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domingo, 7 de abril de 2024

El genocidio de mujeres, niñas y niños más perverso de la historia


Fuentes: Rebelión

Cuando empezaron los bombardeos sionistas en la Franja de Gaza, en octubre pasado, el mundo pensó que se trataba de una persecución al grupo Hamás. Sin embargo, con el pasar de los días su enemigo principal se configuró con un fuerte sesgo de género y generacional. Las bombas y balas tenían como blanco a las mujeres, las niñas y niños palestinos.

El enfoque patriarcal del asedio más cruento de los últimos tiempos se confirma en la cantidad y las historias de las víctimas. Porque son las mujeres, las reproductoras de vida, de cultura, gestoras de la sobrevivencia, organizadoras de la escasa comida y el agua, curanderas milenarias y portadoras de las tradiciones más profundas del pueblo palestino, ellas son las víctimas martirizadas.

En las antiguas batallas, se solían ver a jóvenes y adultos enfrentar los tanques con piedras. En este asedio que empezó hace unos 150 días, el sionismo atacó justamente lo que administran las mujeres: el agua y el pan, las medicinas, los mercados y la vida.

A la mitad de los ataques, cuando Israel se empecinaba en destruir hospitales en la Franja, Naciones Unidas denunció que cerca de cinco mil mujeres embarazadas no tenían donde dar nacimiento a sus hijos e hijas. Mientras más se conocían los pormenores de la destrucción, menos se supo qué sucedió con esas miles de mujeres y recién nacidos.

La estrategia sionista de exterminar el pueblo palestino -a través de las mujeres- apareció estampada en las camisetas de sus soldados: “dispare a una embarazada y mate a un terrorista”, así lo vestían sonrientes los oficiales de la muerte.

Cuántas madres fueron retiradas bajo los escombros abrazadas de sus hijos e hijas. Y cuántas criaturas quedaron enterradas bajo los cementos de cientos de casas y edificios destruidos que tardarían 15 años en reconstruir. Cuántas mujeres desoladas al perder sus familias enteras; cuántos huérfanos y huérfanas obligados a seguir solos en esta vida, con hambre, heridas y lo peor: el terror en el corazón.

El genocidio causado por todos los aliados de Occidente, el silencio de los países árabes, la inacción de las potencias de la seda y el Kremlin ha convertido a Gaza en el cementerio del feminicidio e infanticidio masivos más crueles y perversos de la historia contemporánea.

Las cifras oficiales señalan que en torno al 70% de las víctimas fatales del genocidio, son mujeres, niñas y niños: más de 8.800 mujeres y 13.230 menores de edad, incluidos bebés de pocos meses o años. Estos datos proporcionados por el Ministerio de Sanidad de Gaza, la ONU considera fiables. Estas cifras suben cada día, y se adhieren denuncias de violación, tortura, robos y otros delitos enfocados en las mujeres.

Desde los feminismos y humanismos sabemos que las cifras no representan el contexto y el dolor de las historias que se esconden detrás de cada muerto. Por eso este Ramadán será rememorado como el año del feminicidio e infanticidio colectivos más crueles de los últimos tiempos, donde solo la resistencia de las hermanas palestinas y la solidaridad internacional superarán el olvido.

Claudia Espinoza Iturri, es periodista de Bolivia

Ilustración de Edwin Calle, artista boliviano




Para tener más información sobre la página y nosotrxs, nos puedes escribir al mail: ecofeminismo.bolivia@gmail.com

«Descolonizar el tiempo es renunciar a la acumulación capitalista»

Entrevista a Adriana Guzmán Arroyo educadora popular aymara y feminista

Fuentes: https://www.pikaramagazine.com/

Hemos hablado con Adriana Guzmán Arroyo, educadora popular aymara y referente del feminismo comunitario antipatriarcal en Bolivia, sobre colonialismo, racismo, extractivismo, heterosexualidad obligatoria, familia, comunidad, Estado. privilegios, colores y lenguas minorizadas. Y sobre aprender a levantar la cabeza.


Adriana Guzmán Arroyo es educadora popular aymara, feminista y q’iwsa(no heterosexual, en aymara). Desde pequeña veía los cuerpos de su abuela y abuelo aymaras, su piel, su idioma, su lengua y se sentía muy cerca de ellos, pero no fue hasta después de la masacre del gas de 2003 cuando se reconoció como feminista y aymara, empezando así un camino de ruptura con las ideas coloniales y racistas que se habían ido instalando en su cuerpo.

