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sábado, 13 de abril de 2019

Alicia de Blas: “La educación feminista asusta porque da autonomía a las personas”

Feminismo & Educación


Patricia Reguero
www.elsaltodiario.com

Educar en igualdad no es dejar a los niños sin recreo, sino reconocer y poner en valor la diversidad. Alicia de Blas es maestra y da algunas ideas para pensar unas aulas en las que poner el respeto y el cuidado en el centro.

Educar con perspectiva de género no es dejar a los niños sin recreo, como quiere hacer creer Vox. La lectura que el partido de extrema derecha hizo de una actividad programada en un colegio de Huelva la semana pasada, cuando la agenda del día 8 de marzo incluía que las niñas salieran cinco minutos antes al recreo para mostrar a los niños la injusticia del trato desigual que reciben las niñas por el hecho de serlo, es solo un ejemplo más del intento por desinformar sobre todo lo que huela a feminismo, es decir, a la lucha por la igualdad entre hombres y mujeres.

Pero en los colegios, y pese a quien pese, la educación en valores de igualdad se ha ido abriendo paso mientras la derecha reaccionaria hace listas de “colegios que adoctrinan”. “Educar con perspectiva de género permite educar a personas diversas con equidad, con respeto, con reconocimiento de su diversidad y singularidad, aprovechándola”, explica Alicia de Blas García, maestra de primaria y autora del libro 71 Propuestas para educar con perspectiva de género (Fuhem, 2018). En este manual, De Blas da algunas ideas para pensar una escuela en la que la coeducación esté por encima de las notas.

¿Qué consecuencias tiene educar con perspectiva de género? 

Lo primero que querríamos que fuera el resultado de una educación con perspectiva de género es que las personas que se educaran así pudieran desarrollar un proyecto de vida autónomo, más libre, más auténtico, y que pudieran ser más felices es su vida, individual y colectivamente, que se sientan más capaces de tener el control de su vida y que fueran más felices.

Algunos sectores cuestionan la educación con perspectiva de género por considerarla “ideológica”. ¿Educar con perspectiva de género es adoctrinar? 

Educar con perspectiva de género es educar con calidad, clarísimamente. Nadie puede aprender y desarrollar todas sus capacidades en un entorno que no se reconoce o que directamente le puede resultar violento. Y, además, es educar en toda la realidad, porque la educación que tenemos no representa la totalidad de la experiencia humana, por lo que hay muchísimos saberes que se quedan fuera. El currículum actual no promueve el desarrollo de capacidades que son imprescindibles para la vida y que tienen que ver con la autonomía o con el conocimiento de las propias emociones, con la inteligencia emocional. Entonces educar con perspectiva de género es hacer una mejor escuela.

Repensar el currículum es una parte de la educación con perspectiva de género. ¿En qué otros ámbitos hay que actuar? 

En un cole educa todo: educa la manera en la que organizas la case, educa el grupo, educa el hecho de promover un trabajo colaborativo o individual, competitivo o cooperativo, educa cómo das la voz en la clase, cómo repartes tareas entre el alumnado. También educa la relación que establecen las personas que están en el cole, diría que ese es el ámbito más importante. La relación no solo entre maestras y maestros sino entre todo el personal del cole, y entre ellas y con el alumnado y las familias. También es fundamental el lenguaje, porque de alguna manera es lo que le da forma a lo que transmitimos y nuestro pensamiento, y nos reconoce o nos invisibiliza, puede ser violento o cuidadoso. También los materiales didácticos: libros de texto, pero también libros de cuentos, juguetes, carteles, todos los materiales que te puedes encontrar en un cole.Y hemos querido dar mucha importancia, porque percibimos que la tiene, a los espacios. Que patios y pasillos sean lugares acogedores y no lugares de prisas y empujones; que los baños sean espacios seguros y cómodos conde cualquiera pueda satisfacer sus necesidades... Necesitamos poner una perspectiva de género porque si no los espacios atienden a las necesidades e intereses de un pequeño grupo.

Hablas de los pasillos, ¿cómo puede un pasillo ser machista? 

Si los pasillos no son más que un lugar de paso, lo importante es que el paso sea rápido y se impone una manera de usarlo, que es la del empujón y el ruido, que es una forma de la que participan más los niños en el cole frente a niñas, o niños más pequeños, o personas con discapacidad. Por ejemplo, para una persona que tiene un TEA (trastornos del espectro autista), o para una niña que está tranquilamente conversando con otra persona, que haya unos gritos estridentes en el pasillo es muy violento.

¿Cómo se traducen en un aula de primaria las desigualdades de fuera? 

Muchas veces a nivel de estereotipos, también muchas veces por parte de las y los profes. Por ejemplo, a mí una cosa que me llama la atención que se la he escuchado a Kika Fumero, fue el descubrir que la mayoría de profesorado tenemos una presunción de heterosexualidad con respecto a nuestro alumnado y sus familias. Y de una manera completamente inconsciente estamos transmitiendo nuestra concepción del mundo que es bastante heteronormativa. También en cómo otorgamos la palabra y, así, los niños a partir de 5 o 6 tienen más facilidad para hacerse oír en el aula que sus compañeras...

¿Qué resistencias encuentran las propuestas de coeducación? 

La primera es de comprensión, porque la sensibilidad, por lo menos en los coles de Fuhem [Fundación Hogar del Empleado], está muy compartida. Qué significa esto, cómo lo llevo a cabo, qué implica... ahí ya hace falta más trabajo. Y luego, somos parte de la sociedad y tenemos también prejuicios arraigados: para trabajarlos hay que pasar un poco por las tripas y es difícil.

¿Por qué molestan este tipo de enfoques? 

Primero, porque hablan de libertad y dan autonomía a las personas para tomar sus decisiones, y eso no a todo el mundo le gusta: si todo el mundo piensa por sí mismo, tú también tienes que hacer el esfuerzo de entenderles. Desde perspectivas con mejor posición en la creación de cultural o desde estamentos más privilegiados es normal que quieran mantener las cosas más atadas, bajo su ala. Hay mucho miedo a lo desconocido y muchísimos prejuicios arraigados de años de una educación mucho más conservadora. Y supongo que quizá también por nuestra parte a veces haya fallos a la hora de comunicar y presentar las propuestas, porque estoy segura de que son beneficiosas para todo el mundo, no solo para un determinado colectivo.

El enfoque ecofeminista cala también las propuestas de tu manual, ¿por qué? 

Tiene mucho que ver con mi experiencia vital de maternidad y con cómo en ese momento me doy cuenta de que hay un mundo entero que no se me ha explicado en una escuela mixta y supuestamente muy moderna, que es el mundo de los trabajos de cuidados y la cantidad de horas y energía que dedicamos las mujeres a sostener la vida. Desde esa reflexión, y sobre todo a partir de conocer a personas tan interesantes como Yayo Herrero o Amaia Pérez Orozco y el planteamiento de la economía feminista, mi principal perspectiva es la de intentar promover un modelo social que ponga en el centro todo lo que tiene que ver con la sostenibilidad de la vida, tanto por parte de naturaleza como desde los cuidados. Eso, cuando lo plasmas en un cole, tiene que ver con que en el colegio también la sostenibilidad de la vida esté en el centro del currículum.

De las 71 propuestas, dime alguna que una persona que crea que coeducar es adoctrinar pueda ver claro para qué sirve la perspectiva de género... 

En el currículum de ciencias naturales, todo lo tradicionalmente relacionado con el cuerpo de las mujeres no se estudia: una de las cosas que hay que hacer es intentar rescatar o visualizar contenidos que tengan que ver con la vida como la viven no solo los hombres sino personas en toda su diversidad.  Otra propuesta es la de que el alumnado de un grupo sea el responsable del mantenimiento y cuidado de los espacios que habita cotidianamente, para que no parezca que hay unos duendes mágicos que consiguen que el aula esté impecable a la mañana siguiente por arte de magia. Y para mí es importante también mostrar la diversidad del profesorado y poder hablar de nuestra vida cotidiana, familia, emociones, identidad.

¿Cómo encaja esto en un contexto en el que parece que un cole vale más cuantas más horas de inglés tiene? 

