RADIO "PONCHOSVERDES.FM"

sábado, 26 de octubre de 2024

«Cuando una mujer va a un museo aprende que somos inútiles y poco listas»


Entrevista a la historiadora Griselda Pollock



 [Foto: Griselda Pollock (Marta Jara)]

La pionera del enfoque feminista en el arte visita el Museo Reina Sofía para impartir un semanario titulado ‘Yo no debería estar aquí, quizás. Pensamiento feminista y memorias del trabajo artístico en la distopía de la IA’

Cuando la segunda ola de feminismo, entre 1960 y finales de la década de los 80, se preguntaba por qué no había obras de mujeres en los museos, Griselda Pollock (Bloemfontein, Sudáfrica, 75 años) ofreció algunas respuestas. La historiadora del arte reveló en sus investigaciones que la relegación del sexo femenino responde a un sistema construido social y culturalmente durante siglos. Desde el Renacimiento, a las pintoras no se les permitió tomar clases de desnudo y fueron limitadas a las artes decorativas, mientras que el ideal del genio artístico se erigía con atributos masculinos.

Después de la publicación de Antiguas maestras (1981, en España en 2021 por Akal), Pollock no ha dejado de dar talleres en espacios artísticos en ambos lados del Atlántico. Profesora emérita de la Facultad de Bellas Artes de la Universidad de Leeds (Reino Unido) visita España regularmente desde 1969, cuando llegó como au pair, y en esta ocasión dará un seminario el viernes en el Museo Reina Sofía este viernes 25 de octubre titulada Yo no debería estar aquí, quizás.

¿Cuál de los museos españoles le interesa más para sus investigaciones?

He disfrutado muchos. Me encantó ir al Museo del Prado, subir a la planta superior y caminar por esa especie de galerías, y encontrarme con un Leonardo da Vinci que vosotros no creéis que es un da Vinci, pero definitivamente lo es. También participé con el Thyssen en un simposio el pasado enero, a propósito de la exposición Maestras. Participé por Zoom porque he decidido no contribuir a la contaminación del aire con carbono y no volaba desde hace cinco años. He roto mi regla al venir aquí porque lleva tres días en llegar por barco.

¿Pero a cuál de ellos se le puede implementar una perspectiva feminista?

Déjame aclarar algo. El trabajo que hago se llama intervenciones feministas en las historias del arte. La mayoría de los museos presentan una historia del arte, y no se trata de añadirle una perspectiva feminista, sino de deshacer y deconstruir la historia que gran parte de los museos presentan, que está basada en periodos, movimientos, estilos y maestros. Me interesa pedirles a los museos que muestren al público algo más que esta gran narrativa nacional sobre la grandeza del arte español. No se puede simplemente añadir mujeres a esa historia, porque ya está construida sobre jerarquías, supremacías y nacionalismos. El Prado tiene una enorme colección de arte de diferentes periodos y países, pero da la sensación de que están ahí para decir cuán grande fue España, y lo fue; fue un gran imperio. A eso lo llamo diferenciar el canon. No estoy enseñando algo diferente, pero quiero mostrar los diferentes aspectos de lo que se presenta como la historia principal.

¿Cómo evidenciar entonces el lado femenino de la historia en un contexto como el del Museo Nacional del Prado?

No basta con que el Prado añada mujeres a su colección, porque sé que ya ha tenido exposiciones de mujeres artistas, pero las llaman mujeres artistas. Cuando haces una exposición de Velázquez, no dices: “Estoy haciendo una muestra de un artista hombre”; es simplemente un artista. El artista no tiene sexo; es solo Velázquez. Pero cuando se trata de otro grupo que cuestiona la heteronormatividad, el eurocentrismo o el masculino, le ponen un adjetivo: lo llaman mujeres artistas, artistas queer o artistas con discapacidad. Entonces, inmediatamente se nota que hay una jerarquía. Todo lo que no es la norma recibe una etiqueta.

Lo que creo que los museos deben hacer es entender esa estructura y deconstruirla. Puedes invitarme a hacer una exposición feminista, pero eso no deconstruye la estructura. Puedes montar una muestra como la de Maestras en el Thyssen con todas esas creadoras mujeres, pero ¿qué tienen en común? Soy diferente a otras mujeres, por mi edad, religión, historia, sexualidad. No soy solo otra mujer, como tú no eres solo otro hombre. Cada vez que tengo alguna experiencia, la gente me dice “bueno, eres una mujer”. Lo soy, es un hecho, pero no es lo más interesante sobre mí; soy una intelectual, historiadora del arte y muy mala pintora.

Los museos son un brazo educativo de la nación y deben preguntarse qué imagen estoy mostrando de los seres humanos y si es un espejo en el que todo el mundo se vería reflejado. La respuesta es no, porque en la mayoría de los museos aprendo que ninguna mujer ha hecho nada en la historia del arte que merezca la pena poner en las paredes de un museo. Cada mujer que va a un museo aprende que somos inútiles, poco inteligentes y creativas, que no hemos hecho nada que construya la historia de la civilización occidental. Pero eso no cambia si simplemente pones unas pocas mujeres en la institución.

¿No está de acuerdo en que se trate al arte hecho por mujeres como un género en sí mismo o en salas especializadas?

Estoy de acuerdo si organizan el resto de sus salas bajo la misma categoría. Hay que enseñarle a la gente que cada obra de arte tiene algo para ver y aprender, más allá de que sea una pieza de un artista muy importante o del barroco. El arte debe ser tratado como una forma de aprender sobre la complejidad del mundo, sobre cómo la gente ha entendido sus cuerpos, sexualidades, placeres, de formas muy diversas. Los museos cuentan una única Historia del arte, pero podemos usar todas las obras de arte para contar muchas historias. No educamos lo suficiente a la gente para que comprenda lo interesante que es el arte, porque solo decimos esto es un Rembrandt, pero no explicamos por qué Rembrandt pudo pintar todos esos cuadros, quién se los encargó, o por qué tenían dinero para autorizarlo.

¿Siente que sus estudios a principios de la década del ochenta han influenciado en esta ola de libros y exposiciones sobre mujeres?

No, porque todo lo que he escrito durante los últimos 50 años no me llevaría a hacer una exposición de mujeres artistas como grupo colectivo. Uno de mis ejemplos suele ser la famosa pintora Artemisia Gentileschi, que estaba muy interesada en Caravaggio. Quería entender lo que Caravaggio hizo con la pintura y luego hacer algo con ello, pero no como él lo hizo. Así que otra forma de hacer exposiciones es mostrar esas conversaciones que hubo entre los creadores, en lugar de decir: “aquí hay un Caravaggio, aquí hay una Gentileschi”. Expones un mismo tema y muestras cómo lo ha resuelto cada uno. ¿Cuántas veces puedes tener la pintura de una virgen y un Jesús bebé, y seguir encontrando variantes de cómo los dispones en el mismo espacio y hacer que funcione?

¿Cómo lograr una transición a una colección igualitaria de forma natural y sin cumplir la cuota de género?

No voy a decir cómo se debe hacerlo, pero se me ocurren ideas. He comisariado exposiciones en las que he incluido a creadores de diferentes nacionalidades, etnias, sexualidades y géneros, pero los puse en una misma conversación. No me preocupo por las etiquetas, sino por los temas, los problemas y cómo los artistas los abordan y resuelven desde diferentes puntos de vista. La exposición ha sido inclusiva, pero los integrantes se anunciaron por sí solos, sin que yo tuviera que decir este es un hombre queer o esta otra es una mujer de la India. El espectador tiene que hacer algo de trabajo y decir “vale, ¿cómo estos ocho artistas me ofrecen diferentes perspectivas de algo?”.

¿Qué la llevó a cuestionar el rol de la mujer en el arte y escribir Antiguas maestras en 1981?

