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viernes, 4 de abril de 2025

Las condiciones materiales que perpetúan la dominación sobre la mujer





¿Por qué la dominación sobre las mujeres sigue vigente a pesar de tantos cambios históricos? ¿Qué condiciones se resisten a transformarse, para así posibilitar nuestra emancipación? ¿Cómo el capitalismo consigue adaptar las relaciones de dominación anteriores para favorecer su ciclo de acumulación? ¿Qué podríamos hacer para derribar esas condiciones?

Es fundamental debatir sobre todas estas preguntas ya que la explotación, opresión y violencia contra las mujeres no son problemas nuevos, sino penosas continuidades ancladas al pasado. El que antes no existieran registros y estadísticas adecuadas, no esconde una realidad que era descarnadamente visible -y audible- en todos y cada uno de los barrios y veredas de Colombia. El menosprecio, los insultos y los malos tratos contra las esposas eran el pan de cada día en buena parte de los hogares del campo y la ciudad. Es, por tanto, una lacra que viene de muy lejos en el tiempo. No arranca con el imperialismo y sus influencias culturales, aunque a través de algunas de ellas se muestre de la forma más grosera. Tampoco comienza con el capitalismo, aunque se aproveche de las estructuras de dominación anteriores, configurándolas a su favor e intensificándolas en los aspectos que le interesa. Ni tan siquiera empieza con el sistema colonial, absolutamente machista y opresor.

La dominación sobre las mujeres es muy anterior a estas épocas históricas. En muchas sociedades anteriores al neolítico, donde incluso la propiedad era todavía comunal, existían ya formas de dominación masculina para controlar el papel de las mujeres en la reproducción de la comunidad. Por tanto hay que prevenir la tentación de buscar salidas hacia atrás, que además de ilusas son irremediablemente conservadoras y contrarrevolucionarias. En realidad, como pasa con el resto de las relaciones de dominación y explotación, su superación sólo se puede acometer enfilando camino hacia adelante, hacia una sociedad que acabe con todas las formas de explotación, opresión y discriminación.

Y es que la tarea política de la emancipación femenina -que va de la mano de la emancipación proletaria- no permite idealizar el pasado, ni naturalizar las viejas costumbres, si no que implica actuar con audacia y resolución, siguiendo la máxima de “Para atrás, ni para coger impulso”. Al fin y al cabo en eso consisten los proyectos revolucionarios, en transformar radicalmente el presente y el pasado para construir un futuro basado en relaciones libres e igualitarias que rompan el calabozo de las tradiciones milenarias, las ideas conservadoras y las prácticas añejas. Como dijo Marx al inicio del Dieciocho de Brumario, la tradición de todas las generaciones muertas pesa como una pesadilla sobre el cerebro de los vivos, y podemos afirmar sin temor a equivocarnos que esas tradiciones pesan doblemente sobre el cerebro y la espalda de las mujeres.

Pero, además de las condiciones que tradicionalmente habían apuntalado la opresión de la mujer y que siguen recargándose sobre nuestros hombros, con el desarrollo del capitalismo surgieron otras prácticas y medidas legales que buscaban mantener y redireccionar las relaciones patriarcales en su provecho. Estos determinantes de subordinación de las mujeres se afianzaron durante el siglo XIX y buena parte del siglo XX, cuando las mujeres fueron apartadas de la producción mercantil o relegadas en ella a un papel marginal, circunstancial e infravalorado.1 A la vez, se construyó un entramado social que volvió a encerrarlas parcialmente en el hogar, condenándolas al trabajo de la reproducción y cuidado del conjunto de la unidad familiar, trabajo que además de no remunerado, tampoco es reconocido socialmente. Este papel devaluado de la mujer le vino muy bien al capital, ya que a través del trabajo gratuito de la mujer en el hogar pudo comprar la fuerza de trabajo por debajo de su costo social de reproducción. Adicionalmente el capital usaba la fuerza de trabajo femenina como ejercito de reserva “basculante”, favoreciendo o dificultando su entrada al mercado laboral a través de diversas legislaciones, pero siempre manteniéndola como fuerza de trabajo de segunda categoría2. Al etiquetarlo como de segunda, los capitalistas pasaron a pagar un precio menor por el mismo trabajo, de tal forma que esa segregación laboral se convirtió además en una fuente de salvajes sobre-beneficios para los capitalistas.

Convertidas en una subclase dentro de la clase proletaria, utilizadas por el capital para abaratar la fuerza de trabajo y reducidas a ser un “cómodo” colchón con el que amortiguar los efectos más conflictivos de sus crisis periódicas, las mujeres no sólo quedaban bajo las sujeción y dominación del sistema capitalista de forma más precaria y deprimida, si no que además quedaban sometidas a la brutalidad y al menosprecio de las relaciones patriarcales dentro de la familia. Estas relaciones autoritarias y machistas dentro del hogar afianzan la devaluación y resometimiento histórico de la mujer a partir de una relación de complicidad entre el capital y los jefes varones de la familia. El capital convirtió entonces al proletario explotado, humillado y enajenado en la fábrica, en el “dueño y señor” de su casa y de su familia, consiguiendo que ese espacio social funcionara como válvula de drenaje para la frustración y la rabia del hombre proletario, transformándose en una especie de aliviadero doméstico de las contradicciones del capital.

Para las mujeres proletarias la situación era distinta, ya que fueron y siguen siendo explotadas y humilladas tanto en el lugar de trabajo como en el hogar, sin contar con ningún espacio en el que se compensasen sus sufrimientos. Al no tener ese espacio social donde resarcirse -ni individual, ni colectivamente-, se les impuso la idea de que su realización iba mediada por el matrimonio, la familia y el hogar. Es decir, se fechitizaron las mismas circunstancias que coartaban su emancipación.

Es claro que la configuración de las unidades familiares ha ido cambiando y con ello, en cierta medida, la forma en que se reproduce la sociedad y la clase proletaria. Las mujeres ahora tienen mayor posibilidad de inserción en la educación superior y en el mercado laboral. Además, las unidades familiares tienen menos hijos o deciden no tener ninguno, mientras que van aumentando y sucediéndose las uniones consensuales y las rupturas conyugales, en tanto los matrimonios ya no son “hasta que la muerte nos separe”- aunque muchos bestias feminicidas sigan pensado que sí-.

Sin embargo, estas circunstancias no han modificado mucho la situación de opresión de la mujer, sobretodo en los hogares proletarios más pobres. La mayor facilidad de disolución de los lazos conyugales -que debería haber contribuido a un gran avance en la emancipación femenina- se ha transformado en un incremento de la sobreexplotación que sufren las mujeres, ya que los padres en buena medida se lavan las manos respecto a la manutención y cuidado de los hijos, al igual que el Estado, que no implementa medidas suficientes de servicios sociales y de cuidado para garantizar la responsabilidad social en la crianza y educación de los niños y niñas. Según la Encuesta Nacional de Calidad de Vida (ECV) 20233, el 64% de los menores de 5 años no asisten a espacios colectivos de cuidado como hogares comunitarios, jardines o colegios, si no que pasan la mayor parte de su tiempo al cuidado de su madre, abuela u otra familiar cercana. Las mujeres cabeza de familia- madres solteras, separadas o viudas- que ya alcanzan el 45,4%4 del total de hogares de Colombia, viven la carga familiar de manera más angustiante, viéndose abocadas a vender su fuerza de trabajo en las condiciones más precarias, a gastar un porcentaje importante de su salario en guarderías y servicios para complementar el cuidado y a no disponer de tiempo de ocio para ellas mismas. El 69% de estas mujeres cabeza de familia no tienen cónyuge o pareja y para el 31% que sí la tienen, suele suceder que su la “jefatura de hogar” se traduce en que “los hijos son tuyos y tuya es la responsabilidad de cuidarlos”.

