RADIO "PONCHOSVERDES.FM"

sábado, 26 de octubre de 2024

«Cuando una mujer va a un museo aprende que somos inútiles y poco listas»


Entrevista a la historiadora Griselda Pollock



 [Foto: Griselda Pollock (Marta Jara)]

La pionera del enfoque feminista en el arte visita el Museo Reina Sofía para impartir un semanario titulado ‘Yo no debería estar aquí, quizás. Pensamiento feminista y memorias del trabajo artístico en la distopía de la IA’

Cuando la segunda ola de feminismo, entre 1960 y finales de la década de los 80, se preguntaba por qué no había obras de mujeres en los museos, Griselda Pollock (Bloemfontein, Sudáfrica, 75 años) ofreció algunas respuestas. La historiadora del arte reveló en sus investigaciones que la relegación del sexo femenino responde a un sistema construido social y culturalmente durante siglos. Desde el Renacimiento, a las pintoras no se les permitió tomar clases de desnudo y fueron limitadas a las artes decorativas, mientras que el ideal del genio artístico se erigía con atributos masculinos.

Después de la publicación de Antiguas maestras (1981, en España en 2021 por Akal), Pollock no ha dejado de dar talleres en espacios artísticos en ambos lados del Atlántico. Profesora emérita de la Facultad de Bellas Artes de la Universidad de Leeds (Reino Unido) visita España regularmente desde 1969, cuando llegó como au pair, y en esta ocasión dará un seminario el viernes en el Museo Reina Sofía este viernes 25 de octubre titulada Yo no debería estar aquí, quizás.

¿Cuál de los museos españoles le interesa más para sus investigaciones?

He disfrutado muchos. Me encantó ir al Museo del Prado, subir a la planta superior y caminar por esa especie de galerías, y encontrarme con un Leonardo da Vinci que vosotros no creéis que es un da Vinci, pero definitivamente lo es. También participé con el Thyssen en un simposio el pasado enero, a propósito de la exposición Maestras. Participé por Zoom porque he decidido no contribuir a la contaminación del aire con carbono y no volaba desde hace cinco años. He roto mi regla al venir aquí porque lleva tres días en llegar por barco.

¿Pero a cuál de ellos se le puede implementar una perspectiva feminista?

Déjame aclarar algo. El trabajo que hago se llama intervenciones feministas en las historias del arte. La mayoría de los museos presentan una historia del arte, y no se trata de añadirle una perspectiva feminista, sino de deshacer y deconstruir la historia que gran parte de los museos presentan, que está basada en periodos, movimientos, estilos y maestros. Me interesa pedirles a los museos que muestren al público algo más que esta gran narrativa nacional sobre la grandeza del arte español. No se puede simplemente añadir mujeres a esa historia, porque ya está construida sobre jerarquías, supremacías y nacionalismos. El Prado tiene una enorme colección de arte de diferentes periodos y países, pero da la sensación de que están ahí para decir cuán grande fue España, y lo fue; fue un gran imperio. A eso lo llamo diferenciar el canon. No estoy enseñando algo diferente, pero quiero mostrar los diferentes aspectos de lo que se presenta como la historia principal.

¿Cómo evidenciar entonces el lado femenino de la historia en un contexto como el del Museo Nacional del Prado?

No basta con que el Prado añada mujeres a su colección, porque sé que ya ha tenido exposiciones de mujeres artistas, pero las llaman mujeres artistas. Cuando haces una exposición de Velázquez, no dices: “Estoy haciendo una muestra de un artista hombre”; es simplemente un artista. El artista no tiene sexo; es solo Velázquez. Pero cuando se trata de otro grupo que cuestiona la heteronormatividad, el eurocentrismo o el masculino, le ponen un adjetivo: lo llaman mujeres artistas, artistas queer o artistas con discapacidad. Entonces, inmediatamente se nota que hay una jerarquía. Todo lo que no es la norma recibe una etiqueta.

Lo que creo que los museos deben hacer es entender esa estructura y deconstruirla. Puedes invitarme a hacer una exposición feminista, pero eso no deconstruye la estructura. Puedes montar una muestra como la de Maestras en el Thyssen con todas esas creadoras mujeres, pero ¿qué tienen en común? Soy diferente a otras mujeres, por mi edad, religión, historia, sexualidad. No soy solo otra mujer, como tú no eres solo otro hombre. Cada vez que tengo alguna experiencia, la gente me dice “bueno, eres una mujer”. Lo soy, es un hecho, pero no es lo más interesante sobre mí; soy una intelectual, historiadora del arte y muy mala pintora.

