RADIO "PONCHOSVERDES.FM"

jueves, 17 de marzo de 2011

La última emperatriz francesa, Eugenia de Montijo (1826-1920)


Nació y murió en España, pero vivió buena parte de su vida en Francia, donde fue emperatriz consorte al lado del emperador Napoleón III. Vivió el esplendor y la caída del segundo imperio; tuvo que sufrir la derrota de su marido, el exilio y el golpe final, la desaparición de su hijo en Sudáfrica.

De Granada a París
María Eugenia Palafox Portocarrero y Kirkpatrick nació en Granada, el 5 de mayo de 1826 en una de las familias más destacadas de la aristocracia española. Su padre, Cipriano Palafox y Portocarrero, era conde de Teba y de Montijo y Grande de España; su madre, María Manuela Kirkpatrick, era de ascendencia escocesa.

Siendo aun una niña, marchó a París, al convento del Sagrado Corazón, donde recibió una profunda educación católica que marcaría su futura vida como emperatriz consorte.

Emperatriz del Segundo Imperio
María Eugenia conoció a Napoleón III en uno de los espléndidos bailes que se celebraban en el Palacio del Elíseo. Con 33 años, la joven granadina se casaba con el emperador francés. La ceremonia civil tuvo lugar el 29 de enero de 1853 y la boda religiosa se celebró al día siguiente en Notre Dame. Tres años después, en 1856, nacía el que sería su único hijo, el Príncipe Imperial, Luis Napoleón.

Participación en la política
Tras nacer Luis Napoleón, Eugenia empezó a participar activamente en la política del Segundo Imperio, dando cuenta de su inteligencia y sabiduría. La emperatriz no dudó en enfrentarse a su propio marido en alguna ocasión. Su fe católica la obligó a oponerse a la política que Napoleón realizaba en Italia y se posicionó del lado del Papa. En tres ocasiones la emperatriz ejerció la regencia ante la ausencia de su marido en París.

A pesar de oponerse en alguna ocasión a Napoleón III, Eugenia apoyó alguna de las más sonadas derrotas del Segundo Imperio: La guerra contra Prusia y su derrota en Sedán o la fallida invasión de México y el asesinato de su emperador impuesto, Maximiliano I, hermano del emperador Francisco José de Austria.

Camino del exilio
En 1870 se derrumbaba el segundo imperio francés. El 4 de septiembre de ese año se proclamaba la Tercera República tras la derrota de Napoleón III en la guerra con Prusia. María Eugenia y su hijo huyeron a Gran Bretaña donde esperaron la vuelta de Napoleón que había sido hecho prisionero en Sedán. Destituido de su papel de emperador, Napoleón vivió tres años con su familia en Inglaterra. Moría en 1873.

Muerte trágica
La espléndida vida que había llevado María Eugenia en París pronto desapareció. Las calamidades no terminaron con la destitución, exilio y muerte de su marido. En 1879, su hijo moría en Sudáfrica en una expedición contra los zulúes.

María Eugenia terminó sus días en su patria natal. Casi 40 largos años vivió sin su familia en distintos lugares de España hasta que murió en Madrid el 11 de julio de 1920 a los 94 años de edad. Sólo entonces se reunió con su marido y su hijo, junto a los que fue enterrados en la cripta imperial. María Eugenia volvía para siempre a París.

 Si quieres leer sobre ella 
Eugenia de Montijo, Genevieve Chauvel
Género: Novela histórica






Eugenia de Montijo, Almudena de Arteaga
Género: Novela histórica






Reinas malditas
Cristina Morató







Por Sandra Ferrer

miércoles, 16 de marzo de 2011

Pintora profesional, Lavinia Fontana (1552-1614)


Sorprende encontrar en pleno siglo XVI la historia de una mujer que no sólo se ganó la vida como pintora sino que además tuvo a su lado a un marido que abandonó su propia carrera para encargarse de un hogar con 11 hijos. Lavinia Fontana fue una destacada pintora barroca que llegó a pintar desnudos masculinos y femeninos y se ganó la vida como retratista de la alta sociedad.
Alumna de un padre artista
Lavinia Fontana nació en la progresista ciudad italiana de Bolonia el 24 de agosto de 1552. Su padre, un importante pintor de la escuela boloñesa, Prospero Fontana, fue su gran maestro y mentor. Aunque aprendió el estilo de su padre, pronto se fue alejando de su manierismo tardío y asumiendo los coloridos de la escuela veneciana gracias a la influencia de su amigo Ludovico Carracci y otros artistas como Correggio.

