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sábado, 27 de marzo de 2010

Buen vivir: germinando alternativas al desarrollo

Eduardo Gudynas



El Buen Vivir o Vivir Bien engloba un conjunto de ideas que se están forjando como reacción y alternativa a los conceptos convencionales sobre el desarrollo. Bajo esos términos se están acumulando diversas reflexiones que, con mucha intensidad, exploran nuevas perspectivas creativas tanto en el plano de las ideas como en las prácticas.
 
Ante la situación actual es conveniente presentar una revisión de las principales ideas en discusión. Ese es el objetivo del presente artículo. No se pretende defender una única definición del Buen Vivir; es más, como se verá a continuación considero que no se puede elaborar una definición que sea aplicable a todos los casos. El propósito es ofrecer una mirada panorámica, aún a riesgo de ser incompleta, pero que deje en claro que el Buen Vivir en este momento está germinando en diversas posturas en distintos países y desde diferentes actores sociales, que es un concepto en construcción, y que necesariamente debe ajustarse a cada circunstancia social y ambiental.
 
Pero a pesar de esta pluralidad, aquí se defiende la idea que se puede llegar a una plataforma compartida sobre el Buen Vivir desde distintas tradiciones de pensamiento. Por lo tanto, la prioridad actual está en apoyar esas discusiones, alentar a una diversificación todavía mayor y promover medidas concretas.  
 
Puntos de partidas
 
Es posible comenzar el presente recorrido a partir de los testimonios de personas claves en el debate sobre el Buen Vivir en los países andinos. Alberto Acosta, quien como presidente de la Asamblea Constituyente ecuatoriana fue uno de los más activos promotores de la idea, lo entiende como una “oportunidad” y una opción a “construir”. A su juicio, el Buen Vivir no puede ser reducido al “bienestar occidental”, y se debe apoyar en la cosmovisión de los pueblos indígenas, donde lo que podría llamarse como mejoramiento social es “una categoría en permanente construcción y reproducción”. Siguiendo una postura holística, Acosta agrega que los bienes materiales no son los únicos determinantes, sino que hay “otros valores en juego: el conocimiento, el reconocimiento social y cultural, los códigos de conductas éticas e incluso espirituales en la relación con la sociedad y la Naturaleza, los valores humanos, la visión del futuro, entre otros”. Pero también advierte que hay otras fuentes de inspiración, ya que incluso dentro de la cultura occidental “se levantan cada vez más voces que podrían estar de alguna manera en sintonía con esta visión indígena” (Acosta, 2008).
 
El intelectual aymara David Choquehuanca, actual ministro de relaciones exteriores de Bolivia, sostiene que el Vivir Bien es “recuperar la vivencia de nuestros pueblos, recuperar la Cultura de la Vida y recuperar nuestra vida en completa armonía y respeto mutuo con la madre naturaleza, con la Pachamama, donde todo es vida, donde todos somos uywas, criados de la naturaleza y del cosmos”. Continúa señalando que todos somos parte de la naturaleza y no hay nada separado, y son nuestros hermanos desde las plantas a los cerros (Choquehuanca, 2010).
 
Ambos entienden que el Buen Vivir implica un cuestionamiento sustancial a las ideas contemporáneas de desarrollo, y en especial su apego al crecimiento económico y su incapacidad para resolver los problemas de la pobreza, sin olvidar que sus prácticas desembocan en severos impactos sociales y ambientales. También señalan que esta idea le debe mucho a la mirada de los pueblos indígenas, y un repaso por otras definiciones muestra que en ella convergen tanto intelectuales o militantes, criollos o indígenas. Como complemento se ofrece un recuadro con ejemplos de otras conceptualizaciones.
 
Estos y otros aportes permiten señalar que existen al menos tres planos para abordar la construcción del concepto de Buen Vivir: las ideas, los discursos y las prácticas. En el primero se encuentran los cuestionamientos radicales a las bases conceptuales del desarrollo, especialmente su apego a la ideología del progreso. De alguna manera, esas críticas van más allá del desarrollo, y alcanza otras cuestiones esenciales, tales como las formas de entendernos a nosotros mismos como personas y las formas bajo las cuales concebimos el mundo.
 
Un segundo plano se refiere a los discursos y las legitimaciones de esas ideas. El Buen Vivir se aparta de los discursos que celebran el crecimiento económico o el consumo material como indicadores de bienestar, ni alaba la obsesión con la rentablidad o el consumo. Sus apelaciones a la calidad de vida discurren por otros caminos, y además incluyen tanto a las personas como a la Naturaleza. Se abren las puertas a otras formas de hablar, escribir o pensar nuestro mundo.
 
En el tercer campo se encuentran las acciones concretas, tales como pueden ser proyectos políticos de cambio, los planes gubernamentales, los marcos normativos y las formas de elaboración de alternativas al desarrollo convencional. Aquí reside uno de los grandes desafíos de las ideas del Buen Vivir, en el sentido de convertirse en estrategias y acciones concretas, que no repitan las posturas convencionales que se critican, y que además sean viables.
 
Crítica al desarrollo y más allá
 
Un aspecto central en la formulación del Buen Vivir tiene lugar en el campo de la crítica al desarrollo contemporáneo. Se cuestionan, por ejemplo, la racionalidad del desarrollo actual, su énfasis en los aspectos económicos y el mercado, su obsesión con el consumo, o el mito de un progreso continuado.  
 
Un ejemplo de esa postura lo ofrece la ecuatoriana Ana María Larrea (2010), quien considera que el desarrollo es un concepto en crisis, con claras implicancias coloniales, y es una expresión de la Modernidad. Su crítica aborda simultáneamente el desarrollo actual y el capitalismo, y presenta al Buen Vivir como una vía para superar esas limitaciones.
 
Estas críticas al desarrollo convencional se desenvuelven desde varios frentes. Existe por un lado un conjunto de reacciones sobre sus efectos negativos, sea debido a proyectos específicos (como puede ser una carretera o una hidroeléctrica), como por reformas sectoriales de amplio espectro (es el caso de la privatización de la salud o la educación). Al contrario de lo que proclama, el desarrollo convencional desemboca en un “mal desarrollo”, que conlleva a un “mal vivir” (apelando a la caracterización popularizada por José María Tortosa, 2001).
 
Otro conjunto de reacciones apuntan a las diferentes ideas en juego. Por ejemplo, se cuestiona duramente el énfasis convencional de entender el bienestar únicamente como un asunto de ingresos económicos o posesión material, o que sólo se puede resolver en el mercado. El Buen Vivir pone el acento en la calidad de vida, pero no la reduce al consumo o la propiedad. También se ha cuestionado intensamente el reduccionismo de presentar el desarrollo como crecimiento económico, y se ha alertado que ello es un imposible, en tanto los recursos naturales son limitados y las capacidades de los ecosistemas de lidiar con los impactos ambientales también son acotados.
 
Es muy común sostener que un país se desarrolla si crece su economía, y en particular si aumentan las exportaciones o las inversiones. En muchos casos, los PBI se han incrementado y las exportaciones se han disparado, pero poco o nada se ha mejorado en cuanto a las condiciones sociales y ambientales. A pesar de ello, esa postura del desarrollo clásico sigue vigente, y a su vez expresa una firme creencia en el progreso y la evolución lineal de la historia. Sus ejemplos clásicos residen en considerar a los países latinoamericanos como “subdesarrollados” que deben avanzar por sucesivas etapas imitando la trayectoria de las economías industrializadas. De esta manera un amplio abanico de reflexión sobre el Buen Vivir se enfoca en las falacias del economicismo convencional (como por ejemplo Acosta, 2008 o Dávalos, 2008).
 
Otros cuestionamientos abordan la base antropocéntrica del desarrollo actual, que hace que todo sea valorado y apreciado en función de la utilidad para los humanos. También existen quienes denuncian la pérdida de los aspectos afectivos. En estos terrenos son muy evidentes los aportes de los saberes tradicionales, especialmente andinos, los que se han convertido en un ingrediente clave y esencial en alimentar las reflexiones sobre el Buen Vivir. Expresiones como sumak kawsay del kichwa de Ecuador o suma qamaña del aymara de Bolivia, revisten enorme importancia por las ideas que explicitan, por ser formuladas en sus propias lenguas, y por su potencial descolonizador.
 
Finalmente, otro componente esencial del Buen Vivir es un cambio radical en cómo se interpreta y valora la Naturaleza. En varias de sus formulaciones, se convierte al ambiente en sujeto de derechos, rompiendo con la perspectiva antropocéntrica tradicional.
 
De esta manera, es posible concluir en un primer punto de acuerdo: el Buen Vivir implica cambios profundos en las ideas sobre el desarrollo que están más allá de correcciones o ajustes. No es suficiente intentar “desarrollos alternativos”, ya que estos se mantienen dentro de la misma racionalidad de entender el progreso, el uso de la Naturaleza y las relaciones entre los humanos. Lo alternativo sin duda tiene su importancia, pero son necesarios cambios más profundos. En lugar de insistir con los “desarrollos alternativos” se deberían construir “alternativas al desarrollo” (siguiendo las palabras del antropólogo colombiano Arturo Escobar). El Buen Vivir aparece como la más importante corriente de reflexión que ha brindado América Latina en los últimos años.
 
Las nuevas constituciones de Bolivia y Ecuador
 
En sus primeras expresiones formales, el Buen Vivir se cristalizó en las nuevas constituciones de Ecuador (aprobada en 2008) y Bolivia (2009). Ese paso sustantivo fue el producto de nuevas condiciones políticas, la presencia de activos movimientos ciudadanos, y el creciente protagonismo indígena.
 
En la Constitución boliviana es presentado como Vivir Bien, y aparece en la sección dedicada a las bases fundamentales del Estado, entre sus principios, valores y fines (artículo 8). Allí se indica que se “asume y promueve como principios ético-morales de la sociedad plural: ama qhilla, ama llulla, ama suwa (no seas flojo, no seas mentiroso ni seas ladrón), suma qamaña (vivir bien), ñandereko (vida armoniosa), teko kavi (vida buena), ivi maraei (tierra sin mal) y qhapaj ñan (camino o vida noble)”. Esta formalización boliviana es pluricultural, ya que ofrece la idea del Vivir Bien desde varios pueblos indígenas y todas en el mismo plano de jerarquía.
 
Este conjunto de referencias al Vivir Bien están en paralelo, y con la misma jerarquía, que otros principios clásicos, tales como unidad, igualdad, inclusión, dignidad, libertad, solidaridad, reciprocidad, respeto, equidad social y de género en la participación, bienestar común, responsabilidad, justicia social, etc. (todos incluidos en el artículo 8).
 
A su vez, estos principios ético-morales son vinculados directamente con la forma de organización económica del Estado, donde vuelve a aparecer el Vivir Bien. La nueva Constitución indica que el “modelo económico boliviano es plural y está orientado a mejorar la calidad de vida y el vivir bien” (art. 306). Además se postula un ordenamiento económico vinculado a principios como la solidaridad y reciprocidad, donde el Estado se compromete a la redistribución equitativa de los excedentes hacia políticas sociales de diverso tipo. Es más, se insiste en que para lograr el “vivir bien en sus múltiples dimensiones”, la organización económica debe atender propósitos como la generación de producto social, la redistribución justa de la riqueza, el industrializar los recursos naturales, etc. (art. 313).
 
El Buen Vivir es tratado de diferente manera en la nueva constitución ecuatoriana. En efecto, se lo presenta como “derechos del buen vivir”, y dentro de éstos se incluyen diversos derechos, tales como aquellos sobre alimentación, ambiente sano, agua, comunicación, educación, vivienda, salud, etc. En esta perspectiva el Buen Vivir se expresa pluralmente por un conjunto de derechos, los que a su vez están en un mismo plano de jerarquía con otros conjuntos de derechos reconocidos por la Constitución (los referidos a personas y grupos de atención prioritaria, comunidades, pueblos y nacionalidades, participación, libertad, de la Naturaleza, y protección).
 
