Como cada año, celebramos el 8 de marzo, Día Internacional de las Mujeres, destacando y visibilizando la lucha y la reivindicación de los derechos de las mujeres y otras disidencias —personas con subjetividades que desafían los mandatos de género establecidos— para que podamos vivir una vida plena, de autonomía, justicia social y libertad en armonía con el planeta.
ivimos tiempos de grandes desafíos. Mientras la agenda internacional está protagonizada por el genocidio del pueblo palestino; por las medidas del presidente de EE.UU., Donald Trump; la devastadora guerra por el control de los recursos en la República Democrática del Congo —cuyo origen se remonta al expolio durante la colonia—; la persecución de pueblos originarios —como el pueblo mapuche— y el avance de la ultraderecha —que pone en el punto de mira a las personas migrantes y habitantes del Sur global, mujeres o personas LGTBIQ+— en nuestro territorio también vivimos momentos convulsos.
Muchas organizaciones, entre ellas Ecologistas en Acción, hemos denunciado los discursos de odio, la violencia racista y la islamofobia, así como las condiciones de explotación laboral —especialmente de personas migrantes— que se suman a las denuncias de algunos colectivos por agresiones sexuales y explotación sexual. También nos han sacudido las noticias de agresiones sexuales en diferentes ámbitos, desde la política y el deporte, incluidos nuestros propios entornos activistas.
Frente a todo ello, lejos de paralizarnos, actuamos. Sabemos que el feminismo ha sido capaz de librar verdaderas revoluciones desde la desobediencia civil, la acción pacífica, el internacionalismo, la sororidad y el trabajo en red. Estamos comprometidas con el movimiento feminista, autónomo y diverso, por la equidad y contra la discriminación por razones de género, identidad y orientación sexual.
Por eso, este 8 de marzo de 2025 Ecologistas en Acción nos reafirmamos como ecofeministas haciendo nuestro el lema de las compañeras del Sur global: “Ni la tierra ni nuestros cuerpos son territorio de conquista”. Con esta idea compartida queremos decir:
Que nuestro territorio está conformado por el espacio físico y simbólico en el que desarrollamos nuestras vidas en relación con el resto de personas y del mundo vivo; y que nuestro primer territorio habitado es nuestro propio cuerpo. Por ello exigimos que sea tratado con respeto y dignidad. Ni los cuerpos de las mujeres ni los territorios son propiedad exclusiva de nadie, sino espacios de autonomía, de creación y cuidado de vida, de lucha y de reivindicación.
Que las relaciones de opresión sobre la naturaleza tienen la misma raíz que la opresión contra las mujeres. Sabemos que el sistema neoliberal se sustenta en guerras extractivistas; que el capitalismo y el patriarcado son depredadores, cuyo fin es apropiarse de los recursos naturales menguantes del planeta y aniquilar las formas de vida y culturas locales en el Sur y en el Norte globales; y que oculta sistemáticamente los espacios y a las personas que sostienen la vida, despoja a los pueblos, destruye territorios y criminaliza las resistencias
También sabemos que la violencia contra las mujeres es universal: ocurre en todos los territorios habitados y es la violencia más extendida en todas las sociedades, a pesar de que desempeñamos los trabajos de sustento y cuidado de la humanidad y del resto del mundo vivo, aunque no siempre es una opción elegida.
Por ello, CAMINAMOS con la certeza de saber que las violencias que el patriarcado ejerce contra nosotras no serán un obstáculo para frenar nuestra rebeldía y nuestra resistencia feminista.
Defendemos la alegre rebeldía, y con ella este 8 de marzo:
REIVINDICAMOS más ecofeminismos porque ninguna vida vale menos que otra.
MANIFESTAMOS nuestro compromiso con la igualdad y los derechos humanos de las mujeres diversas y las disidencias.
REITERAMOS que solo desde una mirada ecofeminista podemos acabar con el sistema capitalista y patriarcal.
MANIFESTAMOS nuestra solidaridad con todas las mujeres de todos los colectivos y entidades.
INVITAMOS a seguir luchando para conseguir organizaciones libres de cualquier violencia o discriminación.
APOYAMOS a las víctimas de agresiones sexuales y de violencia contra las mujeres, que somos casi todas y, especialmente, a las mujeres a las que estas agresiones han acabado condicionando la vida y a las que ni siquiera pueden denunciar la violencia sufrida.
RECLAMAMOS bajo estas premisas y en coherencia con los principios ideológicos de Ecologistas en Acción, la igualdad de derechos para todas las personas.
Este 8M también queremos RECORDAR que:
Las organizaciones sociales son fruto y reflejo de las sociedades donde se crean; sociedades sustentadas en estructuras, legislaciones, códigos de conducta y costumbres que se han construido y se construyen desde el patriarcado.
La cultura y los comportamientos machistas se siguen (re)produciendo, a pesar de siglos de lucha feminista. Se cuela en nuestra manera de pensar, de actuar y de relacionarnos. La violencia organizativa es una expresión más del sistema en el que hemos sido socializadas y en el que vivimos; una violencia que discrimina y abusa de las mujeres y se manifiesta de variadas formas y en todos los ámbitos. Probablemente, ninguna organización se libre. La nuestra tampoco.
Ecologistas en Acción es una entidad horizontal, con mucha trayectoria de trabajo contra las dinámicas y la desigual distribución del poder. Las mujeres, y también muchos hombres, estamos vigilantes para que nuestra organización no se deteriore por dinámicas patriarcales adoptando actitudes proactivas ante ellas para identificarlas, no consentirlas y erradicarlas en última instancia.
En todo este contexto global y local, complejo e incierto, las miradas ecofeministas son un lugar diferente desde el que mirar. Un lugar que sitúa las vidas dignas de todas las personas como una prioridad de un contexto natural, que compartimos con el resto de seres vivos, y que se encuentran en un momento de contracción y cambio. Los ecofeminismos aportan análisis y propuestas imprescindibles para que esta prioridad pueda materializarse.
Este 8M, invitamos a las personas feministas y ecofeministas del Estado español a celebrar juntas nuestros derechos en el Día Internacional de las Mujeres.
¿Quién fue Carmen de Burgos, periodista y activista por los derechos de las mujeres nacida en 1867, en Almería, y fallecida a los 65 años en Madrid? Firmó una parte significativa de sus textos como Colombine, y la enciclopedia libre Wikipedia la sitúa como integrante de la Generación del 98 y la Edad de Plata […]
¿Quién fue Carmen de Burgos, periodista y activista por los derechos de las mujeres nacida en 1867, en Almería, y fallecida a los 65 años en Madrid? Firmó una parte significativa de sus textos como Colombine, y la enciclopedia libre Wikipedia la sitúa como integrante de la Generación del 98 y la Edad de Plata en España.