Es el pensamiento que tiene casi cualquier profe de manera inmediata: “No me da el año para terminar con todo el currículum, cómo voy a además hablar de otras cosas”. Pero la mayoría de las propuestas tienen que ver con cómo organizas tu clase y cómo te relaciones con las personas con las que convives. La educación tiene una dimensión enorme, que es la de proponer la sociedad en la que queremos vivir. Y podemos transformarla o perpetuarla. Una escuela más coeducativa es una escuela que le presta menos atención a la evaluación que dice cuánto vales con una nota a final de curso, y tiene que ver con una educación que se preocupa más por cómo creces como persona y cómo te sientes. No podemos basar la relación entre el profesorado y su alumnado en el poder de aprobar o suspender, porque ese poder va en contra de la relación de reconocimiento de autoridad que hace que las personas aprendan. Una escuela coeducativa tiene que posibilitarse desde las leyes, pero hasta que podamos conseguir eso hay muchos cambios que podemos hacer.




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miércoles, 10 de octubre de 2018

Feminismo villero: la experiencia de la Villa 21-24

Empoderamiento feminista
Resultado de imagen para Feminismo villero: la experiencia de la Villa 21-24

Mariana Greif
https://ladiaria.com.uy/

Un espacio de contención y empoderamiento colectivo de La Poderosa para las mujeres villeras.

El lugar es del tamaño de una habitación, pero tiene lo básico para convivir, trabajar y construir: baño, mesas, bancos y una jarra eléctrica, el elemento clave para que nunca falte el mate. Las paredes blancas están recién pintadas, y en una de ellas luce una cartelera con las actividades que se desarrollan en el espacio todas las semanas. También hay imágenes de mujeres referentes como Nora Cortiñas, titular de Madres de Plaza de Mayo Línea Fundadora, y la activista brasileña Marielle Franco, asesinada en marzo de este año. En una de las esquinas superiores, un cartel grita: “Ni una menos”. Los ventanales, que llegan hasta el piso, dan hacia la avenida Iriarte, la calle principal de la Villa 21-24 y la única que está asfaltada.
Estamos en el interior de la Casa de la Mujer, un proyecto del Frente de Géneros del movimiento popular argentino La Poderosa. La describen como “un lugar de contención con ejes en derechos humanos, salud y educación, así como en recreación, trabajo y diversidad, para empoderar desde abajo a toda la comunidad”. La primera casa fue inaugurada en marzo en la Villa 31. La de la Villa 21-24 se inauguró el 23 de julio. Todavía se siente el olor a la pintura fresca.
La casa es fácilmente identificable. En el frente, arriba de los ventanales, un mural pintado a mano anuncia: “Casa de la Mujer. Frente de Género de La Poderosa. Feminismo villero”. El espacio es autogestionado por las vecinas y las puertas están abiertas a todas las mujeres. Los varones no tienen permitida la entrada. La comunidad lo sabe desde el primer día y no insiste.
“¿Por qué entran solamente las mujeres? Porque cuando nos juntamos entre nosotras podemos pensar otras cosas y surgen un montón de cuestiones re copadas. Además, al momento de compartir, una va generando una confianza que creemos que sólo surge si las que te rodean son otras mujeres”, explica a la diaria la coordinadora de la Casa de la Mujer de esta villa, Jésica Azcurraire. “En otros espacios te callás más, no decís muchas cosas porque hay varones y no sabés cómo expresarlo, porque te da vergüenza o porque no sabés cómo van a reaccionar ellos. Pensamos esto para poder tener esa intimidad que a veces solamente las mujeres comprendemos”, agrega.
El otro motivo de restringir el acceso es que muchas veces las mujeres no se acercaban a la casa porque sus parejas no les permitían formar parte de espacios donde había otros varones. “Pasó que sus parejas, por celos, les decían a las pibas que no vengan a los talleres porque ‘seguramente acá estaba su macho”, y una persona violenta obviamente no va a querer que esa mujer se apropie de estos espacios”, cuenta Azcurraire. “No queríamos generar esas situaciones”, explica, porque “está bueno que las mujeres se acerquen a la casa y puedan salir de a poco de la situación de violencia”.
La idea de crear una Casa de la Mujer surgió de la necesidad de tener un espacio de encuentro, capacitación, información y contención para mujeres en los barrios. “Hace un tiempo, después de las asambleas barriales, nosotras nos dimos cuenta de que no teníamos un espacio de encuentro; hasta entonces ese espacio era en la calle o en la casa de alguna vecina. Por lo tanto, hace un año y medio, dijimos: el barrio necesita una casa de la mujer”, recuerda Azcurraire. “Ahí empezamos a soñar y a pensar en lo que queríamos hacer”, rememora. Las mujeres imaginaban un espacio “lleno de talleres”, en donde pudieran adquirir conocimientos y capacitación laboral pero también “información, que posteriormente iba a dar el pie para poder hablar de un montón de cosas y combatir la desinformación sobre algunos temas”. De a poco, las vecinas se animaron a compartir sus conocimientos y cada una formó su taller. Hoy, las talleristas son alrededor de 20.
Más que un refugio
De lunes a viernes, la casa de las mujeres está a todo ritmo: hay entre tres y cuatro actividades por día. Uno de los talleres brinda apoyo escolar y alfabetización para mujeres adultas que quieren terminar la escuela o el liceo. También hay clases de tejido, reciclado de ropa, encuadernación y baile.
La Casa de la Mujer cuenta, además, con el taller Pibas ATR, dirigido a adolescentes que estén interesadas en cine, fotografía y fanzines. A la cabeza de este curso está María, la hermana de Azcurraire, quien intenta generar proyectos desde la empatía y “la mirada del barrio”. La coordinadora de la casa cuenta que su hermana superó hace poco una “situación de consumo problemático muy grave” y que su batalla ha motivado a otras. “Sabemos que en el barrio la droga está marcada y son nuestras pibas las que terminan cayendo en esa situación. Pero algunas se reapropiaron de este taller y se animaron a encarar proyectos porque, además, saben que lo da una persona que pasó por la misma situación que ellas”, cuenta Azcurraire.
Otro de los cursos más populares es el de estética y belleza, a cargo de la cooperativa Mica Gaona, surgida luego del femicidio de Micaela Gaona, en julio de 2017, en la Villa 21. Su caso se convirtió en el primer femicidio villero que se judicializó, y su asesino fue condenado a cadena perpetua.
En este curso, las vecinas pueden aprender peluquería, maquillaje y depilación. Pero Azcurraire insiste en que la cooperativa es mucho más que eso: “No es solamente de estética y belleza, sino que también se dan charlas con perspectiva de género para que las mujeres puedan identificar las distintas experiencias que van viviendo y se animen a contarlas”.
Además de los talleres, la Casa de la Mujer cuenta con un eje de salud que articula las demandas de las mujeres del barrio con los Centros de Salud y Acción Comunitaria (Cesac). En particular, las responsables hacen la conexión para conseguir consultas médicas –en un barrio en el que los centros de salud “no dan abasto”– y otros insumos, como la pastilla del día después, tests de embarazo o preservativos. El grupo de salud también organiza charlas con las trabajadoras de los Cesac para “derribar mitos” en cuestiones de sexualidad y métodos anticonceptivos.
La casa tampoco cierra los sábados, que son los días de “mateada” entre todas las vecinas. Antes de esa actividad, las talleristas se reúnen para hacer un seguimiento de la situación de cada una de las mujeres que acuden a la casa: saber si están atravesando algún proceso personal difícil, si hay algo que les impida asistir a los talleres o si necesitan algún tipo de ayuda. “El seguimiento es re importante”, aclara Azcurraire. “Acá estamos para acompañar, esta es una casa de encuentro y un lugar seguro. Hay grupos de Whatsapp de cada taller, y estamos ahí siempre, más allá de estas paredes”.
Abortar en la villa
Cuando las mujeres de la villa se propusieron “combatir la desinformación” que circulaba en el barrio, uno de los temas principales que surgieron fue el del aborto clandestino, que este año revolucionó la agenda social en Argentina y fortaleció al movimiento feminista. Azcurraire recuerda que fue en la Villa 21-24 que se organizó el primer “pañuelazo” por el aborto legal, seguro y gratuito mientras el Congreso argentino debatía en torno a la ley para despenalizar la interrupción voluntaria del embarazo. En su opinión, la villa dio ese primer paso porque está “mucho más organizada que otros barrios”. Esta villa es la más grande de Capital: según datos oficiales, allí habitan 1.334 familias.
Poner la problemática del aborto clandestino sobre la mesa no fue fácil y formó parte de un proceso lento, cuenta la coordinadora de la casa. Una de las razones fue la fuerza que tiene la iglesia en el barrio: “La iglesia cumple otro rol acá, y la idea no es sacar a las mujeres de ahí, porque para muchas es un espacio de contención”.
El Frente de Género de La Poderosa tiene cuatro años, pero recién este año decidió posicionarse públicamente a favor del aborto legal, seguro y gratuito. La razón, plantea Azcurraire, es evidente: “Somos las pobres las que nos morimos por los abortos clandestinos, y ninguna quiere que se siga muriendo su vecina, su hija, su hermana, su amiga. Ninguna más. Queremos que cada una pueda elegir sobre su cuerpo”.
La influencia de la iglesia y el conservadurismo impregnado en muchas familias llevó a que las feministas villeras se cruzaran con historias de mujeres que vivían “realidades muy duras” pero estaban “totalmente negadas”. En algunos casos, participar en los distintos espacios en la Casa de la Mujer inició en estas mujeres un “proceso lento” que terminó en el apoyo a la legalización del aborto y a su participación en las distintas manifestaciones a favor de la ley. “Una no quiere que se mueran las mujeres que tiene al lado. Somos nosotras las sobrevivientes, tenemos que gritar que las villeras nos morimos y que no tenemos ese privilegio de vivir en otro lado y poder pagar un aborto seguro para no morir”.
Azcurraire cree que, muchas veces, a las villeras no les dan lugar en la lucha feminista. “Luchan por nosotras, pero nosotras podemos luchar solas”, reflexiona. “Tenemos un lugar, un poder de decisión, tenemos boca. Siempre la luchamos, porque nacimos luchando. Ser mujer en un barrio donde el Estado está ausente todo el tiempo ya es vivir luchando el día a día, es resistir todo el tiempo”, agrega, antes de asegurar que ellas sufren una doble estigmatización: por ser mujeres y por ser villeras.
Ilustra lo que dice con una situación personal. Hace poco le tocó buscar trabajo, como enfermera, y en las aplicaciones no escribió su verdadero domicilio porque siempre siente que sus estudios y sus logros pierden credibilidad cuando se enteran de que vive en una villa. Para colmo, es mujer.
Fuente: https://feminismos.ladiaria.com.uy/