Por otro lado, la Constitución presenta una sección dedicada al “régimen del Buen Vivir”, en la cual se indican dos componentes principales: los referidos a la inclusión y la equidad (tales como educación, salud, seguridad social, vivienda, comunicación social, transporte, ciencia, etc.); y los enfocados en la conservación de la biodiversidad y manejo de recursos naturales (por ejemplo, protección de la biodiversidad, suelos y aguas, energías alternativas, ambiente urbano, etc.).
 
A su vez, este régimen del Buen Vivir está articulado con el “régimen de desarrollo”. Aquí surge una precisión importante, ya que se indica claramente que el desarrollo debe servir al buen vivir. El “régimen de desarrollo” es definido como “el conjunto organizado, sostenible y dinámico de los sistemas económicos, políticos, socio-culturales y ambientales, que garantizan la realización del buen vivir, del sumak kawsay” (art. 275). Sus objetivos son amplios, tales como mejorar la calidad de vida, construir un sistema económico justo, democrático y solidario, fomentar la participación y el control social, recuperar y conservar la Naturaleza, o promover un ordenamiento territorial equilibrado. 
 
Se postula una directa vinculación entre las estrategias de desarrollo a seguir y los derechos; el “buen vivir requerirá que las personas, comunidades, pueblos y nacionalidades gocen efectivamente de sus derechos, y ejerzan responsabilidades en el marco de la interculturalidad, del respeto a sus diversidades, y de la convivencia armónica con la naturaleza” (art. 275). Este régimen de desarrollo debe atender una planificación participativa, y se expresa en las áreas del trabajo, y de las soberanías alimentaria y económica.
 
Establecidas las principales expresiones constitucionales del Buen Vivir, es necesario examinar tanto las semejanzas como las diferencias. Puede observarse que en los dos casos, esta idea está directamente vinculada con saberes y tradiciones indígenas. En el texto ecuatoriano está acotada a las expresiones en castellano y kichwa, mientras que en el caso boliviano las referencias son todavía más amplias. La inclusión de las denominaciones en lenguas distintas al castellano no es un atributo menor, y obliga a pensar estas ideas en el marco de referencia cultural que las originaron. Asimismo, en los dos casos, el Buen Vivir es un elemento clave para reformular el desarrollo; se busca y se ensaya un nuevo marco conceptual, y se presta especial atención a condicionar, por ejemplo, la reforma económica.
 
Pero también hay diferencias importantes. En el caso de Bolivia, el suma qamaña y los demás conceptos asociados, son fundamentos ético-morales, y aparecen en el marco de su definición de plurinacionalidad. En el caso ecuatoriano, en cambio, el sumak kawsay es presentado a dos niveles: como marco para un conjunto de derechos, y como expresión de buena parte de la organización y ejecución de esos derechos, no sólo en el Estado, sino en toda la sociedad. Es una formalización de mayor amplitud y profundidad, ya que el sumak kawsay va más allá de ser un principio ético moral y aparece dentro del conjunto de derechos.
 
En cambio, en el texto constitucional boliviano ese vínculo entre suma qamaña y los derechos no es explícito; por ejemplo, no hay una referencia a este concepto en la sección de los derechos fundamentales. A su vez, en el caso boliviano, el Vivir Bien es claramente presentado como una de las finalidades del Estado, mientras que el texto ecuatoriano es más amplio. La versión boliviana se recuesta un poco más sobre el Estado que el texto ecuatoriano, pero avanza más sobre la plurinacionalidad que en Ecuador. A su vez, el sumak kawsay ecuatoriano es plural en el sentido de albergar a un amplio conjunto de derechos y se articula en forma simultánea con otros derechos que no se encuentran en su interior.
 
Otras diferencias importantes giran alrededor de los abordajes del ambiente. En ese campo, la nueva Constitución de Ecuador ha formalizado el reconocimiento de los derechos de la Naturaleza, lo que implica reconocerla como un sujeto (art. 72). Se mantiene en paralelo la postura clásica de los derechos a un ambiente sano (los que son parte de los llamados derechos de tercera generación, y están enfocados en las personas).
 
La formulación de los derechos de la Naturaleza ofrece varias particularidades notables. Por un lado, se utilizan como sinónimos y en un mismo nivel las categorías de Naturaleza y Pachamama, con lo cual se refuerza la importancia que se le otorga al saber indígena. Por otro lado, sus derechos están enfocados en respetar integralmente su existencia, su estructura y todos los procesos vitales y evolutivos. Esta postura se refuerza con otra innovación que consiste en considerar que la restauración integral de la Naturaleza también es un derecho (art. 73). Obsérvese que de esta manera, el componente ambiental del Buen Vivir ecuatoriano descansa tanto en derechos de los humanos como en los derechos de la Naturaleza.
 
En la Constitución boliviana hay diferencias sustanciales. Se mantiene la figura clásica de los derechos ciudadanos de tercera generación, donde se incluye la calidad y protección ambiental. Pero no existe un reconocimiento explícito de los derechos de la Naturaleza, y sólo es posible moverse dentro del marco de los derechos clásicos, como uno más dentro de los derechos económicos, sociales y culturales.
 
Las tensiones con las visiones clásicas del desarrollo se colaron en el texto constitucional boliviano en los artículos donde se postula que una de las metas del Estado es industrializar los recursos naturales. Si bien esa meta puede ser entendida en el marco de las demandas históricas de romper con la dependencia exportadora de materias primas, el problema es que se desemboca en una tensión con las metas de protección de la Naturaleza. Cuando se indica que la “industrialización y comercialización de los recursos naturales será prioridad del Estado” (art. 355), se abren las puertas a toda clase de contradicciones con quienes reclaman la protección e integridad de la Naturaleza. Por ejemplo, podría argumentarse la inconstitucionalidad de medidas de protección ambiental en sitios naturales donde se ubican yacimientos mineros o petroleros que serán extraídos para ser industrializados, con lo cual podría caerse en un Vivir Bien que esquiva el ambiente.
 
La diversificación de las ideas
 
Simultáneamente con los avances constitucionales se ha diversificado la discusión sobre las implicaciones del Buen Vivir. Es apropiado comenzar un repaso a partir de los aportes bolivianos sobre el suma qamaña.  
 
Algunos de sus más entusiastas defensores, como Xavier Albó, sostienen que su mejor interpretación debería ser la vida buena en comunidad o “buen convivir”. Es un concepto complejo como resulta de los aportes de analistas como Simón Yampara, Mario Torrez o Javier Medina. Se lo vincula directamente a una vivencia plena, austera pero diversa, que incluye tanto componentes materiales como afectivos, donde nadie es excluido, tal como comenta Javier Medina. En el mismo sentido apunta el filósofo aymara Simón Yampara (2001), al sostener que más que el bienestar material se busca la “armonía entre lo material y lo espiritual”, como un “bienestar integral / holista y armónico de la vida”. Es una postura que tiene un toque de austeridad, ya que meta es vivir bien, y ello no debe significar vivir mejor a costa de otros o del ambiente (Albó, 2009).
 
El suma qamaña se desenvuelve en un específico contexto social, ambiental y territorial, representado por el ayllu andino, tal como analiza en detalle Torrez (2001). Es un espacio de bienestar en convivencia con las personas, los animales y los cultivos. Allí no existe una dualidad que separa la sociedad de la Naturaleza, ya que uno contiene al otro y son complementarios inseparables.
 
A la par de los particulares énfasis que distintos actores sociales otorgan al suma qamaña, también está en marcha un debate sobre la suficiencia del concepto. Por ejemplo, el intelectual aymara Pablo Mamani Ramírez (2010) cree que es un abordaje insuficiente, y se deberían sumar al menos otras dos palabras: qamiri y qapha. Con esto se busca explicitar todavía más algunos énfasis, como la “riqueza de la vida”, tanto en aspectos materiales como espirituales, la dignidad y bienestar de uno mismo, y el buen corazón. Por este tipo de razones, Mamani desemboca en postular el qamir qamaña como la dulzura de “ser siendo”, donde se reivindica un modelo de vida frente a la imposición colonial de estilos de desarrollo occidentales.
 
La apelación de los guaraníes al ñande reko (que puede traducirse como modo de ser), es corrientemente incluida dentro del Buen Vivir. Expresa una serie de virtudes, tales como la libertad, felicidad, el festejo en la comunidad, la reciprocidad y el convite, y otras. Todas ellas están articuladas en una constante búsqueda de la “tierra sin mal”, la que se apoya tanto en el pasado como en futuro (véanse por ejemplo los aportes de Bartolomeu Meliá en Medina, 2002).
 
No solo existen varios aportes el Buen Vivir, y variedades en cada uno de éstos, sino que incluso algunos de sus orígenes están en discusión. Por todo esto Uzeda (2009) se pregunta “si se puede considerar al suma qamaña un referente indígena legítimo, genuino o una invención posmoderna de los intelectuales aymaras del siglo XXI (que no dejan de ser indígenas)”. Su respuesta reconoce que este concepto, en la formulación que se ha comentado arriba, no es parte del lenguaje cotidiano o de las representaciones locales de las comunidades aymaras, pero enseguida advierte que esta idea, al ser “parte de una recreación o innovación cultural no deja de ser indígena y puede, a su retorno, ser apropiada, ‘labrada’ ” en la identidad indígena.
 
Precisamente esta es una de las particularidades positivas de la idea de Buen Vivir, ya que vertientes como el suma qamaña no serían un regreso al pasado sino la construcción de un futuro que es distinto al que determina el desarrollo convencional. Sus distintas expresiones, sean antiguas o recientes, originales o producto de distintas hibridizaciones, abren las puertas a transitar otro camino.
 
Pero como ya ha quedado claro, cualquiera de estas manifestaciones del Buen Vivir son específicas a una cultura, una lengua, una historia, y un contexto social, político y ecológico particular. No se puede tomar, por ejemplo, la idea de sumak kawsay de los kichwas de Ecuador para transplantarlo como una receta del Buen Vivir que se puede aplicar en toda América Latina. De la misma manera, tampoco se pueden reconvertir o reformatear a la Modernidad en un postmodernismo del Buen Vivir. Tal como alerta Medina (2011), aquí no hay lugar para simplificaciones tales como pensar al ayllu como una granja colectiva, o al indígena como un proletario.
 
También es necesario estar alerta frente a otra simplificación: el Buen Vivir no está restringido al sumak kawsay o suma qamaña andino. Ideas similares se encuentran en otros pueblos, y tan sólo a manera de ejemplo podemos citar el shiir waras, el bien vivir de los ashuar ecuatorianos, entendido como una paz doméstica y una vida armoniosa, incluyendo un estado de equilibrio con la Naturaleza (Descola, 1996). O el küme mongen, el vivir bien en armonía de los mapuches del sur de Chile. Más allá de los pueblos indígenas también se pueden citar casos para agrupamientos multiétnicos o no-indígenas. Por ejemplo, en los llamados “cambas del bosque” amazónico del norte de Bolivia, producto de más de 150 años de encuentros y cruces culturales, se defiende la “vida en tranquilidad”, con un acento en la seguridad, bienestar y felicidad desde una identidad fuertemente vinculada a la selva (Henkemans, 2003).
 
La crítica desde dentro
 
En el amplio campo de los saberes occidentales también existen posturas críticas sobre el desarrollo, que en muchos casos han sido marginalizadas o excluidas, pero que un examen atento muestra que también son búsquedas del Buen Vivir. En esta crítica que se originó desde dentro mismo de las posturas occidentales se encuentran, por ejemplo, los estudios críticos sobre el desarrollo, el ambientalismo biocéntrico, el feminismo radical, o la decolonialidad del saber, tan solo por nombrar algunos de los más recientes.
 
