RADIO "PONCHOSVERDES.FM"

viernes, 2 de septiembre de 2011

La tuerta, Ana de Mendoza (1540-1592)


La biografía de la aristócrata Ana de Mendoza está llena de misterios. Desde el parche que lució con orgullo y elegancia desde su infancia hasta su reclusión en su propia casa en Pastrana ordenada por el mismísimo rey Felipe II pasando por su oscura relación con el secretario de estado Antonio Pérez, enturbiaron la vida de esta grande de España.

La heredera tuerta
Ana de Mendoza y de la Cerda era la única hija de don Diego Hurtado de Mendoza y de la Cerda y doña María Catalina de Silva y Toledo. Nacida el 29 de junio de 1540, Ana recibió una exquisita educación. Poco se sabe de su infancia, en la que presenció los constantes conflictos entre sus padres. Fue en aquellos primeros años cuando empezó a usar un parche en su ojo derecho. Una caída, una mala estocada jugando a esgrima o un defecto en el ojo, lo cierto es que nunca se supo con seguridad la razón por la que Ana ocultó siempre en público esta parte de su cara. Algo que por otro lado parece ser que no le importó pues lució su defecto con dignidad e incluso dejó inmortalizarse con él.

Matrimonio por orden real
Fue el propio rey Felipe II quien decidió con quien debía casarse una de las herederas más importantes de los reinos españoles. Para ello eligió a Ruy Gómez da Silva, un noble segundón de origen portugués que había llegado a la corte castellana con el séquito de la emperatriz Isabel, madre de Felipe II. Convertido en secretario y hombre de confianza del rey prudente, este no dudó en entregarle a Ana como esposa.

El matrimonio se celebró en 1552, cuando Ana era una niña de 12 años por lo que la relación no se consumó hasta años más tarde. Ruy había recibido del rey el principado de Éboli en el reino de Nápoles por lo que él y su esposa ostentarían el título de príncipes. Ana aportó al matrimonio el título de Condes de Mélito cedido por su padre. Tras años de ausencia por razones de Estado, Ruy volvió al lado de su esposa en 1559. A partir de ese momento y hasta la muerte de él, sería una pareja feliz y estable de la que nacieron diez hijos.


Ruy Gómez y Ana de Mendoza

La viuda monja
La desaparición de su marido trastocó a la joven viuda quien se dispuso a ingresar en el convento de las carmelitas de Pastrana que años antes había erigido Santa Teresa en aquella localidad. Si en aquel tiempo, la santa ya se había enfrentado con la princesa por su entrometimiento en la construcción de dicho convento, su intento de convertirse en monja no agradó para nada a Teresa. Tras un rocambolesco ingreso en la clausura, en la que Ana quiso imponer sus propias normas alejadas de la rigidez y austeridad de las carmelitas, la princesa volvió de nuevo a la corte de Madrid.

Antonio Pérez, una peligrosa amistad
Antonio Pérez
Tras la muerte de su marido, Ana inició una extraña relación con el entonces secretario de estado, Antonio Pérez. Aunque no está probado que fueran realmente amantes, lo cierto es que establecieron una estrecha amistad a espaldas del rey.

Su relación con Antonio hizo que se viera envuelta voluntaria o involuntariamente en el misterioso asesinato de Juan de Escobedo. Este era el secretario de Juan de Austria, hermano bastardo de Felipe II, quien a las órdenes del rey había ido a Flandes a intentar apaciguar la conflictiva situación que en aquellos territorios hacía tiempo no se solucionaba. Parece ser que Antonio Pérez había descubierto extraños movimientos de Juan y su secretario con la intención de establecer una alianza matrimonial con la reina de Escocia, María Estuardo, en un complot para derrocar a su hermanastro.

Las cuestiones políticas se unieron a las personales cuando Juan de Escobedo descubrió la relación entre la princesa de Éboli y Antonio Pérez. Amenazando a la pareja con descubrirlos ante el rey, Escobedo fue encontrado muerto de varias estocadas tras varios intentos de asesinato por envenenamiento.