Retratista de éxito
Pronto la fama de Lavinia le proporcionó lucrativos encargos para retratar a la aristocracia boloñesa. Lavinia era una joven artista cuando en 1577 se casaba con otro pintor, Gian Paolo Zappi, a quien había conocido en el taller de su padre.

Al contrario de lo que podría esperarse según los corsés de la época, Lavinia no sólo continuó pintando aun siendo una mujer casada, sino que su marido dejó de pintar para cuidar a sus 11 hijos y hacerse cargo del hogar. Gian Paolo ayudaba también a Lavinia en sus encargos pintando parte de los cuadros de su esposa.

En 1603, cuando su fama se había extendido por toda Italia, Lavinia fue reclamada por el mismísimo Papa Clemente VII para asumir el cargo de pintora oficial. La familia se trasladó inmediatamente a Roma donde el talento de la artista le valió el ingreso en la academia de Roma.

Géneros prohibidos
Lavinia no sólo pintó retratos. También se dedicó a la pintura religiosa y a la mitológica. En las pinturas mitológicas Lavinia consiguió pintar desnudos femeninos y masculinos algo inusual en una mujer artista.

Lavinia Fontana murió el 11 de agosto de 1614. Llegó a pintar más de 130 obras, de las que se han conservado poco más de 30. 




Por Sandra Ferrer

lunes, 14 de marzo de 2011

El machismo: ¿Cómo afecta a las mujeres y a los mismos hombres?