En 2003, en la masacre del gas lucharon contra el colonialismo, el racismo, el extractivismo, después de que el presidente Gonzalo Sánchez de Lozadaautorizara la represión contra manifestantes que mostraban su rechazo a la decisión del Gobierno de exportar gas: “Ahora se ha puesto de moda el extractivismo, pero hace 500 años que venimos luchando contra la explotación de la plata, la minería y después la explotación de los hidrocarburos que ha destrozado nuestros territorios, que ha generado una mentalidad capitalista que rompe la comunidad, toda otra forma de vida que tenemos en Abya Yala”, explicaba Adriana Guzmán en Bilbao una mañana lluviosa y gris, después de haber participado en el congreso Nuevas narrativas para una educación feminista y antirracista, organizado por InteRed.

¿En qué momento te diste cuenta que esa lucha contra el extractivismo, el racismo, el capitalismo y el colonialismo era también una lucha contra el sistema patriarcal?

Estábamos en las calles organizadas protestando y cuando volvemos a las casas los compañeros quieren que las casas estén limpias y que las wawas [les hijes] hagan sus tareas, que haya comida caliente. Entonces una gran pregunta fue: ¿quién cuida en la revolución? Entendimos que existía también esta forma de opresión a la que luego le vinimos a llamar patriarcado, como lo han hecho otras feministas también. Para nosotras la masacre del gas fue mirarnos al espejo y reconocernos como aymaras. Queremos ser aymaras, pero no bajo los términos patriarcales que nos va a imponer la heterosexualidad obligatoria, no como la mujer que se calla y agacha la cabeza y va detrás del marido, no como la mujer que solo sirve para sembrar la papa. Queremos vivir bien y no se puede vivir bien si las mujeres vivimos mal, si a las mujeres nos matan o nos violan. Queremos cuestionar la revolución dentro de la revolución. Y no queremos solo participar políticamente, queremos decidir, no queremos ser diputadas solo para decir que hay mujeres diputadas. Logramos que en Bolivia el impuesto directo a los hidrocarburos esté destinado a las universidades. Nosotras queríamos que nuestras wawas estudien en una universidad digna, en un espacio de conocimiento desde los pueblos.

“El patriarcado es un sistema de todas las opresiones, articula el colonialismo, el racismo, el capitalismo, el extractivismo, pero se construye sobre el cuerpo de las mujeres”

¿Cómo fue el proceso de elección en la asamblea constituyente de la palabra en aymara para nombrar el concepto “patriarcado”?

A esto lo llamamos la lucha en el territorio de las palabras, porque venimos de la lucha en el territorio. Lo primero que hicimos fue reconocernos feministas. Nuestros compañeros nos dijeron: “Feministas son las académicas, las europeas. Las indígenas no son feministas”. Fue toda una discusión epistemológica y política donde nosotras decimos que nos llamamos feministas porque recuperamos la palabra y nosotras inventamos un contenido. No es que el feminismo nació en Francia, el feminismo va a nacer en todos los territorios donde luchemos contra el patriarcado. Y ahí llegó la segunda palabra, que era “patriarcado”. Había que discutirlo en la asamblea constituyente. Planteamos que el patriarcado es un sistema de todas las opresiones: articula el colonialismo, el racismo, el capitalismo, el extractivismo, pero se construye sobre el cuerpo de las mujeres. ¿Cómo se ha aprendido que a la naturaleza se le pueden sacar los árboles, el agua, el aire, todo? En el cuerpo de las mujeres, porque nos sacan el agua, el aire, los afectos, todo. Pero estaba otra vez la justificación de los hombres aymaras: “En nuestro pueblo no existe la palabra patriarcado”. La palabra patriarcado no existe, pero la realidad patriarcal sí, ¿cómo se puede llamar? Usamos la palabra pacha usutawa: tiempo enfermo, un tiempo que hace daño. O pacha janiw walikiti: un tiempo que no está bien. Unquq pacha en quechua. Y así en guaraní y en distintos idiomas empezamos a construir estos conceptos de patriarcado, de capitalismo, de machismo, de racismo.

