RADIO "PONCHOSVERDES.FM"

lunes, 9 de julio de 2012

Historia de la virilidad

Tres historiadores franceses y un vasto equipo de especialistas rastrearon la cambiante percepción social sobre el papel del hombre a través de los tiempos


Por Luisa Corradini  | LA NACION

 
Forjado por los mitos, las religiones y la política; transformado por las guerras, las ciencias y el feminismo, el concepto de virilidad ha constituido durante siglos el orgullo del hombre, al amalgamar los atributos que se han considerado distintivos del varón: fuerza, autoridad, proezas sexuales y dominación. Jaqueado por la vertiginosa evolución contemporánea, desde hace tiempo este concepto parece estar perdiendo terreno. Ese repliegue descorrió poco a poco el espeso telón que, a través de las épocas, permitió disimular una realidad inconfesable. ¿Y si a fin de cuentas la virilidad sólo hubiera sido una trampa a lo largo de la historia? El sociólogo Pierre Bourdieu (1930-2002) ya había señalado en La dominación masculina (1998): "La virilidad, entendida como capacidad reproductiva, sexual y social pero también como aptitud para el combate y el ejercicio de la violencia, es, ante todo, un peso".
En un trabajo apasionante, cuarenta especialistas reunidos para realizar una enciclopedia sobre el "hombre viril" invitan al lector a comprender la construcción y la deconstrucción de esa noción, desde la Antigua Grecia hasta nuestros días. La obra fue dirigida por los historiadores Alain Corbin, Jean-Jacques Courtine y Georges Vigarello, y publicada por Seuil. Después de leer sus tres tomos, que totalizan 1800 páginas, la sensación del lector es que el ideal del vir latino (origen de la palabra "virilidad", es decir, la cualidad de "verdadero hombre") termina francamente maltrecho.
Desde lo más recóndito de la historia, afirman los tres académicos, existe la representación de un "etos viril, hegemónico, basado en un ideal de fuerza física, firmeza moral, potencia sexual y dominación masculina". El proyecto de los responsables de esta historia cultural fue demostrar cómo, a partir de esa matriz, los modelos han variado a lo largo del tiempo, de acuerdo con los diversos contextos sociales. Los títulos de cada uno de los tres volúmenes que integran esta Historia de la virilidad corresponden a las etapas centrales que distinguen en esa evolución: el primero, Invención de la virilidad, abarca desde la Antigüedad hasta el Siglo de las Luces; el segundo,Triunfo de la virilidad, el siglo XIX, y el tercero, ¿Virilidad en crisis?, el siglo XX y lo que va del XXI.
Al comienzo fueron guerreros, héroes, patriarcas, seductores? En una palabra, todos "verdaderos" varones. Sin embargo, con el correr de los siglos, el hombre abandonó poco a poco ese lastre. ¿Para reemplazarlo por qué? Ésa es toda la cuestión. Probablemente por nada.
De la virilidad conquistadora de Julio César a la virilidad imprudente (o impúdica) de Dominique Strauss-Kahn, el poder -ya sea político, económico o intelectual- siempre estuvo acompañado por un atributo, la potencia, sin que nadie supiera muy bien cómo definirlo. Al trazar la tortuosa historia de la transformación del ideal viril en las sociedades occidentales, estos tres volúmenes, generosamente ilustrados, explican hasta qué punto esa noción está ligada al poder. Tan ligada que Juana de Arco o Margaret Thatcher son a veces todavía más viriles que los hombres.
Porque la virilidad no es una cualidad exclusiva del hombre. Los recientes debates en torno a la teoría de los géneros para saber si las diferencias sexuales son previas al nacimiento subrayaron la importancia de la cuestión. Parafraseando a Simone de Beauvoir, uno no nace viril, deviene en ello. Eso es, en todo caso, lo que surge de esta "suma homológica" dirigida por tres hombres.
Varones, tembleques y pedofilia 
En la Antigüedad, como en la edad clásica, la virilidad "no se buscaba en un diálogo con la mujer", afirma Georges Vigarello [ver entrevista aparte]. Cada uno a su manera, griegos y romanos tenían una concepción de la virilidad bastante? original, vista desde una perspectiva actual. Maurice Sartre, gran especialista en la Antigüedad helénica, subraya el "carácter pedófilo" de la educación griega.
Además de aprender el manejo de las armas y a resistir el sufrimiento, los adolescentes (de entre 12 y 17 años) eran sometidos a la "protección" de un preceptor-amante. Para los griegos adultos -sobre todo, para los poderosos-, el eros masculino era signo de distinción. De ninguna manera los amores masculinos eran considerados infames. Encerradas en el gineceo, las esposas legítimas estaban destinadas a la reproducción, sometidas a la autoridad del marido, que buscaba con más frecuencia el placer sexual en prostitutas o esclavos, masculinos o femeninos, o en relaciones adulterinas fuera del espacio patriarcal.
En la Antigüedad, masculinidad y virilidad parecen haber estado indefectiblemente ligadas, aunque eran distintas. En Esparta, por ejemplo, había dos categorías de ciudadanos, como explica el historiador Maurice Sartre: los hombres "verdaderos" y los llamados "tembleques". La virilidad era una idea central de la sociedad y la reputación de hombre viril había que merecerla. Así, todo hombre que había esquivado un combate era considerado un "tembleque" y condenado al ostracismo. Pero tenía la posibilidad de redimirse en otro enfrentamiento y recuperar así su reputación de viril.
Lo importante, tanto entre los griegos como entre los romanos, era que la formación de "lo viril" pasaba por la aceptación de una dominación, sobre todo sexual: la virilidad consistía en satisfacer los propios deseos. Para Sócrates, dejarse sodomizar era para los varones púberes un rito iniciático que les permitía acceder a esa virilidad.
Los romanos también parecen haber sido adeptos a una sexualidad desenfrenada. Orgías y otras fiestas eran ocasión para todo tipo de excesos. El vir era un marido y un varón activo, cuyas hazañas sexuales eran fuente de prestigio. El desprecio con que Suetonio decía que Julio César era el "marido de todas las mujeres y la mujer de todos los maridos" nunca alcanzó para ensombrecer su prestigio militar y político. "En Roma, la virilidad se caracterizaba, antes que nada, por una sexualidad activa y no pasiva, donde -para decir las cosas con más precisión, ya que muchos rechazan la idea de una actitud ?pasiva'-, el miembro ?pasivo' de una pareja nunca lo era totalmente. El hombre era aquel que penetraba sexualmente, sean cuales fueran el modo de penetración y la persona penetrada", escribe Jean-Paul Thuillier.
Del medioevo al Siglo de las Luces

