RADIO "PONCHOSVERDES.FM"

jueves, 30 de octubre de 2014

Rescatando la historia de las mujeres, Elizabeth Fries Lummis Ellet (1818-1877)


En la biografía de Elizabeth Fries existieron luces y sombras. Las luces: pasar a la historia por convertirse en la primera historiadora norteamericana en rescatar del olvido el papel de las mujeres durante la Guerra de la Independencia de los Estados Unidos y ser una acérrima defensora del papel de las mujeres en la sociedad. Las sombras: haber protagonizado truculentos y oscuros escándalos con escritores de la talla de Edgar Alan Poe. Elizabeth fue una escritora prolífica, que publicó muchas obras de distintas temáticas y géneros y que se relacionó con los principales nombres de la literatura del siglo XIX neoyorquino.

Elizabeth Fries Lummis Ellet nació el 18 de octubre de 1818 en Sodus Point, Nueva York. Su madre, Sarah Maxwell era hija de un destacado capitán de la Guerra de la Independencia y su padre, William Nixon Lummis era un doctor reconocido. Elizabeth estudió en el Seminario Femenino de Aurora y con tan sólo dieciséis años publicó su primera obra, una traducción de Eufemio di Messina. Poco después, veía la luz su primer libro propio, Poemas, traducidos y originales donde se incluía la tragedia de cinco actos Teresa Contarini, que tuvo mucho éxito cuando fue interpretada en Nueva York.

Con tan sólo diecisiete años contrajo matrimonio con un químico neoyorquino llamado William Henry Ellet y poco después se mudaron a vivir a Carolina del Sur por razones laborales de su marido. Mientras William se ganaba la vida como profesor en la universidad, Elizabeth publicó un número importante de libros de distintos géneros, desde poseía, relatos históricos y descripciones de viajes y colaboró en distintos periódicos locales.

Pero la que fue posiblemente su obra más importante fue sin duda una amplia historia de las mujeres durante la Guerra de Independencia de los Estados Unidos. A partir de cartas personales, periódicos y entrevistas a algunas de las protagonistas de la contienda, expuso la vida de las mujeres mientras los hombres luchaban en el frente, convirtiéndose en la primera escritora e historiadora en dar voz a la visión femenina de la guerra. 

La primera edición salió a la luz en 1848, unos dos años después de iniciar el ambicioso proyecto. Los dos volúmenes de Las mujeres de la revolución americana, se convirtieron en tres en 1850 con una edición de material adicional. Tal fue el éxito que tuvo la obra y el reconocimiento de la crítica.

Tumba de Elizabeth
Hasta el final de sus días, Elizabeth continuó escribiendo sobre las mujeres, su historia, la vida privada e incluso publicó un manual de seiscientas páginas sobre economía doméstica.

Su fama y reputación se vería sin embargo ensombrecida por un turbio episodio vivido años antes en Nueva York. Poco tiempo antes de iniciar su gran proyecto literario, Elizabeth se había trasladado a Nueva York donde participó en encuentros con escritores como Margaret Fuller, Frances Sargen Osgood y Edgar Alan Poe. Estos dos últimos y su supuesta relación amorosa fueron el origen de un escándalo que parece ser sacó la propia Elizabeth a la luz y en el que ella misma se vio implicada como posible amiga especial del gran escritor. 

La rocambolesca historia derivó en acusaciones de locura hacia Poe por parte de Elizabeth que fueron secundadas por los enemigos del literato. Tal fue la situación, que cuando la esposa de Poe, Virginia, fallecía tras un mortal deterioro de su salud, esta la acusó de haber sido su asesina. Parece ser que Elizabeth habría enviado anónimo a la señora Poe informándole de los amoríos extraconyugales de su esposo.

Elizabeth Fries Lummis falleció el 3 de junio de 1877 de la enfermedad de Bright.





Por Sandra Ferrer

jueves, 23 de octubre de 2014

La escultora maldita, Camille Claudel (1864-1943)


La belleza y el talento de la obra artística de Camille Claudel se vio siempre ensombrecida por la tormentosa relación que mantuvo con su mentor y amante Auguste Rodin. Un amor enfermizo en el que el gran escultor no supo entender nunca los profundos sentimientos de una mujer que habría dado su existencia por él. Con promesas incumplidas de amor eterno, Rodin mantuvo a su joven alumna a su lado a pesar de no querer nunca abandonar a su verdadera pareja, Rose Beuret. En el plano artístico, a pesar de que Camille se situó a la altura del maestro y creó esculturas de alto valor, siempre se le supuso menos capacidad que a Rodin, quien muchos creyeron autor verdadero de su obra. Como en muchos otros casos, es más que probable que si Camille Claudel hubiera nacido hombre, otro hubiera sido su reconocimiento.

