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lunes, 20 de junio de 2022

El feminismo argentino como fuerza en disputa

Emilia Trabucco

Un nuevo #3J irrumpe en un escenario político argentino particular. Como hace años, la consigna Vivas, Libres y Desendeudadas/es recorrió las plazas y las calles de todo el país, consigna que fue acumulando la densidad política de los sectores y expresiones contenidos en el movimiento feminista y disidente. El 3 de junio de 2015 nació el movimiento Ni una menos como una expresión masiva destinada a visibilizar la violencia por motivos de género.

Poder visualizar los procesos organizativos, los debates y tensiones que hacen síntesis en las banderas, significa nada más ni nada menos que ver la construcción del programa de la fuerza social y política de la cual los feminismos populares son un componente central.

Su protagonismo con capacidad de visualizar las causas de los problemas profundos de los sectores populares y sus responsables es innegable, en los últimos años de la política argentina.

Desde el primer paro al gobierno neoliberal de Mauricio Macri, hasta la gran batalla por la reforma previsional, hito de constitución de la fuerza que logró construir poder y realizarlo en la victoria electoral del Frente de Todes. Las mujeres y disidencias, lograron superar los límites de sus organizaciones y espacios políticos, para ir tejiendo la red que permitió ampliar las alianzas y lograr la unidad, frente al proyecto neoliberal que representaba el macrismo y los actores económicos concentrados.

Desde aquellos momentos, la exigencia de querernos desendeudades expresaba la claridad de los feminismos sobre las consecuencias que traería a la sociedad argentina el acuerdo que Macri consumó nuevamente con el Fondo Monetario Internacional en 2018. Varios años después, las proyecciones se cumplen, con mayores índices de pobreza, desocupación y hambre.

Dicha situación fue obviamente agravada por la pandemia y el confinamiento consecuente, a 99 días de asumido el gobierno del Frente de Todes. La conjugación de “las dos pandemias” (tal y como nombró la vicepresidenta Cristina Fernández de Kirchner al gobierno de Mauricio Macri, seguido de la emergencia sanitaria), afectó mayormente a mujeres y disidencias, producto de desigualdades históricas y estructurales.

 (Fuente: Télam)El confinamiento social por Covid-19 aumentó también las estadísticas de violencias de géneros. Se hizo aún más evidente que nuestros hogares no parecen ser lugares tan seguros, y menos para nosotres. Confinadas a la reducción de nuestros encuentros sociales, con mayor violencia económica producto de la crisis, con aumento de las exigencias de trabajos de cuidado no remunerados, y con la impotencia de no poder tomar las calles masivamente, se hizo necesario ocupar también las redes sociales.

Estas se constituyeron en espacios de posibilidad de encontrar resguardo en las redes sororas. Es que cuando la violencia irrumpe, no hay opción, está en juego la vida de cada une de nosotres.

Este 3 de junio la calle fue habitada nuevamente por miles de mujeres y disidencias, en una movilización que realizó un proceso organizativo de construcción de poder que la precede. Proceso que tiene como protagonistas a organizaciones, sindicatos y todo tipo de expresiones que transversalizan el movimiento.

Los feminismos populares construyen su programa de lucha como parte de la fuerza política general, no por fuera, no en los márgenes, no como “comisión de género” de los espacios políticos. Y es fundamental comprender este hecho, desde el interior de las propias organizaciones, para asumirlo como potencialidad y no como amenaza, o al menos, para no subestimarlo.

La experiencia histórica demuestra que en general, el papel de las mujeres ha sido invisibilizado. Parece seEl Congreso de la Nación fue elegido como epicentro de la movilización r hora de asumir toda la complejidad que contienen y expresan los procesos populares.

En un escenario de grandes incertidumbres, y hasta de cierta dispersión política agudizada por el confinamiento que inmovilizó de alguna manera el músculo de calle de la fuerza política popular, los feminismos tuvieron por ejemplo, la capacidad el 8M, día de paro internacional, de poner como consigna central “que la paguen los que la fugaron. La deuda es con nosotres”.

La consigna sintetizó claridad respecto del enemigo y una salida concreta al problema de la asfixia por endeudamiento a la que nos condenó el macrismo y el Fondo Monetario Internacional, de violencia política y económica que supone condenar a un pueblo al hambre. Dicha consigna fue tomada por Cristina Kirchner y materializada en una serie de acciones para responsabilizar a quienes saquean al país a través de la fuga de capitales y la especulación que deja vacías las mesas de les argentines.

El feminismo como campo de disputas

Foto archivoLa expresión popular de los feminismos, de la mano de compañeres con una larga trayectoria histórica de lucha en sus organizaciones, se enfrenta en los debates y en las acciones con fracciones conducidas por un feminismo liberal, importado desde otros centros de poder mediante la penetración de ONG y financiamiento internacional, o de expresiones  que imponen la discusión sobre antinomias o cambios reformistas, que abonan a la dispersión y claramente, atentan contra los procesos organizativos.

A este fenómeno no hay que subestimarlo, pero es fundamental entenderlo. Los feminismos están en disputa, como cada fracción del campo del pueblo: abandonar esta disputa constituye un error estratégico.

Un movimiento que está teniendo capacidad de tejer un hilo de continuidad entre generaciones, sumando la experiencia organizativa a la capacidad de cuestionar el status quo de millones de jóvenes, fuera todavía del proceso de corporativización ciudadana, esa imposición de relaciones sistémicas difíciles de poner en tensión. Esta conjunción intergeneracional, de circulación de conocimientos, formas de lucha, dan al movimiento la potencialidad de cambiarlo todo.

Hoy está más claro que nunca que aquí reside la fuerza instituyente para transformar de raíz las formas de organización para enfrentar a un enemigo que ha cambiado sus formas, en un tiempo histórico donde crujen las estructuras mismas del sistema capitalista y patriarcal, pero donde se agudizan las condiciones de explotación.3J: #NiUnaMenos #VivasNosQueremos - Defensoría del Pueblo CABA

Hay que poder pensar por qué las fracciones más conservadoras del poder atacan directamente a los feminismos y sus consignas, preguntarnos dónde reside la supuesta peligrosidad que dichos sectores le atribuyen a su fuerza de cambio.

O por qué dichos sectores también están logrando aglutinar a parte del campo popular bajo un discurso de extrema derecha, que contiene también un discurso antisistema, cuestionando el fondo del Estado y sus instituciones, pero que bajo su conducción, se vuelve antipolítica, socavando la única vía que tiene el campo popular para terminar con las condiciones de opresión en las que vive bajo estas relaciones sociales.

Saltadas las vallas que impone el proceso de conformar una fuerza social, el desafío que se presenta ahora es el de articular un programa de justicia social capaz de cuestionar el carácter sistémico sobre el que se configura el patriarcado, que nos permita seguir identificando el enemigo común, construyendo las herramientas de organización para realizar el poder que nos da la fuerza de calle.