“La propuesta fundamental del feminismo comunitario es autoorganización, autonomía y autodeterminación”

Descolonizar la memoria, descolonizar los feminismos (2019) es el título de tu libro. ¿Qué se propone desde el feminismo comunitario antipatriarcal para llevar a cabo esta descolonización?

La comunidad es contraria al Estado, aunque haya sido un Estado plurinacional; nosotras decimos siempre: “Estado plurinacional solo para transitar a la comunidad”. La comunidad te exige la responsabilidad propia de construir lo que quieres con tus manos. Es imposible que un presidente se haga cargo de 11 millones de personas. La comunidad hoy existe, la comunidad que se autoorganiza, que logra tener agua, que en Bolivia durante la pandemia ha logrado tener medicina y no morirse, ha logrado circular la comida. La propuesta fundamental del feminismo comunitario es autoorganización, autonomía y autodeterminación y entendemos que eso se llama comunidad, un sistema político. Hacer comunidad es renunciar al individualismo, a la acumulación, y por eso nos parece una propuesta antipatriarcal, anticapitalista y anticolonial. La misma importancia tienen las personas como las montañas, las aguas, los animales, los pájaros y todo. En la comunidad en la que las wawas dialogan con las abuelas y los abuelos y se valoran sus conocimientos y sabiduría.

“Estos feminismos que ahora están de moda y hablan de la igualdad y el empoderamiento son funcionales al sistema”

“Leer en las arrugas de las abuelas”, te hemos escuchado decir.

Nuestras mamás y nuestras abuelas han peleado por una vida digna, porque nadie nos maltrate. Nos hemos encontrado con que habían luchado por lo mismo que estábamos peleando nosotras: porque no haya extractivismo, no destruyan la comunidad, no se lleven a las niñas en la trata y tráfico, no maten a las mujeres, no destruyan la naturaleza. Hemos empezado a recuperar la memoria de abuelas en todo Abya Yala. La Tránsito Amaguañadice en los años 30 que “es importante la tierra, es importante el territorio, es importante no tener patrón, pero también es importante que no te cases niña”. Recuperar la memoria de Bartolina Sisala Domitilala comandanta Ramonala María Sabina nos hace tener certeza sobre lo que estamos planteando. Frente a semejantes problemas (contaminación, trata y tráfico, que se lleven a tu hija, a tu sobrina, a la hija de tu hermana, que destruyan tu comunidad, el río y la montaña donde has crecido) que te vengan a plantear un discurso de igualdad de género es insuficiente, es indignante. Estos feminismos que ahora están de moda y hablan de la igualdad y el empoderamiento son funcionales al sistema. Nosotras creemos que los feminismos tienen que ser antisistémicos, antipatriarcales.
Por eso creo que un principio fundamental es que podamos dialogar entre todas las feministas, por más diferencias que tengamos hay que seguir discutiendo y politizando la lucha contra el patriarcado y el extractivismo. No basta que las feministas de Europa se vayan a Bolivia a apoyar la lucha contra la hidroeléctrica o denuncien a la empresa de Bolivia, necesitamos que haya acciones más concretas hacia los bancos que financian esas empresas en Europa, a los dueños de estas empresas, así como nosotras perseguimos a los jueces, a los feminicidas y pintamos su casa. Así creo que tendría que funcionar en Europa, la presión social para que estás empresas vayan reduciendo sus intervenciones en Abya Yala o vaya poniéndose más en cuestión esto.

Hablas también de descolonizar la temporalidad y la linealidad en los feminismos y en la manera de entender los procesos históricos.

Hay un feminismo hegemónico, liberal, blanco que habla de empoderamiento, que dice “supérate”, que dice que el mundo ha cambiado porque hay una mujer taxista, porque ha habido una mujer presidenta o porque hay una mujer negra vicepresidenta en los Estados Unidos. Eso no evita que los Estados Unidos siga matando migrantes, siga invadiendo los territorios o financiando, acompañando a Israel en el genocidio en Palestina. No creemos en estos proyectos lineales de que hay que luchar, capacitarse, formarse, hacer la revolución, tomar el poder y la vida va a cambiar. Esa es una linealidad del tiempo que le ha servido a Europa, pero le ha servido porque ha logrado el desarrollo y las comodidades que tiene ahora gracias al saqueo de nuestros pueblos. Descolonizar el tiempo para nosotras es generar condiciones en la lucha que nos permitan vivir bien todos los días, acabar con las relaciones de violencia, criar a las wawas de otra forma, en comunidad. Para recuperar los saberes, hablar con nuestras abuelas, nuestros abuelos, se necesita tiempo. Si te metes en la lógica capitalista de explotación, tienes que correr en los tiempos de productividad que te marca el capitalismo. Descolonizar el tiempo es renunciar a la acumulación capitalista. En el mundo aymara el tiempo es circular y no es un círculo en sí mismo que se repite, nosotras venimos de la comunidad y por tanto es lógico que podamos volver a la comunidad, porque hay una memoria política, hay una memoria genética, hay una memoria territorial. Toda esa insistencia en que querer hacer comunidad es difícil es una justificación del sistema, hacer comunidad es mucho más fácil que vivir en todo este mundo racista individualista y de explotación.