Camille Claudel nació el 8 de diciembre de 1864 en Fère-en-Tardenois, Aisne. Desde bien pequeña disfrutaba moldeando el barro como si fuera un juego. Pero ya entonces empezó a mostrar su gran capacidad para reflejar en aquel material inerte los rostros de sus seres queridos. Lo que empezó como una mera distracción, se convirtió en una pasión que no gustó en absoluto a su familia, quienes esperaban de ella que siguiera el camino de las chicas de su tiempo, el que las dirigía exclusivamente al interior del hogar.

La joven aspirante a escultora encontró su oportunidad cuando la familia Claudel se trasladó a vivir a París. Corría el año 1881 y Camille tenía diecisiete años. Con la ayuda de su hermano, quien fue siempre su principal apoyo, el que se convertiría en el famoso escritor Paul Claudel, fue admitida en la Academia de Arte dirigida por Alferd Boucher donde un reputado escultor ejercía de maestro. Era Auguste Rodin y pronto se percató del talento artístico de la joven Camille a la que incorporó sin dudarlo a su equipo de trabajo.

De alumna pasaría pronto a convertirse en musa, para escándalo de su madre tradicionalista, pues el rostro de Camille empezó a aparecer de manera constante en la obra de Rodin. Y de musa, a amante, viviendo un tiempo dorado y soñado por aquella niña que jugaba a ser escultora. Camille Claudel se convirtió en compañera del gran escultor al que acompañaba a las reuniones artísticas de la capital y del que aprendió el arte de esculpir llegando a alcanzar, sino superar, el talento de Rodin. 

Sakountala
Fueron años de amplia creación artística por parte de la ya escultora Camille quien, sin embargo, era objeto de comentarios desafortunados que ponían en duda su capacidad artística. La sombra del maestro era demasiado larga y muchos pensaron que sus geniales creaciones eran obra de Rodin o realizadas con su ayuda. Era impensable que aquella joven hermosa y de aspecto frágil fuera capaz de crear esculturas como la bella Sakountala. Empezó entonces una relación tormentosa, en la que Camille seguía perdidamente enamorada del hombre al que también odiaba por recibir reconocimiento público, constantes encargos y alabanzas en todas sus exposiciones, mientras ella no escapaba del cliché de alumna aventajada. 

El distanciamiento entre ambos terminó en ruptura en 1898 cuando Camille fue del todo consciente de que las promesas de amor de Rodin eran palabras vacías. Él nunca dejaría a su amada Rose, con la que terminaría casándose al final de sus días, traicionando a la desdichada Camille.

Empezó entonces un período obsesivo de creación del que nació una de sus esculturas más famosas, La edad madura, en la que aparece una figura femenina arrodillada agarrando a un hombre que se lo lleva una mujer adulta con rostro siniestro. Toda una alegoría de su existencia. 


La edad madura

Encerrada durante años en su piso, Camille Claudel terminó enloqueciendo. Hacia 1905 sus miedos empezaron a aflorar haciendo de ella una mujer demente que destruía todas sus creaciones sistemáticamente, entre ellas una serie de bustos infantiles en los que parece ser que habría enterrado su frustración por no haber podido ser madre. Años atrás había perdido un bebé cuyo padre, Rodin, habría obligado a abortar.

Cuando en 1913 fallecía su padre, Camille se sintió completamente sola. Su hermano, que estaba en la lejana China ejerciendo de diplomático no pudo consolarla ni salvarla de su trágico final. Un final al que la condujo su propia madre quien hizo ingresarla en el sanatorio de Ville-Evrad. El diagnóstico oficial fue manía persecutoria y delirios de grandeza. Las cartas descubiertas años después descubrieron a una mujer en su sano juicio que fue manipulada y maltratada por su entorno.

Camille Claudel terminó sus días en el sanatorio de Montdevergues, sola, aislada y olvidada por todos. El 19 de octubre de 1943 terminaba su larga penitencia, como ella misma lo calificó, de treinta años de reclusión injusta.