Si el asesinato del secretario de Juan de Austria fue ordenado por el mismo rey o fue obra personal de Antonio Pérez, nunca se demostró. Lo que sí es cierto es que en paralelo a un juicio contra Pérez, quien terminaría huyendo a Aragón, Ana fue encerrada por orden del rey en 1579 en la Torre de Pinto para más tarde ser trasladada a la fortaleza de Santorcaz. Dos años después se le permitiría volver a sus dominios de Pastrana donde, en su Palacio Ducal sufriría una reclusión hasta su muerte. La crueldad con la que fue tratada Ana de Mendoza por el otrora amigo personal Felipe II fue lo que pudo despertar las sospechas de un amor secreto por parte del rey hacia la princesa. 


Palacio Ducal de Pastrana donde vivió los últimos años recluida.
A la derecha se puede ver una de las ventanas enrejadas

Ana de Mendoza vivió los diez últimos años de su vida tras las rejas de su propia casa acompañada de su hija pequeña, quien también llevaba su nombre. Esta pequeña Ana, quien tras la muerte de su madre se haría monja, estuvo a su lado cuando falleció el 2 de febrero de 1592.

Sólo entonces salió de su reclusión para ser enterrada junto a su esposo Ruy en la Colegiata de Pastrana.

 Si quieres leer sobre ella 

Esa dama, Kate o’Brien
Género: Novela







La princesa de Éboli, Almudena de Arteaga
Género: Novela histórica






La princesa de Éboli, Manuel Fernández Álvarez
Género: Biografía
Éboli, secretos de la vida de Ana de Mendoza, Nacho Ares
Género: Biografía





Las mujeres de Felipe II
María Pilar Queralt del Hierro






Ellas mismas, María Teresa Álvarez







El castillo de diamante, Juan Manuel de Prada







Por Sandra Ferrer

martes, 30 de agosto de 2011

La historiadora, Ana Comneno (1083-1153)


Alejo I
Una joven princesa bizantina fue testigo de excepción de la llegada a sus tierras de unas extrañas e ingentes masas de hombres provenientes del occidente europeo que iban a protagonizar las primeras cruzadas. Ana Comneno relató aquel momento crucial de la historia en La Alexiada, una obra dedicada al reinado de su padre convirtiéndose así en la primera historiadora conocida.

