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viernes, 23 de diciembre de 2022

lunes, 20 de junio de 2022

El feminismo argentino como fuerza en disputa

Emilia Trabucco

Un nuevo #3J irrumpe en un escenario político argentino particular. Como hace años, la consigna Vivas, Libres y Desendeudadas/es recorrió las plazas y las calles de todo el país, consigna que fue acumulando la densidad política de los sectores y expresiones contenidos en el movimiento feminista y disidente. El 3 de junio de 2015 nació el movimiento Ni una menos como una expresión masiva destinada a visibilizar la violencia por motivos de género.

Poder visualizar los procesos organizativos, los debates y tensiones que hacen síntesis en las banderas, significa nada más ni nada menos que ver la construcción del programa de la fuerza social y política de la cual los feminismos populares son un componente central.

Su protagonismo con capacidad de visualizar las causas de los problemas profundos de los sectores populares y sus responsables es innegable, en los últimos años de la política argentina.

Desde el primer paro al gobierno neoliberal de Mauricio Macri, hasta la gran batalla por la reforma previsional, hito de constitución de la fuerza que logró construir poder y realizarlo en la victoria electoral del Frente de Todes. Las mujeres y disidencias, lograron superar los límites de sus organizaciones y espacios políticos, para ir tejiendo la red que permitió ampliar las alianzas y lograr la unidad, frente al proyecto neoliberal que representaba el macrismo y los actores económicos concentrados.

Desde aquellos momentos, la exigencia de querernos desendeudades expresaba la claridad de los feminismos sobre las consecuencias que traería a la sociedad argentina el acuerdo que Macri consumó nuevamente con el Fondo Monetario Internacional en 2018. Varios años después, las proyecciones se cumplen, con mayores índices de pobreza, desocupación y hambre.

Dicha situación fue obviamente agravada por la pandemia y el confinamiento consecuente, a 99 días de asumido el gobierno del Frente de Todes. La conjugación de “las dos pandemias” (tal y como nombró la vicepresidenta Cristina Fernández de Kirchner al gobierno de Mauricio Macri, seguido de la emergencia sanitaria), afectó mayormente a mujeres y disidencias, producto de desigualdades históricas y estructurales.

 (Fuente: Télam)El confinamiento social por Covid-19 aumentó también las estadísticas de violencias de géneros. Se hizo aún más evidente que nuestros hogares no parecen ser lugares tan seguros, y menos para nosotres. Confinadas a la reducción de nuestros encuentros sociales, con mayor violencia económica producto de la crisis, con aumento de las exigencias de trabajos de cuidado no remunerados, y con la impotencia de no poder tomar las calles masivamente, se hizo necesario ocupar también las redes sociales.

Estas se constituyeron en espacios de posibilidad de encontrar resguardo en las redes sororas. Es que cuando la violencia irrumpe, no hay opción, está en juego la vida de cada une de nosotres.

Este 3 de junio la calle fue habitada nuevamente por miles de mujeres y disidencias, en una movilización que realizó un proceso organizativo de construcción de poder que la precede. Proceso que tiene como protagonistas a organizaciones, sindicatos y todo tipo de expresiones que transversalizan el movimiento.

Los feminismos populares construyen su programa de lucha como parte de la fuerza política general, no por fuera, no en los márgenes, no como “comisión de género” de los espacios políticos. Y es fundamental comprender este hecho, desde el interior de las propias organizaciones, para asumirlo como potencialidad y no como amenaza, o al menos, para no subestimarlo.

La experiencia histórica demuestra que en general, el papel de las mujeres ha sido invisibilizado. Parece seEl Congreso de la Nación fue elegido como epicentro de la movilización r hora de asumir toda la complejidad que contienen y expresan los procesos populares.

En un escenario de grandes incertidumbres, y hasta de cierta dispersión política agudizada por el confinamiento que inmovilizó de alguna manera el músculo de calle de la fuerza política popular, los feminismos tuvieron por ejemplo, la capacidad el 8M, día de paro internacional, de poner como consigna central “que la paguen los que la fugaron. La deuda es con nosotres”.

La consigna sintetizó claridad respecto del enemigo y una salida concreta al problema de la asfixia por endeudamiento a la que nos condenó el macrismo y el Fondo Monetario Internacional, de violencia política y económica que supone condenar a un pueblo al hambre. Dicha consigna fue tomada por Cristina Kirchner y materializada en una serie de acciones para responsabilizar a quienes saquean al país a través de la fuga de capitales y la especulación que deja vacías las mesas de les argentines.

El feminismo como campo de disputas

Foto archivoLa expresión popular de los feminismos, de la mano de compañeres con una larga trayectoria histórica de lucha en sus organizaciones, se enfrenta en los debates y en las acciones con fracciones conducidas por un feminismo liberal, importado desde otros centros de poder mediante la penetración de ONG y financiamiento internacional, o de expresiones  que imponen la discusión sobre antinomias o cambios reformistas, que abonan a la dispersión y claramente, atentan contra los procesos organizativos.

A este fenómeno no hay que subestimarlo, pero es fundamental entenderlo. Los feminismos están en disputa, como cada fracción del campo del pueblo: abandonar esta disputa constituye un error estratégico.

Un movimiento que está teniendo capacidad de tejer un hilo de continuidad entre generaciones, sumando la experiencia organizativa a la capacidad de cuestionar el status quo de millones de jóvenes, fuera todavía del proceso de corporativización ciudadana, esa imposición de relaciones sistémicas difíciles de poner en tensión. Esta conjunción intergeneracional, de circulación de conocimientos, formas de lucha, dan al movimiento la potencialidad de cambiarlo todo.

Hoy está más claro que nunca que aquí reside la fuerza instituyente para transformar de raíz las formas de organización para enfrentar a un enemigo que ha cambiado sus formas, en un tiempo histórico donde crujen las estructuras mismas del sistema capitalista y patriarcal, pero donde se agudizan las condiciones de explotación.3J: #NiUnaMenos #VivasNosQueremos - Defensoría del Pueblo CABA

Hay que poder pensar por qué las fracciones más conservadoras del poder atacan directamente a los feminismos y sus consignas, preguntarnos dónde reside la supuesta peligrosidad que dichos sectores le atribuyen a su fuerza de cambio.