Por Antonio de Moya
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¿Que es el machismo?
El machismo es una vertiente del sexismo o prejuicio sexual, que se expresa por lo regular, de manera inconsciente en la mayoría de las sociedades humanas. Este sistema de creencias o ideología clasifica por grados de superioridad e inferioridad a los seres humanos según el grado en que actúan; esta clasificación se hace de acuerdo a las expectativas supuestamente "esenciales", "naturales" o "biológicas" de lo que representa ser un "verdadero hombre" o una "verdadera mujer".
Las personas son vistas y juzgadas en base a las características del grupo sexual al que pertenecen (hombres = masculinos o mujeres = femeninas), sin tener en cuenta las diferencias que puedan darse entre ellos y dentro de ellos.
También se le llama androcentrismo (el varón como centro), y se manifiesta con una actitud de desprecio y discriminación hacia la mujer. Ideológicamente sostiene que el varón es superior y la mujer debe estar sometida al mundo masculino. No hay base sostenible para dicha idea; por lo tanto, se trata de una construcción cultural.
En los grupos sociales que han luchado por la discriminación contra la mujer, el machismo se expresa en actitudes más sutiles, como pagar mejores salarios a los varones por desempeñar funciones similares o iguales a las de las mujeres, o conceder a los hombres los mejores accesos a puestos de responsabilidad gerencial, política o religiosa. También se observa en mensajes publicitarios que de un modo u otro denigran a la mujer o la relegan a funciones como el hogar y la familia.
¿Cómo surge el machismo?
Desde una edad temprana, los varones son llevados a estar conscientes de su conducta que puede hacer que otros sospechen que ellos no son "hombres verdaderos". Esta conciencia puede hacerse casi de una forma paranoica hacia los adolescentes varones que no cumplen las normas. Esa conciencia es producto de un proceso orientado hacia la construcción de un varón dominante. Los padres temen fuertemente que sus hijos varones eventualmente pudieran exhibir características consideradas femeninas e indeseables para su propia imagen social. Por ello, la madre tiende a conducirse como la guardiana de la sexualidad del hijo, probablemente para evitar cualquier posible cuestionamiento de la misma masculinidad del padre. De esta forma, los varones dominicanos son criados en un ambiente fuertemente restrictivo y prohibitivo, que seguramente deteriora su espontaneidad, autenticidad y alegría, produciendo mucha hipocresía y neurosis.
Las conductas machistas no son producto de un solo factor, sino de una combinación de situaciones que, mantenidas en el tiempo, promueven esta situación como:
- Educación sexista: por mucho tiempo se "educó" sólo a varones, por considerar que las mujeres no eran aptas para aprender. Sin embargo, aunque hoy no se practica dicho modelo en la mayoría de los países, aún se privilegian modelos de enseñanza donde el centro es el varón.
- Enseñanzas religiosas sexistas: la religión es uno de los aspectos formativos y culturales más importantes a la hora de fomentar el machismo. Muchas religiones promueven interpretaciones de la realidad donde la mujer es vista como "la mala" o "la pecadora" que tienta al hombre y contamina el universo, y otras expresiones que sólo sirven para denigrarla.
- Leyes discriminatorias: votar, tener propiedades, decidir sobre sus propios cuerpos o su educación ha sido una lucha ardua, porque en muchos sentidos las leyes han favorecido un entorno de discriminación que beneficia a los varones. Por ejemplo, aún hay países donde la violación de la mujer no es penada por ley.
- División del trabajo: históricamente se ha considerado que el trabajo de la casa y los hijos pertenecen a la mujer y, por ende, el manejo del dinero y el trabajo fuera del hogar son tareas del varón. En la práctica, este modelo permite la discriminación y mantiene el machismo.
- Medios de comunicación: los medios de comunicación de masas (cine, televisión, música y radio) contribuyen en gran medida a mantener algunos de los estereotipos del machismo.
¿El machismo afecta a los mismos hombres? ¿Cómo?
Si. Hoy en día se reconoce que el machismo puede afectar tanto a hombres como a mujeres, y que de una manera u otra, todos somos más o menos machistas en una sociedad que toma al hombre como medida para todas las cosas, como prototipo del ser humano. Tanto las relaciones sociales de los hombres con otros hombres, y de las mujeres con otras mujeres, pueden estar marcadas por el machismo.
En la medida que un hombre humilla, abusa, maltrata o explota a otro por parecer a sus ojos más masculino, está siendo guiado por el machismo. El machismo ha sido un elemento de control social y explotación sexista en muchas culturas porque castiga, por ejemplo, cualquier comportamiento que se considere femenino en los varones, lo que es la base de la homofobia, que entendemos como temor a adquirir las propiedades de la mujer. Este temor a convertirse en mujer, de "degenerarse", ayuda a construir la heterosexualidad obligada del varón.
La relación social entre hombres parece tener una clasificación de acuerdo a sus características y conductas. Establece quién es más hombre que quién, y quién ejercerá el rol dominante y el dominado. En nuestro país, podemos pensar en cuatro categorías de poder para jerarquizar las relaciones sociales entre los hombres.
1. Los hombres dominantes: son presumiblemente heterosexuales exclusivos y constituyen la medida con la cual todos los hombres se compararán.
2. Los hombres heterosexuales subordinados: parecen constituir la mayoría de los varones. Son llamados hombres incompletos, hombres en apariencia, hombres dudosos, supervivientes y fracasados.
