RADIO "PONCHOSVERDES.FM"

miércoles, 13 de abril de 2011

El Beato iluminado por ella, En Depintrix (Siglo X)


Beato de Liébana
En depintrix et D(e)I aiutrix frater Emeritus et presbiter. En depintrix, pintora y sierva de Dios, Emeterius, sacerdote. Este texto, aparecido en una de las páginas del Beato de Gerona ha inmortalizado el nombre de una misteriosa mujer, En. Monja, artista, iluminadora, poco más se sabe de ella, considerada la primera pintora conocida de los reinos hispanos.

El Beato de Liébana
34 copias se han conservado del maravilloso códice de losComentarios al Apocalipsis, una obra escrita por Beato, un monje del siglo VIII que vivía en el monasterio de Santo Toribio de Turieno, en el valle de Liébana. A lo largo de cuatro siglos, la obra del monje de Liébana tuvo una importante difusión y muchos cenobios peninsulares se dedicaron a copiarlo y a iluminarlo.

El códice en el que aparece el nombre de En fue elaborado en el monasterio dúplice de San Salvador de Tábara, en el reino de León. Este tipo de cenobios, en los que ingresaban personas de ambos sexos en igualdad de condiciones eran muy comunes en la Europa del siglo X.

El Beato de Gerona
A pesar de ser iluminado en León, el Beato de Tábara apareció en la catedral de Gerona cedido por Joan, uno de sus canónigos. María Jesús Fuente, en su obra Velos y desvelos, apunta dos posibles rutas de llegada. Podría haberlo adquirido el conde catalán Ramon Berenguer I a través de los peregrinos del Camino de Santiago y se lo habría regalado a su esposa, Almodis de la Marca. Pero también lo podría haber adquirido la propia condesa en Francia y se lo habría entregado a Joan, su albacea testamentario.

El Beato de En
El códice firmado por En contiene 114 ilustraciones y muchas miniaturas elaboradas todas ellas por En y cuatro monjes más. No era extraño que los códices iluminados en los monasterios estuvieran firmados por los artistas que los ilustraban. Lo extraordinario es la aparición del nombre de una mujer y que además aparece en letras más grandes y destacadas que las de su supuesto maestro, el monje Emeritus. Esto ha llevado a pensar que En pertenecía a una clase social elevada y con gran poder adquisitivo lo que le habría permitido aparecer en un lugar privilegiado en la firma del códice.

Sea como fuere, el Beato de Gerona es uno de los más innovadores y extraordinarios de todos los que se iluminaron.

Poco más sabemos de esta misteriosa monja que legó al arte mozárabe hispano uno de sus más maravillosos códices. 

 Si quieres leer sobre ella 

Velos y desvelos. Cristianas, musulmanas y judías en la España medieval. María Jesús Fuente
Género: Ensayo
Es esta maravillosa obra se recoge la vida de mujeres destacadas de las tres religiones que vivieron en los largos siglos medievales en el solar hispano. Además de sus biografías, hace una perfecta descripción de las mujeres de aquella época.





Por Sandra Ferrer

El Beato iluminado por ella, En Depintrix (Siglo X)


Beato de Liébana
En depintrix et D(e)I aiutrix frater Emeritus et presbiter. En depintrix, pintora y sierva de Dios, Emeterius, sacerdote. Este texto, aparecido en una de las páginas del Beato de Gerona ha inmortalizado el nombre de una misteriosa mujer, En. Monja, artista, iluminadora, poco más se sabe de ella, considerada la primera pintora conocida de los reinos hispanos.

El Beato de Liébana
34 copias se han conservado del maravilloso códice de losComentarios al Apocalipsis, una obra escrita por Beato, un monje del siglo VIII que vivía en el monasterio de Santo Toribio de Turieno, en el valle de Liébana. A lo largo de cuatro siglos, la obra del monje de Liébana tuvo una importante difusión y muchos cenobios peninsulares se dedicaron a copiarlo y a iluminarlo.

El códice en el que aparece el nombre de En fue elaborado en el monasterio dúplice de San Salvador de Tábara, en el reino de León. Este tipo de cenobios, en los que ingresaban personas de ambos sexos en igualdad de condiciones eran muy comunes en la Europa del siglo X.