O por qué dichos sectores también están logrando aglutinar a parte del campo popular bajo un discurso de extrema derecha, que contiene también un discurso antisistema, cuestionando el fondo del Estado y sus instituciones, pero que bajo su conducción, se vuelve antipolítica, socavando la única vía que tiene el campo popular para terminar con las condiciones de opresión en las que vive bajo estas relaciones sociales.

Saltadas las vallas que impone el proceso de conformar una fuerza social, el desafío que se presenta ahora es el de articular un programa de justicia social capaz de cuestionar el carácter sistémico sobre el que se configura el patriarcado, que nos permita seguir identificando el enemigo común, construyendo las herramientas de organización para realizar el poder que nos da la fuerza de calle.

Un programa que permita trazar un horizonte, aglutinar a les indecises, construir la mística y la épica que ha caracterizado cada proceso de lucha histórica, que permita salir de la inmovilidad, superar los discursos de moderación y consenso con los poderosos, escenario donde las grandes mayorías siempre pierden potencia. Un programa que permita radicalizar la fuerza hacia un feminismo popular.

* Psicóloga, magíster, militante sindical y feminista, colaboradora del Centro Latinoamericano de Análisis Estratégico (CLAE).




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lunes, 14 de junio de 2021

Violencias machistas: A las que se quedan



Lees en las noticias que alguien, un hombre cualquiera, una tarde cualquiera, le dice a una mujer, a una madre: “No las vas a volver a ver en tu vida”. Y el aullido hace eco en ti. Hay un temblor universal que te sacude, una porción de vértigo que te hermana con la mujer que oyó esas palabras.


Todo pasa en un día cualquiera. Una tarde cualquiera caminábamos por el barrio y, como si de cualquier cosa hablara, mi hija mayor interrumpió uno de sus momentos de silenciosa abstracción con una pregunta a bocajarro. “Y si ya no estuviésemos, ¿qué pasaría?”. No era la primera vez que se interrogaba sobre el no estar, ya hace unos años me comunicó su envidia hacia los árboles longevos que la sobrevivirían a ella y a sus abuelos, a su mejor amiga, y a todo el barrio. En otra ocasión, aún a más tierna edad, me transmitió su sufrimiento ante la perspectiva de que nos tocara extinguirnos como a los dinosaurios.

“Mi hermana y yo, qué pasaría si ya no estuviésemos”, esta vez su pregunta era más concreta y terrible que todas las extinciones. “Pues la verdad”, le dije con la sinceridad de una tarde cualquiera, “lo he pensado, yo creo que si os fuerais yo me iría”. Sin hacer ruido, sin enfado con la vida, agradeciendo el camino previo a su existencia, agradeciendo la vida compartida con ellas, pero eligiendo no vivir en el desgarro. 

Yo no glorifico la maternidad, no creo que la vida sea mejor o peor teniendo hijos, por eso cuando me preguntaban amigas que ponderaban la pertinencia o no de traer gente al mundo, lo que me salía pensar, aunque menos veces decir, era: la maternidad es conocer una nueva dimensión del miedo. Un miedo indescriptible, cuchillas afiladas que penden sobre los órganos vitales, a las que a veces bastan unos minutos de buscar a un pequeño extraviado en un parque, unas horas sin localizar al teléfono a esos familiares o amigos que se los llevaron de viaje, una noche en cuidados intensivos, un mal diagnóstico, para empezar a seccionarte por dentro. El miedo a la pérdida, un aullido primitivo, un vértigo ancestral difícil de traducir.

Y entonces lees en las noticias que alguien, un hombre cualquiera, una tarde cualquiera, le dice a una mujer, a una madre: “No las vas a volver a ver en tu vida”. Y el aullido hace eco en ti, y aunque solo sea un eco lejano, una resonancia vana lejos del epicentro del dolor, hay un temblor universal que te sacude, una porción de vértigo que te hermana con la mujer que se oyó decir esas palabras, y la imaginas deconstruyendo la historia, el desamparo ante sus denuncias, las cosas que él dijo y cómo, si pudo hace algo o no, cómo fue aquella tarde cualquiera. Y ves las fotos de las niñas en los medios, y esa pulsión te agarra, el aullido te abraza y rebañas esperanzas contra toda lógica, hasta que toda esperanza se acaba.   

Solo alcanzo a dedicar estas líneas escritas a toda prisa a las que se quedan, a las que sobreviven, sin una palabra en la que encontrarse, abandonadas por las instituciones, atosigadas por el ruido, condenadas a un silencio irreparable

Yo sé que hoy toca hacer muchas cosas. Toca recordar que esto no es el acto cruel de un enfermo, si no la forma en la que la violencia machista se manifiesta: el poder asociado con la capacidad de infligir daño, un daño bestial como calculado objetivo de quien tiene que quedar por encima, vencer, arrasar, intocado por la responsabilidad, el amor, el vínculo, la empatía o la ternura. Toca insistir en que esa es la educación “dogmática”, —la de la responsabilidad y la empatía— que necesitamos imponer en las escuelas, que es un crimen de Estado, no haberla impuesto ya, permitir que generaciones y generaciones de hombres puedan aprender matemáticas, y filosofía, sin sentarte con ellos a desimbricar el fatal hilo que une el poder con la capacidad de causar dolor, que legitima el egoísmo y aleja del cuidado, que posibilita que veas a tus hijas no como sujetos a quienes acompañar el resto de sus vidas desde tus vulnerabilidades, tristezas y fracasos, sino como un arma, como un mero instrumento para quedar por encima. Gritar “gané” con las manos manchadas de sangre.

