RADIO "PONCHOSVERDES.FM"

miércoles, 23 de mayo de 2001

ECOFEMINISMO:LAS MUJERES Y SU PAPEL EN LA PROTECCIÓN DEL MEDIOAMBIENTE



Conferencia dictada por Dolores Limón durante las IV Jornadas de Mairena Solidaria
INTRODUCCIÓN
La propuesta inicial que traigo es la de soñar con una realidad social, ambiental y cultural más justa, más compartida.El inicio de mi exposición parte de las premisas reivindicativas de dos movimientos sociales, con una andadura consolidada: 1º.- El movimiento ecologista, la reivindicación histórica de conservar, no agredir y prevenir conflictos ambientales que hipotequen la salud de nuestro Planeta, y por tanto de las futuras generaciones. 2º.- El movimiento feminista, con su lucha por la igualdad de sexos, pero sobre todo de hacer visible la labor y aportaciones de las mujeres a la historia de nuestro mundo.
¿Porqué unir premisas de estos dos movimientos sociales tan definidos? Quizás por la necesidad de buscar respuestas, o llamar la atención sobre una llamada crisis socioambiental, que puede ser fruto de una visión fragmentada del mundo (Ken Wilber, 1998).
Puede sonar atrevimiento, o infantilismo, hablar de crisis socioambiental aquí en Mairena de Aljarafe, nuestro pueblo crece, hay trabajo y nuestro nivel de consumo tiene contento incluso a las inmobiliarias. ¿Por qué hablar de crisis? La situación de crisis puede ser definida por algunos indicadores que a continuación señalo: 1) crecimiento rápido de la población mundial y el cambio que, como consecuencia de la misma, afecta a su distribución; 2) pobreza generalizada en grandes zonas del planeta; 3) negación continua de derechos democráticos y violaciones de los derechos humanos; 4) catástrofes ambientales producidas por obtener el máximo beneficio económico; 5) aumento de conflictos entre países; 6) violencias étnicas y religiosas; 7) desigualdad entre hombres y mujeres. Todo ello, y éste es el rasgo fundamental, tiene como principal elemento a considerar la configuración de un modelo de desarrollo no deseable ni conveniente. Un desarrollo económico del que se está beneficiando el 20% de la población mundial y desde el cual se diseñan estrategias de actuación y medidas preventivas y de solución para el 80% de la población; población que, aún siendo el grupo mayoritario, participa en muy escasa medida en los procesos de toma de decisiones. Buena prueba de ello viene a ser el aumento de conflictos bélicos y violencias de todo tipo, de las que en muchas ocasiones no podemos encontrar explicaciones razonables, si es que las violencias y las guerras tienen algún tipo de explicación.
Asistimos como espectadores pasivos a prácticas corruptas que enriquecen a unos pocos a costa de muchos; al aumento de precios de productos básicos y, a su vez, a la escasez de recursos. Se pregona la educación para todos, como pilar fundamental de los principios democráticos, pero el desempleo creciente y los niveles de vida se siguen erosionando para muchos habitantes del mundo.
La complejidad de la sociedad actual y de los problemas ambientales de toda índole hace necesario desarrollar estrategias adecuadas para solucionar la crisis ambiental en que nos hallamos.
Con este fin, es pertinente contar con la opinión y el esfuerzo de personas que desde la responsabilidad puedan desarrollar estrategias encaminadas a mejorar día a día la sociedad.
Los sistemas ambientales y las actividades humanas contribuyen al cambio ambiental, al agotamiento progresivo de los recursos no renovables (por ejemplo, el petróleo). La utilización indiscriminada de los recursos renovables (por ejemplo, la disminución de la masa forestal) nos acerca al colapso de la capacidad regenerativa de los sistemas naturales. Según diferentes informes, el agotamiento de recursos afecta especialmente al desarrollo económico y humano de muchas naciones a corto plazo. La disponibilidad de ciertos recursos está condicionada por la existencia y forma de utilización de otros con los que interactúan en el mismo sistema, y a los que a su vez condiciona y determina. En esta línea, Bifani, P. (1999) sostiene que la naturaleza en su totalidad forma un sistema dinámico y abierto, de modo que la alteración de uno de los componentes provoca el desequilibrio de la totalidad."
En la recuperación de modos de vida que devuelvan la esperanza para resolver la crisis ambiental actual, la mujer ha de jugar un papel fundamental, pensemos que ante la necesidad de proteger, cuidar y asegurar la vida. Esta hemos de afrontarla como una tarea resolutiva, y por tanto, tenemos que cambiar el modelo de vida tal como se ha ido desarrollando hasta ahora.
Dicho modelo atiende a unos criterios que han sido elaborado por expertos, que toman decisiones cuyos análisis y estrategias se ajustaban a valoraciones productivas, que en numerosas ocasiones no tenían en cuenta la calidad de vida de la población, hemos de rescatar el sentir femenino de las personas, es decir, sabemos que la paz engendra paz, y el amor engendra amor, sin embargo la violencia genera más violencia y el miedo genera aún más miedo. El sentir femenino nos acerca a los estereotipos maternales como igualdad, cooperación, pero sobre todo generosidad y justicia, no obstante dicho sentir no puede establecerse desde un principio hegemónico, sino dialógico y consensuado. Las necesidad de una representación de mujeres en cada agrupación política, es el manifiesto evidente y forzoso, de cumplimiento de al menos un porcentaje básico de participación en la vida pública, dejando con su presencia una denuncia expresa, cuya finalidad es que la perspectiva de género no quede fuera de las reivindicaciones sociales. Según Manzini, E. y Bigues, J. (2000: 64), "la democracia ambiental es el derecho a saber, el derecho a participar y el derecho a corresponsabilizarse". Se trata de un concepto reciente, en relación con la ampliación del concepto clásico de los derechos humanos. La problemática de la democracia ambiental nos remite a la presentación crítica de los déficits y de las insuficiencias de las democracias actuales.
La crisis civilizatoria, cuestionadora de la racionalidad del actual modelo de desarrollo, genera cambios globales que amenazan la estabilidad y la sustentabilidad del planeta.
La problemática ambiental ha abierto un proceso de búsqueda de soluciones, planteándose la necesidad de generar un método para pensar los problemas globales y complejos. El concepto de ambiente ha de incorporar la acción política y participar en la construcción de una nueva economía caracterizada por los retos de la globalización (Estefanía, J; 1998). La gestión ambiental de un desarrollo alternativo demanda nuevos conocimientos interdisciplinarios y la planificación intersectorial del desarrollo; pero es sobre todo una llamada a la acción ciudadana para participar en la producción de sus condiciones de existencia y de sus proyectos de vida.
Desde otro punto de vista podemos afirmar que en los países occidentales, donde el sistema de gobierno es la democracia, existen cauces formalmente establecidos para que los ciudadanos puedan contribuir al funcionamiento de la vida social y, a partir de ello, se conviertan en responsables de la calidad de su medio ambiente. Sin embargo, podríamos preguntarnos: ¿qué está ocurriendo para que cada vez sean menos los ciudadanos que participan en los procesos electorales?¿Por qué la tan pregonada desafección de los ciudadanos respecto del ámbito político formal? Las respuestas a estas cuestiones no pueden ser ni simples ni unívocas, pero evidentemente sí es cierto que los datos de participación en procesos electorales han de provocar un análisis riguroso sobre qué está ocurriendo.
La dificultad actual deriva de que la ley del mercado se ha apoderado de los medios, sin criterios de racionalidad ética. Por ello, la educación del ciudadano es un instrumento fundamental para la instauración de una democracia ambiental, en la cual cada ciudadano tenga derecho a disfrutar de una calidad ambiental adecuada. En este sentido, y siguiendo a Folch, R. (1993:130), se podría llegar a afirmar que "... la democracia no es un sistema de gobierno. La democracia es un sistema de entender la vida, una forma de concebir las relaciones entre los humanos. La democracia garantiza la prevalencia de los criterios mayoritarios frente a oligocracias y a despotismos, pero también asegura el derecho a la discrepancia minoritaria, porque dista tanto de someterse tanto al totalitarismo, como de reducirse a una grosera y simple dictadura de la mayoría [...]. Desarrollo y democracia son, pues, en la práctica diaria, conceptos directamente correlativos."
Debemos seguir reflexionado sobre esta problemática: ¿cómo se está gestionando la responsabilidad que los ciudadanos depositan en sus representantes? ¿Qué ocurre cuando la opinión y las soluciones propuestas por los ciudadanos de un barrio o los estudiantes de una facultad son diferentes a las ofrecidas por los representantes elegidos? Podríamos seguir enunciando numerosas cuestiones, pero es evidente que, por un lado, asistimos a situaciones en las que los representantes en ningún modo cumplen los programas con los que fueron elegidos; y por otro lado, se utilizan los medios de comunicación para tratar de justificar dicho incumplimiento. El ser democrático es fruto de la inteligencia y de la voluntad y, por tanto, la educación ha de contribuir a desarrollar ambas dimensiones del ser humano. En el contexto educativo la persona puede experimentar e ir aprendiendo a tomar decisiones, sin temor a equivocarse.
La disponibilidad de las mujeres, han marcado un estilo diferente en la resolución de conflictos, han sido más mediadora, más ágiles en la búsqueda de una reconciliación necesaria y justa.
Portadoras de vida se rebelan a que corporaciones comerciales antepongan sus negocios al reconocimiento y validación del saber popular, de nuestras madres y abuelas en la preservación de las leyes naturales que aseguren nuestra supervivencia con calidad. Realizando un análisis sosegado de los modos de vida actuales y adoptando una perspectiva de futuro, se hace evidente, la necesidad de adoptar estrategias encaminadas a que la codicia y la violencia queden alejadas de las estructuras de poder. Hemos de forjar nuestras culturas y nuestras vidas, desde principios que tejan el mundo como un sitio de cooperación, generosidad, con nuevos principios universales mediante la solidaridad, no la hegemonía.
En definitiva la realidad femenina es de protección, dignidad y autorespeto, del bienestar de los otros, las mujeres asumen sus responsabilidades con una presencia de un poder más sutil y cercano, con una dinámica de trabajo que conforma un ejercitarse en la toma de decisiones desde la discusión y participación colectiva.
