos conocido en los últimos años un fenómeno nuevo: la teoría feminista que viene del Sur. Debo aquí citar un nombre muy conocido, el de la física nuclear y filósofa de la India Vandana Shiva. Combinando las aportaciones de historiadoras feministas de la ciencia como Evelyn Fox Keller o Carolyn Merchant con su propia tradición filosófico-religiosa, V. Shiva realiza una seria crítica del desarrollo técnico occidental que ha colonizado el mundo entero. Afirma que "lo que recibe el nombre de desarrollo es un proceso de mal desarrollo, fuente de violencia contra la mujer y la naturaleza en todo el mundo (...) (el mal desarrollo) tiene sus raíces en los postulados patriarcales de homogeneidad, dominación y centralización que constituyen el fundamento de los modelos de pensamiento y estrategias de desarrollo dominantes".

Por los libros de V. Shiva, hemos podido saber lo que los medios de comunicación silencian: existen movimientos de resistencia al mal desarrollo. Uno de ellos es el de las mujeres Chipko, de las que Vandana Shiva se hace portavoz. Basándose en los principios de noviolencia creativa de Gandhi, las mujeres rurales Chipko, en nombre del principio femenino de la Naturaleza de la cosmología de la India, consiguieron detener la deforestación total del Himalaya turnándose en la vigilancia de la zona y atándose a los árboles cuando iban a talarlos. Enfrentándose a sus maridos, dispuestos a vender los bosques comunales, las mujeres Chipko adquirieron conciencia de grupo y posteriormente continuaron luchando contra la violencia doméstica y por la participación política.

En América Latina, particularmente en Chile, Brasil, México, Uruguay, Bolivia, Argentina, Perú y Venezuela, en el rastro dejado por la Teología de la Liberación, se está iniciando actualmente la elaboración de un pensamiento teológico ecofeminista. Así, la teóloga brasileña Yvone Gevara sostiene que hoy en día la justicia social implica ecojusticia. Este ecofeminismo latinoamericano se caracteriza por su interés en las mujeres pobres y su defensa de los indígenas, víctimas de la destrucción de la Naturaleza. Llama a abandonar la imagen patriarcal de Dios como dominador y el dualismo de la antropología cristiana tradicional (cuerpo/espíritu). La trascendencia ya no estará basada en el desprecio de la materia sino que se definirá como inmersión en el misterio de la vida, pertenencia a un todo que nos trasciende. Será concebida como "experiencia de la belleza, de la grandiosidad de la naturaleza, de sus relaciones y de su interdependencia". En esta teología latinoamericana, el ecofeminismo es una postura política crítica de la dominación, una lucha antisexista, antirracista, antielitista y anti-antropocéntrica (debemos respetar a las demás criaturas vivas, no sólo al ser humano).

Ecofeminismos constructivistas:

Bajo este título unificador, dados los estrechos límites de este trabajo, daré solamente dos ejemplos de las distintas teorías y movimientos ecofeministas que no comparten el esencialismo de las clásicas ni se nutren en las fuentes religiosas de las espiritualistas del Tercer Mundo, aunque compartan, según los casos, algunas de sus posiciones (antirracismo, antiantropocentrismo, antielitismo...). El ambientalismo feminista de Bina Agarwal es una buena muestra de la posición constructivista. Economista de formación, originaria de la India como Vandana Shiva, critica la teoría de ésta que atribuye la actividad protectora de la Naturaleza de las mujeres de su país al principio femenino de la cosmología. Para Agarwal, el lazo que ciertas mujeres sienten con la Naturaleza tiene su origen en sus responsabilidades de género en la economía familiar. Piensan holísticamente y en términos de interacción y prioridad comunitaria por la realidad material en la que se hallan. No son las características feministas o cognitivas propias de su sexo sino su interacción con el medio ambiente (cuidado del huerto, recogida de leña) lo que favorece su conciencia ecológica. La interacción con el medio ambiente y la correspondiente sensibilidad o falta de sensibilidad ecologista generada por ésta dependen de la división sexual del trabajo y de la distribución del poder y de la propiedad según las divisiones de clase, género, raza y casta.