Toca también hablar de lo irreparable, lo irrestituible. Todo lo que se alza después de eso, es puto ruido, o peor, batir de alas de buitres: especiales desde el lugar, corresponsales de voz afectada, políticos pidiendo mano dura, #hashtag vomitivos. Incluso el odio sobra, incluso la rabia inútil es prescindible, comprensible, claro, humana, pero estéril a la hora de tocar hueso, de conjurar el aullido, de evitar que otro hombre, hoy o mañana, cualquier tarde, encuentre sentido o redención, una patriarcal idea de justicia o alivio, en hacer daño, en matar a quienes dijo amar. Sea desde la frialdad y el cálculo, sea desde lo que los medios, algún abogado defensor, o algún juez llamará aún, un momento de enajenación o furia. 

Sé que toca politizar el dolor, como las madres de la Plaza de Mayo, como quienes ya están preparando convocatorias para aullar juntas, desde la vulnerabilidad y el miedo, desde la fuerza que da entender la profundidad del desgarro, pero también asumir que no es inevitable ni casual, que no es suceso, mala suerte, maldad, o enfermedad, que es un guión escrito con pautas estructurales, que es el dictado patriarcal de imponerse, dominar y cuando no se puede, y cuando no se logra, hacer el mayor daño. 

Sé que toca hacer todo esto, pero yo solo alcanzo a dedicar estas líneas escritas a toda prisa a las que se quedan, a las que sobreviven, sin una palabra en la que encontrarse —existe huérfana, existe viuda, ¿será que perder un hijo es innombrable?— abandonadas por las instituciones, atosigadas por el ruido, condenadas a un silencio irreparable. A ti, que luchaste hasta el final, a quien te fallamos todos. No estás sola. Lloramos contigo. Aullamos contigo. Ojalá nos sientas. 


Fuente: https://www.elsaltodiario.com/violencia-machista/a-las-que-se-quedan





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martes, 9 de marzo de 2021

Sólo el 1,1% de feminicidios en el país llega a una sentencia condenatoria



La viceminitra de Igualdad de Oportunidades, Mirám Huacan, informó que el proceso de modificación de la ley 348 se encuentra en la etapa de sistematización y diagnóstico, análisis que visibilizó que sólo el 1,1% de casos de feminicidios en el país llega a una sentencia condenatoria.

El diagnóstico lo realiza el Ministerio de Justicia, tras recibir más de 1.000 propuestas de la ciudadanía respecto a la modificación de la ley 348, la viceministra de Igualdad de Oportunidades, asegura que la población no quiere una modificación total de la ley 348 sino la reforma de algunos artículos de esta normativa que sea acorde a las necesidades de las mujeres para evitar la violencia de género y hechos de feminicidio.

Sin embargo manifiesta que si bien la ley es un mecanismo de sanción no es la solución a la reducción de la violencia de género.




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sábado, 26 de diciembre de 2020

Chile. El femicidio contra María Isabel Pavez estaría ligado a banda fascista Capitalismo Revolucionario

El femicida fue su ex pareja, Igor González, actualmente fugado e íntimo del jefe del grupo fascista Capitalismo Revolucionario




María Isabel Pavez, de 22 años y estudiante de obstetricia desapareció el 17 de diciembre. El miércoles 23 de diciembre su cuerpo fue encontrado en el departamento de quien fuera su pareja durante 7 años, Igor González. Ahora, el femicida se encuentra prófugo de la justicia. Y el lugar donde vivía, San Pablo a la altura del 1800 en Santiago, es propiedad del padre de Sebastián Izquierdo, un reconocido fascista y líder del grupo de ultra derecha Capitalismo Revolucionario.

Igor González y Sebastián Izquierdo fueron lo suficientemente amigos como para convivir en un domicilio común. Y el padre de Izquierdo, Felipe Izquierdo, otro conocido pinochetista, es propietario del departamento donde residía el femicida y donde fue hallada asesinada la joven María Isabel.

La banda fascista Capitalismo Revolucionario cobró notoriedad pública por su presencia activa en las redes sociales, y por participar en actos por el «Rechazo» a realizar una nueva Constitución en Chile, donde desplegaron la habitual conducta violenta de estos grupos con los transeúntes, contando con el total resguardo de Carabineros. En realidad, fascistas y agentes policiales marchaban juntos por las principales avenidas del barrio rico de la capital.

La madre de María Isabel informó sobre su desaparición el 22 de diciembre, tras lo cual el Ministerio Público solicitó que el 14º Juzgado de Garantía decretara una orden de detención contra Igor González, ex pareja de la víctima, hoy dado a la fuga.

Oscuros intereses y fuerzas ligadas al poder rodean el caso. ¿Quién protege la desaparición del femicida? ¿Tienen algo que ver con el asesinato, además de directamente Igor González; Sebastián y Felipe Izquierdo, ambos pinochetistas acérrimos?

En Chile todo el mundo sabe que el pinochetismo, sus fueros y redes, permanece activo, y que se extiende desde el régimen de Piñera, hasta el alto mando de las FFAA y Carabineros, las fracciones más conservadoras de las iglesias y los grupos fascistas que han emergido en los últimos tiempos.

Cientos de personas indignadas por el femicidio y exigiendo justicia, se hicieron presentes en el velatorio de la joven ultimada este 25 de diciembre en la comuna de La Florida de la Región Metropolitana.

Lo cierto es que María Isabel Pavez fue víctima de femicidio. Y se había transformado en una activista del feminismo.

En desarrollo.



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martes, 8 de septiembre de 2020

Mitos Machistas & Justicia Patriarcal: Tatuajes, mitos y estereotipos

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Una joven de 16 años, Danna Reyes, ha sido asesinada en Mexicali (Baja California), y el fiscal del caso comenta a modo de justificación que “traía tatuajes por todos lados”, como si los tatuajes y su número supusieran una especie de escala para explicar la violencia contra las mujeres. Lo mismo hasta piensa que un tatuaje es razón para acosar, entre 2 y 5 para abusar, entre 6 y 10 para maltratar… y así hasta justificar el homicidio con su “tenía tatuajes por todos lados”.

