RADIO "PONCHOSVERDES.FM"

miércoles, 12 de junio de 2013

El posmachismo (III) y la igualdad 'punto cero'


Por:  
POSMACHISMO-Post itYa han visto a lo largo de estos días que lo del posmachismo va en serio y que no se cortan, algo muy propio de quien actúa en defensa una posición estructural y consolidada, no de ideas y propuestas. Estas hay que defenderlas con argumentos, mientras que para defender el orden establecido basta con rechazar todo aquello que lo cuestiona.
Y han podido ver cómo los elementos que recogía en el primer post sobre él no fallan, sobre todo el de la manipulación de la realidad para generar esa confusión que lleva a la distancia, a la pasividad y a que todo siga tal y como está ahora: con desigualdad y violencia de género. Lo hemos visto en el post El posmachismo y su burda manipulación. Este tipo de actuaciones utilizan la neutralidad y el cientificismo, pero tampoco han faltado el resto de elementos: el interés común para que la ley considere a hombres y mujeres, la crítica hacia las personas que defendemos la igualdad y la lucha contra la violencia de género, críticas especialmente intensas hacia mi (debo ser terrible para ellos), la idea de adoctrinamiento que hay detrás de los planteamientos de igualdad (todo lo relacionado con la alienación y el pensamiento impuesto les encanta), y, como no, el beneficio económico que hay detrás de todas estas propuestas. Nada de mejorar la convivencia ni de corregir injusticias y discriminaciones, aquí lo que mueve a las personas al hablar de Igualdad, en España y en la Unión Europea, son los euros disputados.
El posmachismo ha aprendido que la mejor forma de evitar el debate y la reflexión no es la negación ni el ocultamiento, eso ha funcionado cuando las posiciones androcéntricas no eran tan cuestionadas y cuando la presencia de la igualdad era menor, pero ya no es eficaz. Ahora resulta mucho más práctico desviar la atención, y para ello el mejor modo de hacerlo no es plantear otro tema, sino utilizar el mismo debate pero con un sentido completamente diferente. Por eso el posmachismo intenta centrar la discusión sobre el resultado, algo que no puede esconder, pero que sí puede utilizar para evitar que se hable sobre las causas que dan lugar al mismo. Es lo que hace con la violencia de género cuando plantea que no es un problema que nazca de la desigualdad, sino que se debe a cuestiones que afectan a determinados hombres o circunstancias, o cuando dicen que la menor presencia de las mujeres en los puestos de responsabilidad se debe a su incapacidad o a la mayor competitividad y esfuerzo de los hombres. Y una vez que centra la atención sobre el resultado, recurren a otra de sus estrategias para darle un significado diferente a través de la manipulación del lenguaje. 
Esta estrategia del posmachismo es la que los lleva a hablar de igualdad, no porque realmente les importe o la busquen, sino para adaptarla a lo que ellos entienden que debe ser la igualdad, que no es otra cosa que una “desigualdad con matices”. Es lo que podemos denominar como “Igualdad.0” ("Igualdad punto cero") 
La Igualdad.0 es poner el marcador a cero, como si no hubiera existido desigualdad a lo largo de la historia ni hubieran estado presentes las causas y valores que han dado lugar a ella. El planteamiento parte de un cierto reconocimiento de que ha habido "problemas", pero que estos ya han desaparecido, como si hubieran sido un accidente que ya se ha corregido. En realidad su objetivo es impedir que se adopten medidas sobre quienes han sufrido y sufren la desigualdad, que son las mujeres, y que se corrija actuando sobre quienes la generan, que son los hombres y sus valores.
Por esa razón se llenan la boca de igualdad y exigen que se adopten las mismas medidas para mujeres y para hombres, con la idea de evitar que se tome conciencia sobre el significado de la desigualdad como parte de un sistema de valores amparado por la cultura, e impedir que se conozca la realidad histórica de la desigualdad y, por tanto, el por qué de la realidad actual. Pero sobre todo, lo que se consigue con ese posicionamiento es garantizar que la desigualdad va a continuar al pedir actuar del mismo modo sobre quien está en diferente posición. Si las acciones se dirigen igual a quien ocupa una posición aventajada y a quien está en un lugar inferior, al final avanzaran las dos partes, pero manteniendo la desigualdad entre ellas.
Todo está muy bien diseñado para conseguir la apariencia del cambio en la continuidad. Es parte de las trampas que la cultura pone a las mujeres y a la igualdad. Es la trampa del posmachismo, que busca el rechazo de la igualdad a través de la confusión, la desorientación, la duda y la pasividad que hace que todo siga igual.
Todo vale para generar confusión, por eso entre sus tácticas no faltan las siguientes:
Victimismo. Presentan la realidad como contraria a los hombres y a estos como víctimas de lo que llegan a considerar como una “cultura matriarcal”. Para ello no se cortan en decir que los hombres pagan con sus vidas la tranquilidad de las mujeres, con argumentos como que su vida media es más reducida, las muertes en los accidentes laborales y de tráfico, incluso llegan a defender que eso de “primero las mujeres y niños” ante una situación de riesgo es un ejemplo del matriarcado, y para darle expresividad citan al Titanic. Para nada se cuestionan cómo la desigualdad les afecta a ellos ni cuál es el precio de “mujeres y niños” por salir antes de los riesgos en los espacios públicos, porque está claro que del riesgo y de la violencia en lo privado no las dejan salir.