Asimismo como la primera periodista profesional en el estado español, redactora en el Diario Universal (periódico liberal, fundado en 1903 por el conde de Romanones), y una de las pioneras en desempeñar -en España- la corresponsalía de guerra; lo hizo desde Melilla, durante el verano de 1909 (conflicto entre el Estado español y las cabilas del Rif).
La también traductora participó en otros medios de comunicación –El Globo, La Correspondencia de España, la revista Nuevo Mundo o Heraldo de Madrid-, y tuvo relación –entre otros escritores- con el autor vanguardista Ramón Gómez de la Serna (conocido por el género de las greguerías).
Pedagoga que se desempeñó como maestra –en Guadalajara, Toledo o Madrid durante la primera década del siglo XX- y de ideología republicana (estuvo afiliada al Partido Radical-Socialista), Carmen de Burgos defendió el derecho al divorcio y el sufragio universal; rechazó la pena de muerte; su lucha militante se concretó, por ejemplo, en la Cruzada de Mujeres Españolas (1920) y en la presidencia de la Liga Internacional de Mujeres Ibéricas e Hispanoamericanas.
El Instituto Cervantes resalta, en su página Web, otras causas en las que la activista se implicó: el respaldo a la comunidad judía sefardí y las clases a personas invidentes/sordomudas, además de tomar parte en el Ateneo y la Asociación de la Prensa de la Madrid; la publicación de centenares de textos en la prensa de la época acreditan esta intervención pública (también en Tribuna Pedagógica; La Educación o La España Artística).
“Toda su lucha social –remarca la citada fuente- se ve reflejada en sus escritos; publica más de 50 historias cortas, muchas publicadas por entregas en El Cuento Semanal”; el Instituto Cervantes destaca algunas de las piezas narrativas: El tesoro del castillo (1907); Senderos de Vida (1908); Los negociantes de la Puerta del Sol (1919); El ‘Misericordia’ (1927) o Los endemoniados de Jaca (1932).
Carmen de Burgos Seguí publicó diversas novelas: La hora del amor (1916); Los espirituados (1923); Quiero vivir mi vida (1931); y ensayos: Arte de saber vivir (1918) y El arte de ser mujer. Belleza y perfección (1922).
Al ensayo La mujer moderna y sus derechos (1927), se refirió la escritora Blanca Bravo Cela –también autora de la biografía Carmen de Burgos ‘Colombine’: contra el silencio (Ed. Espasa, 2003)-, en una reseña publicada por la Real Academia de la Historia (RAH); Bravo Cela subraya las aportaciones al feminismo de la periodista almeriense, así como las reflexiones sobre el divorcio, el sufragio universal, “la capacidad intelectual de la mujer y la libertad del amor”.
“El feminismo revolucionario es una consecuencia lógica de la opresión que sufre la mujer”, escribió Carmen de Burgos; seis años antes vio la luz El artículo 438, relato en que la autora se posicionaba contra las leyes discriminatorias hacia las mujeres.
Blanca Bravo Cela destaca otros aspectos de la biografía e ideario en el artículo de la RAH: el interés por la masonería; sus viajes (Argentina, Francia, Italia, Suiza o Portugal); los escritos biográficos (Gloriosa vida y desdichada muerte de don Rafael del Riego. Un crimen de los Borbones, de 1931); los “momentos de felicidad” al proclamarse la II República en abril de 1931; o las circunstancias del fallecimiento:
“Era octubre del año 1932, el país había sorteado el golpe de Estado de Sanjurjo en agosto y la República seguía con vida. Carmen peroraba en el Centro Socialista de Madrid ofreciendo una conferencia sobre cultura sexual; en uno de los momentos álgidos de la disertación, se detuvo” (por una parada cardiaca); la periodista fue soterrada en el cementerio civil de la capital española.
Habían pasado décadas desde que Carmen de Burgos comenzara a publicar en Diario Universal, una columna al día, que la autora orientaba a la audiencia femenina; se titulaba Lecturas para la mujer, y fue por aquellas fechas cuando empezó a utilizar el seudónimo Colombine, detalla la Red de Bibliotecas de los Archivos Estatales (REBAE).
En el libro Mis viajes por Europa, de 1917, la periodista escribió acerca de una de las regiones mineras de Suecia, Falun: “Se comprende que se conciba el infierno en el centro de la tierra. Todo lo que viene del subsuelo es terrorífico, amedrentador o misterioso. He vuelto a ver la luz con fruición después de salir de la galería de la mina de cobre de Falun. Salir de una mina es resucitar”.
En La mujer moderna y sus derechos, publicada en 1927 por la editorial Sempere de Valencia introduce –en el capítulo cuarto- sobre el Derecho a saber: “La mujer ha tenido que sostener una verdadera lucha para vindicar su derecho a la cultura (…)”; por ejemplo, “las leyendas mismas fueron tejiendo sus mallas en torno de la mujer para aprisionarla más. Son perniciosas las leyendas de Eva, de la Maya india, Isis, Tanit, Milita, de Minerva, de Diana (…)”.
En 2003 TVE emitió, dentro del programa Mujeres en la historia, un documental de 54 minutos sobre Carmen de Burgos, dirigido por María Teresa Álvarez; la película se iniciaba con una crónica de guerra que la reportera envió –el 10 de septiembre de 1909, desde Marruecos-, a Heraldo de Madrid.
Precisamente El cuento semanal, que veía la luz los viernes, insertó como reclamo en la portada del 29 de octubre de 1909 el relato de 18 páginas de Colombine, titulado En la guerra (Episodios de Melilla); así, la introducción exponía al lector las razones de esas cuartillas escritas con urgencia:
“Impresionada por las desgarraduras y crudezas de la guerra vista frente a frente, sin telégrafo ni censura por medio, necesitaba una sangría que me aliviara de todo el exceso de sangre que bebieron mis ojos y de cuya carga deplorable no sabía cómo aligerarme…”; ilustrada por Agustín y a la venta por 30 céntimos, Carmen de Burgos había redactado la novela en el campamento.
Para tener más información sobre la página y nosotrxs, nos puedes escribir al mail: ecofeminismo.bolivia@gmail.com
La sentencia en el juicio por las violaciones a Gisèle Pelicot ha cerrado un caso que ha conmocionado al mundo gracias a la valentía de la demandante, una mujer de 72 años que dio un paso al frente en nombre de todas las víctimas que siguen «en la sombra».