Auguste Rodin había fallecido muchos años antes, en 1917. Mientras su cuerpo descansa junto al de su amada Rose, su obra, paradójicamente, permanece junto a la de su amante Camille Claudel. El Museo Rodin es el que recoge el número más grande de obras de la escultora.

 Si quieres leer sobre ella 

Camille Claudel






Camille Claudel 1915



martes, 21 de octubre de 2014

La mujer soldado, Flora Sandes (1876-1956)


El papel que jugaron las mujeres durante la Primera Guerra Mundial se circunscribió básicamente a la sustitución de los trabajadores en las fábricas y a ejercer de enfermeras en los hospitales de campaña. Pero que una mujer estuviera en la primera fila del campo de batalla y fuera reconocida con destacadas condecoraciones no era en absoluto normal. De hecho, a excepción de las mujeres serbias que sí podían ingresar en el ejército, solamente una inglesa, con espíritu aventurero, sorprendió al mundo al convertirse en la primera mujer soldado de la Gran Guerra. Fue precisamente en aquel frente serbio en el que Flora Sandes pudo cumplir su sueño de luchar en el campo de batalla. Lejos estaban las aspiraciones familiares y sociales de convertir a esta hija de un párroco inglés en una dama dedicada a bordar y cuidar de su familia.

Flora Sandes nació el 22 de enero de 1876 en Nether Poppleton, Yorkshire, en Inglaterra en el seno de una amplia familia de clase media de origen irlandés. Flora era la pequeña de los ocho hijos del reverendo Samuel Dickson Sandes y su esposa Sophia Julia. Instalados de manera definitiva en Suffolk cuando Flora tenía nueve años, ella y sus hermanas recibieron la típica educación destinada a las niñas. Con una gobernanta dirigiendo su formación, Flora no se veía en el papel que la sociedad le tenía preparado de ser una dama elegante, apocada, dedicada a las labores del hogar. En sus ratos de estudio, la pequeña soñaba con montar a caballo, vivir aventuras y participar en batallas como un aguerrido soldado más.


Flora empezó a ver cumplidos sus sueños cuando heredó una importante suma de dinero de un tío rico y decidió invertirlo en viajar por el mundo. El Cairo, Canadá o el continente americano fueron algunos de los destinos de la joven aventurera.

De vuelta a Inglaterra, Flora empezó a dedicar su tiempo libre a colaborar con el cuerpo de primeros auxilios conocido como FANY fundado en 1907. Con tintes de organización paramilitar, allí aprendió algunos rudimentos de enfermería, a montar a caballo y algunas tareas pensadas solamente para los hombres.

En 1910 se unió al Women’s Sick & Wounded Convoy, otra organización de ayuda en el frente que dos años después tendría un importante papel en la primera guerra de los Balcanes.

Cuando la Primera Guerra Mundial estalló, Flora era una mujer de treinta y ocho años que vivía con un sobrino adolescente y con su anciano padre en Londres. Sin pensárselo dos veces se enroló como voluntaria en el servicio de ambulancias Saint John y ocho días después, el 12 de agosto de 1914, marchaba con el primer convoy británico de ayuda al frente serbio junto a una treintena de mujeres. 


En la ciudad en la que se instalaron, Kragujevac, Flora empezó a colaborar con la Cruz Roja serbia. Su periplo con las ambulancias siguiendo el frente de guerra la llevó hasta Albania donde aprovechó una ocasión en la que fue separada de su grupo para enrolarse como soldado en el ejército serbio. Flora no tuvo ningún problema pues este era el único que aceptaba mujeres soldado en sus filas.

Su carrera militar fue entonces imparable. Pero en una batalla, una granada la hirió gravemente y salvó su vida gracias a un soldado lituano que la rescató del frente. Su heroicidad fue premiada con una medalla de honor serbia y con el rango de sargento mayor y de oficial pero el precio fue muy elevado, pues el lado derecho de su cuerpo quedó malherido para siempre. Incapacitada para volver al frente, Flora no volvió a casa, sino que permaneció en Serbia organizando un hospital de campaña. 

Cuando a finales de 1922 Flora Sandes fue desmovilizada se encontró perdida sin saber muy bien cómo reconducir su vida. Fue gracias a un joven soldado ruso doce años más joven que ella y que en la guerra estuvo a sus órdenes, quien le dio un nuevo sentido a su vida. En 1927 Flora y Yuri Yudenitch se casaron y marcharon a vivir a la recién formada Yugoslavia.