La relación entre "dominación" y "virilidad" padeció una primera ruptura en la temprana Edad Media, cuando la Iglesia católica prohibió la sodomía y la importancia otorgada al sexo quedó relegada en beneficio de una nueva encarnación de la dominación: el caballo, la armadura y la lanza. Calificada por Georges Vigarello de "fuerza bruta y dominación indiscutida", la virilidad, a lo largo de la Edad Media y el Renacimiento, se fue adaptando a la evolución de la moral, las costumbres y el refinamiento que paulatinamente se instauraron en las cortes de los poderosos. Coraje, gloria, honor, autocontrol, elegancia y prestancia se volvieron sus atributos. No obstante, como señala Arlette Farge, es necesario distinguir entre los medios populares y los aristocráticos. La historiadora describe los placeres de la gente simple, libertina pero no exenta de violencia cuando se trataba de "la viril captación de la mujer". En todo caso, "cazar, bailar, batirse a duelo, embriagarse en la taberna y correr detrás de las jóvenes" eran las actividades principales del hombre medieval.
Más tarde, los caballeros de los siglos XVI y XVII se consagraron al arte de la danza para seducir a la mujer. Se vestían con sedas, pelucas y encajes, pero no dejaban de poner en valor la bragueta, rellena, colorida y a veces hasta adornada con un moño. Así, a pesar de su fuerte valor intrínseco, la virilidad conoció profundas variaciones en sus manifestaciones culturales y sociales. En El libro del cortesano (1528), del diplomático italiano Baldassare Castiglione (1478-1529), o en la obra de Pierre de Bourdeille, alias Brantôme (1535-1614), el concepto sólo aparece como una muestra de elegancia en el uso de nuevas armas para las cuales era necesario tener un cuerpo más ágil y deportivo. La sociedad parecía entonces alejarse de la violencia: el rey de Inglaterra Jacobo I (1566-1625) aconsejaba a su hijo que dejara de participar en juegos peligrosos como los torneos. Por el contrario, decía, "es necesario controlar a su caballo y dominar a su mujer".
La pintura da ejemplos de esa evolución de las "exigencias" de la virilidad. El retrato de Carlos V en la batalla de Mühlberg realizado por el Tiziano (1548) muestra los atributos medievales: armadura, caballo que comienza a galopar, lanza y mirada hacia el infinito. Las representaciones de Luis XIV hechas por Hyacinthe Rigaud (1659-1743), por el contrario, revelan a un rey vestido de seda, con jabot y peluca: tiene un aire mucho más afeminado, pero su mirada traduce una "virilidad política".
Michel de Montaigne observó en su momento esos cambios de los modelos de virilidad. El gran escritor francés era partidario de desterrar algunas violencias de la virilidad "a la antigua": entre 1565 y 1590 escribió contra los duelos (hubo que esperar hasta 1625 para que una ordenanza los prohibiera). Pero al mismo tiempo, en sus Ensayos calificó las nuevas armas de "armas de mujer" (es verdad que los cortesanos que se enfrentaban a punta de florete daban la impresión de estar bailando). Y fue más lejos. En sus reflexiones sobre los modelos de virilidad, Montaigne planteó que "el salvaje" (indoamericano) era un tipo de hombre específicamente viril. Fue uno de los primeros filósofos que se negó a "considerar a los salvajes como niños": "Tienen una nobleza particular y una fuerza sin duda superior a la nuestra", afirmó. El cuerpo de esos hombres considerados primitivos fascinaba a Europa aun cuando, para muchos autores, no entraban en el marco fijado por la religión ni en las reglas de comportamiento occidentales.
En el siglo XVIII, la reflexión sobre la autoridad y la dominación política cambió la percepción de la virilidad que, por primera vez, fue cuestionada con auténtica originalidad. En ese momento se comenzó a poner en duda la todopoderosa autoridad patriarcal; esa que había existido en Esparta o en la época de los caballeros, y que exigía una obediencia total al paterfamilias . En efecto, con el Iluminismo, la figura del padre -autoridad natural- se transformó en símbolo del déspota: "¡Padres, padres! Yo sólo veo tiranos", decía entonces Diderot. Los intelectuales comenzaron a interrogarse sobre la forma en que la sociedad quería imponer sus códigos y surgió la cuestión de la igualdad. ¿Por qué, por ejemplo, seguir tratando a la mujer como un ser inferior? Para muchos autores, es verdad, siguió siendo un objeto para procrear, mientras que en las nuevas formas de describir la anatomía se aseguraba que el dispositivo de fecundación de ambos sexos provocaba inevitablemente diferencias radicales. Y aunque en los salones las mujeres se imponían y dominaban la conversación, esa aparición del "yo femenino" también fue ahogada rápidamente por nuevas reglas sociales, como aquellos vestidos cerrados, extremadamente ajustados por corsés, de los que algunos pensadores incitaban a las mujeres a liberarse.
La virilidad majestuosa