Desde otra perspectiva, una de las más destacadas teóricas actuales del feminismo ecologista, Val Plumwood, constituye un buen ejemplo de la crítica constructivista. Esta filósofa australiana ha insistido en el carácter histórico, construido, de la racionalidad dominadora masculina. La superación de los dualismos jerárquizados Naturaleza/Cultura, Mujer/Hombre, Cuerpo/Mente, Afectividad/Racionalidad, Materia/Espíritu exige un análisis deconstructivo. Utilizando aportaciones muy diversas (reivindicaciones de igualdad de Simone de Beauvoir, critica al androcentrismo del ecofeminismo clásico, teoría de las relaciones objetales...) examina la historia de la filosofía occidental desde los griegos como la construcción de un yo masculino dominador, hiperseparado de su propio cuerpo, de sus afectos, de las mujeres, de los demás seres vivos y de la Tierra que lo sustenta. Esta visión fantasiosa de la propia identidad humana, utilizada como legitimación del dominio ha conducido a la civilización destructiva actual. Pero no es una esencia sino un fenómeno histórico, una construcción.

El problema de la praxis:

El ecofeminismo clásico espiritualista inspiró a numerosos grupos feministas pacifistas como el de Greenham Common. La mística diferencialista se manifestó apta para movilizaciones de gran impacto en las que se utilizaron los elementos del mundo tradicional femenino con maestría política: por ejemplo, se tejieron redes en torno a los misiles de las bases militares. En resumen, su debilidad teórica (esencialismo) es su fuerza práctica. Pero, podemos preguntarnos, ¿favorece al colectivo femenino la utilización de los estereotipos de género? Es comprensible que la naturalización de la Mujer, utilizada desde tiempos remotos para la exclusión de las mujeres del mundo de la cultura, suscite graves reparos en las filas feministas. ¿Decir que las mujeres estamos más cerca de la Naturaleza por nuestra capacidad materna no es volver a encerrarnos en los límites de las funciones reproductivas? Y, por otro lado, ¿la exaltación de lo inferiorizado desde posiciones de no poder es capaz de alterar los valores establecidos? ¿No estaríamos agregando un trabajo más a las oprimidas, la de ser salvadoras del ecosistema invocando su esencia? Desde el constructivismo de posiciones de corte economicista como las de Agarwal, todo se reduce a tomar medidas prácticas de conservación del medio ambiente que se apoyen en el saber tradicional de las mujeres rurales, sustituir el monocultivo industrial por la diversidad de semillas autóctonas, descentralizar y favorecer la participación de los grupos desfavorecidos en la toma de decisiones. Esto es indudablemente útil y necesario pero, como señala la ecofeminista alemana Barbara Holland-Cunz, este tipo de críticas al ecofeminismo espiritualista ignora la aportación de éste a la conciencia contemporánea: la imagen de un diálogo horizontal, democrático, empático con la Naturaleza. Al perder esta nueva sensibilidad, tales críticas vuelven a considerar a la Naturaleza como mero recurso a disposición de los humanos. El mismo término medio ambiente expresa ese reduccionismo por el que la Naturaleza aparece como simple escenario en el que los humanos realizan sus proezas. Finalmente, señalaré que la potencia teórica de los feminismos ecologistas de tercera generación, como el de Plumwood, constituye su debilidad práctica. La complejidad de su análisis y el rechazo de la mística de la feminidad natural despojan de herramientas útiles a la hora de las movilizaciones. De hecho, no se pueden extraer indicaciones claras de lo que debería ser una actividad ecofeminista derivada de su obra. Y sin embargo...

El feminismo ecologista como nuevo proyecto ético y político:

...más allá de todos los problemas teóricos y prácticos de un feminismo que se encuentra actualmente en plena elaboración y discusión, creo en la validez de un feminismo ecologista crítico que planteara una alternativa a la crisis de valores de la sociedad consumista e individualista actual. Las aportaciones de dos pensamientos críticos -feminismo y ecologismo- nos ofrecen la oportunidad de enfrentarnos no sólo a la dominación de las mujeres en la sociedad patriarcal sino también a una ideología y una estructura de dominación de la Naturaleza ligada al paradigma patriarcal del varón amo y guerrero. Nuestra autoconciencia como especie humana ha de avanzar hacia la igualdad de mujeres y hombres en tanto partícipes no sólo de la Cultura sino también de la Naturaleza. Esto incluye tanto la participación de las mujeres en el ámbito de la Cultura como la plena aceptación en lo propiamente humano de aquellos elementos despreciados y marginalizados como femeninos (los lazos afectivos, la compasión, la materia, la Naturaleza). Obtener una visión más realista de nuestra especie como parte de un continuo de la Naturaleza y, consecuentemente, tratar a los seres vivos no humanos con el respeto que merecen. Superar el sexismo, el androcentrismo, el racismo y el antropocentrismo son las metas de esta nueva forma de feminismo. El feminismo no debe cerrarse a las nuevas preocupaciones y sensibilidades de las mujeres. El ecologismo es una de ellas. Y si creemos que el feminismo ha de plantear horizontes utópicos en el sentido etimológico de utopía (ou-topos, aquello que todavía no ha tenido lugar pero puede tenerlo), podemos ver que el feminismo ecologista tiene mucho que aportar.

Alicia H. Puleo es directora de la Cátedra de Estudios de Género de la Universidad de Valladolid. Artículo de la revista El Ecologista (número 31, verano del 2002).



Más recursos sobre ecofeminismo:

"Desarraigar el patriarcado"

"El ecofeminismo dice 'basta ya de esperar'... Nos encontramos en un estado de emergencia y tenemos que hacer algo al respecto ya... alrededor del mundo las economías, las culturas y los recursos naturales están siendo saqueados, así que el 20% de la población mundial (norteamericanos y europeos privilegiados) pueden continuar consumiendo el 80% de sus recursos en nombre del progreso"
-- Lynn Wenzel citada en "Desarraigar el patriarcado", de Joy Pincus, WIN Magazine.


http://www.wloe.org/que-es-el-ecofeminismo.308.0.html#

La campesina que se convirtió en emperatriz, Catalina I de Rusia (1684-1727)


Catalina I fue la primera consorte de Rusia que ostentó el título de emperatriz. Su esposo, Pedro I el Grande, así lo dispuso. Nada importaba al zar que Catalina fuera de origen humilde y analfabeta. Compartió con Catalina el gobierno de Rusia al nombrarla corregente en 1724 y dejó su reino a su esposa, quien ostentó el título de zarina en solitario durante dos años. Con Catalina I Rusia se inició un siglo en el que el vasto reino fue gobernado por zarinas que culminaría en el periodo regido por la gran Catalina II. Años de turbulencias, golpes de estado continuos, guerras exteriores y continuos cambios de gobierno que fueron gobernados por cetros femeninos.

La campesina sueca
Marta Skavronska nació el 15 de abril de 1684 en la ciudad letona de Jakobstadt. Pronto quedó huérfana de sus padres, Samuel Skavrosnky y Elisabeth Moritz, a causa de una epidemia de peste. Marta pasó su infancia viviendo como sirvienta en casa de un pastor luterano llamado Ernest Glück, sin recibir ningún tipo de educación por lo que fue una niña analfabeta.

Con los años pasó al servicio de Alexander Ménshikov, un príncipe perteneciente a la corte del zar ruso Pedro I. Marta se convirtió en amante de Alexander con el que mantuvo una larga relación.

La esposa secreta del zar
En 1703 Marta, quien había estado en contacto con la recién estrenada corte de San Petersburgo, se convirtió en amante del zar. Cuatro años después, en 1707, Marta y el zar Pedro se casaban en secreto. La que fuera sirvienta, se convirtió a la fe ortodoxa y se cambió el nombre por el de Catalina Alekséievna. Pedro I encerró en un convento a Eudoxia Lopukhina, su esposa oficial, y condenó a muerte a su propio hijo Alexis Petrovich.

Catalina y Pedro se quisieron y amaron durante todo el tiempo que vivieron juntos. De los muchos hijos que tuvieron sobrevivieron Ana e Isabel. Esta se convertiría en emperatriz años después y designaría como heredero a su sobrino, Pedro, hijo de Ana, al que casaría con la futura Catalina II.

La primera zarina
En 1724 el zar nombró corregente a Catalina. Un año después, el 8 de febrero de 1725, tras la muerte de su esposo, se convertía en zarina a pesar de la oposición de un sector de la nobleza que apoyaba al príncipe Pedro, hijo del desaparecido zarévich Alexis Petrovich.