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lunes, 18 de junio de 2018

Un feminismo desde el Sur

Masivas movilizaciones de mujeres

Carolina Olmedo y Luis Thiellemann
Brecha


El neoliberalismo en Chile trasladó a una gran parte de la ciudadanía desde la esfera privada del hogar hacia la polis: las mujeres. La independencia económica que implica tener un trabajo, por más precario que sea, permitió generar un nuevo sujeto político –la mujer pobre– que hoy es protagonista de uno de los movimientos de masas contemporáneos más importantes de América Latina y el mundo. Surgido de las luchas estudiantiles, el movimiento feminista chileno denuncia tanto el patriarcado como el capitalismo, y ha revolucionado la totalidad del escenario político y social. 

El denominado “mayo feminista” que estalló en Chile este año traspasó la frontera temporal con manifestaciones que se continúan en este mes de junio, y ya se ha convertido en la movilización feminista más grande de la historia de Chile y en una de las más grandes del mundo. Es todo un acontecimiento en la historia de las luchas sociales, sin duda, pero también en la pelea por la emancipación de las mujeres en Chile y el continente. Se trata de un movimiento que ha sido capaz de hacer mutar el escenario político y social chileno y a sus participantes en su totalidad. Un movimiento que ya ningún actor social o político puede obviar.Uno de sus aspectos más renovadores ha sido justamente su capacidad de expresar malestares generales que hasta ahora se vivían en la soledad del mercado o del hogar. Es así posible ver el movimiento feminista chileno actual como el momento más agudo y consciente de un conflicto abierto, surgido de la transformación social inmensa que supuso el avance neoliberal en Chile en cuanto al lugar que ocupan las mujeres en la sociedad.
El salvajismo que alcanzó el neoliberalismo chileno destruyó a tal punto la vida y el tejido social que generó la necesidad de las mujeres de generar una defensa. Al mismo tiempo, el grado de desarrollo del propio modelo económico llevaba en sí la semilla de la contradicción material entre las necesidades de una sociedad liberal y una sociedad conservadora: la incesante demanda de mano de obra de un mercado liberalizado sacó a las mujeres del dominio privado del hogar al mercado laboral, y también –gracias a los salarios y diversas posibilidades organizativas que supone el trabajo asalariado– a la esfera pública, ciudadana, de la acción política.


Que vivan los estudiantes
Al igual que en 2011, cuando estallaron las masivas movilizaciones estudiantiles contra la privatización de la educación, ha sido en las universidades (en Chile, en su mayoría masivas, privadas y con fines de lucro) donde se produjo la síntesis de esta contradicción.
El corazón de las movilizaciones de mujeres en Chile es el interés común en una reforma total de la educación pública en clave feminista, la instalación de una educación no sexista a todo nivel, y la denuncia de la precarización de la vida femenina como sustento del crecimiento económico chileno.
Las masas de estudiantes chilenos están compuestas por jóvenes de sectores populares que acceden a la educación terciaria a través del endeudamiento, y en su mayoría son mujeres. En Chile las estudiantes son el combustible principal de un mercado de certificaciones que permiten el ingreso a un mundo laboral altamente profesionalizado y basado en el endeudamiento. Tras décadas de expansión mercantil de la educación superior, este mercado laboral impone bajos salarios a quienes no poseen un título universitario. En Chile hay 750 mil jóvenes, en su mayoría de sectores populares, endeudados con la banca privada para pagar sus estudios. La deuda en promedio es de 9 mil dólares, y puede llegar hasta los 50 mil.
De este modo, las universidades chilenas se han convertido en la experiencia común y escenario del despliegue de diferentes generaciones de feministas; algunas de ellas se movilizan desde la revuelta en la educación secundaria de 2006, y hoy lo hacen como docentes. Ello ha consolidado una lucha por la igualdad en la educación que ha servido de semillero de la sociedad transformada a la que se apunta, y también una defensa de la universidad como espacio que debe transitar hacia la incorporación de las demandas feministas a modo de modelo. De hecho, una de las chispas que encendieron la pradera fue justamente la lucha contra el abuso y el acoso sexual en las universidades, que en los últimos años han resultado en castigos y despidos de académicos a lo largo del país.


Heterogeneidad asumida


Como una anomalía respecto de las rígidas identidades políticas que caracterizaron a la izquierda chilena del siglo pasado, esta nueva fuerza se ha mostrado altamente maleable, asume su heterogeneidad (incluye grupos de orígenes muy diversos: desde movimientos de mujeres pobladoras hasta organizaciones que nacieron de la lucha contra la dictadura) como una fortaleza y es el resultado de un itinerario de resistencia, muy creativo y reflexivo, a las políticas pactadas entre la izquierda y la derecha en la posdictadura.
En un país donde las ideas revolucionarias fueron casi destruidas y lo que quedó ha sido deformado y ninguneado, las feministas de izquierda tenían pocos tótems que respetar. Actualmente su capacidad de movilización es masiva: sólo este año ya han logrado convocar a más de 100 mil manifestantes en al menos tres ocasiones para marchas en la capital, y más de la mitad de las alrededor de 70 universidades chilenas participaron en mayo pasado de las ocupaciones feministas. La masividad alcanzada desde hace algunos años por el movimiento se explica en parte porque mayoritariamente no ha asumido posiciones separatistas o esencialistas, es decir, no excluye a quienes no son mujeres. Al contrario, se ha planteado la integración con los grupos de diversidad sexual, y, no sin roces, con las organizaciones de la izquierda. El movimiento feminista emergido de las franjas sociales más empobrecidas de la sociedad neoliberal (mujeres endeudadas, con trabajos feminizados, mal pagos y precarios) –pero también de los restos de las luchas pasadas– ha sido y se asume como un laboratorio de nueva política para las y los sujetos marginados del ejercicio político impuesto por el Estado subsidiario. Haciendo converger las luchas en el enfrentamiento contra el despojo de las mujeres en una economía de mercado, ha logrado imponerse a todos los niveles de la acción social (a tal punto que hasta el propio presidente, el derechista Sebastián Piñera, se vio obligado a declararse feminista). Cualquier movimiento político en Chile que hoy busque convocar deberá abordar los conflictos que plantean esas mujeres movilizadas.