Un programa que permita trazar un horizonte, aglutinar a les indecises, construir la mística y la épica que ha caracterizado cada proceso de lucha histórica, que permita salir de la inmovilidad, superar los discursos de moderación y consenso con los poderosos, escenario donde las grandes mayorías siempre pierden potencia. Un programa que permita radicalizar la fuerza hacia un feminismo popular.

* Psicóloga, magíster, militante sindical y feminista, colaboradora del Centro Latinoamericano de Análisis Estratégico (CLAE).




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lunes, 14 de junio de 2021

Violencias machistas: A las que se quedan



Lees en las noticias que alguien, un hombre cualquiera, una tarde cualquiera, le dice a una mujer, a una madre: “No las vas a volver a ver en tu vida”. Y el aullido hace eco en ti. Hay un temblor universal que te sacude, una porción de vértigo que te hermana con la mujer que oyó esas palabras.


Todo pasa en un día cualquiera. Una tarde cualquiera caminábamos por el barrio y, como si de cualquier cosa hablara, mi hija mayor interrumpió uno de sus momentos de silenciosa abstracción con una pregunta a bocajarro. “Y si ya no estuviésemos, ¿qué pasaría?”. No era la primera vez que se interrogaba sobre el no estar, ya hace unos años me comunicó su envidia hacia los árboles longevos que la sobrevivirían a ella y a sus abuelos, a su mejor amiga, y a todo el barrio. En otra ocasión, aún a más tierna edad, me transmitió su sufrimiento ante la perspectiva de que nos tocara extinguirnos como a los dinosaurios.

“Mi hermana y yo, qué pasaría si ya no estuviésemos”, esta vez su pregunta era más concreta y terrible que todas las extinciones. “Pues la verdad”, le dije con la sinceridad de una tarde cualquiera, “lo he pensado, yo creo que si os fuerais yo me iría”. Sin hacer ruido, sin enfado con la vida, agradeciendo el camino previo a su existencia, agradeciendo la vida compartida con ellas, pero eligiendo no vivir en el desgarro. 

Yo no glorifico la maternidad, no creo que la vida sea mejor o peor teniendo hijos, por eso cuando me preguntaban amigas que ponderaban la pertinencia o no de traer gente al mundo, lo que me salía pensar, aunque menos veces decir, era: la maternidad es conocer una nueva dimensión del miedo. Un miedo indescriptible, cuchillas afiladas que penden sobre los órganos vitales, a las que a veces bastan unos minutos de buscar a un pequeño extraviado en un parque, unas horas sin localizar al teléfono a esos familiares o amigos que se los llevaron de viaje, una noche en cuidados intensivos, un mal diagnóstico, para empezar a seccionarte por dentro. El miedo a la pérdida, un aullido primitivo, un vértigo ancestral difícil de traducir.

Y entonces lees en las noticias que alguien, un hombre cualquiera, una tarde cualquiera, le dice a una mujer, a una madre: “No las vas a volver a ver en tu vida”. Y el aullido hace eco en ti, y aunque solo sea un eco lejano, una resonancia vana lejos del epicentro del dolor, hay un temblor universal que te sacude, una porción de vértigo que te hermana con la mujer que se oyó decir esas palabras, y la imaginas deconstruyendo la historia, el desamparo ante sus denuncias, las cosas que él dijo y cómo, si pudo hace algo o no, cómo fue aquella tarde cualquiera. Y ves las fotos de las niñas en los medios, y esa pulsión te agarra, el aullido te abraza y rebañas esperanzas contra toda lógica, hasta que toda esperanza se acaba.   

Solo alcanzo a dedicar estas líneas escritas a toda prisa a las que se quedan, a las que sobreviven, sin una palabra en la que encontrarse, abandonadas por las instituciones, atosigadas por el ruido, condenadas a un silencio irreparable

Yo sé que hoy toca hacer muchas cosas. Toca recordar que esto no es el acto cruel de un enfermo, si no la forma en la que la violencia machista se manifiesta: el poder asociado con la capacidad de infligir daño, un daño bestial como calculado objetivo de quien tiene que quedar por encima, vencer, arrasar, intocado por la responsabilidad, el amor, el vínculo, la empatía o la ternura. Toca insistir en que esa es la educación “dogmática”, —la de la responsabilidad y la empatía— que necesitamos imponer en las escuelas, que es un crimen de Estado, no haberla impuesto ya, permitir que generaciones y generaciones de hombres puedan aprender matemáticas, y filosofía, sin sentarte con ellos a desimbricar el fatal hilo que une el poder con la capacidad de causar dolor, que legitima el egoísmo y aleja del cuidado, que posibilita que veas a tus hijas no como sujetos a quienes acompañar el resto de sus vidas desde tus vulnerabilidades, tristezas y fracasos, sino como un arma, como un mero instrumento para quedar por encima. Gritar “gané” con las manos manchadas de sangre.

Toca también hablar de lo irreparable, lo irrestituible. Todo lo que se alza después de eso, es puto ruido, o peor, batir de alas de buitres: especiales desde el lugar, corresponsales de voz afectada, políticos pidiendo mano dura, #hashtag vomitivos. Incluso el odio sobra, incluso la rabia inútil es prescindible, comprensible, claro, humana, pero estéril a la hora de tocar hueso, de conjurar el aullido, de evitar que otro hombre, hoy o mañana, cualquier tarde, encuentre sentido o redención, una patriarcal idea de justicia o alivio, en hacer daño, en matar a quienes dijo amar. Sea desde la frialdad y el cálculo, sea desde lo que los medios, algún abogado defensor, o algún juez llamará aún, un momento de enajenación o furia. 

Sé que toca politizar el dolor, como las madres de la Plaza de Mayo, como quienes ya están preparando convocatorias para aullar juntas, desde la vulnerabilidad y el miedo, desde la fuerza que da entender la profundidad del desgarro, pero también asumir que no es inevitable ni casual, que no es suceso, mala suerte, maldad, o enfermedad, que es un guión escrito con pautas estructurales, que es el dictado patriarcal de imponerse, dominar y cuando no se puede, y cuando no se logra, hacer el mayor daño. 

Sé que toca hacer todo esto, pero yo solo alcanzo a dedicar estas líneas escritas a toda prisa a las que se quedan, a las que sobreviven, sin una palabra en la que encontrarse —existe huérfana, existe viuda, ¿será que perder un hijo es innombrable?— abandonadas por las instituciones, atosigadas por el ruido, condenadas a un silencio irreparable. A ti, que luchaste hasta el final, a quien te fallamos todos. No estás sola. Lloramos contigo. Aullamos contigo. Ojalá nos sientas. 


Fuente: https://www.elsaltodiario.com/violencia-machista/a-las-que-se-quedan





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miércoles, 13 de enero de 2021

De ‘Élite’ a ‘Euphoria’: sexualidades, relaciones, sentimientos y preocupaciones adolescentes


¿Qué series ven los adolescentes en Netflix? ¿De qué tratan estas series? ¿Hablan de sexo? ¿De drogas? ¿De consumo de alcohol? Estas son algunas de las preguntas que muchos padres y madres se hacen en el actual ecosistema mediático en que vivimos.