Hice una licenciatura en historia del arte y no aprendí nada sobre las mujeres. Éramos estudiantes de doctorado junto a la coautora [Rozsika Parker], feministas. En ese entonces, los estadounidenses estaban escribiendo libros sobre mujeres artistas invisibilizadas por la historia y los obstáculos que atravesaron. En los setenta ya existían como ocho libros al respecto, así que nos preguntamos qué hace diferente a nuestro libro, y encontramos varias cosas. Una de ellas es que las mujeres solo fueron excluidas de la historia del arte en el siglo XX.

De hecho, hasta 1950 era muy fácil encontrar información sobre autoras; sus obras estaban en todos los lugares importantes, en los sótanos, pero estaban ahí. Nos basamos en esas colecciones para decir aquí hay una historia del arte de mujeres. Pero luego nos sorprendimos cuando personas como Ernst Gombrich escribieron en los años cincuenta y sesenta los primeros libros de historia del arte sin incluir a ninguna mujer. Lo otro que descubrimos fue que hay toda una estructura detrás de por qué las mujeres han sido excluidas y tratadas como ciudadanas de segundo rango. No solo queríamos los nombres de las artistas, sino entender a quién le interesaba borrar que hubo mujeres científicas, filósofas y creadoras.

Fuente: El Diario



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«Parece que ser mujer romaní significa tener marido, muchos hijos y una vida tradicional»

Entrevista a Vera Kurtiç socióloga y activista feminista, romaní serbia



Entrevistamos a Vera Kurtiç, autora del ensayo ‘Džuvljarke. La existencia lesbiana de las mujeres romaníes’, basado en el contexto serbio, que ha sido traducido a castellano por la editorial Altramuz


Hace diez años Vera Kurtić, socióloga y activista feminista, lesbiana y romaní serbia, escribió ‘Džuvljarke. La existencia lesbiana de las mujeres romaníes’. ‘Džuvljarke’ es el término romaní para designar el lesbianismo de forma peyorativa. Kurtić lo resignifica y se empodera desde él en este libro que investiga la intersección entre ser lesbiana y ser romaní en el contexto de Serbia. Partiendo de ‘La existencia lesbiana’ de Adrienne Rich, Kurtić hilvana reflexiones, investigación y testimonios de diversas mujeres romaníes lesbianas. Entrevistamos a su autora con motivo de su reciente traducción al español de la mano de la editorial Altramuz.

En primer lugar, ¿nos podrías explicar qué te llevó a escribir este libro hace diez años?

Por un lado, creo que siempre es un buen momento para escribir un texto así, aunque ahora las circunstancias sean algo diferentes. En aquel momento, reflexionar sobre la existencia de las mujeres lesbianas romaníes era algo nuevo de lo que apenas se hablaba. Hoy ya, sobre todo en círculos activistas, se da más por hecho. Incluso en las propias comunidades se tiene conciencia de que las identidades LGBT existen en paralelo con la identidad romaní. Pero hace diez años era necesario escribir sobre esto para que dejara de ser un tabú. Es que esta discriminación ni siquiera estaba reconocida por el Comisionado para la Igualdad, que es casi la única institución responsable de velar por la igualdad de todos los ciudadanos.

También, una de las cosas que hizo que me lanzara con el libro fue el hecho de que mucha gente pensase que no hay personas LGBT en la comunidad romaní. Lo hice para llamar la atención de la población heterosexual y mayoritaria de Serbia, que se pone en el centro y juzga todo sólo bajo sus propias experiencias. Lo hice para mostrar que estamos, que existimos. Estaba dirigido a la comunidad romaní y a la comunidad LGBT, pero también a todo el resto de la sociedad, porque hemos sido objeto de burlas de todos ellos.

Por ejemplo, cuando en 1997, junto con más colegas y amigos, fundamos Women’s Space, la primera organización en Serbia que se ocupaba de brindar apoyo a mujeres de múltiples grupos vulnerables, especialmente mujeres romaníes y lesbianas, la intersección romaní y lesbiana no la acababan de tener clara ni otras feministas ni otros círculos romaníes. Creo que eso ya ha cambiado y la gente ha empezado a entender que la lucha por una sociedad más justa y humana debe ser inclusiva e integral.

¿Qué vamos a encontrar en este libro?

Las lectoras pueden encontrar experiencias y pensamientos de mujeres lesbianas romaníes serbias. Creo que muchas personas desde aquí [el Estado español] también van a sentir el dolor común de la chica serbia que cuando iba a ver a su novia tenía que esperar en el banco de enfrente de su casa porque, por ser romaní, no la dejaban entrar. Tal vez la situación o el contexto no tiene por qué ser el mismo, pero el sentimiento de humillación y dolor es universal. Hay muchos testimonios que muestran lo difícil que es estar aislada en el propio dolor y sufrimiento.

 ¿Podrías hablarnos de cómo se vive en Serbia esta doble discrimianción por ser lesbiana y romaní?

Serbia es un lugar donde es difícil ser diferente. Es decir, solo con ser romaní o solo con ser lesbiana ya es suficiente para que te encuentres a diario con mucha discriminación. ¡Pues imagina si eres ambas cosas!, entonces los problemas a los que te enfrentas como mujer romaní y como lesbiana se te juntan.

A esto hay que sumarle que las comunidades a las que perteneces tampoco te van a aceptar; tu familia y amigos te dan la espalda, son violentos contigo porque no te aceptan, y la comunidad LGBT también te rechaza porque está llena de racismo hacia las personas romaníes. Por supuesto, esto es una generalización. También hay familias romaníes que están llenas de comprensión y aceptación, y también hay personas LGBT más abiertas de mente.

¿Ha cambiado este panorama en los últimos años? ¿Está Serbia ahora más abierta a la diversidad? ¿Ha habido alguna mejora en políticas antirracistas o contra la LGTBQIA+fobia?

Aunque me encantaría poder decir otra cosa, Serbia no ha cambiado. ¡Y eso que tuvimos una primera ministra lesbiana! Te pongo un ejemplo: gracias a algunos avances de años anteriores, en 2022 Serbia acogió el Euro Pride y, de repente, el partido gobernante se volvió loco. Aunque durante años el Orgullo se ha celebrarado con normalidad, fue prohibido sin motivo alguno. Hasta esa primera ministra estaba en contra del Orgullo, todo fue increíblemente grotesco.

Y todo estuvo acompañado por la incitación al odio de los medios de comunicación bajo el control del régimen. La violencia aumentó muchísimo en ese momento. Las mentes se lavan y hay que tener cuidado, es muy peligroso, sobre todo en un país que ya de base tiene un nivel de tolerancia tan bajo y que además se cruza con la tensa situación política que ha estado presente en Serbia durante más de tres décadas. No sé qué pasará más adelante, pero todavía no hemos avanzado nada.

Aparecen muchas voces de mujeres lesbianas romaníes que hablan de esta invisibilización dentro y fuera de su comunidad: “Una mujer romaní no puede ser lesbiana”. ¿Podrías hablarnos de esto?

Es alucinante, la gente no concebía que alguien pudiese ser a la vez una mujer romaní y lesbiana. De verdad, me resultaba completamente increíble. Como si ser mujer romaní significase automáticamente tener marido, muchos hijos y vivir un modo de vida tradicional.
Por eso es muy importante hablar de las lesbianas romaníes, o de las personas LGBT romaníes en general, tanto como sea posible, porque entonces es cuando la gente empieza a repensar. Seguro que muchas de las personas que no eran capaces de concebirlo, en el fondo tienen buenas intenciones y simplemente necesitan darle unas vueltas.

Y más allá de esa invisibilización, también hay que recordar que hay muchas mujeres que fueron casadas a la fuerza, a veces cuando eran niñas. Tenemos que pensar en cómo se sienten estas mujeres, pero también esos hombres, si tuvieron siquiera la oportunidad de desarrollar sus identidades. No han podido elegir a quién amarán.