“Nosotras tenemos que transformar el Estado, porque nuestras hijas van a la escuela pública”

¿Qué ha cambiado en Bolivia con la aprobación en 2009 de la Constitución y con la declaración de un Estado plurinacional y en qué aspectos sientes que se podía haber ido más allá?

Desde 2009 hemos estado en la construcción de la ley de educación y en la construcción de la ley de violencia que habla de patriarcado. Hemos estado en la construcción del plan de salud de las mujeres para vivir bien, en las cumbres de justicia para refundar una justicia que no sea patriarcal, que tenga valores mínimos como los tiene la justicia comunitaria. Hemos visto que el Estado era útil para algunas cosas. En las que no vaya a ir más allá, le pedimos que no interrumpa nuestras luchas. Se ha ido extendiendo el cordón del pueblo aymara que va por todo Bolivia, llega hasta el norte de Chile, hasta el norte de Argentina y se han empezado a discutir, a intercambiar, a recuperar la cultura, la música. Más allá de las fronteras de los propios Estados. ¿Qué necesitamos? Qué el Estado no intervenga. Es mucho más fácil construir esa autonomía, esa reconstitución territorial cuando no hay un Estado que te persigue, cuando hay un Estado que es capaz de hablar de descolonización. Mientras exista, necesitamos que plantee un marco mínimo de lo que necesitamos los pueblos para vivir bien. Yo creo que en algunos lugares de Europa hay una mirada muy esencialista e higienizadora de no tener relación con el Estado. Tienen los privilegios y el dinero para hacer sus iniciativas a parte, una educación distinta, una salud distinta, trabajo de autocuidado autónomos. Nosotras tenemos que transformar ese Estado, porque nuestras hijas van a la escuela pública, porque son nuestros territorios los que se están discutiendo en ese Estado y en esa política pública. Incluso a los Estados fascistas hay que presionarlos, primero para sacar a los fascistas de ahí, lo segundo para que cumplan con las garantías mínimas: educación, salud. Tenemos la Constitución de 2009 y un código penal de 1970. No se ha transformado para llevar adelante esa Constitución. También ha habido un golpe de Estado fascista y racista [en 2019 y que implicó la salida de Evo Morales de la presidencia] para dejar claro cuál es nuestro lugar como indígenas: en las casas como sirvientas. El pueblo se ha organizado y ha logrado sacar ese golpe en un año, pero ese fascismo sigue, sigue organizado, está representado en el Parlamento y hay un discurso de odio racista que ha crecido más. Eso ha impedido que se profundice en la Constitución. Hay una ley en educación que que a mí me parece que es muy importante. Hay procesos de educación que se han estado haciendo con transformación curricular y metodológica, descolonizadora y comunitaria. En el sistema de salud también hay transformaciones para concretar la Constitución. Pero este fascismo, este permanente ataque para generar una inestabilidad al Gobierno ha hecho que el Gobierno también tome una posición conservadora: “No voy a profundizar nada más, hasta aquí llegamos, cuidemos lo poco que tenemos”. Y para nosotras esa no es la forma de cuidar, para nosotras hay que profundizar lo que tenemos, porque sino lo poco que tenemos fácilmente se recicla para el sistema y se pierde.

“El castellano nos impone una forma de entender el mundo y nosotras queremos vivir en otro mundo”

En el congreso Nuevas narrativas para una educación feminista y antirracista has hablado de la importancia de que las lenguas de los pueblos estén en el sistema educativo, no como asignatura, sino en todos lados, como acto de dignidad.