Por ejemplo, la ecología profunda (basada en el filósofo noruego Arne Naess, 1989), rechaza el antropocentrismo de la Modernidad, defiende una postura biocéntrica que resulta en los derechos de la Naturaleza, y explora una identificación expandida con el ambiente. Es una posición que si bien critica presupuestos básicos del pensamiento occidental, nace de su propio seno, pero que por sus contenidos es sin duda una expresión del Buen Vivir.
 
Estos y otros ejemplos sirven para señalar que incluso dentro del pensamiento occidental, existen corrientes críticas, que buscan alternativas al desarrollo, y que en casi todos los casos han estado marginalizadas o subordinadas, y que por eso mismo quedan bajo la cobertura del concepto de Buen Vivir. No sólo eso, sino que este tipo de posturas son muy necesarias para fortalecer la actual etapa de construcción del Buen Vivir, en tanto se complementan con otras posiciones, y cada una de ellas brinda especificidades que en algunos casos faltan o son más débiles en otras corrientes. Un ejemplo muy claro de este tipo de aportes necesarios lo brinda la crítica feminista contemporánea.
 
Finalmente, otro campo de aportes proviene de las reformulaciones o la crítica a los conceptos convencionales en la política y la justicia. Por ejemplo, René Ramírez, quien es ministro secretario de planificación de Ecuador, concibe el Buen Vivir más allá del utilitarismo y la justicia clásica. A su juicio, este es un concepto que si bien está en resignificación debe orientarse a generar una justicia que sea a la vez post-utilitarista y post-distributiva. Su concepción del Buen Vivir engloba un amplio abanico de atributos (ver recuadro), tales como satisfacer las necesidades, asegurar la paz y armonía con la Naturaleza, poder desarrollar las capacidades personales, reconociéndonos como diversos pero iguales.
 
Ramírez prosigue su reflexión para desembocar en afirmar que el Buen Vivir es un “bio-igualitarismo republicano”. Expliquemos resumidamente su idea: es “bio” por reconocer los derechos de la Naturaleza, es “social-igualitario” porque defiende las generaciones futuras, amplía la democracia (por ejemplo con la plurinacionalidad y la justicia socio-económica), y es “republicano” por apoyarse en una institucionalidad, requiriendo tanto el concurso del Estado como también la responsabilidad de los ciudadanos. Como puede verse, esta exploración del Buen Vivir es un diálogo crítico ante posturas políticas contemporáneas.
 
Varios analistas que siguen ese recorrido, llegan a considerar que el Buen Vivir podría ser parte de la tradición socialista. El propio Ramírez habla de un “socialismo del sumak kawsay” o un “biosocialismo republicano”. Esta analogía tiene varios justificativos, y en especial se fundamentan en preocupaciones compartidas por la justicia social y la igualdad social. Pero también hay unas cuantas dificultades. Algunos de los postulados del Buen Vivir sin duda implican una ruptura con las ideas clásicas del progreso o de la Naturaleza como objeto (sea abordada desde los valores de cambio o incluso desde los valores de uso), y por lo tanto se alejan del socialismo de cuño marxista clásico. El Buen Vivir tampoco puede ser entendido como un materialismo, y en particular por los aportes que vienen desde las cosmovisiones indígenas. Por si fuera poco, el socialismo es una de las grandes tradiciones propias de la modernidad europea, y el Buen Vivir justamente desea romper la subordinación a esa perspectiva. Esto explica, por ejemplo, que el boliviano Simón Yampara, sostenga que el “hombre aymara no es ni socialista ni capitalista”, subrayando la importancia de las complementariedades[1].
 
Pero tampoco se puede olvidar que como el Buen Vivir defiende la justicia social y la igualdad, sus contrapartes más cercanas están en muchas expresiones de la izquierda clásica que se originó en Europa. Esto explica que para algunos el Buen Vivir se mantendría todavía dentro del ideario socialista, y por ello se sienten cómodos con rótulos como “socialismo del sumak kawsay”; pero para otros, lo que hoy se observa es algo nuevo y su denominación es simplemente Buen Vivir, sin otros adjetivos o condicionalidades.
 
Finalmente, precisemos que los dos componentes que se han visto en las últimas secciones (uno que abreva de los saberes indígenas y otro que recupera las críticas internas a la tradición occidental), se superponen en muchos casos, tanto en los conceptos como por las mismas circunstancias de las historias personales de militantes e intelectuales. De todos modos existen énfasis distintos, y está bien que así sea ya que ello en sí mismo es el reflejo de sociedades diversas y multiculturales donde todas esas posturas existen, y cada una de ellas son necesarias para lograr transformaciones sustantivas. 
 
Vertientes para ir más allá de la Modernidad
 
Sin dudas el Buen Vivir otorga un papel muy importante a los saberes indígenas, y más que eso, podría decirse que han sido los “disparadores” de esta nueva mirada. Pero una vez que se reconoce esto, aparecen diversas posibilidades que deben ser ponderadas ya que cada una de ellas encierra distintas opciones de encuentros y desencuentros.
 
Se ha sostenido repetidamente que uno de los ejes centrales en esa mirada está el rechazo a varias de los conceptos propios de la Modernidad de origen europeo. A su interior se encuentran una gran cantidad de conceptos por todos conocidos, que van desde el mito del progreso a la defensa del capitalismo, del colonialismo a la actual concepción del Estado-nación. El desarrollo actual se ha nutrido de esas ideas de lo moderno, su pretensión de racionalización y la exclusión de lo que considera primitivo o salvaje.
 
Esta claro por todo lo que se ha indicado en las secciones anteriores, que el Buen Vivir impone una crítica sustancial al desarrollo, lo que conlleva un cuestionamiento a esas ideas centrales de la Modernidad. Su reclamo va más allá de un “ajuste” o una “reforma”, ya que implica generar nuevas ideas, discursos y prácticas. En ese esfuerzo varias expresiones del saber indígena son claves, ya que ellas mismas están fuera de la Modernidad, y entonces son un componente clave para que otros comiencen sus propios recorridos de salida. Pero como acabamos de ver también es cierto que existen tradiciones críticas y alternativas dentro del pensamiento occidental, las que están brindando aportes críticos fundamentales, y que por lo tanto se suman en este esfuerzo.
 
Es oportuno examinar con un poco más de detalle la confluencia de aportes desde estas dos vertientes. Algunos pueden empujar hacia el extremo que sostiene que el Buen Vivir solo puede ser una conceptualización indígena. Si así fuera, ¿se debería privilegiar la postura de un cierto pueblo indígena? ¿Cuál de ellos? ¿Cómo elegirlo? Como vimos arriba, existen diversas posturas sobre la buena vida, e incluso dentro de cada cultura hay distintas opiniones en cuanto a su definición. Incluso es necesario advertir que buena parte de las reflexiones actuales giran alrededor del suma qamaña aymara, pero esa idea del Buen Vivir no puede ser transplantada, por ejemplo, a los shuar de la selva amazónica. De la misma manera, es muy difícil sostener que el Buen Vivir pueda expresarse en un saber indígena “puro”, ya que esa misma pureza será motivo de cuestionamientos.
 
Otras interrogantes son pertinentes, tales como cuál sería el papel de otras tradiciones culturales. Por ejemplo, hay un buen vivir también en las comunidades de afrodescendientes del Pacífico de Colombia o en los seringueiros o castañeros de la Amazonia. Estos grupos viven en la selva, pero no son indígenas ni afrodescendientes, sino que expresan una intensa mezcla que desemboca en una originalidad propia, donde su propio estilo de vida depende de la integridad de ciertos ecosistemas.
 
Todavía más. Es necesario promover el debate sobre el Buen Vivir en otras circunstancias y con otros actores. Por ejemplo, ¿cuál sería el Buen Vivir al que aspiran los vecinos de una favela en Brasil?
 
Esta breve discusión fundamenta la importancia de establecer encuentros y diálogos, aprendizajes mutuos entre todas estas posturas, tanto entre las diferentes expresiones indígenas, como en aquellas que han desarrollado los criollos en todo el continente, sin olvidar las expresiones alternativas y subalternas marginadas dentro del propio pensamiento occidental. Varios analistas muestran esta sensibilidad por el encuentro entre mundos alternativos, como por ejemplo Alberto Acosta en Ecuador o Javier Medina en Bolivia.
 
Finalmente, también es necesario resguardarse frente a otro peligro: “modernizar” al Buen Vivir, convirtiéndolo en una forma aceptable dentro del repertorio moderno occidental (por ejemplo, como una variedad sudamericana del “desarrollo humano”). El Buen Vivir no puede ser “ingerido” y cooptado por las visiones convencionales (tal como advierte Walsh, 2010).
 
Encuentros entre culturas
 
Tanto las opciones contestatarias occidentales como los saberes tradicionales deben lidiar con la cultura dominante actual; es allí donde se produce y reproducen las ideas que sostienen el desarrollo convencional. Dicho de otra manera, el Buen Vivir es un concepto que sirve para agrupar diversas posturas, cada una con su especificidad, pero que coinciden en cuestionar el desarrollo actual y en buscar cambios sustanciales apelando a otras relaciones entre las personas y el ambiente. De esta manera, el Buen Vivir debe ser reconocido como un concepto plural, donde por ejemplo algunos defienden el sumak kawsay y otros se identifican como biosocialistas, y que se encuentran tanto en la crítica del desarrollo actual como en la defensa de otra ética, en el compromiso con ciertos actores sociales y en la prosecución de una transformación que tiene horizontes utópicos.
 
La forma bajo la cual se encuentran estas posturas diversas debe ser analizada. Comencemos ese recorrido diciendo que para algunos, el Buen Vivir expresaría nuevas “hibridizaciones” entre diferentes posturas culturales críticas del desarrollo. Al usar esa expresión enseguida viene a nuestras mentes los análisis de las “culturas híbridas” realizados por el antropólogo Néstor García Canclini. A su entender, las mezclas y creaciones hacen que la distinción entre lo tradicional y lo moderno se pueden difuminar, y lo local y global se entremezclan.
 
Sin embargo, las propuestas del Buen Vivir se apartan en aspectos importantes de esta perspectiva de Canclini, ya que se construye específicamente como una ruptura frente a lo Moderno, y muchas de ellas lo hacen desde la reivindicación de un saber tradicional. Asimismo, la desterritorialización de los procesos simbólicos que por momentos defiende Canclini, tampoco se ajusta fácilmente a la situación actual. Esto se debe a que varias de las manifestaciones del Buen Vivir son movidas por intentos expresos de volver otorgar significados y controlar los territorios; es una resignificación de espacios geográficos frente a lo que se considera como invasión o usurpación, no sólo de recursos naturales, sino de los estilos de vida.
 
El Buen Vivir también es distinto a otros usos dados a la palabra hibridización, y en especial cuando describe aquello que carece de identidad o que está en la “frontera” entre culturas. Por el contrario, el Buen Vivir permite el reforzamiento de identidades, y para muchas culturas se pone en juego sus esencias, y no sus márgenes.
 
Finalmente, García Canclini también se refiere a las culturas híbridas como una vía para “entrar y salir” de la Modernidad. Si bien este puede ser el caso de algunas manifestaciones artísticas, el Buen Vivir claramente quiere “salir” del proyecto Moderno europeo.
 
Otros analistas apelan a la imagen de un “collage” cultural. Pero esta tampoco es una descripción adecuada, ya que el Buen Vivir no son pequeñas piezas individuales que se colocan lado a lado en un gran pastiche en un mismo plano. Están en juego “planos” distintos y hay mucho más que alinear distintos elementos.
 
