RADIO "PONCHOSVERDES.FM"

domingo, 21 de agosto de 2011

Camino de perfección, Santa Teresa de Jesús (1515-1582)


En el siglo de la reforma protestante y el declinar de las devociones católicas, una pequeña mujer nacida en los fríos campos de Castilla mostró al mundo su profunda fe con la que fundó una de las órdenes más importantes del mundo cristiano: las carmelitas descalzas. 
Sacrificio de los infieles
Teresa de Cepeda Dávila y Ahumada nació el 28 de marzo de 1515 en Ávila. Pertenecía a una gran familia descendiente de judíos conversos. Su padre, Alonso Sánchez de Cepeda, ya tenía dos hijos de un primer matrimonio. Casado en segundas nupcias con Beatriz Dávila y Ahumada, tuvo diez hijos más, entre ellos Teresa.

La infancia de la santa transcurrió con cierta tranquilidad, rodeada del cariño y amor de sus padres y hermanos. Aficionada a la lectura de la vida de santos y novelas de caballería, su imaginación y la de su hermano Rodrigo les llevaron a huir de su casa para ir a morir a manos de los infieles para así recibir una gratificación en el cielo. Descubierta la aventura, los dos hermanos continuaron con su intención de vida piadosa construyento pequeños refugios en los que rezaban e intentaban llevar una vida de ermitaños. 
La muerte de su madre cuando era una joven de apenas 12 años marcaría la vida de Santa Teresa para siempre. Poco tiempo después ingresó interna en el colegio de las hermanas Agustinas de su Ávila natal hasta que, año y medio después, tuvo que volver a su casa aquejada de una grave enfermedad. 
Fuga hacia el convento
En aquel tiempo, Teresa empezó a sentir en su interior una profunda vocación religiosa y el ferviente deseo de internar como monja en un convento de clausura. Ante la negativa de su padre, la joven no dudó en abandonar su hogar. Era el 2 de noviembre de 1533. El convento escogido fue el de las hermanas carmelitas de la Encarnación, en Ávila, donde profesó como religiosa un año después, cuando estaba a punto de cumplir 20 años. 


Los primeros años como religiosa los pasó a caballo entre el convento y su casa familiar debido a una nueva enfermedad. En esta y otras recaídas de su salud, cuenta la santa que se encomendó a San José, quien siempre la protegió y ayudó a sobrellevar todos sus males físicos. No en vano, recordaría a San José en todas sus futuras fundaciones. 
Unas carmelitas más estrictas
A principios del siglo XVI la clausura no estaba en exceso controlada y los conventos recibían visitas constantes de personas del exterior. Esto y el gran número de religiosas que vivían en los centros religiosos no gustaba a Teresa quien consideraba que la vida de las monjas tenía que transcurrir más alejada de los ruidos del mundo. 
Dispuesta entonces a revisar las normas de las carmelitas, se dispuso a fundar en Ávila un monasterio en el que se siguiera de manera estricta la observancia de la orden, poniendo especial hincapié en la pobreza, la soledad y el silencio. Para ello pensó en un grupo de monjas mucho más reducido que las casi 200 religiosas que acostumbraban a ocupar los monasterios. 
Así, el 24 de agosto de 1562, Santa Teresa recibía la bula de Pío IV en la que se daba la autorización papal para la fundación del convento de San José. Allí entraron cuatro novicias ante la mirada atenta y escandalizada de la población de Ávila.
A pesar de las críticas y las muchas voces que se levantaron en contra de la nueva orden de las Carmelitas Descalzas, Santa Teresa consiguió en vida fundar alrededor de 20 conventos femeninos extendidos por toda la geografía española. 
Con la ayuda de San Juan de la Cruz, se crearon los Carmelitas descalzos. 
Éxtasis e Inquisición
En una Europa católica amenazada por la Reforma Protestante, cualquier expresión de la fe que se alejara mínimamente de la ortodoxia era susceptible de ser acusada de herejía. Santa Teresa no estuvo exenta de críticas, no sólo por la rigidez de su orden sino también por sus experiencias místicas que fueron utilizadas en muchos casos para intentar llevarla a las estrictas manos de la Inquisición.
Lo cierto es que a lo largo de su vida, Santa Teresa tuvo múltiples episodios místicos en los que experimentó el éxtasis y lo que se conoce con la transverberación, una herida en el corazón producida por una espada divina. Parte de sus vivencias místicas fueron inmortalizadas por ella misma en obras como Camino de perfección, Conceptos del amor de Dios o Castillo interior, así como en su propia vida escrita por la santa. 
Cuerpo incorrupto
Siendo ya una anciana, Santa Teresa murió el 4 de octubre de 1582 en uno de sus muchos viajes a sus fundaciones. Tras varios traslados y disputas, el cuerpo de la santa fue enterrado definitivamente en Alba de Tormes, donde falleció, a excepción de varias partes que fueron distribuidas por distintos conventos y centros religiosos. Cuando en 1670 se exhumó, su cuerpo permanecía incorrupto. 
En 1614 fue beatifica por Paulo V para 8 años después ser santificada por Gregorio XV. Junto a Santa Catalina de Siena fue la primera mujer nogmbrada Doctora de la iglesia ya en el siglo XX.