Incongruencia. No les importa decir lo mismo y lo contrario, lo importante es la confusión. Dicen que la Ley Integral es mala, pero piden que incluya a los menores, a los hombres, a las parejas del mismo sexo… Destacan que esa ley no sirve para anda, pero al mismo tiempo indican que en los países nórdicos hay más muertes de mujeres que en España. Las mujeres son presentadas unas veces como la esencia de la bondad en su papel del madres y esposas, pero no dudan en decir que son los seres más perversos y manipuladores cuando les interesa (denuncias falsas, SAP, asesinas…)
Utilización y usurpación de los argumentos que se dan para avanzar en igualdad y erradicar la violencia de género, en una especie de juego infantil de “y tú más”. Cada vez que se utiliza un dato y una razón, el posmachismo lo toma y lo vuelve contra, por ejemplo, si se habla de violencia contra las mujeres, hablan de violencia contra los hombres, si se explican las consecuencias de la exposición de los menores a la violencia de género, recurren al SAP, si se apunta sobre el suicidio en las mujeres sometidas a violencia de género, ellos dicen que hay hombres que se suicidan por haber sido denunciados falsamente, si se presentan datos y estadísticas sobre la violencia contra las mujeres por los organismos de igualdad, dicen que no se estudian los homicidios de hombres, cuando sí se hace por los organismos correspondientes (CGPJ, FGE, Ministerio del Interior), si se presentan las graves consecuencias de la mutilación genital femenina, el posmachismo las compara con la circuncisión… Hasta al hablar de machismo como causa de esta realidad ellos lo han tratado de contrarrestar con una nueva palabra, el “hembrismo”, aunque como les parece que no es suficiente también han inventado el “feminazismo”.
Y están tan metidos en intentar desnaturalizar e impedir el debate y las medidas a favor de la igualdad, que no son conscientes de la realidad objetiva que envuelve y contextualiza la situación actual, la cual se caracteriza por dos elementos.
  1. Ausencia  en el debate histórico a favor de la igualdad y de la corrección de las manifestaciones de la desigualdad. Nunca les ha importado la violencia de género, la custodia de los hijos y de las hijas cuando hace años las madres la asumían sin recibir la pensión económica que por ley les correspondía, y sin que hubiera forma de que lo hicieran hasta que no se llevaron a cabo determinadas reformas legales, a pesar de las cuales no han acabado los problemas en este sentido. El posmachismo no ha estado presente en el debate de estos temas ni de ningún otro para intentar hacer valer sus ideas, porque antes no estaba en cuestión la posición de referencia de los hombres ni los valores impuestos al resto de la sociedad. Sólo cuando todo esto ha entrado a formar parte de la crítica es cuando se han presentado, pero no para formar parte del cambio, sino para evitarlo.
  2. Utilización de la igualdad para no avanzar en igualdad. Critican que sólo se hable de mujeres, no de hombres, pero lo hacen para que no se hable de ninguno, ni de hombres ni de mujeres, no para que se hable de los dos. Cuestionan que se actúe contra la violencia de género, a favor de las ayudas laborales a las mujeres, de corregir las diferencias en la presencia de mujeres donde están infra-representadas, de determinadas medidas a favor de la salud de las mujeres… Y todo se presenta como que no se hace nada por los hombres. El argumento además de pobre es falaz, porque la forma de buscar una actuación a favor de algo supuestamente necesario no es criticar la actuación necesaria sobre otros problemas, sino reivindicar y pedir que se lleve a cabo en los lugares y a las personas que les corresponda. Sin embargo, el posmachismo se limita a pedir que se hable de cuestiones de hombres, pero no para resolver los teóricos problemas, sino para que no se corrijan los que afectan a las mujeres, o para que no se vean perjudicados o desarmados en su estrategia de poder y control, de lo contrario no lo plantearían en términos de contraposición, sino como un apoyo a las dos iniciativas: a favor de las mujeres y a favor de los hombres. 
Y para ello recurren incluso al argumento de los Derechos Humanos y a la Constitución Española para hablar de la “igualdad ante la ley”, pero olvidan que lo importante es la igualdad en la sociedad que evite tener que llegar ante esa ley igualitaria. 
El posmachismo está aquí y ha venido para quedarse, para permanecer en la desigualdad histórica y ayudar a su hermano mayor, el machismo, y juntos mantener a la familia de la desigualdad protegida bajo la estructura jerarquizada de su orden natural. Pero los posmachistas olvidan que los logros de la sociedad no son los objetivos que se alcanzan con propuestas puntuales, sino los que satisfacen los ideales y las aspiraciones humanas. Y entre esos ideales está el de Igualdad, algo a lo que no se va a renunciar, como no se hizo antes con la Libertad, la Justicia, la Dignidad…