Por tanto, a pesar de que el avance en algunas condiciones materiales deberían garantizar unas mejores condiciones de vida para las mujeres, vemos como esta mejoría no llega a todos los sectores. Las mujeres proletarias, a pesar de los cambios formales en la configuración de las unidades familiares siguen soportando la mayor parte de la carga, y sobretodo la más ingrata, de la reproducción de la clase proletaria.

Por estas razones, entre otras, las proletarias son protagonistas indispensables en el proyecto de superación del capitalismo, o sea en la construcción de una sociedad socialista. No por esos cuentos maternalistas y conservadores de una presunta superioridad natural o biológica de las mujeres, ni porque el supuesto “don” de dar vida o el papel de cuidadoras -impuesto históricamente- les hagan moralmente mejores. Lo que las convierte en un motor fundamental de transformación es el peso de unas condiciones materiales que perpetúan una opresión y explotación que es aún más cruenta y déspota contra las mujeres que contra el resto del proletariado. Esas circunstancias alientan a tensar los límites del capital, luchando por la transformación radical en la conformación y funciones de las unidades domésticas (familias), elemento clave para la reproducción de la propiedad privada, el mercado, la lógica de acumulación de capital y nuestras propias cadenas. Y ese impulso es mucho mayor en las mujeres proletarias que en los proletarios, ya que éstos tienden a acomodarse disfrutando de las ventajas que les otorga esa institución, sin reparar en el yugo colectivo que supone y retrasando así la emancipación colectiva del proletariado.

El papel de la “Sagrada Familia” y su entramado patriarcal en el sostenimiento del capitalismo

Para enfocar bien una lucha que apunte tanto a la superación de las relaciones patriarcales, como al debilitamiento de las bases de reproducción del capital, debemos entender en qué se basan esas condiciones que marcan el carácter diferencial y acrecentado de la opresión y explotación de las mujeres.

Estas circunstancias gravitan en torno al papel histórico asignado a la mujer en la reproducción social y física de la fuerza de trabajo y concretado en la institución familiar. Este papel a medida que se desarrolla el capitalismo, afianza e institucionaliza una división dentro de la esfera de la producción social, que se caracterizará en ir separando cada vez más: a) la esfera de la producción mercantil, que se considerará “producción social” y que se lleva a cabo en los espacios de trabajo asalariados; y b) la esfera de la reproducción de la fuerza de trabajo, que se considerará producción privada para uso doméstico y que se lleva a cabo en el hogar.

Esa escisión entre producción y consumo se mantiene a pesar de que cambien las conformación y tipología de las unidades familiares y refleja el doble carácter esclavizante del capitalismo, donde la clase proletaria está obligada a vender su fuerza de trabajo a cambio de un salario y después es nuevamente obligada a comprar, con ese mismo salario, los bienes que ella misma ha producido, es decir, los frutos generados por la utilización de su fuerza de trabajo. El capitalismo precisa que ese ciclo se repita de forma continuada. Es decir, que constantemente se reproduzcan esas unidades familiares necesitadas de acudir diariamente al mercado laboral para recibir un salario por producir mercancías, parte de las cuales tendrán que comprar ellas mismas, ya que funcionan como medios de consumo con los cuales se regenera la fuerza de trabajo. Así se segmenta la vida misma de los proletarios y proletarias y se garantiza la realización de la ganancia capitalista, que no es otra cosa que la apropiación del plusvalor que produce la clase proletaria (o el excedente social si hablamos para el conjunto de la sociedad). Esto lo reconoce de alguna forma el Observatorio de familia del DNP, en su Boletín n.º 17 cuando afirma que “las familias están en el centro de la reproducción y transmisión intergeneracional de la desigualdad»5 , es decir y para matizarlo mejor, están en el centro de la reproducción y transmisión intergeneracional de las condiciones de sostenimiento del capitalismo, que es el que genera y perpetua la desigualdad social.

Cuando examinamos la unidad familiar desde el mercado de bienes y servicios, el lugar del trabajo remunerado o extradoméstico es el espacio relacionado con la producción de mercancías, mientras que el espacio doméstico está relacionado con el consumo. Sin embargo, cuando analizamos el mercado laboral y la mercancía “fuerza de trabajo” nos damos cuenta que ésta se produce y reproduce en una buena medida dentro de la esfera doméstica, pero se consume en la esfera de la producción mercantil. En consecuencia, la unidad familiar tal como existe en la actualidad sirve de mediación y anclaje entre el mercado de la fuerza de trabajo y el mercado de bienes de consumo, y lo hace a través de trabajo doméstico y del salario.

En esa división, entre la esfera de la producción mercantil y la esfera de la reproducción de la fuerza de trabajo en unidades privadas individuales (familias), intervienen y se afianzan muchas relaciones sociales esenciales para el sistema capitalista, como la propiedad privada y su transmisión, la relación salarial, el mercado y su papel de mediación entre la dos esferas, la explotación capitalista directa y la explotación indirecta a través de la succión de trabajo gratuito en el hogar, o a través de los arrendamientos y de los préstamos hipotecarios, entre otras.

Pero además, cuanto más se refuerza el carácter individual de esas unidades, más se dificulta la construcción de una organización proletaria fuerte y solidaria. En la política, el proletariado puede avanzar hacia la construcción de organizaciones políticas fuertes. En la economía, el propio desarrollo del capitalismo le hace avanzar hacia la socialización de los procesos productivos y permite a los trabajadores y trabajadoras agruparse en sindicatos para defenderse mejor de las arremetidas del capital. En contraste, en la vida familiar, el proletariado se encuentra dividido en millones de células aisladas, protegidas por muros mucho más sofocantes de lo que aparentan, recintos cerrados donde no entran las decisiones colectivas, ni la solidaridad. El hogar es el espacio de lo privado por excelencia, por eso al capitalismo le interesa revestir a la familia con el manto de lo sagrado, natural e intemporal, ya que las unidades familiares privadas son la materialización de la fragmentación de la clase proletaria y el estandarte del mantenimiento de la propiedad privada.

Las unidades familiares son además el espacio donde, casi sin reflexionar, el proletariado defiende la propiedad privada y la herencia; la jerarquía y el autoritarismo; la obediencia y sumisión; las dependencias y subordinaciones económicas; así como, los valores morales burgueses y la diferenciación social como elemento de antisolidaridad proletaria. Es decir, dentro de las unidades familiares, además de la comida, se cocina una parte importante de las condiciones de reproducción del capital. Y esto sucede porque las unidades familiares, en su anquilosamiento costumbrista de siglos o milenios y en su papel de transmisión generacional de los valores pasados, son el espacio donde lo seres humanos en mayor medida somos el producto y no los y las creadoras de nuestras condiciones de vida.

Además son uno de los espacios donde más se reproduce y normaliza la violencia. Recordemos que la mayoría de los asesinatos, violaciones y malos tratos contra las mujeres se llevan a cabo dentro del hogar, así como los abusos sexuales y la violencia física y sicológica contra niños, niñas y adolescentes. Adicionalmente, la familia es el primer y más importante espacio de adiestramiento en la aceptación de la jerarquía y la verticalidad, donde se normaliza como en ningún otro espacio, que el mantenimiento y respeto a la autoridad justifica el uso de sanciones, castigos e incluso de la fuerza.