Se podría ajustar esa idea, apelando a una yuxtaposición donde no hay mezclas, ya que las distintas culturas no se fusionan, pero interaccionan entre ellas, sea en complementaciones o antagonismos. Es la imagen que usa Silvia Rivera C. (una intelectual boliviana que se autodefine como aymara – europea), apelando a la palabra aymara ch’ixi (que se refiere a un color que resulta de la yuxtaposición de dos colores opuestos, donde algo es y no es a la vez). El Buen Vivir, ¿podría ser descrito como ch’ixi?, o sea, una yuxtaposición entre las críticas a la Modernidad indígenas, criollas u occidentales, donde cada una mantiene su esencia, pero se complementan en su cuestionamiento al desarrollo. En parte es así, pero además de las complementaciones también ocurren mezclas y fusiones (como las reconceptualizaciones sobre el ambiente o el aporte del feminismo). Por lo tanto esa figura no describe adecuadamente la situación ya que el Buen Vivir, como concepto plural en construcción, se aprovecha de muchos aportes.
 
Para lidiar con estos encuentros y desencuentros también es muy común apelar a las ideas de multiculturalismo, pluriculturalidad e interculturalidad. En nuestro caso, si bien el Buen Vivir es un concepto plural, posiblemente no encuentre el mejor lugar para seguir creciendo bajo el multiculturalismo o la pluriculturalidad. Por ejemplo, el multiculturalismo puede devenir a un Buen Vivir simplemente reducido a mantener el estilo de desarrollo dominante, mientras se toleran algunas estrategias alternativas en el uso de recursos naturales en sitios muy específicos, como pueden ser un resguardo indígena. En este punto es útil recurrir al intelectual quechua Víctor Hugo Quintanilla, para dejar en claro que más allá de las buenas intenciones, bajo el multiculturalismo persiste un saber dominante que estructura el desarrollo, y se aceptan e incluso protegen otras culturas como expresiones minoritarias, como si fueran una especie en extinción, sin renunciar a la propia convicción de superioridad.
 
El pluriculturalismo presupone que todas las culturas estarían en un mismo plano de igualdad, algo que pocos podrían defender para el caso latinoamericano, y por lo tanto también es de escasa utilidad. En este caso, y en el anterior, pueden quedar enclaves culturales, confinados y posiblemente revestidos de valor testimonial (por ejemplo, agroecología campesina, ecoturismo, etc.), pero de escaso poder político.
 
Es necesario que el Buen Vivir se construya bajo un proceso doble: por un lado descolonizar los saberes para abandonar la superioridad occidental, y por otro lado respetar la diversidad de las demás culturas, sin jerarquías de una sobre otra. Es una posición que está más cómoda con una interculturalidad que incluye desmontar los “fundamentos que justifican la superioridad de un sujeto o cultura frente a otros sujetos y culturas” (por ejemplo en el sentido de Quintanilla), pero también que se exprese desde la crítica y en función de la liberación (una postura ejemplificada entre otros por Estermann, 2009).
 
También es importante ser bien claro que esta mirada cultural muestra que no existe un Buen Vivir “indígena”, ya que la categoría “indígena” es un artificio y solo sirve para homogeneizar dentro de ella a muy diferentes pueblos y nacionalidades, cada una de las cuales tiende, o podrá tener, su propia concepción del Buen Vivir.
 
Esto nos permite abordar otra cuestión clave del Buen Vivir. El suma qamaña es Buen Vivir, y también lo es el ñande reko, pero eso no hace iguales al suma qamaña con el ñande reko. De la misma manera, el sumak kawsay es Buen Vivir, y lo mismo puede decirse de algunas manifestaciones de la ecología profunda, pero no pueden convertirse en sinónimos uno y otro. Todos ellos, el suma qamaña, el ñanade reko, el sumal kawsay, la ecología profunda y otros tantos, se complementan entre sí, muestran algunas equivalencias, sensibilidades convergentes, y es justamente esta complementación lo que permite delimitar el espacio de construcción del Buen Vivir.
 
Una plataforma para ver el mundo de otras maneras
 
Como hemos visto, el Buen Vivir expresa distintas ideas, e incluso cultural, que pretenden apartarse de la Modernidad. Esto hace que al cuestionarse el desarrollo se avance hacia cuestiones de enorme complejidad, donde algunos incluso consideran que se debe ir más allá del campo de la cultura. Si bien el uso de la palabra “cultura” puede ser entendido de modos muy amplios, casi siempre tiene evocaciones que hacen a las interacciones entre los humanos, donde las distintas maneras de concebir la Naturaleza pasan a ser meros atributos de una relación hacia fuera de ellas. Recordemos que el Buen Vivir cuestiona el dualismo de la Modernidad que separa la sociedad de la Naturaleza, y convierte a ésta última en un objeto (o conjunto de objetos) que pueden ser dominados, manipulados y apropiados. Además, el Buen Vivir busca poner en evidencia otras formas de relacionamiento con el entorno.
 
Eso explica que en muchos análisis sobre el Buen Vivir aparecen referencias a términos como “cosmovisiones”, el “ser en el mundo”, las “ontologías”, o la “casa cósmica andina” (en palabras de Yampara, 2002). Más allá de los términos o las palabras que se usen, se alude a cuestiones como las concepciones sobre nosotros mismos como personas, la forma bajo la cual interaccionamos con todo lo que nos rodea, los marcos éticos y los valores que se otorgan y las concepciones del devenir histórico.
 
En los últimos tiempos, estos temas se consideran utilizando el concepto de ontología, y si bien es una palabra que puede generar el temor de llevarnos a un insondable debate filosófico, es posible ofrecer una definición de trabajo para transmitir la idea que aquí se presenta. Apelaremos a un reciente resumen del antropólogo argentino Mario Blaser (2010).
 
Una ontología es la forma bajo la cual se entiende e interpreta el mundo, y que se basa en una serie de presupuestos sobre lo que existe o no, sus relaciones, etc. Una ontología si bien no es una predeterminación, se construye a partir de las prácticas e interacciones tanto con los humanos como con nuestro entorno no-humano. Bajo éstas se generan historias, prácticas, mitos y creencias, que pueden ser entendidos como “relatos” que hacen asibles nuestras experiencias y acciones. Las ontologías, concluye Blaser, pueden ser entendidas como los determinantes de las representaciones totales, discursivas o no, de nuestros mundos.
 
El haber apelado a Blaser no es caprichoso, ya que su trabajo está enfocado en grupos indígenas del Chaco de Paraguay, con profusas comparaciones con otras culturas. En sus estudios se advierte sobre conflictos ontológicos, donde están en juego cuestiones tales como la objetividad o validez de un conocimiento, o cuáles son las prácticas aceptables. Justamente este tipo de asuntos también aparecen en las diferentes expresiones del Buen Vivir. Por ejemplo, en unos casos se ataca la “objetividad” que separa la Naturaleza de la sociedad, mientras que en otros se considera válido que los árboles o espíritus integren una “comunidad política” junto a los humanos. Las determinaciones de cuestiones como lo verdadero / falso, correcto / incorrecto o sujeto de valor / objeto de valor, están determinadas por cada ontología, y desde ellas se crean y reproducen los entramados culturales que se discutieron en secciones anteriores.
 
El desarrollo convencional corresponde a la ontología propia de la modernidad europea. Entre sus principales características, a los efectos de la presente revisión se pueden citar la separación de la sociedad de la Naturaleza (dualidad), un devenir histórico que se considera lineal, la pretensión de control y manipulación, la fe en el progreso, la insistencia en separar lo “civilizado” de lo “salvaje”, etc. Apela a un conocimiento experto que determina las mejores estrategias, e impone una noción de calidad de vida similar para todas las naciones. Las demandas de grupos locales o comunidades indígenas deben ser “traducidas” a un saber tecnocrático o demostrar relevancia económica para poder afectar la marcha de ese desarrollo. Consideremos el caso de un grupo local que piensa que la minería “matará” a un cerro que es parte de su “comunidad” de vida, todo lo cual deberá ser “traducido” por los modernos a un listado de impactos en el ambiente físico, con la esperanza de poder incidir en las decisiones de un emprendimiento, que a su vez es legitimado como una muestra de “desarrollo”. 
 
En estos casos se están poniendo en cuestión los discursos, prácticas e institucionalidades del desarrollo heredero de la Modernidad, bajo la forma de conflictos culturales. Pero a la vez allí ocurre algo más profundo, ya que el Buen Vivir también hace visible que hay “otras” ontologías, las que son construidas de otra manera y con sus propios mecanismos para generar validez y certeza, y que entienden, valoran y aprecian sus mundos de forma diferente. Por lo tanto se estarían expresando “conflictos ontológicos”. En ese plano aparecen las ontologías de los distintos pueblos indígenas, mientras que algunos de los que venimos de la herencia occidental, “comprendemos” o “sentimos” que el proyecto de la Modernidad se ha agotado, y hemos alcanzado un punto crítico que permite “ver” esas otras ontologías, no necesariamente entenderlas en toda su complejidad, pero al menos observar sus manifestaciones, reconocerlas como alternativas válidas y respetables, inspirarse en ellas y reapropiarlas para transformar nuestras propias cosmovisiones.
 
Entre todas las nuevas y distintas ontologías que ahora se visualizan, son particularmente interesantes aquellas que son “relacionales”, en el sentido que establecen relaciones ampliadas más allá del conjunto humano. Mientras que la ontología moderna es dualista, separando la sociedad de la Naturaleza, en las ontologías de varios pueblos indígenas esa distinción no existe. Son relacionales en tanto la comunidad humana está integrada también por otros seres vivos y no-vivos, e incluso espíritus; la misma sensibilidad se encuentra en algunos defensores de la ecología profunda.
 
Las complementariedades y articulaciones señaladas arriba están, de esta manera, limitada por una inconmensurabilidad. No se pueden reducir las ontologías amerindias del altiplano a las de la selva tropical amazónica, ni a las occidentales modernas. Se expresan en idiomas, culturas, geografías e historias distintas. Tiene razón Medina (2011) cuando enfatiza una y otra vez que el suma qamaña en clave aymara implica una cosmovisión amerindia de complementariedades y reciprocidades que no se pueden reducir o ajustar al cartesianismo propio de los europeos.
 
Reconociendo esas especificidades, es posible precisar que el Buen Vivir puede ser entendido como una plataforma donde se encuentran múltiples ontologías. Los puntos de llegada a ese espacio común se originan en distintas ontologías, y en diferentes culturales. Esa plataforma común se debería construir desde la práctica de una interculturalidad que mira al futuro, para construir alternativas al desarrollo.
 
Esta plataforma para “ver el mundo” de distintas maneras se articula alrededor de unos ejes que son compartidos sea por esas críticas culturales, o en un plano más profundo, también por las distintas ontologías; son los componentes comunes a cada expresión particular del Buen Vivir. Entre los más importantes se destacan los siguientes:
 
Otra ética para reconocer y asignar valores. Cuando se dice que la Naturaleza pasa a ser sujeto de valor, lo que ha tenido lugar es un cambio radical frente a la ética occidental prevaleciente donde todo lo que nos rodea es objeto de valor, y únicamente las personas, como seres conscientes pueden articular valoraciones. También nos apartamos de las formas de valoración actual al postular abandonar la insistencia en convertir todo lo que nos rodea en mercaderías con valor de uso o de cambio. Y así sucesivamente, puede verse que se comparte otra ética frente al mundo.
 
Descolonización de saberes. Este consiste en reconocer, respetar e incluso aprovechar, la diversidad de saberes. Se rompe (o se intenta romper) con las relaciones de poder dominantes, abandonándose la pretensión de un saber privilegiado que debe dominar y encauzar el encuentro de las culturas y saberes. Esto es más que un relativismo epistemológico, ya que se recuesta en una descolonización del conocimiento. Los demás saberes se vuelven legítimos, y consecuentemente se debe reconfigurar la dinámica política para lidiar con ellos.
 