Estas son las claves para entender el juicio con el que Gisèle Pelicot y la fiscalía han intentado marcar «un antes y un después» en la lucha contra la violencia sexual dentro y fuera de Francia:
1. Un espejismo roto
La vida de Gisèle Pelicot era aparentemente idílica: después de una carrera exitosa en la eléctrica pública EDF y cuatro décadas casada con su marido Dominique, con el que tenía tres hijos y varios nietos, ambos se trasladaron en 2013 a Mazan, un pueblo mediano en el sureste de Francia, para disfrutar de una plácida jubilación.
Lo único que parecía perturbar esa normalidad eran las pérdidas de conocimiento y otros síntomas extraños que sufría Gisèle, que llegó a sospechar que tenía un tumor cerebral o incluso alzhéimer.
En septiembre de 2020, Dominique Pelicot fue detenido por los vigilantes de un supermercado por haber grabado bajo las faldas de varias mujeres y, durante el registro de ordenador y la fase de instrucción de ese proceso, terminó de romperse el espejismo.
Las autoridades hallaron miles de fotos y vídeos en los que Gisèle aparecía inconsciente mientras se la sometía a abusos sexuales, con al menos 92 violaciones contabilizadas. Fue entonces cuando la víctima descubrió que sus síntomas se debían a las altas dosis de ansiolíticos que su marido le había suministrado sin su consentimiento.
2. ‘Monsieur-Tout-Le-Monde’
Las violaciones a Gisèle bajo sumisión química se prolongaron durante casi una década, entre 2011 y 2020, y las perpetraron unos setenta hombres, de los que se pudo identificar a 51, incluido Dominique.
El medio centenar restante, a los que Dominique contactaba por internet, eran hombres de entre 27 y 74 años y de todas las clases sociales: bomberos, camioneros, periodistas, enfermeros, militares y jubilados.
Ese abanico tan amplio llevó al movimiento feminista francés a apodar a los acusados como ‘Monsieur-Tout-Le-Monde’ (‘Señor todo el mundo’), para destacar que el agresor podía ser el vecino, el compañero de trabajo o el familiar de cualquiera.
«Yo también tenía un hombre excepcional, pero el perfil del violador puede estar en la familia, en los amigos», advirtió Gisèle Pelicot al intervenir en el juicio en octubre.
3. Una decisión excepcional
El proceso ha roto los moldes de los juicios por violación, en los que las víctimas suelen permanecer en el anonimato si es que llegan a los tribunales, pues se estima que el 80 % de las denuncias por agresiones sexuales en Francia quedan archivadas.
Pero Gisèle Pelicot, que tras conocer lo que le había ocurrido pensó en suicidarse, tomó una decisión extraordinaria: dejar que se supiera su nombre y promover que fuera un proceso público.
Quería, con ello, conseguir que “la vergüenza cambiara de bando”, una frase que ya se ha convertido en lema para el movimiento feminista, dado que muchas supervivientes no denuncian a sus agresores por el miedo a no ser creídas, la culpa o el temor a un proceso revictimizante.
El caso Pelicot también es excepcional por la amplitud de pruebas documentadas durante años por su propio marido, que impidieron a la defensa negar la existencia de los delitos, y por el hecho de que la demandante usara el apellido de Dominique, del que ya estaba divorciada.
“Tengo nietos que se apellidan Pelicot y no quiero que sientan vergüenza por su apellido, sino orgullo de su abuela”, defendió al ser cuestionada al respecto durante el proceso.
4. Una sentencia polémica
El juicio ha captado mucha atención mediática y a menudo ha humillado a Gisèle, quien se ha indignado por las estrategias de algunos abogados que intentaban rebajar la implicación de sus clientes en los abusos: «Para mí son violadores y lo seguirán siendo», ha subrayado.
Al final, el movimiento feminista tuvo que encajar un veredicto menos ejemplar de lo que esperaba: en vez de los 652 años de cárcel que había pedido la Fiscalía para el conjunto de 51 acusados, el tribunal los dejó en más de 400.
El exmarido de Gisèle recibió la pena más severa, los 20 años máximos por el delito de violación agravada, y deberá cumplir al menos dos tercios de ella entre rejas.
Sin embargo, otros acusados recibieron penas de apenas 3 años y hasta seis de ellos quedarán en libertad, algo que ha indignado a muchos, pero no -al menos públicamente- a la propia Gisèle, que este jueves dijo que “respeta” la decisión del tribunal.
5. ¿”Un antes y un después”?
La fiscal del tribunal de Aviñón, Laure Chabaud, pronosticó a finales de diciembre que el juicio marcaría “un antes y un después”, y muchas feministas aún confían en que la repercusión del caso obligue a hacer más contra la violencia machista en Francia.
Varias asociaciones presentaron en octubre 130 medidas para crear una ley integral contra las violencias sexuales, pero hasta ahora los pasos que han dado las autoridades son pocos y las organizaciones temen que, tras el final del juicio y con el bloqueo político actual en Francia, el impulso acabe por diluirse.
«El combate contra la impunidad no ha hecho más que comenzar», ha declarado en un comunicado la organización Fondation des Femmes.
No obstante, la propia Gisèle Pelicot se mostró satisfecha por la reverberación del caso: «He querido, al abrir las puertas de este proceso, que la sociedad hiciera suyos sus debates. No lo he lamentado en ningún momento», ha subrayado.
Por primera vez en la historia una mujer ha ganado en solitario el reconocido Premio Nobel de Economía. Elinor Ostrom y Esther Duflo consiguieron dicho reconocimiento en los años 2009 y 2019 pero en compañía de Oliver Williams la primera y de Abhijit Banerjee y Michael Kremer la segunda.
Este galardón es una demostración más de cómo el mundo académico, al igual que el social o deportivo, van reconociendo (muchas veces a regañadientes y con momentos de fuerte tensión) la aportación y la capacidad de muchas mujeres en todos los campos del conocimiento y la actividad humana.
El tema central de investigación de Claudia Goldin es el estudio de las razones que provocan la discriminación de la mujer en el mundo del trabajo, el análisis de la brecha salarial entre hombres y mujeres, de la diferente presencia en la escala jerárquica laboral y de las raíces profundas culturales e ideológicas, ancladas en el rol social que los hombres hemos asignado a las mujeres como su actividad prioritaria: La maternidad, las tareas del hogar y el cuidado de los miembros de la familia.
Sus estudios sobre el “presentismo”, “la dedicación exclusiva” del hombre al trabajo y del papel “secundario” asignado a la mujer, que siguen presentes en muchas civilizaciones actualmente y con signos de involución en algunas otras, han contribuido de forma decisiva a visibilizar y dar fortaleza a las reivindicaciones de la mujer en los diferentes sectores de la producción y de la actividad social.
