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martes, 15 de febrero de 2011

La pintora que abrió camino, Sofonisba Anguissola (1532-1625)


Con nombre atípico y formación excepcional, Sofonisba Anguissola firmó algunos de los retratos más bellos del Renacimiento italiano. A pesar de ser reconocida en su tiempo, muy posiblemente por ser mujer, cayó en el olvido tras su muerte. Algunos tuvieron la osadía de atribuir alguno de sus cuadros a pintores de renombre. Esto no impidió que Sofonisba abriera el camino para otros pinceles femeninos que brillaron tanto o más que cualquier pintor reconocido.

Extraño nombre, inusual educación
Nacida en Cremona, en el seno de una familia noble, Sofonisba tomó junto con sus seis hermanos, el nombre de los principales protagonistas de la historia de Cartago. Esta no fue la única rareza que dio su padre, Amilcare Anguissola, a su amplia progenie. De un modo excepcional para la época, propició una educación humanista para su único hijo y sus seis hijas.

Pronto, tanto Sofonisba como tres de sus hermanas destacaron en el arte de la pintura. Aunque ninguna haría sombra a la mayor de todas.

Maestros de excepción
Viendo que Sofonisba y su hermana Elena empezaban a despertar un talento especial para el pincel, Amilcare les proporcionó los mejores maestros de la época, entre ellos, Bernardino Campi y Bernardino Gatti.

Siendo una joven muchacha de 22 años, con un prometedor futuro como artista, Sofonisba viajó a Roma donde tuvo la gran suerte de conocer a Miguel Angel. El genio renacentista no fue un maestro al uso para Sofonisba pero si le dio ciertas “lecciones” y consejos artísticos que influyeron decisivamente en su obra.

A pesar de tener grandes maestros, su condición de mujer le impidió profundizar en el estudio del cuerpo humano iniciado por los artistas del Renacimiento. Por supuesto hubiera sido un escándalo que una mujer hubiera visto un cuerpo desnudo aunque sólo hubiera sido por razones profesionales. Es por esto por lo que muy probablemente Sofonisba optó por profundizar en el retrato, estudiando los rasgos faciales y las expresiones de los rostros que inmortalizó.

En la Corte española
En 1558, cuando Sofonisba era una gran conocida en los círculos artísticos italianos, emprendió un viaje a Milán, donde pintó al Duque de Alba. Ese retrato fue la llave para entrar en una de las cortes más importantes del momento. Con tan sólo 27 años, Sofonisba fue nombrada pintora de corte en el Madrid de Felipe II y dama de compañía de su tercera esposa, Isabel de Valois.

En su etapa en España conoció a uno de los retratistas de corte más destacados del momento, Alonso Sánchez Coello, del que aprendió su arte hasta el punto que algunos de los cuadros de la joven fueron atribuidos al reputado pintor.

Una dedicación excepcional
Poco más de diez años duró su estancia en la corte española. Al morir la reina, Felipe II arregló su matrimonio con Don Francisco de Moncada, hijo del virrey de Silicia y le dio una importante dote. Viuda de su primer marido, en 1580 Sofonisba se casó con Orazio Lomellino, un capitán de barco que apoyó incondicionalmente la profesión de su esposa. Gracias al apoyo de su marido, junto con su destacada fortuna y la pensión recibida de Felipe II, Sofonisba vivió el resto de sus días dedicada a su gran pasión, la pintura.

Abriendo camino
Sofonisba tuvo una vida longeva. Llegó a los 93 años de edad, muchos años en los que fue aclamada como gran artista gracias a sus más de 50 retratos y autorretratos. Grandes pintores como Miguel Angel o Van Dick admiraron públicamente su obra. Aunque tras su desaparición el 16 de noviembre de 1625, la pintora renacentista cayó en el olvido, su obra influyó en grandes maestros futuros y inspiró a grandes artistas femeninas que, como ella, también destacaron con pincel en mano. Algunas de estas grandes pintoras fueron Artemisa Gentileschi, Bárbara Longhi o Fede Galizia.

 Si quieres leer sobre ella 

El secreto de Sofonisba, Lorenzo de Medici
Género: Novela histórica
Aunque la trama principal es ficción, el autor hace un bonito retrato de la época renacentista y de la vida de Sofonisba en la corte de Felipe







Por Sandra Ferrer

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