A pesar de su falta de educación y de sus humildes orígenes, Catalina I gobernó Rusia durante dos años apoyada por su antiguo amante Menshikov y un consejo secreto. Intentó seguir la obra de su difunto esposo y agradar a sus enemigos políticos nombrando al príncipe Pedro como su sucesor. 

El 17 de mayo de 1727, con tan sólo 43 años de edad y después de haber gobernado durante un breve período de dos años en solitario, la primera emperatriz rusa, Catalina I, falleció. Enterrada en la fortaleza de San Pedro y San Pablo, aquella sirvienta nacida Marta y convertida en zarina por el amor de Pedro el Grande, abrió el camino a otras emperatrices que gobernaron Rusia en años posteriores. 

 Si quieres leer sobre ella

Las zarinas, Henry Troyat
Género: Biografías







Por Sandra Ferrer

miércoles, 10 de octubre de 2012

Pobre niña rica, Barbara Hutton (1912-1979)


Un compositor inglés llamado Noël Coward compuso una canción con este título inspirándose en una bella dama estadounidense, rica, excesivamente rica. Esa dama era Barbara Hutton, una multimillonaria que se pasó la vida buscando la felicidad en brazos de amantes y esposos que no supieron darle lo que necesitaba. Heredera de una de las más grandes fortunas de Norte América, Barbara Hutton moriría sola y arruinada, tras haber tenido una vida de lujos extremos. Fue sin duda, un ejemplo claro del tópico que afirma que el dinero no da la felicidad. Barbara la buscó toda su vida pero nunca la encontró.

Herencia maldita
Barbara Woolworth Hutton nació el 14 de noviembre de 1912 en la ciudad de Nueva York. Barbara era nieta de Frank Winfield Woolworth, magnate de los almacenes que llevaban su apellido y que había amasado una enorme fortuna. La madre de Barbara, Edna, una de las tres hijas del rico empresario, estaba casada con Franklyn Laws Hutton. La pareja vivía feliz en una mansión construida en la Gran Manzana, primero, y en una suite de lujo del hotel Plaza, después.

La vida de la pequeña Barbara sufrió un duro golpe cuando en 1917 la prensa del corazón, que tanto daño le harían a ella misma en el futuro, publicó unas fotografías de un idilio de su padre. La reacción de Edna fue terminar con su vida. Barbara no sólo tuvo la desgracia de perder a su madre de un modo tan dramático sino que fue ella misma quien descubrió el cuerpo en la lujosa suite del hotel donde vivían. 

Con tan sólo cinco años, huérfana de madre y con un padre díscolo y despreocupado, se trasladó a vivir a la mansión de sus abuelos en Winfield Hall. Con una abuela senil y un abuelo sumido en la más profunda de las tristezas por la muerte de su hija, Barbara tuvo una infancia triste.

Tres años duraría aquella existencia tediosa. A la muerte de sus abuelos, la herencia Woolworth se repartió entre las dos tías de Barbara y ella misma, única hija de Edna. Así, Barbara se convirtió en 1924, en una jovencísima multimillonaria de poco más de 12 años, con una fortuna que rondaba los veintiocho millones de dólares.

Empezó entonces un largo y penoso periplo por distintas mansiones de la familia Woolworth, instalándose en casa de familiares y acudiendo a carísimos colegios de élite en los que nadie se atrevía a acercarse a aquella niña poseedora de tamaña fortuna.

En 1926 Barbara se trasladó a vivir con su padre y su madrastra a Nueva York donde pasó un tiempo tranquilo al lado de Irene Curley, la nueva esposa de Frank, con la que mantuvo una buena relación. Pero su padre decidió que con 14 años su hija ya podía valerse por si misma, así que desbloqueó la fortuna heredada por Barbara para que se pudiera independizar.


Barbara Hutton iniciaba una vida sola. Seguiría estudiando e intentando disfrutar de la vida en una incesante búsqueda de amistades para no sentirse sola. Poco tiempo después, con 21 años, conocería el amor, su primer amor, el primero de una larga lista de hombres que se convertirían en sus siete maridos. 

