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viernes, 4 de abril de 2025

Las condiciones materiales que perpetúan la dominación sobre la mujer





¿Por qué la dominación sobre las mujeres sigue vigente a pesar de tantos cambios históricos? ¿Qué condiciones se resisten a transformarse, para así posibilitar nuestra emancipación? ¿Cómo el capitalismo consigue adaptar las relaciones de dominación anteriores para favorecer su ciclo de acumulación? ¿Qué podríamos hacer para derribar esas condiciones?

Es fundamental debatir sobre todas estas preguntas ya que la explotación, opresión y violencia contra las mujeres no son problemas nuevos, sino penosas continuidades ancladas al pasado. El que antes no existieran registros y estadísticas adecuadas, no esconde una realidad que era descarnadamente visible -y audible- en todos y cada uno de los barrios y veredas de Colombia. El menosprecio, los insultos y los malos tratos contra las esposas eran el pan de cada día en buena parte de los hogares del campo y la ciudad. Es, por tanto, una lacra que viene de muy lejos en el tiempo. No arranca con el imperialismo y sus influencias culturales, aunque a través de algunas de ellas se muestre de la forma más grosera. Tampoco comienza con el capitalismo, aunque se aproveche de las estructuras de dominación anteriores, configurándolas a su favor e intensificándolas en los aspectos que le interesa. Ni tan siquiera empieza con el sistema colonial, absolutamente machista y opresor.

La dominación sobre las mujeres es muy anterior a estas épocas históricas. En muchas sociedades anteriores al neolítico, donde incluso la propiedad era todavía comunal, existían ya formas de dominación masculina para controlar el papel de las mujeres en la reproducción de la comunidad. Por tanto hay que prevenir la tentación de buscar salidas hacia atrás, que además de ilusas son irremediablemente conservadoras y contrarrevolucionarias. En realidad, como pasa con el resto de las relaciones de dominación y explotación, su superación sólo se puede acometer enfilando camino hacia adelante, hacia una sociedad que acabe con todas las formas de explotación, opresión y discriminación.

Y es que la tarea política de la emancipación femenina -que va de la mano de la emancipación proletaria- no permite idealizar el pasado, ni naturalizar las viejas costumbres, si no que implica actuar con audacia y resolución, siguiendo la máxima de “Para atrás, ni para coger impulso”. Al fin y al cabo en eso consisten los proyectos revolucionarios, en transformar radicalmente el presente y el pasado para construir un futuro basado en relaciones libres e igualitarias que rompan el calabozo de las tradiciones milenarias, las ideas conservadoras y las prácticas añejas. Como dijo Marx al inicio del Dieciocho de Brumario, la tradición de todas las generaciones muertas pesa como una pesadilla sobre el cerebro de los vivos, y podemos afirmar sin temor a equivocarnos que esas tradiciones pesan doblemente sobre el cerebro y la espalda de las mujeres.

Pero, además de las condiciones que tradicionalmente habían apuntalado la opresión de la mujer y que siguen recargándose sobre nuestros hombros, con el desarrollo del capitalismo surgieron otras prácticas y medidas legales que buscaban mantener y redireccionar las relaciones patriarcales en su provecho. Estos determinantes de subordinación de las mujeres se afianzaron durante el siglo XIX y buena parte del siglo XX, cuando las mujeres fueron apartadas de la producción mercantil o relegadas en ella a un papel marginal, circunstancial e infravalorado.1 A la vez, se construyó un entramado social que volvió a encerrarlas parcialmente en el hogar, condenándolas al trabajo de la reproducción y cuidado del conjunto de la unidad familiar, trabajo que además de no remunerado, tampoco es reconocido socialmente. Este papel devaluado de la mujer le vino muy bien al capital, ya que a través del trabajo gratuito de la mujer en el hogar pudo comprar la fuerza de trabajo por debajo de su costo social de reproducción. Adicionalmente el capital usaba la fuerza de trabajo femenina como ejercito de reserva “basculante”, favoreciendo o dificultando su entrada al mercado laboral a través de diversas legislaciones, pero siempre manteniéndola como fuerza de trabajo de segunda categoría2. Al etiquetarlo como de segunda, los capitalistas pasaron a pagar un precio menor por el mismo trabajo, de tal forma que esa segregación laboral se convirtió además en una fuente de salvajes sobre-beneficios para los capitalistas.

Convertidas en una subclase dentro de la clase proletaria, utilizadas por el capital para abaratar la fuerza de trabajo y reducidas a ser un “cómodo” colchón con el que amortiguar los efectos más conflictivos de sus crisis periódicas, las mujeres no sólo quedaban bajo las sujeción y dominación del sistema capitalista de forma más precaria y deprimida, si no que además quedaban sometidas a la brutalidad y al menosprecio de las relaciones patriarcales dentro de la familia. Estas relaciones autoritarias y machistas dentro del hogar afianzan la devaluación y resometimiento histórico de la mujer a partir de una relación de complicidad entre el capital y los jefes varones de la familia. El capital convirtió entonces al proletario explotado, humillado y enajenado en la fábrica, en el “dueño y señor” de su casa y de su familia, consiguiendo que ese espacio social funcionara como válvula de drenaje para la frustración y la rabia del hombre proletario, transformándose en una especie de aliviadero doméstico de las contradicciones del capital.

Para las mujeres proletarias la situación era distinta, ya que fueron y siguen siendo explotadas y humilladas tanto en el lugar de trabajo como en el hogar, sin contar con ningún espacio en el que se compensasen sus sufrimientos. Al no tener ese espacio social donde resarcirse -ni individual, ni colectivamente-, se les impuso la idea de que su realización iba mediada por el matrimonio, la familia y el hogar. Es decir, se fechitizaron las mismas circunstancias que coartaban su emancipación.

Es claro que la configuración de las unidades familiares ha ido cambiando y con ello, en cierta medida, la forma en que se reproduce la sociedad y la clase proletaria. Las mujeres ahora tienen mayor posibilidad de inserción en la educación superior y en el mercado laboral. Además, las unidades familiares tienen menos hijos o deciden no tener ninguno, mientras que van aumentando y sucediéndose las uniones consensuales y las rupturas conyugales, en tanto los matrimonios ya no son “hasta que la muerte nos separe”- aunque muchos bestias feminicidas sigan pensado que sí-.

Sin embargo, estas circunstancias no han modificado mucho la situación de opresión de la mujer, sobretodo en los hogares proletarios más pobres. La mayor facilidad de disolución de los lazos conyugales -que debería haber contribuido a un gran avance en la emancipación femenina- se ha transformado en un incremento de la sobreexplotación que sufren las mujeres, ya que los padres en buena medida se lavan las manos respecto a la manutención y cuidado de los hijos, al igual que el Estado, que no implementa medidas suficientes de servicios sociales y de cuidado para garantizar la responsabilidad social en la crianza y educación de los niños y niñas. Según la Encuesta Nacional de Calidad de Vida (ECV) 20233, el 64% de los menores de 5 años no asisten a espacios colectivos de cuidado como hogares comunitarios, jardines o colegios, si no que pasan la mayor parte de su tiempo al cuidado de su madre, abuela u otra familiar cercana. Las mujeres cabeza de familia- madres solteras, separadas o viudas- que ya alcanzan el 45,4%4 del total de hogares de Colombia, viven la carga familiar de manera más angustiante, viéndose abocadas a vender su fuerza de trabajo en las condiciones más precarias, a gastar un porcentaje importante de su salario en guarderías y servicios para complementar el cuidado y a no disponer de tiempo de ocio para ellas mismas. El 69% de estas mujeres cabeza de familia no tienen cónyuge o pareja y para el 31% que sí la tienen, suele suceder que su la “jefatura de hogar” se traduce en que “los hijos son tuyos y tuya es la responsabilidad de cuidarlos”.