Huellas recientes


Continuadora de las luchas de resistencia a la dictadura y las de los inicios de la redemocratización en Chile, la reflexión feminista surgida en los ámbitos universitarios durante los últimos diez años adquirió gran relevancia mediática a partir del movimiento social de 2011 por una reforma en la educación. En las revueltas masivas de ese año, las más grandes desde la década de 1980, se instaló en la sociedad la demanda de una “educación pública, gratuita y de calidad”. A ésta las organizaciones feministas estudiantiles luego sumaron la de crear una “nueva educación” de carácter no sexista para la verdadera democratización de la educación como derecho universal. Y es que muchas de las dirigentes se formaron en escuelas y universidades que desde 2006 han vivido fuertes cambios culturales, en clave progresista, que han hecho estallar las concepciones tradicionales sobre la sexualidad y el género. Fue basándose en esta experiencia que el feminismo chileno desarrolló dentro del movimiento estudiantil una perspectiva de superación del patriarcado y más tarde apuntó a que –lo que se reconoció como un proceso en marcha– trascendiera las salas de clases y los campus y se proyectara al resto de la sociedad, haciendo propia la defensa de la educación pública junto al movimiento estudiantil.
La reflexión abierta por el feminismo en el ámbito educativo se ocupó tanto de dar visibilidad y legitimación pública a las mujeres como de interpelar desde una perspectiva de género las relaciones, prácticas y producción de conocimiento en las instituciones educativas donde se desplegó, sirviendo de base para el cuestionamiento radical de las históricas estructuras de dominación presentes en las universidades.
La mayoritaria presencia femenina en las universidades de masas no había implicado en ningún sentido una mayor democratización de estos espacios. El efecto que sí tuvo la feminización de la educación terciaria fue la expansión del mercado educativo con la creación de nuevos nichos de la matrícula universitaria que replicaban las formas de segregación existente (por ejemplo, se multiplicaron las universidades especializadas en carreras de profesiones tradicionalmente consideradas “femeninas”). Todo esto generó una disputa concreta y un campo de acción para el feminismo dentro del conflicto estudiantil. En este escenario, la emergencia de una crítica radical a la reproducción de materiales de estudio y actitudes sexistas en las aulas le permitió al movimiento feminista recuperar la idea de derecho a la educación como un mecanismo de defensa e integración social, y también como base indiscutida en la construcción de una sociedad despatriarcalizada. Este proceso de concienciación y construcción política feminista dentro de los campus es visible en la proliferación, en las instituciones, de oficinas de sexualidades y género a partir de 2011, así como también la realización de distintos encuentros nacionales por la educación no sexista, surgidos desde los movimientos, que desde 2014 facilitaron el diálogo entre las diversas corrientes y organizaciones dentro y fuera del espacio educativo.


Un mismo enemigo


A partir de la emergencia en el debate público de este feminismo universitario, facilitado por el contexto de intensa movilización estudiantil abierto en 2011, el movimiento también creció en las calles.
Desde allí ha ido organizando a distintas franjas de mujeres excluidas de la política, con la precarización femenina como denuncia aglutinante. Organizaciones contra la violencia de género, contra el acoso sexual callejero y laboral, a favor de la despenalización del aborto y la legalización de la “píldora del día después”, en lucha por la igualdad salarial, y una ley de identidad de género, se encontraron así enfrentadas a un mismo contendor: el orden socioeconómico surgido de la dictadura y perpetuado por gobiernos civiles. Y es que, según el análisis dominante en el movimiento, este orden socioeconómico neoliberal aprovecha las lógicas patriarcales para poder seguir expandiéndose, integrando a la mujer al mundo laboral como trabajadora precaria o controlando su cuerpo, tanto en el trabajo formal como en las tareas asociadas al género en el espacio privado y la reproducción.
La unidad entre estas organizaciones y reivindicaciones se fortaleció en luchas concretas. A la constitución de la Red Chilena Contra la Violencia hacia las Mujeres, en 2004, y la primera marcha contra la violencia de género bajo la consigna “El machismo mata” (en 2008), se sumaron iniciativas que a partir de 2013 declararon una batalla abierta a la prohibición total del aborto, que en Chile se prolongó hasta el año pasado. Esta última lucha supuso un punto de inflexión importante en la masificación del movimiento, que alcanzó su zenit cuando se aprobó una primera ley de aborto que lo legaliza en tres casos (riesgo de vida de la madre, embarazo por violación, e inviabilidad fetal), algo nada menor en Chile. El debate se constituyó como un espacio de diálogo polémico entre grupos más autónomos y más institucionalistas, entre organizaciones del feminismo radical, estudiantil, social y gubernamental.
Sobre esta arena de una lucha feminista tensionada por sus múltiples intereses, orígenes y orientaciones ideológicas, la conformación de la Coordinadora #Niunamenos en Chile (en 2016) fue otro paso adelante en la creación de un espacio de contacto entre las diversidades feministas desde su unificación en las calles. En el marco de una masificación regional inédita de la lucha feminista, se ha dado un proceso singular de diálogo y elaboración entre las “políticas” y las “activistas”, iniciándose un nuevo ciclo cuya ambición es la refundación –desde el feminismo– de una nueva izquierda para Chile.


Capitalismo y patriarcado


La reciente tradición crítica y feminista en Chile se apoyó en la experiencia neoliberal del siglo XXI, y la movilización de las mujeres ha ido ofreciendo una nueva reflexión acerca de las relaciones entre capitalismo y patriarcado. Sin que sus líderes principales abandonen la izquierda, han planteado una consecuente revisión de los viejos y monolíticos sesgos ideológicos respecto del trabajo de reproducción y cuidados. Así muchas intelectuales locales han ido elaborando su propia idea sobre las proletarias del Sur del mundo en el siglo XXI. También las principales vanguardias feministas activas en Chile han propuesto una revisión creativa del rol de las mujeres en una política de emancipación de trabajadores, y han analizado la acelerada integración neoliberal femenina al trabajo en su doble y contradictoria dimensión: como un factor inédito en la historia del capitalismo chileno, y como una inmejorable oportunidad para la expansión del feminismo como herramienta de lucha a nivel general; la proletarización de las mujeres facilita el ejercicio de su ciudadanía, por lo que nace así un nuevo sujeto político.
Es en esta clave que los feminismos chilenos convocados por la movilización iniciada el pasado mayo se asumen en general dentro de una tradición de lucha local y global más larga, que sin embargo vuelve sobre su historia en busca de aquellos momentos en que la práctica feminista encausó su acción hacia una teoría unitaria de lucha socialista. Y es en un esfuerzo por inscribirse en esa historia y tradición que se constituye un nuevo sujeto político protagónico en el presente: aquel de las mujeres pobres, que representan el segmento más despojado en un sistema basado en la mercantilización de la vida y la privatización de lo público, en un país donde el mercado de la educación es uno de los proveedores de servicios más grandes y que endeuda a amplias franjas de jóvenes chilenos. Jóvenes estudiantes que en su mayoría, por las condiciones de dependencia tardía a las que están sometidas y por el crecimiento del mercado de las carreras asociadas a las tareas de cuidado –efecto colateral del aumento de la mano de obra femenina–, son mujeres en edad laboral.
Las propuestas sociales, políticas e intelectuales que surgen de este movimiento se han presentado como la posta de relevo del pensamiento propuesto por la “tercera ola” feminista iniciada a fines del siglo XX, pero refundando sus saberes sobre el Chile actual, en tanto ejemplo del futurismo neoliberal. Así, en las semanas pasadas se ha avanzado años en el reconocimiento de las múltiples formas de “ser mujer” dentro de la experiencia capitalista, y en la incorporación de las perspectivas de clase y raza como ejes fundamentales para cualquier construcción de sujeto político para la emancipación. La extendida relectura de feministas latinoamericanas, y en especial de la chilena Julieta Kirkwood Bañados, ha echado luz sobre las escrituras elaboradas en décadas recientes y al calor de movilizaciones sociales contra la brutal y autoritaria conversión económica al neoliberalismo en el Cono Sur. Estas revisiones teóricas otorgan a la izquierda chilena anticapitalista un inédito espacio para la construcción de nuevas identidades que incorporen al feminismo contemporáneo como una modernización de sus preceptos ideológicos y relaciones sociales.
Herencia del ciclo previo de movilizaciones estudiantiles (2001, 2006 y 2011), la fuerza del feminismo contemporáneo chileno es su manifiesta ruptura de la idea conservadora de unidad nacional, a través de una crítica al sistema en su conjunto formulada desde el lugar de la parcialidad; se apunta a la economía neoliberal y a las políticas del Estado subsidiario como mujeres que se asumen agraviadas por la reproducción de la precarización de la vida y la segregación social por igual.


