RADIO "PONCHOSVERDES.FM"

sábado, 20 de julio de 2013

La reina infecunda, María Luisa de Orleáns (1662-1689)


El principal papel que tenían las reinas era el de engendrar herederos sanos que garantizaran la continuidad de la dinastía. Algunas dieron un paso más y se atrevieron a tocar los hilos del poder. Otras ni tan siquiera pudieron cumplir con su principal cometido de ser madres. Muchas no lo tuvieron fácil. María Luisa de Orléans, una hermosa y elegante joven sobrina del Rey Sol, debía concebir un hijo del enfermizo monarca español Carlos II. Fruto de constantes y aberrantes uniones consanguíneas cada vez más cercanas, uno de los defectos que sufría el enclenque hijo de Felipe IV era la incapacidad para engendrar. Lo intentó con dos reinas. Ninguna lo consiguió, terminando con la Casa de Austria en España. Por supuesto nadie culpó públicamente al rey. Fueron ellas las que cargaron con la culpa. 

De Versalles al Alcázar
María Luisa de Orléans nació el 27 de marzo de 1662 en el palacio de Saint-Cloud de París. Hija del duque Felipe de Orleáns y Enriqueta de Inglaterra, era a su vez sobrina de Luis XIV.  María Luisa y su hermana Ana María quedaron huérfanas de madre en 1670. Aunque hacía tiempo que vivían alejadas de sus padres pues, como era costumbre en la corte parisina, los niños eran alejados de sus aristocráticos padres demasiado ocupados en las actividades de palacio. María Luisa pasó gran parte de su niñez con su abuela, Enriqueta María de Francia, Reina de Inglaterra, en su residencia de Colombes.

La pequeña recibió  una exquisita educación de distintas ayas escogidas por sus padres y recibió el cariño de su nodriza, Francisca Nicolasa Duperroy, de la que no se separó desde su tierna infancia.  

Carlos II
Cuando María Luisa visitaba la alegre corte de Versalles, disfrutaba de los juegos y la compañía de su primo el delfín Luis, hijo de Luis XIV, del que se decía estaba enamorado. Pero el esplendor en el que vivió la joven en su Francia natal tuvo que ser pronto sustituido por la sobriedad y encorsetamiento de la corte española. 

Por razones políticas, María Luisa fue la escogida para convertirse en la esposa de Carlos de Austria. El 2 de agosto de 1667 se cerraba el acuerdo matrimonial que había estado negociando el marqués de los Balbases, embajador español. Pasarían aún casi diez años antes de que celebrara la boda por poderes el 31 de agosto de 1679 en el palacio de Fontainebleau.

A todo esto, mientras reyes y políticos decidían el destino de la princesa, María Luisa mostraba públicamente su descontento con la decisión de enviarla a España. Llegó incluso a amenazar con hacerse monja. 

El 3 de noviembre de 1679 llegaba a la frontera del Bidasoa. Días después, el 18 del mismo mes, María Luisa y Carlos se veían las caras por primera vez. Ella, una joven hermosa, saludable, él, enclenque, delgado, enfermizo. 

A principios de año la que sería reina de España, sólo nominalmente, llegaba a Madrid y se instalaba en el Alcázar, un lugar oscuro y sobrio alejado de la alegría y el resplandor de su París natal. 

A pesar de que Carlos amó a su esposa desde el primer momento y ella llegó a sentir por el último Austria un afecto sincero, María Luisa tuvo que adaptarse a una corte encorsetada, seria, rígida en la que, además, todo lo francés no estaba para nada bien visto. 

El heredero que nunca llegó
A la inadaptación de la reina se sumaron los problemas para consumar el matrimonio y conseguir engendrar un heredero. Los anuncios de posibles embarazos eran pronto desmentidos y, ante la desesperación del pueblo, la corte y el rey, se llegó incluso a insinuar que la reina se provocaba abortos. 

Mientras en el Alcázar, María Luisa intentaba sobrellevar años de infecundidad y aislamiento personal, las grandes potencias europeas se encontraban en constante tensión. A esto se añadía un gobierno, el español, que iba cada día de mal en peor. Los conflictos internacionales llegaron incluso a hacer pensar a su tío el rey Sol que su sobrina corría el peligro de ser envenenada. Y mientras tanto, Carlos seguía sufriendo un deterioro físico cada vez más evidente. 