1.- PAPEL DIFERENCIADOR DE LAS MUJERES
Las mujeres sociables e inquisitivas por naturaleza, están dotadas de una gran fuerza y resistencia ( ), su mundo productivo desde finales de la Edad Media, más aún a partir de la intervención de los humanistas en el Renacimiento, surgen una serie de saberes, prácticas e instituciones que vinculan cada vez más, la identidad social (de ciertos grupos) a la identidad de sujetos, defendiendo una naturaleza individualizada y sexuada. Podemos decir que asistimos al desarrollo de un dispositivo de feminización, con técnicas y tecnologías de gobierno cuyos ejercicios de poderes concretos, van desde el proceso de individualización moderno que se conforma como un proceso desigual en función de los sexos, podemos definirlo como la dinámica social de la modernidad.
Los procesos históricos de separación de los hombres responden, en primer lugar, a la expulsión de las mujeres de las clases trabajadoras del ámbito reglado de las corporaciones laborales.
Se señala y amplia la definición de los estilos de vida femenino, se establece la institucionalización de la prostitución por un lado, mientras que también se institucionaliza el matrimonio con carácter indisoluble, se marca un saber legitimado, que aleja a las mujeres del saber universitario. En segundo lugar podemos diferenciar la situación social y de poder desde los distintos grupos sociales, a través de los procesos de socialización ( ), ya sean de orden formal o informal, las mujeres hemos ido asumiendo una identidad que ha sido generada históricamente por la discriminación y la marginación de las mismas en los aspectos económicos, políticos, sociales y culturales. Si nos situamos en los efectos sociales de un capitalismo avanzado, con forma de explotación laboral diferentes, fruto de una exclusión del mercado de trabajo, cuya lógica mercantil ha consolidado una disgregación social.
Si hablamos de poder, este se vincula a dogmas, subordinación vertical y un estilo determinado de liderazgo, característico de la sociedad occidental y patriarcal. La productividad competitiva de la sociedad actual, nos ha acercado a un desarrollismo mercantilista como meta, por encima de otros poderes más sutiles y cercanos como escuchar, sentir y mediar. La necesidad de retejer soluciones, de organizar tramas que refuercen el carácter participativo y dialogante de las mujeres, históricamente, las mujeres se agrupan, se han organizado para paliar efectos negativos de una guerra, de una injusticia reiterada por parte de los gobiernos, etc...¿nuestro? su papel de mediadoras, con una reacción contra la violencia desde la perspectiva y la experiencia de la mujer, y mirada y conformación de una cultura de Paz. La significación histórica del papel de las mujeres en situación de conflictos y de momentos carenciales, ha sido muy importante su respuesta organizativa y participativa, en situaciones límites, llegando incluso a sufrir el proceso de invisibilizarse, cuando se soluciona dichas situaciones.
2.- SITUACIÓN ACTUAL DE LA MUJER EN SU REALIDAD SOCIOAMBIENTAL
Podríamos soñar que el siglo XXI, dejaba atrás la esclavitud, los holocaustos, guerras y demás multitud de formas violentas de someter a los individuos más débiles (entre ellos están, junto a las culturas más olvidadas, a los pueblos más deprimidos, las mujeres como receptoras de múltiples formas de violencia.
La identidad social propuesta de introducir pautas educativas coherentes con el propósito de reivindicar el papel de las mujeres en la mejora de su entorno, es partir de la necesidad de tener en cuenta los criterios femeninos en la conformación de una calidad ambiental.
El mundo femenino, pertenece desde el discurso patriarcal, al mundo natural, se puede afirmar desde aquí, como anterior al mundo de la razón, es el ámbito de lo pre-cívico. Estaríamos ante una dicotomía histórica, donde el hombre y la mujer están ante una posición de exclusión de un ámbito a otro.
De la época de la Ilustración se entiende la discriminación de la mujer en diferencia natural y fundamenta la desigualdad en los rasgos de dominación como consecuencia natural de las características esenciales del género femenino. El mundo de lo natural es un mundo cargado de instintos, de pasiones, de deseos, de desorden, frente al mundo de la razón que es un mundo ordenado, sistematizado y productivo. La economía, por tanto el progreso; la política, por tanto el poder; y el trabajo, el lenguaje, la sexualidad, en definitiva todo lo vivido y sentido, queda resituado por la presencia o la ausencia de la mujer.
La presencia de la mujer es mayoritaria en los movimientos sociales y de base, no así en las estructuras tradicionales de poder, sean sindicatos, partidos, gobiernos y parlamentos en los que prevalece una mayoría masculina, los ámbitos por tanto son locales, barrios, calles, pueblos....su presencia disminuye en cuanto se amplía la cuota de poder, entendido éste como prestigio social e incluso económico.
La voz silenciada de la mujer, su histórico sometimiento y pasividad, han de dar paso a un modelo diferente de sentir la vida, especialmente la idea de edificar el mundo, ha de suponer un paso entre unas relaciones más jerárquicas y piramidales a otras más igualitarias, y esto afecta a la base de toda la existencia humana, sobre todo a la clarificación de su identidad y a las relaciones globales con su entorno.
Hemos de rescatar por tanto un sentir femenino. Julia Varela nos habla de un sentir femenino presente junto a un sentir masculino que era tenido en cuenta muy en cuenta por su particular forma de resolver, aliviar y sanar, cuando los intereses eran más cercanos, tangibles y nos afectaban directamente. Clarissa Pinkola, psicoanalista junguiana, sitúa el rescate femenino como una necesidad imperiosa para sanar las alarmantes proporciones de la catástrofe ecológica (cuya naturaleza y amplitud supongo evidente para cualquier persona inteligente), se han ido consolidando una serie de respuestas conocidas como movimientos sociales, que podíamos llamar cuidadores de la supervivencia del Planeta:Movimiento Ecologista Movimiento Feminista
En este momento es preciso llamar la atención sobre posturas que pueden ser entendidas como núcleo generador de la crisis socioambiental actual, que no es otra que el adoptar una visión fragmentada del mundo, Ken Wilber(1998), este autor mantiene que dicha visión es empobrecida, ya que separa: cuerpo/mente, sujeto/objeto, cultura/naturaleza, pensamiento/cosas, valores/hechos, en definitiva estamos situado en una visión antropocéntrica y sobre todo patológicamente jerarquizada, que aliena a hombres y mujeres dependiendo de los intereses socioeconómicos, político, pero sobre todo, los separa con roles y necesidades no solo distintas sino a veces enfrentadas.
Rescatar lo femenino para sanar nuestro entorno dinámico, nuestro ambiente natural, social, cultural,....vivo, es iniciar una visión holística del mundo, relacional integradora y respetuosa con la Tierra. Sobre todo hemos de resaltar sin miedo a confundirnos, menos arrogantemente centrada en lo humano. Necesitamos subrayar una educación que favorezca el tomar conciencia de la trama de la vida, cuya trama tiene un valor intrínseco, reconstructivo. En esta línea, el físico Fritjof Capra, defiende que "vivimos actualmente en un mundo interconectado globalmente, fenómenos biológicos, psicológicos, sociales y medioambientales son, todos ellos interdependientes para describir este mundo de forma aproximada necesitamos una perspectiva ecológica"... La relación entre "mujer" y "naturaleza", históricamente la expoliación de la tierra y la subyugación de la mujer han ido de la mano. El Ecofemismo es una poderosa respuesta a la denigración de estas dos, según Judíth Plant: el ecofeminismo quiere entender las raíces interconectadas de toda dominación, así como encontrar formas para hacerle frente y cambiar.
La tarea que desde aquí defendemos tiene que ver con un movimiento que aglutine una tarea de cuidar nuestra supervivencia de calidad en nuestro planeta, y las reivindicaciones emancipatorias desde la igualdad de género, luego se trata de concretar en el ecofeminismo, la tarea de desarrollar la capacidad de asumir el lugar del otro, cuando consideramos las consecuencias de las posibles acciones, y asegurarse de que no olvidamos que todos somos parte los unos de los otros....a medida que vamos sanando nuestras relaciones mutuas y con la tierra.
3.-¿POR QUÉ UN ESTILO DIFERENTE PARA RESOLVER LOS PROBLEMAS AMBIENTALES?
A modo de valoraciones finales defendemos un estilo diferente para interactuar en el ambiente cercano, tenemos un rol histórico defendido por autores y autoras de renombres, pero sobre todo sentido por nosotras como cuidadoras, cuyas habilidades y predisposiciones han ido cultivándose y enseñándose de mujer a mujer, estamos habituadas a preguntar a adquirir experiencias sentidas. La organización del hogar, la familia, la capacidad de preservar y adecuar lo necesario, hace que nos señalemos en distribuir equitativamente y según capacidades dentro de los núcleos cercanos, donde nos movemos con familiaridad, es decir nuestra autoestima no está en duda. La mujeres tendemos a una organización horizontal, al trabajo colaborativo, con complicidad. Históricamente hemos tejido redes que responden a problemas puntuales, guerras, carencias de alimentos...Sin embargo es interesante señalar la capacidad que tenemos de buscar causa común, y por lo tanto, un horizonte social y político a lo que parece una desgracia personal. Según la psicóloga Rosa Cañadell: "El proceso de conciencia y participación política de las mujeres de las clases populares se debe a esta capacidad de socialización de los problemas y a la búsqueda de soluciones colectivas". Nos conviene resaltar nuestra actitud mediadora, nuestra predisposición al diálogo, lejos de ubicarlos en el ideario de un partido político, se mueve más bien con la idea generativa del de solucionar un conflicto desde su complejidad y totalidad. Terminar con que "el trabajo permanente de las mujeres, sumando esfuerzos para sobrevivir, organizándose en red, de forma colectiva y comunitaria- afirma Montse Cervera desde Dones x Dones-adquiere ahora mayor valor y relevancia social por la falta de alternativa política del mundo neoliberal y globalizado". No obstante, si bien muchas ideas están enunciadas, se hace imprescindible el desarrollarlas en el aquí y ahora.
