RADIO "PONCHOSVERDES.FM"

miércoles, 29 de junio de 2011

La amante burguesa, Madame de Pompadour (1721-1764)


Bella, inteligente, elegante, Madame de Pompadour no fue una favorita más. Por primera vez en la historia de Francia, una dama perteneciente a la burguesía de las altas finanzas entraba en Versalles dispuesta a ocupar el corazón del rey así como su voluntad política. Jeanne-Antoinette Poisson se enfrentó a una corte aristocrática que se alegró de sus fracasos sexuales y políticos. Sin embargo, ella se mantuvo firme al lado del rey hasta su muerte.

La infancia de Reinette
Jeanne-Antoinette Poisson nació en París el 29 de diciembre de 1721. Su madre fue Louise Madeleine De La Motte y su padre, Lenormant de Tourenhem, aunque sobrevoló siempre sobre su cabeza la duda de su paternidad. Hombre de finanzas, Tourenhem había tenido que huir a Alemania durante unos años acusado de fraudes a la administración francesa.

A pesar de estos escándalos, que posteriormente serían usados en contra de la futura favorita, Reinette, como se la conocía en su ambiente familiar, recibió una buena y exiquisita educación.

De ama de casa a favorita real
En 1741, siendo una joven de 20 años, su padre, entonces viudo y sin descendencia masculina, decidió casar a su hija con su sobrino, Charles-Guillaume Lenormand d'Étiolles, a quien nombró su heredero universal. Charles-Guillaume se casó perdidamente enamorado de su esposa, de quien no conocemos los sentimientos hacia su cónyuge. Sea como fuere, el mismo año de su matrimonio, nacía su primer hijo, un niño que no sobreviviría demasiado tiempo. Tres años más tarde, en 1744, nacía su única hija, Alexandrine.

Convertida entonces en una rica dama de la alta sociedad burguesa de París, Jeanne-Antoinette empezó a frecuentar los más importantes salones de la capital donde tuvo ocasión de conocer a personajes de la talla de Montesquieu o Voltaire.

Pero aquella buena vida no pareció satisfacer del todo a la rica burguesa quien en 1745 se propuso nada menos que conquistar el corazón del rey. Aunque no sabemos cómo llegó a entrar en Versalles, algo realmente difícil para alguien no perteneciente a la aristocracia de sangre, Jeanne-Antoinette planeó cruzarse con el rey en sus salidas de caza al bosque de Sénart.

Luis XV no quedó impasible ante la belleza de la misteriosa dama y aquel mismo año consiguió un encuentro privado con Madame d'Étiolles. Pocos meses después, su desolado marido tenía que aceptar la separación legal de su esposa, a quien el rey había dado el título de Madame de Pompadour.

Poissonnades
El 14 de septiembre de aquel mismo año de 1745, Madame de Pompadour era presentada públicamente en Versalles. Por primera vez en la historia de Francia era una dama de origen burgués la que ocupaba el puesto de favorita real. Casi medio siglo antes de que estallara la Revolución Francesa y los estamentos desaparecieran, un miembro de aquel revolucionario Tercer Estado se instalaba nada menos que en el lecho del monarca francés. No era de extrañar por tanto que toda la corte en pleno le diera la espalda a Madame de Pompadour.

A la vez que los hijos de Luis XV se negaban a dirigirle la palabra a la nueva favorita y los confesores reales intentaban llamar al orden a su monarca, se hicieron populares una serie de sátiras y coplillas conocidas como poissonnades, en referencia a su apellido, Poisson.

A pesar de que Reinette sufrió y acusó todas las críticas y burlas cortesanas no decayó en su empeño de influir en el rey llegando incluso a dar su opinión sobre temas políticos y hacer caer a importantes cargos que se interponían en su camino.