La muerte de la reina
María Luisa de Orleans fallecía el 12 de febrero de 1689. Diez años había pasado en España. Diez años que no habían servido para cumplir con su cometido. De quien fuera culpa, la voz popular y cortesana se encargó de asignársela a ella, el tiempo la haría recaer en él. El hecho de que María Luisa enfermara en poco tiempo avivó las llamas de la conspiración y un supuesto asesinato. Aunque también es cierto que la reina tenía una vida desordenada y hacía muchos excesos en el comer y en la ingesta de brebajes curativos de dudosa efectividad. 


Años después, Europa se vería ahogada por la sombra de la guerra por causa de España. Carlos II se había vuelto a casar, con una recia Mariana de Neoburgo, a la que tampoco consiguió fecundar. España se quedaba sin rey y las demás potencias europeas lucharon a muerte por llevarse un pedazo del gran pastel que suponía aquella sombra de un imperio que había brillado con esplendor.

 Si quieres leer sobre ella 


Reinas de EspañaMaría José Rubio








Ginecología y vida íntima de las reinas de España (I)Enrique Junceda Avelló



viernes, 19 de julio de 2013

¿Amor o dependencia?


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En las relaciones de pareja hay una tendencia a la posesividad que puede estar más relacionada con una dependencia afectiva que con el amor. No siempre es fácil establecer la frontera entre uno y otro. Aunque cierto grado de dependencia casi siempre es necesario

LA VANGUARDIA 19/07/2013

Finales de julio. Nuestra pareja se ha marchado de vacaciones con un par de amigos de toda la vida, y nosotros aquí, en la ciudad, por el trabajo; hay que conservarlo. Pero el estómago no está fino, duele, se está haciendo un nudo, y a medida que transcurren los días cada vez se está más pendiente de que él o ella llame al teléfono o al menos envíe un mensaje o un whatsapp o una nota por Facebook… Algo, lo que sea. El malestar aumenta, surge rabia disimulada y por la mente pasan mil pensamientos de posibles escenarios. No hay quien lo frene. Irrumpe la obsesión. ¿Es esto un amor dependiente? ¿Cuál es la frontera que marca la diferencia entre amar y depender? ¿Puede prevenirse? ¿Se trata de una enfermedad?

El hecho de que millones de personas en el mundo sean víctimas de relaciones amorosas ­inadecuadas, no significa que sea una enfermedad, apunta el psicólogo Walter Riso. Pero el miedo a la pérdida, al abandono y a muchos otros aspectos hace vivir el amor de forma insegura, produce heridas que requieren cicatrizar. Y no parece que haya herramienta que sea capaz de neutralizar lo que, en muchas ocasiones, se nombra como mal de amores.

Por otra parte hay quienes loasocian al mundo de las adicciones. Y se identifica esta dependencia como adicción afectiva, algo así como un apego amoroso elevado a la categoría de amor obsesivo, que se dispara y nada parece detenerlo. Ni el sentido común, ni la farmacoterapia ni médiums ni regresiones, explica Walter Riso. “Ni magia ni terapia. La adicción afectiva es el peor de los vicios. Este experto señala que, además, esta adicción se agrava porque no hay campañas de prevención, ni tratamientos sistematizados contra el mal de amor. “No deja de ser una adicción afectiva con todos los problemas que acarrea cualquier adicción”. 

Le puede pasar a cualquiera Según los expertos no es necesario tener un trastorno patológico o un perfil psicológico determinado para crear relaciones de dependencia, aunque también es cierto que hay personas con una predisposición casi patológica a la dependencia, rayana en un trastorno de personalidad, como asegura Manuel Villegas, psicólogo y director del máster en Terapia Sexual y de Pareja en la Universitat de Barcelona. Este experto añade que cualquier persona es susceptible de pasar por relaciones de dependencia. “Puede atrapar tanto a personas con predisposición específica como a personas carentes de ella”Es como si la relación que se establece entre dos personas cobrara vida por sí misma, como si fuera un ente que se alimenta según la relación que se establece entre dos personas.