3. Los hombres subordinados bisexuales: son los que tienen una aparente atracción hacia parejas de uno y otro sexo, y un presunto interés en "someter" o "ser sometido" por otro hombre.
4. Los hombres marginales homosexuales: sufren del estigma contra la homosexualidad masculina que resulta parcialmente en la percepción de este rol como femenino, débil, y carente de poder.
El machismo también perjudica a los varones, que deben enfrentar:
- Violencia de género. Existe cuando las mujeres les exigen o los violentan para que no se comporten como "mujercitas" o "afeminados", cuando se interesan en aspectos que no son tolerados por los "machos de la manada". Esto favorece, entre otras prácticas, la homofobia.
- Poca inteligencia emocional. Se les enseña a los varones a no expresar de una manera abierta y asertiva sus emociones, sino a callarlas, anularlas o negarlas, por considerar que ciertas manifestaciones emocionales son propias de mujeres: llorar, tener miedo, sentirse inseguro, interesarse en el arte.
- Educación sexista. Se los educa para comportarse como machos y para tratar a las mujeres como seres inferiores, provocando con eso serias distorsiones en su desarrollo e identidad personal.
- Fracasos matrimoniales. Muchos varones machistas se topan con que su conducta los lleva a fracasar en ambientes en los que no están preparados para manejarse bien, como el matrimonio, considerado dominio de la mujer (la palabra "matrimonio" viene de la expresión latina matri-madre, y monio-dominio).
El machismo y la relación de pareja
En general, las actitudes machistas tratan de justificar la mayor comodidad, superioridad y bienestar de los hombres. Durante largo tiempo se pensó que el machismo sólo tenía que ver con el trato diferente, discriminatorio, prepotente y sobreprotector a la vez, de los hombres hacia las mujeres. Ellos se definían como el "sexo fuerte" y a ellas las consideraban como el "sexo débil". Ellos estaban llamados a ser proveedores económicos, o a mantener a las mujeres y a "los hijos de ellas", mientras ellas debían ser sumisas, obedientes, y dedicarse a tener y cuidar a los hijos, y satisfacer al marido en todo; esa era la razón de ser de uno y otro sexo. No obstante, en el fondo los hombres tenían que reconocer que dependían totalmente de ellas como madres, esposas, y amantes. Entonces, más que rechazar a la mujer, en las sociedades machistas, el hombre repudia "lo femenino" en sí mismo, y tal vez, la mujer repudia "lo masculino" en sí misma.
Se entiende hoy que el machismo atenta contra el desarrollo humano de hombres y mujeres, reduciendo su espontaneidad y autenticidad. Este impide la relación solidaria entre los hombres, de los hombres con las mujeres, y de las mujeres entre sí. Las mujeres sometidas al trato machista tienden a creer desde pequeñas que son inferiores. Tienen menos oportunidades de acceso a la educación pública o superior. Más mujeres son maltratadas en contextos machistas que en otros ambientes más favorables a la integración de los sexos. Muchas religiones pueden validar la discriminación y la poca importancia de la mujer. La mujer puede ser tratada como objeto sexual para la exclusiva satisfacción del hombre, atropellando así su dignidad y sus derechos.
Se llama "misoginia" al desprecio, la aversión o el odio a las mujeres por ser mujeres, y a todo lo considerado como femenino. Consiste en pensar que el hombre debe liberarse de cualquier tipo de dependencia del género femenino. No sólo es practicada por hombres, sino también por mujeres contra otras mujeres y contra ellas mismas.
Conclusión
El machismo en las sociedades en las que el hombre es el centro del universo, y se toma como medida de todas las cosas, es un fenómeno complejo que cambia constantemente de forma, para no cambiar en su esencia discriminatoria. Como los demás mitos, unen el pasado con el presente y el futuro. Son "transhistóricos".
La generación de jóvenes actual, entre 15 y 29 años, se reirá y le costará trabajo creer los niveles de machismo que existían hace unos 50 años en la sociedad dominicana. Por ejemplo, cualquier joven consideraría hoy el colmo del machismo creer que un varón no debería saludar a otro varón más de una vez al día, por temor a ser tachado de homosexual. Sin embargo, cuando los nietos de esa generación lleguen a tener la misma edad, igualmente se reirán y les costará trabajo creer los niveles de machismo que existían en los tiempos de sus abuelos. Por ejemplo, que colocar a un bebé varón en una bañera plástica rosada, supuesto "color de lo femenino, podría marcarlo de por vida.
Una de las maneras en que el machismo se mantiene en el tiempo, paradójicamente, es acusando al otro de machista y librándose uno de culpa. Sólo haciendo un profundo análisis y una autocrítica de cómo cada uno de nosotros se relaciona con otros hombres y con las mujeres, podremos empezar a tomar conciencia y a liberarnos de nuestros niveles de machismo. Esta sincerización debe implicar un proceso de cambio de las formas de educación, desde el hogar hasta la universidad, con los consecuentes cambios en las políticas sociales. Esta es una responsabilidad que debe ser compartida tanto por los hombres como por las mujeres.
Lamentablemente, los seres humanos nos organizamos jerárquicamente sobre la base de comparaciones sociales basadas en mitos de superioridad e inferioridad que sólo existen en nuestras mentes. El temor al descenso en la jerarquía social y a la exclusión, suele significar ansiedad, vergüenza, furia, envidia y depresión, emociones que obstaculizan el bienestar y la felicidad de las personas. Sólo lentamente, a medida que hombres y mujeres dejemos de compararnos unos a otros, podremos superar el machismo.