Con la llegada de plataformas como HBO, Amazon Prime Video o YouTube, entre otras, hemos podido observar cómo las formas, aparatos y espacios de consumo mediático se han diversificado y modificado. El consumo se ha desplazado del salón de la casa a otros espacios más íntimos como las habitaciones e, incluso, el baño.

También a espacios públicos. De hecho, no es difícil encontrar adolescentes viendo una serie en el metro o visionando vídeos de YouTube con sus amigos mientras comparten tiempo en un parque.

Por su parte, el televisor se ha visto reemplazado por otros dispositivos, como el móvil o el portátil, y otras plataformas. La pequeña pantalla del móvil no es un obstáculo para los y las adolescentes y, a cambio, les permite un consumo individual y personalizado, a través de las plataformas de vídeo bajo demanda (ya hablaremos en otro momento de algoritmos y de la importancia del usuario).

El tránsito a la vida adulta y la representación

Todos estos cambios, de alguna manera, generan incertidumbre y preguntas, como las expuestas anteriormente, entre los padres y las madres.

De nuevo, ¿qué ven hijos e hijas en las plataformas de vídeo? En su último libro, Joan Ferrés señala que “las pantallas, como los espejos, sólo tienen valor en cuanto reflejan a la persona que interacciona con ellas”. Es decir, solo tienen sentido para el interlocutor cuando éste se ve representado en ellas.

Es lógico, por lo tanto, pensar que los y las adolescentes buscan productos juveniles que les hablen sobre ellos mismos y esto implica, necesariamente, hablarles del tránsito a la vida adulta y de la búsqueda del ‘yo’.

Se trata de series, películas y vídeos donde se ven reflejadas las primeras experiencias en el ámbito amoroso y sexual, pero también las relaciones con los amigos y con los padres, el consumo de alcohol y otras sustancias, el uso de las redes sociales, etc. Así que, respondiendo a las preguntas que iniciaban este artículo: sí, estas series hablan de sexo, de drogas y, también, de mucho más…

Por 13 razones: suicidio y cultura de la violación

La trama de la serie Por trece razones (Netflix), por ejemplo, se articula alrededor del suicidio de una chica adolescente y, a través de la escucha de 13 cintas y del recurso del flashback, conoceremos a esta chica y su día a día en un instituto de Estados Unidos.

Una rutina donde destacarán el micromachismo y el bullying. Cabe señalar que Por trece razones no ha escapado a la controversia. De hecho, la prensa se hizo eco de cierta preocupación por la posible incitación al suicidio que podría promover la serie entre los adolescentes y jóvenes vulnerables.

Por otra parte, también se ha discutido sobre la cultura de la violación que puede reforzar la serie a través de la culpabilización de las víctimas. Debates que, de una manera u otra, nos llevan a hablar de suicidio y depresión adolescentes, cultura de la violación y revictimización de las mujeres que han sufrido una violación, entre otros.

Élite: riesgos y marginalidad

La serie española éxito de audiencia Élite (Netflix) también resulta un ejemplo interesante en este sentido. Élite nos habla de corrupción, de xenofobia, de homosexualidad, de clases sociales y de marginalidad. Y lo hace de manera compleja y arriesgada, tanto a nivel de tratamiento temático como de puesta en escena y estética.

Nos presenta un thriller juvenil de suspense con toques de cine negro (es inevitable no destacar la interesante construcción de la femme fatal adolescente del personaje de Carla) que consigue sumergir y enganchar al espectador en la narrativa.

Quizás el punto más interesante sea el intento de la serie por desestigmatizar una enfermedad todavía muy vinculada a la marginalidad, el VIH. Y lo hace a través de Marina, una chica adolescente heterosexual y de clase alta.

Élite (Netflix, 2018).

Euphoria, sexo y drogas

Por último, resultaría imposible no hablar de una de las series adolescentes que más revuelo ha despertado: Euphoria (HBO). Es, seguramente, una de las series que más pueda asustar o escandalizar a padres y madres, pero que nos puede ayudar a trabajar y entender preocupaciones actuales de la adolescencia.

Euphoria nos presenta los conflictos y problemas que viven un grupo de adolescentes de EEUU. A través de sus protagonistas nos habla de la angustia y depresión adolescente, del consumo de drogas, de la violencia de género, de la aceptación del propio cuerpo, del estigma unido a la pérdida de la virginidad, del consumo de porno, etc.

Todo ello lo hace presentándonos nuevas masculinidades y feminidades y, seguramente el punto más interesante de la serie, con las vivencias de una adolescente transgénero: Jules. Con una estética rápida, en continuo movimiento, dinámica y colorida que parece querer representar el estrés y transvase que puede suponer el crecimiento, el dejar de ser niño/a, Euphoria nos habla de temas que, hasta el momento, era difícil encontrar en una narrativa adolescente.

El éxito de los temas adolescentes

Como podemos observar, Netflix o HBO, junto a otras plataformas, ofrecen a los adolescentes múltiples productos juveniles. Y muchos de estos, como las series comentadas aquí, han tenido un gran éxito de audiencia y de crítica (pero también han despertado controversias).

Esto no es nuevo. Hace más de una década la serie Física o Química (Antena 3) ya fue definida como un “fenómeno adolescente”. Y hace solo unos días hemos podido ser testigos de la importancia que tuvo para toda una generación, ya que FoQ: el Reencuentro ha vuelto a ser éxito de audiencia 12 años después de la emisión de su primera temporada.

El papel que estas series tienen para los y las adolescentes es importante. Se trata de productos juveniles protagonizados por personajes adolescentes que presentan intereses y preocupaciones de los y las jóvenes. Por lo tanto, conocer los productos audiovisuales que ven significa, también, conocerlos a ellos y ellas, entender un poco más sus preocupaciones y sus mundos.

Por este motivo puede resultar interesante ser partícipes de estas experiencias. Tal vez sea difícil, pero sería interesante superar los consumos mediáticos individualizados e intentar promover una experiencia de visionado colectiva (padres y madres con hijos e hijas, por ejemplo). Esto nos puede ayudar a acercarnos al mundo adolescente y a sus inquietudes, a través de debates y conversaciones que despierten las narrativas de las propias series. Y, si no, como mínimo, servirá para compartir tiempo de entretenimiento en familia.






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sábado, 26 de diciembre de 2020

Violencia simbólica


Fuentes: lluisrabell.com

Quizá no estemos tan lejos como parece de la estremecedora distopía de Ray Bradbury. Aún no ha sido organizada ninguna quema de libros. La imagen evoca recuerdos históricos que la hacen repulsiva.