Por tanto, a pesar de que el avance en algunas condiciones materiales deberían garantizar unas mejores condiciones de vida para las mujeres, vemos como esta mejoría no llega a todos los sectores. Las mujeres proletarias, a pesar de los cambios formales en la configuración de las unidades familiares siguen soportando la mayor parte de la carga, y sobretodo la más ingrata, de la reproducción de la clase proletaria.

Por estas razones, entre otras, las proletarias son protagonistas indispensables en el proyecto de superación del capitalismo, o sea en la construcción de una sociedad socialista. No por esos cuentos maternalistas y conservadores de una presunta superioridad natural o biológica de las mujeres, ni porque el supuesto “don” de dar vida o el papel de cuidadoras -impuesto históricamente- les hagan moralmente mejores. Lo que las convierte en un motor fundamental de transformación es el peso de unas condiciones materiales que perpetúan una opresión y explotación que es aún más cruenta y déspota contra las mujeres que contra el resto del proletariado. Esas circunstancias alientan a tensar los límites del capital, luchando por la transformación radical en la conformación y funciones de las unidades domésticas (familias), elemento clave para la reproducción de la propiedad privada, el mercado, la lógica de acumulación de capital y nuestras propias cadenas. Y ese impulso es mucho mayor en las mujeres proletarias que en los proletarios, ya que éstos tienden a acomodarse disfrutando de las ventajas que les otorga esa institución, sin reparar en el yugo colectivo que supone y retrasando así la emancipación colectiva del proletariado.

El papel de la “Sagrada Familia” y su entramado patriarcal en el sostenimiento del capitalismo

Para enfocar bien una lucha que apunte tanto a la superación de las relaciones patriarcales, como al debilitamiento de las bases de reproducción del capital, debemos entender en qué se basan esas condiciones que marcan el carácter diferencial y acrecentado de la opresión y explotación de las mujeres.

Estas circunstancias gravitan en torno al papel histórico asignado a la mujer en la reproducción social y física de la fuerza de trabajo y concretado en la institución familiar. Este papel a medida que se desarrolla el capitalismo, afianza e institucionaliza una división dentro de la esfera de la producción social, que se caracterizará en ir separando cada vez más: a) la esfera de la producción mercantil, que se considerará “producción social” y que se lleva a cabo en los espacios de trabajo asalariados; y b) la esfera de la reproducción de la fuerza de trabajo, que se considerará producción privada para uso doméstico y que se lleva a cabo en el hogar.

Esa escisión entre producción y consumo se mantiene a pesar de que cambien las conformación y tipología de las unidades familiares y refleja el doble carácter esclavizante del capitalismo, donde la clase proletaria está obligada a vender su fuerza de trabajo a cambio de un salario y después es nuevamente obligada a comprar, con ese mismo salario, los bienes que ella misma ha producido, es decir, los frutos generados por la utilización de su fuerza de trabajo. El capitalismo precisa que ese ciclo se repita de forma continuada. Es decir, que constantemente se reproduzcan esas unidades familiares necesitadas de acudir diariamente al mercado laboral para recibir un salario por producir mercancías, parte de las cuales tendrán que comprar ellas mismas, ya que funcionan como medios de consumo con los cuales se regenera la fuerza de trabajo. Así se segmenta la vida misma de los proletarios y proletarias y se garantiza la realización de la ganancia capitalista, que no es otra cosa que la apropiación del plusvalor que produce la clase proletaria (o el excedente social si hablamos para el conjunto de la sociedad). Esto lo reconoce de alguna forma el Observatorio de familia del DNP, en su Boletín n.º 17 cuando afirma que “las familias están en el centro de la reproducción y transmisión intergeneracional de la desigualdad»5 , es decir y para matizarlo mejor, están en el centro de la reproducción y transmisión intergeneracional de las condiciones de sostenimiento del capitalismo, que es el que genera y perpetua la desigualdad social.

Cuando examinamos la unidad familiar desde el mercado de bienes y servicios, el lugar del trabajo remunerado o extradoméstico es el espacio relacionado con la producción de mercancías, mientras que el espacio doméstico está relacionado con el consumo. Sin embargo, cuando analizamos el mercado laboral y la mercancía “fuerza de trabajo” nos damos cuenta que ésta se produce y reproduce en una buena medida dentro de la esfera doméstica, pero se consume en la esfera de la producción mercantil. En consecuencia, la unidad familiar tal como existe en la actualidad sirve de mediación y anclaje entre el mercado de la fuerza de trabajo y el mercado de bienes de consumo, y lo hace a través de trabajo doméstico y del salario.

En esa división, entre la esfera de la producción mercantil y la esfera de la reproducción de la fuerza de trabajo en unidades privadas individuales (familias), intervienen y se afianzan muchas relaciones sociales esenciales para el sistema capitalista, como la propiedad privada y su transmisión, la relación salarial, el mercado y su papel de mediación entre la dos esferas, la explotación capitalista directa y la explotación indirecta a través de la succión de trabajo gratuito en el hogar, o a través de los arrendamientos y de los préstamos hipotecarios, entre otras.

Pero además, cuanto más se refuerza el carácter individual de esas unidades, más se dificulta la construcción de una organización proletaria fuerte y solidaria. En la política, el proletariado puede avanzar hacia la construcción de organizaciones políticas fuertes. En la economía, el propio desarrollo del capitalismo le hace avanzar hacia la socialización de los procesos productivos y permite a los trabajadores y trabajadoras agruparse en sindicatos para defenderse mejor de las arremetidas del capital. En contraste, en la vida familiar, el proletariado se encuentra dividido en millones de células aisladas, protegidas por muros mucho más sofocantes de lo que aparentan, recintos cerrados donde no entran las decisiones colectivas, ni la solidaridad. El hogar es el espacio de lo privado por excelencia, por eso al capitalismo le interesa revestir a la familia con el manto de lo sagrado, natural e intemporal, ya que las unidades familiares privadas son la materialización de la fragmentación de la clase proletaria y el estandarte del mantenimiento de la propiedad privada.

Las unidades familiares son además el espacio donde, casi sin reflexionar, el proletariado defiende la propiedad privada y la herencia; la jerarquía y el autoritarismo; la obediencia y sumisión; las dependencias y subordinaciones económicas; así como, los valores morales burgueses y la diferenciación social como elemento de antisolidaridad proletaria. Es decir, dentro de las unidades familiares, además de la comida, se cocina una parte importante de las condiciones de reproducción del capital. Y esto sucede porque las unidades familiares, en su anquilosamiento costumbrista de siglos o milenios y en su papel de transmisión generacional de los valores pasados, son el espacio donde lo seres humanos en mayor medida somos el producto y no los y las creadoras de nuestras condiciones de vida.

Además son uno de los espacios donde más se reproduce y normaliza la violencia. Recordemos que la mayoría de los asesinatos, violaciones y malos tratos contra las mujeres se llevan a cabo dentro del hogar, así como los abusos sexuales y la violencia física y sicológica contra niños, niñas y adolescentes. Adicionalmente, la familia es el primer y más importante espacio de adiestramiento en la aceptación de la jerarquía y la verticalidad, donde se normaliza como en ningún otro espacio, que el mantenimiento y respeto a la autoridad justifica el uso de sanciones, castigos e incluso de la fuerza.

Por todas estas razones es que las unidades familiares domésticas son tan fundamentales para la realización y reproducción del ciclo del capital, y de ahí la importancia de luchar en pro de la superación de ese espacio.