Fonte: Lista Racial

Reina, duquesa, cruzada, Leonor de Aquitania (1124-1204)


Leonor de Aquitania fue una de las mujeres más excepcionales y controvertidas de la Edad Media. Duquesa de Aquitania, reina de Francia y posteriormente de Inglaterra, madre de diez hijos, luchó por su dignidad, sus intereses y los de sus descendientes, llegando a sufrir la reclusión ordenada por su segundo marido.

Heredera del ducado de Aquitania
Se desconoce la fecha exacta del nacimiento de Leonor pero muchos autores apuntan 1124 como el año en que nació la heredera del ducado de Aquitania. Su padre era Guillermo X y su madre Aenor de Chatellerault. Siendo quien recogería el título de duquesa a la muerte de su padre, se la educó como si fuera un varón, enseñándole, además de a leer y escribir, el arte de la caza y los entresijos del mundo militar.

Aquitania era un extenso territorio al sur del entonces reducido reino de Francia gobernado por la dinastía capeta. Por eso no era de extrañar que, a la muerte de Guillermo X en 1137, el rey francés, Luis VI El gordo, se apresurara a pactar el matrimonio de su hijo con Leonor, quien no era más que una niña de poco más de 13 años. El rey capeto moría pocos días después convirtiendo a su hijo y a Leonor en reyes de Francia y poseedores de un gran territorio.

Luis VII, su piadoso primer marido
Boda de Leonor con Luis VII
Ese mismo año, Leonor y Luis, de 17 años, se casaron en Burdeos. La joven duquesa abandonaba el esplendor y la alegría de la corte de sus padres para vivir en un mundo totalmente distinto al suyo. En París no había trovadores, ni fiestas, ni poesía. Reinaba la austeridad y la piedad. Sorprendida primero y dispuesta después a cambiar la situación intentando introducir las costumbres de su propio ducado en la corte capeta, Leonor fue foco de críticas y desaires por parte de muchos.

La relación con su marido tampoco fue demasiado buena. A su fría convivencia se unió la preocupación por la falta de un heredero varón que nunca llegó. Leonor y Luis sólo engendraron dos niñas, María de Champaña y Alix, futura condesa de Blois.

La tensión entre la pareja iba en aumento. El viaje a Tierra Santa que emprendieron juntos bajo el estandarte de la segunda cruzada, terminaría en una vergonzosa petición de nulidad para Luis, por parte de su mujer.

La segunda cruzada y en conflicto de Antioquía
Bernardo de Claraval
predicando la Segunda Cruzada
En 1147, tras la convocatoria de cruzada que hizo Bernardo de Claraval en Vézelay, el piadoso rey francés decidió unirse al ejército cruzado. Sorprendentemente, Leonor decidió acompañarle, hecho que animó a muchas damas de la corte a unirse a sus maridos. Esta fue la excusa perfecta para culpar a las mujeres del desastre de la segunda cruzada. Un ejército acompañado de mujeres, fuente de pecado, como hijas de Eva que eran, no podía tener el beneplácito divino y así se demostró con su derrota.

Sea como fuere, Leonor participó activamente en las decisiones de los cruzados. Pero al llegar a Antioquía, donde gobernaba su tío Raimundo, la relación con Luis estalló. Leonor, deseosa de volver a ver a su tío, pasó con él largas veladas, muchas de ellas privadas, que empezaron a hacer levantar sospechas en un celoso Luis. No se sabe si las sospechas del rey francés fueron infundadas o no; lo que sí es cierto, es que el episodio de Antioquía, fue un argumento perfecto para quienes quisieron fomentar la leyenda negra de una Leonor amante y disoluta que había incluso accedido a la seducción del mismísimo Saladino.

Al final, Leonor decidió romper con su matrimonio antes de llegar a Francia. Alegando consanguinidad con su marido, a pesar de haber recibido una dispensa papal, pidió el divorcio. Herido en su orgullo de hombre y de rey, Luis VII tuvo que aceptar la petición de su mujer. En el concilio de Beaugency, en 1152, se firmaba la nulidad matrimonial.