Se deja atrás la racionalidad de manipulación e instrumentalización. El Buen Vivir es un espacio donde se abandona la pretensión moderna de dominar y manipular todo lo que nos rodea, sean personas o la Naturaleza, para convertirlo en medios que sirven a nuestros fines.
 
Una vocación orientada al encuentro, diálogo o interacciones entre los diferentes saberes. Los propios puntos señalados arriba impiden que el Buen Vivir se vuelva en sí mismo una postura reduccionista, donde una de sus versiones pretenda ser hegemónica, y desplace a todas las demás. A su vez, esa interacción debe ser tanto en un plano intercultural, como también rescatando posturas críticas dentro de la propia Modernidad occidental.
 
Concepciones alternas de la Naturaleza. Este no es un tema menor ni un colorido folklórico ya que el desarrollo convencional encierra en sí mismo una cierta concepción de la Naturaleza, y a su vez, esas ideas de la Naturaleza permiten unos ciertos tipos de desarrollo. De esta manera, cualquier alternativa al desarrollo requiere reconceptualizar la idea occidental de una Naturaleza externa a nosotros, desarticulada en objetos, que pueden ser manipulados y apropiados como recursos. El Buen Vivir cobija distintas formas de disolver la dualidad que separa la sociedad de la Naturaleza, y reposiciona al ser humano como integrante de la trama de la vida.
 
Comunidades ampliadas. Las comunidades políticas (en el sentido de albergar actores con expresividad política) no están restringidas a las personas, y hay un lugar en ellas para lo no-humano (en unos casos serán otros seres o elementos del ambiente, o incluso espíritus).
 
Un lugar para las vivencias y los afectos. El Buen Vivir podrá tener su base material, pero no está restringido a ésta, ya que en sus expresiones hay papeles protagónicos para los afectos, las vivencias de alegría o tristeza, rebeldía o compasión. El materialismo no es suficiente para el Buen Vivir.
 
Transiciones al Buen Vivir
 
A medida que avanza la discusión sobre el Buen Vivir aumentan los reclamos por acciones concretas de cambio basadas en los consensos actuales. Muchos de los críticos al Buen Vivir denuncian que estas medidas implicarían una imposición oscurantista de sociedades de cazadores-recolectores viviendo en la selva. Esto es totalmente infundado, y el Buen Vivir ni siquiera es una postura anti-tecnológica.
 
Por el contrario, se seguirán aprovechando desarrollos científico-técnicos, pero sin duda de otra manera, y sin excluir a otras fuentes de conocimiento, y todos ellos sujetos al principio precautorio. Para ofrece un ejemplo claro, bajo el Buen Vivir se deberán construir puentes o carreteras, aunque éstos podrán tener otro diseño, estar ubicados en otros sitios y servirán a otros propósitos distintos a los actuales.
 
Bajo estos cambios ciertamente es esperable que el Estado desempeñe roles importantes. Esto es muy necesario en aquellos países que siguen estancados en las reformas de mercado, como Perú o Colombia. En el caso de los países bajo gobiernos progresistas se ha avanzando en ese camino, lo que otorga mejores condiciones para promover subsecuentes cambios hacia el Buen Vivir. Incluso hay analistas, como Raúl Prada (2010), que señalan su papel determinante para “conformar una economía social y comunitaria”. Es entendible esta postura como reacción a la larga y profunda reforma neoliberal de décadas pasadas, donde prevaleció el mercado, pero también debe admitirse que la situación en los países bajo gobiernos progresistas ya es distinta. En estos contextos es necesario una cuota de precaución frente a las tentaciones de decretar el Buen Vivir desde las oficinas gubernamentales, asumiendo que el Estado todo lo sabe y que por sí solo representa a las demandas ciudadanas. Esto es particularmente complicado cuando el mismo Estado regresa a un estilo de desarrollo convencional, de alto impacto social y ambiental, y por lo tanto se aleja de las concepciones del Buen Vivir.
 
Algunos podrían plantear que las nuevas estrategias de desarrollo que ensayan algunos gobiernos progresistas constituyen ejemplos del Buen Vivir. Las bases conceptuales de esa idea merecen ser analizadas. Esa postura usualmente se basa en el fortalecimiento del Estado, la reorientación del desarrollo hacia ciertas demandas populares, y en particular los planes de lucha contra la pobreza (que en especial se encaminan como transferencias en dinero). Está fuera de toda discusión que estos programas de asistencia social han sido muy importantes en reducir la indigencia y la pobreza.
 
Pero el problema actual, es que el financiamiento de todos estos programas sigue basado en un desarrollo convencional, de apropiación de la Naturaleza, manteniendo el patrón subordinado de exportaciones de recursos naturales. Es más, en algunos países el aumento del gasto social y la obra pública, hace que los gobiernos sean todavía más dependientes de exportar minerales, hidrocarburos y promover los monocultivos. Es así que podría decirse que este progresismo se acerca al Buen Vivir por su combate a la pobreza y el apoyo a algunas demandas populares. Estos claroscuros los sufren en particular las comunidades indígenas, especialmente en zonas tropicales, al ubicarse allí la nueva frontera de avance de empresas mineras y petroleras. Los impactos y desarreglos que genera ese extractivismo explican muchas de las demandas y protestas sociales que se viven en varios países.
 
Algunas posturas de la economía heterodoxa podrían reclamar ser la mejor expresión práctica del Buen Vivir. Sin duda algunos aportes, por ejemplo, de la economía ecológica o de la agroecología serían indispensables, pero por si solas no generan una alternativa al desarrollo. Asimismo, entre las prácticas actuales en marcha en América del Sur, posiciones como el neo-desarrollismo de Brasil, podrían presentarse como la mejor vía para el Buen Vivir, por su mayor protagonismo estatal, defensa de empresas nacionales, autonomía frente al FMI, etc. Es cierto que puede tener algunos elementos positivos, pero por sí solo tampoco completa los contenidos esperados de las alternativas del Buen Vivir.
 
Tanto en Bolivia como en Ecuador se ha intentado aplicar, aunque de diferente manera, el mandato constitucional del Buen Vivir. En el caso boliviano hay varios cuestionamientos en este aspecto frente al Plan Nacional de Desarrollo (e.g. Medina, 2011), mientras que en Ecuador, el Plan Nacional del Buen Vivir, intenta hacerlo de distintas formas. Estos casos sirven para dejar en claro que uno de los terrenos concretos de disputa actual del Buen Vivir frente a las posturas de desarrollo convencional involucra al extractivismo.
 
Es necesario ser muy claros en que una postura comprometida con el Buen Vivir implica salir del extractivismo. Ese es un tipo de actividad que por sus impactos sociales y ambientales es sin duda incompatible con el Buen Vivir en cualquiera de sus expresiones concretas. El plan ecuatoriano reconoce esto al plantear como meta futura llegar al post-extractivismo, de donde la tarea inmediata es dotar ese propósito de acciones concretas.
 
También se debe indicar que las metas inmediatas de un programa hacia el Buen Vivir deberían estar centradas en dos objetivos que guardan la misma relevancia: cero pobreza y cero extinciones de especies nativas. La erradicación de la pobreza y detener la debacle ambiental aparecen como medidas urgentes, y donde una y otra van de la mano, y son igualmente urgentes.
 
No faltarán quienes reclamen medidas concretas de transformación que sean radicales, extendidas y en una rápida sucesión. ¿Es posible plantear un cambio revolucionario o radical, donde en poco tiempo se pueda implantar una cierta forma de Buen Vivir? Parece difícil defender esa postura. Como ha quedado en claro, el Buen Vivir es plural y además un concepto en construcción, y por lo tanto resulta difícil pretender contar con un recetario de medidas específicas de algo que se está gestando en este preciso momento. Pero sin dudas el Buen Vivir, en su propia concepción, implica una ruptura y transformación sustancial con el orden actual. Sin embargo, está en la propia esencia del Buen Vivir una relatividad que permite ajustarse a cada contexto cultural y ambiental; por lo tanto, no existirá “una receta”. El Buen Vivir, en tanto plural, no puede ser esencialista.
 
Sea por una vía o por otra, las demandas de cambio actuales se deben encaminar en un programa de “transiciones”, donde se acompasan momentos de rupturas y transformaciones con permanencias. Este procedimiento ofrece oportunidades de continuar profundizando en el Buen Vivir, generar una mayor base de apoyo social y proveer ejemplos concretos de viabilidad. La clave está en que el balance entre las permanencias y las transformaciones genere un movimiento de cambio real; cada nueva transformación debe abrir las puertas a un nuevo paso, evitando el estancamiento e imprimiendo un ritmo de cambio sostenido.
 
Iniciativas de transiciones, en especial de aquellas orientadas al post-extractivismo, están en discusión entre varias organizaciones sudamericanas. Por ejemplo, la Red Peruana por una Globalización con Equidad está explorando transiciones para dejar de depender del extractivismo en sectores como energía, minería, pesca y agropecuaria.
 
Conclusiones: después del desarrollo, Buen Vivir
 
Un balance final de este breve recorrido permite señalar que el Buen Vivir emerge como un término de encuentro de los cuestionamientos frente al desarrollo convencional, y la vez como una alternativa a éste. Se incorporan las perspectivas, e incluso el talante, de saberes indígenas, y también otras corrientes alternativas occidentales. En este contexto debe quedar claro que el Buen Vivir no debería ser entendido como una re-interpretación occidental de un modo de vida indígena en particular. Tampoco es un intento de regresar o implantar una cosmovisión indígena que suplante el desarrollo convencional.
 
En realidad el Buen Vivir se delimita como una plataforma donde se comparten diversos elementos con una mirada puesta en el futuro; posee un horizonte utópico de cambio. Este aspecto incluso está presente en la perspectiva andina contemporánea. Por ejemplo, Sánchez Parga (2009) indica que en Ecuador el sumak kawsay “no es ajeno a un pasado reciente, que nada tiene que ver con la tradición”, sino más bien con personas que desean “poder hacer su vida”, sin dejarlas a merced de factores que les son ajenos y hostiles. En un contexto donde lo “moderno” significa abolir culturas, tradiciones y pasados colectivos, esta postura tiene más de proyecto futuro que de reivindicación tradicional.
 
Esta plataforma de encuentro por un lado se expresa en el plano de las culturas, y además de ellas, en las ontologías que las sustentan. Por esta razón, en la pluralidad del Buen Vivir están presentes múltiples ontologías. Consecuentemente, no se puede generar una propuesta esencialista que sea idéntica para todas las culturas y todos los sitios. En tanto concepto plural, podría decirse que en sentido riguroso nos estamos refiriendo a “buenos vivires” que adoptan distintas formulaciones en cada circunstancia social y ambiental.
 
Si bien cada una de las manifestaciones concretas no se pueden reducir entre sí, de todos modos es posible identificar elementos comunes que permiten referirnos a esta plataforma múltiple. Más allá del acuerdo en rechazar el desarrollo convencional y denunciar sus efectos negativos, el Buen Vivir muestra otras concordancias. Repasemos algunas de ellas: En primer lugar, se abandona la pretensión del desarrollo como un proceso lineal, de secuencias históricas que deben repetirse. El Buen Vivir, en cambio, no tiene una postura ni lineal ni única de la historicidad. Como segundo punto, se defiende otra relación con la Naturaleza, donde se la reconoce sujeto de derechos, y se postulan diversas formas de continuidad relacional con el ambiente. En tercer lugar, no se economizan las relaciones sociales, ni se reducen todas las cosas a bienes o servicios mercantilizables.
 