Cada relación es distintas aunque los protagonistas sean los mismos. “Estos explicaría por qué ciertas personas pueden desarrollar una dependencia en una relación dada y no hacerlo en una anterior o una posterior, así como aprender de los errores y evolucionar en la concepción de la pareja, mientras que otros parecen condenados a repetir el mismo esquema con independencia de sus parejas. En este sentido se puede entender que la dependencia muchas veces se gesta sólo en el seno de una relación específica”.

La biología predispone La biología no condena pero tampoco ayuda. La dependencia está asociada a la adicción. Y la adicción tiene un fuerte componente hormonal. “A la fase inicial del enamoramiento le sigue la de la constitución de la pareja, en la que se desencadena un mecanismo casi adictivo en el que se hallan involucrados nuestros opiáceos endógenos como la encefalina y las endorfinas que se liberan cada vez que sentimos placer, satisfacción y bienestar”, explica Manuel Villegas. Este experto concluye que esos mecanismos de refuerzo hedonista pueden disponer fácilmente al desarrollo de una dependencia afectiva, “como ponen de manifiesto la experiencia ansiosa de privación y los intentos de recuperación desesperada cuando se produce una ruptura o cese de la relación”.

Es una cuestión de hormonas, aunque tampoco se tiene que sucumbir a ellas, pero parece que ablanda cualquier estructura. Cuando las hormonas se han montado en las montañas rusas, la propia identidad se diluye. “Se aproximan a la relación amorosa con una actitud acomodaticia o dimisionaria de sí mismas, hasta el extremo de confundir la posición sumisa o dependiente con una demostración o prueba de amor verdadero”. Este experto comenta que no deja de haber una concepción romántica del amor, en el que uno mismo se anula y abre la puerta a la dependencia. En este concepción también entra en juego qué favorece la sociedad.

Presión social También existe una presión social sobre lo que debería ser la relación de pareja, y las expectativas de cada uno. Emma Ribas, psicóloga y experta en terapia de pareja, explica que todavía pesa la idea de la media naranja o alma gemela. Todavía pesa el papel de la mujer cuidadora convertida en persona sumisa. En las relaciones de dependencia con un fuerte componente de sumisión, sobre todo encarnado por las mujeres, aunque actualmente los papeles también se intercambian, como también explica Manuel Villegas. “Tradicionalmente se ha atribuido a la mujer una mayor valoración del vínculo y, en consecuencia, una mayor adaptabilidad a la posición sumisa. Pero las necesidades que cubrir actualmente en la sociedad occidental son tales que la supeditación a la pareja no constituye patrimonio exclusivo de ningún género. La actual crisis y redefinición de papeles en la pareja facilita la eclosión de conflictos en su seno que, con frecuencia, estallan de forma incontenible, poniendo al descubierto esquemas disfuncionales de origen cultural o personal, que en casos extremos están dando lugar a una escalada de maltrato físico y muerte violenta”.

Emma Ribas señala que todavía persisten unos mitos relacionados con la pareja que potencian esta dependencia. “A nivel de imaginario colectivo todavía se sueña con encontrar el alma gemela o la media naranja, como quiera llamársele. O la idea del amor incondicional y de que el amor es sacrificio. Si prefiere decirlo de otra manera, también se sueña con el amor excluyente y posesivo, o el de quien bien te quiere te hará llorar. O conmigo mi pareja cambiará. Hay muchas creencias entorno a las relaciones de pareja. Y estas creencias fomentan unas ideas que llevan a la confusión y, al final, crean más inseguridad que otra cosa”. Es necesario revisarse a sí mismo mil veces para desmontar este tipo de creencias. Todo ello convierte la relación en un campo de ensayo para la madurez emocional. La cuestión es cómo detectar cuando este ensayo se va convirtiendo en una relación más destructiva que constructiva.