Tatuajes | Wikia Blindspot | Fandom

Lo que aún sorprende de la mirada del machismo es que sea capaz de ver los tatuajes sobre el cuerpo de una mujer, pero no vea a ese cuerpo sobre el fondo de una sociedad que lo cosifica, lo interpreta, y lo pone a disposición de los hombres y sus mandatos, tanto en la vida pública como en la privada.

El machismo viene a actuar como una especie de “guardián de la moral” para que las mujeres no se salgan del guion escrito por los hombres, bien sea en el lenguaje de la ropa, en el de la conducta, en el de las palabras, o en la forma de maquillar, complementar o reescribir su cuerpo… En definitiva, para que se ajusten al guion de la libertad limitada que ellos imponen. Es el mismo argumento que utilizan sistemáticamente para justificar la violencia sexual; cuando no es la ropa es la hora, cuando no el lugar es el alcohol ingerido o la compañía que llevaban… siempre hay alguna razón para culpabilizar a la mujer que sufre la violencia y liberar al hombre que la ejerce.

Ahora han sido los tatuajes, es decir, la “marca que deja el grabado sobre la piel humana a través de la introducción de materias colorantes bajo la epidermis”, tal y como recoge la primera acepción del Diccionario de la Lengua Española, pero también indica en su segunda acepción que un tatuaje es “marcar, dejar huella en alguien o en algo”. Por eso llama la atención que el fiscal del caso, y la sociedad en general, sean capaces de ver los tatuajes en el cuerpo de las mujeres como razón para juzgarlas hasta el punto de justificar la violencia que las asesina y viola, y, en cambio, no sean capaces de ver la “marca” que deja el machismo en la mente y en la mirada de quienes justifican esa violencia contra las mujeres, sin que utilicen esos mismos argumentos sobre los tatuajes que llevan los hombres para justificar lo que les pasa, ni tampoco sus ropas, ni su peinado, ni el tipo de afeitado, como tampoco dicen nada de la hora o el lugar donde son abordados.

Entre mitos y estereotipos anda el juego, esa es la trampa que hace que siempre gane la banca del machismo. Y están grabados en la mente de quienes forman parte de la cultura para que la inmensa mayoría de los homicidios, agresiones y violaciones por violencia de género queden impunes.

El estereotipo, al asociar determinadas características a las personas y circunstancias, evita que se produzca el conflicto social, pues circunscribe lo ocurrido al contexto definido por los elementos estereotipados. Así, por ejemplo, cuando se produce la violencia de género y su resultado no es especialmente intenso, se recurre a los argumentos que hablan de que son cosas propias de las parejas, que los “trapos sucios se lavan en casa”, que “se le ha ido la mano”, que “quien bien te quiere te hará llorar”… de manera que se ve como algo privado que ha de resolverse en el seno de la relación, no en las instituciones que forman parte de la sociedad. Y cuando la violencia es lo suficientemente intensa como para traspasar los límites establecidos por los estereotipos, se recurre al mito para justificar socialmente algo que, en principio, no es aceptable, como ocurre con la violencia de género de intensidad grave, pues como afirmó Claude Levi-Strauss, el objeto del mito es proporcionar un modelo lógico para resolver una contradicción. De ese modo, el mito viene a resolver el conflicto social que supone encontrarse con una violencia contra las mujeres cuando, en teoría, no debería de producirse, de manera que se recurre a la idea de que esta violencia se debe al alcohol, las drogas o a los problemas mentales de “algunos hombres”, o incluso a la actitud, ropa, tatuajes… de las mujeres, y se evita tener que enfrentarse a la realidad social de la violencia de género en todas sus formas.

Al final, lo que el estereotipo no lograr retener dentro de determinados contextos es resuelto por el mito como algo puntual, excepcional o patológico, de forma que todo sigue bajo las mismas referencias generales.

El problema es que mientras que el tatuaje corporal se puede quitar de forma relativamente rápida con láser, el mental es más difícil de remover y sólo se puede hacer con educación, información y crítica. Esta es la única manera de limpiar y liberar la conciencia de los barrotes grabados por el machismo, y hacer que los ojos, además de mirar, vean la realidad.

Pero el machismo no quiere que se liberen las miradas que ven tatuajes en los cuerpos de las mujeres para justificar la violencia que sufren, porque hacerlo supondría que vieran también los privilegios en las vidas de los hombres que habitan su cultura patriarcal. Por eso el machismo está empeñado en recuperar el terreno perdido y presentar la Igualdad como un ataque, la libertad de las mujeres como una amenaza, y la educación en Igualdad como adoctrinamiento.

El machismo impone la moral y los machistas son sus guardianes. No lo olvidemos.


Fuente: https://miguelorenteautopsia.wordpress.com/2020/08/31/tatuajes-mitos-y-estereotipos/


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viernes, 28 de agosto de 2020

Lucha por la equidad de género, de la mano de la lucha de clases

El movimiento feminista promete mucho ruido para el 8M en Sevilla

Fueron mujeres comunistas las primeras que plantearon la opresión y la lucha contra el patriarcado”. (Luchadora social guatemalteca)

En Guatemala, luego de la Firma de Paz en 1996, alguna vez un funcionario de un organismo internacional decía con vehemencia a los consultores que estaban dando forma a un proyecto de apoyo para víctimas de la guerra, que había que posicionar “muy claramente” el tema de género. “Género, género, equidad de género por todos lados”, pedía acucioso. “Eso es lo que los financistas quieren oír”, agregaba con un nada disimulado ímpetu. Esa insistente petición (¿orden?) abría un interrogante: el tema de género como se comenzó a posicionar para la década de los 90 del pasado siglo, ¿surge enteramente de las luchas político-sociales de las mujeres, o tiene algo de artificioso?