El Beato de Gerona
A pesar de ser iluminado en León, el Beato de Tábara apareció en la catedral de Gerona cedido por Joan, uno de sus canónigos. María Jesús Fuente, en su obra Velos y desvelos, apunta dos posibles rutas de llegada. Podría haberlo adquirido el conde catalán Ramon Berenguer I a través de los peregrinos del Camino de Santiago y se lo habría regalado a su esposa, Almodis de la Marca. Pero también lo podría haber adquirido la propia condesa en Francia y se lo habría entregado a Joan, su albacea testamentario.

El Beato de En
El códice firmado por En contiene 114 ilustraciones y muchas miniaturas elaboradas todas ellas por En y cuatro monjes más. No era extraño que los códices iluminados en los monasterios estuvieran firmados por los artistas que los ilustraban. Lo extraordinario es la aparición del nombre de una mujer y que además aparece en letras más grandes y destacadas que las de su supuesto maestro, el monje Emeritus. Esto ha llevado a pensar que En pertenecía a una clase social elevada y con gran poder adquisitivo lo que le habría permitido aparecer en un lugar privilegiado en la firma del códice.

Sea como fuere, el Beato de Gerona es uno de los más innovadores y extraordinarios de todos los que se iluminaron.

Poco más sabemos de esta misteriosa monja que legó al arte mozárabe hispano uno de sus más maravillosos códices. 

 Si quieres leer sobre ella 

Velos y desvelos. Cristianas, musulmanas y judías en la España medieval. María Jesús Fuente
Género: Ensayo
Es esta maravillosa obra se recoge la vida de mujeres destacadas de las tres religiones que vivieron en los largos siglos medievales en el solar hispano. Además de sus biografías, hace una perfecta descripción de las mujeres de aquella época.

martes, 12 de abril de 2011

La emperatriz triste, Elisabeth de Baviera (1837-1898)


Lejos de la imagen edulcarada de las películas encarnadas por Romy Schneider, la verdadera Sissí, Elisabeth de Baviera, pasó de ser una feliz princesa cabalgando libre por los alrededores del lago Starnberg a convertirse en la emperatriz de uno de los últimos imperios europeos. Recluida en sus jaulas de oro de Hofburg o Schonbrunn, la emperatriz Elisabeth sufrió la pérdida de dos de sus cuatro hijos, el rechazo de su familia política y las consecuentes alteraciones de salud que la presión de la corte provocaron en ella. A pesar de todo ello dio a su marido un gran regalo político, la corona de Hungría, ganada gracias a su talento diplomático y a su amor por aquellas tierras lejanas.

Infancia en Baviera
Elisabeth Amalie Eugenie von Wittelsbach era la cuarta hija de los duques de Baviera Maximiliano y Ludovica. Nació en Múnich el 24 de diciembre de 1837 pero vivió buena parte de su infancia en el Castillo de Possenhofen, en el lago Starnberg, lejos de los encorsetamientos de la vida de la corte. Allí tuvo una infancia feliz al lado de sus nueve hermanos.

Un viaje decisivo
En 1853, Elisabeth viajaba junto a su madre y su hermana Elena a la residencia de verano que la familia imperial austriaca tenía en la localidad de Bad Ischl muy cercana a Salzburgo. Ludovica era hermana de la archiduquesa Sofía, reina madre del imperio de los Habsburgo. Su hijo, el emperador Francisco José I debía escoger esposa y la elección había recaído en la hermana de Elisabeth, Elena. Aquella fue una elección puramente formal y dictada por las necesidades dinásticas. Cuando Francisco José vio a su joven prima de 16 años cambió su decisión y anunció su firme voluntad de casarse con Elisabeth y no con Elena.

Prisión real
Elisabeth no tuvo demasiado tiempo para pensar en aquella nueva situación. Un año después, en 1854, se casaba con su primo en la iglesia de los Agustinos de Viena. Dejaba atrás una vida de libertad y felicidad y debía enfrentarse a una de las cortes más estrictas de la vieja Europa.

Sola, alejada de su tan querida familia, Elisabeth sólo encontraba apoyo en su demasiado ocupado marido. Ni su tía Sofía ni las damas de la corte ayudaron a la pequeña princesa a adaptarse a su nuevo papel de futura emperatriz. La presión hizo mella en Elisabeth quien pronto empezó a sufrir trastornos alimentarios y un peligroso deterioro de su salud a vista de todos por su extremada delgadez. 


Madre anulada
La maternidad no dio tregua a la infeliz Elisabeth. Las continuas disputas con su suegra por el modelo de educación que debían de recibir sus hijas Sofía y Gisela la llevaron a cometer la imprudencia de llevárselas con ella en uno de sus viajes a Hungría. La muerte de su hija mayor provocada por unas altas fiebres sumieron a la emperatriz en una profunda depresión.