Vera Kurtiçc posa con las editoras de Altramuz, Tamara Gámez y Sandra Carmona
Vera Kurtiçc posa con las editoras de Altramuz, Tamara Gámez y Sandra Carmona

A lo largo del libro hablas de esta invisibilización en la que cual tus comunidades (LGTBQIA+ y romaní) no te aceptan pero las mayorías serbias tampoco lo hacen. Hay muchas historias de novias serbias que ocultan a novias romaníes. ¿Nos podrías contar un poco más sobre esta discriminación?

Creo que entre la mayoría serbia todavía existe un sentimiento de vergüenza si sales con una persona romaní. Si alguien se topa con ese desprecio con frecuencia, todo el rato, empezará a creer que no merece nada mejor. Varias de mis entrevistadas me dijeron que aceptaron relaciones en las que estaba claro que no serían tratadas como iguales por el mero hecho de ser mujeres romaníes. Por eso, es extremadamente importante crear una comunidad de lesbianas romaníes, así como una comunidad romaní LGBT. Tenemos que apoyarnos los unos a los otros y si alguien no nos acepta, nos reforzamos y recordamos que el problema no está en nosotros. Pero cuando estás sola y te tratan así, es difícil aceptarte y amarte a ti misma.

En el libro encontramos muchas historias de violencia psicológica, pero también física. ¿Qué papel cumplen?

La violencia, especialmente la amenaza constante de violencia, tiene como objetivo mantenernos continuamente en un estado de sumisión y miedo. Es un mecanismo probado y comprobado que las sociedades no democráticas aplican a cualquier grupo y tendencia social. Tanto las personas romaníes como las LGBT, así como otros grupos minoritarios, tienen una experiencia histórica de violencia y sufrimiento, como por ejemplo, el genocidio nazi en Europa o las guerras en la ex-Yugoslavia durante los años noventa. El mensaje es que debes ocultar tu identidad tanto como sea posible, de lo contrario sufrirás las consecuencias. De esta forma se aplica el control, no se permite que nadie sobresalga, demuestre que existe, piense diferente, etcétera.

Por eso, el hecho de que existan lesbianas romaníes fue un shock para muchos ciudadanos. El miedo a una posible violencia hace que permanezcamos invisibles. Y esto no se aplica sólo a las lesbianas romaníes, sino también a otros grupos y situaciones. La gente no espera tanta valentía de las mujeres romaníes. Además de querer mejorar nuestra vida como lesbianas y mujeres romaníes, también queremos mejorar el entorno en el que vivimos, oponiéndonos al control y al miedo.

Además, existe el temor de acudir a la policía a denunciar, porque corres el riesgo de recibir aún más violencia. ¿Qué ocurre con este racismo institucional y LGTBIQA+fóbico?

Actualmente, se dan situaciones de brutalidad policial contra las personas LGBT. Por poner un ejemplo, hace poco se denunció un caso de violencia policial física, psicológica y sexual contra un hombre gay y su compañero de habitación, y la fiscalía lo ha desestimado. Esta decisión de la fiscalía no es más que una prolongación de las prácticas de tortura. La gente cada vez confía menos en las instituciones; casi nadie se atreve a denunciar.

Esto provoca la creación de un armario romaní y/o lesbiano. Muchos de los testimonios hablan sobre la imposibilidad de decir la palabra ‘lesbiana’.

Así es, incluso después de la publicación del libro, durante las presentaciones en Serbia y otros países cercanos, me encontré con que muchas de las lesbianas romaníes no querían decir que eran lesbianas. Una de las frases que usaban en su lugar, y que escuché en Macedonia por primera vez era “yo practico ese deporte”. Se siguen utilizando códigos, expresiones ambiguas para subsumir la parte de la personalidad bajo la de la conducta, en lugar de a través de la existencia.

Muchas de tus entrevistadas en el libro imaginan un futuro fuera de Serbia. ¿Crees que esto ha cambiado? ¿Pueden las mujeres lesbianas romaníes imaginar hoy en día un futuro más posible en Serbia?

Lamentablemente, no puedo decir que haya cambiado nada. Después de todo, yo misma he abandonado Serbia. Para mí es importante vivir en un país donde no haya violencia tan abiertamente, ni donde la violencia sea totalmente impune en todos los ámbitos.

En estos diez años, uno de los grandes cambios que ha tenido lugar ha sido el boom de las redes sociales. ¿Crees que las nuevas generaciones en Serbia abrazan más la diversidad?

Se ha vuelto mucho más sencillo crear y publicar contenidos propios, y sí creo en los jóvenes que tienen la valentía de pensar por sí mismos y reflexionar.

¿Crees que ya se ha roto el silencio?

Todavía no lo suficiente, pero creo que sucederá. En los últimos años hemos publicado mucho sobre el activismo LGBT romaní, ha habido muchas críticas, pero también recibimos mucho apoyo, de dentro y de fuera de la comunidad LGTB y romaní, y esto es muy importante. El silencio habrá que ir rompiéndolo poco a poco.

¿Y qué hay del antigitanismo en Europa?

Creo que ni siquiera tenemos información real, porque ocurre todos los días y la gran mayoría de los casos no se denuncia. Sigo el trabajo de, por ejemplo, el European Roma Rights Centre, y creo que la labor de este tipo de organizaciones es muy importante.

Me gustaría destacar la lucha de la comunidad activista romaní en Alemania, especialmente en Berlín, que es donde vivo actualmente. Ahora se han organizado contra la última medida racista del ferrocarril alemán que [con motivo de la construcción de un túnel para una nueva línea] pretende retirar el monumento a las víctimas romaníes del genocidio que, por cierto, ¡es el único que hay en toda Europa! Hay personas LGBT entre los activistas, y nadie se pregunta quién es qué o deja de ser, la lucha es común y eso es importante.

Para concluir, en el libro hablas de diversas alianzas internacionales con la comunidad LGTBIQA+ romaní que comenzaban a trazarse. ¿Cuál es el panorama diez años después?

Hay diversas iniciativas similares en Europa. Destacaría la participación del movimiento LGBT romaní en el Orgullo de Praga y Berlín [International Queer Pride]. Hay muchos debates abiertos en otras ciudades de toda Europa. Creo que este panorama debería hacerse cada vez más y más visible para que otras personas puedan sumarse.


Fuente: https://www.pikaramagazine.com/2024/10/parece-que-ser-mujer-romani-significa-tener-marido-muchos-hijos-y-una-vida-tradicional/


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viernes, 25 de octubre de 2024

Claudia Goldin, primera mujer en ganar en solitario el Nobel de Economía


Fuentes: Nueva Tribuna

Por primera vez en la historia una mujer ha ganado en solitario el reconocido Premio Nobel de Economía. Elinor Ostrom y Esther Duflo consiguieron dicho reconocimiento en los años 2009 y 2019 pero en compañía de Oliver Williams la primera y de Abhijit Banerjee y Michael Kremer la segunda.

Este galardón es una demostración más de cómo el mundo académico, al igual que el social o deportivo, van reconociendo (muchas veces a regañadientes y con momentos de fuerte tensión) la aportación y la capacidad de muchas mujeres en todos los campos del conocimiento y la actividad humana.

El tema central de investigación de Claudia Goldin es el estudio de las razones que provocan la discriminación de la mujer en el mundo del trabajo, el análisis de la brecha salarial entre hombres y mujeres, de la diferente presencia en la escala jerárquica laboral y de las raíces profundas culturales e ideológicas, ancladas en el rol social que los hombres hemos asignado a las mujeres como su actividad prioritaria: La maternidad, las tareas del hogar y el cuidado de los miembros de la familia.