Mujer de amplio recorrido académico, nacida en Nueva York en mayo de 1946, estudió en las Universidades de Cornell y Chicago, profesora en las universidades de Wisconsin, Princeton, Pensilvania y desde hace 33 años en Harvard, es miembro de la Academia Nacional de Ciencias de Estados Unidos y de la Oficina Nacional de Investigación Económica. Ha demostrado en sus trabajos que la desigualdad laboral de género no se reduce a medida que la economía crece, sino que evoluciona de forma irregular en función de diversos factores.
Goldin es conocida por su trabajo histórico sobre las mujeres y la economía. Sus artículos más destacados en el área se refieren a la historia de la búsqueda de una carrera profesional y una familia por parte de las mujeres, la educación mixta en la educación superior, el impacto de los anticonceptivos en las decisiones profesionales y matrimoniales de las mujeres, los apellidos de las mujeres después del matrimonio como indicador social, las razones por las cuales las mujeres son ahora la mayoría de los estudiantes universitarios y el nuevo ciclo y especialización del empleo femenino.
Goldin comenzó su carrera investigando la historia de la economía del sur de Estados Unidos. Su primer libro, Urban Slavery in the American South, fue su tesis doctoral en la Universidad de Chicago. Junto con Frank Lewis, escribió el artículo «The Economic Cost of the American Civil War» (El costo económico de la guerra civil estadounidense) (1978)7
Más tarde trabajó con Kenneth Sokoloff sobre la industrialización temprana en los EE. UU. y el papel de las trabajadoras, el trabajo infantil y las familias inmigrantes y de clase trabajadora. Hizo hincapié en que las trabajadoras habían sido ignoradas en gran medida en la historia económica y se propuso estudiar cómo evolucionó la fuerza laboral femenina y su aportación al crecimiento económico y al desarrollo de las sociedades del bienestar.
Entre sus principales artículos están Monitoring Costs and Occupational Segregation by Sex: A Historical Analysis (Monitoreo de costos y segregación ocupacional por sexo) (1987)8, Life Cycle Labor Force Participation of Married Women (Participación de las mujeres casadas en la fuerza laboral del ciclo de vida) (1989) y The Role of World War II in the Rise of Women’s Employmen (El papel de la Segunda Guerra Mundial en el aumento del empleo femenino) (1991)
Defensora firme de la conciliación entre la vida familiar y laboral reivindica la participación del hombre y la mujer en el cuidado de los hijos y en los permisos de paternidad y maternidad que considera deben ser similares para no penalizar en el trabajo a la mujer. Se sigue considerando que el hombre que disfruta y exige su derecho de paternidad es un mal trabajador, mientras que la mujer que no lo hace se intuye que es una mala madre.
Al buscar el origen de la discriminación cree que este radica en los mecanismos de promoción interna de las empresas, en políticas de personal y recursos humanos abiertamente machistas y que han contribuido a perpetuarse con el paso del tiempo, incluso en las sociedades democráticas occidentales.
Su libro Understanding the Gender Gap: An Economic History of American Women (1990) cuenta la historia del aumento del empleo femenino en los EE. UU. desde el siglo XVIII hasta finales del siglo XX, su papel en el crecimiento económico y por qué han existido brechas de género en los ingresos y el empleo y continúan existiendo en el presente.
Después de escribir su libro sobre la historia económica de la fuerza laboral femenina, Goldin se propuso investigar la historia de la educación en Estados Unidos. Comenzó con una serie de artículos sobre el movimiento de la escuela secundaria y la configuración de la educación superior en los EE. UU. que culminó con su discurso presidencial de la Asociación de Historia Económica, The Human Capital Century and American Leadership: Virtues of the Past (El siglo del capital humano y el liderazgo estadounidense: virtudes del pasado) (2001).
Luego trabajó con Lawrence Katz para comprender la historia de la desigualdad económica en Estados Unidos y su relación con los avances educativos. Su investigación produjo numerosos artículos sobre el tema y culminó con la publicación de The Race between Education and Technology (La carrera entre educación y tecnología) (2008). La pareja también trabajó en conjunto para determinar el valor de una educación universitaria en el mercado laboral a través de su artículo de 2016 The Value of Postsecondary Credentials in the Labor Market: An Experimental Study (El valor de las credenciales postsecundarias en el mercado laboral: un estudio experimental).
Goldin continuó trabajando en varios temas de actualidad y muchos pasaron a formar parte de los volúmenes que editó conjuntamente. Estos incluyen los orígenes de la restricción de la inmigración, la creación del seguro de desempleo en Estados Unidos y el papel de la prensa en la reducción de la corrupción.
Durante esos años también publicó una serie de importantes artículos sobre género: Orchestrating Impartiality: The Effect of ‘Blind’ Auditions on Female Musicians (Orquestar la imparcialidad: el efecto de las audiciones ‘ciegas’ en las músicas) (con Rouse, 2000) se encuentra entre sus artículos más citados. The Power of the Pill: Oral Contraceptives and Women’s Career and Marriage Decisions. (El poder de la píldora: anticonceptivos orales y decisiones de carrera y matrimonio de las mujeres) (Con Katz, 2002) y The U-Shaped Female labor Force Function in Economic Development and Economic History (La función de la fuerza laboral femenina en forma de U en el desarrollo económico y la historia económica) (1995) son algunos de sus artículos pioneros.
Luego comenzó a centrarse en la búsqueda de una carrera y una familia por parte de las mujeres universitarias y en las razones de la persistente brecha de género en los ingresos. Su libro Career & Family: Women’s Century-Long Journey toward Equity (Carrera y familia: el viaje centenario de las mujeres hacia la equidad) contiene la historia completa y concluye con el impacto de la pandemia en las carreras de las mujeres y la equidad de las parejas.
El Premio Nobel viene a corroborar el amplio reconocimiento académico de su figura y supone un importante logro para el avance de sus ideas de defensa de la igualdad entre las mujeres y los hombres tanto en el ámbito laboral como social.
Un feminismo socialista debe insistir en la acumulación de fuerzas y la politización popular que solo produce la movilización. No hay atajo posible.
El pasado viernes, en vísperas del 28 de septiembre, diversas organizaciones feministas a lo largo del país convocaron a marchas y acciones territoriales exigiendo la legalización del aborto en Chile. Al igual que el año pasado, fue una jornada que sacó a miles de manifestantes a las calles detrás de la consigna «Aborto legal es justicia social», a solo unos meses de que el gobierno de Boric presente el proyecto de Ley de Aborto —comprometido para diciembre de este año— que busca garantizar, al fin, nuestro derecho a decidir.