Rosa Pompadour
Además de su influencia en Versalles, Madame de Pompadour fue una importante mecenas del arte y la cultura. Impulsora de la Enciclopedia de Diderot, de las obras pictóricas de Boucher o de monumentos como la Plaza de la Concordia de París, Jeanne-Antoinette fue una de las principales mecenas de la época de esplendor artístico de la Francia del siglo XVIII.

La marquesa hizo trasladar a Sèvres la fábrica de porcelanas de Meissen y la convirtió en el referente de los artículos decorativos y de lujo de toda Europa. Allí se creó el conocido como color Rosa Pompadour en honor a la mecenas real.

Igual que hiciera tiempo atrás otra favorita, Madame de Maintenon con su institución de Saint-Cyr, Jeanne-Antoine creó una institución encargada de educar a jóvenes militares dando origen a la Escuela Militar ubicada en el fantástico edificio de David ubicado en el Campo de Marte.

De amante a compañera
A pesar de que Madame de Pompadour pasó casi veinte años al lado de Luis XV, solamente durante cinco mantuvieron relaciones íntimas. En 1750, los trastornos ginecológicos de la favorita terminaron con su relación física con el monarca. Sin embargo, Reinette consiguió mantenerse al lado del rey como amiga y confidente.

La guerra de los Siete años y el fin de la marquesa
Durante todo el tiempo que estuvo al lado del rey, Madame de Pompadour no dudó en ejercer como consejera política, algo que al final de sus días fue muy negativo para la favorita.

Cuando en 1756 se inició la guerra de los Siete Años en la que Francia se alineó con Austria y Rusia contra Prusia e Inglaterra, Madame de Pompadour no se podía imaginar que aquel conflicto resultaría nefasto para su imagen.

En abierta oposición al rey prusiano Federico II, Madame de Pompadour intercedió con el conde de Kaunitz, canciller y ministro de exteriores de María Teresa de Austria para pactar una alianza con este país. La aristocracia parisina, tradicionalmente opuesta a los austriacos, no perdonaría nunca el movimiento político de Jeanne-Antoinette.

Es evidente que la guerra no la inició la marquesa ni que toda la culpa de la devacle francesa fue suya pero sí que es cierto que su papel en las negociaciones con Austria fue utilizada por la nobleza para continuar con su campaña contra la favorita.

Sin embargo fue la propia Madame de Pompadour quien se lo puso fácil a su oposición en Versalles. Poco después del fin del conflicto, el 15 de abril de 1764, una tuberculosis terminaba con la vida de la marquesa. Tenía tan sólo 42 años. Con una sobria sábana, fue cubierto su cuerpo que salió de Versalles ante la atenta y triste mirada de Luis XV quien observó el cortejo fúnebre desde una terraza de palacio. Una lluvia torrencial acompañó a la favorita hasta el convento de las Capuchinas donde fue enterrada.


Si quieres leer sobre ella 

Amantes y reinas, Benedetta Craveri
Género: Ensayo
Recopilación de la vida de varias reinas y amantes relacionadas con la corona francesa. 






Reinas en la sombra
María Pilar Queralt






Amantes poderosas de la historia
Ángela Vallvey 


Sitio web oficial
http://www.madamedepompadour.com/






POR SANDRA FERRER

lunes, 27 de junio de 2011

Amada esposa, Leonor de Toledo (1522-1562)


Con este cariñoso apodo fue conocida y recordada una española en la fastuosa corte de los Médici. Leonor de Toledo llegó a Florencia por razones de estado pero pronto se ganó la estima de su marido y de su pueblo. Fue madre de once hijos y una de las más importantes mecenas del renacimiento tardío.

Una española en Nápoles

Leonor Álvarez de Toledo y Pimentel-Osorio nació en la localidad salmantina de Alba de Tormes hacia 1522. Leonor venía de alta cuna. Sus padres eran Pedro Álvarez de Toledo y Zúñiga, virrey de Nápoles y Juana Osorio y Pimentel, II marquesa de Villafranca. Era además, nieta del segundo duque de Alba, don Fadrique Alvarez de Toledo y Enríquez.

