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viernes, 4 de abril de 2025

Las condiciones materiales que perpetúan la dominación sobre la mujer





¿Por qué la dominación sobre las mujeres sigue vigente a pesar de tantos cambios históricos? ¿Qué condiciones se resisten a transformarse, para así posibilitar nuestra emancipación? ¿Cómo el capitalismo consigue adaptar las relaciones de dominación anteriores para favorecer su ciclo de acumulación? ¿Qué podríamos hacer para derribar esas condiciones?

Es fundamental debatir sobre todas estas preguntas ya que la explotación, opresión y violencia contra las mujeres no son problemas nuevos, sino penosas continuidades ancladas al pasado. El que antes no existieran registros y estadísticas adecuadas, no esconde una realidad que era descarnadamente visible -y audible- en todos y cada uno de los barrios y veredas de Colombia. El menosprecio, los insultos y los malos tratos contra las esposas eran el pan de cada día en buena parte de los hogares del campo y la ciudad. Es, por tanto, una lacra que viene de muy lejos en el tiempo. No arranca con el imperialismo y sus influencias culturales, aunque a través de algunas de ellas se muestre de la forma más grosera. Tampoco comienza con el capitalismo, aunque se aproveche de las estructuras de dominación anteriores, configurándolas a su favor e intensificándolas en los aspectos que le interesa. Ni tan siquiera empieza con el sistema colonial, absolutamente machista y opresor.

La dominación sobre las mujeres es muy anterior a estas épocas históricas. En muchas sociedades anteriores al neolítico, donde incluso la propiedad era todavía comunal, existían ya formas de dominación masculina para controlar el papel de las mujeres en la reproducción de la comunidad. Por tanto hay que prevenir la tentación de buscar salidas hacia atrás, que además de ilusas son irremediablemente conservadoras y contrarrevolucionarias. En realidad, como pasa con el resto de las relaciones de dominación y explotación, su superación sólo se puede acometer enfilando camino hacia adelante, hacia una sociedad que acabe con todas las formas de explotación, opresión y discriminación.

Y es que la tarea política de la emancipación femenina -que va de la mano de la emancipación proletaria- no permite idealizar el pasado, ni naturalizar las viejas costumbres, si no que implica actuar con audacia y resolución, siguiendo la máxima de “Para atrás, ni para coger impulso”. Al fin y al cabo en eso consisten los proyectos revolucionarios, en transformar radicalmente el presente y el pasado para construir un futuro basado en relaciones libres e igualitarias que rompan el calabozo de las tradiciones milenarias, las ideas conservadoras y las prácticas añejas. Como dijo Marx al inicio del Dieciocho de Brumario, la tradición de todas las generaciones muertas pesa como una pesadilla sobre el cerebro de los vivos, y podemos afirmar sin temor a equivocarnos que esas tradiciones pesan doblemente sobre el cerebro y la espalda de las mujeres.

Pero, además de las condiciones que tradicionalmente habían apuntalado la opresión de la mujer y que siguen recargándose sobre nuestros hombros, con el desarrollo del capitalismo surgieron otras prácticas y medidas legales que buscaban mantener y redireccionar las relaciones patriarcales en su provecho. Estos determinantes de subordinación de las mujeres se afianzaron durante el siglo XIX y buena parte del siglo XX, cuando las mujeres fueron apartadas de la producción mercantil o relegadas en ella a un papel marginal, circunstancial e infravalorado.1 A la vez, se construyó un entramado social que volvió a encerrarlas parcialmente en el hogar, condenándolas al trabajo de la reproducción y cuidado del conjunto de la unidad familiar, trabajo que además de no remunerado, tampoco es reconocido socialmente. Este papel devaluado de la mujer le vino muy bien al capital, ya que a través del trabajo gratuito de la mujer en el hogar pudo comprar la fuerza de trabajo por debajo de su costo social de reproducción. Adicionalmente el capital usaba la fuerza de trabajo femenina como ejercito de reserva “basculante”, favoreciendo o dificultando su entrada al mercado laboral a través de diversas legislaciones, pero siempre manteniéndola como fuerza de trabajo de segunda categoría2. Al etiquetarlo como de segunda, los capitalistas pasaron a pagar un precio menor por el mismo trabajo, de tal forma que esa segregación laboral se convirtió además en una fuente de salvajes sobre-beneficios para los capitalistas.

Convertidas en una subclase dentro de la clase proletaria, utilizadas por el capital para abaratar la fuerza de trabajo y reducidas a ser un “cómodo” colchón con el que amortiguar los efectos más conflictivos de sus crisis periódicas, las mujeres no sólo quedaban bajo las sujeción y dominación del sistema capitalista de forma más precaria y deprimida, si no que además quedaban sometidas a la brutalidad y al menosprecio de las relaciones patriarcales dentro de la familia. Estas relaciones autoritarias y machistas dentro del hogar afianzan la devaluación y resometimiento histórico de la mujer a partir de una relación de complicidad entre el capital y los jefes varones de la familia. El capital convirtió entonces al proletario explotado, humillado y enajenado en la fábrica, en el “dueño y señor” de su casa y de su familia, consiguiendo que ese espacio social funcionara como válvula de drenaje para la frustración y la rabia del hombre proletario, transformándose en una especie de aliviadero doméstico de las contradicciones del capital.

Para las mujeres proletarias la situación era distinta, ya que fueron y siguen siendo explotadas y humilladas tanto en el lugar de trabajo como en el hogar, sin contar con ningún espacio en el que se compensasen sus sufrimientos. Al no tener ese espacio social donde resarcirse -ni individual, ni colectivamente-, se les impuso la idea de que su realización iba mediada por el matrimonio, la familia y el hogar. Es decir, se fechitizaron las mismas circunstancias que coartaban su emancipación.

Es claro que la configuración de las unidades familiares ha ido cambiando y con ello, en cierta medida, la forma en que se reproduce la sociedad y la clase proletaria. Las mujeres ahora tienen mayor posibilidad de inserción en la educación superior y en el mercado laboral. Además, las unidades familiares tienen menos hijos o deciden no tener ninguno, mientras que van aumentando y sucediéndose las uniones consensuales y las rupturas conyugales, en tanto los matrimonios ya no son “hasta que la muerte nos separe”- aunque muchos bestias feminicidas sigan pensado que sí-.

Sin embargo, estas circunstancias no han modificado mucho la situación de opresión de la mujer, sobretodo en los hogares proletarios más pobres. La mayor facilidad de disolución de los lazos conyugales -que debería haber contribuido a un gran avance en la emancipación femenina- se ha transformado en un incremento de la sobreexplotación que sufren las mujeres, ya que los padres en buena medida se lavan las manos respecto a la manutención y cuidado de los hijos, al igual que el Estado, que no implementa medidas suficientes de servicios sociales y de cuidado para garantizar la responsabilidad social en la crianza y educación de los niños y niñas. Según la Encuesta Nacional de Calidad de Vida (ECV) 20233, el 64% de los menores de 5 años no asisten a espacios colectivos de cuidado como hogares comunitarios, jardines o colegios, si no que pasan la mayor parte de su tiempo al cuidado de su madre, abuela u otra familiar cercana. Las mujeres cabeza de familia- madres solteras, separadas o viudas- que ya alcanzan el 45,4%4 del total de hogares de Colombia, viven la carga familiar de manera más angustiante, viéndose abocadas a vender su fuerza de trabajo en las condiciones más precarias, a gastar un porcentaje importante de su salario en guarderías y servicios para complementar el cuidado y a no disponer de tiempo de ocio para ellas mismas. El 69% de estas mujeres cabeza de familia no tienen cónyuge o pareja y para el 31% que sí la tienen, suele suceder que su la “jefatura de hogar” se traduce en que “los hijos son tuyos y tuya es la responsabilidad de cuidarlos”.

Por tanto, a pesar de que el avance en algunas condiciones materiales deberían garantizar unas mejores condiciones de vida para las mujeres, vemos como esta mejoría no llega a todos los sectores. Las mujeres proletarias, a pesar de los cambios formales en la configuración de las unidades familiares siguen soportando la mayor parte de la carga, y sobretodo la más ingrata, de la reproducción de la clase proletaria.

Por estas razones, entre otras, las proletarias son protagonistas indispensables en el proyecto de superación del capitalismo, o sea en la construcción de una sociedad socialista. No por esos cuentos maternalistas y conservadores de una presunta superioridad natural o biológica de las mujeres, ni porque el supuesto “don” de dar vida o el papel de cuidadoras -impuesto históricamente- les hagan moralmente mejores. Lo que las convierte en un motor fundamental de transformación es el peso de unas condiciones materiales que perpetúan una opresión y explotación que es aún más cruenta y déspota contra las mujeres que contra el resto del proletariado. Esas circunstancias alientan a tensar los límites del capital, luchando por la transformación radical en la conformación y funciones de las unidades domésticas (familias), elemento clave para la reproducción de la propiedad privada, el mercado, la lógica de acumulación de capital y nuestras propias cadenas. Y ese impulso es mucho mayor en las mujeres proletarias que en los proletarios, ya que éstos tienden a acomodarse disfrutando de las ventajas que les otorga esa institución, sin reparar en el yugo colectivo que supone y retrasando así la emancipación colectiva del proletariado.

El papel de la “Sagrada Familia” y su entramado patriarcal en el sostenimiento del capitalismo

Para enfocar bien una lucha que apunte tanto a la superación de las relaciones patriarcales, como al debilitamiento de las bases de reproducción del capital, debemos entender en qué se basan esas condiciones que marcan el carácter diferencial y acrecentado de la opresión y explotación de las mujeres.