Un rey más joven como segundo marido
No pasó mucho tiempo antes de que Leonor se casara con un jovencísimo Enrique Plantagenet. Diez años menor que Leonor, Enrique era conde de Anjou, duque de Normandía y pronto sería coronado como rey Inglaterra.

Con esta unión, Luis VII de Francia veía como se creaba un poderoso imperio que atravesaba el Canal de la Mancha y amenazaba su crecimiento en el continente.

A la amenaza territorial, Luis tuvo que sumar otro duro golpe. Enrique y Leonor tuvieron ocho hijos, la mayoría varones, afianzando la dinastía de los Plantagenet.

El matrimonio de Leonor con Enrique no fue sin embargo feliz. A los primeros años de entendimiento, siguieron momentos de desencuentros que culminaron en la aventura amorosa de su marido con Rosamunda Clifford, amante que mantendría hasta su muerte.

Junto a sus hijos, contra Enrique
Leonor con su hijo Juan
Enrique Plantagenet había dividido sus territorios entre sus hijos varones quienes se mostraron ávidos de ejercer de jefes de sus dominios antes de la muerte de su propio padre. Leonor ayudó a alimentar la rebelión de los vástagos contra Enrique, llegando a aliarse con su exmarido. La lucha implicó numerosas batallas y largos años de conflicto que terminaron con la victoria del rey inglés. Enrique fue benevolente con sus hijos y sus aliados; pero para Leonor no huvo clemencia.

Recluída por su marido
En 1173 Leonor fue acusada de traición y encarcelada durante 15 largos años en los que vio como su marido no tenía ningún inconveniente en mostrar al mundo a su amante Rosamunda como si fuera la verdadera y legítima reina.

Leonor tuvo que esperar a la muerte de su marido y a la coronación de su más querido hijo Ricardo como rey de Inglaterra para salir de su larga reclusión.

Reina por sus hijos
Cuando Leonor volvió a ser libre contaba con más de 60 años. Entonces pensaba en terminar sus días en paz pero aun le quedaban muchas responsabilidades por asumir. La partida de su hijo Ricardo a la cruzada la volvieron a poner en el escalón más alto del poder. Como reina madre tuvo que regir el destino de sus territorios manteniendo a raya a posibles rebeliones de nobles rebeldes y al levantamiento de su otro hijo, Juan, llamado Sin Tierra.

A la vuelta de Tierra Santa, Ricardo fue encarcelado por el emperador y Leonor tuvo que ganar defensores de la causa de su hijo y juntar el rescate que se pedía para su liberación.

Aun no terminaría su periplo como reina pues una vez restituido Ricardo en el trono inglés se volvió a plantear el tema de la sucesión, pues Ricardo aun no tenía descendencia. Una vez más empezó un conflicto entre Arturo, sobrino de Ricardo y nombrado en un principio su heredero y el hermano pequeño de Ricardo, Juan.

Al final, Leonor medió por su hijo Juan quien sería confirmado como heredero de Ricardo.

Más de 80 años tenía la reina Leonor cuando murió, el 1 de abril de 1204. Poco tiempo había podido estar tranquila en su corte de Poitiers donde seguramente falleció. Su cuerpo descansa en la abadía de Fontevraud.

Tumba de Leonor y Enrique II en Fontevraud

Las cortes de amor ¿existieron realmente?
Entre muchas otras cosas, a Leonor se la conoce como la mecenas y protectora de trovadores y juglares a los que acogía en sus cortes de amor. Seguiría así la tradición de su abuelo, Guillermo IX, a quien se le considera como el creador del amor cortés.

Hoy día, muchos historiadores afirman que esas cortes de amor nunca existieron como tal y que Leonor no fue una de sus protagonistas aunque sí que ejerció un importante patronazgo literario.

La figura de Leonor envuelve muchos aspectos oscuros y controvertidos que han hecho de ella una mujer malvada y manipuladora para unos y una dama inteligente y gran estratega para otros.