La llegada del tan ansiado heredero, el arquiduque Rodolfo, aun empeoró más su estabilidad mental. La arquiduquesa Sofía no consintió que su nuera se encargara de la educación del futuro emperador quien fue arrancado de los brazos de su madre sin ninguna compasión.

La terrible muerte de Rodolfo, quien fue encontrado sin vida junto a su amante María Vetsera en 1889, terminarían con la salud y la poca felicidad que le quedaba a la emperatriz.

La única luz de alegría la tuvo con su hija mayor, María Valeria, con la que compartió largas estancias en su amada Hungría.

Responsabilidad política
A pesar de su total inadaptación a la vida en la Corte, Elisabeth intentó estar al lado de su marido, un emperador poco querido, defensor a ultranza del centralismo y el absolutismo en una Europa, la Europa de las revoluciones liberales, que demandaba aires nuevos para sus gobernantes.

Uno de los mayores éxitos del reinado de Francisco José, plagado de enfrentamientos, conflictos y pérdidas de territorio, fue la unión al imperio de Hungría. El amor por aquellas tierras y las habilidades diplomáticas de la emperatriz llevaron la corona húngara a la cabeza de su marido.

Trágico final
Elisabeth pasó parte de sus últimos años viajando, pasión que heredó de su padre. Por tierra y por mar, la emperatriz recorrió el Mediterráneo y muchas ciudades europeas; siempre oculta tras un paraguas o un velo y con el luto como compañero. La relación con su marido hacía tiempo que se había enfriado y se había convertido en una respetuosa amistad. Elisabeth llegó a propiciar y consentir la relación de Francisco José con su amante Katharina Schratt, a la que ambos conocían como la amiga.

En uno de sus muchos viajes, la emperatriz encontró la muerte en Ginebra de la mano de un anarquista que tenía planeado matar a otra víctima. El 10 de septiembre de 1898, el anarquista italiano Luigi Lucheni decidió terminar con la vida de Elisabeth ante la ausencia de un príncipe francés al que había planeado aniquilar. Fingiendo un tropiezo, Luigi clavó en el corazón de la emperatriz de un certero y mortal golpe un estilete. Elisabeth se levantó y continuó caminando hacia el barco anclado en el lago Lemans hacia el que se disponía a embarcar. Una vez arriba del barco se percató del golpe, se mareó y se desvaneció. La emperatriz Elisabeth de Austria-Hungría fallecía poco después.

Su cuerpo era trasladado con solemne respeto y boato a la Cripta Imperial de Viena, para ser enterrada al lado de su amado hijo Rodolfo.

 Si quieres leer sobre ella 
La maldición de Sissí, Catalina de Habsburgo
Género: Novela histórica
Un precioso y crudo acercamiento a la verdadera personalidad de la emperatriz



Elisabeth, emperatriz de Austria-Hungría, Ángeles Caso
Tras su muerte, una amiga de la emperatriz destruyó su Diario cumpliendo su propio deseo. Ángeles Caso recrea aquellas palabras perdidas con rigor histórico.





Sissí, emperatriz contra su voluntad, Brigitte Hamann
Género: Biografía

Madres e hijas en la historia
María Pilar Queralt del Hierro






Reinas malditas
Cristina Morató







La sombra de Sissi
María Pilar Queralt del Hierro








por Sandra Ferrer

lunes, 11 de abril de 2011

Ángel o demonio, Lucrecia Borgia (1480-1519)


Lucrecia Borgia es uno de los personajes femeninos que más ríos de tinta han provocado. Una vida envuelta en asesinatos, conjuras, relaciones prohibidas e hijos misteriosamente concebidos crearon un personaje de leyenda.

Un peón para los Borgia
Lucrecia Borgia nació en Subiaco el 18 de abril de 1480. Era el tercer bebé, la primera niña, de la relación entre el cardenal Rodrigo Borgia y su cortesana Vanozza Catanei. Su condición femenina la convirtió en un peón al servicio de las alianzas políticas de su padre. Pero sin ningún tipo de reparo, Rodrigo no tuvo problemas en hacer y deshacer los matrimonios de su hija a su antojo según el momento político y sus necesidades de poder.

