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domingo, 27 de enero de 2013

La reina soldado, María Sofía de Baviera (1841-1925)


La vida de la emperatriz Elizabeth de Austria – Hungría, conocida popularmente como Sissí, eclipsó la existencia del resto de miembros de su familia. Pero de los diez hermanos y hermanas que tuvo, muchos tuvieron vidas relevantes, en muchos sentidos, pero la bella y rebelde Sissí acapararía todo el interés. Una de esas hermanas, María Sofía, tuvo una existencia de lo más desgraciada. Después de vivir una infancia en libertad junto a sus hermanos en Possenhofen, se casó por cuestiones dinásticas con el rey Francisco II de las Dos Sicilias, un hombre débil que no pudo parar la unificación italiana emprendida por Garibaldi. Un idilio con un conde la dejó embarazada y tuvo que refugiarse junto a su madre y hermanos para esconder semejante escándalo. La tristeza por haberse visto obligada a abandonar a su hija y la pérdida de su único vástago legitimo la acompañaron en su largo exilio primero en Roma y después en París. María Sofia fue recordada por muchos como una mujer de coraje, valiente, que ayudó a sobrevivir el Reino de las Dos Sicilias en su último reducto de Gaeta. No en vano Marcel Proust la llamó “La reina soldado”.

La libertad de Possenhofen
María Sofía de Wittelsbach nacía el 4 de octubre de 1841 en el castillo de Possenhofen, en Baviera. Era la sexta hija del duque Maximiliano de Baviera y la princesa real Ludovica. María Sofía tuvo una infancia más que feliz en el castillo bávaro en el que disfrutó de una libertad alejada de cualquier protocolo aristocrático. Aunque pronto vería partir a algunos de sus hermanos mayores, entre ellos Elizabeth, quien se casó con su primo el emperador Francisco José y se alejó de ella para vivir en la corte imperial de Viena. A pesar de su separación, María Sofía siempre tuvo contacto epistolar con su hermana la emperatriz y en los momentos más difíciles de su vida tendría su consuelo y su apoyo. 

La soledad de la corte
Francisco II y María Sofia
María Sofía se casaba el 3 de febrero de 1859 con Francisco, hijo del rey de las Dos Sicilias Fernando II. El matrimonio había sido orquestado por su madre, quien perseguía para sus hijos enlaces beneficiosos para los Wittelsbach. 

Poco después del enlace celebrado en Bari, fallecía el rey Fernando. El esposo de María Sofía subía al trono de Nápoles como Francisco II y ella se convertía en reina. 

Pero ni el matrimonio ni el reinado fueron felices para María Sofía. En el aspecto personal, la joven reina tuvo que sufrir una relación inexistente con su marido, quien sufría de fimosis, por lo que el matrimonio tardó años en consumarse. 

En el terreno político, el reino de las Dos Sicilias no quedó al margen de las ideas unificadoras de Giuseppe Garibaldi y sus tropas no tardaron en llegar al reino de Francisco II. Acorralado por varios frentes y tras la Batalla del Volturno en la que Garibaldi salía victorioso, Francisco y María Sofía tuvieron que refugiarse en la fortaleza de Gaeta, al norte de Nápoles. Fue en aquella fortaleza costera donde María Sofía se ganó el cariño de su pueblo quien la recordaría como una reina guerrera y luchadora que no cejó en su empeño de ayudar a los asediados hambrientos, enfermos o heridos y no paró de animar a las tropas llegando incluso a retar ella misma los cañones enemigos. 

En Gaeta permanecieron los últimos meses de 1860 y los primeros de 1861, cuando Víctor Manuel II, el que sería primer rey de la Italia unificada, bombardeó la fortaleza y caía definitivamente el reino de las Dos Sicilias. 


El exilio romano y un idilio trágico
Francisco II organizó entonces un gobierno en el exilio que ubicó en Roma, donde se trasladó con su mujer. 

Fue en aquella época cuando María Sofía tuvo un idilio con Armand de Lawayss, un conde de origen belga que la dejó embarazada. Asustada ante el escándalo que se le avecinaba, María Sofía se refugió en el castillo de Possenhofen donde recibió el cariño de su familia. Allí permaneció hasta dar a luz el 24 de noviembre de 1862 a una niña en el Convento de Santa Úrsula de Augsburgo. La pequeña fue entregada a la familia de su antiguo amante después de jurar que no intentaría nunca acercarse a su hija. La profunda tristeza de María Sofía la acompañaría todos los días de su vida. 

Ni tan siquiera el nacimiento de una hija legítima en 1869 pudo consolar a la reina en el exilio pues la pequeña Cristina de Borbón-Dos Sicilias moriría pocos meses después de nacer.
Había empezado entonces el año de 1870, año fatídico para Francisco II quien vio caer Roma ante los ejércitos italianos. La pareja huyó a Baviera donde tuvieron una vida tranquila en su segundo exilio. 

Fiel a sus orígenes
Cuando en 1894 fallecía Francisco, María Sofia marchó de Baviera y se instaló primero en Múnich y después en París. En la capital francesa resucitó la corte borbónica en el exilio aglutinando a los nostálgicos de su causa. Sobre ella sobrevolaron rumores de acciones contra la nueva Italia unificada contra la que se posicionó durante la Primera Guerra Mundial cuando contribuyó activamente a la causa alemana y austriaca. 

El 19 de enero de 1925, a los 83 años, fallecía María Sofía en Múnich. Sus restos descansan en la basílica de Santa Clara de Nápoles, junto a su marido y su hija legítima.





Por Sandra Ferrer

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