Publicado por Maria Jose Funes

ECOFEMINISMO DECRECIMIENTO Y ALTERNATIVAS AL DESARROLLO


El ecofeminismo es una corriente de pensamiento aparecida en Europa en el último tercio del siglo XX. Actualmente existen [varias corrientes. de filosofía ecofeminista, algunas de corte esencialista y otras constructivistas.Por lo tanto, es difícil resumir sus premisas. No se puede hablar de ecofeminismo sino de ecofeminismos en plural. El ecofeminismo nació como contestación a lo que desde ese movimiento definen como «apropiación masculina de la agricultura y de la reproducción» (es decir, de la fertilidad de la tierra y de la fecundidad de la mujer), lo cual consideran una consecuencia del desarrollismo occidental de tipo patriarcal y economicista. Según el ecofeminismo, dicha apropiación se habría traducido en dos efectos perniciosos: la sobreexplotación de la tierra y la mercantilización de la sexualidad femenina.
Para evitarlo, al desarrollismo occidental de corte patriarcal, capitalista y científico, algunas pensadoras oponen el desarrollo indígena matriarcal, sostenible y respetuoso con el medio ambiente. Para este movimiento, la modernización según el modelo occidental no sólo no sería aplicable de forma universal a todas las sociedades (pues no respeta ni su biodiversidad ni su acervo cultural), sino que por supuesto tampoco serían aplicables las mismas premisas economicistas en un contexto de superación de la desigualdad sexual.

miércoles, 14 de marzo de 2001

¿Qué es el “feminismo”?¿Por qué luchan las feministas?:


Resultado de imagen para LA APARICIÓN DEL MOVIMIENTO FEMINISTA


1.-¿Qué es el “feminismo”?¿Por qué luchan las feministas?:

Es el movimiento que esta a favor de la igualdad de derechos y oportunidades entre hombres y mujeres como pueden ser el derecho a la educación, al voto (sufragistas), libertad sexual, etc...
Este movimiento revindica además de la igualdad entre hombres y mujeres la aspiración de la mujer a emanciparse ya que es una de las condiciones de sujeción y discriminación que rigen en la sociedad que aun hoy se siguen viendo.
Este movimiento sigue tres líneas de actuación:
-La 1ª es la exploración de una nueva sociedad y conciencia.
-La 2ª es la realización de campañas a favor de temas públicos (aborto, igualdad de salarios, etc...)
- Y la 3ª es el estudio del feminismo como disciplina académica.
Este movimiento no es bien visto por los hombres ya que saldrían perjudicados en sus intereses.
2.-El feminismo en la historia:
El feminismo en la historia se puede encuadrar en tres grandes grupos.
El 1º es “El estatus tradicional”.
El 2º es “Los inicios del cambio”.
El 3º es “Los avances del Siglo XX”
El 4º es “El feminismo en España”.
2.1-El estatus tradicional:
Desde que comenzó ha escribirse la historia el dominio del hombre frente a la mujer ha sido patente y así se refleja en algunas religiones monoteístas.
Todo ello induce a que las mujeres se encuentran en desventaja en la mayoría de las sociedades tradicionales.
Su educación en estas sociedades se limitaban a aprender habilidades domesticas.
En la sociedad romana la mujer y el hombre eran considerados uno ya que la mujer era una posesión del marido y por lo tanto no tenia control sobre ella ni podía tener control legal sobre su persona, sus tierras, o hijos, pero en Babilonia y Egipto las mujeres tuvieron derecho a la propiedad.
Algunas mujeres de la edad media las mujeres fueron mas subordinadas, pero algunas consiguieron formar parte de algún gremio.
2.2-Los inicios del cambio:
Los inicios del feminismos son el Siglo de las Luces (con su énfasis político de igualdad), la Revolución Industrial (la cual provoco grandes cambios económicos y sociales) y la Revolución Francesa (cuando Olimpia des Gougues escribió la Declaración de los derechos de la mujer y de la ciudadana, como respuesta a la Declaración de derechos del hombre y del ciudadano elaborada por la Asamblea Francesa) en el cual el ambiente que se vivió a finales del S.XVIII y principios del S.XIX propicio la aparición del feminismo y otros movimientos revolucionarios.
En Francia cuando se daba la Revolución, revolucionarias feministas pedían igualdad de derechos entre hombres y mujeres que no fueron aprobados al
aprobarse el Código Napoleónico que estaba basado en la legislación romana.
El primer libro feminista publicado fue “Reivindicación de los derechos de la mujer” publicado en 1792 por Mary Wollstonecraft.
La Revolución Industrial consiguió una producción masiva mecanizada en la cual las mujeres de clase baja comenzaron a trabajar.
Esto supuso el comienzo de su independencia con unas condiciones de trabajo nada buenas y cobrando salarios menores que los de los hombres.
Las mujeres de clase media y alta que permanecían en casa eran consideradas familias con potencial económico.
La única alternativa para las mujeres respetables de cualquier era trabajar de doncellas, vendedoras o maestras.
La Iglesia Católica se oponía a este movimiento ya que decían que destruía la familia patriarcal.
Este movimiento no llego a todos los países ya que en los países de economías agrícolas se seguía el modelo de ideas tradicionales.
Los primeros movimientos organizados surgen a mediados del S.XIX, cuando Flora Tristán, John Stuart Mill, Elizabeth Cady Stone y Lucrecia Mott entre otros, trabajaron para conseguir que las mujeres tuvieran derecho a voto presionando a los gobiernos y partidos, así fue nació el “movimiento sufragista”.
El movimiento tuvo mayor aceptación en Gran Bretaña (un país protestante en su mayor parte e industrializado) y en Estados Unidos.
Eran personas cultas y reformistas de clase media.
En 1848 mas de 100 personas celebraron en Seneca Fall (Nueva York) la 1ª convención sobre los derechos de la mujer.
Esta convención fue dirigida por Lucrecia Mott y Elizabeth Cady Stone.
Entre sus reivindicaciones estaban la igualdad de derechos incluido el derecho a voto.
Las feministas británicas se reunieron por 1ª vez en 1855.
Tras la publicación del libro de John Stuart Mill “La Esclavitud de las Mujeres” en 1869 atrajo al publico a la causa de la lucha feminista en todo lo relativo al derecho de voto.
Este derecho no se registro en las constituciones de los países hasta finales del S.XIX y principios del S.XX.
Este derecho aún no existe en países como Kuwait, Jordania y Arabia Saudí países mayoritariamente musulmanes.
2.3-Los avances del Siglo XX:
Después de las guerras y revoluciones en Rusia (1917) y China (1949) los nuevos gobiernos comunistas dejaron de gobernar de manera patriarcal familiar pasaron a gobernar apoyando la igualdad de sexos y el control de natalidad.
Pero en la Unión Soviética las mujeres tenían trabajos mal remunerados y representadas en los partidos y en los consejos de gobiernos.
Las técnicas para el control de la natalidad no era eficaces y las madres trabajadoras eran también responsables del cuidado del hogar.
China tenia cierta discriminación laboral hacia las mujeres.
En la década de 1960 cuando los patrones sociales, económicos y demográficos cambiaron en los países occidentales favoreció la aparición de un feminismo que se centraba en los aspectos ligados a la condición sociocultural de la mujer.
Los movimientos feministas cuestionaban las instituciones sociales y los valores morales apoyándose en determinados estudios científicos que sugerían que la mayor parte de las diferencias entre el hombre y la mujer eran no eran biológicos sino culturales.
Muchas mujeres pensaban que el propio lenguaje reflejaba en sus formas el dominio del hombre.
A finales de la década de los 60 y principios de los 70 las mujeres organizaron grupos pro derechos de la mujer haciendo gran hincapié en la concienciación de la mujer.
Los objetivos del movimiento feminista igual salario a trabajos iguales, ayudas estatales para el cuidado de los niños, reconocer los mismos derechos a lesbianas, etc...
A lo largo de la historia el movimiento feminista ha conseguido grandes logros.
En la mayoría de los países las mujeres tienen derecho a voto y tienen la posibilidad de ocupar cargos públicos.
En muchos países la mujer ayudada por la Comisión de las Naciones Unidas para el estatus de la mujer (creada en 1976) ha conseguido nuevos derechos y mayor acceso a la educación y trabajo.
También con la llegada de la industrialización a países no occidentales se han perjudicado derechos que las mujeres tenían.
El fundamentalismo en los países en vías de desarrollo han reaparecido brotes de opresión contra la mujer, en estos mismos países se ha intentado mejorar el estatus social de la mujer cambiando los códigos legales y sociales discriminatorios como el purdah (aislamiento de las mujeres) que se da en Arabia en las sociedades islámicas y en el sistema de dotes de la India oponiéndose también a la mutilación genital.
En 1975 las Naciones Unidas declaro ese año como “Año Internacional de la Mujer” y a su vez se iniciaba el programa denominado “Década de la Mujer” y en 1975, 1980, 1985 y 1995 se han celebrado importantes conferencias mundiales.
Al final de 2ª Guerra Mundial el derecho de las mujeres al voto fue una realidad en el mundo occidental y desapareciendo las discriminaciones jurídicas en casi todos los países industrializados:
2.4-El feminismo en España:
Las primeras corrientes feministas surgieron en España a finales del S.XIX, en torno a Emilia Pardo Bazán y Concepción Arenal.
En 1936 el gobierno de la 2ª Republica Federica Montseny se convirtió en la primera Ministra mujer de la historia de España (fue ministra de Sanidad entre 1936-1937)
3.-El sufragismo:
Movimiento feminista británico de comienzos de la década de 1900 que propugna el derecho a voto de las mujeres.
En 1903 Emmeline Pankhurst fundo la Unión Social y Política (WSPU) para luchar por la igualdad de derechos entre mujeres y hombres en el derecho al voto.
En 1907 Pankhurst organizo una marcha hasta el parlamento británico y la residencia del primer ministro.
Al intensificarse las protestas se intensifico el vandalismo.
Cuando comenzó la 1ª Guerra Mundial la WSPU se aparto de la actividad para ayudar a su país en el esfuerzo bélico que estaban realizando.
Las mujeres mayores de 30 años que cumplían ciertas condiciones se les concedía el derecho al voto hasta que en 1920 se les concedió el derecho a voto a las mujeres mayores de 21 años.
4.-Rigoberta Menchu:
Nació en 1959 en Chimel (pueblo municipio de Uspatán), líder indígena guatemalteca, fue Premio Nobel de la Paz en 1992.
Trabajaba de niña junto con sus padres en el trabajo agrícola.
Fue testigo del asesinato a los 16 años de su hermano cuando los terratenientes fueron a despojar a los indígenas de sus tierras.