Fue necesario esperar al siglo XIX para ver una virilidad erigida en virtud suprema. Fue su época de oro. Un momento que Alain Corbin conoce bien por haber estudiado sus rincones más insospechados en busca de mentalidades, sensibilidades y prohibiciones. Después de los cuestionamientos del siglo anterior, el siglo XIX comenzó con la afirmación de una "virilidad majestuosa", escribe. Las diferencias anatómicas entre hombres y mujeres determinaban más que nunca la función social de cada uno: la mujer educaba a los niños, el hombre afrontaba hacía política. Ser viril, en aquel siglo del ejército y la industria, era combatir, pero también emprender.

En el cuartel, la fábrica o el café -esos lugares en que los hombres se reunían "entre ellos"-, el varón musculoso se pavoneaba contando sus hazañas, tanto guerreras como sexuales. El cazador, el explorador, el héroe deportivo o militar eran figuras aclamadas. Los aristócratas y los nobles celebraban esas "misas" en clubes para caballeros. En el pensionado o el colegio, el jovencito era obligado a endurecerse y demostrar su naciente virilidad. En un contexto de guerras coloniales, la conscripción obligatoria y hasta la creación de batallones escolares exaltaban una virilidad asociada al culto del héroe y de la victoria. Esa nueva inflexión tuvo efectos visibles incluso en el espacio y el medio ambiente: la extensión industrial reorganizó la fisonomía de la ciudad y del paisaje. Por su parte, el colonialismo encarnó la idea de que Occidente debía dominar a las otras civilizaciones.
Pero el siglo XIX tuvo en realidad dos caras: una heroica -la del militar o la del sabio, como Louis Pasteur- y otra más oscura, con la aparición de una sospecha de impotencia, la amenaza de un retroceso de la sociedad, pues las ciudades estaban inundadas por el éxodo del campo y devastadas por los problemas de alcoholismo y prostitución. Esa corriente pesimista y subterránea alimentó durante todo el siglo la preocupación de los fisiólogos y médicos higienistas, obsesionados por el temor a la degeneración. La masturbación y la homosexualidad se transformaron en tabúes absolutos. 

El modelo viril en esa época fue enérgico, autoritario, valiente. Su contramodelo era el cobarde, el impotente y el sodomita.

Alain Corbin explica esa "influencia máxima de la virtud viril" por el trabajo de todos aquellos que trataban de codificar y jerarquizar la vida social. El "serás un hombre, hijo mío" en el célebre poema "If", de Rudyard Kipling (1865-1936), fue el grito de adhesión a esa especie convencida de haber logrado, por fin, dominar la Creación. Pero ese combate con la naturaleza y esa exaltación de la expansión colonial conducirían, no obstante, a la muerte.

Con el estallido de la Primera Guerra Mundial, la virilidad pasó a asociarse con el fin del hombre, el desastre, como lo prueban los rostros hirsutos de los soldados, símbolo de coraje, pero también de miedo, conjunción de barro y sangre. El pelo, justamente, fue durante siglos atributo de la virilidad. El ejemplo del jugador de rugby francés Sébastien Chabal -como los de cantidad de futbolistas argentinos- demuestra que el mito heredado del hombre de las cavernas todavía perdura en el subconsciente, si no colectivo, al menos publicitario.

La guerra de 1914-1918 modificó profundamente la simbología del combatiente. "En Verdún, los combates de la Gran Guerra destruyeron definitivamente en pocas semanas la puesta en escena de la virilidad guerrera. Al tropismo del cuerpo erguido sucedió el del cuerpo acostado. Ante el diluvio de plomo y acero provocado por el armamento moderno, los soldados, aterrorizados, no tenían otra solución más que tirarse al suelo y quedarse allí, encogidos, durante largas horas", escribe Stéphane Audoin-Rouzeau. Con el retorno de centenares de miles de inválidos, amputados, desmembrados no sólo de brazos y piernas, sino con frecuencia castrados por la metralla, la Primera Guerra Mundial dio un serio golpe al ideal "militar-viril", exaltado en las proezas guerreras.

A ese cambio, que hizo tambalear el prestigio de la virilidad, se sumaron otros no menos importantes en el frente laboral, sobre todo entre las dos guerras mundiales: el avance del maquinismo, la burocratización de las sociedades urbanas, el creciente desempleo engendrado por la crisis (1929) provocaron una descalificación de la figura del trabajador. A pesar de todo, aquel modelo arcaico dominante, inscripto en los roles sociales, las representaciones y la cultura de las imágenes, perduró hasta bien entrado el siglo XX. "¡De rodillas las chicas!" seguido de "¡De pie los hombres!" marcaba el rito de iniciación de los paracaidistas franceses durante la guerra de Argelia todavía en los años 1960, recuerda Stéphane Audoin-Rouzeau.

En otras palabras, aunque los valores tradicionales permanecieron, los esquemas de dominación del hombre sobre la mujer habían cambiado: en el trabajo como en el deporte, la mujer logró ocupar sitios hasta ese momento reservados a los hombres. Las mujeres antes tenían carne, ahora tenían músculos, como lo demuestra La Fiesta del Músculo, que organizaron en 1919 en el Jardín de las Tullerías de París. En El trigo verde , de Colette, el personaje de Vinca es a la vez vigoroso, bronceado y musculoso. Otro ejemplo: cuando un periódico deportivo le preguntó a Suzanne Lenglen, primera francesa victoriosa en Wimbledon en 1919, cómo hacía para tener tanto éxito, ella respondió que, decepcionada por el tenis que jugaban las mujeres, había comenzado a entrenarse para jugar como un hombre.