Sin embargo, parece que sí ha llegado el momento de condenar a determinadas autoras a una pira simbólica… y de someterlas a un asedio sistemático, desde los insultos en las redes sociales hasta la presión para que las librerías dejen de vender sus obras, pasando por las amenazas hacia su persona. Es el caso de la conocida escritora Lucía Etxebarría, culpable de haber manifestado sus discrepancias con el anteproyecto de la  llamada “Ley Trans”, cuya versión final debería ser registrada a principios de año en el Congreso de los Diputados para su tramitación. No es Lucía Etxebarría la única que se ha mostrado crítica con ese proyecto. Numerosas voces, desde el ámbito académico y las propias filas del feminismo, han alertado acerca de la pretensión de introducir en nuestro ordenamiento jurídico conceptos carentes de fundamento material y científico – como la “autodeterminación de género”. En primer lugar, porque al dejar de considerar la realidad de la mujer como un hecho biológico, sustituyendo dicha realidad por un “sentimiento”, se dinamitan los cimientos de todas las leyes a favor de la igualdad. Pero también porque se pone en peligro la salud e integridad de niños, niñas y adolescentes al establecer que inclinaciones divergentes con los estereotipos patriarcales, trastornos diversos, disforias o incluso confusas manifestaciones de homosexualidad, responden a una “identidad” – calcada de los clichés más rancios acerca del semblante de un hombre o una mujer. Una identidad aprisionada en un cuerpo equivocado… que convendría modificar a golpe de hormonas y bisturí.

Ya tendremos ocasión de ir al detalle de la ley cuando se conozca el proyecto definitivo, y podremos asimismo compararlo con otras disposiciones similares, adoptadas en países como Canadá, Inglaterra o Suecia, cuyos efectos sociales negativos resultan ya perfectamente constatables. Pero la cuestión ahora es la siguiente: ¿por qué es Lucía Etxebarría objeto de semejante campaña de acoso y derribo por parte de lobby y colectivos transgeneristas? Porque es una persona pública, feminista, con un criterio independiente… y la propia naturaleza de su profesión la hace vulnerable al acoso mediático. Reúne todos los atributos de una cabeza de turco. Pues se trata, en efecto, a través de ella, de dar un escarmiento, un aviso para navegantes, a quienquiera se atreva a cuestionar los dogmas de la fe queer. Si es posible poner en la picota a una escritora consagrada y amargarle la vida, ¿qué no podría hacerse con las demás?

La campaña de acoso ha tenido un momento culminante con la atribución del “premio ladrillo” – que consagraba a la escritora como “tránsfoba del año” – por parte de COGAM, colectivo LGTBI de Madrid, en el curso de un acto celebrado en el Ministerio de Cultura, al que asistió la ministra de Igualdad, Irene Montero… quien aplaudió, gozosa, la designación. El hecho no es anecdótico y merece reflexión a dos niveles. El primero se refiere a los calificativos recurrentes con que los grupos transgeneristas pretenden denostar a las feministas. “TERF” “transfoba” no es un simple insulto. Es algo que incluso va más allá de la descalificación de un adversario ideológico o político – en este caso, el feminismo radical. Se trata de la invalidación de la palabra de dicho adversario, de su deshumanización y, en última instancia, de la legitimación de la violencia que pudiera llegar a ejercerse sobre él. En efecto: ¿qué validez puede tener el discurso de alguien trastornado, sometido al imperio de un odio incontenible? No tiene sentido escuchar siquiera los delirios de una mente enferma. Pero es que, además, lo que brota de ella es una pulsión destructiva, una amenaza para seres inocentes, niñas y niños nacidos en cuerpos equivocados. ¿No sería lícito entonces defenderse… y contraatacar?

Tania Sánchez, diputada autonómica de Mas Madrid, respondía a las protestas de Lucía Etxebarría con un frívolo twitt en que le “explicaba” que los ladrillazos de que fue objeto en la celebración de COGAM eran meramente simbólicos. Vamos, que se quejaba por nada. Sin embargo, la historia y, singularmente, la producción teórica del feminismo, nos alertan sobre la importancia de la violencia simbólica: directamente, como factor de intimidación y destrucción, así como condición previa y necesaria para la escalada hacia la agresión material. Nadie se atrevería hoy a contar chistes sobre judíos, presentándolos como inocentes manifestaciones de un viejo humor prusiano. Sin embargo, sí que es posible escarnecer a una mujer. Por eso es tan grave que la izquierda aplauda – o calle – ante determinadas prácticas. Aquí ya no estamos hablando de la opinión que cada cual pueda, en principio, tener acerca de un proyecto de ley, sino del hecho de que quienes sustentan determinadas opiniones puedan ser objeto de anatema, hostigamiento público y amenazas directas. Hay que decirlo sin ambages: el aplauso totalmente irresponsable de la ministra es violencia institucional. Y es violencia misógina.

La izquierda en su conjunto debe recapacitar, porque está emprendiendo un peligroso rumbo de colisión con el feminismo. Pero, en lugar de encajar con aplomo el aluvión de críticas, reflexionar y propiciar una sensata rectificación por parte de la ministra, destacados portavoces de Podemos han preferido cerrar filas en torno a ella. Sostenella y no enmendalla. Parece que el nuevo patriotismo hunde sus raíces en una acrisolada tradición. Pero, entre todas esas voces – que, curiosamente, evitan cualquier referencia al incidente en cuestión, limitándose a un penoso ejercicio de culto a la personalidad -, destaca sin duda por su grosería la de Juan Carlos Monedero. “Los ataques a Irene Montero – escribía hoy en su cuenta de twitter – son coletazos del país que cortó el pelo a las mujeres de los mineros en huelga, que dejó en la cárcel en la amnistía del 77 a las mujeres, que quiso tumbar al gobierno por el matrimonio homosexual. Que fusiló a Lorca por rojo y maricón”.

Las nuevas generaciones, que no han conocido la lacra del estalinismo en las filas del movimiento obrero, pueden hacerse una idea de la degradación intelectual que sembró a través de este compendio de arrogancia machista, servilismo cortesano, demagogia y calumnias. Monedero explica a las feministas – e invoca contra ellas – la historia de lucha de las mujeres españolas contra la dictadura franquista. ¡Nada menos! Porque, aunque no tenga la entereza de nombrarlas, “los ataques” contra la ministra a que se refiere son, en realidad, las enojadas críticas de numerosas feministas. Pero, según la vieja tradición burocrática, “nadie puede tener nunca razón contra el Partido”, pues representa la consciencia y los intereses supremos de la clase. Cuestionar una decisión o una palabra de sus dirigentes significa, no sólo menoscabar su autoridad, sino la del Partido. Y, cuando sabemos lo que éste representa, semejante actitud sólo puede emanar de los enemigos del pueblo, de las fuerzas más negras de la reacción y de sus agentes estipendiados. “Fusilad a esos perros rabiosos”. Bajo esa consigna, miles y miles de opositores de izquierda a la élite soviética perecieron en su día ante los pelotones del NKVD. Hoy, merced a un silogismo envenenado, heredado de aquellos tiempos en que “era medianoche en el siglo”, resulta que las feministas acaban de matar a Lorca “por rojo y maricón”. Que no se sorprendan, pues, si les cae algún ladrillazo. De momento, simbólico. ¡Es que van provocando!

Hay que poner fin a este despropósito antes de que el desgarro sea irreparable. Que los cortesanos callen. Que la ministra rectifique de modo honorable. Que se escuche a las feministas en el Ministerio de Igualdad. Hay demasiado en juego.