Su padre (Vicente Menchu) conciencio a sus vecinos a una activa labor cosa que impacto mucho en Rigoberta en su pensamiento social.
El 31 de Enero de 1980 Rigoberta vio como su padre murió quemado en la embajada española de Guatemala donde se junto con 38 personas mas.
Poco después, Rigoberta perdió a su madre después de que fuera torturada y asesinada por grupos paramilitares.
Después de estas amargas experiencias Rigoberta se exilio en Méjico y comenzo a revindicar los derechos de los pueblos indígenas y los mestizos.
En 1992 fue reconocida con el Premio Nobel de Paz por su labor y mensaje cívico y de justicia social.
También fue galardonada en 1998 con el Premio Príncipe de Asturias de Cooperación Internacional junto con otras seis mujeres que simbolizaron “la causa de la defensa y la dignificación de la mujer”.
5.-Otras feministas:
Elizabeh Cady Stanton:
Junto con Lucretia Coffin Mott y Susan Bronwell Anthony, fue una de las primeras líderes del movimiento por los derechos de la mujer.
En colaboración con Susan fundó la “Asociación Nacional para el Sufragio Femenino”, que presidio hasta 1892.
En 1878 convenció al senador Aarón A. Sargent del estado de California para que respaldara una enmienda a la Constitución de los Estados Unidos que otorgara a las mujeres el derecho al voto.
Esta enmienda se presento cada año hasta que al final en 1919 el Congreso aprobó este derecho a favor de las mujeres que desde ese día las mujeres estadounidenses pudieron votar.
John Stuart Mill:
Ocupa un lugar excepcional en la historia del pensamiento europeo del S.XIX.
Destaco en la política por sus ideales progresistas tales como la defensa de la clase trabajadora, el derecho obligatorio a la educación y la igualdad de derechos de las mujeres.
Emmeline Pankhurst:
Fundó la Unión Social y Política de Mujeres (WSPU), organización consagrada a conseguir el voto para las mujeres en Gran Bretaña.
Sus militantes llamaban la atención rompiendo cristales o quemando edificios deshabitados.
La encarcelaron por primera vez en 1908 por lo cual mantuvo una huelga de hambre como protesta por este y los sucesivos encarcelamientos.

miércoles, 14 de febrero de 2001

SIGNIFICADO DEL FEMINISMO Y MAS

Feminismo
{m.} | feminism
ð (Del lat. femina, 'mujer, hembra', e -ismo); sust. m.
1. Doctrina social y movimiento político que promueve la liberación de las mujeres del sometimiento económico, político y social que les impone el sistema patriarcal: la obtención del derecho al voto fue uno de los primeros logros del feminismo.
Antecedentes del feminismo
La Historia tradicional, escrita por y para hombres, silenció la voz de las mujeres o las relegó al orden de la excepcionalidad cuando algunas de ellas escribieron y pensaron para denunciar de forma más o menos explícita su sometimiento o su sentimiento de alteridad respecto a la civilización patriarcal. Desde el siglo XV, algunas de estas mujeres “excepcionales”, elevaron la voz para expresar su rechazo a las tradiciones que sustentaban la inferioridad femenina y la conveniencia de la sujeción de las mujeres a los varones.
La Querella de las mujeres
El Renacimiento conllevó el cuestionamiento de muchas tradiciones heredadas. Pocas cosas cambiaron sin embargo en la vida de las mujeres, que incluso vieron restringirse los espacios de libertad que habían disfrutado en épocas anteriores ante el avance de los poderes del Estado y el control religioso. Los valores del humanismo -educación, individualismo, virtud cívica- a pesar de su barniz de universalidad, excluyeron a las mujeres. Los humanistas mantuvieron las antiguas tradiciones que promulgaban la inferioridad natural de la mujer, incluso aquéllos que defendían un cierto acceso de las mujeres a la cultura. En estas circunstancias, las mujeres elevaron su voz por vez primera para negar la inferioridad femenina. Los cambios que conllevó el inicio de la Edad Moderna en Europa habían pronunciado la disparidad entre mujeres y hombres, mientras que la noción renacentista de la potencialidad humana y los beneficios de la economía mercantil hicieron posible que las mujeres de la burguesía tuvieran un mayor acceso a la cultura. De entre las mujeres cultas de estos siglos surgieron las primeras voces feministas. Se ha escrito que el feminismo es la historia de una negación. Sus inicios, entre los siglos XV y XVIII, fueron también una estrategia de negación. Las primeras feministas escribieron para denunciar el error de los enunciados patriarcales sobre la inferioridad femenina, reivindicando el derecho de las mujeres a la educación y denunciando las formas predominantes de dominación masculina. El feminismo tuvo su inicio en Europa a principios del siglo XV con la llamada "Querella de las mujeres", polémica literaria y filosófica sobre la naturaleza y valor del sexo femenino, en la que participaron tanto letrados varones como autoras femeninas. La Querella se prolongó hasta el siglo XVIII y tuvo mayor relevancia en distintos momentos. Desde el siglo XIV, los eruditos iniciaron una discusión acerca del grado de humanidad y de la naturaleza de las mujeres, confrontándolas con el modelo masculino y siguiendo una tradición de oposiciones binarias muy característica del pensamiento patriarcal. También las mujeres participaron activamente en este debate para defenderse de las acusaciones de los ilustres varones. Christine de Pisan (c.1365-c.1430), escritora de la corte parisina cuyas obras alcanzaron gran difusión, escribió en 1405 su obra La ciudad de las damas. En ella, la autora describía cómo su razón se había rebelado contra las opiniones de los eruditos que atacaban a las mujeres y había deseado escribir en contra de tan autorizados varones. Sin embargo, su respeto a la tradición literaria masculina, de la que se había alimentado, debilitaba su propósito. Christine contaba al comienzo de su libro que, encontrándose atribulada por este motivo, se le aparecieron tres damas, Razón, Rectitud y Justicia, que le dijeron: “Hemos venido a desterrar del mundo el mismo error en el que tú has caído, para que de ahora en adelante las damas y todas las mujeres valientes tengan refugio y defensa frente a sus numerosos agresores”. Christine rechazó así la autoridad masculina y se apoyó en una genealogía femenina que le dio fuerzas para emprender su obra de negación. Para ello, hizo de su sentirse mujer la clave para denunciar la sinrazón de las acusaciones masculinas. Christine de Pisan creó en su Ciudad de las damas una “ginecotopía” que tendría gran influencia en autoras posteriores, una ciudad fundada sobre “el campo de las letras”, donde las mujeres habitarían sin temor. Afirmó que la inferioridad de las mujeres no se debía a su condición natural, sino a la carencia de educación y que “todo aquello que es factible y cognoscible, ya esté relacionado con la fuerza física o la sabiduría de la mente y con todo tipo de virtud, les resulta a las mujeres posible y fácil de llevar a cabo”. Otras muchas mujeres participaron en la querella y escribieron con conciencia feminista. La francesa Marie de Gournay (1566-1645) escribió en 1622 su obraLa igualdad de hombres y mujeres y otros panfletos feministas en los que defendía a las mujeres del presupuesto de su inferioridad. En estas primeras feministas, la defensa de las mujeres se hizo a través del concepto humanista de virtud, que hacían extensivo a todo el género humano como creación de Dios. Entendían que las razones de los hombres tenían su origen en la envidia y en el hábito de la costumbre. Bathsu Pell Makin (c.1608-c.1675), educadora inglesa, escribió: “La costumbre bárbara de dar a las mujeres una crianza mezquina se ha generalizado entre nosotros, y se ha mantenido hasta el extremo que se cree en realidad ... que las mujeres no están dotadas del mismo raciocinio que los hombres”. Invocaron a la razón, a la educación y a la virtud para rechazar la tradición patriarcal. Su primer campo de batalla fue la educación. Estas mujeres, herederas de la tradición humanista, consideraban el estudio como fuente de virtud, y defendieron la necesidad de conceder a las mujeres la misma educación de que gozaban los varones, no con el fin de servir mejor a los hombres, sino por su necesidad natural de perfección. Su lucha fue también la denuncia de los malos tratos y la brutalidad con que eran tratadas las mujeres por los hombres que tenían más próximos: sus padres, sus maridos, sus hermanos. Vindicaron además una genealogía de autoridades femeninas para apoyar sus escritos y respaldar sus experiencias.