Este reto lo podemos identificar desde los primeros socialistas que identificaron claramente la relación entre la dominación de la mujer y el sostenimiento del sistema capitalista; y también en consecuencia entre la liberación de la mujer y la construcción del socialismo. En “El origen de la familia, la propiedad privada y el Estado”, Engels no trata este asunto como “un problema ético de inclusión”, como parecen comprenderlo algunos ahora, sino en su relación directa con las bases constitutivas del capitalismo. Es decir, en su relación con el mantenimiento de la propiedad privada, de las clases sociales, del fetichismo de la libertad individual y de la contradicción “producción social vs. consumo privado”, que sustenta el régimen del trabajo asalariado y, por tanto, la reproducción del capital, como acabamos de explicar.

Ya en 1921 Lenin afincó la idea de que bajo el capitalismo las mujeres son doblemente explotadas y oprimidas. “Las mujeres son explotadas por el capital de forma más acentuada, son oprimidas por unas leyes que les niegan la igualdad formal con el hombre, pero sobretodo se les mantiene en la «esclavitud casera», son «esclavas del hogar», viven agobiadas por la labor más mezquina, más ingrata, más dura y más embrutecedora: la de la cocina y, en general, la de la economía doméstica familiar individual…. El tránsito es difícil, pues se trata de transformar las normas» más arraigadas, rutinarias, rudas y osificadas (a decir verdad, no son “normas” si no bochorno y salvajismo).”

La revolución soviética inmediatamente proclamó leyes en pro de la igualdad entre hombres y mujeres, que ningún otro país había promulgado antes. Además dio pasos cardinales al abolir la propiedad privada sobre la tierra y las fábricas o al ser el primer país en reducir la jornada laboral a ocho horas diarias. “Ocho horas de trabajo, ocho horas de sueño, ocho horas de tiempo libre” era la vieja consigna del movimiento obrero. ¿Pero cómo ese logro iba a beneficiar a las mujeres si en sus ocho horas de tiempo libre tenían que dedicarse a las tareas del hogar? Sin duda para avanzar en el camino de la emancipación completa y efectiva de la mujer, para su liberación de la «esclavitud casera», se debía pasar de la pequeña economía doméstica individual a la economía grande y socializada. Lo que Lenin defiende en ese discurso no es sólo la incorporación de las mujeres a las fábricas, si no además la transformación de las unidades domésticas en economía socializada, lo que se conoce como “socialización del trabajo doméstico”.

Lenin identificara claramente el papel de la mujer en la familia como una traba fundamental en la superación del capitalismo y en el logro de la emancipación. “La mujer continúa siendo el esclavo doméstico a pesar de todas las leyes liberadoras, puesto que la pequeña economía doméstica la oprime, la ahoga, la embrutece, la humilla, atándola a la cocina, a la habitación de los niños, obligándola a gastar sus fuerzas en tareas terriblemente improductivas, mezquinas, irritantes, alelantes, deprimentes. La verdadera liberación de la mujer, el verdadero comunismo comenzará allí y cuando comience la lucha de masas (dirigida por el proletariado que posee el poder) contra esta pequeña economía doméstica o, más exactamente, durante su transformación masiva en gran economía socialista.”

Socialización del trabajo doméstico y generalización de los medios de consumo colectivos6

Socializar el trabajo doméstico significa en primer lugar “sacarlo de la casa”, del ámbito privado y recluido donde se lleva a cabo. Implica, por tanto, realizarlo en colectivo, convertirlo en industria social7 . Ese paso inicial es fundamental para romper con el aislamiento social de las mujeres que realizan día tras día, año tras año, el mismo trabajo simple, alienante e intrascendente, encerradas entre cuatro paredes. 8

La condición más subyugadora y opresiva del trabajo doméstico privado no es su falta de retribución, si no que se realiza en condiciones de aislamiento y que impide la interacción social directa. Mas que una cárcel, es una celda de aislamiento donde están condenadas a hacer diariamente un trabajo ingrato que no termina y que no es valorado socialmente. Es como si se repitiera el mito griego de las “Danaides”9, en el que cincuenta hermanas defienden el derecho a disponer de su vida, su sexualidad y su propio cuerpo, resistiéndose con todas sus fuerzas a la esclavitud del matrimonio; motivo por el que son condenadas en el Inframundo a llenar día tras día, eternamente, un tonel sin fondo con agua, usando jarras agujereadas. De la misma forma es que el trabajo doméstico sabotea el potencial creador, productivo y revolucionario de las mujeres.

Socializarlo significa que esas mismas actividades que cada día se realizan de forma individual, aislada, sin medios técnicos y que suponen sobrejornadas excesivas que consumen nuestra energía y vida, sean asumidas por el conjunto de la sociedad, de forma racional, tecnificada y planificada. Supone convertir el trabajo aislado, que se realiza de forma servil y arcaica, en industrias públicas (o público-cooperativas) que incorporen todos los avances técnicos-científicos y que pueden suponer interesantes experiencias de aprendizaje colectivo de planificación. Según el DANE las mujeres dedican 50.4 horas semanales al cuidado no remunerado, lo que supone más horas que la jornada laboral semanal misma. Por tanto, al socializar el trabajo doméstico se podría ahorrar más del 30% del tiempo social de trabajo de toda la sociedad para usarlo en mejorar el sector de la educación, la cultura, la salud, la producción agrícola, la industria, etc. mejorando enormemente la productividad social, y así generando condiciones reales para incrementar el tiempo lúdico-creativo.

La socialización del trabajo doméstico se puede plasmar de muchas formas: a través de lavanderías, restaurantes, fábricas de comida procesada, guarderías con instalaciones modernas y bien acondicionadas, ludotecas, sistemas de transporte escolar y extraescolar, gimnasios, espacios de cuidado y recreación para las personas mayores, entre otras muchas.

Es cierto que estos espacios ya existen dentro del capitalismo, pero una parte importante funcionan dentro de la esfera mercantil privada, por lo que en ellos prima el lucro y muchas veces la especulación. Por esta razón, los sectores sociales que más los necesitan no pueden utilizarlos porque son muy costosos o porque no hay suficiente y adecuada oferta pública.

Por ejemplo, la cobertura en Centros Día y teleasistencia para adultos mayores sólo llega al 8% y está concentrado en las ciudades10, mientras que el 80% del cuidado sigue siendo informal (familias, principalmente mujeres) (ENUT 2022). Por otra parte, según el DANE las guarderías públicas solo cubren 1.2 millones de niños, dejando por fuera al 60% de hogares de estratos 1-2 que demanda estos servicios11. En las ciudades grandes y los centros rurales la situación es peor. Según Informe de Cobertura Educativa 2023 de la Secretaría de Educación de Bogotá «En 2023, se disponía de 12,000 cupos en guarderías públicas (jardines infantiles oficiales y hogares comunitarios), frente a una demanda estimada de 150,000 niños en edad de 0 a 5 años no cubiertos por el ICBF o colegios privados». Por otro lado, la oferta de preescolares públicos es mayor, pero pocos tienen horario extendido, ofreciendo la mayoría atención en jornada única de 5 horas en la mañana o en la tarde, lo que difícilmente se adapta a las necesidades de las madres. En el resto de actividades como restaurantes, lavanderías, gimnasios o ludotecas la oferta pública es casi inexistente.