Fuente: https://lluisrabell.com/2020/12/20/violencia-simbolica/






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miércoles, 2 de septiembre de 2020

República Dominicana. Engendros


Violadores, asesinos, torturadores de mujeres de todas las edades, incluidas niñas indefensas y  adolescentes dependientes. No basta decirles monstruos descerebrados, bestias… en cada ocasión estremecedora, perdiendo de vista que son engendros del pensamiento y de la práctica cotidiana machista-patriarcal. Que son excrementos de una dominación milenaria, que el capitalismo y los Estados que le sirven han incorporado a la cultura impuesta desde arriba.

En estos días –como sucede periódicamente- nuestro país vuelve a respirar un ambiente pestilente y estremecedor en esa materia. La violencia de género,  con elevados niveles de sadismo y crueldad, vuelve a repuntar en espiral enseñándose contra niñas, adolescentes y jóvenes; y vuelven a repetirse merecidos calificativos y estigmas que nada resuelven, porque no van al fondo de esa tragedia social, ni a sus causas estructurales e ideológicas.

Reaparecen los monstruos y verdugos. Se escuchan por montones los comentarios superficiales o fenoménicos. Se repiten las negligencias o complicidades soterradas, a veces envueltas en simulaciones, de la Policía, el Ministerio Público, el poder judicial, el Estado y los poderes fácticos que lo manipulan.

Fluye permanentemente la ideología patriarcal por todos los poros del poder, envenenando la sociedad. El machismo impregna hasta los tuétanos la gobernabilidad y el ejercicio de esta dominación. La fuerza crítica en sentido contrario no logra contener su malvada impronta. Violaciones recurrentes y cada vez más desgarradoras. Impunidad recurrente, montones de casos silenciados, solo brotan los inocultables.

Machismo a millón: en los medios, en el Congreso, en las cúpulas de las iglesias, en los discursos oficiales, en las empresas privadas, en el tratamiento de las tres causales para el aborto terapéutico, en los nombramientos del nuevo gobierno, en los abogados de los monstruos y las causas perversas. En los acoso cotidianos. En las horripilantes crónicas de asesinatos anunciados que nadie detiene.

Las niñas,  adolescentes, jóvenes, mujeres adultas… son tratadas verbal y físicamente como seres inferiores, como instrumentos de placer sexual y propiedad de los hombres, como fuentes de trabajos no remunerados, vulgares mercancías, objetos publicitarios, trabajadoras súper-explotadas para los cuidos del hogar.

La permanente dictadura del adulto macho. La opresión incorporada al afán lucro capitalista y al ejercicio del poder de clase, Estado, Gobierno, familia… rodeada de adornos, hipocresías y simulaciones plasmadas en leyes que no se cumplen y entidades que no resuelven.

En ese caldo de cultivo se engendran esas bestias, sin que desde el poder emane el sistema formativo, los medios culturales, las ideas que permitan erradicarlo. Sencillamente porque los dominadores y la dominaciones no se suicidan. Hay que abolirlas.



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lunes, 24 de agosto de 2020

Complicidad Machista «El violador eres tú»




Fuentes: https://www.huffingtonpost.es/

Sin la complicidad pasiva y silenciosa del resto de los hombres, muchos de los agresores tampoco actuarían de ese modo.

Muchos hombres se indignan ante las críticas a lo que prácticamente sólo hacen los hombres, en cambio no se movilizan para que los hombres que lo llevan a cabo dejen de hacerlo. Así ocurre con las violaciones, cometidas en el 99% de los casos por hombres (US Bureau of Justice Statistics, 1999), y realizadas en el seno de una cultura construida desde el masculino plural del “nosotros”, para defender el posesivo plural masculino de lo “nuestro”.

No tienen problema ni se indignan cuando las afirmaciones no se ajustan a la realidad y presentan los grandes logros, avances y descubrimientos de la sociedad como algo de los hombres, aunque todo el proceso esté lleno de aportaciones y del trabajo de muchas mujeres. Hombre es sinónimo de humanidad y de “ser humano” para lo bueno, integrando en los hombres a todas las mujeres, en cambio, cuando se trata de conductas y acciones negativas, aunque sean realizadas mayoritariamente por hombres, como ocurre con las violaciones en general, o sólo sean realizadas por hombres, como sucede con la violencia de género, entonces una cosa son los hombres y otra “algunos hombres”.

Pero no se trata de un error, sino el reflejo de la capacidad que tiene el machismo de ocultar la responsabilidad colectiva e individual de los hombres por medio de la creación de significados alternativos. De manera que el modelo social no tiene ningún problema en aceptar “hombres” como genérico para lo bueno, y en rechazarlo para lo negativo. Es como lo del anuncio de TV y admitir “pulpo como animal de compañía”, al final quien tiene el poder es el que decide las normas, de lo contrario no hay partida.

Cuando los hombres critican las leyes contra la violencia de género, reconocen que el origen de esta conducta está en la masculinidad definida por una cultura machista, que crea las referencias para que las mujeres sean consideradas como una posesión más de los hombres, o como objetos que pueden utilizar cuando ellos lo decidan bajo su superior criterio, y consideren que “provocan”, que “quieren decir sí aunque hayan dicho no”, que van buscando a un “hombre de verdad”… Que luego lo hagan o no dependerá de su voluntad, puesto que la cultura no obliga a las conductas, sólo sitúa las referencias desde las se pueden realizar.

Cuando el colectivo “Lastesis” dicen “el violador eres tú” no están diciendo que todos los hombres son violadores, como interpreta el machismo paranoide.

Y esos hombres que maltratan, que acosan, abusan, violan y asesinan no son enfermos, ni drogadictos, ni alcohólicos; son hombres normales, tan normales que ni siquiera tras cometer los homicidios y las violaciones son cuestionados como hombres o ciudadanos, siguen siendo el atento vecino, el amigo afable, el honrado trabajador, el buen muchacho… tal y como recogen los testimonios de sus entornos tras los hechos.

Un ejemplo lo tenemos en el caso de Antonia Barra, una joven chilena que sufrió una violación el pasado septiembre (2019), y un mes después se suicidó. La conducta suicida tras las agresiones sexuales está descrita científicamente como una consecuencia del trauma de la violación, y fue puesta de manifiesto, entre otros, en trabajos clásicos como los de Kilpatrick (1985).

Las circunstancias que intervienen en el desarrollo del suicidio tras una violación son de diferente tipo. Entre ellas está el trauma psicológico ocasionado por la agresión sexual, la cultura que culpabiliza a la víctima por algo que ha hecho o ha dejado de hacer, los entornos y la propia familia que con frecuencia se ponen del lado de la culpabilización, aislando mucho más a la víctima, y sobre todo ello, la estrategia del agresor a la hora de desarrollar la defensa de atacar directamente a la víctima y criticar su compartimiento, no sólo ante los hechos, sino de forma generalizada, como también vimos aquí en el caso de “La manada” y en tantos otros.