La revolución incompleta: el feminismo durante los siglos XVIII y XIX
Las ideas enciclopedistas del siglo XVIII fueron el germen de la esperanza liberadora de las mujeres. En Francia e Inglaterra, las mujeres participaron activamente en los movimientos radicales de orientación igualitaria. Sin embargo, pronto se demostró que estos movimientos tendían a excluir a las mujeres y a su lucha específica del poder político y de la igualdad jurídica. La Revolución Industrial aceleró el proceso de marginación de las mujeres a los papeles tradicionales de madre y esposa, al desvincular el hogar de la producción. Las mujeres perdieron su prestigio en el trabajo artesanal, agrícola y comercial, y ahondaron la separación entre mundo masculino y mundo femenino. Sin embargo, las ideas igualitarias de la Revolución Francesa despertaron grandes esperanzas entre las mujeres con conciencia feminista. Miles de mujeres participaron en la efervescencia política que precedió a la Revolución, y en las rebeliones de 1789 y años sucesivos fueron ellas las primeras agitadoras. Pero los procesos revolucionarios que se dieron tanto en Europa como en América demostraron su limitación en lo que a la causa de las mujeres se refería. El reconocimiento de los derechos políticos y jurídicos de los hombres durante el siglo XVIII y XIX a través de las revoluciones significó el que las mujeres tomaran conciencia de una nueva exclusión, esta vez más terrible porque enajenaba su derecho a la igualdad en una sociedad que pretendía basarse en la justicia y la fraternidad. La declaración francesa de los derechos del hombre y del ciudadano de 1789 movió a algunas mujeres a reclamar sus propios derechos como tales. En 1791, la holandesa Etta Palm d'Aelders se dirigió a la Asamblea Nacional con estas palabras: “Habéis devuelto al hombre la dignidad de su ser al reconocer sus derechos; no debéis permitir que la mujer siga sufriendo bajo una autoridad arbitraria”. También en 1791 la escritora Olympe de Gouges (1748-1793) publicó suDeclaración de los derechos de la mujer y la ciudadana, obra en la que reivindicaba el derecho de las mujeres a la paridad política y jurídica completa con los hombres, junto con el acceso de las mujeres a la educación y la igualdad de derechos en el matrimonio. Los derechos que reivindicaban estas primeras feministas, lejos de ser reconocidos, fueron definitivamente cancelados por la Revolución Francesa: en la Convención Nacional (1793) prohibió la actividad política de las mujeres y Olympe de Gouges fue guillotinada por su disidencia feminista. De esta forma se revelaron las profundas contradicciones que encerraba la ideología liberal ilustrada en cuanto a la relación del poder con los grupos marginados. Antes de estos sucesos, en 1792, la inglesa Mary Wollstonecraft (1759-1797) recogió las ideas del primer feminismo en su obra Vindicación de los derechos de la mujer. Sin embargo, Wollstonecraft superó los límites de las primeras feministas, refiriéndose por vez primera a la responsabilidad que el Estado tenía en la mejora de la situación de las mujeres, animada por los vientos revolucionarios que llegaban de Francia. Su confianza en el pujante estado-nación moderno la diferenció de las feministas primitivas. Su obra, al igual que la de las escritoras anteriores, se centró en el problema de la educación. Wollstonecraft defendió que sólo la educación convertía en “femeninas”, en su sentido peyorativo, a las mujeres, haciéndolas “más artificiales y débiles de carácter de lo que de otra forma podrían haber sido” y envileciendo los valores más auténticos de la femineidad con “nociones equivocadas de la excelencia femenina”. Wollstonecraft atacó duramente a aquellos pensadores ilustrados, como Jean-Jacques Rousseau, que habían denigrado a las mujeres burdamente, excluyéndolas del imperio de la razón y de las teorías progresistas más revolucionarias. Wollstonecraft, como hicieran Christine de Pisan y otras muchas autoras, dejó de lado a las autoridades masculinas para remitirse a su propia experiencia, a la sinrazón que su ser-mujer le revelaba, para rebatir las opiniones de Rousseau. Su propia experiencia fue la brújula que la orientó en una cartografía desconocida para el pensamiento patriarcal: el decir de las mujeres. Rechazó el matrimonio como el principal objetivo de la vida de una mujer, afirmando que “conseguir carácter como ser humano, independiente del sexo al que se pertenezca, es la más loable ambición”. Desde fines del siglo XVIII, estas mujeres inauguraron el feminismo moderno, que desde principios del siglo XIX habría de centrarse en la consecución de la igualdad de derechos para las mujeres y en la mejora de sus condiciones económicas y laborales, a través de las ideologías liberal y socialista.
El movimiento por la igualdad de derechos
A pesar de la efervescencia política de fines del siglo XVIII y la participación activa de las mujeres en los movimientos revolucionarios, las propuestas de las feministas quedaron aislada por que carecían de movimientos políticos que las respaldaran. Las primeras feministas, como Pisan o Gournay, no escribieron como políticas, sino como filósofas. Pero la instauración del ideal democrático y la cuestión de los derechos significó que los escritos feministas adquirieron un sentido político. Las nuevas circunstancias de Europa en esta época, las diferencias nacionales, religiosas y políticas, tuvieron un papel esencial en el futuro del feminismo en Europa. El primer movimiento de las mujeres se centró, fundamentalmente, en la batalla por los derechos legales, quedando en segundo plano la igualdad en el terreno social y laboral.
Por ello, a menudo se ha tildado al primer feminismo de burgués y propio de las mujeres de la clase media. Estos movimientos pidieron para las mujeres la igualdad de derechos civiles y políticos con los hombres. Las mujeres que participaron en ellos se negaban a admitir la situación legal marginal de las mujeres, que las situaba bajo el control de padres y esposos y les negaba la condición de personas adultas. El liberalismo del siglo XIX favoreció el florecimiento de los grupos feministas, porque atacaba también las bases tradicionales de la sociedad y rechazaba las vetustas autoridades para confiar en la razón y en el individuo y en el poder de la educación. El filósofo liberal inglés John Stuart Mill denunció en la segunda mitad del siglo XIX la contradicción que entrañaban las ideas revolucionarias y progresistas de su época que al mismo tiempo mantenían la subordinación tradicional del sexo femenino. Las mujeres que se relacionaban con grupos liberales tuvieron mayores facilidades para desarrollar un pensamiento feminista por su participación en causas como la abolición de la esclavitud o la extensión del sufragio. Los movimientos feministas del siglo XIX y de la primera mitad del XX estuvieron compuestos por una abrumadora mayoría de mujeres de la clase media. Esto fue así porque dentro de las clases medias, en el siglo XIX, se experimentó con mayor agudeza que en otros ámbitos sociales la desigual libertad de hombre y mujeres. Estas mujeres, carecían de derechos de propiedad, dependían por completo de sus maridos y estaban excluidas de toda participación política al no tener acceso al sufragio electoral. En este ámbito se centró la lucha principal del feminismo liberal durante el siglo XIX y los primeros años del XX.
La lucha por el voto en Estados Unidos
La lucha por el voto fue una lucha política que afectó a ambos sexos, pues en la mayoría de los países parlamentarios el sufragio también excluía a los obreros y, en Estados Unidos, también a los negros. En los Estados Unidos, el movimiento a favor de los derechos de las mujeres surgió directamente de la lucha por la abolición de la esclavitud. En 1833 se creó en Filadelfia el primer grupo antiesclavista, a partir del cual se fundó la Sociedad Antiesclavista Norteamericana. Gracias al movimiento, las mujeres americanas aprendieron a organizarse y a celebrar reuniones, tuvieron acceso a tribunas públicas y escribieron sus manifiestos. Sin embargo, también en el movimiento abolicionista las mujeres fueron pronto ridiculizadas y silenciadas al no permitírseles actuar como delegadas en las asambleas. En 1840, las delegadas norteamericanas que participaban en Inglaterra en la Convención Mundial Antiesclavista fueron obligadas a permanecer tras una cortina durante las sesiones, porque muchos miembros del movimiento no aceptaban su presencia ni reconocían su papel. Este acto produjo el primer paso hacia la organización feminista en Estados Unidos. Ellas comenzaron a abogar por sus propios derechos, aunque su lucha tuvo una repercusión social mucho menos favorable que la del movimiento abolicionista. Se las degradó públicamente recurriendo a los tradicionales argumentos del patriarcado para ridiculizar a las mujeres con actividad pública. En 1848 se celebró en Seneca Falls (Nueva York) la primera Convención sobre los Derechos de la Mujer. Las resoluciones acordadas por las mujeres que allí participaron exigían la igualdad de derechos en distintos ámbitos: en el matrimonio, en los salarios, en la propiedad y en la custodia de los hijos. En los 25 años siguientes, las feministas norteamericanas consiguieron la mayor parte de sus reivindicaciones y otros Estados promulgaron a su vez leyes que otorgaban a las mujeres el derecho a disponer de sus bienes y salario, y a tener pleno poder en la custodia de los hijos. Muchas de estas mujeres abogaron por la abolición del matrimonio, considerando esta institución como la primera fuente de injusticia para las mujeres. Tras la Guerra de Secesión (1861-1865), en cuyo transcurso muchas mujeres lucharon activamente por la abolición de la esclavitud, se inició la separación entre la causa abolicionista y el movimiento de las mujeres. Tanto los líderes abolicionistas como el Estado norteamericano temieron la radicalización del movimiento feminista. Se concedió el voto a los hombres negros, pero no a las mujeres, y éstas dirigieron entonces su movimiento hacia la concesión de los derechos políticos plenos a las de su sexo. El estado de Wyoming fue el primero en conceder el voto a las mujeres en 1869, pero sólo en 1920 todas las mujeres estadounidenses consiguieron el derecho al voto.
El movimiento por los derechos de las mujeres en Inglaterra
La lucha por los derechos de la mujer en Inglaterra encontró su inspiración en el movimiento de las feministas norteamericanas y a su vez sirvió como modelo a otros movimientos feministas europeos. En las décadas de 1830 y 1840, como había ocurrido antes en los Estados Unidos, las mujeres inglesas participaban activamente en movimientos políticos no relacionados directamente con el movimiento de la mujer. Pero el ejemplo americano avivó la lucha específica de las mujeres.
Entre 1850 y 1920 las mujeres inglesas lucharon por conseguir leyes más justas en lo referente al matrimonio, a la custodia de los hijos, al control sobre sus bienes y salarios, al acceso a la educación, al voto y a la participación política. Desde 1833 comenzaron a aparecer manifiestos y artículos que pedían el voto para las mujeres. En respuesta a estas protestas, la Cámara de los Comunes insertó por vez primera de forma explícita la palabra varón en los requisitos requeridos para ejercer el voto. En 1847 se fundó la Asociación Política Femenina para luchar por el voto de las mujeres. En 1851, Harriet Taylor Mill (1807-1858) escribió su Ensayo sobre el sufragio de las mujeres. Las feministas enviaron peticiones al Parlamento, que no obtuvieron respuesta. Mill reclamó la plena igualdad de derechos políticos y civiles para las mujeres inglesas, inspirándose en los logros conseguidos por las norteamericanas. Escribió: “Lo que queremos para las mujeres es igualdad de derechos, igualdad de privilegios sociales, no una situación diferente, una especie de sacerdocio sentimental”. Harriet Mill no ejerció ninguna actividad política pública debido a su precaria salud, pero inspiró a su marido John Stuart Mill su famoso ensayo La esclavitud femenina, publicado en 1869, que habría de convertirse en un clásico del pensamiento feminista. Pero antes de la aparición del libro de Stuart Mill, las mujeres inglesas llevaban décadas de lucha.