 Si quieres leer sobre ella 

Doctoras de la iglesia, Antonio Royo Marín
Género: Biografía




Tiempo y vida de Santa Teresa, Otger Steggink
Género: Biografía
Mujeres filósofas en la historia, Ingeborg Gleichauf 
Género: Biografías






En el umbral de la hoguera, Josefina Molina








Para vos nací, Espido Freire







Y de repente, Teresa, Jesús Sánchez Adalid







Yo, TeresaGermán Díez Barrio







Sus ojos en mí, Fernando Delgado








El castillo de diamante, Juan Manuel de Prada


La pasión de ser mujerEugenia Tusquets y Susana Frouchtmann 








16 mujeres muy, muy importantes, Jordi Sierra y Violeta Monreal

http://www.santateresadeavila.com 








POR SANDRA FERRER

jueves, 18 de agosto de 2011

Basileus, emperatriz Irene (?-802)


A finales de octubre de 769 una joven embarcaba desde Grecia en un barco que la llevaría a la capital del imperio romano. Hasta ese momento, Irene no existía para la historia. Pronto se convertiría en la primera mujer que ostentaría el título de emperador en Bizancio. Para ello no tuvo reparo en cegar y desterrar a su propio hijo.

La elección de Irene

A mediados del siglo VIII reinaba en Bizancio una joven dinastía, la siria o isáurica, iniciada por León III en 717. El emperador Constantino V inició la búsqueda de una esposa para su hijo, el futuro León IV quien en 769 tenía 19 años. En ningún documento se expresa la razón de por qué se eligió a Irene como futura emperatriz. Tampoco se sabe nada de ella hasta el momento en que se convierte en la prometida del emperador. Parece ser que su padre había muerto. Su madre podría haberla acompañado en su viaje hasta Constantinopla aunque las fuentes no lo especifican.

Puede que Constantino escogiera a una joven de una familia establecida en aquella región donde el control imperial era aun débil. Hélade era un territorio unido hacía tan sólo dos generaciones al gobierno del imperio de oriente y quizás Constantino V realizara una alianza con la familia Sarandapequis para establecer importantes lazos de unión y colaboración con Bizancio.

Irene, basilissa

El 17 de diciembre de 769, Irene se casaba con León el Jázaro. Poco después, quien ya había sido nombrado coemperador junto con su padre siendo todavía un niño, era confirmado como futuro basileus o emperador. Al tiempo Irene era nombrada futura basilissa o emperatriz. De este modo se aseguraba la línea sucesoria de Constantino V en la persona de su hijo León en detrimento de los hijos habidos con su primera esposa, quienes en su momento habían sido nombrados césares.