Esto permite señalar un cuarto elemento, donde el Buen Vivir reconceptualiza la calidad de vida o bienestar en formas que no dependen solamente de la posesión de bienes materiales o los niveles de ingreso. Esto explica la importancia otorgada a explorar la felicidad y el buen vivir espiritual. Seguidamente, un quinto elemento hace que el Buen Vivir no pueda ser reducido a una postura materialista, ya que en su seno conviven otras espiritualidades y sensibilidades.
 
Seguidamente deben señalarse una serie de elementos que posibilitan tejer vinculaciones entre las diferentes miradas culturales y ontologías. Entre las que se han examinado en este artículo es necesario volver a subrayar la importancia de la ética: el Buen Vivir se expresa en otra forma de concebir y asignar valores. El identificar valores intrínsecos en lo no-humano es uno de los elementos más importantes que diferencia a esta postura de la Modernidad occidental. A partir de esta nueva mirada inmediatamente se redefinen las comunidades, ampliándose a lo no-humano, y se generan concepciones alternas de la Naturaleza. A estos se suman otros componentes, como la descolonización de saberes o el abandono de las racionalidades que buscan la manipulación y la dominación.
 
Puede verse que si bien se llega a la plataforma del Buen Vivir desde distintos puntos de partida, se comparten una serie de posturas que significa alternativas al desarrollo contemporáneo en prácticamente todos sus aspectos.
 
Sin duda aquí están en juego una diversidad de nuevo tipo, y la toma de decisiones deberá estar sujeta de procesos democráticos para lidiar con ella (aunque el detalle sobre esos mecanismos ya es asunto para un futuro artículo). Muchas tensiones no desaparecerán por arte de magia, ni se ganarán todos los reclamos ciudadanos. Pero lo que sucederá con el Buen Vivir es un cambio radical en la conformación de escenarios y en el despliegue de mecanismos para discutir diferentes opciones, la asignación de valores, las formas bajo las cuales se llega a acuerdos y se diseñan proyectos políticos. Hasta ahora, ciertos saberes han sido negados o rechazados, pero bajo el Buen Vivir se vuelven legítimos. Asimismo, la defensa de la pluralidad cultural del Buen Vivir, hace que tenga una decidida vocación orientada al encuentro, diálogo y otras formas de interacciones entre distintos saberes.
 
Por todas estas razones el Buen Vivir es actualmente un concepto vivo donde, como es común escuchar en muchos valles andinos, están germinando nuevas alternativas de vida.
 
- Eduardo Gudynas es investigador en el Centro Latino Americano de Ecología Social (CLAES) – egudynas@ambiental.net
 
Artículo publicado en América Latina en Movimiento, ALAI, No. 462, febrero 2011. http://alainet.org/publica/462.phtml
 
 
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[1] Entrevista en La Razón, La Paz, 27 marzo 2010.
- See more at: http://www.alainet.org/es/active/48052#sthash.QsketqSI.dpuf

sábado, 27 de febrero de 2010

El manifiesto feminista de W.I.T.C.H


WITCH (“Women International Terrorist Conspiracy from Hell” - Conspiración Terrorista Internacional de las Mujeres del Infierno) surgió en 1968 en Nueva York, y fue un fenómeno único dentro del Movimiento por la liberación de la mujer. 
Éste grupo de mujeres se autodenominaban como brujas, usaban lo esotérico, hechizos y conjuros como herramienta de acción pública en contra del machismo y el sistema patriarcal. De esta forma revindicaron a las miles de mujeres asesinadas por el poder eclesiástico. 
Aunque sus actividades podrían resultar frenéticas y escandalosas, en poco más de un año realizaron diferentes performances publicas, boicots, y firmaron diferentes manifiestos.
WITCH llegó a su fin dos años después, pero dejó un importante legado de literatura feminista y acción política que siguen vigente en el feminismo en los tiempos que corren. 

Manifiesto

WITCH, somos todas las mujeres. Es el teatro, la revolución, la magia, el miedo, la felicidad, el encanto. Es la consciencia de que las brujas fueron las primeras combatientes y guerrilleras contra la opresión, en particular la opresión de las mujeres a lo largo de los siglos.
Las brujas siempre fueron mujeres sin miedo de existir, de ser valientes, agresivas, inteligentes, inconformes, curiosas, independientes, liberadas sexualmente, revolucionarías (tal vez eso explica porque nueve millones de ellas fueran quemadas). Las brujas fueron las primeras en practicar el control de los nacimientos y el aborto, las primeras alquimistas (¡transformar piedra en oro, es muy peligro para el capitalismo!), ellas no se quedaron de rodillas frente a ningún hombre, eran sobrevivientes de la más antigua cultura, antes que la represión espiritual, económica, sexual, mortal de la sociedad fálica, imperialista, fuera severa, destruyendo las sociedades humanas y la naturaleza.
Witch vive en cada mujer. Es la parte libre de cada una de nosotras, bajo las sonrisas tímidas, la aprobación de la absurda dominación masculina, el maquillaje o la ropa asfixiante para la piel que nuestra sociedad enferma nos exige llevar.
No puedes simular ser BRUJA ¡porque eres mujer y con sólo mirar dentro de tí ya sabes que eres BRUJA! Construye tus propias reglas, se libre y rebelde; forma tu propio círculo de hermanas y construye tus utopías. Los enemigos: todo lo que es represivo, autoritario, machista. Las armas: el teatro, la sátira, la poesía, la música, los esténciles, las pegatinas, la escoba, las pistolas, las muñecas vudú. Toda la magnífica imaginación sin límites, porque tu poder radica en que eres mujer, y se fortalece trabajando con las otras hermanas.
¡Eres bruja siendo mujer insumisa, furiosa, feliz e inmortal!


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domingo, 21 de febrero de 2010

Nina Simone, Sacerdotisa del Soul





Nina Simone tocando en vivo en Londres, 1968



I ain't got no home, ain't got no shoes
Ain't got no money, Ain't got no class
Ain't got no skirts, Ain't got no sweater
Ain't got no perfume Ain't got no bed
Ain't got no mind,

Ain't got no mother Ain't got no culture
Ain't got no friends, aint got no schoolin'
Ain't got no love, Ain't got no name
Ain't got no ticket, Ain't got no token
Ain't got no god

and what have i got?
why am i alive anyway?
yeah what have i got?
nobody can take away?...

Got my hair. Got my head
Got my brains, Got my ears
Got my eyes, Got my nose
Got my mouth, I got my smile

I got my tongue, Got my chin
Got my neck, Got my legs
Got my heart, Got my soul
Got my back, I got my sex

I got my arms, got my hands, got my fingers,
got my legs, got my feet, got my toes,
got my liver, got my blood..

I've got life,
i've got my freedom
i've got life
I've got life
and I am gonna keep it
I've got life
and nobody's gonna take it away
I've got life!
No tengo casa, no tengo  zapatos
No tengo dinero, no tengo clase
No tengo  falda, no tengo suéter
No tengo perfume , no tengo  cama
No tengo presente,
No tengo madre, no tengo cultura
No tengo amigos, no tengo compañeros
No tengo amor, no tengo nombre
No tengo billetes, no tengo símbolos
No tengo dios


y que tengo?
¿por qué estoy vivo de todos modos?
que   tengo?
que nadie me puede quitar? ...

Tengo mi cabello. Tengo mi cabeza
Tengo mi cerebro, Tengo mis   orejas
Tengo mis ojos,  Tengo mi nariz
Tengo mi boca, tengo mi sonrisa

Tengo mi lengua, tengo mi barbilla
Tengo mi cuello, Tengo mis   piernas
Tengo mi corazón,  tengo mi alma
 Tengo mi espalda , tengo mi sexo

Tengo mis brazos, tengo  mis manos, tengo mis dedos,
tengo mis piernas, tengo mis pies, tengo mi dedos de los pies,
tengo mi hígado, tengo mi sangre ..

Tengo la vida,
Tengo mi libertad
Tengo la vida
Tengo la vida y  la voy  a mantener
Tengo la vida y nadie  me la va a quitar
Tengo la vida!





Eunice Kathleen Waymon (Tryon, Estados Unidos, 21 de febrero de 1933 - Carry-le-Rouet, Francia, 21 de abril de 2003), conocida como Nina Simone, fue una cantante, compositora y pianista estadounidense de jazz, blues, rhythm and blues y soul. Se la conoce con el sobrenombre de «High Priestess of Soul».

Estilísticamente, la palabra que mejor caracteriza a Nina Simone es eclecticismo. Su voz, con rango propio de una alto, se caracterizaba por su pasión, subreathiness (voz jadeante, sofocada, sin aliento) y su trémolo.

La influencia de Duke Ellington es patente en toda la obra de Nina, pero muy especialmente en cierto tipo de composiciones rebosantes de improvisación y de cercanía espiritual. Nina logra la complicidad del oyente con un empleo intencional de los silencios y minimizando el acompañamiento. Cuando cantaba, efectuaba en ocasiones llamativas transiciones entre el susurro, el grito y el lamento, para intentar subrayar los estados de ánimo enunciados en las canciones.


Gran luchadora por los derechos civiles de las personas de ascendencia africana, lucha ésta expresada en muchas ocasiones a través de sus canciones, Simone dejó Estados Unidos en 1969, tras el asesinato de Martin Luther King, hastiada de la segregación racial contra los afroamericanos.



De personalidad complicada, llegaba a ser altanera y vulnerable, y fuertemente apasionada. En la industria musical tenía fama de temperamental, una caracterización que Simone se tomó muy en serio. Aunque su personalidad era arrogante y distante, en sus últimas décadas parecía disfrutar con el acercamiento a sus audiencias, contando anécdotas y cumpliendo peticiones. 


Como otros cantantes afroamericanos, encontró en Marian Anderson una fuente de inspiración, y empezó cantando en su iglesia local, mostrando al mismo tiempo un gran talento con el piano, que empezó a tocar ya con cuatro años. Cuando debutó públicamente en un recital de piano a los diez años, sus padres, que se habían sentado en la primera fila, fueron obligados a moverse para que otros asistentes blancos ocuparan sus lugares. Este tipo de condiciones de vida la motivarían más adelante a involucrarse en el Movimiento por los Derechos Civiles. 


A los diecisiete años, Simone se mudó a Filadelfia, en el estado de Pensilvania, donde dio clases de piano y acompañó a varios cantantes. Gracias al apoyo de varios patrocinadores, entre ellos su antiguo profesor de música, pudo estudiar piano en la prestigiosa Escuela de Música Juilliard en la ciudad de Nueva York, pero la falta de recursos le impidió alcanzar su sueño de convertirse en el primer pianista negro de concierto de los Estados Unidos. Más tarde se presentó a una prueba para estudiar piano en el Instituto Curtis, pero fue rechazada. Simone estaba convencida de que se la rechazó por ser negra. De Nueva York su familia se trasladó a Filadelfia, donde intentó conseguir una beca, pero fue rechazada también por el color de su piel. 


Entonces, Simone se acercó al blues y al jazz, tras empezar a trabajar en un club nocturno de Atlantic City para ayudar económicamente a su familia. 
Carrera profesional 

El nombre artístico de Nina Simone lo adoptó en 1954 ; Nina (procedente en español de la palabra niña) era el alias que le había dado un novio y Simone lo tomó de la actriz francesa Simone Signoret a la que había visto en la película Casque d'or. 


Se dio a conocer a un público más amplio gracias a su interpretación de la canción I Love You Porgy de George Gershwin, que se convertiría en su único éxito del Top 40 de Estados Unidos. Después vendría el sencillo My Baby Just Cares for Me (que sería un éxito en los 80 en Inglaterra al ser usado en un anuncio comercial del perfume Chanel No. 5). 