Plantear este tema puede verse como un velado machismo que sobrevive subrepticiamente en estas líneas. La intención, sin embargo, es abrir una crítica -serena, profunda y certera- sobre mucho de lo que la llamada “cooperación internacional” impone. La opresión del género femeninoa manos del masculino (patriarcado) es una más de tantas opresiones que recorren la actual dinámica humana, al igual que la económica (diferencia de clases sociales: explotación), la étnica (léase: racismo, “razas superiores” sobre “incivilizados”), el repudio de la diversidad sexual (heteronormatividad reinante descalificadora de otras opciones), adultocentrismo, blancocentrismo, y seguramente más de algún otro etcétera. Luchar contra cualquiera de esas asimetrías no puede hacerse en forma independiente, desgajada: todas las contradicciones se anudan. Imaginemos un mundo manejado, por ejemplo, por mujeres, o por negros, donde también se da la explotación económica (a los varones, o a los blancos): solo sería cambiar de amo. Una verdadera revolución debe modificar todas las asimetrías simultáneamente.

El tema de género, indispensable en las luchas por un mundo de mayor justicia, es de capital importancia. Pero lo que ha venido impulsando ese peculiar mecanismo llamado cooperación internacional en estos últimos años puede llamar a confusión. Vale aquí aquello de “divide y reinarás”. La atomización de las luchas sociales, en vez de potenciarlas, tiende a debilitarlas: cada quien por su lado con su pequeña parcela, logra poco. La cuestión de base no es, obviamente, “mujeres versus hombres”. La actual inequidad de género es un tema social, por tanto, involucra a todos los géneros, al colectivo en su conjunto. Reivindicar a Lorena Bobbit no es el camino.

Nos inspira en esa crítica lo dicho por la feminista comunista Silvia Federici: “No es casual que aunque el capitalismo se base presuntamente en el trabajo asalariado, más de la mitad de la población mundial [amas de casa, trabajadores precarizados] no esté remunerada. La falta de salarios y el subdesarrollo son factores esenciales en la planificación capitalista, nacional e internacional. Esos son medios poderosos con los que provocar la competencia de los trabajadores en el mercado nacional e internacional y hacernos creer que nuestros intereses son diferentes y contradictorios. (…) [Las mujeres] no estamos peleando por una redistribución más equitativa del mismo trabajo. Estamos en lucha para ponerle fin a este trabajo [doméstico no remunerado], y el primer paso es ponerle precio”.

La lucha por la equidad de género, sin articularse con las otras luchas, puede resultar incluso cuestionable. En tal sentido, nos permitimos citar palabras de una incansable luchadora guatemalteca, pionera en la lucha contra el patriarcado en el país, que por razones de seguridad pide ocultar su nombre (la llamaremos simplemente “Entrevistada”). He aquí extractos de una entrevista inédita donde ella plantea estos postulados.

(…) Pregunta: En los 80, en plena guerra, la lucha contra el patriarcado ¿ya empezaba a ser un eje importante?

Entrevistada: Creo que todavía no pasaba a ser tan importante en aquel momento. Creo que hasta ahorita se está reconociendo este tema. Pero no hay que dejar de reconocer que con los comunistas, con los clásicos, es que primeramente se da a conocer la opresión de las mujeres. En su momento no se le daba toda la importancia, pero fueron mujeres comunistas las primeras que plantearon la opresión y la lucha contra el patriarcado. Hay antecedentes de mujeres que venían luchando desde la Revolución Francesa, o desde las luchas de Lenin, y las mujeres comunistas ya habían recorrido un camino, pero nunca se visibilizó ese trabajo. Quizá la única que se visibilizó, seguramente por sus aportes teóricos, fue Rosa Luxemburgo. Después Clara Zetkin, pero no fue tan evidente, más bien fue ocultada. O también Alejandra Kollontai, que hablaba de la sexualidad de un modo pionero, y fue una de las primeras mujeres que ocupó cargos del Estado. Nadia Krupskaya, la compañera de Lenin, que fue una educadora, y así hay muchas mujeres que hasta ahora empiezan a visibilizarse y que en su momento no se las consideraba, pues se decía que no era tan importante la lucha de las mujeres. A pesar de que se tenía todo ese camino recorrido de las mujeres francesas, de las inglesas, por ejemplo con su lucha por el derecho al voto, por prejuicios no se quiere saber mucho de eso. El tema del patriarcado es como con el racismo: son cosas que tenemos tan arraigadas que ni las reconocemos como problema.

(…) El machismo está muy arraigado, es muy difícil combatirlo. Cuando se analiza el patriarcado una se da cuenta que nadie va a querer perder sus privilegios. Porque los hombres, hay que decirlo, tienen más privilegios que las mujeres. Por más que digan que están de acuerdo con la lucha de las mujeres, a la hora de hacer cambios reales de actitudes, de repartir poderes, es muy difícil hacer el cambio.

Pregunta: Cambiar profundamente los patrones culturales es difícil, sin dudas. La transformación social cuesta, con el patriarcado, con el racismo, con autoritarismo. “Vos sos mujer, entonces andá y prepará la comida”. Eso lo tenemos tan incorporado que cambiarlo es cuesta arriba. ¿Qué hacemos entonces?

Entrevistada: Está complicado. Todos los mandatos que trae la sociedad implican esa dificultad, es difícil cambiarlos. Esas son las actividades de las mujeres y estas son las de los hombres; eso parece ya escrito, y por más que quieras hacer cambios de actitudes, tiene que haber una fuerza grandísima para lograrla, y no es fácil. Creo que tienen que pasar generaciones para que se extingan, con un trabajo educativo y político continuo. Por la experiencia que se ve, no es tan fácil de cambiar.

(…) El patriarcado hay que verlo con todas sus facetas: no es algo que solamente sea en la casa. También la sexualidad, el trabajo, la violencia, el trabajo doméstico fundamentalmente. Es todo eso al mismo tiempo. Hasta el año 85 para mí era tan difícil poder ir hilvanando cada una de estas nuevas experiencias que iba reflexionando, porque las iba conociendo, y a partir de los años 85 cuando comparto las reflexiones con otras mujeres que ya lo estaban pensando, se me amplió el panorama. Creo que Cuba todavía no ha logrado definir políticas públicas de mayor impacto en la transformación de las mujeres. Las mujeres han tenido acceso a la educación, y eso está muy bien, pero creo que a la cultura del patriarcado tiene todavía muy arraigada sus raíces en la población, por lo que debe seguir trabajándose. Todo el movimiento de mujeres avanzó mucho en América Latina, y son ellas quienes avanzaron en la lucha contra el patriarcado. Sin embargo, con esto de los lenguajes políticamente correctos ahora hay un retroceso en la lucha. Creo que se ha venido despolitizando el tema de género, se lo ha aguado un poco.