La primera organizadora del movimiento feminista en Inglaterra fue Barbara Leigh Smith, que fundó su propia escuela para mujeres, y que en 1854 publicó un opúsculo llamado Breve resumen en lenguaje claro de las leyes más importantes relacionadas con las mujeres, donde denunció la anulación de los derechos legales de las mujeres casadas. En 1855, Leigh Smith organizó un comité de mujeres que reclamaban la igualdad de derechos y organizaban mítines públicos. Este comité presentó una petición formal al Parlamento en 1856 para conseguir que las mujeres casadas controlaran sus propios bienes. Sin embargo, el Parlamento se limitó a promulgar una ley de divorcio con algunas ligeras concesiones a las mujeres, como la posibilidad de divorciarse si habían sido cruelmente maltratadas por sus esposos. Esta derrota convirtió al comité de Leigh Smith en un auténtico movimiento feminista. En la década de 1860, el movimiento inglés emprendió diversas campañas. La primera estuvo dirigida a reclamar al Parlamento una ley que permitiera a las mujeres casadas disponer de sus ingresos y propiedades, lo que consiguieron entre 1878 y 1882. Fundaron colegios universitarios para mujeres y presionaron para que las mujeres fueran admitidas en Oxford y Cambridge, lo que se consiguió en la década de 1870. En 1884 consiguieron la abolición de las leyes sobre enfermedades infecciosas que permitían a la policía inspeccionar a cualquier mujer de la que sospechasen que era prostituta. Al mismo tiempo, continuaron la lucha por el sufragio femenino.
En 1865, las mujeres del comité hicieron campaña a favor de John Stuart Mill, que consiguió un escaño en el Parlamento desde el que planteó la cuestión del voto femenino. Ese mismo año se fundó el Comité por el Sufragio Femenino. Estas mujeres no deseaban el voto para igualarse con los hombres, sino para que su diferencia ejerciera un peso político. A comienzos del siglo XX, las feministas inglesas habían conseguido muchas cosas: podían formar parte de los ayuntamientos, ser funcionarias de la administración de asistencia pública, votar en las elecciones municipales e incluso ser alcaldesas. Pero no habían conseguido el voto. Este retraso, semejante en otros países de Europa, incluida España, se debió al desinterés de los partidos conservadores hacia el voto femenino y al miedo que las fuerzas de izquierdas tenían a un voto que consideraban conservador y de tendencias clericales. En Inglaterra, el Partido Liberal, al que estaba aliado el movimiento de las mujeres, se negó reiteradamente a conceder el voto a las mujeres, por estas razones. Esta alianza llevó a la desunión del movimiento, que no volvería coaligarse hasta 1897 bajo el nombre de Unión Nacional de Sociedades por el Voto de las Mujeres. La Unión desarrolló tácticas más radicales e incluyó a una gran cantidad de mujeres de la clase obrera. Se vinculó al Partido Laborista recién constituido y, ante la oposición de la clase política, adoptó tendencias más radicales. Desde 1906, el movimiento se dividió en dos tendencias rivales: la Unión Nacional de Sociedades por el Voto de las Mujeres (NUWSS), liderada por Millicent Garrett Fawcett, de tendencia liberal y moderada, que se enorgullecía de su “respeto a la ley” y de su no radicalidad, y la Unión Social y Política de Mujeres (WSPU), encabezada por Emmeline Goulden Pankhurst, vinculado al Partido Laborista Independiente y de tácticas más violentas, quien declaraba que “el argumento del cristal roto es el más valioso en la política moderna”. Entre 1910 y 1914 se produjeron grandes mítines y manifestaciones. Las feministas de WSPU adoptaron los métodos de protesta violenta del movimiento independentista irlandés: rotura de ventanas, cortes de los cables del telégrafo, etc. Estas mujeres fueron detenidas infinidad de veces y en las cárceles iniciaban huelgas de hambre. El movimiento de las mujeres y la represión gubernamental alcanzaron su punto álgido en los años 1013 y 1914. El gobierno decidió clasificar a las sufragistas como delincuentes comunes y no como presas políticas, pero no cambió la legislación sobre el voto. Las feministas del WSPU adoptaron la máxima “Hechos, no palabras” y aumentaron sus ataques contra la propiedad. En 1913, Emily Wilding Davison, miembro del WSPU, se arrojó bajo el caballo del rey en el derbi londinense. Su entierro originó una gran manifestación sufragista. Pero la entrada de Inglaterra en la Primera Guerra Mundial en 1914 terminó de golpe con el movimiento sufragista inglés. El gobierno amnistió a todas las sufragistas encarceladas, y los dos partidos sufragistas se dedicaron fervientemente al trabajo voluntario y a la propaganda nacionalista. El gran trabajo realizado por las mujeres durante la guerra inclinó a la opinión pública en favor del voto femenino. En 1918 las inglesas mayores de 30 años consiguieron el voto. Hasta 1928 no se hizo extensivo el sufragio al resto de las mujeres en la mayoría de edad. La WSPU se disolvió, mientras que la NUWSS siguió defendiendo la igualdad de derechos desde la moderación.
El movimiento por la igualdad de derechos después de la I Guerra Mundial
Al terminar la primera guerra mundial, el tema del sufragio femenino había perdido fuerza en muchos países. La devastación causada por la guerra hizo que el movimiento sufragista pareciera una causa anticuada y superada. El movimiento por la igualdad mostró las limitaciones que ofrecía una lucha centrada en los derechos de ciudadanía. En el primer cuarto del siglo XX, las mujeres consiguieron el voto en países con regímenes similares al inglés. Pero la extensión del sufragio demostró ser ineficaz por sí misma para liberar a grupos que seguían estando económica y culturalmente subordinados. La participación femenina en las elecciones no conseguía cambiar la vida de las mujeres de forma significativa. Antes de la consecución del voto, muchas feministas creían que el sufragio cambiaría el mundo de las mujeres, pero las esperanzas fueron vanas, porque en gran medida las mujeres votaban igual que los hombres de su clase. En los países católicos el miedo de los partidos liberales al voto clerical de las mujeres retrasó la concesión del sufragio femenino, y en los países católicos las mujeres no votaron hasta después de la segunda guerra mundial.
El feminismo por la igualdad de derechos tuvo éxito solamente en aquellos países en los que las fronteras políticas y de clase no eran insalvables, como en Inglaterra o en Escandinavia, donde las feministas se apoyaron tanto en partidos socialistas como en fuerzas liberales y el movimiento feminista unió a mujeres de clase media y a mujeres de la clase trabajadora. Sin embargo, en países donde las disparidades políticas y económicas fueron más abruptas, como en los países católicos, el movimiento feminista se escindió en dos movimientos diferentes. Uno de ellos era el movimiento por la igualdad de derechos sostenido por mujeres burguesas de la clase media y apoyado en partidos liberales. El otro, el movimiento de mujeres socialistas, formado por mujeres de la clase trabajadora, que se centraba sobre todo en cuestiones económicas y laborales. En países como Francia, Rusia, Italia, Austria, Alemania o España los dos movimientos fueron incapaces de salvar sus diferencias.
El feminismo socialista
El feminismo por la igualdad de derechos y el feminismo socialista diferían profundamente en sus objetivos y tácticas. Las feministas liberales burguesas, distanciadas de los objetivos laborales de las socialistas, se opusieron a las reformas que mejorarían el trabajo de las mujeres obreras, reclamando una igualdad absoluta con los hombres que perjudicaba a las trabajadoras (en el caso del trabajo en las minas o de las jornadas laborales). En Inglaterra, el feminismo consiguió en gran medida superar estas diferencias, pero no en el resto de Europa. Feminismo y socialismo, como movimientos políticos, tenían muchas cosas en común: ambos rechazaban muchas de las tradiciones culturales, políticas y económicas de Occidente. Hacia 1830, algunos grupos de socialistas feministas, tanto hombres como mujeres, proclamaron ya que la abolición del capitalismo y su sustitución por el socialismo supondría la liberación de las mujeres. Para las socialistas significaba poco la consecución de la igualdad de derechos. Se centraron en cuestiones laborales y en la mejora de las condiciones de vida, tanto de la clase trabajadora en general como de las mujeres obreras en particular. Acusaron a los movimientos por la igualdad de derechos de ignorar las condiciones de explotación laboral en que trabajaban las mujeres obreras y lucharon por conseguir la reducción de la jornada y mejores salarios. Pero supeditaron el movimiento feminista al socialismo y, ante cualquier conflicto entre ambos, antepusieron siempre el segundo. Clara Zetkin, socialista alemana, declaró en 1895: “La mujer proletaria no puede lograr sus más altos ideales a través de un movimiento por la igualdad del sexo femenino; solamente alcanza la salvación a través de la lucha por la emancipación del trabajo”. Sin embargo, en los círculos socialistas se dieron también numerosos prejuicios contra el movimiento de las mujeres y a menudo los varones se negaron a admitir la lucha feminista dentro del socialismo. El grado de expresión del movimiento feminista dentro del socialismo cambió a lo largo del tiempo. Durante la Revolución francesa de 1789, los líderes más radicales se habían opuesto a las reivindicaciones de las mujeres, pero en la década de 1830 éstas participaron activamente en los círculos socialistas radicales, como los saint-simonianos en Francia o los owenistas en Inglaterra. Sin embargo, la corta vida de estos movimientos limitó los logros feministas dentro del socialismo radical. A mediados del siglo XIX, la redefinición del socialismo por Marx y Engels, redefinió también la concepción del feminismo socialista. Marx y Engels proclamaron que la liberación de la clase trabajadora traería la liberación de las mujeres. Nunca se detuvieron a analizar, en cambio, en qué consistiría tal liberación e incluso repudiaron la disolución de los lazos familiares tradicionales y la participación de las mujeres en el trabajo. El socialismo marxista adoleció también de la ausencia de reivindicaciones feministas en su seno y de los mismos prejuicios ancestrales. Los socialistas franceses y alemanes defendieron a menudo que las mujeres continuaran en sus puestos tradicionales, al frente de la familia y del trabajo doméstico. En el último cuarto del siglo XIX, la participación femenina en el movimiento socialista fue mayor, sobre todo en Alemania. El Partido Socialista alemán, que se mantuvo casi proscrito entre 1878 y 1890, necesitó del apoyo de las mujeres para difundir su causa. En 1879, August Bebel publicó su obraLa mujer y el socialismo, que alcanzó enorme popularidad. En ella, Bebel sostenía que el capitalismo era la causa del sometimiento de las mujeres y vinculó nuevamente el socialismo a la liberación femenina. El libro de Bebel facilitó el acercamiento de las mujeres al socialismo alemán desde la década de 1880. En Rusia, también durante el último cuarto del siglo XIX, las mujeres fueron bien recibidas dentro de la causa socialista, debido en buena parte a la situación de ilegalidad en que se hallaban los partidos revolucionarios, que reclamaban la liberación de todos los oprimidos, incluidas las mujeres. Las mujeres rusas participaron en todo tipo de actividades de la causa revolucionaria en Rusia, lo que les valió el respeto de los socialistas varones. A principios del siglo XX, las mujeres tenían una gran presencia en los partidos socialistas de Europa. Dentro del Partido Socialista Alemán, el más numeroso de Europa, había en 1914 unas 175.000 mujeres. Clara Zetkin y Rosa Luxemburg influyeron enormemente en la política del Partido, si bien la última no se identificaba con la lucha feminista. Para muchas de estas mujeres, el socialismo era un fin en sí mismo, más importante que el movimiento por la liberación de las de su sexo. Las que sí se identificaban con el feminismo, acababan de todas formas subordinándolo a la causa final del socialismo. Las socialistas
Otros movimientos vinculados al feminismo en la primera mitad del siglo XX
Durante la época de entreguerrras, las feministas abandonaron en gran medida sus reivindicaciones para dedicarse a otros movimientos afines. La “cuestión femenina”, como se la llamó, había dejado de tener fuerza por sí misma.