Los museos son un brazo educativo de la nación y deben preguntarse qué imagen estoy mostrando de los seres humanos y si es un espejo en el que todo el mundo se vería reflejado. La respuesta es no, porque en la mayoría de los museos aprendo que ninguna mujer ha hecho nada en la historia del arte que merezca la pena poner en las paredes de un museo. Cada mujer que va a un museo aprende que somos inútiles, poco inteligentes y creativas, que no hemos hecho nada que construya la historia de la civilización occidental. Pero eso no cambia si simplemente pones unas pocas mujeres en la institución.

¿No está de acuerdo en que se trate al arte hecho por mujeres como un género en sí mismo o en salas especializadas?

Estoy de acuerdo si organizan el resto de sus salas bajo la misma categoría. Hay que enseñarle a la gente que cada obra de arte tiene algo para ver y aprender, más allá de que sea una pieza de un artista muy importante o del barroco. El arte debe ser tratado como una forma de aprender sobre la complejidad del mundo, sobre cómo la gente ha entendido sus cuerpos, sexualidades, placeres, de formas muy diversas. Los museos cuentan una única Historia del arte, pero podemos usar todas las obras de arte para contar muchas historias. No educamos lo suficiente a la gente para que comprenda lo interesante que es el arte, porque solo decimos esto es un Rembrandt, pero no explicamos por qué Rembrandt pudo pintar todos esos cuadros, quién se los encargó, o por qué tenían dinero para autorizarlo.

¿Siente que sus estudios a principios de la década del ochenta han influenciado en esta ola de libros y exposiciones sobre mujeres?

No, porque todo lo que he escrito durante los últimos 50 años no me llevaría a hacer una exposición de mujeres artistas como grupo colectivo. Uno de mis ejemplos suele ser la famosa pintora Artemisia Gentileschi, que estaba muy interesada en Caravaggio. Quería entender lo que Caravaggio hizo con la pintura y luego hacer algo con ello, pero no como él lo hizo. Así que otra forma de hacer exposiciones es mostrar esas conversaciones que hubo entre los creadores, en lugar de decir: “aquí hay un Caravaggio, aquí hay una Gentileschi”. Expones un mismo tema y muestras cómo lo ha resuelto cada uno. ¿Cuántas veces puedes tener la pintura de una virgen y un Jesús bebé, y seguir encontrando variantes de cómo los dispones en el mismo espacio y hacer que funcione?

¿Cómo lograr una transición a una colección igualitaria de forma natural y sin cumplir la cuota de género?

No voy a decir cómo se debe hacerlo, pero se me ocurren ideas. He comisariado exposiciones en las que he incluido a creadores de diferentes nacionalidades, etnias, sexualidades y géneros, pero los puse en una misma conversación. No me preocupo por las etiquetas, sino por los temas, los problemas y cómo los artistas los abordan y resuelven desde diferentes puntos de vista. La exposición ha sido inclusiva, pero los integrantes se anunciaron por sí solos, sin que yo tuviera que decir este es un hombre queer o esta otra es una mujer de la India. El espectador tiene que hacer algo de trabajo y decir “vale, ¿cómo estos ocho artistas me ofrecen diferentes perspectivas de algo?”.

¿Qué la llevó a cuestionar el rol de la mujer en el arte y escribir Antiguas maestras en 1981?

Hice una licenciatura en historia del arte y no aprendí nada sobre las mujeres. Éramos estudiantes de doctorado junto a la coautora [Rozsika Parker], feministas. En ese entonces, los estadounidenses estaban escribiendo libros sobre mujeres artistas invisibilizadas por la historia y los obstáculos que atravesaron. En los setenta ya existían como ocho libros al respecto, así que nos preguntamos qué hace diferente a nuestro libro, y encontramos varias cosas. Una de ellas es que las mujeres solo fueron excluidas de la historia del arte en el siglo XX.

De hecho, hasta 1950 era muy fácil encontrar información sobre autoras; sus obras estaban en todos los lugares importantes, en los sótanos, pero estaban ahí. Nos basamos en esas colecciones para decir aquí hay una historia del arte de mujeres. Pero luego nos sorprendimos cuando personas como Ernst Gombrich escribieron en los años cincuenta y sesenta los primeros libros de historia del arte sin incluir a ninguna mujer. Lo otro que descubrimos fue que hay toda una estructura detrás de por qué las mujeres han sido excluidas y tratadas como ciudadanas de segundo rango. No solo queríamos los nombres de las artistas, sino entender a quién le interesaba borrar que hubo mujeres científicas, filósofas y creadoras.