Cómo detectarlo El primer problema es detectar esa dependencia. ¿Cómo darse cuenta uno mismo? “Que los demás adviertan de esa deriva hacia la dependencia no sirve a quien la sufre, no vale, no se quiere oír”, explica Esther López, psicoanalista. Y no es tan fácil darse cuenta uno mismo por sí solo. Se mezclan varios factores y la frontera no siempre está clara excepto en casos extremos. Emma Ribas comenta que generalmente uno no se da cuenta hasta que sufre las consecuencias de su dependencia hacia la pareja. “La persona acude a una terapia cuando su pareja está a punto de dejarlo o lo acaba de dejar. Es la fase de pánico. Es la manifestación del apego ansioso de lo que se va a perder. En el fondo todo son miedos”.
Miedo a no ser querido, miedo al abandono, necesidad de controlar todo lo que hace la pareja, sentirse traicionado si la pareja se toma o reclama sus propios espacios, sus tiempos, idealización de la pareja porque es casi perfecta. Esto se traduce en la necesidad de contacto permanente con la pareja, ya sea físicamente o por móvil o WhatsApp. Pone la relación de pareja siempre por delante de los amigos, la familia, las aficiones… “Obsesión, celos, ansiedad, control de lo que hace el otro, chantaje emocional, exclusividad. Todo ellos son pistas para detectar que hay una tendencia a la dependencia”, sintetiza Emma Ribas. Pero hay varios tipos de dependencia.

Tipologías Maria Mercè Conangla, psicóloga, de la Fundació Àmbit, explica que las relaciones de dependencia no dejan de ser relaciones mercantilistas. “El otro se convierte en un medio en lugar de ser un fin por sí mismo”. Esta experta, coautora con Jaume Soler de Juntos pero no atados (Amat), añade que se busca en la otra persona aquello que nos falta en lugar de hacer un trabajo interno para conseguirlo. Para Manuel Villegas, la dependencia es, a veces, puramente funcional “según el grado de asimetría o de compensación complementaria que implique en la economía, la gestión doméstica, la vida social; mientras que en otras ocasiones puede llegar a ser compensatoria, como en el caso de relaciones de dependencia ocasionadas por déficits provenientes de diversas patologías o carencias en uno de los miembros de la pareja”.

Según este experto, el problema es que con frecuencia “la pareja vive tal dependencia de modo satisfactorio y, al menos durante un largo periodo de tiempo, no parece constituir un problema relacional grave. El daño puede llegar a ser significativo, sin embargo, si cambian las condiciones en la relación de pareja por abandono, ruptura, enfermedad o muerte o si simplemente deja de compensar la modalidad relacional establecida”.

Walter Riso prefiere hablar de distintos apegos para discernir qué tipo de dependencia afectiva se da. Brevemente distingue cinco apegos: apego a la seguridad, alimentado por el miedo a la desprotección; el apego a la estabilidad, sustentado por el miedo al abandono; el apego a las manifestaciones de afecto, causado por la baja autoestima; el apego al reconocimiento, por el temor al desprecio, y el apego al placer de toda buena relación, que Riso considera en este caso positivo, una dependencia necesaria de toda relación y que más adelante tratamos. En el resto de los casos se trata de miedos que distorsionan el bienestar.

Sin miedos No es fácil deshacerse de los miedos, pero Maria Mercè Conangla propone construir un espacio de relación donde cada persona pueda continuar siendo ella misma a la vez que trabaja para conseguir un espacio de pareja conjunto. “Hay que estar con los brazos abiertos para dejar que el amor venga y se vaya a voluntad, libremente, porque, de todas maneras, esto hará”.

Esta experta sugiere que sería necesario llegar al punto de poder decir a la otra persona: “Puedo vivir sin ti, mi vida está plena, tiene sentido y me siento bien conmigo misma. Aun así escojo libremente amarte y crecer contigo, juntos, pero no atados”. Es un principio de realismo afectivo, autorrespeto y autocontrol, clave para desligarse de los amores dependientes. Walter Riso propone hacerse cargo de uno mismo, explorar y asumir el sentido de vida. Emma Ribas comenta que se trata de no perder la propia identidad. “Lo sano es que la relación de pareja se vaya construyendo, que haya respeto y que sea uno mismo quien se respeta, cosa que depende de cada persona”. Aun con todo, hay una dependencia necesaria.

Dependencia necesaria “Las personas no se necesitan como antes, sino de otra manera”, señala Manuel Villegas. El desapego no es indiferencia. Tener deseo no significa ser dependiente. Aunque sea imperfectamente, querer se quiere. “Para que una relación vaya progresando, para que sea sana, algún grado de dependencia tienen que haber. Es lo que genera el vínculo. Para que se produzca tiene que haber cierto grado de dependencia, de querer, de deseo, pero hay que saber permitir que la propia relación respire. Momentos de introspección, momentos de diálogo”, señala Esther López. De alguna manera todos somos dependientes. Tal vez el reto consiste en admitir esa dependencia universal de todos con todos, y aún así crear un espacio autónomo interno. Desde esta autonomía interna, y, si realmente ama a su pareja, al menos alégrese de que haya podido marchar de vacaciones, finaliza Emma Ribas. Sin duda es la prueba del algodón para los demonios internos.