La primogénita
Ana Comneno nació el 2 de diciembre de 1083. Era la primogénita del emperador bizantino Alejo I Comneno y la emperatriz Irene Ducas. 
Ana recibió una amplia formación en literatura, geografía e historia convirtiéndose en una joven sabia y erudita.
En 1097, con 14 años, Ana se casó con el noble César Nicéforo Briennio, una relación que duró más de 40 años y de la que nacieron cuatro hijos.
La conspiradora
A pesar de que Ana tenía un hermano cinco años menor que ella siempre había pensado que heredaría el trono de su padre. Así, cuando en 1118 Juan ascendió al trono como Juan II Comneno, Ana no dudó en conspirar contra él para sustituirlo por su propio marido. Ayudada por su madre, Ana no tuvo éxito, en parte por el débil carácter del mismo Nicéforo quien en varias ocasiones se negó a colaborar en la empresa. 
Tras varios intentos infructuosos, Ana fue condenada a renunciar a sus propiedades y a marchar exiliada a un monasterio, donde la acompañarían su madre y su hermana Eudoxia. Mientras, su esposo Nicéforo, permanecería en palacio al lado de su cuñado ejerciendo como fiel consejero imperial.
La historiadora
En su tiempo de exilio Ana continuó sus estudios y se decidió a iniciar una amplia historia sobre el reinado de su padre conocida como La Alexiada (1148). A lo largo de 15 tomos, Ana describió más de 30 años de la historia de Bizancio y de su relación con occidente.
El periodo que abarca La Alexiada (1081-1118) engloba el paso de los primeros cruzados por Bizancio hacia Tierra Santa. A pesar de ser una niña cuando empezaron a llegar los primeros caballeros y peregrinos con la intención de recuperar Jerusalén, Ana recordó a su manera aquellos momentos clave: Ana explica el origen de las Cruzadas de una manera vaga y fantasiosa, en un estilo que sorprende bajo la pluma de un historiador serio: un estilo de cuento popular1. Ana atribuyó el inicio de las cruzadas a Pedro el Ermitaño quitándole todo el protagonismo al papa Urbano II. A pesar de esa visión más o menos velada, la historiadora racionalista y algo cínica2, puso de relieve los intereses poco piadosos de muchos de los jefes cruzados que había conocido en su infancia. 
Aun siendo una crónica defensora del reinado de su padre en detrimento de los poderes occidentales, Ana dio a la historia medieval la única visión griega de los primeros años de las cruzadas. 
Además de su visión política de las cruzadas, Ana ofreció un testimonio detallado de las prácticas guerreras de aquel siglo.
Parece ser que Ana murió cinco años después de escribir La Alexiada. Ana Comneno no consiguió su principal objetivo de reinar como emperatriz al lado de su esposo pero su fracaso político la llevó a convertirla en la primera mujer en relatar con su propia mano uno de los momentos más fascinantes de la historia medieval, el inicio de las cruzadas.

 Su obra

La Alexiada, Ana Comneno












Por Sandra Ferrer



domingo, 28 de agosto de 2011

Expresionismo reivindicativo, Käthe Kollwitz (1867-1945)


El arte de Käthe Kollwitz sirvió para inmortalizar la injusticia y la tristeza vivida por ella misma y por millones de europeos durante los duros años de las grandes guerras europeas. Ya fuera en grabados, pinturas o esculturas, esta artista expresionista alemana plasmó como nadie el lado más amargo de la vida.
Exprimiendo sus habilidades
Käthe Kollwitz Schmidt nació el 8 de julio de 1867 en la ciudad alemana de Königsberg en el seno de una familia de clase media. Su padre, Karl Schmidt no dudó en fomentar las habilidades de su hija y permitió que tomara clases privadas durante su infancia.

En 1885 ingresó en la escuela de Arte Femenina de Berlín iniciando su contacto con artistas del momento. Tras completar sus estudios en Múnich, Käthe regresaría a su ciudad natal para establecer su estudio e iniciar su vida profesional como artista.

Reflejo de la miseria
En 1891, cuando aún no había cumplido los 25, la joven artista se casó con el doctor Karl Köllwitz con el que tendría dos hijos. Se trasladaron a vivir a los barrios más deprimidos de Berlín donde Käthe fue testimonio de las paupérrimas condiciones en las que vivía la población obrera de finales del XIX. Esas tristes visiones de una realidad social miserable influirían decididamente en su obra repleta de profunda crítica social. Series de grabados como La revuelta de los tejedores o La guerra de los campesinos, así lo atestiguan.


La marcha de los tejedores

El éxito de sus obras llevó a Käthe a impartir clases de dibujo en Berlín y a viajar por distintas ciudades europeas en las que conoció a artistas de la talla de Auguste Rodin.

Reflejo de la paz
La Primera Guerra Mundial se llevó por delante la vida de su hijo pequeño, Peter, tragedia que marcaría para siempre su vida. Su gran obra, Monumento a los muertos, situada en el cementerio de Essen en Bélgica, en la que representaba la desolación de unos padres ante un soldado fallecido en 1932 fue sin duda la viva representación de su propio dolor.


El duelo de los padres, Memorial a Peter, hijo de Kollwitz
Cementerio de guerra alemán Vladslo

La serie de aguafuertes con el triste nombre Mujer con hijo muerto en las que su hijo había posado como modelo unos años antes (1903) serían una triste premonición de su propio destino.