Por todas estas razones es que las unidades familiares domésticas son tan fundamentales para la realización y reproducción del ciclo del capital, y de ahí la importancia de luchar en pro de la superación de ese espacio.

Este reto lo podemos identificar desde los primeros socialistas que identificaron claramente la relación entre la dominación de la mujer y el sostenimiento del sistema capitalista; y también en consecuencia entre la liberación de la mujer y la construcción del socialismo. En “El origen de la familia, la propiedad privada y el Estado”, Engels no trata este asunto como “un problema ético de inclusión”, como parecen comprenderlo algunos ahora, sino en su relación directa con las bases constitutivas del capitalismo. Es decir, en su relación con el mantenimiento de la propiedad privada, de las clases sociales, del fetichismo de la libertad individual y de la contradicción “producción social vs. consumo privado”, que sustenta el régimen del trabajo asalariado y, por tanto, la reproducción del capital, como acabamos de explicar.

Ya en 1921 Lenin afincó la idea de que bajo el capitalismo las mujeres son doblemente explotadas y oprimidas. “Las mujeres son explotadas por el capital de forma más acentuada, son oprimidas por unas leyes que les niegan la igualdad formal con el hombre, pero sobretodo se les mantiene en la «esclavitud casera», son «esclavas del hogar», viven agobiadas por la labor más mezquina, más ingrata, más dura y más embrutecedora: la de la cocina y, en general, la de la economía doméstica familiar individual…. El tránsito es difícil, pues se trata de transformar las normas» más arraigadas, rutinarias, rudas y osificadas (a decir verdad, no son “normas” si no bochorno y salvajismo).”

La revolución soviética inmediatamente proclamó leyes en pro de la igualdad entre hombres y mujeres, que ningún otro país había promulgado antes. Además dio pasos cardinales al abolir la propiedad privada sobre la tierra y las fábricas o al ser el primer país en reducir la jornada laboral a ocho horas diarias. “Ocho horas de trabajo, ocho horas de sueño, ocho horas de tiempo libre” era la vieja consigna del movimiento obrero. ¿Pero cómo ese logro iba a beneficiar a las mujeres si en sus ocho horas de tiempo libre tenían que dedicarse a las tareas del hogar? Sin duda para avanzar en el camino de la emancipación completa y efectiva de la mujer, para su liberación de la «esclavitud casera», se debía pasar de la pequeña economía doméstica individual a la economía grande y socializada. Lo que Lenin defiende en ese discurso no es sólo la incorporación de las mujeres a las fábricas, si no además la transformación de las unidades domésticas en economía socializada, lo que se conoce como “socialización del trabajo doméstico”.

Lenin identificara claramente el papel de la mujer en la familia como una traba fundamental en la superación del capitalismo y en el logro de la emancipación. “La mujer continúa siendo el esclavo doméstico a pesar de todas las leyes liberadoras, puesto que la pequeña economía doméstica la oprime, la ahoga, la embrutece, la humilla, atándola a la cocina, a la habitación de los niños, obligándola a gastar sus fuerzas en tareas terriblemente improductivas, mezquinas, irritantes, alelantes, deprimentes. La verdadera liberación de la mujer, el verdadero comunismo comenzará allí y cuando comience la lucha de masas (dirigida por el proletariado que posee el poder) contra esta pequeña economía doméstica o, más exactamente, durante su transformación masiva en gran economía socialista.”

Socialización del trabajo doméstico y generalización de los medios de consumo colectivos6

Socializar el trabajo doméstico significa en primer lugar “sacarlo de la casa”, del ámbito privado y recluido donde se lleva a cabo. Implica, por tanto, realizarlo en colectivo, convertirlo en industria social7 . Ese paso inicial es fundamental para romper con el aislamiento social de las mujeres que realizan día tras día, año tras año, el mismo trabajo simple, alienante e intrascendente, encerradas entre cuatro paredes. 8

La condición más subyugadora y opresiva del trabajo doméstico privado no es su falta de retribución, si no que se realiza en condiciones de aislamiento y que impide la interacción social directa. Mas que una cárcel, es una celda de aislamiento donde están condenadas a hacer diariamente un trabajo ingrato que no termina y que no es valorado socialmente. Es como si se repitiera el mito griego de las “Danaides”9, en el que cincuenta hermanas defienden el derecho a disponer de su vida, su sexualidad y su propio cuerpo, resistiéndose con todas sus fuerzas a la esclavitud del matrimonio; motivo por el que son condenadas en el Inframundo a llenar día tras día, eternamente, un tonel sin fondo con agua, usando jarras agujereadas. De la misma forma es que el trabajo doméstico sabotea el potencial creador, productivo y revolucionario de las mujeres.

Socializarlo significa que esas mismas actividades que cada día se realizan de forma individual, aislada, sin medios técnicos y que suponen sobrejornadas excesivas que consumen nuestra energía y vida, sean asumidas por el conjunto de la sociedad, de forma racional, tecnificada y planificada. Supone convertir el trabajo aislado, que se realiza de forma servil y arcaica, en industrias públicas (o público-cooperativas) que incorporen todos los avances técnicos-científicos y que pueden suponer interesantes experiencias de aprendizaje colectivo de planificación. Según el DANE las mujeres dedican 50.4 horas semanales al cuidado no remunerado, lo que supone más horas que la jornada laboral semanal misma. Por tanto, al socializar el trabajo doméstico se podría ahorrar más del 30% del tiempo social de trabajo de toda la sociedad para usarlo en mejorar el sector de la educación, la cultura, la salud, la producción agrícola, la industria, etc. mejorando enormemente la productividad social, y así generando condiciones reales para incrementar el tiempo lúdico-creativo.

La socialización del trabajo doméstico se puede plasmar de muchas formas: a través de lavanderías, restaurantes, fábricas de comida procesada, guarderías con instalaciones modernas y bien acondicionadas, ludotecas, sistemas de transporte escolar y extraescolar, gimnasios, espacios de cuidado y recreación para las personas mayores, entre otras muchas.

Es cierto que estos espacios ya existen dentro del capitalismo, pero una parte importante funcionan dentro de la esfera mercantil privada, por lo que en ellos prima el lucro y muchas veces la especulación. Por esta razón, los sectores sociales que más los necesitan no pueden utilizarlos porque son muy costosos o porque no hay suficiente y adecuada oferta pública.

Por ejemplo, la cobertura en Centros Día y teleasistencia para adultos mayores sólo llega al 8% y está concentrado en las ciudades10, mientras que el 80% del cuidado sigue siendo informal (familias, principalmente mujeres) (ENUT 2022). Por otra parte, según el DANE las guarderías públicas solo cubren 1.2 millones de niños, dejando por fuera al 60% de hogares de estratos 1-2 que demanda estos servicios11. En las ciudades grandes y los centros rurales la situación es peor. Según Informe de Cobertura Educativa 2023 de la Secretaría de Educación de Bogotá «En 2023, se disponía de 12,000 cupos en guarderías públicas (jardines infantiles oficiales y hogares comunitarios), frente a una demanda estimada de 150,000 niños en edad de 0 a 5 años no cubiertos por el ICBF o colegios privados». Por otro lado, la oferta de preescolares públicos es mayor, pero pocos tienen horario extendido, ofreciendo la mayoría atención en jornada única de 5 horas en la mañana o en la tarde, lo que difícilmente se adapta a las necesidades de las madres. En el resto de actividades como restaurantes, lavanderías, gimnasios o ludotecas la oferta pública es casi inexistente.