 Si quieres leer sobre ella 

Leonor de Aquitania, la reina rebelde, Jean Flori
Género: Biografía
Una completa y rigurosa biografía. Imprescindible para conocer todos los matices de la reina Leonor



Leonor de Aquitania, Pamela Kaufman
Género: Novela histórica
Una preciosa recreació de la vida de Leonor de Aquitania





Reina de trovadores, Tania Kinkel
Género: Novela histórica
Se adentra en la vida de Leonor haciendo especial incapié en su participación en la cruzada




 Ellas mismas, María Teresa Álvarez














Por Sandra Ferrer

domingo, 13 de marzo de 2011

Cartas de paz, Santa Catalina de Siena (1347-1380)


Hija de una muy numerosa familia, fue la penúltima de 25 hermanos, Catalina pasó de ser una humilde joven con visiones tempranas a ser consejera de papas y mediadora de la paz entre las repúblicas italianas.

Compañera de la soledad

Catalina, nacida el 25 de marzo de 1347, era hija de un tintorero sienés, Jacobo Benincasa, perteneciente a la clase social media-baja. Como otras muchas místicas anteriores a Catalina, tuvo visiones muy tempranas, ya a los cinco años. Este hecho fue posiblemente la razón por la cual prefería pasar las horas en soledad y rezando. Parece ser que a los siete años hizo un voto de castidad privado.

Ajenos a la piedad de su hija, sus padres quisieron casarla bien con algún joven rico de la ciudad, a lo que Catalina se negó con rotundidad. Los castigos a duras tareas domésticas o obligándola a arreglarse como una dama bella, no consiguieron doblegar la voluntad de la joven.

A los 18 años conseguía tomar el hábito de la order Tercera de Santo Domingo con el beneplácito de sus resignados padres.

Matrimonio místico

Catalina permaneció tres años recluida como un eremita dedicada plenamente a la oración y mortificando su cuerpo con duros ayunos. Durante este tiempo vivió lo que en sus cartas describió como un matrimonio místico con Jesús. Además de esta experiencia mística, Catalina tuvo continuas visiones.

Transcurrido este periodo de reclusión, una nueva visión invitó a la santa a entrar en el siglo para ayudar a los más necesitados, tarea que realizó con gran devoción. Aunque el destino le deparaba funciones más elevadas.

Mediadora de paz

Siguiendo los pasos de Santa Brígida de Suecia, Catalina no tuvo reparo en escribir a hombres y mujeres con poderes e influencias políticas con el objetivo de pedir la paz. En aquellos tiempos, las repúblicas italianas vivían constantes conflictos y levantamientos; disturbios que se unían a la desaparición de la corte pontificia de Roma que hacía tiempo estaba instalada en Aviñón.

El Papa también fue destinatario de parte de sus misivas instándole a volver cuanto antes a la sede romana. Catalina no sólo consiguió la paz entre la república rebelde de Florencia y la Santa Sede, sino que ayudó al retorno temporal del papado a Roma.

Escritora analfabeta

Aunque se desconoce la formación intelectual de Catalina, e incluso hay quien afirma que era analfabeta, lo cierto es que mantuvo una abundante correspondencia con personas destacadas. Actualmente se conservan más de 300 cartas. Además de su obra epistolar, Santa Catalina escribió el Diálogo de la Divina Providencia tras una corta pero profunda experiencia mística.

Muerte y santidad

Catalina de Siena murió repentinamente a los 33 años de edad, el 29 de abril de 1380, cuando residía en Roma. Sus conciudadanos, deseosos de recuperar el cuerpo de Catalina, se llevaron su cabeza a escondidas. Detenidos por la guardia romana, al mostrar la bolsa en la que se contenía la reliquia, los guardias sólo vieron un puñado de rosas. Los sienes pudieron conservar la cabeza de Santa Catalina en la Basílica de Santo Domingo. El resto del cuerpo reposa en la Basílica de Santa María sopra Minerva de Roma.

Pío II la declaraba santa en 1461. En 1970 era elevada a Doctora de la Iglesia.
 Si quieres leer sobre ella 

Miradas medievales, más allá del hombre y de la mujer, María Luisa Bueno Domínguez
Género: Ensayo
En este maravilloso libro donde se hace una radiografía de la vida del hombre y de la mujer en la Edad Media, las explicaciones son ilustradas con las vidas de personajes destacados. 
Santa Catalina de Siena, Sigrid Undset
Género: Biografía






Doctoras de la iglesia, Antonio Royo Marín
Género: Biografía
Mujeres filósofas en la historia, Ingeborg Gleichauf 
Género: Biografías








Por Sandra Ferrer