Poco tiempo después, el 14 de enero de 771, Irene daba a luz al que sería su único hijo, el futuro Constantino VI. El nacimiento tuvo lugar en la cámara Pórfida, una estancia reservada para las mujeres de la familia imperial. Igual que su padre, Constantino había nacido en aquel espacio forrado de púrpura recibiendo el título de porfyrogennetos (nacido en la púrpura).

En 775, durante una campaña contra los búlgaros, el emperador Constantino era herido de muerte en una cadera en Selimbria. No consiguió llegar con vida a la capital. Automáticamente, el coemperador León y su esposa eran aclamados como emperador único y emperatriz principal respectivamente.

Irene, emperatriz madre

Tan sólo cinco años duró el reinado de León IV. El 8 de septiembre de 780 el emperador moría repentinamente y sin dejar claras las causas de su muerte. En aquel momento, su hijo no llegaba a los 10 años de edad así que, a pesar de haber sido nombrado coemperador no estaba capacitado para gobernar. Con 25 años la joven emperatriz viuda encabezaba un consejo de regencia que debería regir el imperio bizantino por lo menos durante 6 años.

Irene y su hijo gobernaron con relativa eficacia destruyendo en primer lugar la amenaza de los medio hermanos de su difunto esposo a los que no tuvo reparos en obligar a convertirse en clérigos anulando así sus posibilidades de descendencia y de gobierno.

Después de negociar una alianza matrimonial con Rotrud, hija del futuro emperador Carlos, Irene se dispuso a organizar un concilio que revocase la Definición de Fe emitida por el concilio iconoclasta de 754. En dicho concilio se había prohibido la adoración y veneración de iconos e imágenes religiosas, algo que había provocado el exilio y la tortura de los llamados iconódulos. Aunque se desconoce la opinión personal de Irene acerca de la iconoclastia, lo cierto es que puso todo su empeño en reunir a los dirigentes de la llamada pentarquía, las cinco sedes patriarcales y fundaciones apostólicas situadas en Alejandría, Antioquía, Jerusalén, Roma y Constantinopla. El concilió finalmente se celebró en Nicea, ciudad emblemática para el mundo cristiano. En mayo de 787 Irene restauraba los iconos en las iglesias y hogares del imperio en un más que posible intento de acercamiento a las creencias religiosas de Occidente.

Irene, desterrada

Durante el tiempo que duró la regencia de Irene, la emperatriz madre no cesó en su empeño de reclamar una posición de poder por encima de su hijo. Irene sometió a un estricto control a Constantino e intentó decidir ella sola los destinos del poder. No dudó en romper el compromiso con Rotrud y su familia franca debido a un cambio en la política exterior de Carlos quien presionaba las posesiones bizantinas en el sur de Italia. La nueva elegida fue María, una joven originaria de la región de Armenia, con la que Constantino se casó en 788.

Pero en aquel momento, varios movimientos en falso contra los francos, los búlgaros y los árabes pusieron a Irene en una delicada situación. Situación que su hijo aprovechó en 790 para reclamar su puesto como emperador único. La tensión que llevó a la amenaza de una guerra civil terminó con la retirada de Irene de la corte.

Constantino reinó en solitario durante 7 años. En este tiempo tuvo dos hijas, Irene y Eufrosine y volvió a aceptar a su madre en palacio en un primer gesto de debilidad. Las conspiraciones de los césares continuaron hasta que la emperatriz madre no dudó en cegar a Nicéforo, el hermano mayor, y mutilar a sus hermanos. Este fue uno de los episodios que demostró la falta de autoridad y liderazgo de Constantino mientras que su madre seguía reinando en la sombra con mano firme. Llegó incluso a obligar a abandonar a María quien sería convertida en monja a la fuerza y exiliada junto a sus dos hijas.

Irene, basileus

La tensión entre madre e hijo volvió a aparecer pero esta vez tuvo un final dramático. Tras la huida de Constantino en 797, Irene mandó detenerlo. Sin ningún tipo de compasión y cegada ella misma por el poder, no dudó en cegar a su propio hijo. El terrible acto tuvo lugar en la Pórfida, la misma estancia donde 26 años antes había dado a luz a aquel hijo que ahora mutilaba.