Por eso es fundamental que en el conjunto de las reivindicaciones de los movimientos sociales se incluya la exigencia de que estos servicios públicos se masifiquen, incrementen sus coberturas y horarios y sean de carácter publico y gratuito, además de ofrecer salarios dignos y plenas garantías laborales y de derechos sociales a quienes trabajen en ellos. Es importante constatar y continuar denunciando que una parte importante de la oferta de servicios públicos de cuidado se basan en la sobreexplotación, tercerización y desconocimiento de derechos de las personas que laboran en ellos.12 Igualmente, en el caso de los Hogares comunitarios por ejemplo, se sigue reproduciendo la forma de trabajo individual, aislada, sin medios técnicos y con sobrejornadas excesivas, sólo que con un salario que para colmo está en lo más bajo de la escala salarial13.

La verdadera socialización del trabajo domestico debe hacer parte de una política más general de incremento de los medios de consumo colectivos. Es decir, la socialización del trabajo doméstico y de las unidades familiares está inscrito dentro de la tarea de generalizar la socialización de los medios consumo colectivos. Es decir, que no estén mediados por el intercambio mercantil, si no que tenga carácter público y gratuito. Y aquí hay que recordar que el que los Bienes de Consumo Colectivo sean de prestación gratuita no significa que sean un regalo -ya que todos los bienes y servicios son producto del trabajo colectivo de la clase proletaria- si no que su disfrute no está mediado por el intercambio mercantil.

De esta manera, no sólo se avanzaría en romper las cadenas de dominación económica que aún pesan sobre las mujeres, sino también en atenuar la dependencia de las comunidades proletarias de los circuitos mercantiles del capital privado. Además, se limitarían las desigualdades económicas y sociales, con lo que aumentarían las condiciones para la solidaridad intraclasista y el fortalecimiento de las organizaciones proletarias. Pero, lo más importante es que con estas propuestas se contribuye a combatir un eslabón fundamental del ciclo autoreproductivo del capital, ya que se batalla contra la fragmentación de la esfera de la producción y la esfera del consumo, a través de la cual los capitalistas mantienen al proletariado dependiente de la relación salarial y del mercado.

Por tanto, igual que debemos recordar que un feminismo que no enfrente la explotación del proletariado y luche contra el capital, nunca será una verdadera lucha por la emancipación; también debemos recordar que ningún proyecto proletario podrá superar el capitalismo si subordina o posterga la lucha por la emancipación de la mujer, ya que esa lucha es una transformación proletaria fundamental en sí misma.

Susana Gómez Ruiz, Centro de Pensamiento y Teoría Crítica PRAXIS

Notas:

1El Código Napoleónico en Francia (1804) estableció que las mujeres casadas debían obediencia a sus maridos y limitaba su autonomía legal, incluyendo la capacidad para trabajar sin autorización marital. Este modelo se extendió después al resto de Europa donde las mujeres casadas tendrían restricciones legales para firmar contratos laborales o administrar propiedades sin permiso del esposo. Estas legislaciones restrictivas empeorarían con el auge del fascismo y con las políticas pronatalistas que se impondrían después de las dos guerras mundiales.


2https://www.centropraxis.co/post/la-emancipacion-de-las-proletarias-es-tambien-la-lucha-de-la-clase-proletaria

3(https://www.dane.gov.co/files/operaciones/ECV/bol-ECV-2023.pdf)

4Boletin ECV 2023, DANE.

5DNP, Observatorio de familia. Boletín n.º 17. Familias y matriz de la desigualdad social en Colombia. Pág 4 (https://observatoriodefamilia.dnp.gov.co/Documents/Boletines/Boletin%2017.pdf)

6Se utiliza el término Medios de Consumo Colectivo para referirse no sólo a los bienes, servicios y actividades que intervienen en la reproducción de los seres humanos, si no a los espacios y relaciones sociales a través de las que se lleva a cabo. Así, no sólo incluye los Bienes de Uso Colectivo actuales como servicios públicos, educación, salud,etc. si no todas las actividades de consumo y reposición de la vida que hoy aún se realizan de forma privada y fragmentada.

7https://www.aporrea.org/endogeno/a139570.html

8Susana Gómez, “La socialización del trabajo doméstico y la generalización de los medios de consumo colectivos como estrategias para eliminar el patriarcado y construir el modo de vida socialista”, El Papel de la Comuna en el proceso de emancipación, pp.10-30, 2011, Ediciones Insumisas.

9La obra del dramaturgo griego Esquilo escrita hacía el 500 a. C. con título “Las Suplicantes” es una corta e interesante obra de teatro que además de relatar el mito de las Danaides y su lucha por “la causa de las mujeres”, defiende el poder político de la Asamblea Popular por encima del rey y de los gobernantes.

10DNP. Documento CONPES 4080 de 2022: Política Pública Nacional de Equidad de Género para las Mujeres. Capítulo 4, página 67.

11 DANE. Encuesta Nacional de Calidad de Vida (ENCV 2022): «El 40% de los hogares con niños menores de 5 años en estratos 1-2 acceden a guarderías públicas, frente a una demanda potencial del 100%».

12https://www.observatoriosocioterritorial.org/post/bolet%C3%ADn-no-5-conflictos-sobre-el-trabajo-y-la-gestio-n-popular-del-territorio-en-bogota-sabana

13Susana Gómez, «No me llames madre en mi horario de trabajo” , Correo del Orinoco, 20 de enero de 2015, p.22 (https://www.noticiasdiarias.informe25.com/2015/01/opinion-no-me-llamen-madre-en-mi.html)






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jueves, 9 de julio de 2020

HRW pide ratificar convenio contra el acoso en el trabajo


Las mujeres en sus centros de labor pueden ser víctimas de violencia y acoso sexual en prácticamente todo el mundo, según la organización humanitaria Human Rights Watch, que urgió a que se apruebe el convenio internacional contra esas prácticas para aumentar la protección de los trabajadores. Foto: Samuel Muscati/HRW

Las mujeres en sus centros de labor pueden ser víctimas de violencia y acoso sexual en prácticamente todo el mundo, según la organización humanitaria Human Rights Watch, que urgió a que se apruebe el convenio internacional contra esas prácticas para aumentar la protección de los trabajadores. Foto: Samuel Muscati/HRW

NUEVA YORK, 19 jun 2020 (IPS) – La organización humanitaria Human Rights Watch (HRW) urgió este viernes 19 a las naciones del mundo para que ratifiquen el Convenio 190 de la OIT sobre la violencia y el acoso en el trabajo.

Ese convenio de la OIT (Organización Internacional del Trabajo) “brinda orientación vital para los gobiernos sobre cómo prevenir este tipo de violencia y cómo proteger a los trabajadores frente al estigma y las represalias”, destacó Nisha Varia, directora de derechos de la mujer en HRW.

Uruguay es, desde el 12 de junio, el único país que ha ratificado ese convenio adoptado por la Conferencia Internacional del Trabajo hace un año.

HRW dijo que Alemania, Argentina, Bélgica, España, Filipinas, Finlandia, Fiyi, Francia, Islandia, Irlanda, Italia, Namibia, Sudáfrica y Uganda prevén ratificar el instrumento, que implica adecuar sus leyes nacionales a los estándares del tratado y ser evaluados periódicamente por la OIT para determinar si cumplen con lo asumido.