Por eso es fundamental que en el conjunto de las reivindicaciones de los movimientos sociales se incluya la exigencia de que estos servicios públicos se masifiquen, incrementen sus coberturas y horarios y sean de carácter publico y gratuito, además de ofrecer salarios dignos y plenas garantías laborales y de derechos sociales a quienes trabajen en ellos. Es importante constatar y continuar denunciando que una parte importante de la oferta de servicios públicos de cuidado se basan en la sobreexplotación, tercerización y desconocimiento de derechos de las personas que laboran en ellos.12 Igualmente, en el caso de los Hogares comunitarios por ejemplo, se sigue reproduciendo la forma de trabajo individual, aislada, sin medios técnicos y con sobrejornadas excesivas, sólo que con un salario que para colmo está en lo más bajo de la escala salarial13.

La verdadera socialización del trabajo domestico debe hacer parte de una política más general de incremento de los medios de consumo colectivos. Es decir, la socialización del trabajo doméstico y de las unidades familiares está inscrito dentro de la tarea de generalizar la socialización de los medios consumo colectivos. Es decir, que no estén mediados por el intercambio mercantil, si no que tenga carácter público y gratuito. Y aquí hay que recordar que el que los Bienes de Consumo Colectivo sean de prestación gratuita no significa que sean un regalo -ya que todos los bienes y servicios son producto del trabajo colectivo de la clase proletaria- si no que su disfrute no está mediado por el intercambio mercantil.

De esta manera, no sólo se avanzaría en romper las cadenas de dominación económica que aún pesan sobre las mujeres, sino también en atenuar la dependencia de las comunidades proletarias de los circuitos mercantiles del capital privado. Además, se limitarían las desigualdades económicas y sociales, con lo que aumentarían las condiciones para la solidaridad intraclasista y el fortalecimiento de las organizaciones proletarias. Pero, lo más importante es que con estas propuestas se contribuye a combatir un eslabón fundamental del ciclo autoreproductivo del capital, ya que se batalla contra la fragmentación de la esfera de la producción y la esfera del consumo, a través de la cual los capitalistas mantienen al proletariado dependiente de la relación salarial y del mercado.

Por tanto, igual que debemos recordar que un feminismo que no enfrente la explotación del proletariado y luche contra el capital, nunca será una verdadera lucha por la emancipación; también debemos recordar que ningún proyecto proletario podrá superar el capitalismo si subordina o posterga la lucha por la emancipación de la mujer, ya que esa lucha es una transformación proletaria fundamental en sí misma.

Susana Gómez Ruiz, Centro de Pensamiento y Teoría Crítica PRAXIS

Notas:

1El Código Napoleónico en Francia (1804) estableció que las mujeres casadas debían obediencia a sus maridos y limitaba su autonomía legal, incluyendo la capacidad para trabajar sin autorización marital. Este modelo se extendió después al resto de Europa donde las mujeres casadas tendrían restricciones legales para firmar contratos laborales o administrar propiedades sin permiso del esposo. Estas legislaciones restrictivas empeorarían con el auge del fascismo y con las políticas pronatalistas que se impondrían después de las dos guerras mundiales.


2https://www.centropraxis.co/post/la-emancipacion-de-las-proletarias-es-tambien-la-lucha-de-la-clase-proletaria

3(https://www.dane.gov.co/files/operaciones/ECV/bol-ECV-2023.pdf)

4Boletin ECV 2023, DANE.

5DNP, Observatorio de familia. Boletín n.º 17. Familias y matriz de la desigualdad social en Colombia. Pág 4 (https://observatoriodefamilia.dnp.gov.co/Documents/Boletines/Boletin%2017.pdf)

6Se utiliza el término Medios de Consumo Colectivo para referirse no sólo a los bienes, servicios y actividades que intervienen en la reproducción de los seres humanos, si no a los espacios y relaciones sociales a través de las que se lleva a cabo. Así, no sólo incluye los Bienes de Uso Colectivo actuales como servicios públicos, educación, salud,etc. si no todas las actividades de consumo y reposición de la vida que hoy aún se realizan de forma privada y fragmentada.

7https://www.aporrea.org/endogeno/a139570.html

8Susana Gómez, “La socialización del trabajo doméstico y la generalización de los medios de consumo colectivos como estrategias para eliminar el patriarcado y construir el modo de vida socialista”, El Papel de la Comuna en el proceso de emancipación, pp.10-30, 2011, Ediciones Insumisas.

9La obra del dramaturgo griego Esquilo escrita hacía el 500 a. C. con título “Las Suplicantes” es una corta e interesante obra de teatro que además de relatar el mito de las Danaides y su lucha por “la causa de las mujeres”, defiende el poder político de la Asamblea Popular por encima del rey y de los gobernantes.

10DNP. Documento CONPES 4080 de 2022: Política Pública Nacional de Equidad de Género para las Mujeres. Capítulo 4, página 67.

11 DANE. Encuesta Nacional de Calidad de Vida (ENCV 2022): «El 40% de los hogares con niños menores de 5 años en estratos 1-2 acceden a guarderías públicas, frente a una demanda potencial del 100%».

12https://www.observatoriosocioterritorial.org/post/bolet%C3%ADn-no-5-conflictos-sobre-el-trabajo-y-la-gestio-n-popular-del-territorio-en-bogota-sabana

13Susana Gómez, «No me llames madre en mi horario de trabajo” , Correo del Orinoco, 20 de enero de 2015, p.22 (https://www.noticiasdiarias.informe25.com/2015/01/opinion-no-me-llamen-madre-en-mi.html)






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lunes, 23 de mayo de 2022

Diez voces de pensadoras y luchadoras antirracistas

Las investigadoras Rafeef Ziadah y Brenna Bhandar conversan con una decena de mujeres que toman partido en el mundo académico y el activismo.

Existe un vínculo entre las diez mujeres entrevistadas en Feminismes revolucionaris, editado en marzo, en lengua catalana, por Sembra Llibres: el compromiso crítico y perdurable con el materialismo histórico. Con este punto de partida -los feminismos negros, indígenas, postcoloniales y marxistas, antirracistas y anticapitalistas-, las investigadoras Rafeef Ziadah y Brenna Bhandar conversan con una decena de mujeres que toman partido en el mundo académico y el activismo.

Tres ejes atraviesan el volumen de Sembra Llibres, de 358 páginas: diáspora, migración e Imperio; una segunda parte sobre el colonialismo, el capitalismo y la resistencia; y por último, el feminismo abolicionista de las prisiones. Pero también en la introducción del libro se hace referencia al contexto actual de emergencia climática.

“Sólo el 10% de la población mundial es responsable del 50% de las emisiones globales. Las jerarquías de clase y de raza de la crisis climática son innegables, así como las desigualdades entre los países del Norte y del Sur, o lo que la geógrafa feminista Doreen Massey ha identificado como ‘geografías del poder’ de la globalización”, subrayan Rafeef Ziadah y Brenna Bhandar.

Una de las entrevistadas es la investigadora, profesora de Sociología y Estudios de Género, ensayista y fotógrafa británica Vron Ware, cuyo último título publicado –febrero de 2022- es Retorn of a native. Learning from the land. En Military Migrants: fighting for YOUR country (2012), trató la relación entre racismo y militarismo; otra fuente de interés son sus columnas –“Up in arms”- sobre militarización en la publicación independiente openDemocracy.

Una de las reflexiones compartidas por Vron Ware en el libro de Sembra es la vinculación entre las nuevas tecnologías y la historia de las reivindicaciones populares en Reino Unido: “Una de las cosas que la tecnología ha cambiado es que ahora puedes elegir los hechos del pasado que casen mejor con tu argumento o con tu causa, porque es mucho más fácil encontrar información rápidamente. Sin embargo hay un déficit real respecto a pensar históricamente. Es como si hubiera una falta de conocimiento a pesar de la facilidad para encontrarlo en línea”.