Irene asumía con firmeza el control del imperio como único emperador. En todos los documentos utilizó siempre la fórmula masculina de basileus para afianzar aun más su gobierno.

Las grandes potencias del momento, el imperio árabe de Harun al –Rashid y el, en breve, imperio de occidente de Carlos el Grande, aceptaron la nueva situación en Bizancio con cierto escepticismo. No en vano, en el año 800 Carlos era coronado emperador en Roma en un acto sutil de no aceptación de Irene como emperador de los romanos.

A pesar de que Irene gobernó con decisión, eficacia y mano firme, la decisión de no volver a casarse y no especificar la línea de sucesión debilitó su reinado. El verano de 802 una conspiración terminó con la primera mujer emperador en el imperio bizantino. El ministro de finanzas Nicéforo, apoyado por militares y altos dignatarios se hizo con la corona de Irene.

Irene fue desterrada a la isla de Prinkipo y más tarde a la isla de Lesbos. Totalmente aislada, la que fuera basilissa moría ocho meses después. Su cuerpo fue trasladado a Prinkipo. Fue su última voluntad.

 Si quieres leer sobre ella

Mujeres en púrpura, Judith Herrin
Género: Biografía







Por Sandra Ferrer

miércoles, 17 de agosto de 2011

Entre la mujer y el arte, Paula Modersohn-Becker (1876-1907)


Paula Modershon-Becker se surmergió en el mundo de la pintura durante poco más de diez años. Muy poco tiempo pero muy bien aprovechado. La artista alemana considerada como una de las precursoras del expresionismo llegó a pintar 700 lienzos y casi un millar de dibujos. En todos ellos, la genialidad de su pincel consiguió plasmar la dura realidad de su entorno.

Orígenes de Paula

Paula Becker nació el 8 de febrero de 1876 en la ciudad alemana de Dresde. Era la tercera de siete hermanos. Su padre, Carl Woldemar Becker, era ingeniero y su madre Matilde pertenecía a la nobleza de Turingia.

Hasta los 12 años, Paula vivió una infancia tranquila en Dresde hasta que fueron trasladados a Bremen por cuestiones laborales de su padre. Cuatro años más tarde fue enviada a Londres a casa de unos familiares para aprender inglés. Gracias a la ayuda de su tío, Paula consiguió ingresar en una escuela de bellas artes londinense donde empezó a aprender las técnicas del dibujo durante seis meses.

De vuelta a Alemania, en 1893, Paula aceptó a regañadientes formarse como profesora a cambio de seguir estudiando pintura de la mano del pintor Bernhard Wiegandt. Fue entonces cuando empezó a experimentar con modelos reales y a realizar retratos de diversos miembros de su familia.

En 1896, y después de haber obtenido su titulación como maestra, Paula siguió su formación artística en Berlín. De nuevo se instaló con unos familiares con los que estuvo una larga temporada.

El círculo de Worpswede
Worpsweder | 1900
Un año después, en 1897, Paula tuvo la oportunidad de conocer un pequeño y pintoresco pueblo cuando sus padres iniciaron con toda la familia una excursión con motivo de sus bodas de plata. Worpswede impresionó a la joven no sólo por sus preciosos paisajes sino por su peculiar colonia artística. Paula volvería de nuevo a aquel emblemático lugar.

Worpswede había acogido a un importante y destacado número de artistas que se caracterizaban por defender su independencia frente a las grandes academias de arte. Alejados de las normas y los talleres de pintura, los de Worpswede reclamaban un arte en contacto directo con la naturaleza y la realidad.

El amor y el arte

El 25 de mayo de 1901 Paula Becker se casó con Otto Modersohn, un pintor del círculo de Worpswede al que había conocido en aquella localidad alemana y con el que había coincidido en un posterior viaje a París.