La pareja como concepto

Al difícil equilibrio entre amor y dependencia, se suma cómo se conceptualiza la relación de pareja. Los expertos comentan que definir la pareja como exclusiva y única puede fomentar y potenciar de alguna manera una relación dependiente. En esto más o menos están de acuerdo. De igual manera están de acuerdo en que no sólo las parejas están en crisis, sino la propia concepción de la pareja, su fundamento. En lo que no coinciden es si eso implica que la pareja monogámica ha perdido su razón de ser desde el mismo momento en que se apuesta por la autosuficiencia emocional y material. “El origen de la pareja monogámica proviene de la necesidad de crear una célula social estable y con continuidad a través de los hijos, la familia, capaz de satisfacer las necesidades económicas, afectivas y procreativas de la especie humana”, explica Manuel Villegas. Este experto señala que sólo en sociedades tribales pequeñas, donde la familia es la tribu, importa poco la monogamia. “Estas sociedades suelen ser de estructura matrilineal, basada en relaciones de poliandria”. También comenta que en la mayoría de culturas hay una cierta aceptación de la poligamia, aunque suele estar reservada a las personas con gran capacidad económica. Por último destaca que en las sociedades monogámicas, “con frecuencia han existido relaciones extraconyugales paralelas, reconocidas o no, en forma de adulterio o de infidelidad con amantes más o menos ocasionales”.

RELATOS Y EXPERIENCIAS DE LA ENSEÑANZA DE LA ECOLOGÍA EN EL PATIO DE LA ESCUELA EN ALGUNOS PAÍSES DE AMÉRICA LATINA

I. CARTOGRAFÍA MENTAL:







Resumen

La enseñanza de la ecología en el patio escolar es una metodología y una manera de repensar la transmisión del amor por las ciencias, que se está desarrollando y diseminando desde hace años en América Latina.
. La EEPE se instala como eje central de todas las actividades educativas de valoración de estos prístinos ecosistemas, puesto que la práctica de la EEPE constituía una rica herramienta integradora de aspectos científicos, actitudinales y de valores.






Fundamentación

Actualmente hay cientos de personas que la aplican como estrategia en la enseñanza de la ecología e incluso otras áreas de conocimiento dentro del contenido curricular en vigencia. Esta propuesta potencia el trabajo colaborativo, el pensamiento crítico y la autonomía en el proceso de aprendizaje, tanto en los alumnos como en los docentes.





Problemas y características


El nacimiento de la EEPE se remonta a mediados de los años 80, cuando el ecólogo Peter Feinsinger y un grupo de alumnos. De esta manera, el método científico clásico comienza a deshacerse de ropajes pesados y encandilantes, para quedar expuesto en su esencia misma, en un lenguaje y de una manera que se hace comprensible para la mayoría de las personas que estén interesadas en su uso. Así nace el “Ciclo de Indagación”, una adaptación del método científico clásico, una herramienta útil para conocer más el entorno próximo, agudizar la observación y encontrar respuestas a preguntas que ayuden a conseguir un manejo más adecuado y responsable del ambiente que nos rodea.







Conclusiones


·         Su objetivo es brindarles, a quienes la practican, herramientas para que puedan interesarse en su entorno más próximo, conocerlo, redescubrirlo a través de las indagaciones surgidas de su propia curiosidad

·         La EEPE utiliza el “Ciclo de Indagación” como herramienta para descubrir la naturaleza. Este nos permite investigar con los alumnos de una manera sencilla y dinámica.

·         Se busca, a través de la capacitación de los docentes, guardaparques, biólogos y personas amantes de la naturaleza, llegar a los niños y niñas de distintos rincones de nuestra hermosa América Latina.







Juicio critico


Hoy en día hay cientos de personas que la aplican como estrategia en la enseñanza de la ecología. Esta información hace que el   trabajo colaborativo, el pensamiento crítico y la autonomía en el proceso de aprendizaje, tanto en los alumnos como en los docentes se desarrolle con más eficacia y se ponga en práctica y sea una labor benéfica para todos.