Perspectivas


Ante este despliegue de movilizaciones, el gobierno chileno se vio obligado a actuar, pero respondió con un proyecto de reformas llamado Agenda Mujer, cuyo eje principal es el subsidio a la maternidad, pero únicamente para las mujeres con contratos, no para las que trabajan en negro, que son la mayoría. Las organizaciones feministas y de izquierda retrucaron que se trata en el fondo de un fortalecimiento del Estado subsidiario y de la idea maternal y familiar de las mujeres. Denunciaron la tendencia de estas medidas “pro mujer” a la consolidación de un sujeto femenino funcional para un sistema económico que perpetúa la precarización de la vida de las mujeres en su conjunto.
En este sentido, la mayor movilización feminista en la historia de Chile tiene como desafío no sólo contar su propia historia (impedir que el exitismo neoliberal se la apropie), sino además generar una estrategia política feminista y antineoliberal. En eso radica la potencia de este feminismo del Sur: en su interpelación a la promesa incumplida de la transición democrática y a la crisis de las democracias neoliberales.
El movimiento feminista chileno se plantea a la vez como un producto de la modernización chilena y como su radical crítico. Incluso su verdugo. Retomando y reformando al socialismo como un horizonte colectivo, el feminismo actual representa en la región una nueva y cierta posibilidad de repensar la política y la cotidianidad de nuestras siempre incompletas democracias.



* Carolina Olmedo, historiadora, Centro de Estudios Culturales y Latinoamericanos (Cecla) Universidad de Chile. Luis Thiellemann, historiador, Universidad Finis Terrae.

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viernes, 8 de junio de 2018

Las siete mujeres investigadas para cortar las vías de los FGC en Sant Cugat durante la huelga feminista se niegan a declarar

Por Guillem Martí / Directa.cat

Una concentración de apoyo acompañó las jóvenes ante el Juzgado de Primera Instancia e Instrucción núm. 5 de Rubí en el cortejo de la campaña 8 Mil Motivos de solidaridad con las encausadas. Las acusan de un delito de desórdenes públicos graves en un procedimiento iniciado por la denuncia de los Mossos a la que se ha sumado la acusación particular de Ferrocarriles de la Generalidad de Cataluña (FGC), que pide a las feministas una responsabilidad civil de 26.000 €
En el transcurso de la huelga feminista del pasado 8 de marzo, una treintena de mujeres accedieron en el andén de la estación de Ferrocarriles de la Generalidad de Cataluña (FGC) de Sant Cugat del Vallés para, posteriormente, saltar a las vías e impedir la circulación ferroviaria durante una hora mediante el uso de sus propios cuerpos. Llevaban una pancarta de grandes dimensiones que extendieron a través de la vía encarada a las peatones que esperarían en el andén un buen rato más. El mensaje era claro: “8M HUELGA FEMINISTA”.
Paralelamente al corte de la conocida bifurcación entre la línea que va hacia Terrassa y la de Sabadell, nexo entre las capitales vallesanas y Barcelona, ​​decenas de otras mujeres a lo largo del territorio impedían -de forma manifiesta- la movilidad en el país en ese día de huelga internacional. El dispositivo policial de los Mossos rodeó las huelguistas y en identificó nuevo, en aparente aleatoriedad, tras desalojarlas. Siete de ellas, de entre 20 y 30 años, fueron citadas a declarar este Miércoles -tres meses después de los hechos- los juzgados de Rubí.
Pocos minutos después de las 10 de la mañana, bañadas por un cielo gris, apagado y tienes que amenazaba de romper a llover en cualquier momento, las siete mujeres encausadas salían del Juzgado de Primera Instancia e Instrucción núm. 5 de Rubí. Los esperaban unas ochenta personas solidarias, que las recibieron con un ambiente caluroso y confortable que contrastaba con el húmedo paraje gris del asfalto levantado por las obras de la avenida Pedro Esmendia, donde se encuentra el edificio del juzgado. Las encausadas se confundían, en clara declaración política, con el grupo de compañeras del Comité de Huelga Feminista que las esperaban fuera, donde se llevó a cabo una rueda de prensa y se procedió a la lectura de un manifiesto. En más de una ocasión, agentes de los Mossos se acercaron para pedir la identificación a las personas del grupo de apoyo.
Con cierta ironía dramática, las asistentes contemplaron perplejos como las paredes del juzgado ya estaban manchadas, a priori a su llegada, con pintura lila, probablemente a raíz de la respuesta social a la sentencia reciente por el caso de La Manada.

FGC se persona como acusación particular
Las abogadas que llevan el caso, Laia Serra y Montse Salvador, de Mujeres Juristas, han anunciado a las investigadas que se puede tratar de un proceso largo y duro. Actualmente, las encausadas están siendo investigadas por un delito de desórdenes públicos graves, por cortar vías ferroviarias, y quedan a la espera de si se confirma su imputación. Además, al procedimiento que inició la denuncia de Mossos se ha sumado la acusación particular de la empresa de transportes, que pretende hacer asumir las pérdidas del 8 de marzo a las huelguistas y pide una responsabilidad civil de 26.000 €.
En el manifiesto, las huelguistas explican que se han acogido al derecho de no declarar para reivindicar que esta denuncia “se trata de un proceso político”. Han manifestado que este procedimiento no sólo las afecta a ellas, sino a todas las mujeres que salieron a las calles el 8 de marzo, por pretender “criminalizar una acción que justamente iba a defender el derecho de todas las mujeres tanto en todos los espacios de trabajo como en todos los ámbitos de nuestras vidas “.
Marta Padrós, miembro de la campaña 8 Mil Motivos, explica que también buscaban señalar FGC para alertar de que no aplican ni las políticas de género ni las acciones para convertir este transporte en un espacio seguro para las mujeres
Aparte de ser un punto estratégico para la movilidad de la zona, Marta Padrós, miembro de la campaña 8 Mil Motivos y una de las huelguistas investigadas, nos cuenta que también buscaban señalar la empresa de transporte por ser un lugar donde “se producen muchos de los acosos diarios que sufrimos las mujeres “. Dentro de la transversalidad de su denuncia durante la huelga, ya alertaron que no se están aplicando ni las políticas de género ni las acciones que permitirían convertir los FGC en un espacio seguro para las mujeres.
Imagen de la concentración de apoyo a las encausadas a las puertas de los juzgados de Rubí / Guillem Martí

Padrós también denuncia la “presión de género que ejerce claramente la Justicia”. Afirma que en algunas ocasiones se las ha “infantilizado” en minimizar el impacto o la importancia de la reivindicación que pretendían con la acción durante la huelga. Como mujeres, denuncia Padrós, “se nos está poniendo una presión”, refiriéndose al proceso judicial, “cuando estábamos haciendo una acción que respondía a todas las opresiones que recibimos las mujeres y que queríamos denuncia”.
Este corte de vías se ha hecho en otras jornadas de huelga, sin ir más lejos la del pasado 8 de noviembre, donde se llevó a cabo una acción prácticamente idéntica sin consecuencias legales ni ninguna denuncia por parte de FGC. Padrós continúa afirmando, “menospreciaron hacernos, porque nos infantilizaban y no pusieron transporte alternativo. Al ver que sí hay afectación, al sistema le da miedo y decide judicializar el proceso. No sólo en Sant Cugat, sino también en Gijón y en Burgos “.