El amor de un príncipe
En uno de sus viajes por Europa, Barbara conoció a un apuesto príncipe georgiano llamado Alexis Mdivani, prometido entonces de una amiga suya, Louise Astor Van Alen. Años después se rencontraría con el entonces matrimonio Mdivani en París. Era sólo cuestión de tiempo que la atracción que sentían Alexis y Barbara, conocida por todos sus allegados, provocara el divorcio de él. Un año después de la separación de Van Alen, Alexis Mdivani se casaba con la bella millonaria norteamericana a pesar de la negativa del padre de Barbara. El nuevo matrimonio del príncipe ruso y la rica heredera viviría una larga luna de miel, viajando alrededor del mundo y gastando el dinero sin ninguna preocupación en todo tipo de lujos. Pero a su llegada a Londres, para descansar del largo viaje, la relación de la pareja estaba tocada de muerte. La pasión, que no el amor, se había disipado.

En una fiesta organizada por Alexis para celebrar el vigésimo segundo cumpleaños de su aún esposa, Barbara empezó a flirtear con un conde llamado Court Haugwitz-Reventlow, que se convertiría primero en su amante y después, en 1935, en su segundo esposo.

El amor de un conde
El divorcio y posterior boda se produjeron en un intervalo de tiempo de poco más de 24 horas. Barbara se casó con Court en una ceremonia sencilla en Reno. La prensa no dejó pasar la ocasión para criticar a la frívola millonaria que se divorciaba y se casaba con tanta frivolidad.

De su matrimonio con el conde danés nacería Lance, el único hijo de Barbara. Al final, parecía que la Hutton había conseguido formar una familia más o menos normal. Instalada en una gran mansión en Londres, Barbara disfrutó de uno de los momentos más dulces de su vida rodeada de amor y de lujos mientras los trabajadores de los almacenes Woolworth, al otro lado del Atlántico, criticaban a su derrochadora dueña y hacían huelga para exigir salarios más dignos.

La mala imagen de Barbara en su país de origen empeoró cuando renunció a la nacionalidad estadounidense por petición de su marido quien la convenció para que mantuviera solamente la nacionalidad danesa. 

A pesar de todo, el segundo matrimonio de Barbara terminaría pronto. El 28 de julio de 1938 firmaban un acuerdo de divorcio. A punto de estallar la Segunda Guerra Mundial, Barbara volvió a Nueva York con su hijo. El hostil recibimiento que sufrió por parte de la prensa y de los trabajadores de sus almacenes la obligaron a marchar a California donde la esperaba el que iba a ser su tercer marido.

El amor del actor
Barbara Hutton había conocido al famoso actor Cary Grant en 1938 en un barco cuando iba hacia Inglaterra. Ya entonces habían mantenido una discreta relación que ahora, libre de su segundo marido, no tenía que ocultar. 


El 8 de julio de 1942 Cary y Barbara se casaban en California en la más estricta intimidad. Pero una vez más, su matrimonio le dudaría poco más de tres años. El actor y la millonaria llevaban vidas muy distintas y Cary no pudo soportar la presión de la prensa. En febrero de 1945 terminaba su historia de amor. Aunque Barbara y Cary mantuvieron una posterior relación cordial, lo cierto es que con 33 años, Barbara estaba de nuevo sola. 

Después de mantener algún que otro romance, entre ellos uno con el también actor Errol Flyn, Barbara se trasladó a vivir a un palacio en la ciudad marroquí de Tánger conocido como Sidi Hosni. Después de gastar ingentes cantidades de dinero en decorar su nuevo hogar, lo convirtió en el centro de las fiestas y las tertulias de la alta sociedad mundial.

El amor de otro príncipe
En 1948 Barbara volvía a casarse de nuevo. Otro príncipe ocuparía su corazón. Aunque, mientras el primero era un príncipe con un título comprado, el segundo, Igor Troubetzkoy era un verdadero príncipe.

Durante su cuarto matrimonio, Barbara vivió mucho tiempo separada de su marido a causa de varias hospitalizaciones sufridas por una inflamación en los riñones primero y un tumor en el ovario derecho más tarde. Cuando la joven millonaria tuvo que asumir que se había quedado estéril remprendió con los malos hábitos de la bebida y el abuso de medicamentos que había iniciado tiempo atrás. A todo esto se sumó un diagnóstico de anorexia nerviosa. 