http://blogs.elpais.com/autopsia/2013/06/el-posmachismo-iii-y-la-igualdad-punto-cero.html

domingo, 9 de junio de 2013

Reivindicando a las madres, Julia Ward Howe (1819-1910)


A mediados del siglo XIX, cuando en todo el mundo se empezaban a oír cada vez con más fuerza voces a favor de la igualdad entre sexos y razas, fueron muchas las mujeres que destacaron como grandes luchadoras de dichas causas. Una de ellas fue Julia Ward Howe. De ideas liberales, abolicionista y posteriormente sufragista, pasó a la historia por sus reivindicaciones sociales. Una de ellas fue la creación del día de la madre como momento en el que se ensalzara el importante papel que ejercían las mujeres en esta faceta de sus vidas. Luchadora incansable, su vida personal no fue en absoluto un camino de rosas. 

La niña que aprendió de su hermano
Julia Ward nació el 27 de mayo de 1819 en Nueva York. Hija de Samuel Ward, un banquero de éxito de Wall Street, apenas conoció a su madre, Julia de Rush Cutler. Poeta y madre de siete hijos, murió en 1824 al dar a luz al último de ellos. 

Samuel se hizo cargo de sus hijos, algo que no siempre fue fácil. Julia, una niña inteligente y ávida de conocimientos, buscó allí donde pudo la manera de ampliar su saber. Los libros que su hermano Sam trajo de Europa sirvieron para formar a Julia en unas ideas liberales que contrastaban con el puritanismo calvinista de su padre al que siempre quiso y respetó. 

Tras la muerte de su padre en 1839, ella y dos de sus hermanas se fueron a vivir con Sam y su esposa Emily Astor quien las introdujo en la sociedad neoyorkina. Pero la felicidad de la familia terminó drásticamente dos años después con la muerte de su cuñada y el bebé que había acabado de tener. 

Un matrimonio incongruente
En abril de 1843 Julia conoció a Samuel Gridley Howe, un médico con ideas liberales como ella, defensor del abolicionismo y del derecho a la educación de personas desfavorecidas. Pero si Julia creía que las ideas igualitarias de su marido iban a reflejarse también en su matrimonio se equivocó de lleno. Aplicando una doble moral, Samuel obligó a su esposa a recluirse en su casa y ejercer el papel de esposa y madre sumida y callada, sin ideas ni opiniones ni actividad pública de ningún tipo. Veinte años mayor que ella, Samuel llegó incluso a controlar todo el capital que había heredado Julia, a pesar de las protestas de la familia de su esposa. 

Recluida en Boston, alejada de sus hermanos, los sentimientos de Julia se sumieron entonces en una lucha interna entre el amor a su marido y sus cinco hijos y la sensación de injusticia que se cernía sobre ella y muchas otras mujeres en su misma situación. Y como ya hiciera estando en casa de su padre, Julia no se resignó y continuó con su formación autodidacta y la escritura en secreto de un libro de poesía.  

Flores de pasión (marchitas)
El libro fue publicado de forma anónima bajo el título Flores de pasión. Pero para desgracia de Julia, su esposo pronto supo que había sido su propia mujer quien había escrito esa colección de poemas desafiando las órdenes estrictas que había dejado bien claras desde el primer momento. 

A punto estuvo de perderlo todo pero Sam consiguió superar lo que consideraba una traición de su esposa y el matrimonio no se rompió. Después de aquel episodio, Julia no se resignó a volver a la reclusión del hogar y continuó estudiando y escribiendo. 

Un himno liberador
En 1869 Sam y Julia Howe fueron invitados por el presidente Abraham Lincoln a visitar un campamento del ejército de la Unión en Virgina. Durante la visita cerca del río Potomac, escucharon una triste canción compuesta para los oficios religiosos que hablaba del cuerpo sin vida de un soldado llamado John Brown. 

James Freeman Clarke, un clérigo conocedor del talento para la poesía de Julia, la animó a rehacer la letra de aquel himno triste y convertirlo en el famoso himno de la batalla de la república. 

