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domingo, 10 de agosto de 2014

La segunda reina, María Cristina de Habsburgo-Lorena (1858-1929)


Cuando el 26 de junio de 1878, la amada reina y esposa de Alfonso XII, María de las Mercedes, fallecía de manera prematura, acababa de cumplir los dieciocho años, el rey español quedó sumido en la tristeza y la desesperación. Aquel matrimonio había sido un enlace basado en el amor mutuo, por lo que la pronta desaparición de la reina, amada no sólo por su marido sino también por sus súbditos, fue una desgracia para la corona. Y para la dinastía, pues la jovencísima María de las Mercedes no había tenido tiempo de dar un heredero al trono español. Urgía por tanto, buscar una nueva esposa, reina y futura madre de un príncipe. La elección recayó en una prima lejana del emperador Francisco José. Una mujer poco agraciada físicamente pero culta, inteligente y preparada para llevar las riendas de un país que tuvo que dirigir a la muerte de su esposo. María Cristina fue una buena reina y regente al tener que gobernar sola durante la minoría de edad de su hijo, Alfonso XIII. Pero fue también una mujer triste que nunca pudo llegar a lo más profundo del corazón de su marido.


María Cristina Desiré Enriqueta Felicidad Raniera de Habsburgo-Lorena nació el 21 de julio de 1858 en el castillo Židlochovice en Moravia, entonces territorio del imperio Austriaco. María Cristina era miembro de la familia imperial, puesto que su padre era el archiduque Carlos Fernando de Austria y su madre, la archiduquesa Isabel Francisca de Austria, era prima segunda del emperador Francisco José de Austria.
Crista, como la llamaban cariñosamente en familia, tuvo una infancia tranquila junto a sus hermanos y a caballo entre su hogar y la corte vienesa, recibió una exquisita educación digna de una archiduquesa. Siendo una jovencita, Crista ingresó en el Capítulo de Nobles Canonesas de Praga, un centro en el que las hijas de las familias nobles y aristocráticas pasaban un tiempo retiradas y dedicadas al estudio antes de contraer matrimonio.

Fue allí, en Praga, donde María Cristina recibió la noticia de su elección por parte del rey de España para convertirla en su esposa. Crista ya había tenido un breve encuentro con Alfonso XII cuando este era un joven estudiante del Theresianum de Viena y se había llevado una muy grata impresión.

Arcachon, una localidad del sur de Francia, fue el lugar escogido para el primer encuentro oficial entre Alfonso XII y la que se iba a convertir en su segunda esposa. A pesar de que el rey, aun afectado por la prematura desaparición de su amada María de las Mercedes, no tenía ningún interés en volver a casarse y tanto le daba una mujer que otra, aceptó con cordialidad a Crista. No en vano, el primer gesto de la que iba a ser nueva reina de España, fue colocar un retrato de la difunta Mercedes sobre el piano de una de las salas en la que se encontraron.

Así, el 29 de noviembre de 1879, la basílica de Atocha era de nuevo el escenario de una boda real en un Madrid que no aceptaría con tan buen grado a la nueva reina austriaca, con poco atractivo físico y de apariencia lejana. 


María Cristina con Alfonso XII

María Cristina tuvo entonces que luchar contra el rechazo generalizado, la ansiedad de dar un heredero al trono y la indiferencia de su esposo, mientras recibía lecciones de realeza de la mano de su suegra, Isabel II.

Después de dos nacimientos reales, en los que María Cristina trajo al mundo a dos niñas, la reina volvió a quedarse embarazada. Alfonso XII, quien solamente en los últimos años se acercó más a su esposa, nunca supo que Crista llevaba en su seno al ansiado heredero. El rey fallecía seis meses antes del nacimiento de su hijo, Alfonso, el 17 de mayo de 1886.


María Cristina con sus tres hijos
Empezaba en aquel tiempo una nueva y dura etapa en la vida de la reina viuda. Durante diecisiete años, María Cristina ejerció la regencia con sabiduría y rigor. Asesorada por Mateo Sagasta, dirigió los designios de su país de adopción hasta que en 1902 su hijo era considerado mayor de edad y pasó a reinar como Alfonso XIII. Desde entonces y hasta su muerte el 6 de febrero de 1929 tuvo una vida tranquila, dedicada a obras de caridad.

Su cuerpo descansa en el Panteón de reyes y reinas de El Escorial.

 Si quieres leer sobre ella 



La pasión de la reina
María Pilar Queralt del Hierro 








Por Sandra Ferrer

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