Este hito de movilización latinoamericana por un aborto legal y seguro tiene sus orígenes en la larga historia internacionalista y antirracista del movimiento feminista. La fecha fue acordada en el V Encuentro Feminista Latinoamericano y del Caribe de 1990 en San Bernardo, Argentina. La delegación brasileña propuso conectar la lucha por los derechos sexuales y reproductivos con otro 28 de septiembre, el de 1871, día en que se promulgó en Brasil la Ley de Libertad de Vientres, que declaró libres a todos los hijos e hijas nacidos de mujeres esclavizadas.
Me puedo imaginar a las compañeras brasileñas levantando la mano en plena asamblea para hacer pública su iniciativa. También veo al resto de las latinoamericanas reconstruyendo parte de la incesante historia de lucha contra la esclavitud y el lugar de las mujeres en todo ello. Probablemente hayan comentado cómo ese fue uno de los primeros pasos del largo camino a la abolición real (y no solo formal) del yugo esclavista[1]. Un camino que inició en los vientres de las mujeres, no solo en Brasil sino en todo un continente que, a tientas, contra la inercia y la abierta oposición oligárquica, se fue sacudiendo de sus herencias coloniales. Lejos de ser algo reciente o un tema valórico, el derecho al aborto es parte de una lucha histórica por la emancipación general, y el 28 de septiembre es ante todo un hito que conmemora esta —nuestra— larga lucha por la libertad.
Este año en Chile marchamos sabiendo que el debate público en torno a la legalización del aborto volverá a ser central dentro y fuera del Congreso, tal como sucedió unos años atrás con la «Marea Verde» argentina. La elaboración del proyecto de ley que garantice el derecho a decidir en toda circunstancia, sin restricción de causales ni «objeción de conciencia institucional», ya está en curso.
Foto: Bárbara Berrios C (@vuelosinprisa)
Este es, al mismo tiempo, el mejor y el peor momento para abrir esta conversación. Si hoy contamos con una aceptación generalizada entre la sociedad sobre la necesidad de despenalizar el aborto, ha sido gracias a años de movilizaciones y militancia feminista volcada a intervenir en el sentido común, insistiendo en que se trata de una urgencia de salud pública y que la posibilidad de abortar es, la mayoría de las veces, una cuestión de clase. Distintas encuestas lo corroboran: existe mayoritaria aprobación del aborto en las tres causales que reconoce la Ley IVE de 2017 (Interrupción Voluntaria del Embarazo), y una creciente aprobación del aborto en toda circunstancia. Lejos está de ser una reivindicación minoritaria, identitaria o incluso woke, tal como señalan las modas de turno entre algunos cientistas sociales. Por el contrario, no es exagerado señalar que este es hoy uno de los mayores consensos sociales en nuestro país.
Creo importante insistir en la lección que esto representa para la izquierda en su conjunto. El movimiento feminista ha sido capaz de desplegar una política de disputa por la hegemonía que ha sabido (y debido) sobreponerse, en cada momento, a los intentos de restauración patriarcal. Con toda las tribunas mediáticas a su disposición, diferentes sectores han buscado, una y otra vez, apuntar al aborto como responsable de abrir un flanco de polémica dentro de la sociedad e incidir en resultados electorales desfavorables, particularmente en el caso del plebiscito de salida de la Convención Constitucional en 2022.
Algo esperable de la derecha, pero que también lo vivimos dentro de los propios partidos y movimientos de izquierda. No es casual que durante el primer proceso constituyente esta haya sido la primera Iniciativa Popular de Norma en alcanzar el apoyo ciudadano para ingresar al debate en la Convención y que, casi dos años después, fuera un factor determinante en impedir que se aprobara la propuesta constitucional apoyada por la ultraderecha en el último plebiscito.
El riesgo de retroceder en las tres causales de la Ley IVE, especialmente en la de violación, fue un factor decisivo para el voto «en contra», particularmente entre las mujeres de los sectores populares. Los últimos debates electorales en los que ha pisado fuerte la ultraderecha (como la segunda vuelta presidencial entre Kast y Boric en 2021 y el plebiscito de salida del Consejo Constitucional 2023) pusieron en evidencia la amplia conciencia de la amenaza que supone el proyecto de la ultraderecha para la vida de mujeres y disidencias. Y, en momentos decisivos, esto ha constituido un cordón sanitario para su avance por abajo.
Foto: Carolina Rubilar (@bit4cora_audiovisual)
Sin embargo, como decíamos más arriba, este es también —qué duda cabe— uno de los momentos más desafiantes y complejos para entrar en esta batalla. A pesar de que por primera vez va a ser presentado en Chile un proyecto de Ley de estas características, la correlación de fuerzas dentro del actual Congreso está lejos de ser favorable. Si bien se han alcanzado los votos para leyes relativas a violencia de género o laboral (tal como la Ley integral contra la violencia hacia las mujeres y la Ley Karin), la reforma a la Ley Antidiscriminación y la Ley de Educación Sexual Integral fueron rechazadas estrepitosamente.
A cinco años del estallido social, además, el desgaste político ha generado una evidente retirada de la calle en tanto espacio de intervención pública. Cada vez es más difícil convocar a manifestaciones masivas, aunque motivos no faltan. Pero la fatiga activista y la desorientación han atravesado casi todos los espacios que dieron impulso a las movilizaciones de las últimas décadas.
A esto se suma que el Gobierno, en lugar de buscar el apoyo a su programa en las calles, ha optado por intensificar la política represiva, la criminalización de la protesta social y la impunidad para la violencia policial. Todo lo contrario de lo que cabría esperar de un conglomerado supuestamente progresista cuyos principales liderazgos fueron forjados al calor de las marchas universitarias en defensa de la educación pública. No es casualidad que hoy sea precisamente el movimiento estudiantil el sector al que más le está costando retomar una voz propia y organizada después de años de crisis.
Así y todo, la marcha convocada el viernes pasado reunió a miles de mujeres, niñas y disidencias de todas las edades, sobre todo jóvenes. Ese día marché junto a mis compañeras de la Coordinadora Feminista 8M. Llevaba un cartel que aludía al sueldo de 17 millones que recibe la exministra de Educación del Gobierno de Sebastián Piñera, Marcela Cubillos, por una inespecífica actividad académica en la Universidad San Sebastián (y todo el Misoprostol que compraríamos con tamaña suma).
Entonces se me acercó Geraldine. La había conocido unas semanas atrás en el Día de los Derechos Humanos a propósito de una actividad organizada en su liceo de la comuna de La Cisterna, en Santiago. Fui invitada a hablar sobre feminismo en un foro organizado por el Club de Debate, el Centro de Alumnos y algunos profesores de Historia. Los estudiantes prepararon cada detalle: cómo presentarnos, las preguntas a cada panelista, el café con galletitas y la discusión.