Defensora desde entonces de los movimientos pacifistas, Käthe vio la subida al poder del partido nacionalsocialista en su país y cómo sus obras, y la de muchos otros artistas de vanguardia, eran retiradas de museos y salas de exposiciones por ser consideradas como arte degenerado.

Reflejo de la muerte
Los últimos años de su vida, Käthe sufrió la destrucción de su estudio y buena parte de su obra a causa de los bombardeosALIADOS sobre la capital alemana. La desolación de la guerra fue plasmada en sus ocho litografías pertenecientes a la serie llamada Muerte. Un año después, tras el fallecimiento de su marido, Käthe Köllwitz moría el 22 de abril de 1945 a los 78 años de edad. Dejaba para la historia del arte, esculturas y grabados llenos de intensos sentimientos.

 Su obra 


Museo Käthe Kollwitz
http://www.kollwitz.de/en/default.aspx 



Consulta online toda su obra en Wikipaintings
http://www.wikipaintings.org/en/kathe-kollwitz 






Por sanda ferrer

viernes, 26 de agosto de 2011

El alma de las mujeres, María de Zayas (1590-1661)


La costurera, Velázquez
En una España imperial previa al mundo barroco del siglo de Oro; en una España que, como en el resto del mundo, las mujeres seguían estando recluidas en un universo muy restringido, nació María de Zayas. Fue algo más que una novelista excelente. Con un osado feminismo para su tiempo, se atrevió a alzar la voz a favor de la inteligencia femenina.

Una vida desconocida
Escritora prolífica, María de Zayas Sotomayor solamente se puede conocer por sus textos. Poco o nada se sabe de su vida privada. Solamente que nació el 12 de septiembre de 1590 y que era hija de Fernando de Zayas y Sotomayor y María de Barasa. Su padre, capitán de infantería, se había trasladado con su familia a Nápoles siguiendo al conde de Lemos a quien servía como caballero. A lo largo de su vida viajó por diversas ciudades españolas pero desconocemos si se casó y mucho menos si tuvo hijos.

La sibila de Madrid
Así la definió el escritor Alonso de Castillo Solórzano quien, como otros literatos contemporáneos ensalzaron la calidad de los textos de María. Autora de novelas amorosas (Novelas amorosas y ejemplares o Decamerón Español y Desengaños) siguiendo la influencia directa de Cervantes o Bocaccio, María de Zayas llenó sus textos de historias atrevidas sobre mujeres que cuestionaban conceptos tan machistas como la honra. 

Feminismo en el barroco
Junto con Sor Juana Inés de la Cruz, María de Zayas se puede considerar como una de las primeras feministas de la historia de España. Siguiendo las mismas ideas de Christine de Pizán dos siglos antes en Francia, María de Zayas se atrevió a defender la dignidad femenina asegurando que el alma no era ni hombre ni mujer. Fue incluso más allá y afirmó con contundencia que las mujeres no eran cultas no por falta de capacidades intelectuales sino por falta de oportunidades. 

Si les dan libros y profesores en lugar de tela, bastidores y almohadones, [las mujeres] estarían tan capacitadas como los hombres para ocupar puestos de gobierno y cátedras universitarias y quizás incluso más1.

Olvidada durante muchos años, ya en el siglo XIX, otra escritora, Emilia Pardo Bazán, reivindicó la obra y las ideas de María de Zayas, una mujer adelantada a las ideas de su tiempo. 


 Si quieres leer sobre ella 

Escenas de transgresión: María de Zayas en su contextos literario-cultural, Irene Albers
Género: Ensayo




Ellas mismas, María Teresa Álvarez





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1. Historia de las mujeres, una historia propia, Bonnie S. Anderson y Judith P. Zinsser, p. 842


Por Sandra Ferer

miércoles, 24 de agosto de 2011

La diosa respetada, Livia Drusila (58 a.C. – 29 d.C.)