Fuente: El Diario



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«Parece que ser mujer romaní significa tener marido, muchos hijos y una vida tradicional»

Entrevista a Vera Kurtiç socióloga y activista feminista, romaní serbia



Entrevistamos a Vera Kurtiç, autora del ensayo ‘Džuvljarke. La existencia lesbiana de las mujeres romaníes’, basado en el contexto serbio, que ha sido traducido a castellano por la editorial Altramuz


Hace diez años Vera Kurtić, socióloga y activista feminista, lesbiana y romaní serbia, escribió ‘Džuvljarke. La existencia lesbiana de las mujeres romaníes’. ‘Džuvljarke’ es el término romaní para designar el lesbianismo de forma peyorativa. Kurtić lo resignifica y se empodera desde él en este libro que investiga la intersección entre ser lesbiana y ser romaní en el contexto de Serbia. Partiendo de ‘La existencia lesbiana’ de Adrienne Rich, Kurtić hilvana reflexiones, investigación y testimonios de diversas mujeres romaníes lesbianas. Entrevistamos a su autora con motivo de su reciente traducción al español de la mano de la editorial Altramuz.

En primer lugar, ¿nos podrías explicar qué te llevó a escribir este libro hace diez años?

Por un lado, creo que siempre es un buen momento para escribir un texto así, aunque ahora las circunstancias sean algo diferentes. En aquel momento, reflexionar sobre la existencia de las mujeres lesbianas romaníes era algo nuevo de lo que apenas se hablaba. Hoy ya, sobre todo en círculos activistas, se da más por hecho. Incluso en las propias comunidades se tiene conciencia de que las identidades LGBT existen en paralelo con la identidad romaní. Pero hace diez años era necesario escribir sobre esto para que dejara de ser un tabú. Es que esta discriminación ni siquiera estaba reconocida por el Comisionado para la Igualdad, que es casi la única institución responsable de velar por la igualdad de todos los ciudadanos.

También, una de las cosas que hizo que me lanzara con el libro fue el hecho de que mucha gente pensase que no hay personas LGBT en la comunidad romaní. Lo hice para llamar la atención de la población heterosexual y mayoritaria de Serbia, que se pone en el centro y juzga todo sólo bajo sus propias experiencias. Lo hice para mostrar que estamos, que existimos. Estaba dirigido a la comunidad romaní y a la comunidad LGBT, pero también a todo el resto de la sociedad, porque hemos sido objeto de burlas de todos ellos.

Por ejemplo, cuando en 1997, junto con más colegas y amigos, fundamos Women’s Space, la primera organización en Serbia que se ocupaba de brindar apoyo a mujeres de múltiples grupos vulnerables, especialmente mujeres romaníes y lesbianas, la intersección romaní y lesbiana no la acababan de tener clara ni otras feministas ni otros círculos romaníes. Creo que eso ya ha cambiado y la gente ha empezado a entender que la lucha por una sociedad más justa y humana debe ser inclusiva e integral.

¿Qué vamos a encontrar en este libro?

Las lectoras pueden encontrar experiencias y pensamientos de mujeres lesbianas romaníes serbias. Creo que muchas personas desde aquí [el Estado español] también van a sentir el dolor común de la chica serbia que cuando iba a ver a su novia tenía que esperar en el banco de enfrente de su casa porque, por ser romaní, no la dejaban entrar. Tal vez la situación o el contexto no tiene por qué ser el mismo, pero el sentimiento de humillación y dolor es universal. Hay muchos testimonios que muestran lo difícil que es estar aislada en el propio dolor y sufrimiento.

 ¿Podrías hablarnos de cómo se vive en Serbia esta doble discrimianción por ser lesbiana y romaní?

Serbia es un lugar donde es difícil ser diferente. Es decir, solo con ser romaní o solo con ser lesbiana ya es suficiente para que te encuentres a diario con mucha discriminación. ¡Pues imagina si eres ambas cosas!, entonces los problemas a los que te enfrentas como mujer romaní y como lesbiana se te juntan.

A esto hay que sumarle que las comunidades a las que perteneces tampoco te van a aceptar; tu familia y amigos te dan la espalda, son violentos contigo porque no te aceptan, y la comunidad LGBT también te rechaza porque está llena de racismo hacia las personas romaníes. Por supuesto, esto es una generalización. También hay familias romaníes que están llenas de comprensión y aceptación, y también hay personas LGBT más abiertas de mente.