Así, las cualidades que fundamentan la idea de virilidad comenzaron a ser compartidas por ambos sexos. Pero las cosas nunca fueron definitivas. Precisamente en el mismo momento, el barón Pierre de Coubertin (1863-1937), responsable de la resurrección de los Juegos Olímpicos, afirmaba que las mujeres no debían practicar deportes pues no eran aptas para las actividades viriles. Y no obstante, tal vez sea justamente en el terreno de los deportes donde los atributos de la virilidad resulten más confusos. Coraje, estética, espíritu de competencia pertenecen tanto a hombres como a mujeres. La diversidad de cualidades ligadas a la virilidad siempre existió en el deporte: los pesados y los livianos, los rápidos y los lentos, los elegantes y la fuerza bruta. Y esa diversidad está presente en ambos sexos: se decía que la ciclista francesa Jeannie Longo era como un varón, mientras que el futbolista inglés David Beckham inauguró la era de los "metrosexuales". En ese terreno, hombres y mujeres pueden reivindicar cualidades equivalentes.

La virilidad fascista

Fascistas y nazis hicieron del hombre su piedra angular. La mujer es para ellos (en este caso, mejor escribirlo en presente) un ser relativo. ¿Qué mejor ejemplo que el discurso pronunciado por Adolf Hitler en septiembre de 1934 ante los miembros de la Organización de Mujeres Nacional Socialistas?: "El mundo de la mujer se limita a su marido, su familia, sus hijos y su hogar", afirmó.
En el universo totalitario, el hombre es un absoluto: fuente de todo valor moral, encarna la esencia del fenómeno fascista. Desde 1922 en Italia y 1933 en Alemania, la definición de la virilidad no toleró ningún matiz, posición intermedia o transición: la mezcla era reprobada, la indefinición, proscripta y sólo la virilidad químicamente pura era aceptada.

La exclusión de la femineidad naturalmente implica también el repudio de los afeminados. Trazar una línea divisoria hermética y rígida entre el hombre y la mujer supone rechazar toda connotación de hibridación. Esto explica la penosa suerte de los homosexuales en Alemania a partir de 1933. Las razones del odio nazi a la homosexualidad fueron múltiples: una tradición de discriminación bien anclada en las culturas y religiones occidentales, los prejuicios y rechazos de la época victoriana y el argumento angustioso, casi aterrador, del derrumbe de la natalidad nacional. No contento con ofrecer el ejemplo de una biología contra natura, el homosexual privaba a la raza del uso legítimo de sus órganos reproductores, desviados de su función.

Si el precio de esas patológicas obsesiones no hubiera sido tan alto, la lamentable virilidad orquestada por los fascismos podría ser hoy motivo de risa. Lo cierto es que esa representación del varón es indisociable de un contexto histórico reciente, origen de la gran vulnerabilidad psíquica y física de los hombres.

El espectro de la desvirilización

A partir de los años 1960-1970, las mujeres adquirieron derechos en la esfera privada, se aventuraron en el ámbito público y la violencia masculina fue condenada por la ley. Cada una de esas etapas representó un golpe a la dominación masculina, fustigada a través de la imagen del macho.
Si bien el espectro de la desvirilización representó siempre una inquietud recurrente, jamás estuvo tan presente como en la actualidad en las preocupaciones de psicoanalistas, filósofos y ensayistas que deploran un ocaso del poder masculino, la pérdida de autoridad paterna e incluso el aumento de la impotencia sexual. ¿Acaso el hombre viril es una especie en vías de extinción? La opinión de los autores no es tan rotunda. La liberación cultural, por ejemplo, instauró una mayor competencia entre hombres. La libre difusión de la pornografía valoriza las imágenes de hombres muy viriles. Un estudio de Stéphane Audoin-Rouzeau sobre las mujeres militares (presentes en las fuerzas armadas a partir de los años 70) muestra que, aun bajo la apariencia de la igualdad de sexos, el papel de los hombres sigue estando diferenciado del de las mujeres (con frecuencia mantenidas lejos del frente de combate).

La historiadora y feminista Christine Bard subraya la atracción permanente de las mujeres por la virilidad. Si antes luchaban contra una virilidad violenta y poco respetuosa del otro sexo, en la actualidad combaten más bien el sexismo. Hoy se habla más de masculinidad que de virilidad, una masculinidad despojada de la misoginia y del falocentrismo. Una cosa es segura: en el gran escaparate de las identidades sexuales actuales, donde es posible encontrar tanto mujeres viriles como padres definitivamente maternales, está cada vez más devaluada la imagen del macho dominador, insensible y "que sólo piensa en eso".

No obstante, sería absurdo hablar de un crepúsculo del pene. El cuerpo nunca estuvo tan presente en las pantallas. "El hombre viril no camina: muestra su cuerpo", explica Jean-Jacques Courtine. Basta con detenerse en todo aquello que puede ser calificado de viril: un miembro, un apretón de manos, un gesto, una apariencia? Aunque todo eso se ha transformado -a la fuerza sucedió la fragilidad; a la autoridad, la inestabilidad; al control, la hesitación-, es considerado viril todo aquello que tiene alguna relación con el cuerpo y casi ninguna con el intelecto. Si bien es posible adivinar en algunas personas ciertos "pensamientos viriles", nunca se hablará de espiritualidad o de sabiduría viriles.
"En los suburbios pobres, en los llamados ?barrios difíciles' de las grandes ciudades, surgió con fuerza la cuestión de la violencia urbana a partir de la década de 1990. En el centro de esa violencia, a veces real y otras imaginaria, la cultura viril está encarnada en la figura de los ?granujas o vagos' y representada como exclusivamente...agresiva', como lo demuestran tanto el cine europeo como el estadounidense", escribe Christelle Taraud.