Primer matrimonio, primera jugada
En 1493, tras haber sido elegido papa con el nombre de Alejandro VI, Rodrigo Borgia casó a su pequeña de 13 años con Giovanni Sforza. Creaba así una poderosa alianza con Milán. Durante los primeros años de matrimonio de Lucrecia y Giovanni, el papa Borgia fue aumentando su poder hasta el punto de ver como inútil su relación con la familia Sforza. Alejandro VI ya no los necesitaba, así que decidió romper el matrimonio de su hija a quien utilizaría en nuevas alianzas político-matrimoniales.

Empezó entonces un periplo para deshacerse del desdichado Giovanni. De un intento de asesinato que César, el hermano de Lucrecia ayudó a abortar se llegó a un definitivo proceso de nulidad matrimonial en el que Giovanni se vio presionado para firmar un documento en el que declaraba su propia impotencia.

En el tiempo que duró el proceso de anulación de su matrimonio, Lucrecia vivió enclaustrada en un convento, aislada del mundo. Se comunicaba con su padre por medio de un mensajero. Fue en ese periodo que Lucrecia quedó embarazada sin que nunca se llegara a dilucidar la paternidad de la criatura; episodio que ayudaría a los detractores de Alejandro VI a crear una leyenda negra en torno a su hija.

Segundo matrimonio, segunda jugada
Con 18 años, Lucrecia fue entregada a Alfonso de Aragón, cerrando una importante alianza que con el tiempo también se demostraría inútil para los intereses de los Borgia. Al haber concebido un hijo, la vía de la nulidad matrimonial llevada a cabo con su primer matrimonio no se pudo utilizar. El asesinato fue la solución.

La leyenda negra del peón
A lo largo de los años en que Lucrecia fue entregada a estos dos matrimonios no fue más que una marioneta al servicio del poder la aquella familia valenciana que había llegado al poder de los Estados Pontificios y del que no se querían deshacer. En este tiempo, el papa y su familia se rodeó de muchos detractores y enemigos que usaron a Lucrecia como diana de todas las iras. No tuvieron problemas en calumniar a la joven tachándola de adúltera y de haber cometido incesto con su padre y su hermano. A pesar de que todas las terribles acusaciones que cayeron sobre Lucrecia nunca se pudieron comprovar, la imagen de mujer pecadora y manipuladora la acompañó durante toda su vida.

La buonna duchesa
Tiempo después de quedar viuda, Alejandro VI nombró a su hija administradora del Vaticano, a pesar de las críticas recibidas por su juventud, inexperiencia y mala reputación.

Fue entonces cuando los Borgia diseñaron un nuevo matrimonio para Lucrecia. Con su imagen totalmente manchada, tuvieron que hechar mano de las arcas familiares para convencer a la familia d'Este para que casara a uno de sus hijos, de nombre Alfonso, con la joven Lucrecia.

En esta ocasión Lucrecia tuvo la oportunidad de alejarse de la corrupción que envolvía a su familia e intentar empezar una nueva vida al lado de su nuevo marido quien confió en ella para ejercer como regente del ducado de Ferrara en sus largas ausencias. Lucrecia se supo ganar el cariño de su pueblo quien le dio el cariñoso apelativo de buonna duchesa. En aquel tiempo pudo ejercer como mecenas de las artes convirtiéndose en una verdadera dama renacentista alabada por Tiziano, de quien fue su musa, y por muchos poetas.

Lucrecia tuvo cinco hijos con el duque de Ferrara y vivió sus últimos años en paz siendo una buena esposa y una gran duquesa. Fue el nacimiento de su quinto hijo, quien sobrevivió pocos días, el que la llevó a la tumba. Unas fiebres puerperales terminaban con la vida de Lucrecia el 24 de junio de 1519. Tenía 39 años.

 Si quieres leer sobre ella 
Lucrezia Borgia
Sarah Bradford




Lucrecia Borgia: La hija del papa
Genevieve Chauvel







Los Borgia
Óscar Villarroel González






Lucrecia Borgia, la hija del Papa
Darío Fo







Por Sandra Ferrer

viernes, 8 de abril de 2011

Pintora de bodegones, Louise Moillon (1610-1696)


En poco más de diez años, Louise Moillon pintó una veintena de cuadros en los que la naturaleza muerta era su principal protagonista, convirtiéndose en una de las pintoras francesas más importantes dentro del género del bodegón.