Entre otras cosas, me preguntaron si pensaba que el feminismo de hoy era muy extremo o radical. Aproveché la provocación y contesté que no había nada más extremista que las señoras del Movimiento por la Emancipación de las Mujeres de Chile (MEMCH) que en 1935 se propusieron levantar un programa por la autonomía económica, política y biológica de las mujeres. Que habían luchado por nuestro derecho a ser sujetas políticas mientras se organizaban con núcleos en todo el país por el sufragio universal, contra la guerra, contra el avance del fascismo y por el reconocimiento de los derechos sexuales y reproductivos, particularmente de las mujeres de la clase trabajadora.
Les dije a los estudiantes que participaban de la jornada que ojalá siguiéramos siendo tan «extremistas» como Elena Caffarena u Olga Poblete —fundadoras del MEMCH— en el presente. Que ojalá nuestra radicalidad sea tal que nos permita ser parte de una emancipación general, porque el feminismo no es cosa solo de mujeres. Con eso, diría que hasta los estudiantes más escépticos se entusiasmaron. Creo que les gustó la respuesta porque al final se me acercó un grupo, entre ellas Geraldine, para que organizáramos más actividades y jornadas sobre feminismo en el liceo. Les dije que por supuesto, que esa era la idea.
Cuando nos encontramos en la marcha la vi radiante. No le alcancé a preguntar, pero me imagino que es de las primeras a las que asiste. Geraldine tiene 15 años, y ese día en la tarde seguramente fue a cambiarse el uniforme después de clases para luego llegar a la Alameda y encontrarse con muchas otras recién llegadas entre pañoletas verdes y lienzos.
Foto: Carolina Rubilar (@bit4cora_audiovisual)
En alguna reunión con otras organizaciones feministas escuché hablar despectivamente del «feminismo de las recién llegadas», que salen a marchar sin conocer mucho de la historia o los planteamientos feministas. Ya entonces lo dijimos varias: no hay mayor orgullo de este ciclo internacional de movilizaciones feministas de masas que colmar las calles de quienes salen por primera vez con la intuición de que con su presencia se juega algo importante, vital. Nuestra tarea es producir las condiciones para recibirlas.
Hablamos con Geraldine de retomar el plan de hacer algo sobre feminismo con sus compañeras del liceo. Me pidió que la esperara solo un par de semanas porque están preparándose para un torneo de debate. Sonreí fuerte recordando mi propia experiencia en un club de debate hace muchos años. Luego de despedirnos, me emocioné y me di cuenta que había venido a encontrarme con ella. Que esta tarea militante que hemos asumido de levantar y sostener la movilización de masas es cansadora y está llena de tensiones, pero al mismo tiempo es necesaria y urgente.
Propiciar la radicalidad de estos encuentros y traspasos generacionales tanto como ese deseo decisivo de avanzar juntas sin dar ni un paso atrás son hoy tareas indispensables. Porque, aunque necesarios, la presentación de proyectos legislativos, la agitación en redes sociales o la disputa mediática no son suficientes. La experiencia latinoamericana ha demostrado una y otra vez que la disputa política no puede olvidarse de las calles. Un feminismo socialista ha de insistir en la acumulación de fuerzas y la politización popular que solo produce la movilización. No hay atajo posible.
Y, además, las cabras siguen llegando.
Notas
[1] Cabe señalar que Brasil fue el último país de la región en abolir la esclavitud, en 1888.
Sobre el consentimiento sexual // Entrevista a la socióloga feminista Rosa Cobo
Fuentes: ttps://geoviolenciasexual.com
La ficción del consentimiento sexual (Catarata, 2024) el último libro de Rosa Cobo Bedia, socióloga, escritora, profesora e investigadora, arroja luz sobre las trampas en el debate sobre la prostitución o los límites de lo que se reconoce como violencia sexual. También analiza la importancia que ha tenido hasta ahora en las sociedades patriarcales el consentimiento como sometimiento o que no puede haber consentimiento sin libertad ni igualdad.
La autora está en permanente movimiento, ocupa un lugar destacado en el pensamiento feminista español y alterna la escritura de ensayos con la investigación académica, la docencia y las conferencias que imparte en distintos ámbitos (no sólo el feminista). Ahora tiene un entusiasmo especial por un nuevo proyecto que comenzará a materializarse el 30 de septiembre próximo, el máster en violencia sexual de la Universidad Ramon Llull.
Rosa Cobo en las primeras páginas de su libro advierte: “Hoy, la discusión sobre el consentimiento sexual es un espacio de disputa entre aquellos sectores que proponen este mecanismo político para legitimar sus espacios de poder y aquellos otros, los sectores feministas, que argumentan que este concepto debe ser politizado y resignificado para dotar de autonomía y credibilidad a las mujeres”.
– ¿De qué manera podemos resignificar el consentimiento sexual desde el marco feminista?
– El consentimiento sexual nos remite de una forma inmediata al universo de la sexualidad: el debate sobre la prostitución y pornografía no se pueden dejar de analizar sin tener en cuenta el consentimiento sexual. Estas cuestiones nos remiten a la sexualidad y la sexualidad es el núcleo fundamental sobre el que se sostiene y asienta el sistema patriarcal. Desde la teoría feminista, hablar de consentimiento sexual es hablar de sexualidad y hablar de sexualidad es hablar del corazón del sistema patriarcal.
– En tu libro haces referencia a la importancia que tuvo la revolución sexual en la cuestión del consentimiento sexual.
– La sexualidad se coloca en el debate público fundamentalmente a comienzos del siglo XX, con el psicoanálisis. Luego, la sexualidad se va a introducir en la agenda cultural y en la agenda política con la revolución sexual y Mayo del 68. Al principio, dice Eva Illouz(socióloga y escritora francesa), que la revolución sexual no tiene sexo. Es decir, la revolución sexual fue reivindicada por los hombres y por las mujeres; la prueba es la influencia enorme que tuvo en el feminismo radical. Pero poco a poco, a medida que la revolución sexual se va desarrollando, es reapropiada por los varones; traducido en clave feminista: la revolución sexual se convierte en la disponibilidad sexual de las mujeres para el acceso de los varones. Cuando la revolución sexual comienza a desarrollarse, muy poco tiempo después aparecen las políticas económicas neoliberales que serán un extraordinario filón en esa sexualidad volcada a construir un mercado de consumo.
“A medida que la revolución sexual se va desarrollando, es reapropiada por los varones”
– ¿Entonces ahora estaríamos en ese estatus en el que la sexualidad es una mercancía más del capitalismo?