Estas circunstancias gravitan en torno al papel histórico asignado a la mujer en la reproducción social y física de la fuerza de trabajo y concretado en la institución familiar. Este papel a medida que se desarrolla el capitalismo, afianza e institucionaliza una división dentro de la esfera de la producción social, que se caracterizará en ir separando cada vez más: a) la esfera de la producción mercantil, que se considerará “producción social” y que se lleva a cabo en los espacios de trabajo asalariados; y b) la esfera de la reproducción de la fuerza de trabajo, que se considerará producción privada para uso doméstico y que se lleva a cabo en el hogar.

Esa escisión entre producción y consumo se mantiene a pesar de que cambien las conformación y tipología de las unidades familiares y refleja el doble carácter esclavizante del capitalismo, donde la clase proletaria está obligada a vender su fuerza de trabajo a cambio de un salario y después es nuevamente obligada a comprar, con ese mismo salario, los bienes que ella misma ha producido, es decir, los frutos generados por la utilización de su fuerza de trabajo. El capitalismo precisa que ese ciclo se repita de forma continuada. Es decir, que constantemente se reproduzcan esas unidades familiares necesitadas de acudir diariamente al mercado laboral para recibir un salario por producir mercancías, parte de las cuales tendrán que comprar ellas mismas, ya que funcionan como medios de consumo con los cuales se regenera la fuerza de trabajo. Así se segmenta la vida misma de los proletarios y proletarias y se garantiza la realización de la ganancia capitalista, que no es otra cosa que la apropiación del plusvalor que produce la clase proletaria (o el excedente social si hablamos para el conjunto de la sociedad). Esto lo reconoce de alguna forma el Observatorio de familia del DNP, en su Boletín n.º 17 cuando afirma que “las familias están en el centro de la reproducción y transmisión intergeneracional de la desigualdad»5 , es decir y para matizarlo mejor, están en el centro de la reproducción y transmisión intergeneracional de las condiciones de sostenimiento del capitalismo, que es el que genera y perpetua la desigualdad social.

Cuando examinamos la unidad familiar desde el mercado de bienes y servicios, el lugar del trabajo remunerado o extradoméstico es el espacio relacionado con la producción de mercancías, mientras que el espacio doméstico está relacionado con el consumo. Sin embargo, cuando analizamos el mercado laboral y la mercancía “fuerza de trabajo” nos damos cuenta que ésta se produce y reproduce en una buena medida dentro de la esfera doméstica, pero se consume en la esfera de la producción mercantil. En consecuencia, la unidad familiar tal como existe en la actualidad sirve de mediación y anclaje entre el mercado de la fuerza de trabajo y el mercado de bienes de consumo, y lo hace a través de trabajo doméstico y del salario.

En esa división, entre la esfera de la producción mercantil y la esfera de la reproducción de la fuerza de trabajo en unidades privadas individuales (familias), intervienen y se afianzan muchas relaciones sociales esenciales para el sistema capitalista, como la propiedad privada y su transmisión, la relación salarial, el mercado y su papel de mediación entre la dos esferas, la explotación capitalista directa y la explotación indirecta a través de la succión de trabajo gratuito en el hogar, o a través de los arrendamientos y de los préstamos hipotecarios, entre otras.

Pero además, cuanto más se refuerza el carácter individual de esas unidades, más se dificulta la construcción de una organización proletaria fuerte y solidaria. En la política, el proletariado puede avanzar hacia la construcción de organizaciones políticas fuertes. En la economía, el propio desarrollo del capitalismo le hace avanzar hacia la socialización de los procesos productivos y permite a los trabajadores y trabajadoras agruparse en sindicatos para defenderse mejor de las arremetidas del capital. En contraste, en la vida familiar, el proletariado se encuentra dividido en millones de células aisladas, protegidas por muros mucho más sofocantes de lo que aparentan, recintos cerrados donde no entran las decisiones colectivas, ni la solidaridad. El hogar es el espacio de lo privado por excelencia, por eso al capitalismo le interesa revestir a la familia con el manto de lo sagrado, natural e intemporal, ya que las unidades familiares privadas son la materialización de la fragmentación de la clase proletaria y el estandarte del mantenimiento de la propiedad privada.

Las unidades familiares son además el espacio donde, casi sin reflexionar, el proletariado defiende la propiedad privada y la herencia; la jerarquía y el autoritarismo; la obediencia y sumisión; las dependencias y subordinaciones económicas; así como, los valores morales burgueses y la diferenciación social como elemento de antisolidaridad proletaria. Es decir, dentro de las unidades familiares, además de la comida, se cocina una parte importante de las condiciones de reproducción del capital. Y esto sucede porque las unidades familiares, en su anquilosamiento costumbrista de siglos o milenios y en su papel de transmisión generacional de los valores pasados, son el espacio donde lo seres humanos en mayor medida somos el producto y no los y las creadoras de nuestras condiciones de vida.

Además son uno de los espacios donde más se reproduce y normaliza la violencia. Recordemos que la mayoría de los asesinatos, violaciones y malos tratos contra las mujeres se llevan a cabo dentro del hogar, así como los abusos sexuales y la violencia física y sicológica contra niños, niñas y adolescentes. Adicionalmente, la familia es el primer y más importante espacio de adiestramiento en la aceptación de la jerarquía y la verticalidad, donde se normaliza como en ningún otro espacio, que el mantenimiento y respeto a la autoridad justifica el uso de sanciones, castigos e incluso de la fuerza.

Por todas estas razones es que las unidades familiares domésticas son tan fundamentales para la realización y reproducción del ciclo del capital, y de ahí la importancia de luchar en pro de la superación de ese espacio.

Este reto lo podemos identificar desde los primeros socialistas que identificaron claramente la relación entre la dominación de la mujer y el sostenimiento del sistema capitalista; y también en consecuencia entre la liberación de la mujer y la construcción del socialismo. En “El origen de la familia, la propiedad privada y el Estado”, Engels no trata este asunto como “un problema ético de inclusión”, como parecen comprenderlo algunos ahora, sino en su relación directa con las bases constitutivas del capitalismo. Es decir, en su relación con el mantenimiento de la propiedad privada, de las clases sociales, del fetichismo de la libertad individual y de la contradicción “producción social vs. consumo privado”, que sustenta el régimen del trabajo asalariado y, por tanto, la reproducción del capital, como acabamos de explicar.

Ya en 1921 Lenin afincó la idea de que bajo el capitalismo las mujeres son doblemente explotadas y oprimidas. “Las mujeres son explotadas por el capital de forma más acentuada, son oprimidas por unas leyes que les niegan la igualdad formal con el hombre, pero sobretodo se les mantiene en la «esclavitud casera», son «esclavas del hogar», viven agobiadas por la labor más mezquina, más ingrata, más dura y más embrutecedora: la de la cocina y, en general, la de la economía doméstica familiar individual…. El tránsito es difícil, pues se trata de transformar las normas» más arraigadas, rutinarias, rudas y osificadas (a decir verdad, no son “normas” si no bochorno y salvajismo).”

La revolución soviética inmediatamente proclamó leyes en pro de la igualdad entre hombres y mujeres, que ningún otro país había promulgado antes. Además dio pasos cardinales al abolir la propiedad privada sobre la tierra y las fábricas o al ser el primer país en reducir la jornada laboral a ocho horas diarias. “Ocho horas de trabajo, ocho horas de sueño, ocho horas de tiempo libre” era la vieja consigna del movimiento obrero. ¿Pero cómo ese logro iba a beneficiar a las mujeres si en sus ocho horas de tiempo libre tenían que dedicarse a las tareas del hogar? Sin duda para avanzar en el camino de la emancipación completa y efectiva de la mujer, para su liberación de la «esclavitud casera», se debía pasar de la pequeña economía doméstica individual a la economía grande y socializada. Lo que Lenin defiende en ese discurso no es sólo la incorporación de las mujeres a las fábricas, si no además la transformación de las unidades domésticas en economía socializada, lo que se conoce como “socialización del trabajo doméstico”.

Lenin identificara claramente el papel de la mujer en la familia como una traba fundamental en la superación del capitalismo y en el logro de la emancipación. “La mujer continúa siendo el esclavo doméstico a pesar de todas las leyes liberadoras, puesto que la pequeña economía doméstica la oprime, la ahoga, la embrutece, la humilla, atándola a la cocina, a la habitación de los niños, obligándola a gastar sus fuerzas en tareas terriblemente improductivas, mezquinas, irritantes, alelantes, deprimentes. La verdadera liberación de la mujer, el verdadero comunismo comenzará allí y cuando comience la lucha de masas (dirigida por el proletariado que posee el poder) contra esta pequeña economía doméstica o, más exactamente, durante su transformación masiva en gran economía socialista.”