Sí, aprender nuestras lenguas no solo para hablar bien, sino para dejar de pensar, sentir y amar en castellano. El castellano nos impone una forma de entender el mundo y nosotras queremos vivir en otro mundo, queremos construir ese otro mundo. Y recuperar esa otra imagen del mundo es recuperar la lengua para poder pensar, sentir, querer y alimentar la rabia desde nuestras propias lenguas, eso es parte de la descolonización, de la autonomía, de la autodeterminación. Es un acto de dignidad no tener que esconder tu lengua, tu color de piel, tu forma de vestir ni tu forma de comer para poder ser reconocida en el mundo. También presentaste el material didáctico Nosotras somos Abya Yala, un libro para colorear creado por les niñes del feminismo comunitario, para dejar de pintar princesas y hombres araña y pintar a las abuelas de las que vosotras les habláis. En esa discusión sobre las abuelas dijimos “tiene que haber reglas para pintar” y una de las reglas es que no hay un color piel, porque toda la vida han estado con maestras y maestros que les han dicho que había que pintar los dibujos de color piel y ese color piel oficial nunca ha sido nuestro color de piel. Y otra regla era “no hay colores feos ni bonitos, ni vivos ni muertos”, porque como nosotras vivimos en un lugar que es 3.800 metros de altura sobre el nivel del mar no existe el naranja de los cítricos y el verde de las palmeras. Yo aprendo a amar y a reconocer los colores que hay en mi entorno, los colores como montaña, como agua. El negro es el color fundamental para nosotras, para nuestra ropa, para nuestra vida. Es más, la Wipala, que tiene muchos colores, antes tenía una franja negra en medio que era el color de la vida, de que todo viene de ahí, contrario a lo que las maestras y maestros dicen, que el negro parece un color muerto. En los colores y en las formas de vestir hay lógicas coloniales. Para mí es una decisión política llevar estas ropas, porque me acerca a mi abuela, mi ropa es una resistencia, es un atentado permanente al sistema. En una escuela había un profesor de gimnasia que decía “¿qué tengo que ver con la despatriarcalización?”. Y le decíamos: “Usted encárguese de que las wawas aprendan a no agachar la cabeza”. Porque eso no es casualidad, no es que vivamos en lugares muy altos y agachamos la cabeza para cubrirnos del frío, porque también nos han planteado eso. Este maestro de gimnasia después de un tiempo nos decía: “Qué difícil es enseñar a levantar la cabeza”. Es el cuerpo que está formado por un mundo colonial, siempre pidiendo perdón, siempre sin mirar a los ojos, porque eso te da poder, seguridad en vos misma. Era un proceso de descolonización para el propio profesor, para que cree sus metodologías y ejercicios que a la vez puedan descolonizar el cuerpo, y eso lo hemos hecho mediante la ley de educación, que obliga a las maestras y maestros a despatriarcalizar en cualquier asignatura.

“Nuestra memoria ancestral están estos cuerpos plurales, estos cuerpos que no eran ni hombre ni mujer. La comunidad también ha sido atravesada por el colonialismo, por el patriarcado y por la heteronormatividad”

En el libro Jiwasa / Nosotras: Resistencias chiquitanas, guarayas, moxeñas, aymaras, quechuas, indias, cholas / Disidencias tevis, mujerengues, q’iwsas, qharimachos, ullupakus, machorras, maricas (2019) explicas tu decisión política de ser lesbiana, como parte del proceso de descolonización, un camino de descolonización del cuerpo, el placer y el deseo.