La pareja vivió tranquila hasta el estallido de la Segunda Guerra Mundial cuando Flora, ante la invasión Alemana, volvió a enfundarse sus botas y su traje de militar para volver a filas. El control de Yugoslavia por parte de los nazis no tardó en producirse. Flora, que entonces tenía sesenta y cinco años fue detenida por la Gestapo y liberada pocos días después. En aquel tiempo sufrió también la tristeza de perder a su amado Yuri.

Para ahuyentar la soledad, Flora, a pesar de su edad y de las secuelas dejadas por la guerra, marchó con su sobrino a viajar por el mundo como ya hiciera años atrás. De vuelta a Suffolk y postrada en una silla de ruedas, la nostalgia de los tiempos como soldado la hizo estar vinculada hasta el fin de sus días a la Asociación de Salonika, en la que siempre fue tratada como una auténtica heroína. 

El 24 de noviembre de 1956 fallecía en el hospital de East Suffolk a la edad de ochenta años. Pocos días antes, había renovado su pasaporte. Dos textos autobiográficos escritos en distintos momentos de su apasionante existencia permanecen como testimonio de una vida excepcional.

Por Sandra Ferrer

lunes, 20 de octubre de 2014

La madre del feminismo español, Concepción Arenal (1820-1893)


Concepción Arenal es uno de los nombres propios del feminismo en nuestro país, de hecho está considerada como una de las primeras mujeres españolas en enfrentarse al orden establecido y defender los derechos de su género. Lo hizo ayudando a los demás y escribiendo textos cercanos que se convirtieron en lectura indispensable para aquellas que siguieron sus pasos en años posteriores. Se vistió de hombre para poder estudiar en la universidad, se casó en dos ocasiones y luchó en favor de los más desfavorecidos. Entre ellos, las mujeres, a las que por primera vez considera como uno más de los grupos sociales marginados. La educación y el respeto hacia ellas como seres humanos y no como flores débiles a las que hay que tratar como si fueran objetos fueron unas de sus principales ideas que defendió a lo largo de su vida.

Concepción Arenal Ponte nacía el 31 de enero de 1820 en El Ferrol, en el seno de una familia acomodada con ideales liberales. La prematura muerte de su padre cuando contaba con nueve años de edad marcaría a Concepción para siempre. Ángel Arenal Cuesta, un sargento del ejército, ingresó varias veces en prisión por posicionarse en contra del absolutismo monárquico de Fernando VII y fue en una de esas ocasiones en las que cayó enfermo y falleció. 

Su viuda, María Concepción Ponte marcharía a vivir con sus tres hijas a Armaño, en el valle del Liébana donde vivía su suegra. En aquel período de su vida, Concepción perdería a otro miembro de su familia, a su hermana pequeña Luisa. En 1835 su nuevo destino sería Madrid, donde su madre decidió formar a Concepción y su hermana Antonia en los entresijos de la buena educación de las señoritas. Una educación que fue más que insuficiente para las aspiraciones intelectuales de Concepción quien estudió por su cuenta todo lo que pudo mientras empezaba a enfrentarse con una madre anclada en las costumbres que no veía en absoluto con buenos ojos que su hija quisiera formarse como si de un hombre se tratase.

Cuando en 1841, tras el fallecimiento de su abuela paterna y de su propia madre, Concepción se hizo con la herencia de la familia, estuvo en disposición, al menos económica, de realizar su sueño. Así, vestida como un hombre, se coló en las aulas de derecho de la universidad. Y, a pesar de que no pudo conseguir ningún título, algo totalmente inaceptable en aquellos tiempos, si que pudo aprovechar al máximo su presencia en la universidad. Aquellos años fueron también beneficiosos para su vida sentimental. Fernando García Carrasco, al que conoció en las clases de derecho, no sólo se convirtió en su marido en 1848 sino que fue un fiel compañero que apoyó sus ideas progresistas y sus anhelos de romper más de una barrera social. 


©Isabel Ruiz Ruiz 

Sus años de matrimonio, además de darle tres hijos, uno de los cuales fallecería a muy temprana edad, fueron días de enriquecimiento intelectual mutuo. Concepción asistía vestida como un hombre a las tertulias en las que participaba su esposo con el que, además, colaboró en el periódico liberal La Iberia

En 1857 Concepción Arenal sufrió el duro golpe de perder a su marido y fiel compañero. Viuda y con dos hijos, marchó a vivir a Potes donde conocería a un músico y compositor llamado Jesús Monasterio quien con el tiempo se convertiría en su nuevo compañero.