Sus estudios sobre el “presentismo”, “la dedicación exclusiva” del hombre al trabajo y del papel “secundario” asignado a la mujer, que siguen presentes en muchas civilizaciones actualmente y con signos de involución en algunas otras, han contribuido de forma decisiva a visibilizar y dar fortaleza a las reivindicaciones de la mujer en los diferentes sectores de la producción y de la actividad social.

Mujer de amplio recorrido académico, nacida en Nueva York en mayo de 1946, estudió en las Universidades de Cornell y Chicago, profesora en las  universidades de Wisconsin, Princeton, Pensilvania y desde hace 33 años en Harvard, es miembro de la Academia Nacional de Ciencias de Estados Unidos y de la Oficina Nacional de Investigación Económica. Ha demostrado en sus trabajos que la desigualdad laboral de género no se reduce a medida que la economía crece, sino que evoluciona de forma irregular en función de diversos factores.

Goldin es conocida por su trabajo histórico sobre las mujeres y la economía. Sus artículos más destacados en el área se refieren a la historia de la búsqueda de una carrera profesional y una familia por parte de las mujeres, la educación mixta en la educación superior, el impacto de los anticonceptivos en las decisiones profesionales y matrimoniales de las mujeres, los apellidos de las mujeres después del matrimonio como indicador social, las razones por las cuales las mujeres son ahora la mayoría de los estudiantes universitarios y el nuevo ciclo y especialización del empleo femenino.

Goldin comenzó su carrera investigando la historia de la economía del sur de Estados Unidos. Su primer libro, Urban Slavery in the American South, fue su tesis doctoral en la Universidad de Chicago. Junto con Frank Lewis, escribió el artículo «The Economic Cost of the American Civil War» (El costo económico de la guerra civil estadounidense) (1978)7

Más tarde trabajó con Kenneth Sokoloff sobre la industrialización temprana en los EE. UU. y el papel de las trabajadoras, el trabajo infantil y las familias inmigrantes y de clase trabajadora. Hizo hincapié en que las trabajadoras habían sido ignoradas en gran medida en la historia económica y se propuso estudiar cómo evolucionó la fuerza laboral femenina y su aportación al crecimiento económico y al desarrollo de las sociedades del bienestar.

Entre sus principales artículos están Monitoring Costs and Occupational Segregation by Sex: A Historical Analysis (Monitoreo de costos y segregación ocupacional por sexo) (1987)8​, Life Cycle Labor Force Participation of Married Women (Participación de las mujeres casadas en la fuerza laboral del ciclo de vida) (1989) y The Role of World War II in the Rise of Women’s Employmen (El papel de la Segunda Guerra Mundial en el aumento del empleo femenino) (1991)

Defensora firme de la conciliación entre la vida familiar y laboral reivindica la participación del hombre y la mujer en el cuidado de los hijos y en los permisos de paternidad y maternidad que considera deben ser similares para no penalizar en el trabajo a la mujer. Se sigue considerando que el hombre que disfruta y exige su derecho de paternidad es un mal trabajador, mientras que la mujer que no lo hace se intuye que es una mala madre.

Al buscar el origen de la discriminación cree que este radica en los mecanismos de promoción interna de las empresas, en políticas de personal y recursos humanos abiertamente machistas y que han contribuido a perpetuarse con el paso del tiempo, incluso en las sociedades democráticas occidentales.

Su libro Understanding the Gender Gap: An Economic History of American Women (1990) cuenta la historia del aumento del empleo femenino en los EE. UU. desde el siglo XVIII hasta finales del siglo XX, su papel en el crecimiento económico y por qué han existido brechas de género en los ingresos y el empleo y continúan existiendo en el presente.

Después de escribir su libro sobre la historia económica de la fuerza laboral femenina, Goldin se propuso investigar la historia de la educación en Estados Unidos. Comenzó con una serie de artículos sobre el movimiento de la escuela secundaria y la configuración de la educación superior en los EE. UU. que culminó con su discurso presidencial de la Asociación de Historia Económica, The Human Capital Century and American Leadership: Virtues of the Past (El siglo del capital humano y el liderazgo estadounidense: virtudes del pasado) (2001).

 Luego trabajó con Lawrence Katz para comprender la historia de la desigualdad económica en Estados Unidos y su relación con los avances educativos. Su investigación produjo numerosos artículos sobre el tema y culminó con la publicación de The Race between Education and Technology (La carrera entre educación y tecnología) (2008). La pareja también trabajó en conjunto para determinar el valor de una educación universitaria en el mercado laboral a través de su artículo de 2016 The Value of Postsecondary Credentials in the Labor Market: An Experimental Study (El valor de las credenciales postsecundarias en el mercado laboral: un estudio experimental).

Goldin continuó trabajando en varios temas de actualidad y muchos pasaron a formar parte de los volúmenes que editó conjuntamente. Estos incluyen los orígenes de la restricción de la inmigración, la creación del seguro de desempleo en Estados Unidos y el papel de la prensa en la reducción de la corrupción.

Durante esos años también publicó una serie de importantes artículos sobre género: Orchestrating Impartiality: The Effect of ‘Blind’ Auditions on Female Musicians (Orquestar la imparcialidad: el efecto de las audiciones ‘ciegas’ en las músicas) (con Rouse, 2000) se encuentra entre sus artículos más citados. The Power of the Pill: Oral Contraceptives and Women’s Career and Marriage Decisions. (El poder de la píldora: anticonceptivos orales y decisiones de carrera y matrimonio de las mujeres) (Con Katz, 2002) y The U-Shaped Female labor Force Function in Economic Development and Economic History (La función de la fuerza laboral femenina en forma de U en el desarrollo económico y la historia económica) (1995) son algunos de sus artículos pioneros.

Luego comenzó a centrarse en la búsqueda de una carrera y una familia por parte de las mujeres universitarias y en las razones de la persistente brecha de género en los ingresos. Su libro Career & Family: Women’s Century-Long Journey toward Equity ​(Carrera y familia: el viaje centenario de las mujeres hacia la equidad) contiene la historia completa y concluye con el impacto de la pandemia en las carreras de las mujeres y la equidad de las parejas.

El Premio Nobel viene a corroborar el amplio reconocimiento académico de su figura y supone un importante logro para el avance de sus ideas de defensa de la igualdad entre las mujeres y los hombres tanto en el ámbito laboral como social.

Fuente: https://www.nuevatribuna.es/articulo/sociedad/claudia-goldin-primera-mujer-ganar-solitario-nobel-economia/20231010135829218052.html



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martes, 15 de octubre de 2024

Las calles de Chile vuelven a gritar aborto legal



Fuentes: Rebelión

Y, además, las cabras siguen llegando.

Un feminismo socialista debe insistir en la acumulación de fuerzas y la politización popular que solo produce la movilización. No hay atajo posible.

El pasado viernes, en vísperas del 28 de septiembre, diversas organizaciones feministas a lo largo del país convocaron a marchas y acciones territoriales exigiendo la legalización del aborto en Chile. Al igual que el año pasado, fue una jornada que sacó a miles de manifestantes a las calles detrás de la consigna «Aborto legal es justicia social», a solo unos meses de que el gobierno de Boric presente el proyecto de Ley de Aborto —comprometido para diciembre de este año— que busca garantizar, al fin, nuestro derecho a decidir.

Este hito de movilización latinoamericana por un aborto legal y seguro tiene sus orígenes en la larga historia internacionalista y antirracista del movimiento feminista. La fecha fue acordada en el V Encuentro Feminista Latinoamericano y del Caribe de 1990 en San Bernardo, Argentina. La delegación brasileña propuso conectar la lucha por los derechos sexuales y reproductivos con otro 28 de septiembre, el de 1871, día en que se promulgó en Brasil la Ley de Libertad de Vientres, que declaró libres a todos los hijos e hijas nacidos de mujeres esclavizadas.