Socialización del trabajo doméstico y generalización de los medios de consumo colectivos6

Socializar el trabajo doméstico significa en primer lugar “sacarlo de la casa”, del ámbito privado y recluido donde se lleva a cabo. Implica, por tanto, realizarlo en colectivo, convertirlo en industria social7 . Ese paso inicial es fundamental para romper con el aislamiento social de las mujeres que realizan día tras día, año tras año, el mismo trabajo simple, alienante e intrascendente, encerradas entre cuatro paredes. 8

La condición más subyugadora y opresiva del trabajo doméstico privado no es su falta de retribución, si no que se realiza en condiciones de aislamiento y que impide la interacción social directa. Mas que una cárcel, es una celda de aislamiento donde están condenadas a hacer diariamente un trabajo ingrato que no termina y que no es valorado socialmente. Es como si se repitiera el mito griego de las “Danaides”9, en el que cincuenta hermanas defienden el derecho a disponer de su vida, su sexualidad y su propio cuerpo, resistiéndose con todas sus fuerzas a la esclavitud del matrimonio; motivo por el que son condenadas en el Inframundo a llenar día tras día, eternamente, un tonel sin fondo con agua, usando jarras agujereadas. De la misma forma es que el trabajo doméstico sabotea el potencial creador, productivo y revolucionario de las mujeres.

Socializarlo significa que esas mismas actividades que cada día se realizan de forma individual, aislada, sin medios técnicos y que suponen sobrejornadas excesivas que consumen nuestra energía y vida, sean asumidas por el conjunto de la sociedad, de forma racional, tecnificada y planificada. Supone convertir el trabajo aislado, que se realiza de forma servil y arcaica, en industrias públicas (o público-cooperativas) que incorporen todos los avances técnicos-científicos y que pueden suponer interesantes experiencias de aprendizaje colectivo de planificación. Según el DANE las mujeres dedican 50.4 horas semanales al cuidado no remunerado, lo que supone más horas que la jornada laboral semanal misma. Por tanto, al socializar el trabajo doméstico se podría ahorrar más del 30% del tiempo social de trabajo de toda la sociedad para usarlo en mejorar el sector de la educación, la cultura, la salud, la producción agrícola, la industria, etc. mejorando enormemente la productividad social, y así generando condiciones reales para incrementar el tiempo lúdico-creativo.

La socialización del trabajo doméstico se puede plasmar de muchas formas: a través de lavanderías, restaurantes, fábricas de comida procesada, guarderías con instalaciones modernas y bien acondicionadas, ludotecas, sistemas de transporte escolar y extraescolar, gimnasios, espacios de cuidado y recreación para las personas mayores, entre otras muchas.

Es cierto que estos espacios ya existen dentro del capitalismo, pero una parte importante funcionan dentro de la esfera mercantil privada, por lo que en ellos prima el lucro y muchas veces la especulación. Por esta razón, los sectores sociales que más los necesitan no pueden utilizarlos porque son muy costosos o porque no hay suficiente y adecuada oferta pública.

Por ejemplo, la cobertura en Centros Día y teleasistencia para adultos mayores sólo llega al 8% y está concentrado en las ciudades10, mientras que el 80% del cuidado sigue siendo informal (familias, principalmente mujeres) (ENUT 2022). Por otra parte, según el DANE las guarderías públicas solo cubren 1.2 millones de niños, dejando por fuera al 60% de hogares de estratos 1-2 que demanda estos servicios11. En las ciudades grandes y los centros rurales la situación es peor. Según Informe de Cobertura Educativa 2023 de la Secretaría de Educación de Bogotá «En 2023, se disponía de 12,000 cupos en guarderías públicas (jardines infantiles oficiales y hogares comunitarios), frente a una demanda estimada de 150,000 niños en edad de 0 a 5 años no cubiertos por el ICBF o colegios privados». Por otro lado, la oferta de preescolares públicos es mayor, pero pocos tienen horario extendido, ofreciendo la mayoría atención en jornada única de 5 horas en la mañana o en la tarde, lo que difícilmente se adapta a las necesidades de las madres. En el resto de actividades como restaurantes, lavanderías, gimnasios o ludotecas la oferta pública es casi inexistente.

Por eso es fundamental que en el conjunto de las reivindicaciones de los movimientos sociales se incluya la exigencia de que estos servicios públicos se masifiquen, incrementen sus coberturas y horarios y sean de carácter publico y gratuito, además de ofrecer salarios dignos y plenas garantías laborales y de derechos sociales a quienes trabajen en ellos. Es importante constatar y continuar denunciando que una parte importante de la oferta de servicios públicos de cuidado se basan en la sobreexplotación, tercerización y desconocimiento de derechos de las personas que laboran en ellos.12 Igualmente, en el caso de los Hogares comunitarios por ejemplo, se sigue reproduciendo la forma de trabajo individual, aislada, sin medios técnicos y con sobrejornadas excesivas, sólo que con un salario que para colmo está en lo más bajo de la escala salarial13.

La verdadera socialización del trabajo domestico debe hacer parte de una política más general de incremento de los medios de consumo colectivos. Es decir, la socialización del trabajo doméstico y de las unidades familiares está inscrito dentro de la tarea de generalizar la socialización de los medios consumo colectivos. Es decir, que no estén mediados por el intercambio mercantil, si no que tenga carácter público y gratuito. Y aquí hay que recordar que el que los Bienes de Consumo Colectivo sean de prestación gratuita no significa que sean un regalo -ya que todos los bienes y servicios son producto del trabajo colectivo de la clase proletaria- si no que su disfrute no está mediado por el intercambio mercantil.

De esta manera, no sólo se avanzaría en romper las cadenas de dominación económica que aún pesan sobre las mujeres, sino también en atenuar la dependencia de las comunidades proletarias de los circuitos mercantiles del capital privado. Además, se limitarían las desigualdades económicas y sociales, con lo que aumentarían las condiciones para la solidaridad intraclasista y el fortalecimiento de las organizaciones proletarias. Pero, lo más importante es que con estas propuestas se contribuye a combatir un eslabón fundamental del ciclo autoreproductivo del capital, ya que se batalla contra la fragmentación de la esfera de la producción y la esfera del consumo, a través de la cual los capitalistas mantienen al proletariado dependiente de la relación salarial y del mercado.

Por tanto, igual que debemos recordar que un feminismo que no enfrente la explotación del proletariado y luche contra el capital, nunca será una verdadera lucha por la emancipación; también debemos recordar que ningún proyecto proletario podrá superar el capitalismo si subordina o posterga la lucha por la emancipación de la mujer, ya que esa lucha es una transformación proletaria fundamental en sí misma.

Susana Gómez Ruiz, Centro de Pensamiento y Teoría Crítica PRAXIS

Notas:

1El Código Napoleónico en Francia (1804) estableció que las mujeres casadas debían obediencia a sus maridos y limitaba su autonomía legal, incluyendo la capacidad para trabajar sin autorización marital. Este modelo se extendió después al resto de Europa donde las mujeres casadas tendrían restricciones legales para firmar contratos laborales o administrar propiedades sin permiso del esposo. Estas legislaciones restrictivas empeorarían con el auge del fascismo y con las políticas pronatalistas que se impondrían después de las dos guerras mundiales.


2https://www.centropraxis.co/post/la-emancipacion-de-las-proletarias-es-tambien-la-lucha-de-la-clase-proletaria

3(https://www.dane.gov.co/files/operaciones/ECV/bol-ECV-2023.pdf)

4Boletin ECV 2023, DANE.

5DNP, Observatorio de familia. Boletín n.º 17. Familias y matriz de la desigualdad social en Colombia. Pág 4 (https://observatoriodefamilia.dnp.gov.co/Documents/Boletines/Boletin%2017.pdf)

6Se utiliza el término Medios de Consumo Colectivo para referirse no sólo a los bienes, servicios y actividades que intervienen en la reproducción de los seres humanos, si no a los espacios y relaciones sociales a través de las que se lleva a cabo. Así, no sólo incluye los Bienes de Uso Colectivo actuales como servicios públicos, educación, salud,etc. si no todas las actividades de consumo y reposición de la vida que hoy aún se realizan de forma privada y fragmentada.

7https://www.aporrea.org/endogeno/a139570.html

8Susana Gómez, “La socialización del trabajo doméstico y la generalización de los medios de consumo colectivos como estrategias para eliminar el patriarcado y construir el modo de vida socialista”, El Papel de la Comuna en el proceso de emancipación, pp.10-30, 2011, Ediciones Insumisas.

9La obra del dramaturgo griego Esquilo escrita hacía el 500 a. C. con título “Las Suplicantes” es una corta e interesante obra de teatro que además de relatar el mito de las Danaides y su lucha por “la causa de las mujeres”, defiende el poder político de la Asamblea Popular por encima del rey y de los gobernantes.

10DNP. Documento CONPES 4080 de 2022: Política Pública Nacional de Equidad de Género para las Mujeres. Capítulo 4, página 67.

11 DANE. Encuesta Nacional de Calidad de Vida (ENCV 2022): «El 40% de los hogares con niños menores de 5 años en estratos 1-2 acceden a guarderías públicas, frente a una demanda potencial del 100%».

12https://www.observatoriosocioterritorial.org/post/bolet%C3%ADn-no-5-conflictos-sobre-el-trabajo-y-la-gestio-n-popular-del-territorio-en-bogota-sabana

13Susana Gómez, «No me llames madre en mi horario de trabajo” , Correo del Orinoco, 20 de enero de 2015, p.22 (https://www.noticiasdiarias.informe25.com/2015/01/opinion-no-me-llamen-madre-en-mi.html)






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sábado, 16 de febrero de 2019

La apropiación patriarcal del discurso feminista

Feminismo & Machismo neoliberal (neomachismo)


Paula Fraga Arias
TribunaFeminista

No, el feminismo no es lo que cualquier persona crea que es.