Pregunta: ¿Por qué decís “despolitizado”?

EntrevistadaPorque ya todo el tema de género entró en una cierta moda, un planteamiento vinculado a la cooperación internacional, que fue tornándolo desideologizado, despolitizado. Se lo desvinculó de la lucha de clases, y así perdió toda su fuerza como lucha. Si en Cuba, con una revolución triunfante, cuesta ir haciendo los cambios necesarios, en un contexto como aquí, en Guatemala, de derecha, cuesta mucho más. ¡Cuánto nos costó a nosotras, las mujeres, el reconocimiento de la existencia de violencia en Guatemala! Eso era algo que se tenía por normal. Con toda nuestra lucha empezaron a cambiar un poco las cosas. Empezó a cambiar un poco el marco legal, y así lo empezaron a aprobar una serie de partidos, y en el tiempo, con las Conferencias de las Mujeres organizadas por la ONU, fue que se empezó a reconocer la violencia. Ahora están las leyes, pero su aplicación así como se hace es muy deficiente todavía. Todavía a las mujeres se las manipula, se las excluye; se las hace estar más interesadas en ver la tecnología o la moda, y eso impide que las mujeres estén pensando en tomar conciencia de que son objetos, de que las ven como objetos. La violencia real sigue existiendo, el golpe, la violencia económica, psicológica, y también política.

Pregunta: Desde el 96, cuando se firma la paz, todo se empieza a inundar de cooperación internacional. Fue una avalancha de dólares y euros. Hasta se “puso de moda” el tema de género. ¿Qué opinás de todo eso?

EntrevistadaCreo que desde allí viene la despolitización. Con esa avalancha de dinero cualquiera hacía su grupo sin ningún objetivo estratégico, para conseguir algunos fondos, solamente hablando de equidad de género como una cierta moda que se había instalado. Era un chantaje. Para nosotras fue fundamental tener a la URNG, [Unidad Revolucionaria Nacional Guatemalteca, unión de los cuatro grupos guerrilleros existentes en ese entonces] porque íbamos luchando dentro de ese marco, al tener la unidad con las otras organizaciones. Teníamos muy claro cuáles eran los lineamientos dentro de ese marco. Como no dependíamos de la cooperación internacional, no teníamos la presión de responder a su agenda. El tema de la organización que propiciábamos estaba más enfocado en las necesidades y la educación formal y no formal de las compañeras, ya que coordinamos con IGER [Instituto Guatemalteco de Educación Radiofónica] la educación primaria y secundaria para mujeres, y lo informal iba acompañado de lo formal. En un inicio nos criticaron, porque las mujeres estábamos haciendo lo tradicional, porque dábamos costura, dábamos cocina, pero eso era lo que las mujeres querían. Pero por otra parte, y esto es lo importante, estas mujeres también estaban recibiendo la escuela primaria, y además había trabajo ideológico a través de los cursos que se daban. Con el partido diseñábamos los contenidos, sin dejar de tener en cuenta el contexto nacional e internacional, las condiciones de la fábrica, las condiciones laborales, las relaciones familiares, cuestiones de sexualidad, cuestiones de violencia. Fue una de las experiencias más significativas para nosotras, tener esa participación de las mujeres de sectores populares. (…) Después empezó la represión, principalmente en las fábricas. También el neoliberalismo iba avanzando, entonces iban desplazando las fábricas nacionales. En ese período de auge de las luchas y de la organización sindical fue que aprovechamos para darles herramientas para se pudieran defender.

Pregunta: Ya pasaron años trabajándose los temas de género, por lo que puede ser pertinente esta pregunta: la cooperación ¿sirve para impulsar cambios o puede funcionar como un freno en las luchas sociales?

EntrevistadaSiempre he pensado que sí, funciona como freno. Nunca se ha logrado hacer una agenda de negociación real entre la cooperación y los movimientos sociales, más del movimiento de mujeres Es una forma de control. Dan el dinero para los proyectos, pero te la pasás haciendo foros, reuniones, mientras te están controlando, y después hay que entregar un informe de qué es lo que se hace, quiénes son los participantes. En realidad es como un control dentro de la población –como una CIA metida adentro–. Allí está ese control, por todas partes. Los grupos de solidaridad con que trabajábamos no te pedían eso. En cambio hoy te dan un almuerzo y tenés que llevar los listados de todos los asistentes; es un control permanente, y además te ponen la agenda. Siempre tiene que estar alguien de la cooperación en cada inauguración, porque tienen que mostrar que financian las actividades. Todo eso le quita autonomía a las organizaciones, y a veces se termina priorizando solo lo de género pero solo en este marco que te fijan, y la cooperación no te permite el trabajo de clase, porque lo de etnia lo hace como parte de la cultura, pero controlado. La cooperación te dice qué se puede tocar y qué no. El tema de lucha de clases salió de escena.

(…) Hoy se habla de género pero no de clase, y antes hay clase pero no género. A nosotros nos tocó hacer esa articulación. Con el movimiento sindical nosotras articulamos las demandas de género con las de clase, así como también lo de etnia. Pero no nos dio tiempo para hacer todo lo que pretendíamos. Estábamos ante temas difíciles de tratar, de visibilizar. Queríamos hacer entender que el acoso sexual no solo se da por el empresario, sino que se da por los compañeros trabajadores también. Chocábamos ahí contra prejuicios, por eso tuvimos que ponernos a pensar y trabajar para que los compañeros se dieran cuenta del asunto.