Me puedo imaginar a las compañeras brasileñas levantando la mano en plena asamblea para hacer pública su iniciativa. También veo al resto de las latinoamericanas reconstruyendo parte de la incesante historia de lucha contra la esclavitud y el lugar de las mujeres en todo ello. Probablemente hayan comentado cómo ese fue uno de los primeros pasos del largo camino a la abolición real (y no solo formal) del yugo esclavista[1]. Un camino que inició en los vientres de las mujeres, no solo en Brasil sino en todo un continente que, a tientas, contra la inercia y la abierta oposición oligárquica, se fue sacudiendo de sus herencias coloniales. Lejos de ser algo reciente o un tema valórico, el derecho al aborto es parte de una lucha histórica por la emancipación general, y el 28 de septiembre es ante todo un hito que conmemora esta —nuestra— larga lucha por la libertad.

Este año en Chile marchamos sabiendo que el debate público en torno a la legalización del aborto volverá a ser central dentro y fuera del Congreso, tal como sucedió unos años atrás con la «Marea Verde» argentina. La elaboración del proyecto de ley que garantice el derecho a decidir en toda circunstancia, sin restricción de causales ni «objeción de conciencia institucional», ya está en curso.

Foto: Bárbara Berrios C (@vuelosinprisa)

Este es, al mismo tiempo, el mejor y el peor momento para abrir esta conversación. Si hoy contamos con una aceptación generalizada entre la sociedad sobre la necesidad de despenalizar el aborto, ha sido gracias a años de movilizaciones y militancia feminista volcada a intervenir en el sentido común, insistiendo en que se trata de una urgencia de salud pública y que la posibilidad de abortar es, la mayoría de las veces, una cuestión de clase. Distintas encuestas lo corroboran: existe mayoritaria aprobación del aborto en las tres causales que reconoce la Ley IVE de 2017 (Interrupción Voluntaria del Embarazo), y una creciente aprobación del aborto en toda circunstancia. Lejos está de ser una reivindicación minoritaria, identitaria o incluso woke, tal como señalan las modas de turno entre algunos cientistas sociales. Por el contrario, no es exagerado señalar que este es hoy uno de los mayores consensos sociales en nuestro país.

Creo importante insistir en la lección que esto representa para la izquierda en su conjunto. El movimiento feminista ha sido capaz de desplegar una política de disputa por la hegemonía que ha sabido (y debido) sobreponerse, en cada momento, a los intentos de restauración patriarcal. Con toda las tribunas mediáticas a su disposición, diferentes sectores han buscado, una y otra vez, apuntar al aborto como responsable de abrir un flanco de polémica dentro de la sociedad e incidir en resultados electorales desfavorables, particularmente en el caso del plebiscito de salida de la Convención Constitucional en 2022.

Algo esperable de la derecha, pero que también lo vivimos dentro de los propios partidos y movimientos de izquierda. No es casual que durante el primer proceso constituyente esta haya sido la primera Iniciativa Popular de Norma en alcanzar el apoyo ciudadano para ingresar al debate en la Convención y que, casi dos años después, fuera un factor determinante en impedir que se aprobara la propuesta constitucional apoyada por la ultraderecha en el último plebiscito.

El riesgo de retroceder en las tres causales de la Ley IVE, especialmente en la de violación, fue un factor decisivo para el voto «en contra», particularmente entre las mujeres de los sectores populares. Los últimos debates electorales en los que ha pisado fuerte la ultraderecha (como la segunda vuelta presidencial entre Kast y Boric en 2021 y el plebiscito de salida del Consejo Constitucional 2023) pusieron en evidencia la amplia conciencia de la amenaza que supone el proyecto de la ultraderecha para la vida de mujeres y disidencias. Y, en momentos decisivos, esto ha constituido un cordón sanitario para su avance por abajo.

Foto: Carolina Rubilar (@bit4cora_audiovisual)

Sin embargo, como decíamos más arriba, este es también —qué duda cabe— uno de los momentos más desafiantes y complejos para entrar en esta batalla. A pesar de que por primera vez va a ser presentado en Chile un proyecto de Ley de estas características, la correlación de fuerzas dentro del actual Congreso está lejos de ser favorable. Si bien se han alcanzado los votos para leyes relativas a violencia de género o laboral (tal como la Ley integral contra la violencia hacia las mujeres y la Ley Karin), la reforma a la Ley Antidiscriminación y la Ley de Educación Sexual Integral fueron rechazadas estrepitosamente.

A cinco años del estallido social, además, el desgaste político ha generado una evidente retirada de la calle en tanto espacio de intervención pública. Cada vez es más difícil convocar a manifestaciones masivas, aunque motivos no faltan. Pero la fatiga activista y la desorientación han atravesado casi todos los espacios que dieron impulso a las movilizaciones de las últimas décadas.

A esto se suma que el Gobierno, en lugar de buscar el apoyo a su programa en las calles, ha optado por intensificar la política represiva, la criminalización de la protesta social y la impunidad para la violencia policial. Todo lo contrario de lo que cabría esperar de un conglomerado supuestamente progresista cuyos principales liderazgos fueron forjados al calor de las marchas universitarias en defensa de la educación pública. No es casualidad que hoy sea precisamente el movimiento estudiantil el sector al que más le está costando retomar una voz propia y organizada después de años de crisis.

Así y todo, la marcha convocada el viernes pasado reunió a miles de mujeres, niñas y disidencias de todas las edades, sobre todo jóvenes. Ese día marché junto a mis compañeras de la Coordinadora Feminista 8M. Llevaba un cartel que aludía al sueldo de 17 millones que recibe la exministra de Educación del Gobierno de Sebastián Piñera, Marcela Cubillos, por una inespecífica actividad académica en la Universidad San Sebastián (y todo el Misoprostol que compraríamos con tamaña suma).

Entonces se me acercó Geraldine. La había conocido unas semanas atrás en el Día de los Derechos Humanos a propósito de una actividad organizada en su liceo de la comuna de La Cisterna, en Santiago. Fui invitada a hablar sobre feminismo en un foro organizado por el Club de Debate, el Centro de Alumnos y algunos profesores de Historia. Los estudiantes prepararon cada detalle: cómo presentarnos, las preguntas a cada panelista, el café con galletitas y la discusión.

Entre otras cosas, me preguntaron si pensaba que el feminismo de hoy era muy extremo o radical. Aproveché la provocación y contesté que no había nada más extremista que las señoras del Movimiento por la Emancipación de las Mujeres de Chile (MEMCH) que en 1935 se propusieron levantar un programa por la autonomía económica, política y biológica de las mujeres. Que habían luchado por nuestro derecho a ser sujetas políticas mientras se organizaban con núcleos en todo el país por el sufragio universal, contra la guerra, contra el avance del fascismo y por el reconocimiento de los derechos sexuales y reproductivos, particularmente de las mujeres de la clase trabajadora.

Les dije a los estudiantes que participaban de la jornada que ojalá siguiéramos siendo tan «extremistas» como Elena Caffarena u Olga Poblete —fundadoras del MEMCH— en el presente. Que ojalá nuestra radicalidad sea tal que nos permita ser parte de una emancipación general, porque el feminismo no es cosa solo de mujeres. Con eso, diría que hasta los estudiantes más escépticos se entusiasmaron. Creo que les gustó la respuesta porque al final se me acercó un grupo, entre ellas Geraldine, para que organizáramos más actividades y jornadas sobre feminismo en el liceo. Les dije que por supuesto, que esa era la idea.

Cuando nos encontramos en la marcha la vi radiante. No le alcancé a preguntar, pero me imagino que es de las primeras a las que asiste. Geraldine tiene 15 años, y ese día en la tarde seguramente fue a cambiarse el uniforme después de clases para luego llegar a la Alameda y encontrarse con muchas otras recién llegadas entre pañoletas verdes y lienzos.