Las feministas inglesas declararon que “el feminismo no es suficiente”. Tanto las organizaciones por la igualdad de derechos como los grupos socialistas de mujeres se consagraron a tareas relacionadas con el bienestar social. La eliminación en los partidos socialistas y comunistas de los sectores feministas, pusieron a las mujeres ante la evidencia de que de ellas se esperaba que se dedicaran a las labores asistenciales propias de su sexo. No se cuestionaba la participación política de las mujeres, pero se les asignaban tareas que se consideraban apropiadas para ellas. La mayor parte de las feministas adoptaron este mismo criterio, si bien algunas, la minoría, siguieron reivindicando la participación de las mujeres en todos los ámbitos de la vida social y política.
Las mujeres tuvieron un ámbito de participación más reducido en los partidos conservadores. Las mujeres de estos partidos asumían de buen grado su relegación a un segundo plano desde el que se consagraron a labores de asistencia. Pero dentro de los partidos de izquierdas esta relegación se dio también de forma general, al menos durante los años de entreguerras.
Al consagrarse a la causa del bienestar social, tanto las feministas socialistas como las pertenecientes al movimiento por la igualdad de derechos abandonaron en gran medida el feminismo en sí. Trabajando en este tipo de cuestiones, algunas de ellas siguieron presionando para conseguir avances para las mujeres, como ayudas a la maternidad, reforma de las leyes de divorcio, aborto o contracepción. Sin embargo, dentro de los grupos de mujeres volvieron a perfilarse las profundas diferencias que separaban a unas y a otras.
Las mujeres conservadoras del movimiento por la igualdad de derechos se opusieron radicalmente a las reformas que aumentarían la independencia sexual de las mujeres, así como al aborto o la anticoncepción.
Las mujeres de los partidos de izquierda, sin embargo, lucharon para conseguir el control de la propia fecundidad, y en 1929 muchas de ellas participaron en la Liga Mundial por la Reforma Sexual sobre una Base Científica. Esta comunidad internacional tuvo, sin embargo, escasa influencia política.
El aborto siguió siendo ilegal en Europa, y en la Unión Soviética, Stalin lo abolió en 1936, con la excusa de que se necesitaban hombres para los objetivos del socialismo. El triunfo de regímenes dictatoriales en Alemania, Portugal, Italia y España imposibilitó el avance del control femenino sobre su propia fecundidad, y en otros países, como Francia, el argumento de la necesidad de aumentar la tasa de natalidad prohibió la decisión de las mujeres respecto al aborto y la anticoncepción.
Durante la época de entreguerras, muchas mujeres feministas participaron también en movimientos pacifistas y antifascistas. La asociación entre pacifismo y feminismo era antigua, remontándose a mediados del siglo XIX. Durante la guerra de Crimea de 1854, muchas mujeres se aliaron para protestar contra la guerra, y en 1889 la sufragista austriaca Bertha von Suttner escribió su ¡Dejad las armas! y fue la primera persona en recibir el Premio Nobel de la Paz, creado por el industrial Alfred Nobel por inspiración de la obra de Suttner. La vinculación entre feminismo y pacifismo surge de la identificación ancestral entre guerra y virilidad. Durante el periodo del movimiento sufragista, muchas mujeres creyeron que el voto femenino acabaría con la guerra. En 1910, el Congreso Internacional de Mujeres Socialistas hizo de la “lucha contra la guerra” su objetivo prioritario.
La primera guerra mundial, sin embargo, provocó la escisión de los movimientos feministas, que siguieron por separado el camino del pacifismo o del nacionalismo bélico. Los movimientos de mujeres por la igualdad de derechos abandonaron la lucha feminista mientras durase la guerra y se consagraron a apoyar la victoria de sus naciones, lo que provocó la salida de ellos de los grupos de mujeres pacifistas. Este mismo proceso se produjo en los grupos de mujeres socialistas. En 1915 se celebraron dos congresos de mujeres pacifistas: el Congreso de Mujeres Socialistas Internacionalistas, en Berna, y el Congreso Internacional de Mujeres (por la igualdad de derechos), en La Haya. Con ello se ponía de manifiesto la ya tradicional división entre mujeres conservadoras y mujeres socialistas. En ambos congresos se pidió el final de la guerra y se pidió a las mujeres que presionaran a sus gobiernos para poner fin al conflicto.
Tras la primera guerra mundial, los grupos pacifistas de mujeres siguieron actuando; así, por ejemplo, la Liga Internacional de Mujeres por la Paz y la Libertad. Pero con la subida al poder de los totalitarismos en la década de los treinta, muchos pacifistas consideraron que la lucha armada era el único medio para acabar contra los regímenes totalitarios. Sin embargo, en 1938 Virginia Woolf publicó su obra Tres guineas, un espléndido alegato que unía feminismo, antifascismo y pacifismo. Para la Woolf, el feminismo era el camino más directo hacia la paz y contra el fascismo que sustentaba el patriarcado. Woolf relacionó además por vez primera lo privado con lo público y urgió a las mujeres a luchar en contra de las violencias cotidianas contra sus cuerpos y voluntades, y contra la alta política de los varones. En Tres Guineas, Woolf unía guerra y virilidad, y excluía a las mujeres de la participación en la guerra, proponiéndolas que se consagraran a subvertir los valores patriarcales tanto en el ámbito de lo privado como en la arena pública. Además, despreciaba la noción de patria y el nacionalismo al escribir: “Como mujer, no tengo país. Como mujer, no quiero un país. Como mujer, mi país es el mundo entero”.
Tras el estallido de la II Guerra Mundial, muchos grupos pacifistas de mujeres y hombres se opusieron a ella. Pero la barbarie de la contienda significó para los pacifistas un trance aterrador. Las preocupaciones específicas de las mujeres se olvidaron en la lucha por la supervivencia.
Durante la guerra y posteriormente en la posguerra, las mujeres se definieron como comunistas, católicas, o de izquierdas o derechas, pero no como feministas. Lo prioritario era la reconstrucción. Y esta se llevó a cabo a costa de devolver a las mujeres a sus papeles tradicionales de esposas y madres.
Durante las décadas de los cuarenta, cincuenta y sesenta, la mayoría de las mujeres feministas abandonaron sus reivindicaciones. Pero a finales de la década de los sesenta las cosas cambiaron. La recuperación después de la guerra en los países era total.
En los Estados Unidos la sociedad se vio conmocionada por los movimientos pacifistas contra la guerra del Vietnam y a favor de los derechos civiles de los negros.
En Europa, la rebelión de 1968 desencadenó un nuevo movimiento feminista. El “movimiento de liberación de la mujer” o Women's Lib, como se llamó desde entonces al movimiento feminista, despertó al calor de estos acontecimientos.
El movimiento de liberación de las mujeres: hacia un nuevo feminismo
A finales de los años sesenta, los valores que habían sostenido las ideologías liberales en el mundo capitalista comenzaron a desintegrarse y surgieron una serie de movimientos marginales que ampliaron y radicalizaron la confrontación entre clases sociales.
La aceleración de la carrera de armamentos, los conflictos en el llamado Tercer Mundo, el miedo a la guerra nuclear, las injusticias en el mundo desarrollado y las guerras crearon condiciones de descontento y rebelión entre los sectores más marginados.
Los negros en Estados Unidos, los estudiantes en Francia e Italia, los pacifistas en los países escandinavos, etc., cuestionaron las raíces de unas sociedades que tenían como base teórica la igualdad de derechos de los ciudadanos. En el seno de esta rebelión nació el nuevo movimiento de liberación de las mujeres.
En Europa, como en Estados Unidos, las mujeres que participaban en los movimientos disidentes comprendieron que no habían alcanzado la igualdad a pesar de las luchas de sus predecesoras. Entendieron la contradicción que se daba entre los ideales igualitarios de dichos movimientos y la realidad de sus propias vidas, que seguían sometidas al imperio del patriarcado.
La opresión de las mujeres se desarrollaba en el hogar, que seguía siendo su ámbito prioritario de actuación, y en el trabajo, con situaciones laborales discriminatorias a pesar de las leyes de igualdad, y con desigualdad de oportunidades profesionales. Junto a ello, las mujeres de finales de los años sesenta comprendieron que su género se había convertido en el elemento manipulable de la sociedad consumista, que las convertía -y las convierte- en objetos de y para el consumo.
La sociedad occidental ha llevado hasta su extremo la degradación social del ama de casa y la nueva libertad sexual no era más que una engañifa, puesto que el cuerpo femenino se convirtió en objeto de explotación para la libertad masculina. Ante la igualdad legal, las mujeres se sintieron más estafadas debido a su situación real. Las situaciones cotidianas de desigualdad y opresión crearon -y siguen creando- en muchas mujeres un conflicto personal permanente y del que es difícil desembarazarse, puesto que las estructuras de dominio del capitalismo avanzado son mucho más sutiles que las que imperan en los países del llamado Tercer Mundo o en el mundo islámico. Al mismo tiempo, las contradicciones internas de la sociedad tecnológico-industrial son mucho más evidentes que en esos países. De ahí que la nueva política de las mujeres surgiera en los países donde el capitalismo había alcanzado sus formas más perfectas y que esta nueva política de las mujeres abriera sus horizontes a todas las formas de opresión (económica, legal, sexual, ideológica...) y particularmente, a la ancestral división que relegaba a la mujer al ámbito de lo privado, de lo invisible, como reproductora y socializadora, frente al ámbito de lo público, de lo visible, asignado al hombre.