La joven aristócrata pasó muy poco tiempo en España. Con diez años, Leonor y toda su familia se trasladó a vivir a Nápoles donde su padre debía de tomar el título de virrey, cargo asignado por el emperador Carlos V.

Una española en Florencia
Cuando Leonor se convirtió en una bella joven de 17 años, su padre y el emperador vieron en ella la candidata perfecta para casarla con Cosme I de Médici, algo que al duque también le beneficiaba. Así, en 1539, se casó con la joven española en la basílica de San Lorenzo de Florencia. Leonor aportó al matrimonio una importante herencia así como una alianza estratégica con el virrey de Nápoles y el emperador.

Un matrimonio de amor y arte

A pesar de haber sido un enlace concertado, la pareja vivió enamorada. Tuvieron once hijos, de los cuales cuatro murieron aun en vida de sus padres, llenando de tristeza a Leonor.

La nueva duquesa, una mujer culta y amante del arte, dedicó parte de su vida y su fortuna a llenar Florencia de arte. En 1547 fundó la Academia Literaria Deglo Elevatti y dos años después adquiría el Palacio Pitti, que con el tiempo aglutinaría un número importantísimo de obras de arte.

Además, Leonor ejerció un importante papel como mecenas de algunos artistas como Pontormo o Bronzino, quien la inmortalizó en varias ocasiones, siendo el retrato con su hijo Juan uno de los más conocidos.

La muerte de la madre

Leonor fue una mujer prolífica que dio a la dinastía de los Médici grandes nombres como sus dos hijos duques de Toscana, Francisco y Fernando. Sería también la abuela de la futura reina de Francia, María de Médicis.

Leonor amó y cuidó a sus hijos. Muchos de ellos fueron víctimas de la malaria y la tuberculosis. Una de estas dos enfermedades, no se sabe exactamente cual, fue también la causa de la desaparición de la gran duquesa. Tenía 40 años cuando moría en Pisa el 17 de diciembre de 1562. Poco antes había visto morir a sus amados hijos Juan, García y Lucrecia.

Cosme I de Médici lloró sinceramente la muerte de su esposa.


Por Sandra Ferrer

domingo, 26 de junio de 2011

El retrato al pastel, Rosalba Carriera (1675-1757)


Autorretrato - 1715
Rosalba Carriera empezó su trayectoria profesional ayundado a su madre a diseñar los patrones de los encajes que realizaba. Sus cajas de rapé pintadas con miniaturas hicieron las delicias de los viajeros que llegaban a Venecia, su ciudad natal, y pronto la corte de Francia y sus artistas se rindió a sus pies gracias a sus famosos retratos de estilo rococó pintados con la técnica del pastel.

En el negocio familiar
Rosalba Carriera nació el 7 de octubre de 1675 en Venecia, en el seno de una familia de clase media. La pequeña pronto empezó a trabajar en el negocio familiar de encajes que regentaba su madre. Rosalba contribuía con el diseño de los patrones.

La joven artista ayudaba también a la economía familiar vendiendo unas preciosas cajas de rapé decoradas con excelentes miniaturas a los aristócratas extranjeros que llegaban a la ciudad de los canales en su grand tour.

En la corte de París
Hacia 1720, Rosalba se trasladó con la familia de su hermana a vivir a París. Sus retratos al pastel fueron pronto admirados por la alta nobleza de la corte de los Borbones de París.

Primavera - 1725
Rosalba se pudo ganar muy bien la vida retratando a grandes personajes desde la familia real hasta la nobleza parisiense al tiempo que recibía el reconocimiento de otros artistas del momento quienes llegaron incluso a seguir su técnica del pastel.

En las más prestigiosas academias
Rosalba no se quedó siempre en París, sino que viajó por toda Europa recibiendo importantes encargos. Su obra se vio recompensada con el ingreso en varias academias de arte europeo, entre ellas, la Academia de San Lucca de Roma, la Academia de Bolonia o la Academia Francesa.