Fue Jesús quien despertó en Concepción su interés por la ayuda activa a los demás. El violinista había fundado en Potes las Conferencias de San Vicente de Paúl y animó a Concepción a organizar su rama femenina. La Beneficiencia, la Filantropía y la Caridad, escrita en 1860 será su fruto teórico que recibirá el premio de la Academia de Ciencias Morales y Políticas quien en un primer momento creyó haber dado el galardon a un hombre, pues Concepción había firmado con el nombre de su hijo de diez años. Descubierta la mentira, la academia tuvo que rendirse a la evidencia de la calidad del texto de Concepción. Aunque fuera una mujer quien lo hubiera escrito.

A partir de entonces, Concepción Arenal siguió escribiendo textos relacionados con la necesaria ayuda a los más desvalidos y trabajando en mejorar su situación. El 4 de abril de 1864 y a instancias de la propia reina Isabel II, Concepción fue nombrada Visitadora de Prisiones de Mujeres y más adelante, en el 68 Inspectora de Casas de Corrección de Mujeres. Además de escribir ensayos explicando las terribles situaciones de estas mujeres, en 1870 creó La Voz de la Caridad, un periódico que se publicó durante más de una década y que se convirtió en el testimonio de aquellas realidades. También en la recién creada Cruz Roja en España tuvo Concepción un papel destacado ayudando en los hospitales de campaña organizados durante las guerras carlistas.



Durante la la monarquía de Saboya, que reinó en España los escasos tres años comprendidos entre 1870 y 1873, Concepción se convirtió en amiga y colaboradora de la entonces reina María Victoria dal Pozzo, cuya breve presencia en Madrid fue recordada sobre todo por aquellos desfavorecidos a los que ayudó y continuó ayudando ya destituida de su real cargo con la ayuda de Concepción.

Concepción Arenal dedicó su vida a reivindicar los derechos de los más desfavorecidos y a intentar rebatir las teorías científicas que hacían de la mujer un ser físicamente inferior. Desde su primera obra feminista, La mujer del porvenir, escrita en 1861, Concepción defendió siempre el derecho de la mujer a la educación como principal escollo para superar las diferencias marcadas en la sociedad entre el hombre, superior siempre, a la mujer. 


Una cansada Concepción Arenal de más de setenta años, fallecía el 4 de febrero de 1893 en Vigo, donde su cuerpo descansa. Concepción terminaba su vida pero dejaba sentadas las bases de lo que sería el posterior feminismo en una España que aún debería recorrer un largo y tortuoso camino antes de conseguir la igualdad entre sexos.

 Libro que habla de ella
Mujeres
Isabel Ruiz Ruiz



 Película que habla de ella 


Concepción Arenal. Visitadora de cárceles

domingo, 12 de octubre de 2014

La esposa del compositor, Anna Magdalena Bach (1701-1760)


En su partida de defunción se la describió como “mujer pobre”. Anna Magdalena, segunda esposa del compositor Johann Sebastian Bach, murió rodeada de dificultades económicas que no quiso solventar malvendiendo los manuscritos de la obra de su marido. Cosa que sí que harían sus hijos. Tal era el amor que sentía Anna Magdalena hacía su pareja y el talento que lo consagró como uno de los compositores más famosos de la historia de la música. Es más que probable que esta soprano se casara por amor con el que entonces era un viudo con tres hijos muchos años mayor que él. Anna Magdalena no sólo fue una buena esposa y madre, sino que compartió con Bach su pasión por la música colaborando en la transcripción de sus partituras o incluso componiendo, como aseguran algunos expertos.

Anna Magdalena Wilcken nació el 22 de diciembre de 1701 en Zeitz, Alemania en el seno de una familia de tradición musical. su padre, Johann Caspar Wilcken, era trompetista en la corte de Zeitz mientras que su madre, Margaretha Elisabeth Liebe, era hija de un organista. De su infancia no se conoce casi nada, aunque su vida posterior como soprano, nos hace pensar que Anna vivió siempre rodeada de música y que aprendería de su propio padre. Junto a Johann Caspar trabajó junto a su padre en distintas iglesias de la zona sajona.