Solidaridad con casos represivos por 8M en Burgos y Gijón
Durante la lectura del manifiesto, donde se recordaron los motivos por los que decidieron sumarse a la huelga feminista, que son “todas las opresiones diarias en todos los ámbitos de nuestras vidas”, hicieron mención a los procesos legales contra mujeres huelguistas de Burgos y Gijón. “Fueron muchas mujeres y muy diversas las que salimos a la calle consiguiendo una gran repercusión y un debate público sobre las desigualdades y la vulneración de nuestros derechos. Como consecuencia, quieren silenciarnos “, sentencia el manifiesto.
Tres huelguistas de Gijón están acusadas de un delito de lesiones leves y tres mujeres de Burgos han sido citadas a declarar después de que el mismo 8M una carga policial disolviera el piquete informativo en el que participaban
Y es que el mismo miércoles también declaraban tres huelguistas de Gijón acusadas de un delito de lesiones leves en defenderse, presuntamente, de una agresión machista por parte del encargado de una tienda Mango donde entraron en motivo de la huelga. Hacía tan sólo una semana, tres mujeres de Burgos eran citadas a declarar después de que el mismo 8 de Marzo una fuerte carga policial disolviera el piquete informativo en el que participaban en un centro comercial, provocando diversas lesiones y dos detenciones.
Las jóvenes santcugatenques entienden que la represión recibida -reflejada sustancialmente en estos casos- como una respuesta al gran éxito que tuvo la jornada de huelga feminista. Es por ello que el Comité de Huelga Feminista sigue defendiendo los objetivos políticos de su acción dentro del marco legítimo de la huelga general, internacional e intergeneracional feminista “dentro de un contexto de ataque constante a los derechos y libertades de las mujeres”.
A partir de ahora piden difusión del caso y apoyo a los actos de recaudación de dinero para sufragar los gastos del proceso legal. Y, sobre todo, poner mucho énfasis en el discurso feminista de la campaña porque no quieren que quede en un caso represivo más. La misma tarde posterior a la comparecencia en los juzgados se convocó otra concentración en la plaza Octaviano de Sant Cugat del Vallés para visibilizar la violencia machista y los ataques contra las mujeres, a la que asistieron más de un centenar de personas. Durante el acto se hizo mención al caso de las siete huelguistas investigadas y también se clamó contra la violación múltiple de una menor de edad en la sala Razzmatazz, el asesinato de Laia, de 13 años, en Vilanova i la Geltrú y dos feminicidios más, ocurridos en las últimas 24 horas, en las Islas Canarias y en Albacete.

Les set dones investigades per tallar les vies dels FGC a Sant Cugat durant la vaga feminista es neguen a declarar

Una concentració de suport va acompanyar les joves davant del Jutjat de Primera Instància i Instrucció núm. 5 de Rubí en el seguici de la campanya 8 Mil Motius de solidaritat amb les encausades. Les acusen d’un delicte de desordres públics greus en un procediment iniciat per la denúncia dels Mossos d’Esquadra a la qual s’hi ha sumat l’acusació particular de Ferrocarrils de la Generalitat de Catalunya (FGC), que demana a les feministes una responsabilitat civil de 26.000 €

En el transcurs de la vaga feminista del passat 8 de març, una trentena de dones van accedir a l’andana de l’estació de Ferrocarrils de la Generalitat de Catalunya (FGC) de Sant Cugat del Vallès per, posteriorment, saltar a les vies i impedir la circulació ferroviària durant una hora mitjançant l’ús dels seus propis cossos. Portaven una pancarta de grans dimensions que van estendre a través de la via encarada a les vianants que esperarien a l’andana una bona estona més. El missatge era clar: “8M VAGA FEMINISTA”.
Paral·lelament al tall de la coneguda bifurcació entre la línia que va cap a Terrassa i la de Sabadell, nexe entre les capitals vallesanes i Barcelona, desenes d’altres dones al llarg del territori impedien –de forma manifesta– la mobilitat al país en aquell dia de vaga internacional. El dispositiu policial dels Mossos d’Esquadra va encerclar les vaguistes i en va identificar nou, en aparent aleatorietat, després de desallotjar-les. Set d’elles, d’entre 20 i 30 anys, van ser citades a declarar dimecres –tres mesos després dels fets– als jutjats de Rubí.
Els Mossos d’Esquadra van encerclar les vaguistes del 8M i en van identificar nou, en aparent aleatorietat, després de desallotjar-les de les vies. Set d’elles, d’entre 20 i 29 anys, han estat citades a declarar
Pocs minuts després de les 10 del matí, banyades per un cel gris, apagat i tens que amenaçava de trencar a ploure en qualsevol moment, les set dones encausades sortien del Jutjat de Primera Instància i Instrucció núm. 5 de Rubí. Els esperaven una vuitantena de persones solidàries, que les van rebre amb un ambient calorós i confortable que contrastava amb l’humit paratge gris de l’asfalt aixecat per les obres de l’avinguda Pere Esmendia, on es troba l’edifici del jutjat. Les encausades es confonien, en clara declaració política, amb el grup de companyes del Comitè de Vaga Feminista que les esperaven fora, on es va dur a terme una roda de premsa i es va procedir a la lectura d’un manifest. En més d’una ocasió, agents dels Mossos d’Esquadra es van acostar per demanar la identificació a les persones del grup de suport.
Amb certa ironia dramàtica, les assistents van contemplar perplexes com les parets del jutjat ja eren tacades, a priori a la seva arribada, amb pintura lila, probablement arran de la resposta social a la sentència recent pel cas de La Manada.

FGC es persona com a acusació particular
Les advocades que porten el cas, Laia Serra i Montse Salvador, de Dones Juristes, han anunciat a les investigades que es pot tractar d’un procés llarg i dur. Actualment, les encausades estan sent investigades per un delicte de desordres públics greus, per tallar vies ferroviàries, i resten a l’espera de si es confirma la seva imputació. A més, al procediment que va iniciar la denúncia de Mossos d’Esquadra s’hi ha sumat l’acusació particular de l’empresa de transports, que pretén fer assumir les pèrdues del 8 de març a les vaguistes i demana una responsabilitat civil de 26.000 €.
En el manifest, les vaguistes expliquen que s’han acollit al dret de no declarar per reivindicar que aquesta denúncia “es tracta d’un procés polític”. Han manifestat que aquest procediment no només les afecta a elles, sinó a totes les dones que van sortir als carrers el 8 de març, per pretendre “criminalitzar una acció que justament anava a defensar el dret de totes les dones tant en tots els espais de feina com en tots els àmbits de les nostres vides”.
Marta Padrós, membre de la campanya 8 Mil Motius, explica que també buscaven assenyalar FGC per alertar que no apliquen ni les polítiques de gènere ni les accions per convertir aquest transport en un espai segur per a les dones
A part de ser un punt estratègic per la mobilitat de la zona, Marta Padrós, membre de la campanya 8 Mil Motius i una de les vaguistes investigades, ens explica que també buscaven assenyalar l’empresa de transport per ser un lloc on “es produeixen molts dels assetjaments diaris que patim les dones”. Dins la transversalitat de la seva denúncia durant la vaga, ja van alertar que no s’estan aplicant ni les polítiques de gènere ni les accions que permetrien convertir els FGC en un espai segur per a les dones.
Imatge de la concentració de suport a les encausades a les portes dels jutjats de Rubí / Guillem Martí

Padrós també denuncia la “pressió de gènere que exerceix clarament la Justícia”. Afirma que en algunes ocasions se les ha “infantilitzat” en minimitzar l’impacte o la importància de la reivindicació que pretenien amb l’acció durant la vaga. Com a dones, denuncia Padrós, “se’ns està posant una pressió”, referint-se al procés judicial, “quan estàvem fent una acció que responia a totes les opressions que rebem les dones i que volíem denuncia”.
Aquest tall de vies s’ha fet en altres jornades de vaga, sense anar més lluny la del passat 8 de novembre, on es va dur a terme una acció pràcticament idèntica sense conseqüències legals ni cap denúncia per part de FGC. Padrós continua afirmant, “van menystenir-nos, perquè ens infantilitzaven i no van posar transport alternatiu. En veure que sí que hi ha afectació, al sistema li fa por i decideix judicialitzar el procés. No només a Sant Cugat, sinó també a Gijón i a Burgos”.