El feminismo, como toda teoría política, tiene un núcleo central de ideas, un ideario mínimo inquebrantable que si no se respeta no es feminismo. Sin embargo, en los años del postmodernismo neoliberal (fíjense que intersección más nefasta) es habitual escuchar que el feminismo es cualquier cosa así llamada por cualquiera, obviando, por supuesto, los tres siglos de historia y genealogía feministas. Quizá tenga algo que ver aquella célebre frase de Margaret Thatcher y que se ha asentado como dogma en el imaginario colectivo: “No existe la sociedad, sino mujeres y hombres individuales”.
Por supuesto, esta idea se ha introducido en el feminismo porque la élite neoliberal es consciente de nuestra capacidad transformadora. Hoy, todo es feminismo, cualquier cosa que haga una mujer es feminista, Inditex es feminista haciendo camisetas con nuestros lemas, Ana Botín, con buena parte de la riqueza de todo un país, es feminista porque ella lo dice… Desde luego, es una estrategia inteligente y muy efectiva, la de invalidar una teoría vaciándola de contenido. Y me explico con más ejemplos.
El partido político Ciudadanos ha presentado una propuesta de ley en el Parlamento para regular los vientres de alquiler, una práctica prohibida en España. Los únicos beneficiarios de esta legalización serían las “empresas” intermediarias que explotan reproductivamente a mujeres, que no ven otra alternativa de subsistencia que embarazarse para otros y vender a su bebé. Pues bien, a estas “empresas” no se les ocurrió otra cosa que hacer una campaña a favor de su negocio, empapelando Madrid con carteles con la proclama utilizada para conseguir el derecho al aborto, esto es, “nosotras parimos, nosotras decidimos”. Señores de traje y corbata, pero “nosotras parimos, nosotras decidimos”. El derecho al aborto nos concedió autonomía y libre decisión sobre nuestros cuerpos.
Los vientres de alquiler ceden esta autonomía, en su inmensa mayoría de mujeres empobrecidas, a quienes la compran. Esto es, pues, apropiación mezquina del discurso feminista y un nuevo disfraz del patriarcado, que sabedor de que no atendemos a órdenes directas y que identificamos al instante las viejas tácticas, opta por una nueva: ocultar la opresión sexual bajo mitos elaborados a tal efecto, como por ejemplo el de la “libre elección”. De hecho, he aquí, la idea nuclear del neoliberalismo: somos individuos y tenemos libre elección. Ni atisbo de análisis de los condicionamientos de nuestras decisiones. Bajo este falso pretexto se valida cualquier cosa que nos dañe porque, supuestamente, la escogemos. Pretenden cambiar la naturaleza de las cosas y las condiciones materiales de la existencia, mediante la repetición de mantras falsos que se pueden resumir en llamarle a la explotación, trabajo libremente elegido.
No se puede defender a la vez y desde un mismo lugar, la autonomía sobre nuestros cuerpos y, que nuestros cuerpos y vidas se pongan al servicio sexual o reproductivo de quienes puedan pagarlo. ¿O acaso luchamos por la libertad para esclavizarnos? Que el feminismo quepa una idea y su contraria responde al intento de despolitización del movimiento y de invalidación de la teoría. Y en este sentido, la ofensiva más grave que actualmente estamos viviendo es la infiltración del lobby proxeneta en el movimiento feminista.
Representantes del “sindicato” OTRAS, el que pretende ser el “sindicato de trabajadoras sexuales” en nuestro país, acuden a nuestras asambleas para que en los manifiestos del 8M aparezca el “trabajo sexual”. Primero, intentaron sindicarse y la Justicia, obviamente, no les dio la razón pues para constituir un sindicato, es necesario que exista una patronal frente a la que defender los intereses de las trabajadoras y, en este caso,  la patronal la conformarían los proxenetas. Permitir la constitución de este sindicato implicaría el reconocimiento del proxenetismo y por ende, de la explotación sexual  como trabajo, como opción válida al ser legitimada por el propio ordenamiento jurídico. En donde este tipo de “sindicatos” han prosperado, se ha regulado la prostitución. Son, pues, los pasos previos a la legalización y una de las líneas estratégicas del lobby proxeneta.
No se rinden y ante el fracaso de esta tentativa, tratan de infiltrarse en nuestro movimiento. El único interés que tienen en el feminismo es instrumental, pues si lograsen que en los distintos manifiestos se reconozca la prostitución como trabajo, sería un estupendo aval y una forma de presionar al Gobierno de turno para legalizar esta violencia. “El movimiento feminista nos apoya” dirían. Pues no, no es así. No están perdiendo sus vidas millones de mujeres y niñas en la prostitución, para que desde el feminismo validemos estos posicionamientos que lo amparan y promueven. Ocupan nuestros espacios y revientan nuestras asambleas. Pretenden hacer creer que estamos viviendo una escisión o una ruptura en el movimiento feminista, cuando, en realidad, se trata de una infiltración del lobby proxeneta en nuestras filas, un embiste al que, con todas nuestras fuerzas, tenemos que resistir.
Es una lucha por no dejar integrase en el movimiento a quienes lo dinamitaría por sus propios intereses. El feminismo es abolicionista desde su nacimiento. “El abolicionismo está en el corazón del feminismo”[i]. Somos y seremos leales a nuestra genealogía y por eso más que nunca, tenemos que trabajar por preservarla y caminar en el mismo sentido. La prostitución seguirá siendo combatida por las feministas y tratada como lo que es, una violación de los derechos humanos. Como afirma Taina Bien-Aimé, si estás de acuerdo en que las mujeres y niñas más marginales y vulnerables del planeta tengan que subordinarse al deseo masculino, ser cosificadas y puestas a disposición del comercio sexual, entonces estás creando un apartheid de género.
Otra forma de invalidar al movimiento es pedir, siendo más o menos conscientes, la adaptación al sistema. Y esto es justamente, lo que creo que pasa con la tibieza de reivindicar la reapropiación del insulto. Que cada una individualmente haga lo que convenga, faltaría más, pero me vais a permitir que dude de la eficiencia de denominarnos “putas feministas” como forma de lucha colectiva. En la Marcha de la Putas de Boston, Jaclyn Friedman pronunció ante no pocas mujeres las siguientes palabras: “Si alguna vez os han llamado putas, levantaos y decid conmigo: ¡Soy una puta! ¡Soy una puta!”. ¿De verdad alguien cree que esto molesta mínimamente a la élite neoliberal y patriarcal? ¿Es esta la forma de luchar contra la violencia hacia las mujeres? ¿De qué manera ayuda esto a las mujeres prostituidas? El feminismo no reivindica el “trabajo sexual”, sino que pugna por abolir la prostitución porque condena a las mujeres y niñas a un dolor físico y emocional perpetuos. El feminismo no se reapropia de lo que nos hace daño, sino que trata de demoler las instituciones patriarcales y sus instrumentos de sometimiento.
“Si alguna vez os han llamado putas, levantaos y decid conmigo: ¡Soy una puta! ¡Soy una puta!”. ¿De verdad alguien cree que esto molesta mínimamente a la élite neoliberal y patriarcal? ¿Es esta la forma de luchar contra la violencia hacia las mujeres? ¿De qué manera ayuda esto a las mujeres prostituidas? El feminismo no reivindica el “trabajo sexual”,
Especialmente revelador es lo que lleva pasando años en una parte de la academia y que, en muchos países, ya ha desplegado trascendencia práctica. Me refiero a aceptar como feministas, ideas que nos invitan a negar o arriesgar el sujeto político del feminismo, esto es, el sujeto político “mujer”. Desde luego, poner en duda el propio sujeto de la teoría feminista es una propuesta acertadísima si lo que tratan de hacer es desmantelarla. Me gustaría ver a los teóricos/as queer, que son quienes haces estas propuestas, exigiendo de la misma manera tan resuelta, que arriesgue su sujeto político al movimiento obrero o al movimiento antirracista. Como explica Ana de Miguel en su libro “Neoliberalismo sexual”, afirmaciones como que “las mujeres no pueden ser sujeto del feminismo” contribuyen sospechosamente a relativizar la posición estructural de no poder de las mujeres en el mundo. A relativizar la fuerza teórica y estratégica de las demandas de un colectivo que, desdichadamente, comparte una historia de opresión con significativos puntos comunes. Otro de los postulados clave de la teoría queer es su conceptualización del género.
El feminismo, desde Simone de Beauvoir, que explicó la significación del género, si bien el término fue elaborado posteriormente, entiende el género como el conjunto de roles y características que se imponen en función del sexo, la construcción social y cultural que se hace de cada sexo. “La adquisición de los caracteres secundarios correspondientes al género es un proceso de inculturación que se lleva a cabo a través de la educación”[ii]. Así, al hombre se le impone virilidad y a la mujer, feminidad. Debemos tratar de erradicar esta socialización diferencial que conforma una restricción al libre desarrollo de la personalidad y que reduce nuestras posibilidades de acción y actuación en el mundo,  exactamente, a la mitad, a lo convenido cultural y socialmente para cada sexo. El género es, entonces, una de las principales herramientas de sometimiento patriarcales. Sin embargo, la solución ofrecida por la teoría queer no es acabar con ello, sino convertirlo en una identidad, en algo con que tú, individualmente, te identificas. Se crean listas interminables de géneros y así hablan, por ejemplo, de personas de género fluido, personas agénero o pangénero.
Argumentan que no se identifican con los roles tradicionales asignados al hombre y mujer. Y es que a las feministas nos pasa, exactamente, lo mismo. Precisamente, por no someternos a los roles que imponen la feminidad somos feministas, porque no aceptamos ningún destino impuesto por ser mujer. Que cada quien se identifique con la categoría que le apetezca, pero el feminismo busca una solución política y colectiva. La multiplicación del género es una respuesta individual a un problema social profundamente arraigado. Al igual que la mujer no feminista se identifica con la feminidad, las personas queer con las diversas categorías que han desarrollado. ¿La identidad personal acabará con la violencia machista? ¿Es que acaso si nos denominamos pangénero o agénero ante quien nos violenta, va a dejar de hacerlo?
La solución feminista es romper los roles y mandatos, no perpetuarlos a través de su multiplicación. Asimismo, no debemos permitir que nuestros términos, “el feminismo”, “la igualdad política”, “la equidad” sean sustituidos por “diversidad” o “identidad”, pues implica una cesión a teorías individuales que no dan respuesta a los problemas de las mujeres. Se podría decir que tras estos conceptos anida una acción reactiva al feminismo. Así como el neoliberalismo niega la desigualdad estructural y los sistemas opresivos, la teoría queer niega el significado y la transcendencia del género. Por esto, muchas feministas advertimos que la teoría queer no obedece a los intereses feministas.
En sociedades formalmente igualitarias, no se pueden utilizar los mismos métodos de reproducción de la ideología patriarcal. Si algo no te gusta y vives en un patriarcado de coerción, te obligan. Si vives en un patriarcado de consentimiento, te convencen[iii]. Así, luchar por la abolición de la prostitución, denunciar los brutales abusos existentes en la pornografía o exigir relaciones sexuales sin violencia se convierte en mojigato, de mujeres reprimidas. Pretenden con esta y otras tácticas, que admitamos los posicionamientos contrarios. Nos instan, por ejemplo, a aceptar prácticas sexuales extremas aprendidas en la pornografía, bajo el pretexto de la liberación sexual que no es tal y de una falsa transgresión posmoderna, que como no señalemos y paremos, acabará por infectar cada una de las clásicas y, aún, actuales y necesarias vindicaciones feministas.
El neoliberalismo con su ideología que lo ha impregnado todo, “fragmenta la conciencia del obrero e impide que se unan para dar forma a sus propia existencia material”[iv], dificulta que se unan como clase para la defensa de sus intereses colectivos. Lo mismo ocurre con las mujeres, con este feminismo despolitizado, posmoderno, queer y liberal. Se queda en la superficialidad, no hace un análisis de la opresión sexual y da respuestas ineficientes. No solo eso, sino que vende por empoderantes y como una manifestación de la libertad, violencias que cercenan vidas. Este feminismo es una parte de un todo, y este todo es el neoliberalismo.
Cada ola feminista, cada conquista tuvo su consecuente reacción patriarcal. Teóricas como Alicia Miyares ya han advertido que estemos alerta, pues hasta no hace mucho,  las acciones reactivas eran de muy fácil identificación, pues siempre provenían de sectores conservadores y de la Iglesia. El problema es que ahora también proceden de sectores que se dicen de izquierdas y feministas. Son muchos los frentes abiertos y son, cada vez, más sofisticados los disfraces patriarcales, pero nosotras somos la Cuarta Ola, mujeres concienciadas y preparadas para reconocer al sistema y sus herramientas, ponga el traje que se ponga. Somos la Cuarta Ola y vamos a desarmar cada una de las instituciones patriarcales.