Cercana a los círculos musicales, Anna Magdalena conoció pronto a Johann Sebastian Bach. Viudo de su primera mujer, María Bárbara Bach, el compositor se fijó en la joven soprano, dieciséis años más joven que él. Cuando el 3 de diciembre de 1721 Bach se casaba con Anna Magdalena es más que probable que lo hiciera por amor. De manera excepcional, Anna Magdalena era una mujer independiente económicamente hablando, que se ganaba su propio sustento cantando. Que se casara con un hombre viudo, mucho mayor que ella y con varios hijos a su cargo, sólo podía ser por amor o admiración hacia el compositor. 

Lo cierto es que la nueva señora Bach le dio trece hijos, de los que sólo sobrevivieron seis. Además de dedicarse a sus hijos y a su propia carrera como soprano, Anna Magdalena se volcó en la obra de su marido, ayudándole a transcribir algunas de sus composiciones. Tanto se parecía su caligrafía que en algún momento se llegaron a confundir las plumas. Por su parte, Johann Sebastian amaba tanto a su mujer que le dedicó dos de sus famosos Cuadernos de música.



Su hogar en Leipzig se convirtió en un importante punto de encuentro para los amantes de la música que disfrutaban de las veladas organizadas por los Bach. Anna estaba tan entusiasmada con la obra de su marido, que aprendió mucho de él e incluso parece ser que ella misma probó a componer. Piezas musicales que hoy día son objeto de estudio pues hay especialistas que aseguran que algunas de las obras firmadas por Johann Sebastian Bach fueron realmente compuestas por su mujer.

Sea como fuere, cuando el 28 de julio de 1750 fallecía el gran compositor, Anna Magdalena Bach quedaría en una complicada situación económica. Con cinco hijos aún bajo su techo, uno de ellos con problemas mentales, y una herencia a repartir entre ella y los descendientes de su anterior matrimonio, la viuda de Bach se topó además con la indiferencia de estos, quienes siempre demostraron su hostilidad hacia la segunda esposa de su padre. 



Anna Magdalena Bach terminó sus días viviendo de la solidaridad de sus vecinos. A pesar de tener bajo su custodia muchas obras de Bach que, de haberlas vendido, le habrían supuesto un importante alivio económico, nunca quiso desprenderse de las composiciones de su marido. Tal fue su amor a Bach y a su música. 


Anna Magdalena Bach falleció el Leipzig el 22 de febrero de 1760.

 Si quieres leer sobre ella 



La pequeña crónica de Ana Magdalena Bach
Esther Meynell 








 Películas que hablan de ella 


Crónica de Ana Magdalena Bach









Por Sandra Ferrer

viernes, 10 de octubre de 2014

La Tintoretta, Marietta Robusti (1560?-1590)


La historia de la pintora Marietta Robusti es la misma que la de muchas otras mujeres artistas que, en su tiempo, tuvieron muchas dificultades para demostrar su talento y conseguir vivir de su arte. Hijas, hermanas o familiares de artistas, esas pintoras tenaces sólo pudieron pintar a la sombra de sus protectores. Con el tiempo se ha descubierto que obras atribuidas a pintores de renombre fueron realizadas por estas mujeres. La Tintoretta es uno de los casos menos conocidos porque aún a día de hoy hay muy pocas obras atribuidas a ella. Protegida por su padre, Marietta vivió muy ligada al gran Tintoretto, del que aprendió e incluso llegó a alcanzar en talento, según algunos expertos.

La biografía de Marietta Robusti es difusa incluso en lo concerniente al año de su nacimiento. Escasas son las fuentes que la citan y ninguna coincide en el año exacto, que rondaría entre 1555 y 1560. Lo que sí está claro es que nació, vivió y murió en Venecia y fue la hija predilecta de la amplia prole de ocho hijos que tuvo el pintor Jacopo Robusti, conocido como Il Tintoretto.

Jacopo encontró en su hija preferida a una alumna aplicada. Vestida de chico para poder moverse con más libertad en los círculos artísticos, Marietta aprendió de su padre las técnicas pictóricas y pronto se convirtió en una artista conocida entre la aristocracia veneciana a la que deleitaba con hermosos retratos y la apodó con el nombre de La Tintoretta.

Su humilde fama llegó a traspasar las fronteras de su pequeño universo veneciano en el que su padre la protegía con gran celo. El emperador Maximiliano o el rey español Felipe II alabaron su obra y requirieron sus servicios como pintora de cámara. Pero su padre no consintió nunca que su hija se alejara de su lado. Incluso a la hora de casarse, Jacopo solamente aceptó a un joyero veneciano llamado Mario Augusti, pues fue el único que consintió en vivir en la casa familiar de los Robusti.