Solidaritat amb casos repressius pel 8M a Burgos i a Gijón
Durant la lectura del manifest, on es van recordar els motius pels quals van decidir sumar-se a la vaga feminista, que són “totes les opressions diàries en tots els àmbits de les nostres vides”, van fer menció als processos legals contra dones vaguistes de Burgos i Gijón. “Van ser moltes dones i molt diverses les que vam sortir al carrer aconseguint una gran repercussió i un debat públic sobre les desigualtats i la vulneració dels nostres drets. Com a conseqüència, volen silenciar-nos”, sentencia el manifest.
Tres vaguistes de Gijón estan acusades d’un delicte de lesions lleus i tres dones de Burgos han estat citades a declarar després que el mateix 8M una càrrega policial dissolgués el piquet informatiu en el qual participaven
I és que el mateix dimecres també declaraven tres vaguistes de Gijón acusades d’un delicte de lesions lleus en defensar-se, presumptament, d’una agressió masclista per part de l’encarregat d’una botiga Mango on van entrar en motiu de la vaga. Feia tan sols una setmana, tres dones de Burgos eren citades a declarar després que el mateix 8 de Març una forta càrrega policial dissolgués el piquet informatiu en el qual participaven en un centre comercial, provocant diverses lesions i dues detencions.
Les joves santcugatenques entenen que la repressió rebuda –reflectida substancialment en aquests casos– com una resposta al gran èxit que va tenir la jornada de vaga feminista. És per això que el Comitè de Vaga Feminista segueix defensant els objectius polítics de la seva acció dins del marc legítim de la vaga general, internacional i intergeneracional feminista “dins d’un context d’atac constant als drets i llibertats de les dones”.
A partir d’ara demanen difusió del cas i suport als actes de recaptació de diners per sufragar les despeses del procés legal. I, sobretot, posar molt èmfasi en el discurs feminista de la campanya perquè no volen que quedi en un cas repressiu més. La mateixa tarda posterior a la compareixença als jutjats es va convocar una altra concentració a la plaça Octavià de Sant Cugat del Vallès per visibilitzar la violència masclista i els atacs contra les dones, a la qual van assistir més d’un centenar de persones. Durant l’acte es va fer menció al cas de les set vaguistes investigades i també es va clamar contra la violació múltiple d’una menor d’edat a la sala Razzmatazz, l’assassinat de la Laia, de 13 anys, a Vilanova i la Geltrú i dos feminicidis més, ocorreguts en les últimes 24 hores, a les Illes Canàries i a Albacete.







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jueves, 15 de marzo de 2018

Argentina. “Aborto legal para tipos trans”


Por Blas Radi y María Mansilla
Cuerpos gestantes.
Al pogo social a favor del aborto se le agregó un cantito: “Aborto legal para tipos trans!”. Fueron asignados al género femenino al nacer y no se identifican con él. Algunos son putos, otros no, y se sumaron a las marchas del pañuelazo y el 8M porque también abortan. Fácil de decir, difícil de asimilar, su voz se levanta contra los prejuicios y los límites de las políticas de la identidad. La dimensión colectiva de sus demandas y la alianza con el feminismo queer son recursos para que quienes recién llegan sepan que no están solos.
—De lo único que me acuerdo es que estaba en un garage. En un garage lleno de pinturas de caballos: ahí fue mi primer aborto.
Tom recién egresaba del secundario, de una escuela italiana católica que era casi un internado. El dato urgente del lugar se lo dio una amiga militante de Pan y Rosas. Tom primero llamó, después fue a retirar una orden para hacerse un análisis de sangre, preguntó si podía pagar en cuotas. A la semana volvió, esperó junto a dos mujeres, entregó el dinero que faltaba. Lo hicieron entrar a una pieza, lo acostaron en una camilla ginecológica, le ataron las piernas. Lo pincharon dos veces para pasarle la anestesia, no se dormía. Cuarenta minutos después lo despertó una voz que le gritaba: “Ya está, tenés media hora para recomponerte e irte”. Se metió la mano entre las piernas, tenía pañales.

Por entonces, Tomás no se sentía un varón. Por eso antes del aborto llegó a decirle a la mujer del garage de los caballos: “Mire, capaz que soy lesbiana”. Pero la mujer le respondió: “¿Eso qué importa?”.
***
—Soy un hombre trans, soy puto. Y también puedo estar con una chica.
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A Tomás, que hoy tiene 30 años, le llevó la mitad de la vida definir su identidad y su orientación sexual con todas las letras. Hoy anda con esa presentación en la punta de la lengua (junto al piercing de su boca) y la arroja sin bajar la vista cada vez que hace falta. Sus ojos tienen un detector de reacciones, le divierte el desafío intelectual que genera en quien lo escucha. Se lo ve orgulloso con el cuerpo que habita.
Al pogo social a favor del debate se le agregó un cantito: “Aborto legal para varones trans!”. La demanda por su visibilización está en gargantas, carteles, remeras, papers, muros. El movimiento de los hombres trans señala que la agenda del activismo por los derechos sexuales se redujo a un tema: la interrupción del embarazo. Y éste, a su vez, se redujo aún más: a pensar en las mujeres cis como las únicas que se embarazan y en los varones como acompañantes, en el mejor de los casos. Por eso levantan sus carteles: para contar que hay otros cuerpos gestantes, y que quedar afuera los aleja de los derechos que les pertenecen.
En Twitter, María Riot (Putas Feministas) dijo: “Hay mujeres con pene y hombres con vagina. El binarismo atrasa. Y hacer chistes con eso, más”. También en las redes sociales Luli Sánchez (Lesbianas Feministas) señaló: “Todas las entrevistadas para hablar de aborto en Página 12 son cis paquis. Las quiero, compañeras, pero dudo de los avances en estas condiciones. No somos el cotillón del derecho al aborto que llena páginas cuando no hay nada realmente importante. Dónde están nuestras referentes LGBTIQ, somos parte de esta lucha”.
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Los obstáculos que encuentran los varones trans para acceder a sus derechos sexuales y (no) reproductivos son jurídicos pero también culturales. Se arraigan en tantos mitos que sostienen un imaginario anticuado -y nocivo- que cala no sólo en los prejuicios de la cheta de Nordelta, también -salvo excepciones- en colectivos que se suponen amigos, como el LGBTIQ y el de mujeres.

—¡Traicionaste al género!-, chicanean todavía algunas viejas feministas.
Levantar esta bandera rompe esquemas. Lo más suave que les comentan los facho-trolls en las redes es “¡¿Pero cómo se embarazan?!”.

Muchos varones trans tienen posibilidad de gestar, ¡y la usan! Algunos se identifican como “putos trans” y tienen relaciones sexuales con varones cis o trans. Otros tienen relaciones sexuales con mujeres trans o con travestis (no se identifican como putos y sostener que lo son implica negar la identidad de género de sus compañeras).
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La circulación de prejuicios exige de los varones trans una disposición pedagógica permanente (y no remunerada): “Algunas mujeres tienen pene, algunos hombres tienen vagina. Exigite un poco o acostumbrate”, responden con hartazgo a los trolls.

“Aborto legal para varones trans!” es una demanda que emerge de que los varones trans que abortan enfrentan una clandestinidad doble: la de un procedimiento ilegal y la que supone negar su identidad de género para no profundizar el maltrato.

“Educación sexual para decidir. Anticonceptivos para no abortar. Aborto legal, seguro y gratuito para todxs lxs cuerpxs gestantes para no morir! ”, más posteos.
***
Al dejar atrás la educación religiosa, conocer gente y lugares nuevos, Tom empezó a bucear por esa intuición que le galopa desde que tiene 3 años, cuando le pedía a su abuelo que lo peinara como un tanguero. Después, pasó la adolescencia espantando los pensamientos que le tomaban la cabeza y le zumbaban “quiero ser hombre”.

El segundo aborto de Tomás fue cuando ya se identificaba como Tomás, a full. Y puto. Al encontrarse con las dos rayitas del Evatest reconoció que no quería seguir adelante con la panza, no quería ser padre. En algún momento se aplicó testosterona, y por dejar de hacerlo conserva sus capacidades reproductivas.
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Tomás se había visto obligado a interrumpir su transición hormonal porque el programa de salud pública rosarino con el que se atendía dejó de funcionar por recortes de presupuesto. Todavía no existía Ley de Identidad de Género que, igual, cuando se sancionó, tardó 3 años en reglamentar el artículo 11 que garantiza el derecho a la salud.

—¿Vos querés ser hombre?
—Sí.
—¿Cuántos años tenés?
—Tantos.
—Bueno, hacete este análisis de sangre y empezá a tomar 250 miligramos de testoviron.

No le explicaron los cambios físicos y psicológicos que comenzaría a sentir. No le preguntaron si soñaba con ser padre algún día. Dieron por hecho que se iba a querer hacer una histerectomía. ¿Se puede decir que él no “completó” su tratamiento? ¿Cuándo se completa “el” tratamiento? ¿Acaso no puede haber transición sin intervención médica?