Mujer con sombrero rojo | 1900
El matrimonio supuso para Paula un gran reto pues tuvo que compaginar sus anhelos artísticos con su nuevo papel de esposa y madre de Elisabeth, hija de Otto habida de un anterior matrimonio. A pesar de que Otto fue un marido cariñoso y atento con Paula parece ser que nunca llegó a valorar del todo la obra de su esposa y prefería una vida tranquila en Worpswede alejada de los círculos artísticos de París.

El 23 de febrero de 1906, Paula dejaba a su marido en Worpswede y marchó rumbo a París. Era el inicio de su ruptura matrimonial. Paula decidió seguir su carrera artística y abandonar su papel de esposa y madre. Paula no sólo lo dejó todo para convertirse en pintora sino que no dudó en realizar obras escandalosas para su tiempo como una serie de autorretratos desnudos que culminarían en uno estando embarazada.

A pesar de su decisión inicial, la artista dudó en varios momentos y la insistencia de su marido consiguió que Paula volviera junto a ella. En 1907 tuvo la alegría de quedarse embarazada aunque hubo de resignarse a dejar de lado la pintura. El 20 de noviembre daba a luz a su hija Matilde. Un día después moría de un ataque al corazón con tan sólo 31 años de edad.

Paula Modersohn-Becker tuvo una vida breve en la que tuvo, como muchas grandes mujeres, la eterna duda de dejar su lado más femenino y maternal para poderse dedicar de lleno a su gran pasión artística.

 Su obra 


Consulta online toda su obra en Wikipaintings
http://www.wikipaintings.org/en/paula-modersohn-beck






Por Sandra Ferrer

martes, 16 de agosto de 2011

La perfecta cortesana, Elisabetta Gonzaga (1471-1526)


Baltasar de Castiglione la convirtió en un modelo de dama renacentista a seguir y Rafael la inmortalizó en un precioso retrato. Elisabetta Gonzaga fue una de las grandes señoras del Renacimiento italiano que supo aunar política y cultura gracias a su inteligencia y grandeza.


Un duque sin descendencia
Elisabetta Gonzaga nació en 1471 en Mantua. Fue la segunda hija del marqués Federico I Gonzaga y Margarita de Wittelsbach. Mientras su hermano Francisco heredaría el marquesado de Mantua como Francisco II Gonzaga, ella estaba destinada a otro importante estado italiano.

Cuando en 1489 se casó con Guidobaldo de Montefeltro se convirtió en duquesa de Urbino. Pronto Elisabetta tuvo que asumir la impotencia de su marido del que rechazó firmemente separarse. Incapacitada para ser madre, la duquesa se volcó en el arte y la cultura convirtiéndose en una importante mecenas de la Italia del cinquecento siguiendo los pasos de su cuñada, Isabella d’Este

La dinastía asegurada
En 1502, Elisabetta y el duque de Urbino tuvieron que hacer frente a las tropas de César Borgia. Tras la ocupación del ducado, Guidobaldo fue expulsado mientras que Elisabetta fue obligada a permanecer en sus tierras. Cuando en 1504 fueron restablecidos sus derechos en Urbino, los duques decidieron adoptar a su sobrino de 14 años Francisco María I della Rovere, quien aseguraría la dinastía de los Montefeltro en Mantua. Francisco se casaría con Eleonora Gonzaga, sobrina de la duquesa.

Cuatro años más tarde, Elisabetta perdía a su marido de 36 años a causa de una larga enfermedad. La duquesa viuda quedó entonces al cargo de Urbino y de su hijo adoptivo. Elisabetta gobernó con eficacia y sirvió de ejemplo aristocrático gracias a las palabras que Baltasar de Castiglione le dedicó en su gran obraEl cortesano, en las que ensalzó sus modales, su prudencia y sus virtudes como dama.