En Venecia
La vida de Rosalba Carriera estuvo plenamente consagrada a su arte. Soltera, la gran pintora rococó pasó largos años retratando a los más importantes miembros de la aristocracia europea hasta que una ceguera irreversible terminó con su carrera.

El 15 de abril de 1757, a los 81 años de edad, moría en su casa de Venecia.


por Sandra Ferrer

Los hombres Mosuo: ¿sometidos o felices?



La mayoría de películas sobre la sociedad matriarcal Mosuo, así como artículos ocasionales escritos por varios periodistas, presentan a los varones de esta comunidad como hombres perezosos que descansan durante todo el día para estar en forma durante la noche cuando van a ver a sus amadas, o como víctimas de las mujeres de las que dependen para recibir algo de dinero para sus gastos, o como personas que no tienen ningún poder de decisión, etc... No hay mejor manera de utilizar los medios de comunicación para crear clichés y estereotipos que no se ajustan de ningún modo a la realidad, con el objetivo común de infravalorar una sociedad donde los hombres no tengan poder y control sobre todas las cosas, incluyendo el poder y el control sobre el cuerpo y la sexualidad de las mujeres. En una sociedad machista como la nuestra, hablar de una sociedad matriarcal resulta alarmante para los hombres en general: miedo a perder el poder, el control de todo, pero también miedo a perder su identidad masculina transmitida por el modelo patriarcal y, por tanto, su virilidad.

Llevo cinco años viajando regularmente a la tierra de los Mosuo, estoy con ellos, observo, hago preguntas y participo en su vida diaria para tratar de entender esta sociedad en su esencia más profunda. Fue sólo después de liberarme de nuestros criterios occidentales cuando empecé a darme cuenta de que todos los significados que se atribuyen a conceptos tales como la paternidad, la maternidad, el poder, la matriarca, la familia, el parentesco, el amor, el matrimonio, la cabeza de la familia, etc... adquieren para los Mosuo una connotación tan diferente que altera totalmente nuestro sistema de valores.

A partir de mis observaciones y según las conversaciones que he mantenido con los hombres Mosuo que entrevisté,nunca he visto ni escuchado a ningún hombre cuestionando la estructura social y familiar de su comunidad. Por el contrario, se sienten muy orgullosos, creen firmemente en los valores de su sociedad y desean conservar sus tradiciones y su forma de vida. "Hablaremos en chino, vestiremos como los occidentales, pero nuestro corazón es Mosuo", dice un joven de 24 años que defiende claramente el estilo de vida de los Mosuo de la misma manera que lo vivieron sus antepasados. Este joven es asistente del director del museo Luoshui.

Aunque sean las mujeres quienes transmiten los nombres y apellidos, gestionan la economía familiar y ejercen el papel de cabeza de familia en esta sociedad, ello no significa que lo hagan con arrogancia, ejerciendo opresión, represión ni discriminación contra los hombres, como es el caso de las sociedades patriarcales. La sociedad matriarcal se basa en el consenso: cuando se trata de tomar una decisión, todos los adultos de la familia se reúnen, discuten juntos por mucho tiempo y la reunión no termina sin que todos estén satisfechos con la decisión. Como la matriarca es considerada la más sabia de la familia, su palabra tiene un peso mayor. Las mujeres, sin embargo, no abusan nunca de su poder, puesto que en la base de su educación hay un profundo respeto por el otro. No podemos pensar el matriarcado como el equivalente femenino del patriarcado.

La estructura de la sociedad matriarcal es básicamente muy democrática, con un profundo sentido de la igualdad, todo se discierne y siempre se decide en armonía. La gestión en las manos de las mujeres no provoca frustración en los hombres, más bien ellos aprecian su empeño. Cuando le pido a un joven si está satisfecho con la tradición Mosuo por la cual la mujer es la cabeza de la familia, no duda en responder: "Lo que las mujeres hacen por la familia es digno de aprecio". La habilidad y capacidad de las mujeres para administrar y gestionar de manera justa, serena y objetiva, es por tanto reconocida por todos.