Notas Bibliográficas:
[i] Frase de Rosa Cobo, teórica feminista.
[ii] Definición de Teresa López Pardina, biógrafa de Simone de Beaviour.
[iii] Distinción elaborada por la filósofa ecofeminista Alicia Puleo. Patriarcados de coerción: “los que estipulan por medio de leyes o normas consuetudinarias sancionadoras con la violencia aquello que está permitido y prohibido a las mujeres”, (ejemplo: Arabia Saudita). Patriarcados de consentimiento, donde existe igualdad formal ante la ley: “los occidentales contemporáneos que incitan los roles sexuales a través de imágenes atractivas y poderosos mitos vehiculizados en gran parte por los medios de comunicación”.
[iv] Afirmación de los teóricos marxistas Bowles y Gintis
 


Para tener más información sobre la página y nosotrxs, nos puedes escribir al mail: ecofeminismo.bolivia@gmail.com

jueves, 1 de febrero de 2018

CONCURSO DE FOTOGRAFIA: Mujer vs Naturaleza




OBJETIVOS:

Poner fin a la separación entre género, medio ambiente y política nos exige a recuperar las vivencias de las mujeres en su contexto, nos obliga a que las mujeres empecemos a escribir nuestra historia. Historias de vida que deben de partir de la realidad que ellas viven y su entorno.


Con tal motivo quieremos hablarles de la relación entre mujer y medio ambiente. Aunque habitualmente se piensa que las diferencias de género únicamente se producen en el ámbito social, hay que decir que éstas también existen en la relación con la naturaleza. Está constatado que las mujeres tienen un "impacto en el medio ambiente menor que los hombres" supuestamente, debido a las diferencias en los patrones de consumo y estilos de vida, independientemente de si son ricas o pobres, si son del campo o citadinas. Se cree que las mujeres son más vulnerables al cambio climático,  pero mostramos una resiliencia. Hay que decir además que no todas las mujeres experimentamos la degradación ambiental de igual manera, ni los problemas ambientales impactan a todas por igual, sino que es necesario atender a la pertenencia étnica, la parte social, el relacionamiento que tenemos con otros seres vivos, el tipo de comida que ingerimos, las medicinas que tomamos y la edad entre otros factores.


POR EJEMPLO: 


Aun hay quien niega la conexión que tenemos las mujeres y naturaleza. Creemos, sin embargo, que esa conexión existe y se manifiesta a través de los ciclos de la mujer y los de la naturaleza: los ciclos de la sangre (menarquía, menstruación y menopausia), los ciclos de la luna y el sol, los ciclos de las estaciones y los ciclos gestacionales. La naturaleza es cíclica. Lo femenino es cíclico. La mujer y la naturaleza llevan en su interior la génesis y la regeneración, son la expresión del ciclo de la vida. Por tanto, la idea de que tanto las mujeres como la naturaleza son biológicamente esenciales a la vez que socialmente construidas, al menos para nosotrxs no son incompatibles entre sí. Ha sido la construcción social y subjetiva del patriarcado y del capitalismo la que ha despreciado la conexión de la mujer con la naturaleza, abandonándola, como símbolo de culto primitivo y olvidando los ciclos de ambas, para conceptuar la naturaleza, la sociedad y el cuerpo de la mujer como una máquina. La mitología, la arqueología y la antropología, sin embargo, nos muestran que en diferentes épocas históricas, gran parte de la humanidad ha sido matrilineal, con culto a lo sagrado femenino. A pesar de esta evidencia género, medio ambiente y política han sido separados, sin tener en cuenta la relación que existe entre la pobreza, la desigualdad social y de género y la degradación ambiental. Es éste, pues, un debate pendiente e imprescindible para el cambio a un presente y hacia un futuro más sostenible y más igualitario.


EN QUE TRABAJAR EN LA IMAGEN:


Poner fin a la separación entre género, medio ambiente y política que exige recuperar las vivencias de las mujeres en su contexto, obliga a que las mujeres empiecemos a escribir nuestras historias. Historias de vida que deben de partir de la nuestra realidad y las que ellas viven, de los significados que atribuyen a su lucha cotidiana, de cómo ven su medio ambiente, de valorar sus conocimientos y experiencias, su lucha contra la relegación al ámbito de lo privado y su lucha contra la brecha salarial. Una característica común a los modelos de experiencias de mujeres es que tienen como hilo conductor la ética, y son capaces de crear un modo de vida pensando en el lugar donde lo crean y como conservar su entorno para su perdurabilidad en el tiempo. Estos modelos creados por mujeres muestran modelos de vida distintos, que asumen una nueva realidad y ponen la atención en las necesidades y prioridades reales. 


QUE BUSCAR:


Aquellas mujeres de nuestro entorno por ejemplo: familiar, de tu ciudad o comunidad, de tu país o de los países limítrofes. Aquellas que con una imagen cuenten su historia.


Que vayan con el tema del concurso: MUJER VS NATURALEZA


No olvides de poner una leyenda concreta de lo que estas fotografiando para que nos contextualicemos el porque. Y todos tus datos personales que quieres que se conozcan.


REQUISITOS DE CONCURSO:



  • Inscribirte al concurso entre el 19 al 24 de febrero (debes mandarnos tu  nombre completo, a que te dedicas, que te gusta, cuantos años tienes, el nombre de tu ciudad y país, tu whatsapp, que quieres mostrarnos en tus fotografias) todo esto enviarnos al mail: ecofeminismo.bolivia@gmail.com
  • Te enviaremos unas preguntas para que respondas y nos reenvíes con las respuestas y ya estas inscrita
  • Puedes enviar como máximo 2 fotografías
  • Puedes escoger realizar en blanco y negro o a color
  • Las fotografías deben contar con una historia (escribir una leyenda corta explicando) 
  • Las fotografías deben llamar la atención del jurado, por ejemplo que entre en reflexión o que salgan de lo común
  • Enviar Fotografías al mail: ecofeminismo.bolivia@gmail.com (como segundo paso)
  • Enviar tus fotografías en físico y con un CD o USB,  te la daremos la dirección del lugar, debes cumplir con los requisitos (como tercer paso)
  • Concurso durara 7 semanas (desde el 03 de marzo al 21 de abril 2018) cada semana iremos recordándote en cuenta regresiva del concurso.