Livia Drusila fue uno de los nombres femeninos más importantes de los inicios de la época imperial romana. Como esposa del emperador Augusto y luego como madre del emperador Tiberio, Livia ejerció un destacado poder en la sombra. Juan Luis Posadas la define como la mujer más influyente, interesante, ambiciosa y a la vez respetable de toda la historia romana1.

La belleza que atrajo al emperador
Livia Drusila nació en el año 58 a.C. en el seno de la familia Claudia. Su padre, Marco Livio Druso Claudiano, participó en la conspiración para asesinar a Julio César y se suicidó en Filipos en el año 42 a.C. Su madre, Alfidia, pertenecía a la burguesía de la ciudad italiana de Fundi. 
En el año 43 a.C., cuando era una jovencita de apenas 15 años, Livia fue entregada por su padre en matrimonio a Tiberio Claudio Nerón. Con su primer marido, Livia tuvo a sus dos únicos hijos, el futuro emperador Tiberio y Druso.
Durante el conflicto que siguió al asesinato de César, en el que Tiberio Claudio Nerón se encontraba en el bando contrario a Augusto, éste conoció a Livia. Su belleza enamoró al momento al futuro emperador quien no dudó en deshacer su matrimonio y el de Livia. 
El mismo día que su esposa Escribonia daba a luz a su hija Julia, Augusto se divorciaba de ella e iniciaba un proceso de consulta al colegio de pontífices sobre la posibilidad de casarse con Livia, quien en esos momentos estaba embarazada de Druso. 
El 28 de enero del año 38, Augusto y Livia contraían matrimonio. Una relación que duraría más de 50 años hasta la muerte del entonces emperador. 
Tribúnica sanctíssima
Livia se benefició de la protección recibida por su cuñada Octavia, ex esposa de Marco Antonio, quien fue declarada tribúnica sanctissima, o mujer intocable para protegerla de su ex marido. Este honor, dado a una mujer de manera excepcional en la historia de Roma, no podía dejar a un lado a la esposa de Octavio. Así, Livia también recibió ese título que no sólo la protegía legalmente de cualquier ataque sino que le daba total libertad para gestionar y disponer de sus propiedades y riquezas. 
Dominio en la sombra
Cuando Marco Antonio y su amada Cleopatra eran eliminados de la carrera por el poder de Roma en la batalla de Accio en el 31 a.C., Octavio fue proclamado Cesar Augusto. 
Como emperador y emperatriz consorte, Augusto y Livia iniciaron una vida de mutuo respeto en el que llevaron con eficacia sus asuntos personales y compartieron las cuestiones políticas. No en vano, Livia fue uno de los consejeros más fieles de su augusto marido y se convirtió en modelo de matrona romana.
Al no tener hijos en común y tras la muerte de su primer marido, Livia acogió en su casa a sus hijos, Tiberio y Druso, mientras Augusto era nombrado su tutor legal. 
Viuda de Augusto
En agosto del año 14 d.C. Augusto moría en presencia de Tiberio, su hijo adoptivo, quien automáticamente fue nombrado emperador. Como emperatriz madre y viuda de Augusto, Livia inició una vida relativamente tranquila dirigiendo sus propiedades en varias partes del imperio. Aunque no dejó de inmiscuirse en asuntos de estado como ya había hecho en vida de su marido. 
La actividad política de Livia no fue bien vista por su hijo, quien, a pesar de tenerle que agradecer a ella su ascenso al poder, no tenía una buena relación con su madre.
En su afán por consolidar la sucesión de Augusto en la persona de su hijo Tiberio, Livia había obligado a su hijo años atrás a divorciarse de su amada esposa Vipsania Agripina para casarse con Julia, hija de Augusto y Escribonia, algo que Tiberio nunca le perdonaría. 
Livia siguió con sus asuntos personales y dinásticos. Se dice que pudo influir en el envenenamiento de su propio nieto Germánico, esposo de Agripina la Mayor y otras cuestiones de gobierno que llevaron a su propio hijo a huir de ella.
Diva Augusta
Cuando en el año 29 murió Livia con más de 80 años, Tiberio se negó a iniciar el proceso de deificación de su madre. Livia tendíra que esperar a subir a los altares romanos hasta la ascensión al poder de Claudio.