En la actualidad, el ADN de la virilidad se fabrica en los laboratorios de Pfizer. El Viagra devolvió energía a los miembros fatigados. Una virilidad con prescripción médica, pero sin prescripción de edad (o casi). Las pequeñas píldoras azules nos ponen frente a una hipermasculinidad contemporánea que pasa del enlarge your penis de Internet a la violencia de las actitudes contra las mujeres en ciertos medios sociales. La dimensión griega antigua de la sabiduría en la virilidad se esfuma para dejar paso a la voluntad de potencia. "La virilidad está siempre, necesariamente, en estado de crisis. Lo está cada vez que la realidad contradice ese ideal de poder que la impotencia niega; cada vez que la historia real manifiesta factores de desestabilización de la potencia masculina que supone la virilidad. Es decir, en forma permanente", constata Jean-Jacques Courtine. "El ideal de la virilidad sólo puede permanecer intacto a condición de borrar la historia", precisa.

"El objetivo del mito es proponer un modelo lógico para resolver una contradicción", escribió el antropólogo Claude Lévi-Strauss. Se podría agregar en este caso que el mito viril sirve para responder a la irresoluble contradicción entre el deseo de omnipotencia y el fantasma de la impotencia masculina. En realidad, toda la base social tradicional de la virilidad cambió en los últimos cien años: el trabajo en la fábrica o en el campo fundamentaba la representación del trabajo viril. Hoy, la desaparición de las bases profesionales tradicionales y el desarrollo del sector terciario redistribuyeron los roles: con frecuencia, hombres y mujeres ocupan las mismas funciones.
Lo importante es que -según los autores de esta historia cultural- la virilidad siempre estuvo en posición de fragilidad, aun cuando, a pesar de las grandes rupturas, perduraron ciertas características del pasado. Courtine se interroga, por ejemplo, sobre el culto de la musculatura viril en Estados Unidos, donde el body building reina en todas partes, engendrando un mercado del cuidado del cuerpo de gigantescas proporciones.

Ese culto de la virilidad, presente en el corazón de los años 1930 y la Gran Depresión, tuvo por sucesora en la década de 1970 la musculatura patriótica, representada por Sylvester Stallone o Arnold Schwarzenegger. Hoy, la persecución de ese mito de potencia absoluta es, antes que nada, el síntoma de una virilidad que se busca a sí misma. Es mucho más que la historia de los hombres. Es la historia de sus representaciones y, sin duda, la historia de sus incertidumbres..

La reina blanca, May French Sheldon (1847-1936)


Cuando los hombres blancos civilizados de América y Europa exploraban las tierras desconocidas de África, una mujer decidió emularlos pero siguiendo sus propias normas. May French Sheldon consiguió organizar una expedición al Kilimanjaro para demostrar que las mujeres también podían ser exploradoras. Y sus expediciones demostraron que el contacto con aquellas civilizaciones podía ser amigable y pacífico. May French Sheldon, con sus vestidos, regalos y parafernalias, se ganó la estima de sus porteadores y el respeto de las tribus con las que se topó. No en vano fue conocida como la “Reina Blanca del Kilimanjaro”.

De las plantaciones sureñas a la vieja Europa
May French Sheldon nació el 10 de mayo de 1847 en Beaven, Pennsylvania, el seno de una rica familia sureña. Su padre, Joseph French, era propietario de un gran número de plantaciones. Su madre, Elizabeth Poorman, fue también una mujer excepcional al dedicarse al estudio de la medicina y la electroterapia.

Los padres de May la enviaron a Europa a estudiar. En Italia se formó, entre otras materias, en literatura, historia, geografía y medicina.

En 1876, a los 25 años, se casó con Eli Lemon Sheldon, un hombre de negocios que no sólo quiso y admiró a su esposa sino que siempre respetó sus ideas e inquietudes. La pareja se trasladó a vivir a Londres donde fundaron una editorial en la que May colaboraba como traductora. Entre otros, tradujoSalambó, del famoso escritor francés Gustave Flaubert. Entusiasmada por el mundo de la edición y la literatura, la señora Sheldon se atrevió a publicar su primera novela, Herbert Severance, una obra autobiográfica y llena de mensajes feministas. 

La atracción de África 
A finales del siglo XIX, las colonias se encontraban en pleno auge. Desde las metrópolis no sólo salían cargamentos de productos manufacturados y colonos dispuestos a encontrar una nueva oportunidad. Eran muchos los científicos y expedicionarios que se adentraban en las profundidades de aquellas tierras extrañas con el fin de descubrir nuevas culturas, animales o plantas. De todas aquellas expediciones, fue quizás la de Henry Morton Stanley una de las más conocidas. Su famosa frase "El doctor Livingstone ¿supongo?" inmortalizó a este explorador y aventurero. Casualidades de la vida, Morton Stanley era amigo del padre de May y la joven había oído en múltiples ocasiones sus conversaciones y prontó despertó en ella la curiosidad por los extraños parajes africanos.