Muerte en Ferrara
A pesar de su buen gobierno, en 1516 Elisabetta no pudo hacer frente al Papa León X y sus deseos de otorgar el ducado de Urbino a su sobrino Lorenzo de Médici. A pesar de que Francisco María I della Rovere recuperó el ducado tras la muerte del Papa en 1521, Elisabetta permaneció en Ferrara donde murió en 1526.


Por Sandra Ferrer

domingo, 14 de agosto de 2011

Reina en la sombra, Berenguela I de Castilla (1180-1246)


La reina Berenguela I de Castilla fue conocida como La Grande. No en vano fue madre de Fernando III el Santo y abuela de Alfonso X el Sabio. Con rigor y eficacia, supo asumir su herencia al trono de Castilla que cedió a su hijo, al que apoyó en su camino para conseguir también la corona de León.

Preparada para reinar
Berenguela nació en 1180 en Segovia. Era la hija mayor de Alfonso VIII de Castilla, apodado El Bueno, y Leonor Plantagenet, hija de la gran reina Leonor de Aquitania. El nacimiento un año después de un heredero, Sancho, la reemplazó muy poco tiempo de la línea sucesoria, pues murió siendo todavía un niño.

Ante la perspectiva de no engendrar a un nuevo varón, el rey Alfonso decidió afianzar su sucesión en la figura de su hija. Lo primera que hizo fue elegir un esposo fuerte que defendiera en un futuro los derechos dinásticos de su esposa. Así, en 1888, cuando Berenguela era una niña de 7 años, fue desposada a Conrado de Rothenburg, hijo del emperador Federico Barbarroja. En la misma ceremonia realizada en Castilla, los contrayentes fueron jurados como herededos al trono castellano. Conrado volvió a su Alemania natal a la espera de que su pequeña esposa se convirtiera en mujer. Nunca más volvieron a verse.

Pasados los años, no sólo desaparecieron los intereses políticos iniciales de ambas familias, sino que fue la propia Berenguela quien rechazó a su esposo.

Cuando la joven heredera había cumplido 17 años, contrajo matrimonio con Alfonso IX de León. La unión suponía una ocasión importante para terminar con los conflictos fronterizos que desde hacía años se sucedían entre las dos coronas. Pero el matrimonio, que podía garantizar una paz duradera entre Castilla y León fue sancionado en 1204 por el Papa Inocenció III quien ordenó su anulación pues Alfonso y Berenguela eran parientes en tercer grado.

A pesar de la nulidad matrimonial, el Papa aceptó considerar como legítimos a los cuatro hijos que la pareja había tenido, entre ellos, el que sería futuro rey, Fernando III.

Separada de su marido, Berenguela marchó al lado de sus padres donde se dedicó al cuidado de sus cuatro hijos.

Regente de su hermano
Aquel mismo año de 1204, Alfonso VIII y su esposa Leonor habían tenido el ansiado heredero varón. Cuando diez años después murieron los reyes castellanos, Enrique, accedió inmediatamente al trono. Antes de morir, Leonor dejó en manos de su hija Berenguela la tutela de su hermano, quien entonces tenía 10 años.

Cumpliendo los deseos de su madre, Berenguela ejerció como regente de su hermano hasta que Enrique murió accidentalmente en 1217.

Regente de su hijo
En aquel momento, Berenguela era la única heredera del trono de Castilla. Sin embargo, nada más ser nombrada reina, abdicó en favor de su hijo Fernando. Fue un acto de suma generosidad o quizás de inteligencia política, pues Berenguela podría haber considerado por su condición femenina, que era mejor que reinase un hombre para que afianzara de nuevo el linaje.

El hecho de que la reina abdicara no significó que abandonara el poder. Fiel a su hijo, Berenguela estuvo siempre a su lado como consejera y ayudante del rey. Así lo demuestra el hecho de que ambos firmaron todos los documentos del reino y estuvieran siempre juntos en todos los actos públicos y de gobierno. Solamente se separaban mientras Fernando marchaba a la reconquista de Al-Andalus, momentos en los cuales Berenguela ejercía con naturalidad el poder.