El caso de Antonia Barra es paradigmático en todos esos elementos, y al margen del trauma por la violación, el miedo que demostró para que sus padres no conocieran lo ocurrido, más el rechazo de su novio, que directamente la insultó cuando le contó lo ocurrido llamándola “repugnante” y “cerda de mierda”, unido a la falta de una atención especializada por parte de la administración, condujo al suicidio en un plazo de tiempo corto, demostrando la intensidad de los elementos que intervinieron y la falta de ayuda.

El agresor, por su parte, ha recibido tal apoyo y sus palabras tal credibilidad, a pesar de las pruebas que ha encontrado la investigación demostrando que miente en algunas de sus manifestaciones públicas, que después de que la justicia acreditara la violación decidió que saliera de prisión y pasara a arresto domiciliario. La Corte de Apelaciones de Temuco tuvo que corregir esa decisión inicial del Tribunal de Garantías, y decretó de nuevo su ingreso en prisión bajo la movilización de las organizaciones feministas, que hoy día actúan como conciencia crítica de una sociedad inconsciente frente a este tipo de violencia.

Sin la complicidad pasiva y silenciosa del resto de los hombres, muchos de los agresores tampoco actuarían de ese modo.

Y nada de esto es casualidad, cuando el colectivo “Lastesis” dicen “el violador eres tú” no están diciendo que todos los hombres son violadores, como interpreta el machismo paranoide, lo que nos dicen es que el violador es un hombre como tú, como cualquier otro hombre; no un enfermo, ni un psicópata, ni un alcohólico o un drogadicto, como miente el machismo cuando se refiere a los violadores. Pero también nos dicen que sin la complicidad pasiva y silenciosa del resto de los hombres, muchos de los agresores tampoco actuarían de ese modo ni presumirían de haberlo hecho con vídeos y relatos.

El día que los hombres entiendan que lo que caracteriza a un violador, a un maltratador, a un acosador, a un abusador o a un asesino es su voluntad de actuar de ese modo sobre mujeres expuestas por la sociedad machista como una posesión o un objeto, se darán cuenta de lo importante que es dejar atrás esa masculinidad que permite interpretar la realidad desde esa violencia, para luego hacerla normalidad a través de las justificaciones.

Y si no se dan cuenta y abandonan la violencia, se lo recordaremos el resto hasta que la dejen diciendo, entre otras cosas, lo de “el violador eres tú”, “el maltratador eres tú”, “el asesino eres tú”.


Fuente: https://www.huffingtonpost.es/entry/el-violador-eres-tu_es_5f242c86c5b68fbfc88262b8


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domingo, 16 de agosto de 2020

“Al bombero que me grabó desnuda en el vestuario solo le han caído cuatro meses de cárcel. Es humillante”




La historia del parque de Bomberos de Barcelona en Sant Andreu cambió para siempre el 26 de septiembre de 2015. Hasta entonces, todos los miembros del equipo municipal de emergencias trabajaban unidos por la confianza que tenían unos con otros. Aquel día, se rompió para siempre. Una de las bomberas del parque descubrió que un compañero había colocado una cámara oculta en el vestuario femenino. Llevaba tres meses grabando la intimidad de las bomberas saliendo de la ducha y cambiándose junto a la taquilla. Aquel día se rompió la unidad y comenzó un proceso legal que acabó el pasado 26 de julio. El delito que cometió el bombero fue castigado con cuatro meses y 15 días de cárcel.

El condenado no ingresará en prisión al no tener antecedentes, las tres bomberas a las que grabó su desnudez durante tres meses no recibirán ni un céntimo y, lo peor, el bombero -que siempre reconoció los hechos- volverá a su puesto de trabajo. La indignación se ha apoderado de las víctimas, de gran parte del cuerpo de emergencias y del propio consistorio barcelonés. Todavía hay posibilidad de recurso, pero parece que la vuelta al parque de bomberos de alguien capaz robar la intimidad de sus propias compañeras es inevitable.

En el parque de los Bomberos de Sant Andreu trabajaban en septiembre de 2015 cuatro bomberas. Sofía, nombre ficticio ya que las víctimas prefieren el anonimato, entró a las 20.45 al vestuario femenino, movió una banqueta y cayó al suelo lo que parecía un lápiz de memoria. “Fui al comedor donde estaban el resto del turno porque pensaba que era de una compañera. Ella dijo que no era suyo. Entonces un bombero lo vio y dijo: ‘Esto parece una cámara’”, recuerda Sofía. Las dos bomberas metieron el lápiz de memoria en el puerto USB del ordenador y allí aparecieron imágenes de tres de las mujeres en el vestuario filmadas entre julio y septiembre. “Debe de ser por los turnos pero una compañera no aparece. En dos imágenes salía la cara de un compañero colocando la cámara. Llevaba tres meses grabándonos con total impunidad. Entraba por al vestuario poco antes de que llegáramos y cuando salíamos volvía para apagar la cámara”, lamenta Sofía. Dentro del vestuario detectaron pequeños trozos de velcro donde el acusado iba sujetando la cámara para grabar desde diferentes encuadres.

En el parque de bomberos se armó un escándalo monumental. Las víctimas avisaron a los superiores y el bombero quedó suspendido de empleo. Al día siguiente el acusado envió un WhatsApp a Sofía y el resto de bomberas: “Soy el puto cerdo hijo de puta de la cámara. Lo siento y me arrepiento al 100% de lo cobarde que he sido por no decir que era yo el culpable, me dio miedo decirlo, debido a los comentarios que escuché. He pensado toda la noche en cómo justificarlo y es imposible porque no tiene nombre lo que he hecho. Me gustaría daros una explicación. ¿Podríamos quedar mañana para hablarlo? De verdad, me siento muy mal y asumiré que ruede mi cabeza después de hablar y de explicarme. Jamás había hecho una estupidez tan grande, juro que nunca más haré nada malo. En el fondo no soy mala persona aunque lo haya sido últimamente”.

Dos de las víctimas llegaron a hablar con él pero el daño estaba hecho. El 30 de septiembre de 2015 las bomberas formalizaron las denuncias. “Al principio tuvimos mucho miedo de que hubiera difundido los vídeos por internet. Son estadios que como víctima vas pasando. Él siempre ha dicho que era para consumo personal pero los Mossos no registraron su ordenador”, explica. El bombero fue procesado por tres delitos (uno por cada bombera) de descubrimiento y revelación de secretos. La Fiscalía solicitó que se le impusiera una pena de dos años de prisión por cada una de ellas, en total seis años, una multa de 14.400 euros, que no pudiera acercarse a las tres bomberas ni a su lugar de trabajo en cinco años y que indemnizara a las víctimas con 3.000 euros a cada una. Los letrados de las bomberas y el del Ayuntamiento, que también se personó en la causa, solicitaron, además, que se le inhabilitara, durante el plazo de la condena, para que no pudiera ejercer como bombero.