May decidió organizar una expedición a África pero distinta a las que se habían hecho hasta el momento. La futura expedicionaria quería demostrar que las mujeres también eran capaces de participar en aquellas aventuras. No sólo eso, sino que lo haría de manera pacífica. 

Una curiosa expedición
Palanquín en el que viajaba May
Su primera intención de crear una expedición íntegramente femenina tuvo que ser desestimada por la necesaria fuerza que requería el porteo del material. Aun así, inició su aventura cuando en 1891 dejó Londres y a su marido, quien la esperaría fielmente, y se embarcó rumbo a Mombasa. May se encontró con el primer problema nada más pisar tierras africanas. Nadie quería seguir a aquella mujer extravagante y le costó mucho conseguir los más de 150 porteadores que al fin decidieron seguirla. Aquellos que en un principio recelaron de May pronto se verían cuidados y respetados por ella. May veló en todo momento por la salud de sus porteadores, los vacunó y revisó los tiempos de relevo. Los miembros de su expedición la llamarían cariñosamente Bibi Bwana, “Reina blanca”.

Así empezaba aquella curiosa expedición en la que una mujer, sentada en un gran palanquín de mimbre de forma redonda, ondeando la bandera americana y un mensaje claro, noli me tangere (no me toquéis), se adentraba en tierras extrañas en busca de los masais y el salvaje Kilimanjaro. May Sheldon viajaba con un equipaje abundante. Además de lo indispensable en una expedición como aquella, tiendas, mosquiteras, amacas, May se llevó con ella una bañera de zinc, sillas y mesas, sábanas, vajilla de porcelana y un amplio y rico vestuario. Todo ello no era un capricho de una rica y frívola europea, sino que formaba parte de sus intenciones. May creía que se podía entrar en contacto con las tribus africanas sin necesidad de usar la violencia. Actuar como una perfecta anfitriona era un objetivo. Así, la vajilla para ofrecer un buen banquete a los nativos o regalos de todo tipo, los más curiosos, cientos de anillos que grabó con su nombre. 

Cuando May se presentaba a algún jefe de tribu, lo hacía con una peluca rubia, un vestido blanco con pedrería y un sable en la cintura. Así conoció a más de 30 tribus en su expedición desde Taveta hasta los pies del Kilimanjaro. 

De vuelta a Mombasa, May sufrió un aparatoso accidente que le fracturó la espalda pero pudo llegar al lado de su esposo y recuperarse de sus lesiones. 

De sultán en sultán
May French Sheldon aún realizaría dos expediciones más y en 1892 plasmaría sus experiencias en un libro, De sultán en sultán. May había conseguido su objetivo, viajar por el corazón de África para conocer distintas formas de vidas. Y lo hizo de manera pacífica, usando la violencia en escasas ocasiones y cuidando a sus porteadores con cariño y respeto. 

May demostró, al fin y al cabo, que las mujeres también podían ser exploradoras. No en vano ella fue de las primeras. En 1892 fue elegida como miembro de la Real Sociedad Geográfica por sus estudios sobre el lago Chala.

Murió el 10 de febrero de 1936.


 Si quieres leer sobre ella 

Viajeras intrépidas y aventureras, Cristina Morató








Viajeras de leyenda
Pilar Tejera









 Su obra 



De sultán en sultán, May French Sheldon








Por Sandra Ferrer







sábado, 7 de julio de 2012

EL NEO-PATRIARCADO COMO HERRAMIENTAS DE DOMINACIÓN ESTATAL CAPITALISTA.