 Si quieres leer sobre ella 

Emperatrices y princesas de Roma, Juan Luis Posadas
Género: Ensayo






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1. Emperatrices y princesas de Roma, Juan Luis Posadas, p. 54



Por Sandra Ferrer

lunes, 22 de agosto de 2011

La rosa blanca de Stalingrado, Lily Litvak (1921-1943)


El 1 de agosto de 1943 un avión de combate caía abatido en un lugar desconocido de la zona del Donbass, en Ucrania, en la conocida como la Batalla de Kursk. Los cazas alemanes habían abatido a una de las mejores mujeres piloto de la historia: Lily Litvak.

Una aviadora precoz
Lidia Litvyak nació en Moscú el 18 de agosto de 1921. Desde muy joven, Lily demostró un interés inusitado por el mundo de la aviación. Tenía solamente 14 años cuando empezó a recibir clases de aviación. Un año después ya pilotaba y pocos años más tarde recibía la licencia de instructora de vuelo.

Las mujeres piloto
Lily tenía 20 años cuando la Unión Soviética se vio amenazada por los ejércitos nazis. Ella como muchas otras mujeres, no dudaron en ofrecerse voluntarias y alistarse en el ejército haciendo múltiples tareas. Aquellas que conocían el mundo de la aviación formaron el conocido como Grupo Aéreo 122, en el que sólo había mujeres, muchas de las cuales harían importantísimas misiones recibiendo numerosas condecoraciones a lo largo de la Segunda Guerra Mundial.

La joven piloto tuvo que mentir en su historial de vuelo para ser aceptada en la aviación militar debido a su corta edad y falta de experiencia. Al final fue aceptada e inició su participación en el conflicto bélico con un avión de caza Yakovlev Yak.

Una rosa muy temida
El avión de Lily sobrevoló el cielo de importantes batallas como la de Stalingrado consiguiendo derribar hasta 12 aviones alemanes en solitario. Ninguna mujer hasta la fecha ha superado esta cifra.

Así, su fama se extendió entre las líneas enemigas que identificaban su avión con facilidad gracias a una lila blanca pintada en su avión, que de lejos parecía una rosa, origen de su famoso apodo, la Rosa Blanca de Stalingrado.

Una rosa abatida
Tras varios accidentes y múltiples éxitos, Lily Litvak llegó a Comandante del tercer escuadrón, de la 73º Regimiento de la Guardia. A pesar de caer herida en varias ocasiones, Lily no desfalleció y continuó luchando y subiéndose a su temido avión. El 1 de agosto de 1943, pilotaría por última vez.

Después de tres misiones victoriosas a lo largo de aquel fatídico día, Lily volvió a salir en su cuarta y última misión. Atacada por sorpresa por varios aviones alemanes, el Yakovlev de Lily fue finalmente abatido. Su joven y pequeño cuerpo de 21 años no se encontró.

La búsqueda de Lily

Inna Pasportnikova, la mecánica de Lily, pasó muchos años buscando en la zona los restos de su querida amiga. Tras un largo periplo, en 1979 consiguió encontrarla. A pesar de que algunas voces pusieron en duda que Lily hubiera sido de verdad encontrada, años después, en 1990, el entonces presidente de la URSS, Mijaíl Gorvachov, condecoró a Lily Litvak con la merecida Estrella de Oro de Heroína de la Unión Soviética.

 Si quieres leer sobre ella 


Las brujas de la noche
Lyuba Vinográdova







POR SANDRA FERRER