En una familia Mosuo, los roles no son nunca jerárquicos, sino complementarios. Son los hombres quienes realizan las tareas más duras (construcción de viviendas y carreteras, reparación de tejados, pasto de los animales, construcción de embarcaciones, pesca,...) y a la vez cuidan de los niños con mucho afecto y ternura, cooperando en las labores domésticas. Me han contado que también puede haber dos cabezas, un hombre y una mujer, trabajando juntos para llevar adelante la familia, pero en ningún caso serán marido y esposa, sino un hermano y una hermana. De hecho, en la familia Mosuo los esposos serían extraños el uno al otro, porque no existe entre ellos consanguinidad. Las parejas de amantes pasan la noche juntos y se separan en la madrugada para ir a realizar las actividades diarias de sus familias.

La ausencia de matrimonio y la no cohabitación de las parejas evita que se den los problemas que encontramos en nuestras sociedades, empezando por la violencia doméstica. La libertad sexual no crea confusión y los celos son considerados una transgresión de las normas de la comunidad.

En la relación de un hombre con una mujer no existe el concepto de la propiedad privada: "Yo te amo, pero no soy tuya; tú me amas, pero no eres mío".

La falta de violencia, la ausencia de matrimonio, la no vinculación de los temas familiares con la vida amorosa, y la separación económica de los bienes, produce que las relaciones hombre-mujer sean más relajadas y armoniosas, de lo cual se benefician las familias y la sociedad en su conjunto, así como también los individuos.

Los niños pertenecen a la madre y a la familia materna. Cada hombre realiza su función paterna en su casa de origen, y ningún niño es privado de referentes masculinos. Cuando me dirijo a un hombre preguntándole por qué cuida a los hijos de su hermana teniendo hijos con su pareja, éste se sorprende y me responde: "Los niños son todos iguales, y todos deben ser igualmente educados con amor, transmitiendo firmemente los valores de nuestra cultura. Mi afecto por todos ellos es el mismo, cambia sólo mi responsabilidad material, cada familia se ocupa de lo suyo".

Otro hombre me explica que el padre natural puede relacionarse con sus hijos mediante visitas, consejos y regalos, pero no tiene la obligación de mantenerlos.

No quiero dar la impresión de mitificar este estilo de vida, los Mosuo no son inmunes a los problemas que por ejemplo vienen provocados por la globalización y el turismo. Pero es oportuno reflexionar sobre su singular organización. Se trata de otro modo de entender la vida, la relación hombre-mujer y la familia. Es una visión del mundo distinta a la nuestra en la cual los hombres y las mujeres disfrutan de las ventajas que ofrece una sociedad de este tipo, y puede servirnos de inspiración para vivir más armoniosamente.

Francesca Rosati Freeman

viernes, 24 de junio de 2011

Hija de la caridad, Santa Luisa de Marillac (1591-1660)


Santa Luisa de Marillac fue el alter ego femenino de San Vicente de Paúl. El destino quiso que Luisa consiguiera su objetivo de dedicarse a Dios y a los demás a pesar de que sus allegados no se lo permitieron en varias ocasiones. El trabajo y la tenacidad de esta santa tuvo como fruto la creación de una congregación religiosa que en la actualidad tiene presencia en muchos lugares del planeta.

Noble y piadosa
Luisa de Marillac nació el 12 de agosto de 1591 en París. Era hija natural de un noble, Luis de Marillac. Nunca supo quien era su madre y su padre murió cuando ella tenía 15 años.