Foto: Carolina Rubilar (@bit4cora_audiovisual)

En alguna reunión con otras organizaciones feministas escuché hablar despectivamente del «feminismo de las recién llegadas», que salen a marchar sin conocer mucho de la historia o los planteamientos feministas. Ya entonces lo dijimos varias: no hay mayor orgullo de este ciclo internacional de movilizaciones feministas de masas que colmar las calles de quienes salen por primera vez con la intuición de que con su presencia se juega algo importante, vital. Nuestra tarea es producir las condiciones para recibirlas.

Hablamos con Geraldine de retomar el plan de hacer algo sobre feminismo con sus compañeras del liceo. Me pidió que la esperara solo un par de semanas porque están preparándose para un torneo de debate. Sonreí fuerte recordando mi propia experiencia en un club de debate hace muchos años. Luego de despedirnos, me emocioné y me di cuenta que había venido a encontrarme con ella. Que esta tarea militante que hemos asumido de levantar y sostener la movilización de masas es cansadora y está llena de tensiones, pero al mismo tiempo es necesaria y urgente.

Propiciar la radicalidad de estos encuentros y traspasos generacionales tanto como ese deseo decisivo de avanzar juntas sin dar ni un paso atrás son hoy tareas indispensables. Porque, aunque necesarios, la presentación de proyectos legislativos, la agitación en redes sociales o la disputa mediática no son suficientes. La experiencia latinoamericana ha demostrado una y otra vez que la disputa política no puede olvidarse de las calles. Un feminismo socialista ha de insistir en la acumulación de fuerzas y la politización popular que solo produce la movilización. No hay atajo posible.

Y, además, las cabras siguen llegando.

Notas

[1] Cabe señalar que Brasil fue el último país de la región en abolir la esclavitud, en 1888.

Fuente: https://jacobinlat.com/2024/10/las-calles-de-chile-vuelven-a-gritar-aborto-legal/





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sábado, 12 de octubre de 2024

«La sexualidad es el núcleo fundamental sobre el que se sostiene el sistema patriarcal»

Sobre el consentimiento sexual // Entrevista a la socióloga feminista Rosa Cobo


Fuentes: ttps://geoviolenciasexual.com

La ficción del consentimiento sexual (Catarata, 2024) el último libro de Rosa Cobo Bedia, socióloga, escritora, profesora e investigadora, arroja luz sobre las trampas en el debate sobre la prostitución o los límites de lo que se reconoce como violencia sexual. También analiza la importancia que ha tenido hasta ahora en las sociedades patriarcales el consentimiento como sometimiento o que no puede haber consentimiento sin libertad ni igualdad.


La autora está en permanente movimiento, ocupa un lugar destacado en el pensamiento feminista español y alterna la escritura de ensayos con la investigación académica, la docencia y las conferencias que imparte en distintos ámbitos (no sólo el feminista). Ahora tiene un entusiasmo especial por un nuevo proyecto que comenzará a materializarse el 30 de septiembre próximo, el máster en violencia sexual de la Universidad Ramon Llull.

Rosa Cobo en las primeras páginas de su libro advierte: “Hoy, la discusión sobre el consentimiento sexual es un espacio de disputa entre aquellos sectores que proponen este mecanismo político para legitimar sus espacios de poder y aquellos otros, los sectores feministas, que argumentan que este concepto debe ser politizado y resignificado para dotar de autonomía y credibilidad a las mujeres”.

– ¿De qué manera podemos resignificar el consentimiento sexual desde el marco feminista?

– El consentimiento sexual nos remite de una forma inmediata al universo de la sexualidad: el debate sobre la prostitución y pornografía no se pueden dejar de analizar sin tener en cuenta el consentimiento sexual. Estas cuestiones nos remiten a la sexualidad y la sexualidad es el núcleo fundamental sobre el que se sostiene y asienta el sistema patriarcal. Desde la teoría feminista, hablar de consentimiento sexual es hablar de sexualidad y hablar de sexualidad es hablar del corazón del sistema patriarcal.

– En tu libro haces referencia a la importancia que tuvo la revolución sexual en la cuestión del consentimiento sexual.

– La sexualidad se coloca en el debate público fundamentalmente a comienzos del siglo XX, con el psicoanálisis. Luego, la sexualidad se va a introducir en la agenda cultural y en la agenda política con la revolución sexual y Mayo del 68. Al principio, dice Eva Illouz(socióloga y escritora francesa), que la revolución sexual no tiene sexo. Es decir, la revolución sexual fue reivindicada por los hombres y por las mujeres; la prueba es la influencia enorme que tuvo en el feminismo radical. Pero poco a poco, a medida que la revolución sexual se va desarrollando, es reapropiada por los varones; traducido en clave feminista: la revolución sexual se convierte en la disponibilidad sexual de las mujeres para el acceso de los varones. Cuando la revolución sexual comienza a desarrollarse, muy poco tiempo después aparecen las políticas económicas neoliberales que serán un extraordinario filón en esa sexualidad volcada a construir un mercado de consumo.

“A medida que la revolución sexual se va desarrollando, es reapropiada por los varones”

– ¿Entonces ahora estaríamos en ese estatus en el que la sexualidad es una mercancía más del capitalismo?

– Ahora mismo, el mercado de consumo no hace más que ensancharse y ha aparecido una categoría nueva dentro de ese imaginario de la sexualidad, la del consentimiento sexual, transformada en una instancia fundamental de legitimación de todos los procesos de articulación de las mujeres como mercancías. El consentimiento sexual aparecerá estrechamente vinculado a la exaltación de un individualismo extremo y, en ese proceso de mercantilización que representan la prostitución y la pornografía, las propias mujeres se van a poner al servicio de la aceptación del dominio patriarcal.

– El contrato sexual al que se refiere Carole Pateman, un pacto entre hombres para distribuirse el acceso a las mujeres a través del matrimonio y de la prostitución: ¿consideras que sigue vigente en el siglo XXI?

– El matrimonio se sigue manteniendo como el eje de la vida entre hombres y mujeres y la prostitución lo único que hace es ampliarse cada vez más. De modo que yo creo que el contrato sexual sigue articulando el sistema patriarcal en el siglo XXI. Ahora bien, también creo que hay intentos por romper el contrato sexual y esos intentos vienen, por una parte, del feminismo; el feminismo no acepta esa política de reparto de mujeres que significa el contrato sexual, ni acepta que las mujeres seamos objetos sexuales. O sea que, para el feminismo las mujeres no somos objetos sexuales ni mercancías. El feminismo quiere desactivar el contrato sexual; por otra parte, hay otros grupos que también están interesados en desactivar el contrato sexual.

– ¿A qué grupos te refieres? 

– Según Celia Amorós, a todos aquellos que se sitúan en el paradigma del imaginario libertino. Es decir, aquellos que sostienen que todas las mujeres son para todos. Dentro de ese imaginario entran los puteros y los proxenetas, entra toda esa cadena de mercenarios que sostienen el sistema patriarcal. Entran los feminicidas de Ciudad Juárez y de todos los sitios.

“El feminismo no acepta esa política de reparto de mujeres que significa el contrato sexual”

– Con esto que dices, se me viene a la cabeza el reciente caso de Gisèle Pelicot, en Francia, la mujer a la que su marido drogaba para que fuera violada por decenas de hombres.

– Efectivamente, el caso de Francia es muy extremo, pero al mismo tiempo muy paradigmático, en el que vemos los pequeñísimos límites que pone el sistema patriarcal al poder masculino y que se concretan en el contrato sexual.

– Enlazando a Carole Pateman con Catharine MacKinnon, ¿el consentimiento en el contrato sexual es una trampa para las mujeres?