¿Ha cambiado este panorama en los últimos años? ¿Está Serbia ahora más abierta a la diversidad? ¿Ha habido alguna mejora en políticas antirracistas o contra la LGTBQIA+fobia?

Aunque me encantaría poder decir otra cosa, Serbia no ha cambiado. ¡Y eso que tuvimos una primera ministra lesbiana! Te pongo un ejemplo: gracias a algunos avances de años anteriores, en 2022 Serbia acogió el Euro Pride y, de repente, el partido gobernante se volvió loco. Aunque durante años el Orgullo se ha celebrarado con normalidad, fue prohibido sin motivo alguno. Hasta esa primera ministra estaba en contra del Orgullo, todo fue increíblemente grotesco.

Y todo estuvo acompañado por la incitación al odio de los medios de comunicación bajo el control del régimen. La violencia aumentó muchísimo en ese momento. Las mentes se lavan y hay que tener cuidado, es muy peligroso, sobre todo en un país que ya de base tiene un nivel de tolerancia tan bajo y que además se cruza con la tensa situación política que ha estado presente en Serbia durante más de tres décadas. No sé qué pasará más adelante, pero todavía no hemos avanzado nada.

Aparecen muchas voces de mujeres lesbianas romaníes que hablan de esta invisibilización dentro y fuera de su comunidad: “Una mujer romaní no puede ser lesbiana”. ¿Podrías hablarnos de esto?

Es alucinante, la gente no concebía que alguien pudiese ser a la vez una mujer romaní y lesbiana. De verdad, me resultaba completamente increíble. Como si ser mujer romaní significase automáticamente tener marido, muchos hijos y vivir un modo de vida tradicional.
Por eso es muy importante hablar de las lesbianas romaníes, o de las personas LGBT romaníes en general, tanto como sea posible, porque entonces es cuando la gente empieza a repensar. Seguro que muchas de las personas que no eran capaces de concebirlo, en el fondo tienen buenas intenciones y simplemente necesitan darle unas vueltas.

Y más allá de esa invisibilización, también hay que recordar que hay muchas mujeres que fueron casadas a la fuerza, a veces cuando eran niñas. Tenemos que pensar en cómo se sienten estas mujeres, pero también esos hombres, si tuvieron siquiera la oportunidad de desarrollar sus identidades. No han podido elegir a quién amarán.

Vera Kurtiçc posa con las editoras de Altramuz, Tamara Gámez y Sandra Carmona
Vera Kurtiçc posa con las editoras de Altramuz, Tamara Gámez y Sandra Carmona

A lo largo del libro hablas de esta invisibilización en la que cual tus comunidades (LGTBQIA+ y romaní) no te aceptan pero las mayorías serbias tampoco lo hacen. Hay muchas historias de novias serbias que ocultan a novias romaníes. ¿Nos podrías contar un poco más sobre esta discriminación?

Creo que entre la mayoría serbia todavía existe un sentimiento de vergüenza si sales con una persona romaní. Si alguien se topa con ese desprecio con frecuencia, todo el rato, empezará a creer que no merece nada mejor. Varias de mis entrevistadas me dijeron que aceptaron relaciones en las que estaba claro que no serían tratadas como iguales por el mero hecho de ser mujeres romaníes. Por eso, es extremadamente importante crear una comunidad de lesbianas romaníes, así como una comunidad romaní LGBT. Tenemos que apoyarnos los unos a los otros y si alguien no nos acepta, nos reforzamos y recordamos que el problema no está en nosotros. Pero cuando estás sola y te tratan así, es difícil aceptarte y amarte a ti misma.

En el libro encontramos muchas historias de violencia psicológica, pero también física. ¿Qué papel cumplen?

La violencia, especialmente la amenaza constante de violencia, tiene como objetivo mantenernos continuamente en un estado de sumisión y miedo. Es un mecanismo probado y comprobado que las sociedades no democráticas aplican a cualquier grupo y tendencia social. Tanto las personas romaníes como las LGBT, así como otros grupos minoritarios, tienen una experiencia histórica de violencia y sufrimiento, como por ejemplo, el genocidio nazi en Europa o las guerras en la ex-Yugoslavia durante los años noventa. El mensaje es que debes ocultar tu identidad tanto como sea posible, de lo contrario sufrirás las consecuencias. De esta forma se aplica el control, no se permite que nadie sobresalga, demuestre que existe, piense diferente, etcétera.