Referencias








Anexos









jueves, 11 de julio de 2013

La emperatriz sin corona, Catalina Schratt (1853-1940)


De todos es sabido que reyes y príncipes, obligados a casarse casi siempre por razones dinásticas y casi nunca por amor, tuvieron más de una (y más de dos) amantes en su vida. Sus esposas (algunas también se aventuraron a tener amoríos, todo sea dicho) no siempre aceptaron el libertinaje de las cortes europeas. Muchas se rebelaron, otras se resignaron. Pero lo que hizo la emperatriz Elisabeth de Baviera fue del todo sorprendente. Con un matrimonio totalmente agotado y deseosa de huir de la constreñida corte vienesa, no dudó en buscar una compañera para el emperador. Alguien que ocupara su sitio en el corazón de Francisco José y que le facilitara a ella la libertad que siempre había anhelado. Pero ese alguien no debían hacerle demasiada sombra en las altas esferas del poder. Así que la escogida fue una actriz de teatro, sin demasiada alcurnia, pero que encandiló desde el primer momento al emperador. Catalina Schratt fue durante los últimos años de vida de Francisco José, su amante, con el consentimiento y la anuencia de la emperatriz.

La fierecilla domada
Elisabeth de Baviera
Catalina Schratt nació el 11 de septiembre de 1853 en la ciudad austriaca de Baden bei Wien. Hija de un panadero, desde pequeña sintió una profunda vocación artística. A pesar de que sus padres intentaron en muchas ocasiones persuadirla de lo contrario, Catalina consiguió su sueño y pasó sus primeros años como actriz viajando por Alemania, Estados Unidos, el Imperio Ruso y finalmente Austria.

En 1879 se casó con un aristócrata húngaro, Nikolás Kiss de Ittebe, al que le dió un hijo llamado Anton, y del que se separó poco tiempo después.

Años antes había debutado en el Stadttheater  de  Viena con gran éxito. Corría el año 1873 y Catalina había sido invitada a interpretar La fierecilla domada en una función de gala con motivo de la conmemoración del veinticinco aniversario de la subida al trono del emperador Francisco José. Aquella fue la primera vez que se veían.

Pasarían diez años hasta su siguiente encuentro público. Fue en 1883, cuando Catalina disfrutaba de gran éxito. El teatro de la corte, el Burgtheater, la había contratado para interpretar una obra llamada Pueblo y ciudad. En aquella ocasión, y como era costumbre entre los nuevos artistas contratados por el teatro, Catalina, junto con el resto de actores, fue presentada a la pareja imperial. Francisco José tenía entonces cincuenta y tres años y Catalina tan sólo treinta pero congeniaron desde la primera mirada. 

Dos años después, Catalina no sólo tuvo el gran honor de actuar ante la pareja imperial y el zar Alejandro III sino que ella y otros artistas fueron invitados a cenar con tan ilustres invitados. Fue en ese momento cuando Catalina conoció personalmente a la emperatriz Elisabeth.

Un retrato muy especial
Emperador Francisco José
Hacía mucho tiempo que el amor de novela que había iniciado la relación entre Francisco José y Elisabeth había desaparecido. La joven princesa bávara nunca asumió ni aceptó su papel en la corte de Viena y el amor fue desapareciendo. El enamoramiento que no se preocupó de ocultar Francisco José hacia Catalina no era el primero que sentía el emperador. Había tenido otras relaciones extraconyugales pero aquella joven actriz fue del agrado de Elisabeth para ocupar su lugar en el corazón del emperador y mantenerlo lo suficientemente ocupado como para poder huir de palacio y refugiarse en su poesía, sus viajes y su soledad. 

La aceptación de Catalina se mostró abiertamente cuando Elisabeth ordenó la realización de un retrato de la actriz. No sólo eso, sino que se presentó con el emperador en el taller del artista cuando se encontraba retratándola. 

Pero lejos de ser una situación violenta, con ese gesto Elisabeth mostraba a las nuevos amantes su aceptación de los hechos. 