Pregunta: El tema del patriarcado, ¿te parece que está suficientemente abordado en el campo del movimiento comunista, o ves un déficit allí?

EntrevistadaCambiar el patriarcado es difícil, complicado. Para los hombres es un asunto difícil, porque no quieren perder privilegios. ¿Quién quiere perderlos? Y cambiar el patriarcado es cambiar relaciones de poder. Por supuesto, para los hombres es cómodo seguir manteniendo sus cuotas de poder. No es tan sencillo cambiar eso por decreto.


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jueves, 13 de agosto de 2020

Argentina. Femicidio de Lucía Pérez: Absolución anulada




La Sala Cuarta del Tribunal de Casación Penal de la Provincia de Buenos Aires anuló el fallo que había absuelto a los acusados del abuso y femicidio de Lucía Pérez, ocurrido en Mar del Plata, y ordenó juzgarlos otra vez por esos delitos.

El 8 de octubre de 2016 la adolescente Lucía Pérez fue abandonada sin vida en el hospital de Playa Serena. En 2018, el Tribunal Oral en lo Criminal de Mar del Plata, integrado por Facundo Gómez Urso, Pablo Viñas y Aldo Carnevale, absolvió por unanimidad a los tres imputados por el abuso sexual y femicidio de Lucía: Matías Gabriel Farías, Juan Pablo Offidani y Alejandro Alberto Maciel. Sólo dos de ellos fueron condenados por delitos vinculados a tenencia y tráfico de estupefacientes.

Sin embargo, para los jueces de Casación, Mario Eduardo Kohan, Carlos Ángel Natiello y Fernando Luis María Mancini; los magistrados que llevaron adelante el juicio dictaron una sentencia que contenía prejuicios de género. Advirtieron que parecían juzgar más a la víctima que a los acusados. En este sentido, afirmaron que resulta inexplicable que el foco de las audiencias haya estado puesto en indagar la personalidad, actitudes y comportamientos anteriores de la víctima, su forma de relacionarse con los hombres, su vida social, su carácter. Incluso, uno de los jueces del Tribunal llegó a decir que no existió «violencia física, psicológica, subordinación, ni humillación, ni mucho menos cosificación”.

De esta manera, la Sala IV de Casación hizo lugar al pedido efectuado por los querellantes y la fiscalía, anuló la absolución y pidió la realización de un nuevo juicio «con la premura que el caso amerita».

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https://redeco.com.ar/nacional/generos/30196-absoluci%C3%B3n-anulada



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domingo, 9 de agosto de 2020

Chile. Por siempre, Ámbar

Las formaciones sociales entregan, constantemente, a la humanidad, los mejores resultados de su producción social. Por eso, no puede sorprendernos sino maravillarnos, la irrupción, en el teatro de la vida, como aportes suyos al acervo hereditario universal de, entre otros, músicos, poetas, cronistas, científicos, pintores, cantantes, matemáticos, inventores, para deleite de las generaciones posteriores. Por eso nos emocionamos con la música de Mozart, Beethoven, Schubert, Bizet, Puccini; por eso nos deleitamos con las obras de Walter Scott, Gustave Flaubert, Émile Zola, Miguel de Cervantes, y podemos contemplar con admiración los cuadros de Leonardo, Boticelli, Van Gogh, Pïcasso y tantos otros. Como formación social, también Chile lo ha hecho con personajes tan importantes como lo han sido y lo son Gabriela Mistral, Óscar Castro, Pablo Neruda, Violeta Parra, Roberto Bolaño, Baldomero Lillo, José Maza, Humberto Maturana, Francisco Varela, por nombrar, solamente, algunos.

La naturaleza, no obstante, actúa ciegamente. Cuando no se la comprende y respeta, no sólo malogra sus productos sino, también, cada cierto tiempo, entrega resultados que no pueden ser más deplorables. Un conjunto de seres anómalos, la generalidad de ellos con sus facultades mentales gravemente alteradas —aunque, desde el punto de vista penal, absolutamente imputables—, perversos, degenerados, hace igualmente su aparición. Es el caso, hoy, de Hugo Bustamante Pérez, hasta el momento —porque el proceso se encuentra en curso—, asesino de la joven Ámbar Cornejo Llanos; no sabemos quién lo será mañana, pero conocemos la identidad de quienes lo fueron ayer.

Hugo Bustamante no es solamente en la actualidad un ser perverso: lo fue antes, cuando degolló a su ex pareja y mató al hijo de esta, niño de apenas nueve años; lo fue cuando desmembró sus cuerpos para introducirlos dentro de un tambor y ocultarlos, en el patio de su casa. Lo es hoy cuando, luego de matar a Ámbar, de apenas 16 años, pone fin a su vida y desmiembra su frágil cuerpo en pequeñas porciones para ocultarlo, también, bajo el piso de su casa habitación.

Buceamos en busca de una explicación de esos hechos. Queremos conocer los llamados ‘móviles’ de una conducta, de por sí perversa. Queremos encontrar la razón de una sin razón. Nuestra búsqueda tiene éxito: en el primer caso, hay una disputa entre Bustamante y su pareja por dinero que suponía suyo y que no le es entregado por parte de su víctima; dinero también, en el segundo. Dinero siempre. Bienes materiales que se le escapan de las manos. En uno y otro caso, deseo de poseer, de hacer suyo algo que se le escurre entre los dedos. Ese mismo deseo compulsivo del que Freud hablaba —tan propio de los infantes—, al describir el carácter anal, el deseo de poseerlo todo, de acaparar lo que nos rodea, de no soltar, siquiera, las heces del propio cuerpo para no desprenderse de algo que se supone propio. Como si el universo hubiere sido creado para que el avaro pudiese reclamarlo como propiedad suya y no lo contrario.