CONSEJOS:

  • No te salgas del tema. Por muy buena que sea tu foto, si no tiene que ver con el tema, estás perdiendo el tiempo 
  • Plantéate si realmente merece la pena participar o no. A veces, invertimos un montón de tiempo seleccionando y preparando las fotos para participar en un concurso, gastamos dinero para envío en físico, y tal vez el concurso no esté a la altura de lo que te supone a ti participar, en lo que se refiere a tiempo y dinero.
CRITERIOS DE VALORACIÓN DE LAS OBRAS 

No se aceptarán imágenes que no reúnan un mínimo de calidad. Se valorará la idea expresada por la obra respecto a los objetivos del concurso, así como la expresión artística de la misma y su calidad fotográfica.

CONDICIONES DE PRESENTACIÓN DE LAS OBRAS 

Las obras deberán presentarse en formato papel y digital, con las siguientes condiciones:  

  1. Fotografía en soporte papel: Dimensiones de 20 x 30 cm., montada sobre soporte o sin montar. 
  2. Cada imagen deberá presentarse también en formato digital. Se aceptarán imágenes exclusivamente en formato .jpg, con un tamaño mínimo de 1500x2300 píxeles, un peso máximo del archivo de 10 Megabytes (Mb) y con al menos 200 píxeles por pulgada (p.p.p.) de resolución. Se presentarán grabadas en soporte CD o USB y el nombre de cada archivo del CD o USB. Debe estar bien identificada para que no tengamos problemas que se mezclen o que no sepamos las dueñas. 
  3. Fotografía en soporte digital: Únicamente se aceptarán imágenes en formato .jpg, con un tamaño mínimo de 1.500x2.300 píxeles, un peso máximo del archivo de 10 Megabytes (Mb) y con al menos 200 p.p.p. de resolución.
  4. Cada participante podrá presentar su trabajo realizada con cualquier técnica fotográfica, en color o blanco y negro. Deberán ser originales e inéditas; no se admitirán obras que hayan sido premiadas en otros concursos o exhibidas públicamente.
  5. Las fotografías no podrán ser alteradas electrónicamente ni por cualquier otro medio, no aceptándose fotomontajes. Únicamente se permitirán correcciones de color y luminosidad.

POR NUESTRA PARTE: 



  1. Abran jueces imparciales y justos a su tiempo daremos los nombres.
  2. Recibiremos tus fotografías con sus leyendas solo en el  mail: ecofeminismo.bolivia@gmail.com y también debes enviar a la dirección que te indicamos en cuanto te inscribas y respondas a un cuestionario esto lo harás luego en físico y cuando nos llegue en físico te avisaremos a tu mail y whatsapp.
  3. Concurso durara 7 semanas (desde el 03 de marzo al 21 de abril 2018) cada semana iremos recordandoles la cuenta regresiva del concurso.
  4. Las 30 mejores fotografías se expondrán en unan galería de la ciudad de La Paz - Bolivia (que te informaremos por mail una vez terminada las fechas del concurso)
  5. Y las mismas fotografías ganadoras estarán en la pagina del facebook (https://www.facebook.com/EcofeminismoBolivia2007/) y el blog (https://ecofeminismobolivia.blogspot.com)
CONSIDERACIONES GENERALES

 La participación en la convocatoria significa la plena aceptación de sus Bases del mismo.



Glosario: 
menarquía
  1. nombre femenino
    MEDICINA
    Aparición de la primera menstruación.


menstruación
nombre femenino
  1. 1.
    Proceso fisiológico por el que las mujeres y las hembras de ciertas especies animales expulsan periódicamente por la vagina un óvulo maduro no fecundado con sangre y otras materias procedentes del útero.

    "la menstruación tiene lugar desde la pubertad hasta la menopausia; se produce la menstruación todos los meses, siempre que el óvulo no haya sido fecundado"
    sinónimos:períodoregla
  2. 2.
    Flujo sanguíneo procedente del útero que, durante algunos días de cada mes, expulsan de forma natural las mujeres y las hembras de ciertas especies animales.

    "esta mujer tiene una menstruación muy abundante"
    sinónimos:períodoregla
Origen
Derivado (s. xviii) del latín menstruum, formado a partir de mensis ‘mes’. De la raíz indoeuropea de mes(V.).

menopausia
nombre femenino
  1. 1.
    Desaparición de la ovulación y por tanto de la menstruación y de la capacidad de reproducción de la mujer; cuando es natural, normalmente tiene lugar entre los 40 y los 50 años.
  2. 2.
    Período en la vida de la mujer en el que deja de menstruar con regularidad.

    "durante la menopausia, la mujer sufre una alteración en su sistema hormonal; dos tercios de las mujeres han sufrido un embarazo no deseado cuando están llegando a la menopausia"
Origen
Compuesto (s. xix) del griego ménmenós ‘mes’, ‘menstruo’ y pâusis ‘cesación’. De la raíz indoeuropea de mes (V.).

matrilineal
  1. adjetivo
    [filiación, organización social] Que está basado solo en la línea de ascendencia materna.

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lunes, 4 de septiembre de 2017

Una defensa marxista de la interseccionalidad

Interseccionalidad & Marxismo
Resultado de imagen de Una defensa marxista de la interseccionalidad

Sharon Smith
https://socialistworker.org/

" Hay dos interpretaciones muy distintas de la interseccionalidad: una desarrollada por las feministas negras y la otra por el ala postestructuralista de la posmodernidad. Quiero tratar de dejar claras las diferencias en este artículo y explicar por qué la tradición feminista negra plantea el proyecto de construcción de un movimiento unido para luchar contra todas las formas de opresión que es central en el proyecto socialista, mientras que el postestructuralismo no lo hace."

Muchos militantes que han seguido el debate en la izquierda acerca del término "interseccionalidad" ven difícil definirlo, por una razón muy comprensible: diferentes personas lo explican de manera distinta con propósitos distintos. Por esta razón -junto con el hecho de que es una palabra de siete sílabas- interseccionalidad puede aparecer como una abstracción con solo una vaga relación con la realidad material. Sería un error, sin embargo, descartar totalmente el concepto.

Un concepto, no una teoría
Quiero empezar dejando claras algunas cosas. Primero, la interseccionalidad es un concepto, no una teoría. Es una descripción de cómo diferentes formas de opresión -racismo, sexismo, opresión a LGTBI y todas las otras formas- interactúan entre sí y se fusionan en una sola experiencia. De modo que las mujeres negras, por ejemplo, no están "oprimidas doblemente" -esto es, oprimidas por experiencias separadas de racismo, que también afecta a hombres negros, y además de sexismo, que afecta también a las mujeres blancas- sino que el racismo afecta al modo en que las mujeres negras son oprimidas como mujeres y también como gente negra.

La interseccionalidad es otra forma de describir la "simultaneidad de la opresión", el "solapamiento de opresiones", el "entrelazamiento de opresiones" o cualquier otro término que las feministas negras hayan usado para describir la intersección de raza, clase y género. Como planteó la académica y feminista negra Barbara Smith en 1983 en Home Girls: A Black Feminist Anthology: "el concepto de simultaneidad de la opresión está en el centro de una comprensión feminista negra de la realidad política y es, creo, una de las contribuciones ideológicas más significativas del pensamiento feminista negro".

Puesto que la interseccionalidad es un concepto (una descripción de la experiencia de múltiples opresiones, que no explica sus causas) más que una teoría (que sí intenta explicar las causas de fondo de las opresiones), puede ser aplicada por varias teorías de la opresión diferentes, teorías de matriz marxista o posmoderna, pero también separatismo, etc. Puesto que el marxismo y el posmodernismo son habitualmente antitéticos, el uso específico que hacen del concepto de interseccionalidad puede ser muy diferente en muchos sentidos distintos y contrarios. El marxismo explica que todas las formas de opresión tienen sus raíces en la sociedad de clases, mientras que las teorías que salen del posmodernismo rechazan esa idea como "esencialista" y "reduccionista".

Esta es la razón por la que un buen número de marxistas han desdeñado o han sido hostiles al concepto de "interseccionalidad", sin distinguir entre sus fundamentos teóricos rivales: el feminismo negro o el posmodernismo/postestructuralismo.

La tradición feminista negra

Es importante entender que el concepto de interseccionalidad fue desarrollada por primera vez por las feministas negras, no por los posmodernos. El feminismo negro tiene una larga y compleja historia basada en el reconocimiento de que el sistema de esclavitud tradicional y, desde entonces, del racismo y la segregación racial modernas ha causado que las mujeres negras sufran de formas que no han sido experimentadas por las mujeres blancas. En 1851, Sojourner Truth pronunció su famoso discurso ¿No soy yo una mujer?, en la Convención de Mujeres en Akron, Ohio.

Ese discurso estaba dirigido a enfatizar a las sufragistas blancas de clase media que la opresión de Truth como antigua esclava negra no tenía nada en común con la experiencia de las mujeres blancas de clase media. Truth contraponía su propia opresión como mujer negra, sufriendo brutalidad, degradación física, horas interminables de trabajo forzado y no pagado, y dando a luz a hijos e hijas solo para verlos forzados a la esclavitud. Un siglo antes de que la jurista y feminista negra Kimberlé Williams Crenshaw acuñara el término "interseccionalidad" en 1989, ese mismo concepto era usado normalmente para describir un "entrelazamiento de opresiones", "opresiones simultáneas" y otros términos similares. El feminismo negro ponían también mucho énfasis en las diferencias de clase entre mujeres, porque la gran mayoría de población negra de los EEUU había sido siempre parte de la clase obrera y había vivido desproporcionadamente en la pobreza, debido a las consecuencias económicas del racismo.