La compañera del emperador
Desde entonces el emperador empezó a frecuentar la compañía de Catalina en su villa Frauenstein, cerca del pequeño pueblecito de Saint Wolfgang, observándola des del patio de butacas del teatro real o en el mismo palacio imperial de Schönbrunn donde era invitada por la propia emperatriz.

La relación entre el emperador Francisco José y Catalina Schratt siempre se movió entre el respeto y la timidez de ambos. Elisabeth había dejado atrás los ataques de celos ante los escarceos amorosos de su marido y había adoptado una extravagante actitud ante aquella relación entre la actriz y el emperador. Quizás había llegado, en su madurez, a aceptar que el amor ya no existía entre ellos y que aquella muchacha le iba a ayudar a vivir alejada del tumulto cortesano como siempre había deseado desde que llegara a Viena.

Argumentos que no convencieron a los otros miembros de la familia real, sobre todo a su amada hija María Valeria que nunca entendió aquel extraño trío entre sus padres y Catalina. Mientras había quien aseguraba que aquel “apaño” no era más que un amor platónico, eran muchos los que creían que era todo lo contrario y suponía una vergüenza para la familia imperial. Sea como fuere, no existen pruebas que demuestren que la relación de Francisco José y Catalina traspasara los muros de una simple amistad. 

Cuando la emperatriz Elisabeth falleció en 1898, Catalina Schratt perdió a su protectora. La excusa de frecuentar palacio como amiga de la emperatriz ya no valía ahora que había desaparecido. Irónicamente, Catalina empezó a actuar como Elisabeth, huyendo de Viena siempre que se sentía angustiada causando gran desolación en Francisco José.

Cuando diez años después de la muerte de Elisabeth moría también su marido Nicolás corrió el rumor de una boda secreta entre Catalina y el emperador. Pero una vez más no se pudo demostrar. Desde entonces hasta la desaparición de Francisco José en 1916, su relación siguió siendo respetuosa, tratándose de usted y viéndose en contadas ocasiones.

Catalina Schratt falleció en Viena el 17 de abril de 1940.


 Si quieres leer sobre ella


Reinas en la sombra
María Pilar Queralt del Hierro








La sombra de Sissi
María Pilar Queralt del Hierro









Por Sandra Ferrer

viernes, 5 de julio de 2013

La musa bienaventurada, Beatriz Portinari (Siglo XIII)


La Divina Comedia y Vida Nueva son las obras más conocidas el escritor italiano Dante Alighieri. Obras llenas de pasión y sentimiento que posiblemente no habrían existido si una musa no las hubiera inspirado. Esa musa fue una mujer llamada Beatriz Portinari, de quien algunos historiadores dudaron de su existencia real mientras otros se afanan por reseguir las pistas de una biografía concreta. Real o imaginada, Beatriz y el amor que inspiró a Dante se hicieron eternos en la obra del gran escritor florentino.

La Beatriz real
Quienes aseguran que Beatriz existió de verdad la identifican con Beatriz Portinari, una dama florentina que habría vivido en el último tercio del siglo XIII. Conocida también como Bice, Beatriz sería hija de Folco Portinari de Portico di Romagna, un rico banquero que fundó el Hospital de Santa Maria Nuova en Florencia. 

Las vidas de Bice y Dante transcurrieron separadas y solamente habrían coincidido cuando ella tenía poco más de nueve años. Tiempo después volverían a verse pero Beatriz se había casado con el banquero Simone dei Bardi hacia 1287. La Beatriz real tuvo una corta vida, pues falleció tres años después víctima de la peste negra siendo una joven de apenas veinticuatro años. 



Dante, que habría amado en secreto a Bice, quedó desolado tras la muerte de la joven a la que hizo inmortal con el nombre de Beatriz, Bienaventurada en latín, en sus más famosas obras literarias.

Según esta corriente de opinión, el cuerpo de Beatriz descansa en la Iglesia de Santa Margarita de Cerchi, muy cerca de donde vivieron ella y Dante.

La Beatriz imaginada
Quienes aseguran que Beatriz nunca existió aseguran que la protagonista de la Divina Comedia no es más que una metáfora, un símbolo del amor sublime que personificó Dante bajo este nombre. 


Real o imaginada, Beatriz Portinari ha pasado a la historia como una de las musas más determinantes de la literatura italiana y de las letras universales. 

Por Sandra Ferrer