Por eso, el hecho de que existan lesbianas romaníes fue un shock para muchos ciudadanos. El miedo a una posible violencia hace que permanezcamos invisibles. Y esto no se aplica sólo a las lesbianas romaníes, sino también a otros grupos y situaciones. La gente no espera tanta valentía de las mujeres romaníes. Además de querer mejorar nuestra vida como lesbianas y mujeres romaníes, también queremos mejorar el entorno en el que vivimos, oponiéndonos al control y al miedo.

Además, existe el temor de acudir a la policía a denunciar, porque corres el riesgo de recibir aún más violencia. ¿Qué ocurre con este racismo institucional y LGTBIQA+fóbico?

Actualmente, se dan situaciones de brutalidad policial contra las personas LGBT. Por poner un ejemplo, hace poco se denunció un caso de violencia policial física, psicológica y sexual contra un hombre gay y su compañero de habitación, y la fiscalía lo ha desestimado. Esta decisión de la fiscalía no es más que una prolongación de las prácticas de tortura. La gente cada vez confía menos en las instituciones; casi nadie se atreve a denunciar.

Esto provoca la creación de un armario romaní y/o lesbiano. Muchos de los testimonios hablan sobre la imposibilidad de decir la palabra ‘lesbiana’.

Así es, incluso después de la publicación del libro, durante las presentaciones en Serbia y otros países cercanos, me encontré con que muchas de las lesbianas romaníes no querían decir que eran lesbianas. Una de las frases que usaban en su lugar, y que escuché en Macedonia por primera vez era “yo practico ese deporte”. Se siguen utilizando códigos, expresiones ambiguas para subsumir la parte de la personalidad bajo la de la conducta, en lugar de a través de la existencia.

Muchas de tus entrevistadas en el libro imaginan un futuro fuera de Serbia. ¿Crees que esto ha cambiado? ¿Pueden las mujeres lesbianas romaníes imaginar hoy en día un futuro más posible en Serbia?

Lamentablemente, no puedo decir que haya cambiado nada. Después de todo, yo misma he abandonado Serbia. Para mí es importante vivir en un país donde no haya violencia tan abiertamente, ni donde la violencia sea totalmente impune en todos los ámbitos.

En estos diez años, uno de los grandes cambios que ha tenido lugar ha sido el boom de las redes sociales. ¿Crees que las nuevas generaciones en Serbia abrazan más la diversidad?

Se ha vuelto mucho más sencillo crear y publicar contenidos propios, y sí creo en los jóvenes que tienen la valentía de pensar por sí mismos y reflexionar.

¿Crees que ya se ha roto el silencio?

Todavía no lo suficiente, pero creo que sucederá. En los últimos años hemos publicado mucho sobre el activismo LGBT romaní, ha habido muchas críticas, pero también recibimos mucho apoyo, de dentro y de fuera de la comunidad LGTB y romaní, y esto es muy importante. El silencio habrá que ir rompiéndolo poco a poco.

¿Y qué hay del antigitanismo en Europa?

Creo que ni siquiera tenemos información real, porque ocurre todos los días y la gran mayoría de los casos no se denuncia. Sigo el trabajo de, por ejemplo, el European Roma Rights Centre, y creo que la labor de este tipo de organizaciones es muy importante.

Me gustaría destacar la lucha de la comunidad activista romaní en Alemania, especialmente en Berlín, que es donde vivo actualmente. Ahora se han organizado contra la última medida racista del ferrocarril alemán que [con motivo de la construcción de un túnel para una nueva línea] pretende retirar el monumento a las víctimas romaníes del genocidio que, por cierto, ¡es el único que hay en toda Europa! Hay personas LGBT entre los activistas, y nadie se pregunta quién es qué o deja de ser, la lucha es común y eso es importante.

Para concluir, en el libro hablas de diversas alianzas internacionales con la comunidad LGTBIQA+ romaní que comenzaban a trazarse. ¿Cuál es el panorama diez años después?

Hay diversas iniciativas similares en Europa. Destacaría la participación del movimiento LGBT romaní en el Orgullo de Praga y Berlín [International Queer Pride]. Hay muchos debates abiertos en otras ciudades de toda Europa. Creo que este panorama debería hacerse cada vez más y más visible para que otras personas puedan sumarse.


Fuente: https://www.pikaramagazine.com/2024/10/parece-que-ser-mujer-romani-significa-tener-marido-muchos-hijos-y-una-vida-tradicional/


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