El ensayo de Crenshaw de 1989, Demarginalizing the Intersection of Race and Sex: A Black Feminist Critique of Antidiscrimination Doctrine, Feminist Theory and Antiracist Politics, que introdujo el término interseccionalidad, rinde tributo al discurso de Sojourner Truth. Crenshaw escribe: "Cuando Sojourner Truth se alzó para hablar, muchas mujeres blancas querían callarla, temiendo que desviara la atención del sufragio femenino [hacia la abolición de la esclavitud]". Crenshaw se pregunta en el contexto moderno: "Cuando la teoría y la política feminista que reclama reflejar las experiencias y las aspiraciones de las mujeres no incluye ni habla de las mujeres negras, éstas deben preguntar, ’¿no somos nosotras mujeres?’"

Feminismo negro de izquierda


Es importante también reconocer que el feminismo negro siempre contenía un análisis de izquierda, incluyendo un solapamiento entre algunas feministas negras y el partido comunista a mediados y finales del siglo XX. Las líderes del partido comunista Claudia Jones y Angela Davis, por ejemplo, desarrollaron el concepto de opresión femenina negra como la experiencia de entrelazamiento de raza, género y clase. En 1949, Claudia Jones escribió un artículo pionero titulado An End to the Neglect of the Problems of the Negro Woman! en el que afirmaba: "las mujeres negras -como trabajadoras, como negras y como mujeres- son la capa más oprimida de toda la población".

En ese ensayo, Jones enfatizaba los ataques sexuales como una cuestión racial para las mujeres negras: "Nada dramatiza más el carácter oprimido de las mujeres negras que el caso de Rosa Lee Ingram, una madre viuda de 14 hijos -dos de ellos muertos- que afronta la cadena perpetua en una cárcel de Georgia por el “crimen” de defenderse del acoso de un “supremacista blanco”. […] Saca a la luz la hipócrita coartada de los que linchaban a los negros, que históricamente se escondían tras las faldas de las mujeres blancas cuando trataban de encubrir sus funestos crímines con la “caballerosidad” o “proteger a las mujeres blancas”" Este tema -que el ataque sexual no es sólo una cuestión de las mujeres sino también una cuestión racial en la sociedad estadounidense-, fue seguido y desarrollado posteriormente por Angela Davis, cuyo inveterado compromiso en la lucha contra toda forma de explotación y opresión, incluyendo el injusto sistema racista es bien conocido. En 1981, Davis escribió en Women, Race and Class que la violación "tiene un tóxico componente racial en los Estados Unidos desde el día en que la esclavitud fue un arma clave en el mantenimiento del sistema de supremacía blanca".

Describe la violación como "un arma de dominación, un arma de represión, cuyo objetivo encubierto era acabar con la voluntad de resistencia de las mujeres negras y, en ese proceso, desmoralizar a sus hombres". La violación institucionalizada de las mujeres negras sobrevivió la abolición de la esclavitud y tomó su forma moderna, según Davis: "Las violaciones colectivas, perpetradas por el Ku Klux Klan y otras organizaciones terroristas en el periodo posterior a la Guerra Civil, se convirtieron en un arma política indisimulada para aplastar el movimiento de igualdad negro".

La caricatura del deseo de los depredadores sexuales masculinos de violar a las virtuosas bellezas sureñas tiene una "inseparable pareja", escribe Davis: "la imagen de la mujer negra como promiscua crónica. […] Vistas como “mujeres fáciles” y putas, los quejas de las mujeres negras por las violaciones carecerían necesariamente de legitimidad". Pero en los años 70, mucha feministas blancas, quizá la más famosa, Susan Brownmiller, en su libro Against our Will: Men, Women and Rape, describía la violación exclusivamente como una lucha entre mujeres y hombres. Este marco político llevó a Brownmiller a conclusiones abiertamente racistas en su apreciación del linchamiento en 1955 de Emmett Till, el chico de 14 años que visitaba a su familia en Jim Crow, Mississippi que fue secuestrado, torturado y asesinado de un disparo por el supuesto “crimen” de silbar a una mujer casada. A pesar del linchamiento de Till, Brownmiller dice que él y su asesino compartían el poder sobre una "mujer blanca", haciendo uso de estereotipos que Davis calificó como "la resurrección del viejo mito racista del violador negro".

Hay muchas otras formas en las que la experiencia de las mujeres negras difiere entre las mujeres de diferentes clases y razas. La corriente principal del feminismo de los años 60 y 70 exigía poder abortar en base al derecho de la mujer a poner fin a un embarazo no deseado. Esto es, por supuesto, un derecho fundamental de todas las mujeres, sin el cual las mujeres no pueden ser iguales a los hombres. A la vez, sin embargo, la corriente principal del movimiento se centra casi exclusivamente en el aborto, cuando la historia de los derechos reproductivos complicaba mucho más la cuestión para las mujeres negras y para otras mujeres de color, que habían sido los objetivos históricos de la esterilización forzosa racista.

El colectivo del Río Combahee

La lección central de estos ejemplos es que no puede haber algo tan simple como "la cuestión de las mujeres" en un sistema capitalista fundado sobre la esclavización de africanos, en el que el racismo está incrustado en todos sus fundamentos e instituciones. Casi todas cuestión "de las mujeres" tiene un componente racial. A lo largo de los 60 y los 70, hubo un potente movimiento en el feminismo negro de izquierda. Un representante destacado del mismo fue el Colectivo del Río Combahee, un grupo de lesbianas feministas negras de Boston. Se identificaban como "marxistas" y afirmaban en su declaración de 1977: "Somos socialistas porque creemos que el trabajo debe ser organizado para el beneficio colectivo de aquellos y que trabajan y crean los productos y no para el beneficio de los jefes.

Los recursos materiales deben ser distribuidos igualitariamente entre aquellos que crean estos recursos. "No estamos convencidas, sin embargo, de que una revolución socialista que no sea a la vez feminista y antiracista puede garantizar nuestra liberación. […] Aunque estamos esencialmente de acuerdo con la teoría de Marx aplicada a las específicas relaciones económicas que analiza, sabemos que este análisis debe ser extendido más allá para que comprendamos nuestra situación económica específica como mujeres negras". Es un punto de vista bastante razonable que parece de sentido común para la mayoría de la gente de izquierda hoy.

El Colectivo del Río Combahee no apoyaba el separatismo, como algunos marxistas han interpretado erróneamente. Barbara Smith, una de las fundadores del Colectivo del Río Combahee, reclamaba en una entrevista en el libro de 1984 This Bridge Called My Back una estrategia de "construcción de coalición" en vez del "separatismo racial". Decía que "cualquier tipo de separatismo es un callejón sin salida […]. Ningún grupo oprimido puede derribar el sistema por sí mismo. Es muy importante formar coaliciones de principios en torno a cuestiones específicas". Es importante discutir la idea que han sostenido muchos críticos -entre ellos algunos marxistas- de que el concepto de interseccionalidad del feminismo negro trata simplemente de la experiencia de racismo, sexismo y otras formas de opresión a nivel individual.

La tradición feminista negra siempre ha estado vinculada a la lucha colectiva contra la opresión, contra la esclavitud, segregación, racismo, brutalidad policial, pobreza, esterilización forzosa, violación sistemática de mujeres negras y en linchamiento sistemático de hombres negros. Quizá la lección más importante que podemos sacar del Colectivo del Río Combahee es que cuando construyamos el próximo movimiento de masas de liberación de las mujeres -ojalá sea pronto- debe estar basado no en las necesidades de las menos oprimidas sino de las que están más oprimidas, puesto que eso ese es el verdadero núcleo de la solidaridad. Pero la interseccionalidad es un concepto que sirve para entender la opresión, no la explotación.

Muchas feministas negras reconocen las raíces sistémicas del racismo y el sexismo, pero dan mucho menos énfasis que los marxistas a la conexión entre los sistemas de explotación y opresión. El marxismo es necesario porque proporciona un marco para entender la relación entre explotación y opresión y porque también identifica la agencia para crear las condiciones materiales y sociales que harán posible acabar con la explotación y la opresión: la clase obrera.

Los trabajadores no solo tienen el poder para parar el sistema, sino para reemplazarlo por una sociedad socialista basada en la propiedad colectiva de los medios de producción. Aunque otros grupos de la sociedad sufran opresión, solo la clase obrera tiene este poder colectivo. De modo que el concepto de interseccionalidad necesita la teoría marxista para reconocer el tipo de movimiento conjunto que es capaz de poner fin a todas las formas de opresión. Al mismo tiempo, el marxismo solo puede beneficiarse de integrar el feminismo negro de izquierda a su propia política y práctica.

El rechazo posmoderno de la "totalidad"

Hasta ahora, he tratado de mostrar que el concepto de interseccionalidad, de entrelazamiento de opresiones, estuvo basado en la tradición feminista negra durante un largo periodo de tiempo y que este concepto ha sido compatible con el marxismo. Quiero ahora centrar en la posmodernidad y contraponer la interpretación posmoderna de interseccionalidad con el concepto, anterior, de la tradición feminista negra. Para ser claros: no cabe duda de que el posmodernismo ha hecho avanzar la lucha contra todas las formas de opresión, incluyendo la opresión experimentada por el colectivo transexual, con diversidad funcional o aquellos discriminados por razones de edad y muchas otras formas de opresión, que fueron eclipsadas antes de que las teorías postmodernas florecieran en los 80 y 90.