Nosotras cuestionamos la familia, no queremos familia, porque la familia rompe la comunidad, la familia es una imposición colonial. La heterosexualidad es una imposición colonial. Hay información de que nuestros pueblos no eran heterosexuales. Tenemos una memoria no heterosexual en el cuerpo, pero ese deseo es eliminado, coartado por la heterosexualidad desde el colegio y por las iglesias. Yo decido políticamente siendo feminista y comunitaria ser lesbiana, no lo decido antes porque no sabía que se podía. Me he casado a los 16 años y he tenido una hija a los 16 años y después otra, porque pensé que era la única opción para las mujeres. Esta decisión para mí ha significado reconstruir una relación de deseo, de erotismo con otra mujer, una relación que ha sido cargada de prejuicios, de sentir asco por nuestro cuerpo y por el cuerpo de otra mujer, porque el único cuerpo que podemos desear o que puede ser satisfactorio es el cuerpo de un hombre, el falocentrismo. En un mundo patriarcal, el deseo es patriarcal, el erotismo es patriarcal. También ha habido una discusión sobre si soy lesbiana, si esa es la palabra, porque no deja de ser una palabra que viene del griego, de Lesbos. Yo miraba el movimiento feminista, el movimiento lésbico y no la comunidad, donde había también lesbianas. Empezamos a recuperar la palabra q’iwsa en aymara, que son las personas no heterosexuales. Y ahí profundizamos más esa discusión de que la heterosexualidad es una imposición colonial, porque en nuestra memoria ancestral están estos cuerpos plurales, estos cuerpos que no eran ni hombre ni mujer. La comunidad también ha sido atravesada por el colonialismo, por el patriarcado y por la heteronormatividad, y por eso se habla de que somos hijas del padre sol y de la madre luna, de la Pachamama, del tata inti, toda esa heterosexualización y humanización de la naturaleza que es parte de un sistema patriarcal, las cosmovisiones no son antropocéntricas, pero lo parecen, porque sexualizan a la naturaleza por la colonización. Todo eso hemos cuestionado para poder nombrarnos. Sí, como lesbiana, pero fundamentalmente como q’iwsa, como esta resistencia a una heterosexualidad que es colonial, que es dominación, que es explotación y saqueo.


Fuente: https://www.pikaramagazine.com/2024/04/descolonizar-el-tiempo-es-renunciar-a-la-acumulacion-capitalista/



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miércoles, 4 de septiembre de 2019

Ni la tierra ni las mujeres somos territorio de conquista: Incendiar el paraíso

Resultado de imagen para Incendiar el paraíso

Maria Galindo
lavaca


La descripción del incendio del bosque chiquitano, parte del pantanal boliviano y parte de la reserva de uchuquis y tucavaca es la descripción de una violación colectiva y en manada perpetrada por los hijos de una oligarquía terrateniente contra la tierra. Las llagas de los animales calcinados son las mismas que las de una mujer brutalmente violada, los aullidos de espanto de los animales que mueren con la boca abierta de dolor se me confunden en la sien con los de las mujeres asesinadas por quienes necesitan matarlas para retenerlas y poseerlas como propiedad.En Santa Cruz, donde tiene lugar el incendio, se bebe whisky en lugar de agua en carnavales en las sedes de las comparsas lideradas por los patrones feudales quemadores de la tierra y violadores de la vida.
Tienen de todo en un país donde nadie tiene nada; tienen casonas con grandes extensiones de tierra, piscinas, viajes a Miami, Lamborghinis y Ferraris con que dar vueltas en la plaza del pueblo, pero no es suficiente.
Podrían encender sus cigarros con dólares, pero no es suficiente.
El Estado les regala tierra, pero no es suficiente.
En un país donde la salud no es gratis el Estado les subvenciona el combustible para que amasen sus fortunas y no tumben gobiernos, pero no es suficiente.
En un país de desiguales como es Bolivia estos patrones manejan las cosas con una llamada telefónica, con un capricho, con un trinar de dedos.
Omnipotentes como se sienten hoy se han sentido con el derecho de incendiar el paraíso. Es eso lo que esta pasando, ni más ni menos.
Por una ley irónicamente llamada de uso y manejo “racional de quemas”, promulgada el 25 de abril del 2019, quemar ilegalmente una hectárea de tierra tiene una multa de 35 dólares americanos si eres terrateniente y de 6,6 dólares si eres un pequeño propietario.

¿Para qué queman el bosque y la selva?