Influencia familiar
Louise Moillon nación en París en 1610. Su padre, Nicolas Moillon, era pintor y comerciante de obras de arte. Cuando Nicolas murió en 1619, su madre volvió a casarse con François Garnier quien también era artista y comerciaba con pinturas.

Es muy probable que su padrastro, a pesar de haber firmado solamente dos lienzos, fuera el maestro de Louise. A las enseñanzas familiares, Louise sumó la influencia de otros pintores como Jacques Linard o René Nourisson.

Bodegones cotizados
Gracias al inventario que su madre hizo de la obra de Louise, sabemos que pintó 22 lienzos, nueve de ellos inacabados, entre 1629 y 1637. Durante este tiempo, la joven pintora adquirió importante renombre entre la nobleza parisiense llegando a traspasar las fronteras hasta llamar la atención del mismísimo rey de Inglaterra, Carlos I, quien fue uno de sus más ilustres clientes.

La mayor parte de su obra son bodegones con frutas y verduras recreadas hasta el más mínimo detalle. En alguna ocasión incorporó figuras humanas alrededor de sus naturalezas muertas como en el caso deLa vendedora de frutas y legumbres, obra fechada en 1630.

Matrimonio y renuncia
A partir de 1640, fecha de su matrimonio con Etienne Girardot, un comerciante de maderas, la producción artística de Louise se vio reducida a la práctica inexistencia.

Tuvo tres hijos que sufrieron la persecución religiosa provocada por el Edicto de Nantes por su condición de protestantes.

Louise murió en París en 1696. Actualmente su obra se encuentra diseminada por varias pinacotecas del mundo.

martes, 5 de abril de 2011

La reina de la paz, Isabel de Valois (1546-1568)


Joven, bella, educada en una de las cortes más exquisitas de Europa, Isabel, segunda hija de los reyes de Francia Enrique II y Catalina de Médicis fue entregada al monarca español Felipe II tras firmar la paz entre los dos estados. Tercera esposa del rey prudente, los continuos embarazos frustados llevaron a la tumba a una feliz reina amada y querida por su rey y por sus súbditos.

Isabel de la paz
Nacida el  2 de abril de 1545, poco se conoce de la infancia de Isabel de Valois, quizás porque fue un periodo muy corto de tiempo en su vida. Con 13 años, Isabel se comprometía con el rey de España Felipe II cumpliendo uno de los acuerdos firmados en la paz de Cateau-Cambresis que ponía fin a uno más de los conflictos bélicos que habían enfrentado a las dos potencias europeas desde hacía más de cincuenta años. Enrique II y Felipe II heredaban las antiguas rivalidades de sus padres Francisco I y Carlos V y conseguían, con la paz de 1559 abrir un periodo relativamente largo de estabilidad a ambos lados de la frontera de los Pirineos.

Pero Isabel no estaba destinada a casarse con Felipe II. Años antes había sido prometida al rey de Inglaterra Eduardo VI, compromiso que se rompió tras el fallecimiento del rey inglés en 1553. Posteriormente, en los contactos previos a la paz de Cateau-Cambresis, se había planteado su matrimonio con el hijo de Felipe, el infante don Carlos. Algo por otro lado más acorde con Isabel, pues el príncipe de Asturias tenía sólo un año más que ella. Pero la reciente viudedad del padre (su segunda esposa María Tudor había muerto el año antes a la firma del tratado) hicieron cambiar los planes. La más que conocida demencia del joven Carlos y la inexistencia de otro heredero al trono español hacía necesaria una tercera esposa para Felipe.

Boda fatídica
Así, en junio de 1559, Isabel se casaba por poderes en la catedral de Notre Dame de París con el representante de su esposo, el duque de Alba. Los días de celebración en la capital francesa se llenaron de fiestas y torneos. Pero un fatídico accidente terminaría con toda aquella explosión de alegría. Enrique II fue herido de muerte en una justa por el caballero Montgomery. Una lanza clavada en su ojo le provocaba la muerte diez días después.

De la luz de París a la sobriedad de El Escorial
Un año después Isabel llegaba a Roncesvalles. Un mes más tarde se casaba con Felipe en la misa de velaciones celebrada en el Palacio del Infantado de Guadalajara. Felipe tenía casi veinte años más que su esposa quien se había casado siendo aun una niña.

A pesar de la diferencia de edad y el contraste entre la corte alegre en la que había vivido en su infancia y la piadosa y sobria corte de su marido, Isabel fue una mujer feliz e hizo feliz a un ya viejo Felipe II. Isabel iluminó las estancias del palacio de la sierra madrileña con su alegría y sus encantos. Mujer culta y refinada, hizo traer de Italia a Sofonisba Anguissola, una de las retratistas más famosas de la época que inmortalizaría a su joven reina y a toda su familia.

