Un libro de María Teresa Messidoro dedicado a las mujeres salvadoreñas que, desde el siglo XIX hasta la actualidad, luchan contra la violencia machista y el patriarcado.
Yo soy Teodora Yo soy Carmen, recoge las historias de mujeres salvadoreñas y está dedicada a Beatriz, 22 años desde que murió el 8 de octubre de 2017 después de pedir al estado de El Salvador que pueda detenerse su embarazo. Aunque la mujer puso en peligro su vida debido a una enfermedad rara, los magistrados la obligaron a llevar a cabo el embarazo, el bebé vivió sólo unas horas y Beatriz fue golpeada con una enfermedad renal.
La autora, María Teresa Messidoro, cuenta una serie de historias con un resultado lamentablemente similar, donde las mujeres pagan por la reforma del Código Penal salvadoreño, que tuvo lugar en 1997 en la época del gobierno arenero de Calderón Sol, quien, actuando para complacer a los grupos ultraconservadores y ultracatólicos, prohibió el aborto incluso en condiciones particulares, como la presencia de violación, violencia sobre el menor y el peligro de muerte para el niño. , pero incluso las presidencias del FMLN (Frente Farabundo Martí para la Liberación Naciona) nunca han demostrado realmente el valor de apoyar las campañas para un aborto libre y seguro.
A este respecto, el autor recuerda en particular el caso de las llamadas “Las 17”, que incluye a Theodora e Imelda, dos de las diecisiete mujeres encarceladas por abortos y que corren el riesgo de ser condenadas a penas graves. Además, a partir de 2018, el Arzobispo de San Salvador promovió una colección de firmas antiaborto que reunieron más de veinte mil firmas, gracias a la movilización de iglesias evangélicas, el clero más conservador y la oligarquía salvadoreña.
En este contexto, las dificultades de la Agrupaciòn Ciudadana para la depenalización del aborto son fácilmente imaginables, pero ha logrado liberar a cuarenta y dos mujeres, encarceladas por interrumpir su embarazo o tener que enfrentarse a una emergencia obstétrica, no es casualidad que María Teresa Messidoro asista a una significativa frase pronunciada por Monseñor Oscar Romero: “La ley es como una serpiente, únicamente ataca a quien está descalzo”.
Para entender cuánto sigue presente hoy esta amarga consideración de Monseñor Romero, asesinado por los escuadrones de la muerte el 24 de marzo de 1980, sólo piense en el caso de Imelda Cortez, víctima de abusos por parte de su padrastro desde los 12 años. Amenazado por el hombre, que había prometido eliminar a su madre y sus hermanos, si la niña denunciaba la violencia, Imelda eventualmente quedaría embarazada. “Sin saber qué hacer”, recordó, “me apresuré a la letrina en el patio de nuestra pequeña y humilde casa de campo: con horror, descubrí que mi pequeño bebé había terminado en medio de excrementos. Quienquiera que viniera a ayudarme me llevó al hospital, donde inmediatamente me acusaron de intento de asesinato agravado. Después de un año y siete meses en prisión, el lunes pasado fui liberada, porque el juez cambió el crimen del que me acusaron, ahora he sido encontrada culpable de abandono y negligencia en persona. ¿Cómo será mi libertad?” Era el 17 de diciembre de 2018.
Para preguntarse cuál será su libertad, y la de las mujeres salvadoreñas, no sólo es Imelda, sino también la misma María Teresa Messidoro, quien cita el Informe sobre hechos de violencia contra las mujeres (que data de 2018) reportando 4028 denuncias de crímenes contra la libertad sexual contra menores. Entre los atacantes, los más frecuentes son compañeros de vida, conocidos, amigos y especialmente padrastros. La encuesta descubre que, por desgracia, es “natural” tener relaciones sexuales con hombres mayores de 20 años a partir de los nueve años y correr el riesgo de quedar embarazada.
El trabajo de investigación de la autora no sólo ha sido sobre la explotación y la violencia cometidas sobre las mujeres salvadoreñas hoy en día. Retrocediendo en el tiempo hay dos historias significativas, la de Carmen, nacida en 1957, y la de Gregoria, que data de 1792. Ambos son víctimas de abuso sexual.
Víctima de los prejuicios de la sociedad dominada por hombres de la época, Carmen ha sido sometida varias veces en su vida a la violencia y ha tenido que lidiar con la culpa y a menudo con la imposibilidad de poder denunciar lo que fue inmediatamente, castigando las amenazas habituales de represión contra la familia y la impunidad frente a la ley que significaba a los diversos hombres que abusaban de ella.
En cuanto a Gregoria, víctima de la violencia de su padre, es increíblemente consensuada y transformada de víctima a cómplice de un crimen sexual. Muy poco ha cambiado desde 1792.
María Teresa Messidoro cita a la argentina Veranica Gago, quien con razón afirma que el feminismo “ha logrado cuestionar la subordinación del trabajo reproductivo, la persecución de la economía migrante, la naturalización del abuso sexual como forma de control de la fuerza laboral precaria, el confinamiento en las cuatro paredes de la casa como instrumento de sumisión e invisibilidad, la criminalización del aborto y las prácticas de control sobre los cuerpos especialmente de las mujeres”, dedicando su libro a toda la Gregoria, María, Evelyn, Teodora y Carmen de El Salvador, de toda América Latina, de todo el mundo, por lo que no hay más violencia.
Yo soy Teodora. Yo soy Carmen. Historias de mujeres de El Salvador, de María Teresa Messidoro
Para recibirlo, y contribuir al proyecto de las trabajadoras domésticas salvadoreñas, escriba a terri.messi@tiscali.it
Marzo de 2020
Páginas: 94
Los dibujos de portada están tomados de obras de Anibal Cedrin
Composición gráfica Viola Hajagos
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