La reina María Isabel de Braganza tuvo una vida muy corta pero su papel en el mundo del arte y la cultura fue determinante en la historia de nuestro país. No en vano, fue ella quien motivó la creación del Museo Nacional del Prado, una de las pinacotecas más importantes del mundo. Pero en lo personal, María Isabel tuvo una existencia desdichada. De Portugal al exilio brasileño con una familia en la que había poco amor, para volver a Europa a casarse con su tío, el monarca español Fernando VII, María Isabel de Braganza falleció con poco más de veinte años a causa de una terrible equivocación médica.
La infanta portuguesa
María Isabel de Braganza y Borbón nació el 19 de mayo de 1797 en el Palacio Real de Queluz, en Portugal. Era la primogénita de los futuros reyes Juan VI y Carlota Joaquina. Detrás de ella nacieron ocho hijos más, a pesar de que el matrimonio real no fue una relación en la que reinara el amor. De hecho, en 1806, cuando María Isabel aún no había cumplido los diez años, sufrió la separación de sus padres.
La pequeña infanta fue educada con esmero por profesores afines a la Compañía de Jesús y recibió una exquisita formación artística.
Pero su vida en Portugal terminó el 27 de noviembre de 1807 cuando la familia real tuvo que marchar al exilio tras las invasiones napoleónicas de la península. En Brasil, María Isabel permaneció junto a su madre, pues sus progenitores continuaron manteniendo vidas separadas.
Reina de España
En 1814, el rey español Fernando VII, quien también había sufrido su propio exilio, volvía victorioso. Restaurados los Borbones en el trono de España, Fernando VII decidió volver a casarse y la elegida fue su sobrina, María Isabel de Braganza (su madre era hermana de Fernando).
El 22 de febrero de 1816 se firmaban las capitulaciones matrimoniales de un doble enlace. María Isabel se casaría con su tío Fernando mientras que su hermana María Francisca se casaría con el hermano de este, Carlos María Isidro.
Un mes después, las dos infantas iniciaban un largo viaje hacia tierras españolas. El 28 de septiembre de 1816 se encontraban las dos hermanas cerca de Madrid con sus ya entonces esposos con los que se habían casado por poderes en Cádiz. Fernando tenía entonces treinta y dos años y ella diecinueve. La ceremonia de ratificación de los dos enlaces se celebró en la iglesia madrileña de San Francisco el Grande.
Dos meses después, María Isabel empezó a notar los síntomas de un primer embarazo. Pero la alegría inicial duraría muy poco tiempo. La infanta María Isabel Luisa, nacida el 21 de agosto de 1817, no superó los cinco meses de vida.
La impulsora de las artes
María Isabel de Braganza era una gran aficionada al arte. En una estancia en El Escorial visitó las obras de restauración del monasterio que había quedado dañado después de la guerra de la Independencia. En sus sótanos descubrió un gran número de obras de arte mal apiladas y pensó en exponerlas en el palacio de Riofrio. Los lienzos eran obras de grandes maestros italianos y españoles y que se habían trasladado allí desdel desaparecido Alcázar de Madrid. Otras eran pinturas expropiadas por los franceses que se habían almacenado en aquellos sótanos para ser trasladadas con posterioridad a París.
El pintor Francisco de Goya propuso entonces a María Isabel que las trasladara de nuevo a Madrid donde se podrían mantener mejor y podrían ser admiradas por un mayor número de personas.
El lugar para albergar aquella incipiente pinacoteca fue el Gabinete de Historia Natural, un edificio aún por terminar que había mandado construir Carlos III, abuelo de su esposo. Nacía así el Museo del Prado, gracias a la inquietud artística de la reina María Isabel de Braganza.
Museo del Prado (Foto: http://www.museodelprado.es/) |
El lugar para albergar aquella incipiente pinacoteca fue el Gabinete de Historia Natural, un edificio aún por terminar que había mandado construir Carlos III, abuelo de su esposo. Nacía así el Museo del Prado, gracias a la inquietud artística de la reina María Isabel de Braganza.
Una cesárea mortal
María Isabel se volvió a quedar de nuevo embarazada, un embarazo que se vivió con cierta preocupación por parte de los médicos. El 26 de diciembre de 1818 empezaron las primeras contracciones. El parto se alargó hasta que la reina sufrió una preeclampsia que las crónicas del momento denominaron una alferesía. Lo cierto es que horas antes de iniciarse el parto, la reina se había visto aquejada de unos fuertes dolores de cabeza, preludio del terrible desenlace. Los médicos, ante el cuerpo inconsciente de María Isabel, la creyeron muerta. El rey dio autorización para practicar a su esposa una cesárea de urgencia e intentar salvar a un posible heredero al trono. Mientras, su hermana María Francisca insistía en esperar creyendo que María Isabel no había muerto. No se equivocaba. Cuando el médico empezó a cortar el vientre de la reina ésta dio un grito desgarrador. Sin ninguna compasión para la parturienta, la cesárea no se detuvo. María Isabel murió desangrada. Tenía solamente veintiún años. La niña que extrajeron de su vientre moría a los pocos minutos.
María Isabel no dio a la corona el ansiado heredero, por eso fue enterrada en el Panteón de Infantes de El Escorial. Fue sin embargo gracias a ella que hoy podemos disfrutar de una de las pinacotecas más importantes del mundo.
El Real Museo de Pintura se inauguraba el 19 de noviembre de 1819, un año después de su muerte. El pintor Bernardo López Piquer inmortalizó a María Isabel en un bello cuadro en el que aparece señalando con una mano el edificio del que sería el Museo del Prado y con la otra se apoya sobre los planos del mismo.
Si quieres leer sobre ella
Los espejos de Fernando VII, Mª Pilar Queralt del Hierro
Género: Novela histórica
Ginecología y vida intima de las reinas de España, Enrique Junceda
Género: Ensayo
Por Sandra Ferrer
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