Luisa recibió una buena educación de la mano de una tía monja dominicana en el convento de damas nobles de Poissy. Fue allí donde su vocación religiosa empezaría a gestarse. Cuando en 1604 murió su tía, Luisa volvió a París donde se instaló con su tío Michel de Marillac, un ferviente católico que siguió educando a la joven en un ambiente piadoso.

Tal fue su fe que en 1612 intentó ingresar en un convento capuchino. Su desconsuelo llegó cuando fue rechazada por cuestiones de salud.

Un matrimonio obligado
Tras la frustación de no poder entrar en religión, Luisa tuvo que aceptar el matrimonio que su tío le arregló con Antonio Le Gras. En 1613 se casó y la pareja tuvo un hijo. Durante los doce años que duró su vida de casada, Luisa no se olvidó de su vocación religiosa.

Su oportunidad llegó en 1625 cuando su marido murió tras una larga enfermedad. Con poco más de 30 años, Luisa se decidió a cumplir su gran objetivo.

San Vicente de Paúl y las damas de la caridad
En aquel tiempo, un sacerdote llamado Vicente había ganado muchos seguidores en la corte, sobretodo mujeres, que colaboraron en su misión de ayudar a los enfermos y desamparados en una Francia donde la secularización de las instituciones y las constantes guerras y revueltas, habían dejado muchos pobres y desarrapados. Viuda y libre, Luisa se unió a las seguidoras de Vicente y en poco tiempo pasó a expandir y regular el movimiento conocido como las “Damas de la caridad”.

Las Hijas de la caridad
El interés de las damas de la corte por ayudar a los necesitados fue disminuyendo y lo poco que se hacía se realizaba desordenadamente. En 1633 Luisa asumió la responsabilidad de impulsar un movimiento que afianzara esa ayuda. En su propia casa reunió a un grupo de cuatro jóvenes a las que preparó e instruyó para vivir en la fe y para proteger a los marginados de la sociedad. Aquel fue el inicio de las Hijas de la caridad.

Poco a poco fueron recibiendo encargos de hospitales y centros asistenciales de París y otras ciudades de Francia y Europa.

Un legado de entrega
Santa Luisa de Marillac trabajó incansablemente hasta su muerte, acaecida el 15 de marzo de 1660. En 1934 fue canonizada por el Papa Pío XI.

Patrona de los trabajadores y cuidadores sociales, Santa Luisa consiguió crear de la mano de San Vicente, la orden asistencial católica más importante de Europa en los siglos XVIII y XIX. En la actualidad siguen trabajando en los lugares donde las catástrofes naturales o los refugiados políticos necesitan de su ayuda incansable.


Por Sandra Ferrer

jueves, 23 de junio de 2011

Primera Princesa de Asturias, Catalina de Lancáster (1373-1418)


El matrimonio de Catalina de Lancaster con Enrique III El Doliente, cerró una etapa de la historia de Castilla que se inició con el asesinato de Pedro I el Cruel a manos de su hermano bastardo. Dicho enlace reunía de nuevo a las dos ramas dinásticas enfrentadas. Catalina fue la primera reina de Castilla y España nombrada Princesa de Asturias.

Los orígenes dinásticos
Catalina de Lancaster nació en Hertford, Inglaterra, el 31 de marzo de 1373. Era la hija mayor de Juan de Gante y su segunda esposa, Constanza de Castilla. Constanza era hija de Pedro I el cruel y María de Padilla, por lo que era la última descendiente legítima de la rama dinástica derrocada por los Trastámara. Su suegro y su padre tenían puestos los ojos en Castilla donde los nobles defensores del asesinado rey Pedro deseaban reinstaurar la antigua dinastía. Pero ni Constanza ni su esposo Juan recuperaron en su persona los derechos perdidos. Tendrían que esperar a que su hija Catalina cumpliera sus propios deseos.