El movimiento contra el acoso  #MeToo, con gran auge en los años 2018 y 2019, y ataques contra trabajadores de la salud en el contexto de la pandemia covid-19, “han puesto de manifiesto la urgencia de adoptar  medidas contundentes para prevenir la violencia y el acoso vinculados con el trabajo”, sostuvo una declaración de HRW.

“Aunque ninguna persona debería tener que tolerar violencia ni acoso, para muchos trabajadores, sobre todo las mujeres, suele ser inevitable para conseguir o conservar un trabajo”, observó Varia.

Una encuesta de la organización Chile Mujeres en 2019 reveló que en los últimos cinco años 53 por ciento de las empresas de ese país sudamericano tuvieron casos de acoso laboral y 37 por ciento de acoso sexual.

Con base en sus estudios, el Workplace Bullying Institute de Estados Unidos calculó que 27 por ciento de los trabajadores de ese país experimentaron conductas abusivas en sus centros de labor y 21 por ciento de los encuestados dijeron haberlas presenciado.

Otra encuesta, de 2014 a 42 000 mujeres en 28 países de Europa, concluyó que 55 por ciento de ellas fue víctima de acoso sexual al menos en una ocasión desde los 15 años de edad, y 32 por ciento indicó que el acoso se produjo en el entorno laboral.

HRW documentó incidentes de violencia y acoso en el trabajo en todo el mundo, en sectores como agricultura, trabajo doméstico, educación, pesca, industria de la indumentaria, salud, periodismo, minería, administración pública y fuerzas armadas.

La OIT señaló que muchas de las leyes de protección laboral vigentes excluyen a los trabajadores que se encuentran más expuestos a situaciones de violencia, como trabajadoras del hogar, los de la agricultura y personas con empleos precarios.

Un informe del Banco Mundial de 2018 señaló que 59 de 189 economías no habían adoptado disposiciones jurídicas específicas sobre acoso sexual en el trabajo.

Según el Convenio 190, los gobiernos deben asegurar que haya leyes nacionales exhaustivas contra el acoso y la violencia en el trabajo, y que se establezcan las medidas de prevención pertinentes, como realizar campañas de información e identificar a sectores de alto riesgo, recordó HRW.

El texto de la OIT aborda la violencia de género, incluida la conexión entre violencia doméstica y trabajo, así como los pasos que deben dar los gobiernos, incluidas las protecciones para que las personas sobrevivientes de hechos de violencia doméstica puedan obtener ayuda sin perder su trabajo.

También que la violencia y el acoso pueden ocurrir fuera del espacio físico de labor, e incluye otras actividades vinculadas, como los trayectos desde y hacia el trabajo y los eventos laborales que se desarrollan fuera del lugar de trabajo.

A-E/HM  Fuente: http://www.ipsnoticias.net/2020/06/hrw-pide-ratificar-convenio-acoso-trabajo/



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sábado, 16 de mayo de 2020

La covid-19 agudiza las desigualdades de género, pero ¿a quién le importa?

Reconstruir una sociedad sostenible, justa y equitativa solo será posible si se reconoce el papel que desempeñan las mujeres en esta lucha, y más allá. Y si el peso con el que cargan se redistribuye de forma más igualitaria