– MacKinnon publicó el año pasado un libro en Francia, que traducido al castellano se llamaría “La violación redefinida: contra el consentimiento sexual. A favor de la igualdad”. Sostiene que el consentimiento sexual es inviable entre redes patriarcales y también que llevar el consentimiento sexual al código penal es una operación que se volverá contra nosotras. Yo no sé si eso va a ser así y quiero pensar que no.

– Una jurista te diría que hay que matizar esa idea de MacKinnon.

– Ya me lo han dicho, pero como yo no soy jurista, no quiero entrar en esto sino en la otra parte. Después de tres siglos de luchas políticas feministas, no creo que se pueda seguir manteniendo la absoluta y radical inviabilidad del consentimiento sexual. Primero: las mujeres están reclamando tener intercambios sexuales que sean gratificantes y consentidos por su parte; ellos consienten, claro, el consentimiento está de parte de los varones. En segundo lugar, estos tres siglos de historia de lucha feminista han modificado la vida de las mujeres, de todas, pero de algunas más que de otras y hay mujeres que tienen la posibilidad de consentir mucho más que otras. Y esto está relacionado con que han aparecido espacios de igualdad para las mujeres y se han concretado políticamente derechos. Yo creo que esto hace que no podamos seguir afirmando de una forma rotunda que el consentimiento sexual es inviable para todas las mujeres. En el consentimiento sexual hay grados, hay mujeres que no pueden consentir cuando son adolescentes, pero sí cuando son maduras; hay sociedades con unos niveles mucho más significativos de igualdad, donde el consentimiento sexual tiene una densidad mayor que en otras sociedades, en las que simplemente es inexistente. Entonces, el consentimiento sexual es una ficción para la mayoría de las mujeres del mundo, sin embargo, hay pequeños grupos de mujeres que se acercan a grados mucho mayores de consentimiento sexual. Esto está relacionado con el título del libro, al que he llamado La ficción del consentimiento sexualporque es una ficción política como lo es la democracia, o la categoría de ciudadanía. El consentimiento sexual es esa categoría, ese valor ético-político al que las mujeres queremos llegar.

– Entonces, ¿podemos concluir que hay un lugar para el consentimiento sexual en la evolución de los derechos de las mujeres?

– ¡Tiene que haber un lugar para el consentimiento sexual! Ese es el asunto. Las mujeres estamos reclamando intercambios sexuales gratificantes y consentidos, y eso es algo de lo que la agenda feminista se está haciendo cargo, ¿no? Las mujeres queremos relaciones sexuales que sean consentidas y que nos gusten, sobre eso no hay ninguna duda, porque eso ha sido lo que ha hecho que salgan millones de mujeres a la calle en el 2017 y en el 2018 con la cuarta ola feminista, articulada alrededor de la lucha contra la violencia sexual y a favor del consentimiento sexual. Esto no excluye que el consentimiento sexual sea un camino extraordinariamente difícil de recorrer para las mujeres.

“Tiene que haber un lugar para el consentimiento sexual”

– También explicas con claridad en qué se diferencia el feminismo de otros movimientos que se consideran feministas y no lo son.

– Hay sectores de la izquierda entre los que está la nueva izquierda (aunque también sectores de la vieja izquierda), que han reeditado aquella famosísima tesis de que la contradicción principal es la contradicción de clase y la contradicción secundaria es la contradicción patriarcal. Es el caso de Nancy Fraser y los postulados que defiende el feminismo para el 99%. Cuando esta izquierda contempla el mundo, lo que ve es que el capitalismo neoliberal es el monstruo principal, todos los movimientos sociales tienen que colaborar en la destrucción de este monstruo y someterse a esa lucha de clases. En cambio el feminismo sostiene que el capitalismo neoliberal es una fuente inagotable de desigualdad y violencia contra las mujeres, pero que ese capitalismo neoliberal -utilizando la terminología o el concepto de Kate Millett– tiene una política sexual, y la obligación y la tarea histórica del feminismo es luchar contra la política sexual del capitalismo neoliberal. Mientras que la izquierda tiene la obligación de luchar contra el capitalismo neoliberal, nosotras tenemos que centrarnos y focalizar la lucha política en los efectos y el impacto que el capitalismo neoliberal tiene sobre las mujeres. Esto es lo que no está presente en el feminismo para el 99%, profundamente impregnado a su pesar, por toda la ideología del individualismo y capitalismo neoliberal. Consideran que la prostitución, los vientres de alquiler o la pornografía son aceptables porque salen de la decisión de las mujeres. Entonces, en primer lugar, ese análisis es confuso; y en segundo lugar, no es feminista.

El feminismo tiene que “focalizar la lucha política en los efectos y el impacto que el capitalismo neoliberal tiene sobre las mujeres”

– Este análisis que haces incluye al movimiento queer y al libertarismo sexual, ¿verdad?

– A ver: me gustaría que se entendieran dos matices que expongo en mi libro sobre esta cuestión. Primero, el marxismo no es feminista porque su sujeto político es la clase trabajadora. La teoría queer no es una teoría feminista porque su sujeto político no son las mujeres, sino todos aquellos individuos, hombres y mujeres, que están sometidos a procesos de persecución sexual.

Con respecto al segundo matiz, la teoría queer persigue un objetivo y es debilitar los códigos que tienen que ver con la sexualidad. La sexualidad también es un objeto de lucha política para las feministas, sin embargo, el feminismo no puede centrar su agenda política en la libertad sexual. El feminismo tiene que articular su agenda política contra la violencia sexual porque las feministas estimamos que la reducción y la desactivación de la violencia sexual va a tener como consecuencia y como efecto el aumento de la libertad sexual. El libertarismo sexual se mueve en el ámbito de la libertad sexual y el feminismo se mueve en el ámbito de la lucha contra la violencia sexual, que es la gran epidemia del siglo XXI.

– ¿Qué importancia tiene el consentimiento sexual en la agenda política feminista?

– El consentimiento sexual está en el propio corazón de la agenda política del feminismo. Para el libertarismo sexual el consentimiento se concreta en la voluntad, mientras que para el feminismo el consentimiento se concreta en el deseo y en la igualdad, es en este punto donde se diferencian. ¿Por qué el libertarismo sexual dice que cuando una mujer dice “sí” o asiente de cualquier manera, hay consentimiento? Por una razón estratégica: para el libertarismo sexual la definición de violencia sexual está restringida, de modo que el impacto en el derecho penal es menor (representado en el antipunitivismo). La visión que tiene el libertarismo sexual sobre el consentimiento sexual es muy limitada. La lucha por el consentimiento sexual que reivindica el feminismo es la lucha contra la violencia sexual y a favor de la igualdad entre hombres y mujeres.

“El feminismo se mueve en el ámbito de la lucha contra la violencia sexual, que es la gran epidemia del siglo XXI”

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Libro: «La ficcion del consentimiento sexual». Autora : Rosa Cobo

– En el capítulo 4, De “las otras” al “nosotras”, profundizas sobre las mujeres como sexo, el “nosotras” es un genérico para la emancipación de las mujeres. Señalas a Mary Wollstonecraft como una de las autoras feministas que puso la primera piedra sobre este concepto. ¿Puedes ampliar esta idea? 

– Mary Wollstonecraft en Vindicación de los derechos de la mujer explica que no habla en su nombre sino en nombre de su sexo. ¿Por qué habla de las mujeres como un genérico? Las mujeres estamos sometidas a opresión, discriminación y procesos intensísimos de desigualdad. También ella habla de cómo los hombres han construido una segunda naturaleza para las mujeres que el feminismo ha categorizado como gender (género). Esto significa que el sistema patriarcal ha construido unas estructuras materiales y simbólicas, y un conjunto de valores para que las mujeres nos construyamos -como diría Simone de Beauvoir-, como el segundo sexo. La opresión y la explotación de las mujeres se origina, a juicio del feminismo radical, en nuestras capacidades sexuales y reproductivas. Por lo tanto, no se pueden entender la prostitución y la pornografía sin el sexo. Tampoco se pueden entender el trabajo doméstico y la feminización de la pobreza sin la categoría sexo. El feminismo tiene que recuperar la categoría de sexo y también la categoría de género, entendido este último como esa segunda naturaleza de la que hablaba Mary Wollstonecraft, un conjunto de estereotipos que nos colocan en una posición de subordinación.