Durante los 60, Simone estuvo involucrada en el Movimiento por los Derechos Civiles y grabó algunas canciones políticas, incluyendo To Be Young, Gifted and Black (interpretada después por Aretha Franklin yDonny Hathaway), Blacklash Blues, Mississippi Goddam (en respuesta al asesinato de Medgar Evers y al ataque terrorista a la iglesia de Birmingham, Alabama, en 1963, por parte de supremacistas blancos y que se saldó con la muerte de cuatro niñas negras), I Wish I Knew How it Would Feel to be Free y Pirate Jenny, de Kurt Weill, situada en un hotel del sur. 

En 1961, Simone grabó una versión de la canción tradicional House of the Rising Sun, que también grabarían después Bob Dylan y The Animals. Otras canciones que la hicieron famosa fueron I Put a Spell on You, Here Comes the Sun de Los Beatles, Four Women, I shall be released, y Aint got no (I got life). La versatilidad de Nina como artista es evidente en toda su música, que frecuentemente tenía una simpleza equivalente a la trova. En un mismo concierto, iba de los temas tipo religioso (gospel) al blues y al jazz, de temas como For All We Know, números de estilo europeo clásico y figuras de contrapunto. En 1968 el tema Sinnerman de Simone apareció en la película de Norman Jewison The Thomas Crown Affair, lo que llevó su música a audiencias mayores. La nueva versión de la película rodada en 1999 con Pierce Brosnany Rene Russo volvió a incluir a Simone. Otras películas han utilizado Sinnerman en su banda sonora, como Inland Empire de David Lynch y Cellular de David R. Ellis en 2004. 


Salida de Estados Unidos (1974-2003) 

En septiembre de 1970, Simone abandonó Estados Unidos en dirección a Barbados, tras desacuerdos con agentes, compañías discográficas y con la Agencia de impuestos norteamericana (Internal Revenue Service), que ella atribuía al racismo de la sociedad estadounidense. Regresó en 1978, cuando era buscada por evasión de impuestos (se había negado a pagarlos durante varios años como protesta a la Guerra de Vietnam), por lo que volvió a Barbados, donde mantuvo una relación sentimental con el primer ministro Errol Barrow. En los 80 cantaba regularmente en el club de jazz Ronnie Scott de Londres. La cantante y amiga de Nina, Miriam Makeba, la convenció para ir a vivir a Liberia. Posteriormente residió en Suiza y Holanda antes de establecerse en Aix-en-Provence en el sur de Francia en el año 1992. 
En 1992 apareció la autobiografía de Nina Simone titulada I Put a Spell on You (ISBN 0-306-80525-1). 

Sus acompañantes habituales durante esta época fueron Lepoldo Fleming (percusión), Tony Jones (bajo), Paul Robinson (batería), Xavier Collados (teclado) y su director musical Al Schackman (guitarra). 

Nina fue una de las estrellas de festivales como el Nice Jazz Festival de 1997 y el Thessalonica Jazz Festival en 1998. 

En el Guinness Blues Festival en Dublín en 1999 su hija, Lisa Celeste, actuó como "Simone", cantando a dúo con su madre algunos temas. 

Simone cantó con el cantante español Raphael y participó en dos obras de teatro de Disney, cantando los temas principales de Aida y Nala en El rey león. 

El 24 de julio de 1998 Nina Simone fue la invitada especial en la fiesta del 80 cumpleaños de Nelson Mandela. El 7 de octubre de 1999 recibió un premio a sus logros artísticos de toda una vida en Dublín. 

En 2000 recibió el título de Honorary Citizenship de Atlanta, el Diamond Award for Excellence in Music de la Association of African American Music de Filadelfia y el Honorable Musketeer Award de la Compagnie des Mousquetaires d'Armagnac de Francia. 

En el 2009 incorporaron la canción "Pirate Jenny (Live)", para el soundtrack de la película Watchmen. 


Murió mientras dormía en Carry-le-Rouet en 2003.

http://es.wikipedia.org/wiki/Nina_Simone
http://www.tigomusic.co/music/noticias/nina-simone-la-sacerdotisa-del-soul-revive-en-nuevo-documental

Extraido de: www.heroinas.net

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lunes, 1 de febrero de 2010

El cuidado de la vida humana y de la tierra: una mirada desde las mujeres

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Hortensia Fernández Medrano

En todos los tiempos y en todas las culturas las mujeres se han ocupado del cuidado de la vida humana, actividad sin la cual esta no es posible. A estas tareas de cuidado, les hemos dado el nombre de tareas de sostenibilidad de la vida humana porque son imprescindibles para la supervivencia de la especie humana, pero en realidad se trata de tareas muy diferentes en cuanto a su naturaleza y carácter.

El carácter humano (tanto biológico como social) de estas tareas, corresponde a los cuidados realizados a lo largo del ciclo biológico de las personas y que se derivan del hecho de poseer un cuerpo que nace, crece, envejece y muere. Muchas veces nos referimos a tareas que son actos monótonos y repetitivos pero necesarios como preparar alimentos, lavar, limpiar, etc. más bien propias del trabajo doméstico pero también a las relaciones afectivas que estos cuidados acompañan.

Estas tareas incluyen los cuidados prolongados realizados a lo largo de la infancia y gracias a los cuales las crías humanas nacidas en total estado de indefensión y dependencia pueden llegar a sobrevivir y superar su animalidad humanizándose.
En el proceso evolutivo de los humanos el hecho más significativo que distingue a la especie humana del resto de los animales e incluso de otros primates antropomorfos como gorilas, chimpancés y orangutanes es justamente el hecho de ser la única especie en la que se realizan cuidados prolongados en las crías. Se trata de una consecuencia derivada del hecho de la reducción del canal pélvico en las mujeres como adaptación a la bipedestación, que ha dificultado el parto en las mujeres y ha provocado alumbramientos precoces, cuando la maduración neuronal del feto no ha sido completada.
El precio a pagar por la adquisición de la posición bípeda es el nacimiento de crías inmaduras nacidas antes de terminar su encefalización, con la necesidad de ser cuidados después del nacimiento, pero a su vez este hecho ha sido la causa del gran desarrollo del cerebro humano adulto que llega a multiplicar por cuatro su volumen respecto al cerebro del neonato, mientras que en otros primates como los chimpancés éste no pasa de ser ni el doble en estado adulto.

El conflicto entre locomoción y capacidad cerebral se resolvió gracias a la prolongación de la tasa de crecimiento fetal del cerebro de forma extrauterina en el neonato hasta los 12 meses. Esta solución supone que los niños nacen con una gran indefensión e inmadurez neuromotriz que confiere a la especie humana un largo periodo de cuidados y aprendizaje único entre todas las especies animales y que ha tenido una importancia vital en el desarrollo intelectual y cultural de la humanidad. 

La prolongación del desarrollo del feto de forma extrauterina y la innovación de la niñez (periodo comprendido entre los 2 y 7 años) como rasgo adaptativo de la especie humana ha permitido un largo periodo de aprendizaje en el que poder transmitir pautas culturales y conocimientos como el lenguaje, por lo que el cuidado tiene una importancia vital en el desarrollo intelectual y cultural de la humanidad ya que sin él no hay maduración neuronal ni transmisión de cultura ni por lo tanto civilización. Por lo tanto, esta característica única entre los animales va a ser la que permita a un niño recién nacido llegar a transformarse en persona.

Como dice la ecofeminista Ynestra King: “La humanidad emerge desde la naturaleza no humana, es decir, que el proceso de educación de un infante humano sin socializar e indiferenciado que se transforma en persona adulta es el puente entre la naturaleza y la cultura”.

Los cuidados de carácter humano también implican proporcionar atenciones especiales a las personas más desvalidas del grupo como enfermos y ancianos que les permitan sobrevivir como lo demuestra el hallazgo de fósiles humanos muy antiguos en Dmanisi (Georgia), de unos 1,6 -1,8 millones de años, en los que ya se puede observar que han conseguido sobrevivir a la enfermedad y a la decadencia física gracias al cuidado realizado por otros miembros de la comunidad. De forma general, estos cuidados significan atender las necesidades de los cuerpos, de forma natural para que la vida continúe, lo cual implica cosas normales y corrientes pero necesarias como cocinar, alimentar, lavar, limpiar, acompañar… o preocuparse de que todo funcione.
En cambio, los cuidados de carácter eminentemente social son los que permiten que las personas no sólo puedan sobrevivir sino alcanzar unos niveles de existencia en condiciones de suficiencia y equidad con el resto de la humanidad como son el acceso al agua, al alimento, a la energía, a la vivienda, a la educación y a la sanidad. Por ello, estos cuidados incluyen la atención a las comunidades en riesgo de exclusión por la pobreza o afectados por los rigores climáticos, las sequías, las hambrunas, los conflictos bélicos, las catástrofes o los desplazamientos provocados por las políticas neoliberales aplicadas a los países empobrecidos. Pero también satisfacen necesidades no forzosamente biológicas pero que implican un nivel de existencia digno (nos referimos a necesidades de tipo afectivo, cultural o psicológico, entre otras las que suponen un bienestar para la humanidad).

En todas estas situaciones, sabemos que las mujeres han tenido un papel clave en la gestión de la escasez y en la resolución de los conflictos por su especial relación con la corporeidad, debida a la división del trabajo en función del sexo y no a su particular biología.

Y también hay un aspecto ecológico o de relación con la naturaleza en estos cuidados derivado del hecho de que nuestro destino está interconectado con el de la biosfera. El reconocimiento de esta dependencia nos obliga a cuidarla y admitir la existencia de Gaia como un mecanismo de regulación de la biosfera que da primacía a la vida sobre todas las demás características.

En la visión de Gaia de Lovelock-Margulis se considera al planeta Tierra como resultado de la acción de los seres vivos, tanto sobre la atmósfera actual como sobre la hidrosfera, o los materiales de la corteza terrestre, y no al revés, es decir, que no es que las condiciones especiales de la tierra hayan permitido el desarrollo y evolución de la vida sobre la tierra, sino que es la vida quien ha determinado el desarrollo y evolución de las condiciones adecuadas para la vida sobre la tierra.
El abuso y explotación que hemos hecho de los recursos naturales como si fuesen ilimitados nos ha llevado a una situación en la que hemos puesto en peligro nuestra permanencia en la Tierra, ya que como ha dicho el ecólogo Ramón Margalef: “Gaia puede prescindir de la especie humana si no la respetamos pero nosotros no podemos prescindir de ella”por lo que cuidar de la Tierra es también ocuparse de la supervivencia o sostenibilidad de la especie humana.

ANALOGÍAS ENTRE LA EXPLOTACIÓN DE LA NATURALEZA Y EL TRABAJO DE LAS MUJERES

Como dice Marilyn Waring en su libro Si las mujeres contaran“El trato que se da a la madre tierra y el que se da a las mujeres y los niños dentro del sistema de contabilidad nacional presentan múltiples paralelismos fundamentales, no presta ninguna atención a la preservación de los recursos naturales ni al trabajo de la mayor parte de sus habitantes ni al trabajo no remunerado de la reproducción de la misma vida humana así como a su manutención y cuidado. El sistema no puede responder a valores a los que se niega reconocimiento”.
En efecto, la extracción de madera, carbón o petróleo tiene mucho que ver con la explotación del trabajo de las mujeres, y es algo de lo que se ha apropiado la sociedad capitalista-patriarcal, al no valorar ni la energía solar de la que depende toda la producción de vida en nuestro planeta y por lo tanto todos nuestros recursos fósiles ni la energía de las mujeres ligada al cuidado de la vida humana: ni una ni otra aparecen internalizadas en el PIB, luego no existen desde el punto de vista de nuestra economía.