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Una mujer limpia una ventana. CADE MARTIN
Han pasado casi dos meses desde que la pandemia del coronavirus sacudió los cimientos de Europa y estremeció al mundo. La pandemia afecta a todos los elementos de nuestra vida. Estamos quedándonos, trabajando (de ser posible) y educando a nuestros hijos desde casa, y también manteniéndonos en contacto con nuestros seres queridos por teléfono o videoconferencia. Aunque, como es lógico, estamos asustados. Son tiempos devastadores.
Las mujeres líderes como Jacinda Ardern han actuado con celeridad y decisión, pero no hay un número suficiente de ellas
Hemos leído miles de artículos y noticias de actualidad, se han adoptado planes de emergencia, se ha asignado ayuda financiera y se ha consultado a los investigadores. Esto es vital e importante: la prioridad debe seguir siendo salvar vidas, y de eso no cabe ninguna duda, pero ¿solo hay expertos y virólogos hombres? ¿Por qué los líderes populistas de derechas como Donald Trump, Jair Bolsonaro y Viktor Orbán no solo están negando la ciencia, sino también aferrándose a unas tóxicas formas de masculinidad, sin que nadie les cuestione por ello?
La pandemia nos está demostrando de nuevo quiénes son los propietarios del poder en el mundo. Los hombres creen que tienen las soluciones, mientras que las mujeres constituyen el grupo mayoritario de las que trabajan en los empleos esenciales. ¿Realmente le importa a alguien cómo la crisis les está afectando a las mujeres?
No lo suficiente
Las mujeres líderes como Jacinda Ardern han actuado con celeridad y decisión, pero no hay un número suficiente de ellas. En enero de 2020, según la Unión Interparlamentaria, solo 10 de los 152 jefes de Estado eran mujeres, y un 73% de los que trabajan en medios de comunicación eran hombres. Como explicó la directora ejecutiva de ONU Mujeres, Phumzile Mlambo-Ngcuka: “Hemos creado un mundo en el que las mujeres están apretujadas en un 25% (un cuarto) del espacio, tanto en las salas donde se toman las decisiones físicas, como en las historias que contamos sobre nuestras vidas”. El ejemplo de éxito que están dando las mujeres líderes a la hora de controlar la pandemia nos demuestra que la igualdad de género es fundamental para la salud pública mundial y para la seguridad internacional.
Al mismo tiempo, un 70% del personal de salud y asistencia en el mundo (doctoras, enfermeras y asistentas sociales) son mujeres. Las cajeras y limpiadoras son también mujeres en su mayoría. No solo trabajan a menudo en condiciones muy precarias, con salarios mínimos, sino que además no cuentan con la necesaria tribuna que les permita alzar su voz y articular sus preocupaciones, aun cuando en su caso el riesgo de haber estado expuestas al virus es mayor. 
Me duele el alma cada día, cuando escucho hablar a mujeres que trabajan en la primera línea de fuego. He retomado (temporalmente) mi antiguo trabajo como proveedora de atención psicológica para ayudar a los que necesitan hablar de sus experiencias: trabajadoras sociales que han tenido que lidiar con pacientes de coronavirus. Ellas son mis héroes, y son mujeres en un 99% de los casos. Y además de todo lo que tienen que afrontar en el trabajo, cuidan de sus familias, hacen las compras y educan a sus hijos. Su carga de trabajo es triple. 
Preocupantemente numerosos 
Los casos de violencia de género eran preocupantemente numerosos antes del brote, y han aumentado de forma significativa desde que las mujeres se han visto atrapadas en casa con sus maltratadores
Como hemos observado con anterioridad, en muchas ocasiones en tiempos de crisis, aunque las mujeres están entre las personas más vulnerables, siguen permaneciendo invisibles. Los casos de violencia de género eran preocupantemente numerosos antes del brote, y han aumentado de forma significativa desde que las mujeres se han visto atrapadas en casa con sus maltratadores, como consecuencia de las rigurosas cuarentenas. El acceso a la salud y a los derechos sexuales y reproductivos es limitado o está siendo atacado en muchos lugares del mundo, que lo restringen cada vez más. Además, los gobiernos de extrema derecha están haciendo un uso indebido de los poderes que les confiere el estado de emergencia para prohibir aún más el acceso a los métodos anticonceptivos y al aborto. 
En tiempos normales, las mujeres realizan tres veces más trabajo asistencial y doméstico impagado que los hombres. Como consecuencia de la actual crisis y de las actuales medidas, el trabajo no remunerado de las mujeres ha crecido, así como lo ha hecho la presión que reciben y la inseguridad que experimentan. Esto está provocando un desgaste mental y físico adicional, en particular para quienes crían solos a sus hijos, que en un 85% de los casos son mujeres. Las mujeres ya eran económicamente más frágiles antes de la crisis, pero ahora se enfrentan al riesgo de la pobreza, del desempleo, de la exclusión social y del sinhogarismo, además de que, como demuestra la historia, serán las más afectadas a largo plazo. 
Para sintetizar, la COVID-19 pone de manifiesto y consolida las existentes desigualdades de género. Las consecuencias son devastadoras, en particular para las más desfavorecidas, que son las mujeres mayores, las mujeres pertenecientes a minorías étnicas o mujeres de color, las mujeres con discapacidad o enfermedades mentales, las mujeres inmigrantes o refugiadas y las mujeres en riesgo de caer en la pobreza. No solo se trata de un problema de patriarcado, sino también del privilegio de los blancos.
Totalmente imprescindibles 
Aunque el número de fallecidos es mayor entre los hombres, las mujeres están entre las más afectadas si tenemos en cuenta el impacto socioeconómico general de la pandemia. De igual modo, las mujeres son totalmente imprescindibles para la recuperación. La reconstrucción de una sociedad sostenible, justa e igualitaria solo será posible si el papel de las mujeres en esta lucha y, en general, más allá de esta crisis, se reconoce adecuadamente y el peso desproporcionado con el que cargan se redistribuye en consecuencia.
Normalmente, las mujeres realizan tres veces más trabajo asistencial y doméstico impagado que los hombres. Como consecuencia de la actual crisis y de las actuales medidas, el trabajo no remunerado este ha crecido
No obstante, mientras se valore más el capital que las personas, no podremos sentar los cimientos de una recuperación sostenible e inclusiva. Existe una oportunidad real para llevar a cabo un cambio radical de la economía: regresar al statu quo no debería ser la respuesta que demos a esta crisis o la visión que se imponga en Europa para nuestro futuro a largo plazo. Es una oportunidad única y es nuestro deber común como miembros de una comunidad global aprovechar este momento y utilizar este acontecimiento trascendental para finalmente dar un giro hacia una sociedad más equitativa y justa que no se olvide de los rezagados. Aunque por el momento esta oportunidad está siendo desdeñada, al igual que las mujeres.
Estamos elevando el listón durante esta pandemia. Lo que los movimientos feministas europeos y mundiales llevan décadas afirmando y gritando en las calles no solo se demuestra que es verdad y esencial, sino que ahora es todavía más importante.
Necesitamos mayores inversiones en servicios públicos con perspectiva de género, así como unos mecanismos de prevención y unas leyes que eviten la violencia de género. Tenemos que garantizar los derechos sexuales y reproductivos como un derecho humano y de salud pública fundamental. También tenemos que procurar una mejor protección social para las familias, mayores sueldos en el sector de los cuidados, un mayor reconocimiento para el trabajo asistencial no remunerado, más mujeres en los puestos de toma de decisiones, una educación con perspectiva de género, una recolección de datos desglosada por sexo, así como incorporar la perspectiva de género en los presupuestos y en el conjunto de las políticas, por nombrar solo algunas cosas. 
Derechos esenciales
Las mujeres ya eran económicamente más frágiles antes de la crisis, pero ahora se enfrentan al riesgo de la pobreza, del desempleo, de la exclusión social y del sinhogarismo
Ya es hora de que los líderes mundiales cuiden a las mujeres tanto como las mujeres cuidan a nuestras sociedades. Ya es hora de visibilizar a las mujeres, de hacer que sus opiniones cuenten y de hablar en nombre de las que no pueden. El secretario general de la ONU, António Guterres, está dando un buen ejemplo y está utilizando su posición para exigir que las mujeres y las niñas ocupen un lugar central en los esfuerzos que se realizan para superar la COVID-19. Por desgracia, Guterres está entre un número muy reducido de personas que se dan cuenta de que la igualdad de género y los derechos de las mujeres son esenciales para salir de esta pandemia. 
La covid-19 ya está instaurando una nueva normalidad porque está poniendo a prueba los valores a la altura de los que queremos estar y el tipo de sociedades que queremos construir. Las soluciones que ofrezcamos deben enmarcarse en la justicia mundial, los derechos humanos y la equidad. Pero, ¿quién va a hacerme caso? Al fin y al cabo no soy más que una mujer, ¿a quién le importa lo que diga?
Marja Bijl es la vicepresidenta del PES Women, formó parte del PvdA holandés y fue coordinadora del grupo de trabajo sobre género de la Alianza Progresista de Demócratas y Socialistas.
Este artículo se publicó en Social Europe.
Traducción de Álvaro San José. 
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martes, 31 de marzo de 2020

Coronavirus afecta triplemente a las mujeres: Salud, violencia machista y más trabajo doméstico



Las restricciones y otras medidas que gobiernos han adoptado en distintos países para intentar mitigar el avance de la COVID-19 también aumentan el riesgo de violencia hacia la mujer. El confinamiento hace que muchas mujeres en relaciones abusivas queden atrapadas en casa temiendo por su seguridad. También aumentan su carga de trabajo doméstico debido al cuidado de otras personas, ya sean infantes o personas de tercera edad. Junto a esto, las mujeres embarazadas presentan riesgo de contagio al tener que asistir a centros de salud o bien sus controles han sido suspendidos.
Según indica el Fondo de Población de las Naciones Unidas de (UNFPA), la pandemia de la enfermedad COVID-19 afecta particularmente a la población femenina en todo el mundo. Esto porque ha interrumpido el acceso a servicios de salud reproductiva, la obstaculizado la capacidad de autoridades para hacer frente a la violencia machista.
Su directora, Natalia Kanem indicó al sitio de noticias de Naciones Unidas que «Las embarazadas, que necesitan atención prenatal, pero no saben si es seguro ir a la clínica; las mujeres en relaciones abusivas atrapadas en casa en el futuro previsible y temiendo por su seguridad. Las decenas de millones de personas en los campos de refugiados, que están contando los días para que llegue el coronavirus, y para quienes el distanciamiento social simplemente no es una opción. Las personas mayores, muchas de las cuales están atrapadas de forma aislada, carecen de interacción social y son particularmente vulnerables a enfermarse gravemente por el virus».

El problema de la violencia doméstica durante la cuarentena
La institución dependiente de Naciones Unidas indica que las restricciones llevadas adelante por gobiernos tienen el efecto de intensificar el riesgo de violencia de género en el ambiente doméstico.
La relatora especial de la ONU sobre violencia hacia la mujer Dubravka Simonovic explicó que «Es muy probable que aumenten las tasas de violencia doméstica generalizada, como ya sugieren los informes iniciales de la policía y la línea de ayuda directa. Para demasiadas mujeres y niños, el hogar puede ser un lugar de miedo y abuso. Esa situación empeora considerablemente en casos de aislamiento, como los bloqueos impuestos durante la pandemia de la COVID-19″.
La especialista advirtió que esto podría conducir a un aumento de la violencia incluyendo los femicidios«El riesgo se agrava en un momento en que no hay o hay menos refugios y servicios de ayuda disponibles para las víctimas; cuando es difícil acceder a aquellos que aún están abiertos; y cuando hay menos apoyo de la comunidad; menos intervenciones policiales y menos acceso a la justicia ya que muchos tribunales están cerrados» explicó Simonovic.