Además de preocuparse de sus otros hijos, Berenguela veló por el linaje buscando una buena esposa para Fernando, primero en la persona de Beatriz de Suabia y posteriormente, tras la muerte de esta, en Juana de Ponthieu.

Reina madre contra reina madre
Cuando en 1230 falleció Alfonso IX, se planteó su derecho al trono de León. Fernando no era el único que aspiraba a coronarse en el reino vecino. Sancha y Dulce, dos hijas habidas de un primer matrimonio de Alfonso, también anulado, con Teresa de Portugal, reclamaron sus derechos sucesorios.

Fue la mediación entre las dos reinas madres lo que evitó un conflicto armado. A cambio de importantes rentas y beneficios, Sancha y Dulce renunciaron a reinar. Así, el 7 de octubre de 1230, Fernando de Castilla era también proclamado rey de León.

El 8 de noviembre de 1246, moría la reina Berenguela La Grande de Castilla a los 66 años de edad. Ninguna crónica dudó de la inteligencia y habilidad a la hora de gobernar y ayudar a gobernar a su hijo Fernando III el Santo quien, sin duda alguna, no habría conseguido reinar sin el consejo de su madre, una reina madre fiel en la sombra. 

 Si quieres leer sobre ella 


Reinas medievales en los reinos hispánicos, María Jesús Fuente
Género: Biografía





Reinas medievales españolas, Vicenta Márquez de la Plata y Luis Valero de Bernabé
Género: Ensayo




Berenguela la Grande. Enrique I el Chico (1179-1246), Fray Valentín de la Cruz
Género: Biografía






Por Sandra Ferrer

viernes, 5 de agosto de 2011

La primera doctora, Elena Cornaro (1646-1684)


Inteligente y erudita, Elena Cornaro fue la primera mujer de la historia que consiguió doctorarse en una universidad. Para ello se volcó de lleno en el estudio llegando a realizar en secreto votos de castidad y evitar así un futuro como madre y esposa, algo incompatible con sus inquietudes.

Virtuosa y casta
Elena Lucrezia Cornaro Piscopia nació el 5 de junio de 1646 en el precioso palacio Loredan de Venecia. Era la tercera hija de Giovanni Battista Cornaro-Piscopia, procurador de San Marcos, y Zanetta Boni. Como muchas damas nobles, Elena recibió una educación excepcional para las mujeres. Pronto destacó en muchas facetas. A los 7 años ya hablaba con fluidez latín, griego, hebreo, español, francés y árabe y con 17 era una virtuosa de instrumentos como el arpa o el violín.

Consciente de que su talento sería enterrado tras los muros de un hogar en cuanto tuviera edad de casarse, Elena decidió realizar en secreto votos de castidad. Se predisponía así a llevar una vida alejada de los roles tradicionales de las mujeres y aspiraba con su renuncia a ser respetada por los hombres eruditos y estudiosos.

El primero en reconocer la sabiduría de Elena fue su propio padre quien no dudó en mandar a su hija a la universidad de Padua. Allí se volcó en el estudio de matemáticas , gramática, filosofía y teología.

Un examen multitudinario
El 25 de junio de 1678 Elena Cornaro conseguía el primer doctorado alcanzado por una mujer en toda la historia. El merecido honor lo conseguía tras una hora de discurso en latín clásico hablando de Aristóteles ante una multitudinaria concurrencia. Autoridades universitarias, profesores, estudiantes, senadores y múltiples asistentes de Padua y otras universidades de Italia se rindieron ante la sabiduría de Elena.

Enseñanza y caridad
Tras doctorarse, dedicó su vida a la enseñanza de las matemáticas por varias universidades europeas. Además del estudio, ingresó en la orden benedictina destinando parte de su tiempo a la caridad.

El 26 de julio de 1684, con tan sólo 38 años, Elena Cornaro murió de tuberculosis. Cuatro años después su obra se publicaba en Parma.

Está enterrada en el monasterio de San Giustina de Padua, tal y como fue su deseo.

Por Sandra Ferrer