En ese sentido, los países del Norte tienen contraída una deuda con los países del Sur como consecuencia de la expoliación a que han sido sometidos por los países colonizadores que se han apropiado sistemáticamente de todas sus riquezas, así como las que han seguido después, y que han supuesto deforestación y pérdida de biodiversidad en sus cultivos para poder pagar la deuda externa, impuesta por nuestro modelo de desarrollo. A esta deuda desde el ecologismo y la economía ecológica se le ha atribuido el nombre de deuda ecológica.
Con esta denominación se intenta subvertir el concepto de deuda externa según el cual se admite que son los países en vías de desarrollo los que deben algo a los países desarrollados a través de los créditos realizados por el FMI y BM sin tener en cuenta los fabulosos intereses obtenidos por estos últimos ni el empobrecimiento de las comunidades de los países en vías de desarrollo producido por la aplicación de las políticas de ajuste estructural que han supuesto el deterioro de las escasas políticas sociales existentes, mediante el recorte de los presupuestos del gasto público.

Del mismo modo, podemos decir que la humanidad tiene contraída una deuda con las mujeres por el trabajo de cuidado y sostenimiento de la vida realizado a lo largo de todo el ciclo de la vida humana en todas las sociedades, como en sacar adelante a las comunidades en situación de conflicto o hambre, tarea que enaltece a la especie humana y sin la cual nuestro mundo se convierte en una jungla sin solidaridad, en la que se implantan los mecanismos de salvación individual.

Y así como el pago de la deuda externa no reconoce la deuda históricamente contraída por el Norte hacia el Sur, el pago de esta deuda no tiene nada que ver con las políticas de igualdad, ya que no tienen en cuenta la deuda de orden simbólico hacia las mujeres.

CRISIS ECOLOGICA Y CRISIS DE LOS CUIDADOS

Hemos intensificado los ritmos de explotación y hemos creado una crisis ecológica y una crisis de los cuidados irresolubles dentro de este modelo económico depredador y patriarcal.
Nuestro sistema de explotación de la naturaleza basado pura y simplemente en la extracción, aunque eufemísticamente lo llamemos producción ha tocado fondo: después de años de extracción continua, el petróleo está a punto de agotarse o por lo menos el petróleo barato. Ahora cada vez habrá que invertir más esfuerzo y tecnología en la extracción de lo que nos queda una vez alcanzado el peak-oil, por lo que cada vez será más caro.
Reducir el consumo en el norte y desarrollar energías renovables como las derivadas del aprovechamiento de la energía solar o eólica que ya en este momento permiten atender nuestras necesidades mas básicas, debería ser una de nuestras prioridades más acuciantes, que sólo la ceguera política o los intereses de los monopolios eléctricos o los derivados del sector petrolero impiden poner en marcha.

Por otra parte, nuestra economía basada exclusivamente en los combustibles fósiles o paleoeconomía está llegando a su fin con los problemas creados con las emisiones de CO2 que están acelerando el cambio climático a un ritmo sin precedentes, con lo que la supervivencia de la especie humana en condiciones de dignidad y de equidad está amenazada.
Y, como siempre, serán los pueblos en vías de desarrollo los primeros en sufrir las consecuencias de las sequías y de la escasez, al convertirlos en áreas de monocultivos de agrocombustibles, con grandes riesgos de vulnerabilidad ecológica de sus ecosistemas al disminuir la diversidad de sus cultivos con el único objetivo de no renunciar a nada y seguir con nuestro modelo de consumo en el mundo desarrollado.

Nuestras políticas alimentarias del Norte están causando graves problemas en el Sur al obligar a muchas poblaciones a abandonar los cultivos tradicionales de productos básicos para su alimentación y a renunciar a su soberanía alimentaria. Al tener que competir con productos importados de los países del norte producidos con precios subvencionados. Esta es una consecuencia de la aplicación de las políticas neoliberales de la OMC, políticas que han provocado el desplazamiento de campesin@s que vivían de una economía de subsistencia a las urbes superpobladas y empobrecidas del país, entrando en el ciclo infernal de la miseria. 

Entre est@s, las mujeres son las más afectadas ya que son las que se han ocupado siempre del sustento de la vida o como lo ha llamado Maria Mies de la producción de vida“porque ellas no sólo consumen y recolectan lo que creció en la naturaleza sino que hacen que las cosas crezcan”para mantener y alimentar al grupo familiar. De ahí, la mayor implicación de las mujeres en este movimiento por la soberanía alimentaria, como es la Marcha Mundial de Mujeres.
En cuanto a lo que hemos llamado crisis de los cuidados, en el momento en que las mujeres, con su incorporación masiva al mercado de trabajo han dejado de realizar en mayor o menor proporción este trabajo de cuidado no remunerado, se ha creado un vacío en la cobertura de este servicio que el sistema no ha cubierto de ninguna forma, con lo que se empiezan a crear problemas de personas mal atendidas en nuestra sociedad (sobre todo mayores y niños), situación a la que nosotras llamamos crisis de los cuidados, irresolubles dentro de este sistema de reparto desigual del trabajo de cuidado.
Además hemos transferido el problema a los países del Sur, donde cada vez se acentuarán más los problemas de desatención de niños y mayores, al provocarse una emigración de cuidadoras, constituidas fundamentalmente por mujeres jóvenes que dejan a sus hijos y familias para atender a las nuestras, o sea que la desatención en el mejor de los casos, la hemos trasladado a los países del Sur, dando lugar a lo que hemos llamado globalización del trabajo de cuidado.
Cabría encontrar otro modelo más armónico con la naturaleza y entre los humanos y humanas, independientemente del género o lugar de procedencia donde se respeten los bienes naturales y se comparta el trabajo de cuidado entre hombres y mujeres para hacer nuestro modelo más sostenible ya que, como decía nuestra compañera Anna Bosch:“las sociedades modernas han olvidado que la condición básica para seguir existiendo en tanto que humanidad es vivir arraigadas a la tierra y manifestándonos con un cuerpo”.

BIBLIOGRAFÍA

BERMÚDEZ DE CASTRO, José Mª: El chico de la Gran Dolina. Crítica. Barcelona, 2002.
BOSCH Anna, Maria Inés AMOROSO y Hortensia FERNÁNDEZ: Arraigadas en la tierra ( Malabaristas de la vida). Icaria. Barcelona, 2003.
KING,Ynestra: Curando las heridas: feminismo, ecología y el dualismo naturaleza-cultura. Ecorama, 1997.
LOVELOCK J. Las edades de Gaia.. Tusquets Col. Metatemas. Barcelona, 1993.
MIES Maria y Vandana SHIVA: Ecofeminismo. Icaria.Barcelona, 1993.
WARING Marilyn: Si las mujeres contaran. Vindicación Feminista, Madrid, 1994.
Intervención presentada con ocasión del Forum Social Catalá, dedicado a La Crisis y celebrado los días 30 y 31 de enero de 2010 en Barcelona

viernes, 15 de enero de 2010

El neomachismo

Nunca pensamos que cuando nuestra democracia se fundamentó, entre otros principios, en la libertad y la igualdad, nos iba a ser más difícil hacer a esta última efectiva y, sin embargo, el miedo a la libertad del que escribió Erich Frömm no era nada comparado con el miedo a la igualdad, más generalizado y resistente.
Los que defendían "los valores" de la sociedad patriarcal, aunque lo razonaran de muy diversas maneras, eran calificados de machistas. Empezaron a estar mal considerados y fueron disminuyendo "de boquilla" los que así se denominaban; pero cuando la igualdad se va haciendo más plena comienzan a formular nuevos argumentos que, supuestamente, no la cuestionan, pero sí su forma de ejercicio, con ideas que, en ocasiones, llegan a parecer incluso "razonables". Parecen distintas de las de siempre aunque, en el fondo, desean lo mismo: la subordinación de las mujeres.
Se vuelve a demonizar el feminismo al hablar de revancha de género, resentimiento y dogmatismo
Miguel Lorente, en su libro denominado Los nuevos hombres nuevos. Los miedos de siempre en tiempo de igualdad, sostiene que el género masculino ha urdido nuevas tramas para defender su posición de poder, y éstas se basan en los supuestos problemas que la incorporación de la mujer a la vida activa ha tenido, sobre todo, en el ámbito de las relaciones familiares. A esta nueva estrategia la denomina posmachismo, por haber nacido, dice, en el contexto de la posmodernidad, y por haber mantenido desde su aparición una cierta distancia respecto a las posiciones clásicas del machismo o del patriarcado.
Sin embargo, y aunque me parece absolutamente correcto todo lo que argumenta, creo que es mejor denominar a esta nueva forma de pensamiento como neomachista, porque, cada día más, se está transformando en una nueva ideología que se va extendiendo y que se caracteriza, precisamente, por tener miedo a la igualdad. Es una nueva manera de sostener las posiciones machistas de siempre, pero con nuevos discursos y nuevos contenidos. Nadie se llama hoy abiertamente, por ejemplo, fascista, pero es evidente que hay una nueva manera de serlo, y a éstos se les denomina neofascistas.
Los neomachistas equiparan el feminismo con el machismo, tratando de crear confusión en algo que no puede tenerlo, porque pretenden cosas opuestas: éste la primacía del varón y aquél la igualdad entre mujeres y hombres. La diferencia es tan grande que no merecería la pena ni explicitarla, a no ser porque el neomachismo intenta confundir, para poder mantener mejor sus nuevas posiciones, encaminadas, como siempre, a cuestionar los derechos de las mujeres, su autonomía y la independencia ganada. No cuestionan, dicen, la igualdad, pero sí las consecuencias de su ejercicio; están en contra de la violencia de género pero manifiestan con reiteración, por ejemplo, que hay demasiados casos de denuncias falsas, sin añadir que, si así fuera, se estaría cometiendo un delito que hay que denunciar, como en cualquier otro caso.
Hay algún juez que da miedo por las cosas que dice -no quiero ni nombrarlo porque es lo que le gustaría-, pero existen, desgraciadamente, demasiados -también alguna mujer- teóricos del neomachismo que surgen diariamente y que tenemos que desenmascarar como hicimos con los machistas.
Consideran la igualdad como una amenaza, pero no para ellos sino para las relaciones sociales, y lo exacerban en lo más extremo: la violencia de género. El feminismo siempre ha sido ridiculizado y hoy, con nuevas formas, lo vuelve a ser con fuerza. Así, hablan de revancha de género, de feminismo resentido, dogmático o radical, sin más intención que la de volver a "demonizarlo".
Son manifestaciones de ese miedo a la igualdad que los neomachistas tratan de extender de diversas maneras: sacralizan, por ejemplo, la lactancia materna, culpabilizando a las madres que no pueden practicarla; hacen responsables a las mujeres de los problemas de los menores, con la teoría del "nido vacío"; y del aborto ni hablemos, parece que es un capricho de algunas. Ninguno de ellos dice que está en contra de la igualdad sino que, por el contrario, afirman que somos las mujeres las que estamos haciendo una sociedad con graves problemas de convivencia como consecuencia directa de nuestra necesidad de ser libres e iguales. Nunca entendieron que sin igualdad la libertad no existe, y que aquélla o es real o no es igualdad, y la democracia las exige ambas.
Las mujeres siempre hemos tenido que alcanzar cosas con las que los hombres ya nacían; nos relegaron al mundo privado y hemos ido conquistando -con muchos años y esfuerzo- parcelas de lo público, pero llevando siempre a cuestas la vida privada. Los hombres, que tenían destinado como propio el mundo público, lo han mantenido, y su incorporación al otro mundo lo está siendo en mucha menor medida, de ahí las resistencias a la igualdad que perviven -pese a lo mucho que hemos avanzado- sobre todo en los países desarrollados, porque en otros muchos todavía siguen con el burka, símbolo de la mayor de las discriminaciones que padecen las mujeres.
Tenemos que acabar con todos los burkas del mundo, sabiendo hacer frente con la misma contundencia a los viejos argumentos y a éstos más sutiles del neo-machismo.