Incremento del trabajo doméstico
La relatora indicó que para muchas mujeres en el mundo, estas medidas de emergencia aumentan la carga de trabajo doméstico debido al cuidado de niños/as, parientes ancianos y familiares con enfermedades.
«Para empeorar las cosas, las restricciones de movimiento, las restricciones financieras y la incertidumbre generalizada envalentonan a los perpetradores y les proporcionan poder y controles adicionales» explicó.
Los grupos de mujeres más afectados son quienes presentan discapacidadesmujeres migrantes sin documentos o víctimas de trata de personas.
En este preocupante escenario, la especialista llamó a los gobiernos a mantener la protección de las víctimas y a continuar combatiendo la violencia doméstica y machista durante esta pandemia.



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martes, 10 de marzo de 2020

Chile. 100 mil mujeres se tomaron las calles de Valparaíso este 8 de marzo

Es difícil aventurar una cifra exacta respecto a la cantidad de mujeres que repletaron las calles de Valparaíso este domingo 8 de marzo, ya que en distintos momentos de la jornada las manifestantes se desplazaron paralelamente por diferentes calles del plan, pero a mediodía el río rebelde feminista se extendió desde la Plaza Sotomayor hasta las cercanías del Congreso Nacional. Si a esto le sumamos la multitudinaria marcha que se desplazó durante la tarde desde Viña del Mar, podemos aseverar que fueron más de cien mil las mujeres movilizadas.
Mujeres Valparaíso
Marcha mujeres Valparaíso 8 de marzo 2020 | Resumen.cl
Fue una histórica jornada de conmemoración y lucha, en donde la fuerza y potencia de las mujeres, de las más variadas edades, se manifestó con energía en contra de los abusos, la discriminación, la desigualdad y la opresión. Consignas, pancartas, lienzos, danzas e intervenciones callejeras, conformaron un arcoíris de liberación formado por las demandas levantadas por el movimiento feminista que lucha resueltamente por conquistar sus derechos.
Durante estos últimos años, en donde las mujeres han irrumpido con su poderosa fuerza en la lucha por la conquista de sus derechos conculcados durante siglos por un modelo de sociedad que mediante el poder del Estado patriarcal y sus instituciones las oprime, discrimina y excluye en todos los ámbitos del quehacer cotidiano, social, económico y cultural, el participar de dichas movilizaciones y escuchar los planteamientos y fundamentos de la lucha antipatriarcal, nos ha permitido, desde la vereda masculina, ser protagonistas de una verdadera escuela de educación popular en esa temática, lo que nos ha llevado – no desde la academia ni la lectura de textos, sino desde la práctica y el ejemplo de lucha concreto – a ir comprendiendo que en la búsqueda de la construcción de una sociedad de nuevo tipo, si no asumimos la lucha anti patriarcal con la misma fuerza de la lucha anticapitalista, y que además incorpore el concepto de buen vivir con el respeto a la naturaleza y todos los seres vivos que en ella habitamos, no será posible avanzar en un proceso de liberación realmente revolucionario. El estar presentes en las movilizaciones feministas tiene este innegable factor de aprendizaje, que he querido resaltar en esta nota.
Resumen.cl
En esta multitudinaria marcha, una vez más la represión fue la respuesta empleada por el gobierno de derecha encabezado por Sebastián Piñera para intentar acallar las justas demandas del Movimiento Feminista, desplegando, a través de las instituciones regionales, un enorme aparato represivo de Fuerzas Especiales de Carabineros para impedir que la marcha se acercara al edificio del Congreso Nacional, usando en un primer momento un pequeñísimo contingente femenino por detrás de las vallas papales dispuestas a la altura de calle Uruguay, solo como una pantalla propagandística, ya que cuando llegó el grueso de la movilización hasta dicho lugar, las Carabineras fueron desplazadas hacia atrás, siendo reemplazadas por numerosos vehículos policiales, de las más variadas formas y funciones, repletos de funcionarios hombres, quienes desataron una brutal represión en contra de una marcha totalmente pacífica. En otros sectores del plan de Valparaíso se sumaron a la represión funcionarios policiales en motos y de a caballo.
Nadie sabe a ciencia cierta cuáles son los protocolos reales, no los publicitados en los medios de comunicación, que emplea Carabineros, pero lo que se puede regularmente ver es que no dudan en reprimir a diestra y siniestra cuando desde alguna autoridad superior emana la orden de actuar para disolver a las manifestantes.
Mujeres Valparaíso
Represión de Carabineros a marcha de mujeres en Valparaíso 8 de marzo 2020 | Resumen.cl
Esta vez fue posible observar, además, a un gran número de efectivos de Carabineros que portaban en sus manos botellas de gas pimienta comprimido en aerosol, el que era lanzado desde la altura de la cintura, como para evitar ser vistos, pero que propagaba por el aire su dañina toxicidad en una radio mayor a los cien metros, provocando intensas reacciones de ardor, dificultades para respirar y sensación de astillas de vidrio en los ojos, a toda persona que se encontrara en las cercanías del lugar donde fue rociado.
Gas pimienta de Carabineros en macha de mujeres en Valparaíso, Chile | Resumen.cl
Asimismo fueron detenidas numerosas mujeres que participaban de esta multitudinaria manifestación, algunas de ellas fueron liberadas y otras permanecieron en detenidas para ser llevadas a control de detención el día lunes. Si observamos la foto que acompaña este párrafo, la que registra el momento en que fue detenida Mabel Zúñiga, dirigente de la ANEF e integrante de la Mesa de Unidad Social de Valparaíso, podemos darnos cuenta de la exageración y el exceso del uso de la fuerza empleado por las fuerzas policiales, ya que son nueve los Carabineros de Fuerzas Especiales que participan de su detenerla e inmovilizarla.
Mujeres Valparaíso
Detención Mabel Zúñiga 8 de marzo 2020 | Resumen.cl
Las calles siguen hablando con voz enérgica y no han parado de hacerlo desde hace ya casi cinco meses. Esta histórica y multitudinaria marcha de las mujeres – que se inició a las 11 de la mañana y se prolongó más allá de las 21 horas – conmemorando el 8 de marzo con una extensa jornada de lucha en la conquista por sus derechos, es una muestra potente de que el camino de la rebelión popular iniciada el 18 de octubre del año pasado sigue adelante, manteniendo la potencia de un caudal que erosiona los cimientos del sistema neoliberal y patriarcal imperante.
8M 2020 Valparaíso Chile | Resumen.cl
resumen.cl/articulos/cien-mil-mujeres-se-tomaron-las-calles-de-valparaiso-este-8-de-marzoa