Otra de las protagonistas es la profesora y activista Silvia Federici, nacida en la ciudad italiana de Parma (1942), y a quien puede vincularse a la tradición marxista, feminista, radical y autonomista. Es autora de numerosas obras influyentes, por ejemplo Calibán y la bruja. Mujeres, cuerpos y acumulación originaria (2004); y Revolución en punto cero: trabajo doméstico, reproducción y luchas feministas (2013).

Su formación política e intelectual comenzó durante la Segunda Guerra Mundial: “La cultura del fascismo era completamente misógina”. Muy pronto Silvia Federici empezó a desconfiar del Estado. En los años 70 del siglo XX cofundó la International Feminist Collective y fue organizadora de la International Wages for Housework Campaign.

Sobre los recientes textos académicos relacionados con la reproducción social, y las actividades que se desarrollan fuera del hogar (por ejemplo hospitales o escuelas), la autora de El patriarcado del salario. Críticas feministas al marxismo (2018), explica: “Son útiles. (Se) amplía el concepto de trabajo reproductivo y demuestra que ya no es sólo trabajo doméstico. De hecho nunca lo ha sido (…). El problema es que también hay una tendencia a olvidar el trabajo que se lleva a término en casa, y ahora toda la atención se dedica a la reproducción comercializada”.

Profesora en la Universidad de California, sindicalista y activista contra el racismo, Angela Y. Davis (Birmingham, Alabama, 1944) ha publicado libros sobre raza, clase y género, como Women, Race and Class (1981), y otros como Abolition Democracy (2005) o Are prisons obsolete? (2011). Marxista afrodescendiente, Angela Y. Davis estuvo afiliada al Partido Comunista de los  Estados Unidos desde 1968, fue perseguida por el FBI y estuvo más de un año encarcelada (después de una campaña de solidaridad internacional –“Free Angela”-, fue declarada inocente y absuelta en 1972). Asimismo ha luchado por la abolición de las cárceles.

“La gran cantidad de presos políticos, desde el líder indígena Leonard Peltier hasta Mumia Abu-Jamal y otras personas asociadas al partido de las Panteras Negras –la mayoría negros, algunos de ellos han estado entre rejas durante más de 50 años- ponen de manifiesto la continua racialización de la ley estadounidense”, expone en Feminismes revolucionaris.

Otro testimonio recabado es el de Himani Bannerjy (Sylhet, Bangladés, 1942), profesora de Sociología en Canadá y fundadora de la Escuela de Estudios de la Mujer en la Universidad de Jadavpur (Calcuta). Ha investigado sobre la constitución de las clases sociales y el patriarcado en la India colonial y, respecto a Canadá, desde un punto de vista antirracista, feminista y marxista.

“Frantz Fanon, Aimé Césaire, Chinua Achebe, Ngugi wa Thiong’o y C.L.R. James, entre otros, me ayudaron a poner nombre a las experiencias que yo y más gente vivíamos”, explica; se trataba de vivencias del “proceso de racialización, que es intrínseco al colonialismo capitalista. Hablaban de las consecuencias emocionales y psicológicas de la esclavitud”, recuerda la autora de Investing Subjects: Studies in Hegemony, Patriarchy and Colonialism (2002).

Entre la investigación académica y el activismo se sitúan también las autoras del libro de Sembra. Rafeef Ziadah es profesora de Política del Oriente Medio en la Escuela de Estudios Orientales y Africanos (SOAS) de la Universidad de Londres, poeta y ha participado en campañas de solidaridad con Palestina. Brenna Bhandar es lectora de Derecho y Teoría Crítica en la mencionada Escuela y autora de Colonial Lives of Property (2018).

El texto concluye con un epílogo de la profesora de Etnia, Raza y Migración en la Universidad de Yale, Lisa Lowe, que destaca de las 10 pensadoras entrevistadas: “Nos recuerdan cómo podemos alterar el presente restaurando nuestra relación con la larga historia de los feminismos antirracistas y anticoloniales revolucionarios: la de Fannie Lou Hammer, Claudia Jones y Audre Lorde; el Combahee River; la Alianza de las Mujeres del Tercer Mundo; o las mujeres que lideraron la resistencia Kanehsata:ke durante la crisis de Oka de 1990, en Canadá”.