Se este articulo va ha levantar ampollas sobretodo entre los militantes de la izquierda capitalista (PSOE, IU), pero como dijo George Orwell: “La libertad de expresión es decir lo que la gente no quiere oír.” Y por tanto el libre debate de la ideas es imperante para cualquier revolucionarioque crea realmente en la transformación social y en la emancipación de los pueblos oprimidos lejos de dogmatismos y prejuicios de uno u otro ámbito y color político.
1) Neo-Patriarcado: Podríamos definirlo como el Patriarcado de Estado. En otras palabras, mientras el patriarcado se basa en que la mujer es un ser inferior al hombre y por tanto este debe protegerla (por ejemplo acudiendo a las guerras imperialistas), y ella en compensación debe obedecer ciegamente al hombre. El Neo-Patriarcado se basa en que la mujer como elemento más débil de la sociedad debe y tiene que ser protegida por el Estado y en resarcimiento esta tiene la obligación de servir incondicionalmente al Estado capitalista (acudiendo esta vez ella a las guerras imperialistas). Para lograr dicho fin se están utilizando cuatro estrategias mayoritariamente:
A) Campaña mediática de criminalización de las relaciones de pareja: Utilizando para dicho fin noticias tendenciosas donde no se explicar en dichas crónicas la causa de dicha agresión, siendo por ejemplo la causa del crimen un ajuste de cuentas por tráfico de drogas. Es decir, se le suman otros homicidios que no tienen nada que ver con el tema, si no con otros conflictos sociales como son la pobreza, la marginalidad, las drogas,… En definitiva originados por una sociedad capitalista. Esta labor esta siendo llevada a cabo por el Ministerio de Igualdad (hoy Secretaría de Estado del Ministerio de Sanidad), conocido en la obra literaria de George Orwell “1984” como el “Ministerio del Amor”. Con esto no quiero decir que no se produzcan asesinatos de mujeres por motivos machistas, dado que una parte importante de esta sociedad está formada por fascistas y machistas, muchos de los cuales denigran y maltratan a las mujeres de su alrededor. Pero también es verdad que una inmensa mayoría de hombres de este país amamos y respetamos como iguales a nuestras compañeras. Lo que no se puede hacer es hablar en general del hombre como un asesino de mujeres, como quieren dar a entender los medios de comunicación capitalistas y estatales. Mediante una campaña mediática de terror como ya ocurrió anteriormente con las armas de destrucción masiva de Irak o la gripe A, pero esta vez con el apelativo de “terrorismo machista” o “violencia de género”.
B) Represión Estatal de género: Una vez creado este clima de terror social mediático, se aplica la Ley de Orgánica de Violencia de Genero (LOVG), la cual vulnera nuevamente la presunción de inocencia realizando detenciones “preventivas” ante una sola acusación unilateral sin pruebas, generando un clima de “caza de brujas” donde cualquier hombre puede ser victima de cualquier acusación anónima sea verdadero o no. Esta ley represiva no solo perjudica al hombre agresor sino a los amigos y familiares más cercanos a la pareja en cuestión, sembrando la desconfianza y el rencor entre familias, y en la sociedad en si misma. Otra característica de la LOVG es que infantiliza a la mujer al promover que las mujeres no pueden mentir, ni ser “malas”… al igual que un hombre. Es decir es una ley que va contra la igualdad legal de las personas y de su libre albedrío para elegir hacer el bien o el mal, diciendo que las mujeres no tiene libertad de elección y que por “naturaleza” no pueden mentir.
C) Dependencia Estatal de la mujer maltratada: La otro parte de la LOVG hace dependiente del Estado por vía triple a la mujer maltratada. Una por que ha roto un matrimonio y unas relaciones familiares o sociales (vecinas) de apoyo mutuo, otro porque le genera un estado de miedo social y finalmente por la ayuda que le da el Estado. Es decir el Estado acogerá a la “débil” mujer en sus brazos, a cambio claro su fiel seguimiento incondicional, dado que no hay que morder la mano que da de comer y te protege frente al “hombre malo”.
Finalmente aclarar que NO niego en ningún caso que haya en esta sociedad ibérica mucha violencia y  machismo, la cual destesto.Pero la solución no pasa por recurrir al Estado para que nos salve, más bien tenemos que salvarnos nosotros mismos mediante en apoyo mutuo y la solidaridad. Para poder ampliar este concepto recomiendo leer el libro““Feminicidio o auto-construcción de la mujer”” de Prado Esteban.
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2) Mercantilización del sexo heterosexual: Dado que es propio del capitalismo mercantilizar la realidad, es decir transformándolo todo en capital y mercaría dándole un valor monetario, el amor y el sexo no iban ser una excepción. Una vez el Ministerio del Amor ha destruido la confianza innata entre las personas, el Estado Capitalista llenara ese vació con su mercadotecnia sexual: Industria pornográfica, Juguetes sexuales, Prostitución estatalizada,…. Además de la mercadotecnia sentimental: Telenovelas, agencias matrimoniales, redes sociales,….. Por no hablar de las discotecas empresariales y los botellodromos estatales, lugares inmundos donde acude la juventud atraída por ese impulso natural de búsqueda de amistad, amor y/o sexo, y donde solo encuentran alcoholización, drogadicción, música degradante, etc. Que impedirán una  comunicación fluida y directa entre iguales, consiguiendo solo alcanzar, en el mejor de los casos, unas frías y esporádicas relaciones sexuales. Y todas estas mercantilizaciones son a base de gasto monetario (conexión a Internet, entradas a discotecas, compra de alcohol y drogas, juguetes sexuales,…). Lejos quedan las verbenas y las fiestas populares autogestionados en las plazas de los pueblos y barrios, divertidos y baratos.
Podríamos definirlo como una nueva asimilación por parte del Capital y del Estado de movimientos sociales reivindicativos. Por ejemplo la Marcha del Día del Orgullo Gay, dicha festividad actualmente subvencionada por el Estado, incluso en tiempos de recesión económica y recortes sociales como los actuales, proclama unos valores tan “revolucionarios” como los siguientes: hedonismos, lujuria, promiscuidad, consumismo, superficialidad, soberbia, alcoholismo, drogadicción,…
Lo que convertirá a generaciones enteras en generaciones sin sexo afectivo, llenando sus vidas de masturbaciones sexuales (porno-industria) y sentimentales (teleseries) y/o de conductas autodestructivas (alcoholismo), psicóticas (violaciones) y depresivas (auto-abandono). Además de relaciones sexuales a-sentimentales y frías al más puro estilo de vida hedonista y libertino del Mundo Feliz  de Aldous Huxley. Para profundizar en este tema recomiendo el reportaje de Documentos TV “El Imperio de los Sin Sexo”:
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3) Crianza de los hijos por parte del Estado Capitalista: Actualmente el Estado ya asume su tutela desde los 7 a los 18 años, mediante la educación semi-obligatoria. Pero este control sobre la infancia no dejará de aumentar dado que mediante los métodos explicados anteriormente la dualidad Capital-Estado ha conseguido atomizar y destruir aun más la sociedad llegando a amenazar inclusive el núcleo familiar, que tan útil le fue para el control social en otros tiempos, ahora ni tan siquiera le hace falta. Convirtiéndose el mismo en el último baluarte de resistencia para muchas proletarios huérfanos de movimientos sociales de clase potentes y organizados. Solo hay que ver como ante la crisis social actual sino hubiera sido por los lazos de unión y de apoyo mutuo familiares la gravedad de esta hubiera sido brutal, no son pocos los casos donde el amor incondicional de los abuelos han conseguido dar cobijo y un plato de sopa a sus hijos y nietos en paro.
Sin embargo después de 30 años de adoctrinamiento ideológico por parte del ente Capital-Estado (materialismo económico, individualismo, hedonismo, hiper-consumismo, paternalismo de Estado…), estos lazos cada ver son más débiles. Y de esta manera la pesadilla de Orwell y Huxley esta cerca de hacerse realidad, sino en parte ya es real:
A) Niños criados en “guarderias”: Dado que la esclavitud financiera de la clase trabajadora a condenado a que tanto el padre como la madre trabajen y por tanto deleguen la crianza del hijo a la escuela (Estado) y a la TVs (Capitalismo), con las consecuencias sociales que todos conocemos, y que podríamos resumir como que se esta criando un extraño, que desconoce la vida y valores de sus progenitores.
B) Reducción de la fertilidad: A causa que de las nuevas generaciones se han visto obligadas ha estudiar hasta los 30 años, poder emanciparse y crear un hogar a los 40 años han dejado pasar sus años de mayor fertilidad. Y esto sin hablar de los contaminantes ambientales químicos (vídeo adjunto). Lo que ha generado tasa de natalidades negativas y por ende el envejecimiento progresivo de la población.
C) Propagación de las técnicas de reproducción artificiales: Esta reducción inducida de la fertilidad, pone al Capital nuevamente como salvador. Dotándonos de nuevos mecanismos de reproducción “asistida”. A cambio en Estado comenzaran a practicar la selección genética de los embriones al más puro estilo nazi, dado que solo las familias pudientes podran tener hijos. Y quizas en un futuro la gestación sin madres, es decir en máquinas, de las nuevas generaciones como pronóstico Huxley. Rompiendo finalmente los lazos más íntimos de amor madre-hijo.
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En fin, después de lo anteriormente expuesto que cada cual sume 2 más 2, examine la realidad que le envuelve y extraiga sus propias conclusiones.