Partos mortales
Una débil complexión física de Isabel hizo peligrar su vida cada vez que se quedaba embarazada. Tras un primer aborto, Isabel tuvo dos hijas, Isabel Clara Eugenia y Catalina Micaela, cuyos partos tardaron en llegar y pusieron también en peligro su vida. Un cuarto y último embarazo se llevó la vida de la joven reina española. Tras traer al mundo un bebé de cinco meses muerto, Isabel fallecía desangrada ante la impotencia de su amado esposo. Tenía 23 años. Era el 3 de octubre de 1568

A pesar de que Isabel de Valois no le dio a Felipe el ansiado heredero, quiso con devoción a sus dos hijas, en especial a Isabel Clara Eugenia, quien sería su compañera y confidente el resto de sus días. 

 Si quieres leer sobre ella 

Isabel de Valois, Antonio Martínez Llamas
Género: Novela histórica
El Premio Nacional de Novela Histórica Alfonso X el Sabio avalan esta magnífica recreación de la vida de Isabel de Valois




El diamante de la reina, Mari Pau Domínguez
Género: Novela histórica
Con un ficticio romance de la reina con un lacayo como trasfondo, la autora entra en la vida y los sentimientos de Isabel.



Reinas de España, María José Rubio







Ginecología y vida íntima de las reinas de España (I), Enrique Junceda Avelló





Las mujeres de Felipe II
María Pilar Queralt del Hierro







Por Sandra Ferrer



viernes, 1 de abril de 2011

Mística beguina, María de Oignies (1177-1213)


La beata María de Oignies fue una de las primeras mujeres que se unió a un singular estilo de vida religioso que defendía el seguimiento de Jesucristo pobre y se alejaba de las reglas monásticas que imperaban en la Europa medieval. Estas mujeres fueron conocidas como beguinas.

Un matrimonio santo
María de Oignies pertenecía a la alta sociedad de Nivelles, en Brabante. Aunque desde muy pequeña se despertó en ella un sentimiento religioso muy acentuado, su familia la obligó a casarse a los 14 años. La joven aceptó sumisa la decidión de sus pades y se casó con Luis de Nivelles; pero no se olvidó de su vocación.

El matrimonio no fue óbstaculo para Maria y su devoción religiosa. Consiguió convencer a su marido para que viviesen una relación más fraternal que matrimonial. Luis no sólo respetó la decisión de su devota esposa sino que la siguió en su labor asistencial. El matrimonio dio todo el tiempo y dinero que pudo en ayudar a los enfermos de la leprosería de Willambroux.

De esposa a beguina
El amor y respeto de Luis hacia su esposa llegó hasta el punto de dejarla marchar cuando María, a la edad de 30 años decidió recluirse en una celda en la comunidad de beguinas de Oignies. Así, María entró a formar parte de uno de los movimientos religiosos femeninos más originales de la Edad Media. Las beguinas datan de 1170 aproximadamente y surgieron en la zona de Bélgica. Mujeres de alta alcúrnia, que vivían entre lujos y bienes, habían decidido unirse en comunidades religiosas con tres objetivos clave: la oración, el trabajo y la caridad. Las primeras comunidades de beguinas se organizaban como si fueran pequeñas aldeas, con casas alrededor de las zonas comunes, la iglesia, y los lugares de comida y trabajo. Entre las beguinas también se incluían hombres.

El hecho de no seguir una regla determinada y aprovada por la Curia romana, vivían siguiendo simplemenete una forma de vida, o la aceptación de hombres en sus comunidades fueron algunos de sus puntos débiles que las acercaron a la acusación de herejía.

Su gran defensor
Las beguinas tuvieron muchos detractores pero también hombres de iglesia que defendieron su modo de vivir. Roberto de Grossatesta, Roberto de Sorbon o el mismísimo rey santo Luis IX de Francia, llamado irónicamente el pobre rey de las beguinas. Jaques de Vitry, canónigo agustiniano y futuro obispo de Acre fue otro de sus defensores. Confesor y amigo de María, defendió siempre a las beguinas. A su muerte, en 1213, Jaques elaboró una intensa biografía de María conocida como la Vita Mariae Oigniac.


Por Sandra Ferrer