Rosario de Acuña estaba destinada a ser una aristócrata de la España decimonónica más tradicional. Nacida en el seno de una familia de condes, militares y arzobispos, la hija única de los Acuña sorprendió a propios y extraños al convertirse en una mujer librepensadora, feminista, crítica con la iglesia y masónica. Sus escritos, alabados por la crítica y el público, fueron en ocasiones objeto de escándalo y le valieron incluso la amenaza del exilio.
Rosario de Acuña y Villanueva nació el Madrid el 1 de noviembre de 1850 en el seno de una familia aristocrática. Rosario fue la única hija de Felipe de Acuña y Solís y su esposa Dolores Villanueva y Elices. La pequeña había nacido con una enfermedad ocular que le impedía la visión de manera intermitente. Quizás esa fuera una de las razones por las que Rosario fue educada en su propia casa de la mano de sus padres y de tutores especializados.
Las inquietudes literarias de Rosario despertaron pronto. Desde muy jovencita empezó a escribir poemas y en 1874 aparecieron aparecieron sus primeros artículos en periódicos de la época como La Ilustración. Tenía veinticinco años cuando Rosario vio como una obra de teatro escrita de su puño y letra se representaba en el Teatro del Circo de Madrid. Rienzi el tribuno ya mostraba por dónde iban a derivar las tendencias literarias de Rosario pues el texto era un alegato en contra de los regímenes tiránicos. Rienzi el tribuno recibió el aplauso de público y crítica.
Pocos meses después de su primer éxito como escritora, Rosario se casaba con Rafael de la Iglesia y Auset, un teniente de infantería con el que tuvo una experiencia matrimonial de lo más desastrosa. Rosario no aceptó que su marido la engañara una y otra vez en sus constantes infidelidades y no dudó en abandonarlo. Algo totalmente escandaloso para una España en la que el matrimonio era un sacramento que no se podía romper legalmente.
Rosario no solamente retó a la sociedad del siglo XIX con su separación sino que continuó reivindicando la igualdad de derechos entre hombres y mujeres en sus artículos. Aquellos textos revolucionarios para su tiempo fueron firmados bajo el pseudónimo de “Hipatia” desde que Rosario ingresara en una logia masónica.
En 1891, y después de haber escrito y estrenado con éxito varias obras teatrales, Rosario de Acuña decidió poner sobre las tablas su obra más controvertida. El padre Juan narraba la historia de un cura tradicional que se negaba en redondo a que una pareja de su pueblo viviera sin contraer matrimonio eclesiástico. Un argumento que derivaba en un drama familiar que escandalizó hasta tal punto a las autoridades que obligaron al teatro en el que se estrenó a no volver a representar la obra.
Tras el escándalo, Rosario, que había perdido una buena cantidad de dinero al haber producido ella misma la obra, se trasladó a vivir con su madre y su nuevo compañero, Carlos Lamo, a un pueblecito cercano a Santander para fijar definitivamente su residencia en Gijón donde mandó construir sobre un acantilado una casa que se la conocería como “La providencia”.
Pocos meses después de su primer éxito como escritora, Rosario se casaba con Rafael de la Iglesia y Auset, un teniente de infantería con el que tuvo una experiencia matrimonial de lo más desastrosa. Rosario no aceptó que su marido la engañara una y otra vez en sus constantes infidelidades y no dudó en abandonarlo. Algo totalmente escandaloso para una España en la que el matrimonio era un sacramento que no se podía romper legalmente.
Rosario no solamente retó a la sociedad del siglo XIX con su separación sino que continuó reivindicando la igualdad de derechos entre hombres y mujeres en sus artículos. Aquellos textos revolucionarios para su tiempo fueron firmados bajo el pseudónimo de “Hipatia” desde que Rosario ingresara en una logia masónica.
En 1891, y después de haber escrito y estrenado con éxito varias obras teatrales, Rosario de Acuña decidió poner sobre las tablas su obra más controvertida. El padre Juan narraba la historia de un cura tradicional que se negaba en redondo a que una pareja de su pueblo viviera sin contraer matrimonio eclesiástico. Un argumento que derivaba en un drama familiar que escandalizó hasta tal punto a las autoridades que obligaron al teatro en el que se estrenó a no volver a representar la obra.
Tras el escándalo, Rosario, que había perdido una buena cantidad de dinero al haber producido ella misma la obra, se trasladó a vivir con su madre y su nuevo compañero, Carlos Lamo, a un pueblecito cercano a Santander para fijar definitivamente su residencia en Gijón donde mandó construir sobre un acantilado una casa que se la conocería como “La providencia”.
Rosario volvió a escandalizar a la sociedad de su tiempo cuando denunció abiertamente los insultos que las estudiantes universitarias habían recibido en Madrid. Corría el año 1911 y las mujeres aún no eran aceptadas plenamente en las universidades españolas. Tal fue el revuelo que se organizó que Rosario de Acuña se vio amenazada con su detención. Para evitar ingresar en prisión, se vio obligada a exiliarse a Portugal donde permaneció hasta 1913 cuando fue indultada.
Rosario de Acuña vivió aún diez años más comprometida con sus ideales. Librepensadora, abiertamente anticlerical y feminista, cuando falleció el 5 de mayo de 1923 en su casa de La providencia, fue enterrada en un cementerio civil como había dejado por escrito.
Por Sandra Ferrer
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