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domingo, 7 de junio de 2020

Argentina. Nuestro desahogo: no es un fiscal, es el Poder Judicial


En las últimas 48 horas, tres casos que tomaron estado público demuestran que la decisión del fiscal de Rawson Fernando Rivarola de catalogar el caso de una joven abusada por un grupo de jóvenes como “desahogo sexual doloso” no es aislada: corresponde a un patrón de la justicia patriarcal a lo largo y ancho de país, que no cataloga los femicidios como tales, encubre a los asesinos y consagra la impunidad. El análisis de dos abogadas penales especialistas: los derechos que los propios jueces y fiscales violan, y por qué la utilización de caratulas confusas busca invisibilizar la violencia machista.
Chubut
El miércoles 3 de junio, en un nuevo #NiUnaMenos, en las calles de Comodoro Rivadavia, Chubut, se marchaba y leía un comunicado que empezaba así: “Nos volvemos a encontrar en las calles y en las redes, desde cada espacio que habitamos para denunciar la violencia machista en todas sus modalidades, así como la complicidad del Estado”.
Ese mismo día, el fiscal jefe de la ciudad de Rawson Fernando Rivarola bajó la calificación legal de “abuso con acceso carnal” por la de “abuso sexual simple, agravado por la participación de dos o más personas” en la causa que año y medio atrás había iniciado una joven que denunció que fue abusada -en 2012- por seis jóvenes en una fiesta en la zona de Playa Unión. En la audiencia el fiscal describió el accionar de los imputados como “desahogo sexual doloso”.
Lejos de ser un problema exclusivo de Rivarola, la sintonía machista se repite en todo el Poder Judicial.
Salta y Tucumán
Un día después, el 4 de junio, la periodista tucumana Mariana Romero recordó en su cuenta de twitter la historia de Fátima Aparicio: el 8 de mayo de 2019 fue asfixiada y golpeada a martillazos por su ex pareja Luis Ernesto Rondón, que se había escondido en su departamento en Salta para atacarla y quien le pisó la cabeza cuando ella ya estaba desmayada hasta quebrarle los dos maxilares. Fue la perra de Fátima la que ladró hasta alertar a los vecinos que lograron detener a Rondón y asistir a Fátima hasta que fue derivada al hospital. Estuvo quince días en coma, y sobrevivió: en junio fue dada de alta.
En Salta tenía custodia policial, pero cuando llegó a Tucumán huyendo de esa violencia, la justicia le dijo que primero se tenía que hacer un examen psicológico. Rondón estaba con prisión preventiva acusado de femicidio en grado de tentativa. Escribió la periodista Mariana Romero: “Son las 11 y 20 de la noche. Dentro de 40 minutos, a Rondón se le vence la prisión preventiva. Su abogada, del Cuerpo de Abogados para Víctimas de Violencia contra la Mujer ya pidieron la prórroga. La Fiscalía también. Pero a las juezas de la Sala VI todavía no se les ocurrió ni siquiera responder. Por sí o por no. Resalto: las juezas, mujeres, son Stella Maris Arce y Alicia Freidenberg. Así que está noche, Fátima no duerme. Hace ya una semana escondió a los chicos y está custodiada por sus hermanas. Fátima no duerme, ni duermen sus hijos ni sus hermanas, ni los vecinos que la salvaron. Acá en Tucumán, esta noche, no duermo yo ni debería dormir nadie. En unos minutos, por falta de dos firmas de sus señorías, un monstruo puede quedar en libertad”.
Fátima aún aguarda este terrible suspenso.
Córdoba
El mismo día se conoció un informe de la provincia de Córdoba en el que se detallaba que durante el año 2019 se registraron 19 femicidios, según datos de la Oficina de la Mujer de la Corte Suprema de Justicia de la Nación. Con información agregada por el Centro de Estudios y Proyectos Judiciales de la provincia de Córdoba, el informe demuestra que solamente seis de la totalidad de las imputaciones contemplaban la violencia de género como agravante; de esas imputaciones cinco también contemplaban los vínculos. En otras seis imputaciones se aplicó únicamente la agravante por el vínculo. Hubo una imputación donde no se contemplaba como agravantes ni la violencia de género ni los vínculos. En cinco casos no se reportaron imputaciones y solo se informó la carátula de la causa. Por último, no se obtuvo este dato respecto de un sujeto activo. El informe demuestra así algo que se repite en todo el país: hay gran cantidad de femicidios en los que en las imputaciones no se toma en cuenta la violencia machista.
Desconocer el Derecho
La abogada Verónica Heredia, especialista en Derechos Humanos, atiende el teléfono desde la provincia de Chubut, desde donde traza la perspectiva: “Lo que pasó con el fiscal Rivarola pasa todos los días, en los escritos, en las audiencias. Lo que demuestra este caso muy fuertemente es que el sistema penal sigue diciendo barbaridades. Lo único que pasó acá de diferente es que tomó estado público. Es como los femicidios, las desapariciones forzadas, los abusos policiales: pasan todos los días. El derecho penal es la máxima expresión del machismo y el sexismo. Lo que dijo el fiscal no lo puede decir, y no es una cuestión ideológica: es porque está violando la ley, la Constitución, los tratados de Derechos Humanos, todo”.
El 4 de diciembre de 2019 la Legislatura de la Provincia del Chubut sancionó la Ley VIII nº 129, que dispone  adherir la provincia a la Ley Micaela que establece la capacitación obligatoria en la temática de violencia contra las mujeres para todas las personas que se desempeñen en la función pública en todos sus niveles y jerarquías en los Poderes Ejecutivo, Legislativo y Judicial de la Provincia. Sostiene Heredia: “Esto es un claro ejemplo de cómo, a pesar de tener leyes, de tener toda la estructura constitucional, las convenciones, los tratados, está tan arraigado el machismo, el sexismo, que hoy junio 2020 no solamente un fiscal dice esto sino que todo un sistema también lo está protegiendo. Con lo que dijo el fiscal Rivarola viola el artículo 75, inciso 22 de la Constitución Nacional donde se constitucionalizan los tratados internacionales de Derechos Humanos, donde prohíben la discriminación desde todos los aspectos y específicamente la discriminación por género. La convención contra toda forma de discriminación contra la mujer también esta convencionalizada en el artículo 75, inciso 22 de la Constitución reformada en 1994. A partir de ahí todas las leyes que luego se dictaron donde han quedado establecidas las diferentes violencias que se ejercen contra la mujer y específicamente la violencia institucional: este es un claro ejemplo de violencia institucional contra la mujer. El fiscal al afirmar eso demostró su desconocimiento del derecho y eso es falta grave, que habilita su destitución”.
La máquina femicida
La abogada trans Cristina Monserrat es parte del Observatorio Lucía Pérez de violencia patriarcal. En el registro que el Observatorio lleva diariamente una de las columnas es la carátula de causa se ve que las carátulas son múltiples y que no hay un único criterio: el Poder Judicial aporta así un eslabón a la cadena de violencias. Invisibiliza lo que sucede, y garantiza impunidad no aplicando las condenas correspondientes.
“Hay una diversidad de caratulas bastante importante”, dice Cristina, y agrega: “Algunas con tipos penales, delitos, que tienen una sanción penal inferior a la prevista en el agravante del femicidio, del homicidio agravado, por haberse realizado en contexto en violencia de género”.
Cristina explica que para la tipificación de femicidio, la pena es perpetua. “El juez no puede decidir, como en el caso del homicidio simple, entre 8 y 25 años; es un abanico muy amplio para aplicar en función de las circunstancias del caso. En el femicidio no hay margen: hay perpetua o absolución”.
¿Cuándo debería caratularse como femicidio?
Si tenemos los tres elementos que tenemos del femicidio -victimario varón, victima mujer o alguna feminidad, y desarrollado en el contexto de violencia de género- el Ministerio Público Fiscal, los fiscales, deberían en principio caratular la investigación como «femicidio» u «homicidio en contexto de contexto de género».
¿Qué genera el uso tan diverso de carátulas?
Todos estos tipos de carátulas confusas lo que tratan es de invisibilizar la problemática. La carátula no solo tiene un efecto dentro del proceso judicial, porque este proceso no es cerrado, es público, entonces la carátula también trasciende a la comunidad, a la sociedad, y es importante que se comunique que es lo que está pasando. Obviamente son indicios; la prueba se va a producir en el juicio oral, el victimario tendrá presunción de inocencia hasta que tenga condena firme, dentro de todas las garantías de un sistema republicano, pero la carátula no puede sustraerse de la presunción de femicidio cuando se dan los tres elementos que tiene esta agravante. No puede ocultarse.
¿Existen protocolos para revertir esta situación?
Muchas jurisdicciones tienen protocolos para abordar su femicidio e investigación. El problema es que no todos lo cumplen.
www.lavaca.org/portada/no-es-un-fiscal-es-el-poder-judicial/

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viernes, 5 de junio de 2020

Violencia machista y coronavirus; Del 8-M al Ingreso Mínimo Vital, rebrota la caza de brujas contra el feminismo

El acoso a las feministas dentro y fuera de las redes sociales es, según diversas expertas, una estrategia con dos objetivos: deslegitimar al movimiento feminista y arremeter contra la izquierda. 
Otras miradas - Qué poco os importan las maltratadas y cuánto el 8M
Imagen de la manifestación del 8-M en Madrid.
A pesar de que el mismo día 8 de marzo y los anteriores se habían celebrado una infinidad de eventos, actos, concentraciones, fiestas y competiciones deportivas, poco después de que se decretara el estado de alarma sólo la manifestación feminista parece ser culpable de la expansión de la pandemia en nuestro país. Así lo han manifestado a diestro y siniestro dese hace semanas grupos y partidos de derecha y de extrema derecha como el Partido Popular y Vox.
Un informe de la Guardia Civil a la jueza que decidió abrir una causa con este argumento se desveló lleno de falsedades, mentiras y un afán por retorcer declaraciones de testigos para que justificaran las afirmaciones que desde hace semanas se vierten contra el movimiento feminista.
Pero este bulo no ha sido la única punta de lanza. El confinamiento impuesto a la población para frenar la propagación del virus puso de manifiesto de una forma cristalina hasta qué punto las costuras de la igualdad estaban llenas de hilachas y la necesidad de mirar cada acción y cada política con perspectiva de género. Un vocablo que sólo hace referencia a entender cómo la acción de las instituciones tiene un impacto diferenciado en hombres y en mujeres, pero que levanta urticaria entre los sectores más conservadores.
De esta forma, incluso la mención en redes sociales sobre la importancia de una renta vital mínima para equilibrar la balanza de género fue amplia y agresivamente contestada en diversas cuentas de feministas. 
«La derecha ha hecho del movimiento feminista un símbolo, un emblema, para matar dos pájaros de un solo tiro, de una parte, deslegitimar al feminismo y de otra arremeter contra la izquierda, porque la derecha sabe que la izquierda se aproxima todo lo que puede al feminismo para ganar legitimidad. Por eso la criminalización del feminismo forma parte del programa conservador y ultraliberal de la derecha», afirma la socióloga Rosa Cobos.
«El feminista es un movimiento de masas como no lo es ningún otro en este momento y esto asusta a la derecha más ultraliberal»
«El feminista es un movimiento de masas como no lo es ningún otro en este momento y esto asusta a la derecha más conservadora y ultraliberal porque saben de su capacidad de movilización y también saben que el feminismo tiene un fuerte sentimiento anticapitalista», añade esta catedrática de la Universidad de A Coruña.