“Él siempre reconoció los hechos y desde el primer momento nos ofreció 3.000 euros a cada una para que retiráramos la denuncia y nos olvidáramos del tema. No quisimos. No es una cuestión de dinero, es de dignidad. Nuestro trabajo se basa en la confianza y nadie puede confiar en esta persona”, sostiene Sofía. El 23 de julio el titular del Juzgado de lo Penal número 19 de Barcelona hizo pública la sentencia. El acusado fue condenado a cuatro meses y 15 días de prisión y la suspensión del empleo durante este breve espacio de tiempo. Como las bomberas no quisieron aceptar la indemnización que el acusado había dejado consignada en el juzgado se le devolverán los 9.000 euros.

“Es indignante. Ahora queda poco recorrido. Los abogados recurrirán pero esta sentencia dista mucho de ser ejemplar. En junio, el Supremo confirmó una pena de un año de cárcel para un mosso que grabó a 17 compañeras mientras se cambiaban en el vestuario de la comisaría de Badalona. No se le ha inhabilitado y se reincorporará al cuerpo. Es una vergüenza, en los casos en que hay funcionarios policías nacionales, mossos o bomberos todos los condenados continúan trabajando mientras que en idénticos casos en clínicas dentales o gasolineras lo primero que hacen los jefes es echar a los acusados a la calle”, denuncia Sofía. “¿De verdad que tenemos que volver a trabajar con él? Es una revictimización en toda regla. Lo más importante es que no vuelva a pasar algo así y la sentencia, lo que en realidad viene a decir, es que todo vale. Es una sentencia cutre, indigna e insultante. Ha sido una nueva humillación”, lamenta.

El Ayuntamiento ha anunciado que recurrirá contra la sentencia en la Audiencia de Barcelona al considerarla muy benevolente con el condenado. Por el momento, el Consistorio advierte de que el bombero no volverá al parque donde trabajaba. Las tres víctimas están indignadas con la justicia y han puesto en marcha una campaña en las redes sociales bajo el nombre: “Bomberas por la dignidad de la mujer”. En ella muestran su denuncia a la sentencia: “No, no lo aceptaremos. Ni por nosotros, ni por las compañeras, ni por ninguna mujer”.

 

Fuente

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viernes, 10 de julio de 2020

Colombia. Policía militar, Esmad, ataca protesta contra violaciones del ejército a niñas


En Bucaramanga, la protesta fue hasta la Quinta brigada en donde, a punta de Esmad y bolillo, el Esmad dispersó una protesta pacífica

La comunidad dijo basta a los abusos del ejército. Algunos de sus miembros han violado a dos niñas indígenas en menos de un mes. Por eso, en Bucaramanga, jóvenes salieron a protestar de manera pacífica por estos abusos. Justo cuando llegaron a la V Brigada, el Esmad apareció y a punta de bolillo y gases disolvió la marcha:

www.las2orillas.co/esmad-ataca-protesta-contra-violaciones-a-ninas-del-ejercito/

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viernes, 19 de junio de 2020

ALTO AL ACOSO


El acoso es un tipo de violencia directa que no puede ni deber ser tolerado y que para nada representa un «error» como sugieren muchos de los hombres que lo comenten al verse denunciados. El asoco es en muchos casos una antesala del feminicidio, 
No podemos como seres humanos seguir viviendo en un mundo patriarcal-machista donde la violenta contra/sobre la mujer se asume con algo normal y en completa impunidad.
No podemos como sociedad seguir fragmentandonos al transgredir los derechos de otros seres humanos y en especial de las mujeres únicamente para satisfacer una *normalidad» claramente enferma, violenta y antihumana.
No podemos como hombres seguir acosando y violentando a la mujer creyendonos superiores, con derechos para hacerlo, y, peor aún, con la asquerosa actitud cínica con que se comenten estos actos cuyos hombres que los hacen conocen bien la naturaleza de sus acciones y las celebran para sí con el apoyo-complicidad-anuencia de la gran mayoría de los otros hombres en su en torno social, familiar e íntimo.
No al silencio cómplice que hace callar a la gran mayoría de los hombres cuando sabe y conoce que otro hombre comete acoso, está actitud incrementa la violencia, la impunidad, normaliza esas violencia, genera aún más machismo y fortalece la estructura patriarcal, no puede ni debe tolerarse bajo ninguna circunstancia  ni en ningún lugar (calle, hogar, escuela, trabajo, etc.) el acoso sin importar que el hombre que lo comete sea nuestro familiar, amigo o conocido, es tiempo de romper esa práctica que solamente sirve para perpetuar la violencia sobre/contra la mujer. Alcemos los hombres la voz contra el acoso cometido por otros hombres hacia la mujer: digamos basta con nuestros actos y generemos consciencia.
Actuemos los hombres en favor de un mundo mejor generando nuevas masculinidades, contribuyendo así, a destruir esta sociedad patriarcal-machista.
Superemos la división violenta estructural que el sistema capitalista nos inculca para controlarnos, alinearnos y enajenarnos, dejemos atrás la opresión del hombre sobre/contra la mujer y sobre otros hombres, construyamos un mejor mundo destruyendo las raíces patrialcales-machistas-capitalistas y fundemos una nueva sociedad realmente humana.
¡No al acoso!
¡No a la violencia machista-patriarcal contra/sobre la mujer!
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domingo, 7 de junio de 2020