Un enlace para la paz
Enrique de Trastámara, hermanastro de Pedro el Cruel, había asesinado al rey su hermano en el conocido como regicidio de Montiel el 23 de marzo de 1369. Empezaba así una nueva dinastía en Castilla. Pero el camino no fue fácil pues los defensores del fallecido rey no cesaron de luchar en la sombra convirtiendo Castilla en un reino inseguro. Después de Enrique, reinó su hijo Juan I. El nuevo rey vio en el enlace de su hijo Enrique y Catalina, la nieta del rey Pedro una oportunidad para terminar con el conflicto.

En 1388 en Palencia, se cerraba el tratado de Bayona por el que se aprobaba el enlace entre Enrique y Catalina y se compensaba a Juan de Gante y su esposa Constanza con la cesión de algunas villas e indemnizaciones en metálico. A cambio, los duques de Lancaster renunciaba a cualquier derecho al trono castellano, anulando así, el problema sucesorio.

Ese mismo año, y en la misma ciudad de Palencia, se casaron los nuevos herederos del reino de Castilla. Enrique tenía entonces 10 años, Catalina, 14.

Príncipes de Asturias
Por primera vez en la historia de Castilla y de España, los príncipes herederos fueron jurados como Príncipes de Asturias, siguiendo al antigua costumbre inglesa de nombrar a los futuros reyes Príncipes de Gales.

Dos años despúes, el 9 de octubre de 1390, el rey Juan I fallecía. Con tan solo 12 años Enrique, y 16 Catalina, se convertían en reyes de Castilla.

Un marido enfermo
Debido a su corta edad, la pareja real tuvo que esperar ocho años hasta conseguir engendrar un heredero. Primero nacerían María y Catalina, esposas de Alfonso V de Aragón y Enrique de Aragón, respectivamente. El 6 de marzo de 1405 llegaba por fin el ansiado heredero, al que dieron el nombre de Juan.

La larga espera del hijo varón hizo que María fuera educada como futura reina. Su padre, el rey Enrique, había sido apodado El Doliente, por su mala salud, que hacía temer por su vida y por la llegada del heredero. De hecho, poco más de una año después del nacimiento de Juan, Enrique III moría sin haber cumplido los 27 años de edad.

Regencia compartida
Enrique III había dado claras instrucciones en su testamento sobre el destino de su reino. Al tener su hijo Juan solamente dos años, Enrique ordenó en sus últimas voluntades que la regencia de Castilla recayera sobre su esposa Catalina y su hermano, Fernando, conocido posteriormente como El de Antequera.

Durante 6 años Catalina ejerció la regencia de su hijo al lado de su cuñado con cierta tranquilidad a pesar de alguna que otra desavenencia política. Pero en 1412, cuando el Compromiso de Caspe eligió a Fernando como rey de Aragón, este renunció a su cargo en Castilla no sin antes nombrar un Consejo de tutores para su sobrino, algo que molestó a Catalina.

Pero en 1416, la muerte de Fernando dejó el camino libre a la reina para ejercer la regencia y la tutoría de su hijo en solitario.

El triste fin de Catalina
En los últimos años de su vida, Catalina se convirtió en una mujer obesa y demasiado aficionada al alcohol. A pesar de ello, y de que la historia se encargara de destacar sus defectos, no así los de otros reyes que fueron hombres, Catalina mantuvo la regencia de Castilla hasta su muerte con prudencia y buen gobierno, a la vez que no olvidó la educación de su hijo.

Catalina de Lancaster no pudo ver coronar a Juan. Falleció el 2 de junio de 1418 en Valladolid, con 44 años de edad. Un año después, con 14 años, Juan era declarado mayor de edad.

La que sería abuela de Isabel I de Castilla, conocida como la Reina Católica, descansa en la Capilla de los Reyes Nuevos de Toledo.

 Si quieres leer sobre ella 
Reinas medievales españolas, Vicenta Márquez de la Plata y Luis Valero de Bernabé
Género: Ensayo






Catalina de Lancaster, María Teresa Álvarez
Género: Novela histórica








Por Sandra Ferrer