fuente original: https://lavozdelaherramienta.wordpress.com/2012/07/07/el-neo-patriarcado-como-herramientas-de-dominacion-estatal-capitalista/

domingo, 1 de julio de 2012

La mística reencontrada, Hadewijch de Amberes (Siglo XIII)


Cuatro manuscritos. Es lo único que nos ha llegado de una mujer holandesa llamada Hadewijch. En uno de ellos se la nombra como “Bienaventurada Hadewijch de Amberes”1. Su ubicación geográfica es de lo poco que ha quedado de la vida de esta mujer que escribió bellos poemas ensalzando el Amor de Dios, visiones místicas y cartas de consejo para algunas de sus pupilas. 

Una vida olvidada
Hadewijch de Amberes fue una mujer que vivió en el siglo XIII en Holanda. A pesar de que ni ella ni nadie escribieron acerca de su vida, su obra nos puede dar algunas pistas de quién fue esta mística y poeta medieval.

Por su alto conocimiento del latín, de la prosodia, la retórica y el arte epistolar2, así como por las constantes palabras relacionadas con el mundo cortesano, nos indican que Hadewijch podría haber sido una mujer de alta cuna, pues sólo algunas damas nobles podían acceder a la cultura. 

La obra de Hadewijch también demuestra un elevado conocimiento del pensamiento religioso católico. Ricardo de San Víctor o Guillermo de Saint-Thierry están presentes en las páginas de sus manuscritos. 

Algunas de sus cartas están plagadas de consejos dirigidos a mujeres a las que cita con fórmulas como “querida hija”. Esto hace pensar que Hadewijch podría haber formado parte de un grupo no organizado de beguinas3 y que no fue una monja, como en algún momento se pensó, pues nunca alude a la vida en los muros de ningún convento.

Una obra inmortal
Poemas, visiones y cartas conforman la producción literaria de Hadewijch de Amberes, escrita mayoritariamente en neerlandés medio.

En sus poemas, más de 60, ensalza el Amor místico de Dios. Hadewijch personifica el Amor en una persona y lo incorpora al lenguaje trovadoresco y caballeresco de su época. En versos largos y cortos, Hadewijch plasma la intensidad y emoción del Amor que siente por Dios: 

En el tiempo de mi juventud, 
Cuando por primera vez probé sus armas,
El amor me hizo admirar gran festín de promesas, 
Su bondad, su saber, su fuerza, su riqueza. 4

Con sus visiones, Hadewijch se une al grupo de mujeres místicas medievales que experimentaron éxtasis y otros fenómenos paranormales relacionados con su profunda fe: 

Una noche de Navidad, mientras estaba acostada, enferma, fui elevada en espíritu5

De las 31 cartas que se conservan de Hadewijch, unas son tratados de vida espiritual y otras son misivas dirigidas a otras mujeres sobre las que podría haber ejercido cierta autoridad. 

Una autora despertada del olvido
Cuando Hadewijch de Amberes murió, su obra cayó en el olvido. Un siglo después, Jan van Ruusbroec, teólogo considerado uno de los principales representantes de la mística medieval, la citó y recordó. Pero volvió de nuevo al silencio de la historia hasta que en el siglo XIX fue de nuevo descubierta. 



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1. Mujeres trovadoras de Dios, Georgette Épiney-Burgard y Émilie Zum Brunn, pág.154
2. Ídem, pág. 156
3. Ídem, pág. 155
4. Ídem, pág. 159
5. Ídem, pág. 181

 Si quieres leer sobre ella

Mujeres trovadoras de Dios, Georgette Epiney-Burgard y Émilie Zum Brunn
Género: Antología
En este maravilloso libro se recopilan parte de los textos de Hildegarda y otras místicas medievales: Beatriz de Nazaret, Matilde de Magdeburgo, Hadewijch de Amberes y Margarita Porete.