Argentina. Nuestro desahogo: no es un fiscal, es el Poder Judicial


En las últimas 48 horas, tres casos que tomaron estado público demuestran que la decisión del fiscal de Rawson Fernando Rivarola de catalogar el caso de una joven abusada por un grupo de jóvenes como “desahogo sexual doloso” no es aislada: corresponde a un patrón de la justicia patriarcal a lo largo y ancho de país, que no cataloga los femicidios como tales, encubre a los asesinos y consagra la impunidad. El análisis de dos abogadas penales especialistas: los derechos que los propios jueces y fiscales violan, y por qué la utilización de caratulas confusas busca invisibilizar la violencia machista.
Chubut
El miércoles 3 de junio, en un nuevo #NiUnaMenos, en las calles de Comodoro Rivadavia, Chubut, se marchaba y leía un comunicado que empezaba así: “Nos volvemos a encontrar en las calles y en las redes, desde cada espacio que habitamos para denunciar la violencia machista en todas sus modalidades, así como la complicidad del Estado”.
Ese mismo día, el fiscal jefe de la ciudad de Rawson Fernando Rivarola bajó la calificación legal de “abuso con acceso carnal” por la de “abuso sexual simple, agravado por la participación de dos o más personas” en la causa que año y medio atrás había iniciado una joven que denunció que fue abusada -en 2012- por seis jóvenes en una fiesta en la zona de Playa Unión. En la audiencia el fiscal describió el accionar de los imputados como “desahogo sexual doloso”.
Lejos de ser un problema exclusivo de Rivarola, la sintonía machista se repite en todo el Poder Judicial.
Salta y Tucumán
Un día después, el 4 de junio, la periodista tucumana Mariana Romero recordó en su cuenta de twitter la historia de Fátima Aparicio: el 8 de mayo de 2019 fue asfixiada y golpeada a martillazos por su ex pareja Luis Ernesto Rondón, que se había escondido en su departamento en Salta para atacarla y quien le pisó la cabeza cuando ella ya estaba desmayada hasta quebrarle los dos maxilares. Fue la perra de Fátima la que ladró hasta alertar a los vecinos que lograron detener a Rondón y asistir a Fátima hasta que fue derivada al hospital. Estuvo quince días en coma, y sobrevivió: en junio fue dada de alta.
En Salta tenía custodia policial, pero cuando llegó a Tucumán huyendo de esa violencia, la justicia le dijo que primero se tenía que hacer un examen psicológico. Rondón estaba con prisión preventiva acusado de femicidio en grado de tentativa. Escribió la periodista Mariana Romero: “Son las 11 y 20 de la noche. Dentro de 40 minutos, a Rondón se le vence la prisión preventiva. Su abogada, del Cuerpo de Abogados para Víctimas de Violencia contra la Mujer ya pidieron la prórroga. La Fiscalía también. Pero a las juezas de la Sala VI todavía no se les ocurrió ni siquiera responder. Por sí o por no. Resalto: las juezas, mujeres, son Stella Maris Arce y Alicia Freidenberg. Así que está noche, Fátima no duerme. Hace ya una semana escondió a los chicos y está custodiada por sus hermanas. Fátima no duerme, ni duermen sus hijos ni sus hermanas, ni los vecinos que la salvaron. Acá en Tucumán, esta noche, no duermo yo ni debería dormir nadie. En unos minutos, por falta de dos firmas de sus señorías, un monstruo puede quedar en libertad”.
Fátima aún aguarda este terrible suspenso.
Córdoba
El mismo día se conoció un informe de la provincia de Córdoba en el que se detallaba que durante el año 2019 se registraron 19 femicidios, según datos de la Oficina de la Mujer de la Corte Suprema de Justicia de la Nación. Con información agregada por el Centro de Estudios y Proyectos Judiciales de la provincia de Córdoba, el informe demuestra que solamente seis de la totalidad de las imputaciones contemplaban la violencia de género como agravante; de esas imputaciones cinco también contemplaban los vínculos. En otras seis imputaciones se aplicó únicamente la agravante por el vínculo. Hubo una imputación donde no se contemplaba como agravantes ni la violencia de género ni los vínculos. En cinco casos no se reportaron imputaciones y solo se informó la carátula de la causa. Por último, no se obtuvo este dato respecto de un sujeto activo. El informe demuestra así algo que se repite en todo el país: hay gran cantidad de femicidios en los que en las imputaciones no se toma en cuenta la violencia machista.
Desconocer el Derecho
La abogada Verónica Heredia, especialista en Derechos Humanos, atiende el teléfono desde la provincia de Chubut, desde donde traza la perspectiva: “Lo que pasó con el fiscal Rivarola pasa todos los días, en los escritos, en las audiencias. Lo que demuestra este caso muy fuertemente es que el sistema penal sigue diciendo barbaridades. Lo único que pasó acá de diferente es que tomó estado público. Es como los femicidios, las desapariciones forzadas, los abusos policiales: pasan todos los días. El derecho penal es la máxima expresión del machismo y el sexismo. Lo que dijo el fiscal no lo puede decir, y no es una cuestión ideológica: es porque está violando la ley, la Constitución, los tratados de Derechos Humanos, todo”.
El 4 de diciembre de 2019 la Legislatura de la Provincia del Chubut sancionó la Ley VIII nº 129, que dispone  adherir la provincia a la Ley Micaela que establece la capacitación obligatoria en la temática de violencia contra las mujeres para todas las personas que se desempeñen en la función pública en todos sus niveles y jerarquías en los Poderes Ejecutivo, Legislativo y Judicial de la Provincia. Sostiene Heredia: “Esto es un claro ejemplo de cómo, a pesar de tener leyes, de tener toda la estructura constitucional, las convenciones, los tratados, está tan arraigado el machismo, el sexismo, que hoy junio 2020 no solamente un fiscal dice esto sino que todo un sistema también lo está protegiendo. Con lo que dijo el fiscal Rivarola viola el artículo 75, inciso 22 de la Constitución Nacional donde se constitucionalizan los tratados internacionales de Derechos Humanos, donde prohíben la discriminación desde todos los aspectos y específicamente la discriminación por género. La convención contra toda forma de discriminación contra la mujer también esta convencionalizada en el artículo 75, inciso 22 de la Constitución reformada en 1994. A partir de ahí todas las leyes que luego se dictaron donde han quedado establecidas las diferentes violencias que se ejercen contra la mujer y específicamente la violencia institucional: este es un claro ejemplo de violencia institucional contra la mujer. El fiscal al afirmar eso demostró su desconocimiento del derecho y eso es falta grave, que habilita su destitución”.
La máquina femicida
La abogada trans Cristina Monserrat es parte del Observatorio Lucía Pérez de violencia patriarcal. En el registro que el Observatorio lleva diariamente una de las columnas es la carátula de causa se ve que las carátulas son múltiples y que no hay un único criterio: el Poder Judicial aporta así un eslabón a la cadena de violencias. Invisibiliza lo que sucede, y garantiza impunidad no aplicando las condenas correspondientes.
“Hay una diversidad de caratulas bastante importante”, dice Cristina, y agrega: “Algunas con tipos penales, delitos, que tienen una sanción penal inferior a la prevista en el agravante del femicidio, del homicidio agravado, por haberse realizado en contexto en violencia de género”.
Cristina explica que para la tipificación de femicidio, la pena es perpetua. “El juez no puede decidir, como en el caso del homicidio simple, entre 8 y 25 años; es un abanico muy amplio para aplicar en función de las circunstancias del caso. En el femicidio no hay margen: hay perpetua o absolución”.
¿Cuándo debería caratularse como femicidio?
Si tenemos los tres elementos que tenemos del femicidio -victimario varón, victima mujer o alguna feminidad, y desarrollado en el contexto de violencia de género- el Ministerio Público Fiscal, los fiscales, deberían en principio caratular la investigación como «femicidio» u «homicidio en contexto de contexto de género».
¿Qué genera el uso tan diverso de carátulas?
Todos estos tipos de carátulas confusas lo que tratan es de invisibilizar la problemática. La carátula no solo tiene un efecto dentro del proceso judicial, porque este proceso no es cerrado, es público, entonces la carátula también trasciende a la comunidad, a la sociedad, y es importante que se comunique que es lo que está pasando. Obviamente son indicios; la prueba se va a producir en el juicio oral, el victimario tendrá presunción de inocencia hasta que tenga condena firme, dentro de todas las garantías de un sistema republicano, pero la carátula no puede sustraerse de la presunción de femicidio cuando se dan los tres elementos que tiene esta agravante. No puede ocultarse.
¿Existen protocolos para revertir esta situación?
Muchas jurisdicciones tienen protocolos para abordar su femicidio e investigación. El problema es que no todos lo cumplen.
www.lavaca.org/portada/no-es-un-fiscal-es-el-poder-judicial/

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