– Ahora mismo, el mercado de consumo no hace más que ensancharse y ha aparecido una categoría nueva dentro de ese imaginario de la sexualidad, la del consentimiento sexual, transformada en una instancia fundamental de legitimación de todos los procesos de articulación de las mujeres como mercancías. El consentimiento sexual aparecerá estrechamente vinculado a la exaltación de un individualismo extremo y, en ese proceso de mercantilización que representan la prostitución y la pornografía, las propias mujeres se van a poner al servicio de la aceptación del dominio patriarcal.
– El contrato sexual al que se refiere Carole Pateman, un pacto entre hombres para distribuirse el acceso a las mujeres a través del matrimonio y de la prostitución: ¿consideras que sigue vigente en el siglo XXI?
– El matrimonio se sigue manteniendo como el eje de la vida entre hombres y mujeres y la prostitución lo único que hace es ampliarse cada vez más. De modo que yo creo que el contrato sexual sigue articulando el sistema patriarcal en el siglo XXI. Ahora bien, también creo que hay intentos por romper el contrato sexual y esos intentos vienen, por una parte, del feminismo; el feminismo no acepta esa política de reparto de mujeres que significa el contrato sexual, ni acepta que las mujeres seamos objetos sexuales. O sea que, para el feminismo las mujeres no somos objetos sexuales ni mercancías. El feminismo quiere desactivar el contrato sexual; por otra parte, hay otros grupos que también están interesados en desactivar el contrato sexual.
– ¿A qué grupos te refieres?
– Según Celia Amorós, a todos aquellos que se sitúan en el paradigma del imaginario libertino. Es decir, aquellos que sostienen que todas las mujeres son para todos. Dentro de ese imaginario entran los puteros y los proxenetas, entra toda esa cadena de mercenarios que sostienen el sistema patriarcal. Entran los feminicidas de Ciudad Juárez y de todos los sitios.
“El feminismo no acepta esa política de reparto de mujeres que significa el contrato sexual”
– Con esto que dices, se me viene a la cabeza el reciente caso de Gisèle Pelicot, en Francia, la mujer a la que su marido drogaba para que fuera violada por decenas de hombres.
– Efectivamente, el caso de Francia es muy extremo, pero al mismo tiempo muy paradigmático, en el que vemos los pequeñísimos límites que pone el sistema patriarcal al poder masculino y que se concretan en el contrato sexual.
– Enlazando a Carole Pateman con Catharine MacKinnon, ¿el consentimiento en el contrato sexual es una trampa para las mujeres?
– MacKinnon publicó el año pasado un libro en Francia, que traducido al castellano se llamaría “La violación redefinida: contra el consentimiento sexual. A favor de la igualdad”. Sostiene que el consentimiento sexual es inviable entre redes patriarcales y también que llevar el consentimiento sexual al código penal es una operación que se volverá contra nosotras. Yo no sé si eso va a ser así y quiero pensar que no.
– Una jurista te diría que hay que matizar esa idea de MacKinnon.
– Ya me lo han dicho, pero como yo no soy jurista, no quiero entrar en esto sino en la otra parte. Después de tres siglos de luchas políticas feministas, no creo que se pueda seguir manteniendo la absoluta y radical inviabilidad del consentimiento sexual. Primero: las mujeres están reclamando tener intercambios sexuales que sean gratificantes y consentidos por su parte; ellos consienten, claro, el consentimiento está de parte de los varones. En segundo lugar, estos tres siglos de historia de lucha feminista han modificado la vida de las mujeres, de todas, pero de algunas más que de otras y hay mujeres que tienen la posibilidad de consentir mucho más que otras. Y esto está relacionado con que han aparecido espacios de igualdad para las mujeres y se han concretado políticamente derechos. Yo creo que esto hace que no podamos seguir afirmando de una forma rotunda que el consentimiento sexual es inviable para todas las mujeres. En el consentimiento sexual hay grados, hay mujeres que no pueden consentir cuando son adolescentes, pero sí cuando son maduras; hay sociedades con unos niveles mucho más significativos de igualdad, donde el consentimiento sexual tiene una densidad mayor que en otras sociedades, en las que simplemente es inexistente. Entonces, el consentimiento sexual es una ficción para la mayoría de las mujeres del mundo, sin embargo, hay pequeños grupos de mujeres que se acercan a grados mucho mayores de consentimiento sexual. Esto está relacionado con el título del libro, al que he llamado La ficción del consentimiento sexualporque es una ficción política como lo es la democracia, o la categoría de ciudadanía. El consentimiento sexual es esa categoría, ese valor ético-político al que las mujeres queremos llegar.
– Entonces, ¿podemos concluir que hay un lugar para el consentimiento sexual en la evolución de los derechos de las mujeres?
– ¡Tiene que haber un lugar para el consentimiento sexual! Ese es el asunto. Las mujeres estamos reclamando intercambios sexuales gratificantes y consentidos, y eso es algo de lo que la agenda feminista se está haciendo cargo, ¿no? Las mujeres queremos relaciones sexuales que sean consentidas y que nos gusten, sobre eso no hay ninguna duda, porque eso ha sido lo que ha hecho que salgan millones de mujeres a la calle en el 2017 y en el 2018 con la cuarta ola feminista, articulada alrededor de la lucha contra la violencia sexual y a favor del consentimiento sexual. Esto no excluye que el consentimiento sexual sea un camino extraordinariamente difícil de recorrer para las mujeres.
“Tiene que haber un lugar para el consentimiento sexual”
– También explicas con claridad en qué se diferencia el feminismo de otros movimientos que se consideran feministas y no lo son.
– Hay sectores de la izquierda entre los que está la nueva izquierda (aunque también sectores de la vieja izquierda), que han reeditado aquella famosísima tesis de que la contradicción principal es la contradicción de clase y la contradicción secundaria es la contradicción patriarcal. Es el caso de Nancy Fraser y los postulados que defiende el feminismo para el 99%. Cuando esta izquierda contempla el mundo, lo que ve es que el capitalismo neoliberal es el monstruo principal, todos los movimientos sociales tienen que colaborar en la destrucción de este monstruo y someterse a esa lucha de clases. En cambio el feminismo sostiene que el capitalismo neoliberal es una fuente inagotable de desigualdad y violencia contra las mujeres, pero que ese capitalismo neoliberal -utilizando la terminología o el concepto de Kate Millett– tiene una política sexual, y la obligación y la tarea histórica del feminismo es luchar contra la política sexual del capitalismo neoliberal. Mientras que la izquierda tiene la obligación de luchar contra el capitalismo neoliberal, nosotras tenemos que centrarnos y focalizar la lucha política en los efectos y el impacto que el capitalismo neoliberal tiene sobre las mujeres. Esto es lo que no está presente en el feminismo para el 99%, profundamente impregnado a su pesar, por toda la ideología del individualismo y capitalismo neoliberal. Consideran que la prostitución, los vientres de alquiler o la pornografía son aceptables porque salen de la decisión de las mujeres. Entonces, en primer lugar, ese análisis es confuso; y en segundo lugar, no es feminista.