En 1951 terminaba su matrimonio con el príncipe ruso y Barbara se trasladó a vivir a Tucson para poder estar más cerca de su hijo.

El amor del playboy
En mayo de 1953 Barbara se fue con Lance a Francia para asistir a un campeonato de polo en el que participaba su hijo. Allí conoció al que se convertiría en su quinto marido, Porfirio Rubirosa, un jugador de polo dominicano famoso por su fama de playboy. Ese mismo año se casaban en Nueva York. En esta ocasión ya desde el principio Porfirio se mostró distante con su enésimo capricho amoroso y se aprovechó sin ningún reparo del dinero de su esposa. No terminaron el año juntos.

Tras meses de viajes buscando no se sabe muy bien qué, Barbara anunció su sexto matrimonio. 

El amor del barón
Esta vez se trataba de Gottfried Kurt Freiherr, un barón amigo de Barbara desde hacía muchos años. La boda se celebró en Versalles el 25 de noviembre de 1955 y, a pesar de que la pobre Barbara estaba convencida que esta vez era la definitiva, el inevitable interés de Gottfried por los hombres impidió que aquel fuera un matrimonio feliz. 

El alcohol y los somníferos continuaron siendo su consuelo. Separada en 1959, y tras haber vivido el enésimo romance con otro hombre, Barbara regresó a Marruecos. Allí conocería al séptimo y último de sus maridos.

El amor del químico
Pierre Raymond Doan era un químico vietnamita que estaba casado y tenía dos hijos, situación que no fue un problema para la pareja de enamorados. Pierre y Barbara se casaron en 1964 para divorciarse pocos años después. 

Pero el golpe más duro que recibiría Barbara Hutton le llegaría en julio de 1972 cuando su único hijo Lance moría en un accidente de avioneta. Desde entonces hasta su muerte, no levantó cabeza. 

Barbara Hutton terminó sus días en California, sola, arruinada por culpa de la mala gestión de sus gestores y ayudada tan sólo por los medicamentos y el alcohol. 

El 11 de mayo de 1979 moría en un hospital de Beverly Hills por un ataque al corazón. Al entierro de la que fue una de las millonarias más famosas y controvertidas del siglo pasado, asistieron una decena de personas. 

Barbara Hutton pasó toda su vida gastando su fortuna y buscando la compañía y el amor de muchas personas que no supieron vivir al lado de una de las mujeres más ricas del mundo. Al final no pudo comprar el cariño ni el amor que tanto necesitó.

 Si quieres leer sobre ella 

Divas rebeldes
Cristina Morató







 Películas que hablan de ella 



Pobre niña rica

lunes, 8 de octubre de 2012

Señales de que soy machista de izquierda

Este listado contiene pensamientos y actitudes de machismo de izquierda, algunas que he tenido yo y otras que he visto en otros. Se va actualizando a medida que encuentro nuevas.

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* Cuando simpatizo con la causa de la liberación de la mujer solo en tanto y en cuanto me parezca funcional a "mi" causa de la liberación del proletariado. En el momento en que el feminismo se sale de esos límites "proletarios", ya tengo preparado el "burgués" y "pequeñoburgués".

* Cuando minimizo o desecho las luchas feministas diciendo "el verdadero problema es el capitalismo" (y de esa manera demuestro mi ignorancia sobre cómo se articulan capitalismo y patriarcado y sobre la influencia reaccionaria que tiene el machismo sobre la clase trabajadora).

* Cuando, al igual que la derecha cuando justifica el orden social clasista-jerárquico haciendo extrapolaciones arbitrarias de la biología, hago lo mismo respecto a los comportamientos y roles de varones y mujeres. De esa manera contribuyo a la invisibilización y por lo tanto a la marginación de todos los estilos de vida que no cumplen con la heteronorma.

* Cuando no puedo dejar pasar la ocasión de decir "el verdadero problema es de clase" cada vez que se dice algo desde una perspectiva de género.