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lunes, 2 de marzo de 2020

LAB: El 8 de Marzo denunciaremos que el capitalismo ataca nuestras vidas


El capitalismo heteropatriarcal ataca nuestras vidas, asesina nuestros sueños, nos roba la energía e ilusión, mata nuestras alegrías y nos condena a la miseria y precariedad vital. Hoy, en Euskal Herria, las políticas neoliberales que llevan a cabo los gobiernos de derechas que deciden sobre nuestras vidas no sólo no procuran el bienestar de las personas, sino que de nuestro malestar y de nuestras necesidades hacen negocio. Los cuidados son un claro ejemplo de ello.
Si tras años de reivindicaciones feministas en las calles y plazas de nuestros pueblos y ciudades, si tras dos multitudinarias huelgas feministas los dos últimos ochos de marzo -reivindicando la importancia de situar las vidas en el centro- el Gobierno Vasco y Navarro deciden seguir haciendo de los cuidados un negocio, ya nos han respondido. Se han alineado con el capital dejándonos claro que el interés que despiertan nuestras reivindicaciones es nulo. Privatizar, precarizar e invisibilizar los cuidados es su objetivo, bien cumplido además. Los ejemplos saltan cada día a la vista: trabajadoras de residencias, trabajadoras de hogar, trabajadoras de limpieza, trabajadoras de comedores… ¡Los cuidados no pueden ser un negocio!
Sus políticas de igualdad cosmética son otro ejemplo de ello: hacer que se hace para buscar resultados mediáticos, en vez de reales. Anunciar grandes planes de igualdad pero que no se cumplen, ni en las empresas, ni en los ayuntamientos, ni en las diputaciones, ni en el gobierno, es decir, ni en los ámbitos en los que gobiernan y tienen responsabilidad directa. Las políticas de igualdad han tocado fondo. Nosotras exigimos políticas feministas. ¡La igualdad ha devenido un fraude!
La supuesta lucha contra la brecha salarial no está llegando a revertir ninguna situación porque, claro, no podemos enfadar a nuestros amigos empresarios que son quienes nos mantienen en el poder enriqueciéndonos a costa de la clase trabajadora. Es más fácil esconderse tras campañas que no obligan a nada y tras discursos que nos responsabilizan a nosotras mismas de la brecha salarial por no saber elegir nuestros estudios. ¡Existe una deuda patriarcal con nosotras, las mujeres!
La precarización de nuestras vidas es una constante diaria; pobreza energética, violencia machista, explotación laboral, privatización de servicios públicos, primar el negocio sobre la salud de la población y sobre las vidas de clase trabajadora.
Pero nosotras, ante esto, tenemos claro qué hacer: organización, autodefensa feminista y alianzas entre diversas. Ante la privatización de servicios públicos y de cuidados exigimos su publificación. No vamos a permitir que se siga haciendo negocio con los cuidados, mientras se lucran unas pocas empresas amigas de nuestros gobernantes a costa del trabajo y la explotación de miles de mujeres en este país, obligadas a cuidar en condiciones pésimas.
El feminismo nos ha enseñado a resistir, confrontar y construir entre todas. La vida en el centro como consigna nos ha llevado a todas a otro escenario, al de situar a las personas y sus necesidades en el centro, desplazando el mercado y la producción a los márgenes.
La lucha sindical es hoy más importante que nunca. Y el sindicalismo feminista es imprescindible para, entre todas, darle la vuelta a la situación. Reorganización de los trabajos de cuidados y su justo reparto. Sistema público vasco de cuidados. Vidas libres de violencias: en las casas, en las calles en los curros y en las camas. Romper con la división sexual del trabajo y valorar estos desde la repercusión que tienen en la sostenibilidad de la vida, en vez de la importancia que tienen para el capitalismo. Ni una mujer explotada, ni una persona en situación irregular. Papeles para todas y derechos para todas. Repensar y cuestionar las jornadas, los sueldos, el valor social y económico que se otorga a los trabajos y empleos. Romper con las dicotomías público/privado, productivo/reproductivo y ante la contradicción capital-vida, apostar siempre por la vida.
Nos reafirmamos en el compromiso de llevar la lucha feminista hasta el último rincón de cada centro de trabajo, luchando por la unión de todas las mujeres trabajadoras. No queremos políticas que nos lleven al sálvese quien pueda. Queremos salvarnos todas juntas y de la mano, para ello hay que acabar con el sistema capitalista heteropatriarcal, racista y colonialista.
Juntas, enredadas, aliadas y cómplices somos imparables.
Fuente: LAB

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domingo, 1 de marzo de 2020

Técnicos de Hacienda denuncian que la brecha salarial se está ensanchando y que las mujeres cobran un 28’6% menos que los hombres


La brecha salarial se ha ensanchado en 66 euros durante el último año, de manera que las mujeres cobran 4.915 euros menos al año que los hombres, según el avance de la cuarta edición del informe ‘Brecha salarial y techo de cristal’ 
En términos porcentuales, los técnicos de Hacienda estiman que las mujeres tendrían que cobrar un 28,6% más para igualar el sueldo de los hombres, tal y como demuestran los últimos datos de la Agencia Tributaria
 
La brecha salarial se ha ensanchado en 66 euros durante el último año, de manera que las mujeres cobran 4.915 euros menos al año que los hombres, según el avance de la cuarta edición del informe ‘Brecha salarial y techo de cristal’ realizado por el colectivo de técnicos del Ministerio de Hacienda (Gestha) a partir de la estadística de mercado de trabajo y pensiones en las fuentes tributarias de la Agencia Tributaria con datos de 2017. Un análisis del que se desprende que las áreas geográficas con mayores desigualdades serían la Comunidad de Madrid y Ceuta, donde cobran 7.700 euros y 6.500 euros menos, respectivamente. En el otro lado de la balanza, las más igualitarias serían Islas Canarias y Extremadura, comunidades en las que las diferencias se reducen hasta los 2.500 euros y los 2.700 euros, respectivamente.
En términos porcentuales, los técnicos de Hacienda estiman que las mujeres tendrían que cobrar un 28,6% más para igualar el sueldo de los hombres, tal y como demuestran los últimos datos de la Agencia Tributaria. Las diferencias de sueldo entre unos y otras no han dejado de aumentar desde 2015, a pesar de que entre 2005 y 2015 se redujeran un 16%. En total, en los tres últimos ejercicios la brecha se ha incrementado en 279 euros, denuncia Gestha.
Los técnicos de Hacienda calculan que, a este ritmo, harían falta 105 años para cerrar la brecha en España, aunque en casos más extremos, como el de Murcia, se tardaría 839 años. De ahí que urjan a tomar medidas para reducir los plazos de tiempo necesarios para acabar con estas desigualdades. Entre esas medidas, Gestha destaca la importancia de aumentar el número de plazas tanto en las escuelas públicas infantiles de 0 a 3 años como en los centros especializados para la atención y el cuidado de las personas mayores o dependientes, porque la brecha salarial se agrava sobre todo en las edades en las que se concentra la maternidad y el cuidado de los ancianos. En cualquier caso, las mayores diferencias de sueldo se localizan a partir de los 65 años, superándose los 11.400 euros anuales.
Al margen de las causas que la ensancharían, los técnicos explican que es en los altos tramos de renta donde se concentran los agravios de la brecha salarial. De hecho, mientras que las mujeres cobran 35 euros más que los hombres en la horquilla que oscila entre los 20.605 y los 25.757 euros de salario anual, reciben casi 31.000 euros menos cuando las retribuciones escalan por encima de los 103.000 euros al año.
En este sentido, los motivos serían la precariedad y el denominado «techo de cristal», puesto que 3,4 millones de mujeres no llegarían al Salario Mínimo Interprofesional (SMI), es decir, el 38,8% del total de las ocupadas, mientras que en el caso de los hombres se reduce a 2,9 millones, el 28,8% de los ocupados.
Según el secretario general de Gestha, José María Mollinedo, las dos subidas consecutivas del salario mínimo hasta los actuales 950 euros mensuales reducirán la brecha salarial en los próximos años, si bien indica que no se están articulando suficientes medidas para acabar con la misma, una de las principales causas de la desigualdad económica y social que existe entre hombres y mujeres y que debería constituir uno de los retos «más importantes» que debe abordar el Gobierno de España a través de un Pacto de Estado.

Fuente: Agencias

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