El feminismo tiene que “focalizar la lucha política en los efectos y el impacto que el capitalismo neoliberal tiene sobre las mujeres”
– Este análisis que haces incluye al movimiento queer y al libertarismo sexual, ¿verdad?
– A ver: me gustaría que se entendieran dos matices que expongo en mi libro sobre esta cuestión. Primero, el marxismo no es feminista porque su sujeto político es la clase trabajadora. La teoría queer no es una teoría feminista porque su sujeto político no son las mujeres, sino todos aquellos individuos, hombres y mujeres, que están sometidos a procesos de persecución sexual.
Con respecto al segundo matiz, la teoría queer persigue un objetivo y es debilitar los códigos que tienen que ver con la sexualidad. La sexualidad también es un objeto de lucha política para las feministas, sin embargo, el feminismo no puede centrar su agenda política en la libertad sexual. El feminismo tiene que articular su agenda política contra la violencia sexual porque las feministas estimamos que la reducción y la desactivación de la violencia sexual va a tener como consecuencia y como efecto el aumento de la libertad sexual. El libertarismo sexual se mueve en el ámbito de la libertad sexual y el feminismo se mueve en el ámbito de la lucha contra la violencia sexual, que es la gran epidemia del siglo XXI.
– ¿Qué importancia tiene el consentimiento sexual en la agenda política feminista?
– El consentimiento sexual está en el propio corazón de la agenda política del feminismo. Para el libertarismo sexual el consentimiento se concreta en la voluntad, mientras que para el feminismo el consentimiento se concreta en el deseo y en la igualdad, es en este punto donde se diferencian. ¿Por qué el libertarismo sexual dice que cuando una mujer dice “sí” o asiente de cualquier manera, hay consentimiento? Por una razón estratégica: para el libertarismo sexual la definición de violencia sexual está restringida, de modo que el impacto en el derecho penal es menor (representado en el antipunitivismo). La visión que tiene el libertarismo sexual sobre el consentimiento sexual es muy limitada. La lucha por el consentimiento sexual que reivindica el feminismo es la lucha contra la violencia sexual y a favor de la igualdad entre hombres y mujeres.
“El feminismo se mueve en el ámbito de la lucha contra la violencia sexual, que es la gran epidemia del siglo XXI”
Libro: «La ficcion del consentimiento sexual». Autora : Rosa Cobo
– En el capítulo 4, De “las otras” al “nosotras”, profundizas sobre las mujeres como sexo, el “nosotras” es un genérico para la emancipación de las mujeres. Señalas a Mary Wollstonecraft como una de las autoras feministas que puso la primera piedra sobre este concepto. ¿Puedes ampliar esta idea?
– Mary Wollstonecraft en Vindicación de los derechos de la mujer explica que no habla en su nombre sino en nombre de su sexo. ¿Por qué habla de las mujeres como un genérico? Las mujeres estamos sometidas a opresión, discriminación y procesos intensísimos de desigualdad. También ella habla de cómo los hombres han construido una segunda naturaleza para las mujeres que el feminismo ha categorizado como gender (género). Esto significa que el sistema patriarcal ha construido unas estructuras materiales y simbólicas, y un conjunto de valores para que las mujeres nos construyamos -como diría Simone de Beauvoir-, como el segundo sexo. La opresión y la explotación de las mujeres se origina, a juicio del feminismo radical, en nuestras capacidades sexuales y reproductivas. Por lo tanto, no se pueden entender la prostitución y la pornografía sin el sexo. Tampoco se pueden entender el trabajo doméstico y la feminización de la pobreza sin la categoría sexo. El feminismo tiene que recuperar la categoría de sexo y también la categoría de género, entendido este último como esa segunda naturaleza de la que hablaba Mary Wollstonecraft, un conjunto de estereotipos que nos colocan en una posición de subordinación.
– ¿Qué pasa con los hombres, Rosa? ¿Por qué el genérico masculino calla ante la cultura de la violación y no debate sobre estos temas ni problematiza el consentimiento sexual?
– Creo varias cosas. La primera es que la línea de investigación académica feminista es una línea de investigación de segunda categoría y los varones no quieren trabajar líneas de investigación que no sean hegemónicas ni dominantes. Desde un punto de vista más explícitamente político, tenemos que pensar que existen dos cuestiones: por una parte, existe el sistema patriarcal y por otra parte existen los varones individuales. En el sistema patriarcal, los varones tienen una relación con ese sistema de dominación de la que no pueden abdicar, independientemente de que algunos de ellos quieran hacerlo. Los movimientos sociales y políticos se crean para luchar por derechos y los varones tienen que crear movimientos para abdicar de los derechos que el sistema patriarcal les ha otorgado. Es una situación compleja. Por eso es más fácil ver a los varones que se organizan para defender sus privilegios que para abolirlos.
– Eres una militante del movimiento abolicionista global. ¿Cómo ves el futuro del abolicionismo? ¿Crees que conseguiremos en España pronto la ley abolicionista del sistema prostitucional?
– El abolicionismo español es un movimiento fuerte y ha impregnado mucho a la sociedad, ya que ha disminuido el porcentaje de la opinión pública a favor de la prostitución y creo que eso lo podemos verificar en todos los sondeos de opinión que se hacen. El abolicionismo se ha colocado en el corazón del feminismo y de su agenda política. A mí me parece que esto es un elemento constitutivo del feminismo español. Ahora: ¿cómo debemos luchar las abolicionistas? En tres niveles: es necesario seguir construyendo en el espacio académico un marco de análisis que desenmascare la ficción del consentimiento sexual y el significado de la sexualidad de las mujeres en el sistema patriarcal. Después, en las organizaciones feministas tenemos que seguir situando el abolicionismo en un lugar de fortaleza, llevar nuestra lucha política a la calle y dirigir nuestras acciones políticas a la sociedad civil. En tercer lugar, tenemos que trabajar en el plano institucional: hacer alianzas con otros movimientos sociales, establecer afinidades con otros grupos que sin ser feministas son abolicionistas; y presionar al poder político para que lo introduzca en su agenda y aplique políticas abolicionistas.