* Cuando solamente veo al machismo en sus manifestaciones más visibles y explícitas (feminicidio, trata, violencia doméstica, violaciones, discriminación laboral) y me niego a verlo en sus manifestaciones más sutiles (acoso callejero, inequidad en el reparto de las tareas domésticas, violencia verbal, simbólica y psicológica).

* Cuando hago mucho aspaviento por los actos de machismo cometidos por burgueses, políticos, figuras públicas pero me hago el distraído sobre el machismo en mi clase social, en mi laburo, en mi partido.

* Cuando solamente denuncio el machismo y la homo/transfobia de políticos, empresarios, comunicadores, policías u otros agentes directos de la opresión y nunca interpelo al machismo de los varones de clase obrera en general ni el de mis compañeros de partido en particular.

* Cuando descalifico las luchas feministas que me molestan diciendo "feministas eran las de antes", lo cual es una manera más políticamente correcta de decirles "feminazis".

* Cuando creo que la solución del machismo pasa únicamente por realizar ciertas reformas institucionales, y excluyo mi propia autotransformación.

* Cuando intelectualizo las discusiones desde un lugar de "objetividad científica" como excusa para no empatizar con el punto de vista "demasiado subjetivo" de las víctimas del machismo.

* Cuando le doy más valor a mis TEORÍAS sobre el género y la diversidad sexual que a las EXPERIENCIAS de mujeres y gente LGBT.

* Cuando la juego de "escéptico" como excusa para no investigar concretamente sobre el tema ya que... ¿quién necesita datos si ya tiene LA teoría revolucionaria?

* Cuando ridiculizo las reivindicaciones feministas/LGTB por "exageradas", sin hacer el mínimo esfuerzo por ponerme en el lugar de las personas marginadas.

* Cuando demuestro incomodidad y me pongo hostil ante la crítica radical del machismo, tomándome todo a personal y diciendo cosas como "yo no tengo la culpa de siglos de opresión".

* Cuando todas mis posiciones sobre el tema están diseñadas para no quedar pegado a la derecha, pero sin que eso implique un compromiso real de mi parte con esta causa.

* Cuando me creo con el derecho de emitir cualquier opinión ignorante, prejuiciosa, y paranoica sobre temas de sexo-género, ya que no son lo suficientemente importantes como para investigarlos. Cuando creo que son "los otros" los que tienen que convencerme, y no yo el que tiene que aprender.

* Cuando coincido con la gente de derecha en preguntar "¿por qué feminismo y no igualismo?", lo cual indica que ni siquiera me importa el tema para hacer una búsqueda en google pero me siento amenazado o desplazado por un movimiento que pregona la libertad y el poder para las mujeres.

* Cuando señalo el hecho -verdadero- de que hay machistas en las organizaciones izquierda porque sus miembros también vienen de la sociedad capitalista y patriarcal a la que combaten, pero lo hago para justificar ese machismo de "los compañeros" y no para arrimar mi hombro a la tarea.

* Cuando digo "después de la revolución vemos".

* Así como los machistas de derecha buscan ejemplos de mujeres que agreden hombres o falsas denuncias contra hombres o situaciones donde las mujeres son privilegiadas o los hombres sufren más para querer desmentir el patriarcado, yo busco situaciones donde hay feminismo burgués o blanco para justificar que la izquierda no tiene nada que aprender del feminismo.

* Cuando soy muy revolucionario hablando de capitalismo y socialismo pero me convierto en "pragmático y realista" hablando de machismo y feminismo.

* Cuando digo que el socialismo no tiene nada que tomar del feminismo porque "la cuestión de la mujer" ya estaba planteada en algún texto socialista de siglos pasados.

* Cuando ante una expresión de odio y de ira por los femicidios, las violaciones, y el discurso que minimiza la violencia hacia la mujer, me pongo desde un lugar progre a dar sermones del tipo "esa no es la manera, hay que educar". Total, yo no soy el que tiene que convivir con la impotencia y con la tristeza de pertenecer al grupo vulnerado.

* Cuando pongo más énfasis en criticar al feminismo por cómo comunica sus ideas que a la cerrazón mental machista, producto de privilegios y no solo de "ignorancia".