Los ojos de Tom tienen un detector de reacciones. Sabe que, para los de afuera, escuchar varón-trans-puto-curioso es un trabalenguas que pone en peligro de extinción a dinosaurios, es un caleidoscopio que refleja las variaciones sobre el cuerpo, el deseo, las pasiones, el amor. Para él también es todo eso, además de un vacío. Un vacío enorme que lo hace sentir un conejillo de indias cuando el interlocutor es un médico/a.

El segundo aborto fue con Misoprostol.
***
Facebook resulta el centro de salud más amigable para muchos hombres trans. Le dejan la Guía de Salud Trans, editada por el Ministerio de Salud de la Nación, a la gente de los equipos sanitarios. Sienten que ese protocolo los mete a todos en la misma bolsa, y ellos no son un grupo compacto de especímenes idénticos. Por ejemplo, el manual dice que después de dos años de tratamiento con hormonas se produce la castración química. Los grupos de Facebook dicen que ese dato no es confiable, que hay un período ventana en el que se sigue menstruando y ovulando, que la testosterona no funciona como anticonceptivo.

El intercambio solidario de información que circula en las redes sociales evidencia que no existe investigación científica aplicada que permita saber otras cosas. Por ejemplo, qué implica tomar tales drogas, por qué “la testo” provoca quistes ováricos, tan dolorosos, o qué pasa si se la mezcla con el Misoprostol. Por qué el saber médico no respeta los principios de Yogyakarta en particular y los derechos humanos en general. Por qué a una mujer cis que inicia un tratamiento oncológico le avisan que puede congelar óvulos, y a un hombre trans en estos casos no le hablan de fertilidad.

Las excepciones existen: están lxs médicxs macanudxs, empáticxs con la disidencia sexual y la diversidad corporal “anti cistema”. Con ellxs se puede intercambiar audios de WhatsApp que duran lo que un tema de Creedence; viven ojerosos y sus salas de espera están desbordadas de pacientes que buscan dejar de sentirse conejillos de indias por un rato. Pero tampoco lo logran.
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Si hace falta traducir el cantito “Aborto legal para tipos trans!”, ¿qué le queda al reconocimiento de su deseo de gestar?

Si hablás de aborto no te entienden. Y si decís: capaz me pinta ser padre te dicen: “¿Para qué transicionaste? ¡Te hubieras quedado como antes!”- son preguntas que confunden orientación sexual e identidad de género.

El mito de que los hombres trans son estériles se alimenta de prejuicios culturales que en muchos casos tienen asiento legal. Las políticas de esterilización forzada de personas trans son un hecho. En muchos lugares del mundo, las que quieren modificar su nombre y género en el documento deben renunciar a sus capacidades reproductivas. La red de organizaciones Transgender Europe contó que en su continente, año 2017, pleno siglo XXI, 22 países ponen esta condición.

Por eso también la Ley de Identidad de Género argentina es pionera. Reconoce que hay hombres trans que pueden gestar, que tienen derecho a no ser esterilizados contra su voluntad y abraza su identidad más allá de las características físicas. Igual, el mito es eficaz y sus consecuencias se reflejan, por ejemplo, en la ausencia de políticas sanitarias que contemplen estas posibilidades y en las propuestas educativas de educación sexual.
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Tom estudió periodismo, tiene un trabajo en blanco y además es editor de la sección Géneros y Sexualidades en La izquierda diario, el medio del PTS. “La igualdad ante la ley no es sinónimo de igualdad ante la vida”, repite. Cuando sus colegas le pidieron que levantara las banderas del cupo laboral trans dijo que no, que prefiere militarla en visibilizar el aborto. ¿Pero dónde, cómo?

Los límites de las políticas de la identidad se tornan muy palpables para quienes se chocan con ellos todo el tiempo aun en los movimientos sociales. Si la salud sexual y (no) reproductiva es marca registrada de las mujeres cis, las experiencias trans son privativas de travestis y mujeres trans, y la masculinidad es exclusiva de los varones cis, el lugar para los varones trans es el de la no existencia.

Cuando participó de un taller del ENM -que entonces era Encuentro Nacional de Mujeres sin la inclusión de “lesbianas, travestis y trans”- hizo girar su caleidoscopio: “Soy hombre trans, y puto”. “No entiendo cómo venís a invadir este espacio”, le respondieron. “¡Pero yo aborté dos veces!”, contó. En una marcha que pedía justicia por el crimen de Diana Sacayán tuvo que insistir para que le dieran la palabra porque no era travesti. En Varones antipatriarcales no se le ocurrió participar: sólo había sólo hombres cis.
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Tomás Máscolo no es el único ni el primer hombre trans de la Tierra que abortó. Pero las experiencias de los varones trans suelen ser interpretadas a la luz de la “lógica de la primeridad”, que hace de cada una algo excepcional y sin precedentes. Seguro que cada experiencia es única, pero en términos políticos es una trampa: impide crear una genealogía y hace que este colectivo parezca siempre arrancando, siempre en construcción, lo que impide generalizar dilemas propios, terminar de convertirlos en sujeto político. Este es otro mito que justifica la jerarquía de urgencias a partir de la cual cierta población debe permanecer en la sala de espera, pero con un número nuevo cada vez.

Un caso emblemático es la feminización política de “La Pepa” Gaitán, chongazo cordobés asesinado por el padre de su novia, que exhibe las dificultades de asimilar la masculinidad de las personas asignadas al género femenino al nacer. A pesar de que la Pepa tenía una expresión de género masculina y rechazaba su nombre legal, la apropiación lésbico-mujeril de su memoria proyectó la figura de una mujer “asesinada por lesbiana”, mientras que la figura de la lesbofobia contribuyó a la estrategia penal que desarrollaron sus abogadas.

“Es que los varones trans son invisibles”, se escucha decir cada tanto. No, no son invisibles. El mito de la invisibilidad es jodido porque es una forma de responsabilizar a quienes lo padecen.
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El activismo trans tiene una presencia política significativa desde los años 90, por lo menos. La integridad corporal y la autonomía decisional siguen siendo sus dos puntos fuertes. Muchos hombres trans forman parte de agrupaciones feministas. Muchas agrupaciones trans son también agrupaciones feministas y, por si fuera poco, muchas personas trans pasaron gran parte de su vida como mujeres dentro de organizaciones feministas.

También es cierto que muchos hombres trans fueron expulsados de sus agrupaciones (lesbo)feministas debido a su transición o que les fue impedido el acceso por su identidad de género. La supuesta invisibilidad atribuida a ellos es un recurso que justifica su exclusión a la vez que los responsabiliza por ella.

“¿Qué hacemos con las mujeres trans, travestis y maricas que no se autorefencian varones?”, dispara Mabel Bellucci. Bellucci siempre hizo equipo con referentes trans justamente para instalar la noción de cuerpos gestantes y derecho al aborto. Ella piensa mientras sus pies pisan el feminismo queer. “Es una corriente que discute las diferencias y las incorpora, que intenta abatir ese feminismo de matriz biologicista, heterosexual, mujeril y separatista que identifica su antagonismo en un bloque monolítico: los varones por portación de colgajo”, explica.

Entre sus resistencias se destacan dos debates: el del último Congreso Iberoamericano de Estudios de Género, Cuerpos Gestantes/Prácticas abortivas, y el de la mesa Varones y Aborto, Decisión de ellxs. Conquista de Todxs. Se trata de modos de intervención política, acciones que como diría la poeta Monique Wittig representan “una máquina de guerra” pues tienen toda la intención de destruir las viejas normas. Para Bellucci son, además, “una caja de herramientas siempre a mano y al servicio de los activismos del presente, para que puedan entender y repensar su pasado dentro de los movimientos que hoy integran”.
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Mientras estudiaba periodismo Tom fue babysitter de dos hermanos de tres y cuatro años a los que nunca hizo falta darles cátedra sobre disidencia sexual.

El día que los dejaba de cuidar, Tom se despidió y les prometió que se seguirán viendo en cada cumpleaños.
—Tom, tranquilo, nadie sabrá que eres señor/señora- le dijo el nene, en un trueque de cuidados. Tom bajó la guardia, y lo abrazó.

Por Blas Radi y María Mansilla

FotoMelisa Scarcella

Los fotografiados de la portada son Feliciano Oliver y Tomás Máscolo.
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