En esta misma línea coincide Isabel Mastrodomenico, directora de la Agencia Comunicación y Género, al afirmar que esta reacción que estamos viviendo tiene que ver con el hecho de que “nuestra insitencia ha generado conciencia en la ciudadanía».

Esta experta resalta que el acoso, la difamación y la burla hacia las feministas no es algo nuevo. Todas las defensoras de los derechos de las mujeres en todos los tiempos han sido difamadas y fruto de escarnio «y para constatar esto no hay más que ver las campañas que se emprendieron contra las sufragistas, que ridiculizaban a sus maridos y que las presentaban como mujeres malvadas. Que nos empiecen a señalar como responsables del contagio masivo del virus no deja de ser una estrategia más de los que están en contra de los avances del movimeito feminista».
«En ningún otro lugar se ha usado la celebración de estas marchas como un argumento político contra el feminismo»
Para Mastrodoménico, esta insistencia sobre los terribles efectos del 8-M en la expansión de la pandemia tiene un marcado sello de la ultraderecha española. Explica que las manifestaciones multitudinarias por el Día Internacional de la Mujer se produjeron en multitud de ciudades del mundo entero, incluidas las principales capitales europeas, «pero en ningún otro lugar se han usado estas marchas como argumento político para culpar al feminismo de la pandemia, ni siquiera en América Latina».
«Es tan contradictorio el discurso de la ultraderecha que les ha explotado en su misma cara. Se quejan de las manifestaciones feministas pero luego salen a manifestarse en plena pandemia. O se quejan de las feministas mientras ellos estaban en la convención utraconservadora en la que sus líderes estaban enfermos y contagiaron a un montón de personas», añade Mastrodoménico.
La filósofa Ana de Miguel está convencida de que buena parte de las críticas que está recibiendo el movimiento feminista proceden de «una estrategia política que identifica el feminismo con la izquierda en el poder y todo vale para ensuciar y liar a la gente contra el ‘gobierno ilegítimo'». Sin embargo, estos ataques «hunden sus raíces en una constante de nuestra cultura, el desorden que procede de que las mujeres se salgan de su sitio o lugar natural, que no es otro que el de hacer la vida agradable a los hombres. Lo dice la Ilíada, lo dice la Biblia y lo dicen los ‘transgresores sexuales’ y la izquierda patriarcal. Lo dicen Rousseau, Freud, la sección femenina y hasta Perico de los Palotes. Las mujeres hemos sido creadas para hacer la vida agradable a los demás. Y punto».
Mayor beligerancia hacia las feministas
«Hoy existe una mayor beligerancia hacia colectivos y mujeres feministas», afirma la jurista experta en violencia de género Paula Fraga. Y la sitúa en dos momentos clave: «Cuando VOX, una fuerza política explícita y abiertamente misógina consiguió 52 escaños en el Congreso, que supuso una legitimación política de ideas que ya deberían estar superadas«. El segundo momento se produjo con una situación de crispación sociopolítica, propiciada en buena medida por la crisis y las consecuencias económicas del coronavirus».
La ultraderecha en lugar de soluciones busca culpables y cómo no, cargan contra quienes siempre lo hacen, contra el movimiento feminista. No es más que una burda estrategia para desacreditar, pero la promueven desde sus escaños y desde sus altavoces mediáticos y esto tiene reflejo social. Así, las feministas estamos siendo de nuevo acosadas y amenazas en redes y fuera de ellas», afirma esta jurista.
Para Paula Fraga, este intento de desacreditar al feminismo «no solo procede de la ultraderecha, sino también de sectores que se dicen de izquierda y progresistas y no son menos virulentos y que llegan a amenazar de muerte».  Esta experta hace referencia a planteamientos realizados desde movimientos ligados a la teoría queer, que «utilizan las mimas tácticas de silenciamiento que aquellos a quienes dicen combatir, fundamentalmente la injuria, el acoso y la amenaza». Una teoría que califica como «acientífica, sexista y antifeminista» y que «se manifiesta a través de las leyes de identidad (de género)». añade.



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sábado, 7 de marzo de 2020

Brasil. El cambio que viene de las mujeres: líderes feministas protagonizan la lucha social

Se incrementa la presencia femenina en los movimientos populares y mujeres toman la línea del frente
“Todo lo que pido a nuestros hermanos es que aparten sus pies de nuestros cuellos y nos dejen caminar”. La cita de la activista por los derechos de las mujeres Sarah Moore Grimké, que vivió en el siglo XIX sigue actual. Más de doscientos años después, este pensamiento describe cuál es el obstáculo más grande que las mujeres enfrentan en la búsqueda por igualdad.
Hasta hoy, según los datos divulgados en un informe de OXFAM, las mujeres son las responsables por un 75% del trabajo no remunerado en el mundo. Antes de alcanzar la mayoría de edad, ya dedican un par de horas de su tiempo a un mercado que sustenta el capitalismo: son las responsables por cuidar a los niños, jóvenes y ancianos, por las actividades domésticas y los cuidados básicos de sus maridos y compañeros.
Actualmente, un 42% de las mujeres en edad laboral en Brasil no están en el mercado laboral formal. Entre los hombres, la cifra es de un 6%. A la vez, se incrementa la presencia de las mujeres que protagonizan las luchas sociales. Son ellas que conforman la línea de frente de los movimientos mixtos. En los sindicatos, en las organizaciones populares, en las protestas políticas, el liderazgo femenino sobresale cada vez más en Brasil.
Integrante del equipo de Brasil de Fato y militante del Frente Brasil Popular, la ritmista Lorena Lemos analizó recientemente la participación de las mujeres en las principales batallas de la oposición al gobierno de Jair Bolsonaro.
“Pienso que la fuerza que nosotras siempre hemos buscado y construimos en el cotidiano viene de las mujeres. Nosotras sabemos que aunque seamos la mayoría, nuestra capacidad, nuestra remuneración y nuestras conquistas son disminuidas todo el tiempo. Desde el debate que hacemos, de que tenemos que construir otra sociedad, esta otra sociedad tiene que anclarse en la lucha de las mujeres. En la lucha de las mujeres hay un suelo fértil y eso me da esperanzas porque pienso que el cambio viene de las mujeres”, señala.
Esta semana el Instituto Tricontinental de Investigación Social empezó a publicar la serie de estudios feministas Mujeres en Lucha. A lo largo del año, contarán historias de mujeres que construyeron y siguen construyendo globalmente los movimientos de resistencia. En esta primera edición, el instituto analiza la coyuntura de la lucha de las mujeres en las Américas, Asia y África.
Uno de los casos mencionados en el dossier es la organización del movimiento “Él no”, que surgió en el marco de las elecciones presidenciales de 2019 contra la asunción de Jair Bolsonaro. El alcance de las protestas, con repercusión internacional son fruto de la movilización feminista y hoy es considerada la movilización femenina más grande de la historia del país.
Mujeres del campo, de las selvas y de los ríos
Entre los ejemplos del protagonismo de las mujeres en la lucha social en Brasil está el movimiento por el derecho a la tierra. La Marcha de las Margaridas, organizada por la Confederación Nacional de Trabajadores en la Agricultura (Contag) que desde hace veinte años se moviliza en las calles de Brasilia con participación de miles de mujeres.
En su primera edición, en 2000, participaron 20 mil manifestantes. En 2019, aproximadamente 100 mil mujeres participaron en la marcha, en un momento de ofensiva de la derecha en el país.
Traducción: Luiza Mançano
Edición: Leandro Melito
www.brasildefato.com.br/2020/03/06/el-cambio-que-viene-de-las-mujeres-lideres-feministas-protagonizan-la-lucha-social
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Chile. Este 8M y 9M la Huelga General Feminista ¡Va!