En esas condiciones, Hugo Bustamante no puede representar solamente a un criminal, a un sujeto que es necesario juzgar y encerrar toda la vida, algo que en modo alguno discutimos por estimarlo obvio. Debemos estimar, igualmente, que, si hoy lo encontramos libre y pudo, otra vez, ejercer su instinto de matar ante la amenaza de perder lo que creía suyo, no es sino porque representa lo que es la sociedad chilena, el poder ilimitado de quien o quienes se autoconceden los privilegios y están dispuestos hasta matar a su propia madre con tal de no desprenderse de lo que consideran propio. Hugo Bustamante está en ellos, en el corazón de las personas que imparten justicia en Chile, dictan las leyes en el Parlamento, ejercen la Presidencia de la nación u ocupan los cargos que ofrecen mayores remuneraciones en empresas y servicios estatales. Hugo Bustamante está en el alma de quienes, en los institutos armados, han ocupado el dinero de todos los chilenos en darse los lujos y prebendas que a otros se les niegan, en las fuerzas policiales mutilando visualmente a la población que sale a reclamar por sus derechos o se niegan a aceptar que, en el transcurso de una pandemia, un presidente, tanto o más perverso que quienes le acompañan y asesoran, privilegie la economía por sobre la salud de la población.

Hugo Bustamante, en consecuencia, no fue liberado solamente porque ‘tenía derecho’ a solicitar esa libertad que, finalmente, le fue concedida. Dejémonos de tonterías. Fue dejado libre porque representaba —y representa— la libertad del zorro en el gallinero, la libertad de la cual el poderoso quiere gozar para seguir esquilmando al débil, la libertad que ejerce el dominante sobre el dominado. Hugo Bustamante debía salir a matar, nuevamente, de la misma manera que los que ejecutaron los execrables crímenes cometidos durante las protestas siguen realizando su sucia labor al amparo de las instituciones armadas. Porque en Chile —algo que no se quiere reconocer—, el ‘Nunca Más’ jamás estuvo en la mente y propósito tanto de quienes abandonaron el Gobierno en 1990, como en la de quienes, en nombre del ‘pueblo’, tomaron el mando de la nación ese año. Las amenazas del suboficial mayor de la 24° Comisaría de Carabineros de Melipilla, Juan Marcelo Muñoz Pizarro, al técnico en electricidad que lo grabó el 04 del presente —por no portar su identificación en un procedimiento policial—, (‘Te pueden desaparecer, podí pasar a ser un detenido desaparecido’) no deben estimarse casuales; el caso de José Huenante (desaparecido en Puerto Montt, en manos de carabineros), de José Vergara (en Alto Hospicio, también desaparecido a manos de carabineros) y los ‘suicidios’ en diversas celdas de las comisarías del país constituyen una clara advertencia que, tarde o temprano, tales amenazas dejan de ser tales para transformarse en una espantosa realidad. Por eso, la excusa dada, según la cual se otorgó la libertad a Hugo Bustamante para disminuir el hacinamiento en las cárceles, más que considerarla como tal, confirma ante todo la victoria en Chile de una burocracia política y funcionaria inaceptable, y la inequívoca voluntad de la autoridad en orden a buscar la solución al problema de la delincuencia— y al consecuente aumento exponencial de los delitos— a través del uso de la ley del mínimo esfuerzo o, lo que es igual, la necesidad de levantar más cárceles para encerrar en ellas a los infractores. No nos parece que, para arribar a tales conclusiones, sea necesario realizar estudios académicos ni contratar a mentes privilegiadas.

Ámbar es nuestra sociedad, abandonada de todos, crucificada, inerme, desmembrada, escondidas las humildes partes de su cuerpo bajo el piso de la casa de emergencia de su verdugo, en un cerro de Villa Alemana. Si… Allí estamos, sepultados, envueltos en bolsas de plástico. Nuestro verdugo está libre. Tal vez un tribunal internacional lo condene y una policía uniformada más diligente y menos comprometida lo capture. Horroricémonos de lo sucedido. Somos Ámbar, la niña ultimada por un pervertido, la víctima de una sociedad que otros han construido para sí y que amenaza proyectarse hacia el futuro, de la mano de los mercaderes, de los financistas y de quienes creen que la única manera de ganarse la vida es vendiéndose a esa élite. A diferencia de esa pobre niña, cuya protesta fue acallada por el verdugo, tenemos aún la posibilidad de rebelarnos, de alzar nuestra voz y nuestras manos en demanda de los derechos que nos han sido conculcados. Podemos aún poner atajo a las arbitrariedades, tenemos tiempo. O, también, desgracia amarga, dejar esta sociedad en calidad de legado a nuestra descendencia. Es la lección que nos entrega el espantoso caso de Ámbar, luego de cuya inmolación muchos rasgan, hoy, vestiduras.


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sábado, 20 de junio de 2020

Colombia. Feminicidio: A Daniela un amigo le acuchilló la cabeza y la lanzó al Cauca por negarse a acostarse con él


Daniela Quiñonez, estudiante de Medicina de la EAFIT, se ha convertido en un símbolo del maltrato que sufren las mujeres en este país. Apareció flotando en el Río Cauca, despojada de toda dignidad. El único pecado que cometió fue haberse negado a acostar con Santiago García. El hombre, con la furia e impotencia que caracterizan a tantos colombianos que odian a las mujeres cuando son rechazados, la apuñaló en la cabeza y luego la lanzó al río Cauca.
El hombre fue detenido en la noche del 17 de junio por orden de la Fiscalía:
Según la Fiscalía Daniela Quiñones se negó a tener relaciones sexuales con Santiago Garcia y este la atacó en la cabeza con arma blanca causándole la muerte. Luego la tiró al río Cauca. Un juez envió a Garcia a la cárcel
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En toda Colombia la cuarentena no ha hecho más que aumentar los casos de feminicidios en todo el país. Cada vez son más las mujeres maltratadas, abusadas, violadas. El caso de Daniela ha revivido otras denuncias en donde incluso la propia fuerza pública está involucrada en esos casos.
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www.las2orillas.co/a-daniela-un-amigo-le-acuchillo-la-cabeza-y-la-lanzo-al-cauca-por-negarse-a-acostarse-con-el/


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