El crítico literario Terry Eagleton identificó "el logro más duradero" del postmodernismo en el "el hecho de que ha ayudado a plantear preguntas de sexualidad, género y etnia tan firmemente en la agenda política que es imposible imaginar eliminarlas sin una poderosa lucha". Al mismo tiempo, sin embargo, el posmodernismo hizo surgir un rechazo de plano de la generalización política y de las categorías de las estructuras sociales y realidades materiales, a las que se referían como "verdades", "totalidades" y "universalizaciones", en nombre de un "anti-esencialismo". (Ciertamente, tal rechazo de la generalización política es en sí misma una generalización política, una contradicción inherente al pensamiento posmoderno).

Los posmodernos sitúan un énfasis clave en el carácter limitado, parcial, subjetivo, de las experiencias individuales de la gente, rechazando la estrategia de lucha colectiva contra las instituciones de opresión y explotación para centrarse en las relaciones individuales y culturales como centros de lucha. No es un coincidencia que el posmodernismo floreciera en el mundo académico tras el declive de la lucha de clases y los movimientos sociales de los 60 y 70, y con el ascenso de la clase dominante neoliberal. Algunos académicos vinculados con el ascenso del posmodernismo eran veteranos radicales de los 60 que habían perdido la fe en la posibilidad de la revolución. Se les unió una generación de radicales demasiado jóvenes para haber experimentado el tumulto de los 60, pero que estaban influenciados por el pesimismo del periodo.

En este contexto, el marxismo fue calificado generalmente de "reduccionista" y "esencialista" por académicos que se autodenominaban posmodernos, postestructuralistas y postmarxistas. Dentro de la categoría teórica más amplia de postmodernidad, el postmarxismo proporcionó un nuevo marco teórico a comienzos de los 80. Dos teóricos postmarxistas, Ernesto Laclau y Chantal Mouffe publicaron Hegemonía y Estrategia Socialista: Hacia una Política Democrática Radical en 1985. Laclau y Mouffe planteaban su teoría como negación de la "totalidad" socialista: "vínculos necesarios entre antisexismo y anticapitalismo, y la unidad entre ambos sólo puede ser el resultado de una articulación hegemónica. Por consiguiente, sólo es posible construir esta articulación a partir de luchas separadas [...]. Esto requiere la autonomización de las esferas de lucha".

Esto es un argumento en favor de la separación de las luchas. Tales luchas "flotantes" deberían entonces ser conducidas totalmente dentro de lo que los marxistas llaman superestructura de la sociedad, sin relación con su base económica. Además, el concepto de Laclau y Mouffe de "autonomización de las esferas de lucha" no es solo que cada lucha esté limitada a combatir una sola forma particular de subordinación dentro de un dominio social particular, sino que no necesita siquiera implicar a ninguna otra persona más que a uno mismo. Esto se dice explícitamente: "muchas de estas resistencias no se manifiestan bajo la forma de luchas colectivas sino a través de un individualismo crecientemente afirmado". Estos pasos muestran claramente cómo el énfasis se alejó de la solidaridad entre movimientos y también de la lucha colectiva a la individual, a la lucha interpersonal.

Así, las relaciones interpersonales se convirtieron en el lugar central de lucha, basada en las percepciones subjetivas de qué individuo está en posición de "dominio" y cuál en posición de "subordinación" en cualquier situación particular. En 1985 el teórico queer Jeffrey Escoffier resumía: "La política de la identidad debe ser también una política de la diferencia […]. La política de la diferencia afirma una existencia limitada, parcial". Los postestructuralistas se apropiaron de términos como "política de la identidad" y "diferencia" que tenían su origen en el feminismo negro de finales de los 70. Cuando el Colectivo del Río Combahee se refería a la necesidad de una política de la identidad, por ejemplo, estaban describiendo la identidad colectiva de las mujeres negras; cuando enfatizaba la importancia de reconocer las "diferencias" entre mujeres, se referían a la invisibilidad del colectivo de mujeres negras en el feminismo predominantemente blanco de clase media del momento. Pero hay un mundo de diferencia entre la identidad social -identificación como parte de un grupo social- y la identidad individual.

La concepción postestructuralista de la "identidad" está basada en los individuos, mientras que la "diferencia" puede referirse igualmente a cualquier característica que sitúe a un individuo al margen de otros, ya sea por una relación de opresión o que sea simplemente no normativo. Vale la pena señalar que la feminista negra Kimberlé Williams Crenshaw, escribiendo en los 90, discrepaba con la "versión del antiesencialismo que encarnaba lo que puede llamarse la tesis vulgarizada de la construcción social, [que] consiste en que, puesto que las categorías son construidas socialmente, no existen los “negros” o las “mujeres”, y no tiene sentido por tanto continuar reproduciendo esas categorías y organizándose en torno a ellas".

Frente a ello, afirmaba que "una primera respuesta a estas preguntas requiere que reconozcamos en primer lugar que los grupos de identidad organizados en los que nos encontramos son de hecho coaliciones, o al menos, coaliciones potenciales esperando a ser formadas". Concluía diciendo que "en este momento de la historia, puede argumentarse firmemente que la estrategia de resistencia más seria para los grupos desempoderados es ocupar y defender una política de localización social en vez de vaciarla y destruirla".

Identidad "individual" o "social" 

Es así como el concepto de interseccionalidad que se desarrolló por primera vez en el marco de la tradición feminista negra, emergió mucho más recientemente en el contexto de la posmodernidad. Aunque el feminismo negro y algunas corrientes de la teoría posmoderna comparten asunciones y lenguaje comunes, estos quedan ensombrecidos por las diferencias clave que hacen de ellos enfoques distintos para combatir la opresión. Por tanto, el concepto de interseccionalidad tiene dos fundamentos políticos distintos: uno con el trasfondo del feminismo negro y otro del posmodernismo.

La reciente evolución del enfoque postestructuralista de la política de la identidad y de la interseccionalidad, que ha tenido una fuerte influencia en la generación actual de militantes, da un gran énfasis al cambio de comportamiento individual como la forma más eficaz para combatir la opresión. Esto ha dado pie a la idea de que los individuos "señalen" los actos interpersonales de opresión percibida como un acto político crucial. Ha dado pie, más en general, a la interseccionalidad en términos posmodernos, incluso entre los que no tienen idea de qué es la posmodernidad.

Como ha afirmado recientemente un investigador marxista:
"A finales del siglo XX, un discurso teórico de la interseccionalidad se hizo casi hegemónico en muchos sectores de la vida intelectual radical. En este discurso, centrado en cuestiones sociales y movimientos en torno a la raza, género, clase, sexualidad y otras formas de opresión era habitual decir que deberíamos rechazar cualquier tipo de reduccionismo o esencialismo de clase en el que el género y la raza queden subsumidas bajo la categoría de clase. Como mucho, se decía, los movimientos en torno a la raza, género, sexualidad o clase puede entrecruzarse entre sí, pero no pueden coaligarse fácilmente en un movimiento contra la estructura de poder y el sistema capitalista que, según con los marxistas, está tras él. Así, la interseccionalidad actual de estos movimiento sociales -frente a su separación- era vista habitualmente como limitada, como realidad y como una posibilidad. Decir otra cosa era correr el riesgo de caer en el abismo del reduccionismo o el esencialismo".

Coincido con Anderson en este punto, pero también creo que es claro que está criticando la versión posmoderna de la interseccionalidad, no la del feminismo negro. Creo que un error por parte de los marxistas no apreciar el valor de la tradición feminista negra, incluyendo el concepto de interseccionalidad, tanto su contribución a combatir la opresión de las mujeres de color, las mujeres de clase obrera y las formas en que puede ayudar a avanzar la teoría y práctica marxistas. Los marxistas aprecian las contribuciones de los nacionalistas negros de izquierda, incluyendo a Malcolm X y Franz Fanon, así como el socialismo del Black Panther Party y han intentado incorporar aspectos de sus contribuciones a nuestra propia tradición política. Los ejemplos anteriores proporcionan pruebas sólidas de que deberíamos incorporar del mismo modo lo que las feministas negras tienen que ofrecer al marxismo.

El papel de la segregación racial en EEUU ha impedido eficazmente el desarrollo de un movimiento de mujeres unido que reconozca las muchas implicaciones de la histórica división racial. Ningún movimiento puede aspirar a hablar por todas las mujeres a menos que hable por las mujeres que también afrontan las consecuencias del racismo, que sitúa mayoritariamente a las mujeres de color en las filas de la clase obrera y la pobreza. La raza y la clase deben ser centrales al proyecto de la liberación de las mujeres -no sólo en la teoría sino en la práctica- si pretender ser significativo para aquellas mujeres que son las más oprimidas por el sistema.

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Sobre la autora:
Sharon Smith (1956), feminista, activista social norteamericana. Vive en Chicago, militante de la International Socialist Organization (ISO), integra la redacción de la revista International Socialista Review y es columnista del Socialist Worker. Colabora regularmente en publicaciones de izquierda como CounterPunch y Dissident. Autora entre otros ensayos, de una fenomenal investigación (traducida al castellano) sobre las luchas de los trabajadores en su país: Fuego subterráneo. Historia del radicalismo de la clase obrera en los Estados Unidos (Editorial Hiru Hondarribia, Gipúzcoa, 2013).