A partir de ese momento consiguió cierta libertad y empezó a implicarse en distintas actividades relacionadas con el activismo femenino. Entre las iniciativa que emprendió destaca el encuentro anual de mujeres de Ministros, la fundación de la Asociación para el avance de la mujer en la sociedad y su nombramiento como Presidenta del Club de Mujeres de Nueva Inglaterra.

Viuda empobrecida (pero liberada)
Cuando Julia Ward enviudó, en enero de 1876, el dinero que creía iba a recibir y que su marido había estado reteniendo durante su vida en común, resultó ser mucho menos de lo que ella creía, pues Samuel se había gastado parte de su herencia familiar. Aun así, a pesar de ser una mujer viuda sin pocos recursos, la liberación que sintió compensó con creces su situación económica. "Inicio hoy mi nueva vida", escribía en su diario tras la muerte de Samuel.

Desde entonces, y hasta su muerte en 1910, Julia Ward trabajó de manera incansable en favor de los derechos de las mujeres. Escribió una biografía sobre la periodista feminista Margaret Fuller, informes y ensayos sobre las injusticias sociales e incluso libros de viaje. Su obra escrita le valió llegar a ser la primera mujer elegida para formar parte de la Academia Estadounidense de las Artes y las Letras.

Entre sus múltiples reivindicaciones, Julia defendió siempre la importancia de las mujeres en su papel de madres, como garantes de los valores humanos y transmisoras de las virtudes fundamentales de los hombres. Su defensa de las madres se vio materializada años después de su muerte. El 9 de mayo de 1914 el presidente de los Estados Unidos Woodrow Wilson firmó una resolución del Congreso en la que se establecía el segundo domingo de mayo como día de la madre. 

Cuando Julia Ward falleció el 17 de octubre de 1910, fueron muchos miles de personas las que asistieron a su funeral, rindiendo homenaje a una de las mujeres que más luchó en favor de los derechos femeninos en los últimos años del siglo XIX.



 Si quieres leer sobre ella 

http://www.juliawardhowe.org/





Por Sandra Ferrer

miércoles, 5 de junio de 2013

La reina rebelde, Margarita de Borgoña (1290-1315?)


Los matrimonios de conveniencia fueron durante siglos algo totalmente normal en el seno de las casas reales europeas. Reyes, reinas, príncipes y princesas, se unían en matrimonios en los que se enlazaban familias, no personas, ni por supuesto sentimientos. Algunas y algunos de aquellos grandes personajes aceptaron sumisos su destino o supieron aparentar que así lo aceptaban mientras disfrutaban de una doble vida. Pero esos amoríos secretos no siempre quedaron impunes. Margarita de Borgoña fue una de esas mujeres destinadas a ser reina por voluntad ajena pero que decidió seguir a su corazón y a su propia voluntad a pesar de las consecuencias. Unas consecuencias que para ella fueron terribles. 

La esposa del delfín
Margarita de Borgoña nació en 1290 en el seno de la dinastía real francesa. Era hija de Roberto II de Borgoña y de Inés de Francia, quien era hija del rey Luis IX. Nacida en semejante cuna, no es de extrañar que Margarita estuviera destinada a terminar sus días al lado de alguno de los hombres más importantes de Francia. Y así fue.

El 23 de septiembre de 1305 la joven princesa se casaba con Luis, hijo mayor del rey francés Felipe IV llamado el Hermoso. 

La reina encarcelada
Parece ser que Margarita y su prima Blanca de Navarra pasaron aquellos primeros años de matrimonio de la futura reina organizando fiestas y manteniendo relaciones extraconyugales. El engaño se pudo mantener hasta que Isabel, cuñada de Margarita y reina de Inglaterra, vio con asombro en una visita a su familia en Francia, cómo un regalo hecho a la esposa de su hermano lo lucía sin el más mínimo reparo un paje de palacio.




El desastre sobrevoló entonces sobre el destino de Margarita quien fue al punto encarcelada junto a sus primas Blanca y Juana, esta última acusada de complicidad. 

Después de ser maltratadas y vilipendiadas públicamente, fueron recluidas de por vida en el castillo de Gaillard. 

Mientras Juana fue perdonada y recuperó su libertad, su hermana terminó sus días encerrada. El destino de Margarita, según historiadores y cronistas fue el asesinato en el verano de 1315 ordenado por su esposo quien deseaba volverse a casar. Otras fuentes afirman que vivió algunos años más. 

Sea como fuere, el destino de Margarita no fue sentarse en el trono de Francia y de Navarra. Su rebeldía y su decisión de no acatar unas normas establecidas que anulaban cualquier atisbo de voluntad propia la llevaron a tener una existencia breve y desdichada.


 Si quieres leer sobre ella 

La dinastía maldita, Isabel Pisano
Género: Novela histórica 









Por Sandra Ferrer