La nueva política de las mujeres surgió además de otra contradicción: la que supuso para muchas la práctica de luchar en el seno de grupos radicales pacifistas, de defensa de los derechos civiles de los negros, o de las revueltas de estudiantes. Las mujeres descubrieron que dentro de estos movimientos pervivía la más antigua y arraigada de las opresiones: la de las mujeres. Tomaron conciencia por vez primera de que esta opresión se daba en todas las clases sociales, en todas las minorías y en todos los movimientos radicales dirigidos por varones. Así se demostró en la práctica revolucionaria y política durante la rebelión de mayo del 68 en Francia, o en los movimientos de protesta contra la guerra del Vietnam en Estados Unidos.
El nuevo feminismo no fue ya sólo la lucha por conseguir los mismos derechos y oportunidades de que gozaban los hombres, sino que cuestionó radicalmente el patriarcado y sus manifestaciones más brutales: individualismo, violencia, competición, jerarquización y totalitarismo. Se ha considerado texto fundacional de este nuevo feminismo a la obra El segundo sexo, publicada por la filósofa Simone de Beauvoir en 1949, en la época de letargo del movimiento feminista que siguió a la II Guerra Mundial. Efectivamente, El segundo sexo fue publicado sin el respaldo de un movimiento feminista, pero fue de vital importancia para la nueva política de las mujeres. Simone de Beauvoir analizaba en él el por qué de la existencia de la mujer como el Otro, como perteneciente a la categoría de lo negativo, de lo no-hombre, la otra cara del espejo de lo masculino. Puso de manifiesto esa cualidad de alteridad y de marginalidad que estaba en el origen de la ancestral superioridad económica, social y simbólica del mundo patriarcal.
Simone de Beauvoir fue la primera teórica feminista que habló explícitamente de la diferencia en la igualdad como forma de reivindicar el enriquecimiento de la vida tanto para hombres como para mujeres. Beauvoir, que al escribir El segundo sexo confiaba en que el socialismo conllevaría la liberación de las mujeres, cambió de actitud, como muchas otras feministas, a lo largo de los años sesenta. Las socialistas reconocieron la insuficiencia del socialismo para colmar la lucha de las mujeres y desde distintos ámbitos feministas se insistió en que las mujeres sufrían una opresión concreta contra la que había que organizarse adoptando tácticas concretas.
Las feministas llegaron a la conclusión de que esta lucha era una cuestión de mujeres y que sólo el reconocimiento común de su opresión serviría para liberarlas de ella. El lema más importante del movimiento de liberación de la mujer, que se mantiene hoy día, era “lo personal es político”, retomando la herencia que Virginia Woolf dejara en sus Tres guineas. Ello supuso el que, de las experiencias personales de las mujeres, surgiera un discurso político original y revolucionario acerca de cuestiones que hasta entonces habían sido tabúes culturales del patriarcado, como el aborto, la libertad del cuerpo femenino o la violación.
El movimiento de liberación de las mujeres de los años sesenta y setenta fue más allá de lo que habían ido las feministas de tiempos pasados, al cuestionar desde su raíz la estructura social del patriarcado y desentenderse del hombre como medida de todas las cosas.
El proceso de concienciación se dio, tanto en Europa como en Estados Unidos, a través de pequeños grupos de discusión en los que las mujeres compartían sus experiencias y entendían sus conflictos comunes frente al patriarcado. En Inglaterra, Francia, Alemania, Países Bajos, Escandinavia e Italia, como en Estados Unidos, se formaron grupos de mujeres, clubes y asociaciones, librerías de mujeres, etc., que crearon nuevos espacios de libertad femenina y nuevas relaciones políticas.
Aparecieron multitud de publicaciones feministas. Las redes de solidaridad tejidas por estos grupos se tradujeron en un florecimiento de las acciones políticas de las feministas, que crearon símbolos de liberación y rebelión contra el patriarcado, los cuales se convirtieron en comunes para el movimiento feminista a través de la acción directa y de las manifestaciones.
A comienzos de los años setenta, estas tácticas habían atraído a gran cantidad de mujeres y hombres al nuevo feminismo, y la liberación de las mujeres se había convertido en un movimiento político de gran fuerza social. El movimiento de liberación de las mujeres consiguió para las mujeres de Europa occidental un cierto grado de control sobre sus cuerpos en lo referente a la sexualidad y a la procreación. La lucha por el derecho al aborto, a la contracepción y al uso libre del cuerpo femenino por las mujeres, las protestas contra su objetualización publicitaria y pornográfica, contra la violencia física hacia el cuerpo femenino, la defensa de los derechos de las prostitutas, etc., fueron algunos de los principales objetivos de la nueva política de las mujeres.
Pero quizás la vertiente más revolucionaria relacionada con el control de su propia sexualidad fue la lucha del feminismo lesbiano. Al poner en cuestión las tradiciones de control patriarcal sobre el cuerpo femenino, las feministas comenzaron a denunciar su institución sexual fundamental: la “heterosexualidad obligatoria”. La consideración de la heterosexualidad fundacional del patriarcado hizo que dentro del movimiento feminista muchas mujeres cuestionaran sus propios usos sexuales determinados por el patriarcado y se inclinaran por el amor entre mujeres.
Las lesbianas habían participado siempre en los movimientos feministas, pero hasta los años setenta el lesbianismo era escondido o negado por las feministas. A mediados de los años setenta, las lesbianas comenzaron a reivindicar su identidad sexual y su importancia dentro de los movimientos feministas. El lesbianismo se convirtió en un asunto político para las activistas, formándose grupos radicales de separatismo lesbiano a mediados de los años setenta.
La importancia del feminismo lesbiano dentro del movimiento de liberación de las mujeres ha sido inestimable, porque las mujeres que amaban a otras mujeres pusieron a la mujer en el centro de todas las cosas, considerándola como mujer en sí misma, y no en su relación con los hombres. Este punto de vista ha resultado crucial en el desarrollo posterior del feminismo de los años ochenta y noventa.
PRÁCTICA
Hemos encuestado a diez personas de los cuatro niveles de cursos del Instituto. De esas diez personas cinco correspondía al sexo femenino y cinco al masculino. Las preguntas trataban de lo siguiente:
¿ Pensáis que las mujeres siguen sometidas?
HOMBRES MUJERES
2º de Bachillerato: 80% 100%
1º de Bachillerato: 60% 60%
4º de ESO 60% 20%
3º de ESO 20% 100%
Si tuvieras que contratar a un empleado y se te presentan un hombre y una mujer con las mismas cualidades ¿ A quién contratarías?
Hombre Mujer Indiferente
2º de Bachillerato:
Hombres 0% 40% 60%
Mujeres 0% 0% 100%
1º de Bachillerato:
Hombres 40% 40% 20%
Mujeres 0% 40% 60%
4º de ESO:
Hombres: 20% 0% 80%
Mujeres: 0% 20% 80%
3º de ESO:
Hombres: 20% 0% 80%
Mujeres: 20% 0% 80%
¿Estás de acuerdo con qué los hombres trabajen en tareas de la casa?
Hombres Mujeres
2º de Bachillerato 80% 100%
1º de Bachillerato 100% 100%
4º de ESO 40% 100%
4º de ESO 100% 100%
¿Estás de acuerdo que haya trabajos para mujeres y otros para los hombres? ¿ O crees que los trabajos valen para los dos sexos?
Hombres Mujeres
2º de Bachillerato
todos 40% 60%
algunos 60% 40%
1º de Bachillerato
todos 20% 60%
algunos 80% 40%
4º de ESO
todos 40% 60%
algunos 60% 40%
3º de ESO
todos 40% 80%
algunos 60% 20%
¿Crees que los hombres pueden vivir sin la presencia ni ayuda de las mujeres?
Hombres Mujeres
2º de Bachillerato 10% 40%
1º de Bachillerato 10% 0%
4º de ESO 60% 60%
3º de ESO 0% 20%
¿Piensas que las mujeres tienen más problemas de encontrar trabajo que los hombres?
Hombres Mujeres
2º de Bachillerato 40% 80%
1º de Bachillerato 80% 0%
4º de ESO 60% 100%
3º de ESO 80% 80%
¿Crees que los hombres son superiores a las mujeres, las mujeres a los hombres o son iguales?
Hombre Mujer Indiferente
2º de Bachillerato:
Hombres 60% 0% 40%
Mujeres 0% 0% 100%
1º de Bachillerato:
Hombres 20% 0% 40%
Mujeres 0% 40% 60%
4º de ESO:
Hombres: 40% 0% 60%
Mujeres: 0% 0% 100%
3º de ESO:
Hombres: 80% 0% 20%
Mujeres: 0% 0% 100%
¿Por qué crees que hay más mujeres estudiando en la Universidad?
  • A) Porque son más inteligentes las mujeres
  • B) Porque si no estudian no encuentran trabajo
  • C) Porque los hombres pueden ganarse la vida de muchas formas y si es sin estudiar mejor.
A B C OTRAS
2º de Bachillerato:
Hombres 0% 80% 0% 20%
Mujeres 0% 60% 0% 40%
1º de Bachillerato:
Hombres 0% 20% 20% 40%
Mujeres 60% 40% 0% 0%
4º de ESO:
Hombres: 0% 40% 60% 0%
Mujeres: 0% 100% 0% 0%
3º de ESO:
Hombres: 20% 0% 80% 0%
Mujeres: 0% 100% 0% 0%
Total: 1ª pregunta: 62,5%
2ª pregunta: hombres (7,5%) mujeres (30%) Indiferentes (62,5%)
3ª pregunta: 90%
4ª pregunta: todos (30%), algunos (70%)
5ª pregunta: 65%
6ª pregunta: 62,5%
7ª pregunta: hombres (22,5%) mujeres (7,5%) iguales (67,5%)
8ª pregunta: A(7,5%) B(52,5%) C(20%) Otras (12,5%)
Bibliografía
AMORÓS, C. (coordinadora): Historia de la teoría feminista, Madrid, 1994.
ANDERSON, B.S. y ZINSSER, J.P.: Historia de las mujeres: una historia propia, vol.2, Barcelona, 1991.
RIVERA GARRETAS, M.M.: Nombrar el mundo en femenino, Barcelona, 1994.Victoria Horrillo.