– ¿Qué pasa con los hombres, Rosa? ¿Por qué el genérico masculino calla ante la cultura de la violación y no debate sobre estos temas ni problematiza el consentimiento sexual?

– Creo varias cosas. La primera es que la línea de investigación académica feminista es una línea de investigación de segunda categoría y los varones no quieren trabajar líneas de investigación que no sean hegemónicas ni dominantes. Desde un punto de vista más explícitamente político, tenemos que pensar que existen dos cuestiones: por una parte, existe el sistema patriarcal y por otra parte existen los varones individuales. En el sistema patriarcal, los varones tienen una relación con ese sistema de dominación de la que no pueden abdicar, independientemente de que algunos de ellos quieran hacerlo. Los movimientos sociales y políticos se crean para luchar por derechos y los varones tienen que crear movimientos para abdicar de los derechos que el sistema patriarcal les ha otorgado. Es una situación compleja. Por eso es más fácil ver a los varones que se organizan para defender sus privilegios que para abolirlos.

– Eres una militante del movimiento abolicionista global. ¿Cómo ves el futuro del abolicionismo? ¿Crees que conseguiremos en España pronto la ley abolicionista del sistema prostitucional?

– El abolicionismo español es un movimiento fuerte y ha impregnado mucho a la sociedad, ya que ha disminuido el porcentaje de la opinión pública a favor de la prostitución y creo que eso lo podemos verificar en todos los sondeos de opinión que se hacen. El abolicionismo se ha colocado en el corazón del feminismo y de su agenda política. A mí me parece que esto es un elemento constitutivo del feminismo español. Ahora: ¿cómo debemos luchar las abolicionistas? En tres niveles: es necesario seguir construyendo en el espacio académico un marco de análisis que desenmascare la ficción del consentimiento sexual y el significado de la sexualidad de las mujeres en el sistema patriarcal. Después, en las organizaciones feministas tenemos que seguir situando el abolicionismo en un lugar de fortaleza, llevar nuestra lucha política a la calle y dirigir nuestras acciones políticas a la sociedad civil. En tercer lugar, tenemos que trabajar en el plano institucional: hacer alianzas con otros movimientos sociales, establecer afinidades con otros grupos que sin ser feministas son abolicionistas; y presionar al poder político para que lo introduzca en su agenda y aplique políticas abolicionistas.


Fuente: https://geoviolenciasexual.com/rosa-cobo-la-sexualidad-es-el-nucleo-fundamental-sobre-el-que-se-sostiene-el-sistema-patriarcal/







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miércoles, 9 de octubre de 2024

El silencio atronador de las mujeres afganas


Fuentes: The Conversation

Los derechos humanos de las mujeres y de las niñas en Afganistán han estado bajo constante y cruel asedio por el Gobierno de facto de los talibanes. En semanas recientes, sin embargo, las restricciones han tomado proporciones insólitas: la Ley para la Propagación de la Virtud y la Prevención del Vicio, expedida en agosto de 2024 –la ley de moralidad–, prohíbe a las mujeres hablar en público por considerar que la voz femenina solo debe expresarse en un entorno íntimo, e incluso les impide cantar públicamente.

Cuando se lee esta noticia en la prensa, la primera impresión es que podría tratarse de una noticia falsa por lo absurdo y extremo que resulta pensar en vetar una expresión tan normal y propia de la esencia y dignidad humana, además de un derecho fundamental. Tristemente, es real. Esta ley es un componente más de un modelo de sociedad basado en medidas de deshumanización progresiva de las mujeres y las niñas.

Si bien anteriormente el Gobierno de facto en Afganistán ya había intentado borrar y silenciar a las mujeres en los espacios públicos, ahora presenciamos un silenciamiento literal y ya no sólo metafórico.

Normas rígidas también para los hombres y las minorías

La ley de moralidad del Emirato Islámico de Afganistán ordena a las mujeres “cubrirse totalmente el cuerpo y el rostro y no hablar ni cantar en voz alta de un modo en que las puedan oír personas ajenas a su familia”. Cabe hacer notar que los hombres y los niños están sujetos también a normas rígidas de vestimenta por las que deben cubrirse “del ombligo a las rodillas”.

La ley criminaliza y persigue a las personas LGBTQ+ y restringe los derechos de las minorías religiosas, entre otras medidas, prohibiendo las ceremonias no islámicas y prohibiendo también asociarse con no creyentes, afectando con ello no sólo a las mujeres y las niñas –la mitad de la población–, sino también a las minorías étnicas y religiosas no musulmanas.

Se ha enfatizado por personas estudiosas de la Sharia, incluyendo organizaciones feministas musulmanas, que este tipo de perspectivas son una interpretación errónea del islam y que no representan auténticamente la doctrina religiosa musulmana.

La ley de moralidad –condenada por activistas, medios de comunicación, mecanismos independientes de derechos humanos de la ONU y distintos órganos de Naciones Unidas, incluyendo el Consejo de Seguridad, con la notable ausencia de China, Argelia y Rusia– también incluye poderes discrecionales de aplicar castigos severos por su incumplimiento, acrecentando aún más un clima social de miedo e incertidumbre.

Si bien la indignación sobre la situación de las mujeres y niñas en Afganistán es crucial, es también esencial entenderla no como un hecho aislado de un solo país, sino como una situación sintomática –ciertamente de las más graves– de los retrocesos y los ataques a la igualdad de género a nivel global.

Siendo así, Afganistán es una prueba para la comunidad internacional, sus valores fundacionales y sus líneas rojas: la reacción a esta realidad indicará el camino frente a (potenciales) actos de opresión de género en otras partes del mundo. Evocando a Martin Luther King, “recordaremos no las palabras de nuestros enemigos, sino los silencios de nuestros amigos”.

Resulta notable y conmovedor ser testigos de las respuestas de las mujeres afganas que, cubiertas completamente de cuerpo y cara, se han grabado en vídeos circulados en redes sociales, cantando a manera de desafiar el régimen de dominación. La lucha por la igualdad y justicia de género ha sido apoyada por distintas figuras públicas, entre ellas Malala Yousafzai, Premio Nobel de la Paz 2014, ella misma sobreviviente de un disparo en la cabeza a los 14 años por parte de fundamentalistas talibanes a raíz de su defensa del derecho a la educación de las niñas.

Persecución de género

La realidad de las mujeres y niñas afganas puede caracterizarse como persecución de género, un crimen contra la humanidad perseguible por la Corte Penal Internacional. Se ha sugerido que la discriminación, segregación y subyugación institucionalizada y sistemática que ellas viven reviste también la condición de apartheid de género y que debe reconocerse así explícitamente por el derecho internacional.

A tres años vista de la toma del poder en Afganistán por los talibanes, resulta decisivo seguir apoyando la lucha de las mujeres afganas y solidarizarnos con sus movimientos. Esto puede hacerse de maneras concretas como la financiación a las organizaciones lideradas por mujeres, la difusión de sus propuestas, el reconocimiento por terceros países del estatuto jurídico de refugiadas a quienes huyen y la ayuda para amplificar sus voces y su esperanza, aún viva, de que otro Afganistán, y otro mundo, son posibles.

Dorothy Estrada Tanck. Profesora Contratada Doctora de Derecho Internacional Público, Facultad de Derecho, Universidad de Murcia

Fuente: https://theconversation.com/el-silencio-atronador-de-las-mujeres-afganas-239369



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