Marietta se habría casado alrededor de 1586. Cuatro años después, fallecía de parto dejando a su padre desconsolado. Sus restos fueron enterrados en la capilla familiar de Santa Maria dell’Orto. Su legado artístico también sería enterrado en el olvido de la historia hasta que a principios del siglo XX, una M descubierta en un cuadro atribuido a Tintoretto despertó las sospechas. Por ahora, escasas obras de La Tintoretta están verificadas como tales. 

 Si quieres leer sobre ella 


La larga espera del ángel, Melania G. Mazzucco 










Por Sandra Ferrer

jueves, 2 de octubre de 2014

La princesa breve, María Manuela de Portugal (1527-1545)


María Manuela de Portugal escribió una página muy corta de la historia de España. Primera esposa del entonces príncipe Felipe de Habsburgo, quien pocos años después de su muerte se convertiría en Felipe II, su matrimonio duró tan sólo dos años. Con dieciocho años, María Manuela fallecería tras dar a luz al problemático príncipe Don Carlos. Había cumplido con el deber para el que estaba llamada a casarse con un heredero tan poderoso como el de la casa de Austria. Pero pagó un alto precio y el hijo que dejó a Felipe no llegó a reinar teniendo una turbulenta existencia que puso en jaque en más de una ocasión a su padre. 

María Manuela de Portugal nació en Coimbra el 15 de octubre de 1527. La princesa de la casa de Avis era hija del rey portugués Juan III y su esposa, Catalina de Austria. Juan era hijo de Manuel I, llamado El Afortunado, y María, hija de los Reyes Católicos. Catalina por su parte, era la hija póstuma de Juana la Loca y Felipe el Hermoso y la hermana más pequeña del emperador Carlos V. Así, la que se convertiría en la primera esposa del futuro Felipe II, era su prima con un parentesco muy estrecho por varias ramas familiares. 

María Manuela tuvo una infancia tranquila en la corte de los Avis donde recibió una buena educación digna de una princesa supervisada siempre por su madre. Catalina quería preparar a su hija para convertirse en una buena candidata para un buen matrimonio, algo que conseguiría gracias a la destacada influencia que ejerció sobre su esposo.

La princesa portuguesa tenía apenas quince años cuando se empezó a pensar en un buen casamiento. El entonces príncipe Felipe, quien tenía la misma edad que María Manuela, estaba siendo instruido por su padre, Carlos V para ejercer su regencia en los territorios españoles debido a sus constantes ausencias. El emperador también aconsejó entonces a su hijo que era importante empezar a pensar en un matrimonio que afianzara la dinastía de los Austria a la vez que supusiera una alianza beneficiosa para el imperio.

Tras descartar varias opciones llegadas de Inglaterra y Francia, Felipe pidió a su padre poder casarse con su prima María Manuela. En Portugal existían razones en contra, como la profunda crisis económica por la que pasaba que limitaría la dote de la princesa o la estrecha consanguinidad de los futuros esposos. 

Después de distintas negociaciones, el 1 de diciembre de 1542 Portugal establecía las capitulaciones matrimoniales entre las que se incluía un segundo casamiento, el de la infanta Juana, hermana de Felipe y el príncipe Juan, heredero de la corona portuguesa. 

Tras solventar el último escollo, conseguir la dispensa papal por parentesco, la boda se celebró el 13 de noviembre de 1543 en Salamanca. 

La pareja, que congenió desde el primer momento, se instaló en la casa natal de Felipe en Valladolid. Dos años después, María Manuela descubría feliz que se encontraba embarazada de su primer hijo. Pero la felicidad terminó cuatro días después de dar a luz al príncipe heredero, don Carlos. El 12 de julio de 1545 la primera esposa de Felipe II fallecía sin haber llegado a ser reina. Su hijo tampoco sería rey, pues fallecería en extrañas circunstancias a los veintitrés años tras una vida tortuosa. El príncipe Felipe quedaba desolado pero debería reponerse para volver a buscar esposa. 

María Manuela de Portugal fue enterrada en el Real Monasterio de El Escorial, en el Panteón de Infantes.

 Si quieres leer sobre ella 


Las mujeres de Felipe II
María Pilar Queralt del Hierro








Por Sandra Ferrer