Todo esto no es ningún secreto. Lo saben mujeres, gays, y gente trans: no hay nada más parecido a un machista de derecha que un machista de izquierda.

miércoles, 3 de octubre de 2012

La infinitud del amor, Tullia d'Aragona (1510-1556)


El renacer de la cultura clásica vivido en Italia primero y el resto de Europa más tarde durante el siglo XVI fue obra también de nombres propios femeninos. Aunque hubo hombres que intentaron por todos los medios reprimir las voces de algunas de esas mujeres pensadoras, filósofas o artistas, no pudieron frenar sus deseos de saber. El Renacimiento también tuvo como protagonistas destacadas mujeres. Tullia d’Aragona, filósofa y poeta, fue una de ellas. Aunque su vida se difumina en las incertidumbres de la historia no escrita, su obra es un ejemplo de sabiduría y belleza.

La hija de la cortesana
Tullia d’Aragona habría nacido en Roma en una fecha indeterminada entre 1508 y 1510, en el seno de una familia acomodada que habría dado a Tullia una buena educación1. Su madre, Giula Campana, era una cortesana y es más que probable que enseñara a su propia hija los entresijos de esa profesión2. Sobre su padre, hay quienes afirman que fue Costanzo Palmieri d'Aragona, mientras otros aseguran que era un caballero descendiente de una rama ilegítima del rey de Nápoles, Fernando de Aragón.

La infancia de Tullia d’Aragona transcurrió en Roma pero pronto dejó la Ciudad Eterna para establecerse en distintas ciudades. Venecia, Bolonia, Florencia o Adria, ciudad natal de su madre, fueron algunos de los destinos de Tullia. En esta última ciudad, Tullia y su madre habrían pasado un tiempo tras el nacimiento de Penelope d’Aragona, a quien algunos suponen hija y otros hermana. Otro hijo, habido años más tarde, estando ya casada, conocido como Celio, tendría la bella poetisa, sin conocerse con exactitud su paternidad. 

Una de las pocas fechas que están documentadas en la vida de Tullia fue el 8 de enero de 1543, cuando contrajo matrimonio con Silvestro Guicciardi de Ferrara. Un matrimonio del que poco o nada más se sabe.

Poco tiempo después, alrededor de 1545, Tullia se instaló en Florencia, en la corte de Cosme I de Medici, bajo la protección de la duquesa Leonor de Toledo. En 1548 Tullia regresaba a Roma, donde viviría hasta su muerte, en 1556.

La cortesana
Tullia d’Aragona fue una mujer culta, capacitada para mantener conversaciones filosóficas3 y con un gran talento para la poesía. Como cortesana, Tullia tuvo una importante vida pública y fue elogiada como una gran dama del Renacimiento, bella e inteligente, aunque también fue objeto de críticas por parte de muchos de sus detractores. 

La obra de Tullia d’Aragona está formada por una prolija producción poética con la que deleitaba en los salones literarios de las distintas ciudades en las que vivió. Pero también escribió una obra filosófica, su Dialogo della Infinità di Amore (Diálogo sobre la infinitud del amor). Publicada por primera vez en Florencia en 1547, la obra de Tullia se basaba en las disquisiciones sobre el amor y la belleza planteados en el Banquete de Platón. Pero Tullia dio un giro a las ideas platónicas del amor y consideró que se debía conceder más valor no al que ama, sino a la persona amada4. Para Tullia, el amor infinito nacía de la razón y no de la pasión, defendiendo la unión espiritual por encima de la unión física, algo que entraba en contradicción con su papel de cortesana y que le valió más de una burla. 

La fama como cortesana, poeta, filósofa y erudita no sirvieron de mucho a una joven Tullia que moriría con poco más de 46 años sola, pobre y olvidada por aquellos que habían admirado su belleza física y su talento intelectual. 

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1. Mujeres filósofas en la historia, Ingeborg Gleichauf. Pág. 45
2. Las olvidadas, Angeles Caso. Pág. 114
3. Mujeres filósofas en la historia, Ingeborg Gleichauf. Pág. 45
4. Ídem.



 Si quieres leer sobre ella 

Las olvidadas, Angeles Caso






Mujeres filósofas en la historia, Ingeborg Gleichauf








Encyclopedia of Women in the Renaissance: Italy, France, and England, Diana Maury Robin,Anne R. Larsen,Carole Le







Por Sandra Ferrer