Contra el terrorismo de Estado y hasta que valga la pena vivir
Hace un año las mujeres y disidencias en Chile nos convocábamos en la primera Huelga General Feminista del 8 de marzo. Nos propusimos entonces hacernos parte de la potencia feminista internacionalista en curso y dar un paso el frente con nuestro programa feminista contra la precarización de la vida, construido colectivamente en largos procesos deliberativos previos. Nos dijimos entonces que estábamos ante un vértice histórico entre la descomposición neoliberal y el viraje fascista que esta ha propiciado en algunos países, y la posibilidad que encarnan los movimientos sociales de constituir una alternativa distinta, por la vida.
Nos propusimos ser, desde el feminismo, esa alternativa transformadora, de impugnación a las políticas precarizadoras y a los partidos, gremios empresariales y cúpulas eclesiásticas que las han administrado y sostenido. Nos llamamos a ejercer la Huelga en un país en que no hay derecho a huelga, sabiendo que una Huelga General Feminista sólo podría surgir de un ejercicio de imaginación política radical, como quien juega a prefigurar lo que no existe. Y lo hicimos, nos convocamos a interrumpir la normalidad mediante un llamado múltiple y diverso a parar, a protestar, a boicotear, a ocupar espacios, a organizarnos y a encontrarnos en toda la radicalidad posible. La Huelga General Feminista del 2019 fue la más grande movilización de la posdictadura en Chile.

Transcurrido un año, la noción de proceso desde la que construimos la Huelga ha ganado nitidez, porque la continuidad de las apuestas permiten construir un pasado desde el cual mirarnos. No sabíamos entonces que la irrestricta confianza en la lectura feminista que levantamos empalmaba con el sentir y con la disposición de lucha de millones. No sabíamos que el ejercicio político desplegado, su dinámica, masividad y contenido serían prefigurativos de la revuelta social que irrumpió el 18 de octubre de 2019. No sabíamos, pero lo deseábamos. Y el deseo, cuando se convierte en deliberada apuesta colectiva, moviliza.
Las gigantescas fuerzas populares que irrumpieron el 18 de octubre de 2019 dieron paso a un largo estado de revuelta social, inaugurando un nuevo momento político cuyas potencias están en plena configuración. Quienes parecían no tener reservado un papel en la vida política se han convertido de un momento a otro en los actores principales. Los muros de las calles testimonian un balance colectivo de tres décadas de expoliación neoliberal que sentencia: “la normalidad era el problema”.
La normalidad se ha quebrado en Chile. La quebraron millones de biografías sincronizadas desde el hastío, desde las humillaciones y desde un despecho cocinado en silencio y a fuego muy lento. Cada una de esas historias -las de morir esperando cama en un hospital, las de endeudarse por años para estudiar a cambio de un trabajo precario, las de trabajar toda la vida para obtener una vejez de miseria- se tomaron el escenario social en un movimiento telúrico e incendiario.
Transitoriamente invisibilizado al comienzo, el feminismo retoma la iniciativa en noviembre a través de la intervención de Las Tesis. Revuelta dentro de la revuelta, la potencia feminista irrumpe en un momento de relativo cansancio y en que el discurso del orden contra las formas “violentas” de protesta empezaba a permear la opinión pública. En una síntesis virtuosa, las violencias “íntimas” y “estatales” fueron expuestas en su estructurada articulación. Mediante una suerte de juicio popular coral, los poderes del Estado y sus fuerzas policiales fueron acusadas en calidad de organizadoras de la violencia patriarcal en todas las dimensiones en que esta se presenta. El feminismo toma su lugar en la revuelta en profunda y revitalizante acción de masas de mujeres y disidencias, transgeneracional y transfronteriza.
La autoactividad popular inédita de estos últimos meses ha colocado al movimiento social ante nuevos y potentes desafíos. El 8 y 9 de marzo inauguran el calendario de manifestaciones tras las vacaciones de verano y en estas jornadas están puestas tanto las expectativas del movimiento social como los temores de los partidos del orden.
En el II Encuentro Plurinacional de las y les que Luchan, realizado en el mes de enero de 2020, entre más de tres mil mujeres y disidencias de todo el país realizamos un balance del momento político y nos fijamos tareas y objetivos. Uno de los retos principales es mantener abierta la impugnación en curso, impidiendo un eventual “cierre por arriba”. Esto requiere responder en diferentes temporalidades y niveles a las tres claves principales con que el poder ha intentado procesar la revuelta social: la represión, el Acuerdo por la Paz y la Nueva Constitución y la Agenda Social del gobierno.
Este 8 y 9 de marzo nos proponemos levantar nuestra Primera línea contra el terrorismo de Estado, exigiendo la salida de Sebastián Piñera y su gobierno criminal, responsable de haberle declarado la guerra al pueblo. Vamos a la Huelga General Feminista para que nos dejen de matar, de mutilar, de violar y de encarcelar; exigimos la libertad de los más 2.500 presos y presas políticas de la revuelta; la creación de una Comisión de Verdad, Justicia y Reparación ante de las violaciones sistemáticas a los derechos humanos y la violencia político sexual perpetrada por agentes de Estado; exigimos la derogación de todas las leyes que criminalizan la protesta y el cese de la aplicación de la Ley de Seguridad Interior del Estado a quienes se manifiestan; defendemos nuestro derecho a ejercer todas las formas de lucha.
Vamos a la Huelga General Feminista para terminar con la actual Constitución de Pinochet y por una Asamblea Constituyente Feminista, Plurinacional, Popular, Libre y Soberana que desborde los términos del Acuerdo por un Nueva Constitución suscrito por los partidos impugnados a la medida de sus intereses y cuyo itinerario busca consagrar la impunidad.
Vamos a la Huelga con nuestro Programa Feminista contra la Precarización de la Vida, constituyéndonos en alternativa a la agenda gubernamental que profundiza las políticas que contra las que nos levantamos. A través de nuestro programa de dieciséis ejes temáticos, las mujeres y las disidencias hemos decidido hablar de todo para que nadie hable por nosotras. Hemos elaborado demandas y perspectivas centrales expresadas cada una de ellas en clave constitucionales y en clave de pliego de emergencia, configurando un programa capaz de insertarse de manera versátil en todos los escenarios y debates políticos que tendrán lugar este año.
Nos levantamos en Huelga General feminista, antirracista, transfeminista, lesbofeminista, disidente, plurinacional, anticarcelaria, migrante, internacionalista e inclusiva. Nos levantamos en Huelga en el Día Internacional de las Mujeres Trabajadoras, tributarias de una larga historia nos precede. Somos las de hoy gracias a las de ayer y las de mañana serán gracias a nosotras. Este 8 y 9 de marzo llenaremos las calles sosteniendo el hilo rojo de la historia y saldremos a tomar nuestro lugar en la lucha de clases que se ha abierto paso en Chile. Lo haremos sin miedo, “hasta que valga la pena vivir”.
vientosur.info/spip.php?article15689


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