El proyecto detrás de esta quema es la producción de biodiesel, que debería llamarse necrodiesel; la ampliación de la frontera agrícola para producirlo; la exportación de carne a China que estará en manos de uno de los sectores más conservadores y patronales del país: los ganaderos, que han instaurado un régimen además de servidumbre entre sus no llamados trabajadores sino peones; y la expansión de los cultivos de soja transgenica para exportación. Los tres grandes negocios del siglo que ya tienen destinado el gasto del excedente que no será en hospitales, escuelas o centros de investigación; se gastará ese excedente en opulencia y lujo de una pequeña elite conservadora que no reinvierte ni siquiera en mejorar sus propias condiciones de trabajo. La idea es sacar mucho y despilfarrarlo en Miami; la idea es sacar el dinero a Panamá, la idea es intentar en vano crearse en Santa Cruz un modelo urbano imitativo de su soñado Miami.
Entretanto y como contracara l@s bomber@s, la mayor parte voluntari@s, no tienen barbijos, botas, ni agua suficiente ni para sostenerse, ni para sofocar las llamas.
Se han esperado 10 días para empezar a actuar esperando deliberadamente que el incendio adquiera una maginitud irreversible. El proyecto sobre el territorio quemado es el loteamiento que fabricará nuevos millonarios dueños de la política en Bolivia.

Evo, una máscara popular

El presidente indígena funciona como máscara, funciona como legitimador del proyecto político más conservador y depredador de la historia de Bolivia.
El mundo denuncia a Bolsonaro como incendiario de la Amazonia y genocida de los pueblos que sabiamente la habitaron durante siglos haciendo del bosque su casa grande. Es justo que se denuncie a Evo Morales también.
Si por derecha entendemos a los sectores terratenientes de manejo de grandes extensiones de tierra bajo lógicas de explotación en régimen de servidumbre; si entendemos por derecha los sectores más conservadores de la sociedad aferrados a sus privilegios económicos; si por derecha entendemos el manejo del poder estatal para beneficio de una cúpula privilegiada sin participación popular; si por derecha entendemos el desmantelamiento de las organizaciones sociales; si por derecha entendemos el ataque a los pueblos indígenas de tierras bajas para la ocupación de sus territorios entonces Evo Morales representa para Bolivia hoy una de las derechas más peligrosas. Lo hace a partir de un proyecto pragmático que está basado en pactos parciales de poder que le permitan el control del Estado a cambio de prebendas sin límite para sectores privilegiados de la sociedad como son los ganaderos o los agroindustriales.

Andinocentrismo y colonización de los pueblos amazónicos y selváticos

El modelo “indígena” entre comillas vigente en Bolivia es un modelo de hegemonía aymara-quechua sobre los pueblos selváticos pobladores de la Amazonia boliviana. Todos estos pueblos habían construido en muchos años una organización llamada CIDOB (Central de pueblos indígenas del Oriente Boliviano) esa organización fue desmantelada y destruida, cortadas sus fuentes de financiamiento y perseguidos sus dirigentes como parte de un proyecto de “colonización” de sus tierras y de aniquilación sistemática de sus saberes; saberes de culturas nómadas en muchos casos que desarrollaron su relacionamiento con el bosque desde la comprensión profunda de sus entrañas. Todo eso es lo que se está perdiendo, pero no ahora. El aniquilamiento de la CIDOB data del 2011 cuando estos pueblos decidieron oponerse a la carretera que atravesará un parque nacional y territorio indígena, el TIPNIS.

Bocas de donde brotan verdes ramas de rabia

En las ciudades principales del país está surgiendo de la indignación un movimiento espontáneo compuesto por personas a quienes les brotan verdes ramas de la boca que piden:
· Derogación del decreto que autorizó la quema de pastizales en los departamentos de Santa Cruz y Beni promulgado este pasado julio
· Derogación de la Ley del necrodiesel
· Freno del proyecto de exportación de carne a China
· Renuncia del director del INRA (Instituto Nacional de Reforma Agraria) porque en la tenencia y manejo de la tierra está el nudo principal del problema
· Renuncia del director de la ABT (autoridad de bosques)
· Renuncia del presidente Evo Morales para que se dedique libremente a su campaña electoral mientras repensamos el país entero
Y es que no se trata solamente de apagar el fuego sino de impedir que se atrevan a quemar el bosque de nuevo por eso la multitud grita: ni soja, ni coca el bosque no se toca.

El falo del capitalismo colonial patriarcal no logra apagar el incendio

Mientras veo al supertanker piloteado por militares norteamericanos como un gran falo que descarga agua, pero no logra apagar el incendio. Pienso en que la lluvia lo haría en pocas horas.
Su presencia es más que simbólica hoy en la hora final el gobierno ha contratado sus servicios derrochando un dinero que no quisieron invertir en la gente, en los pueblos amazónicos, en el cuidado del bosque o en la comprensión de la selva. Hoy y de donde sea se sacan los millones de dólares que se necesitan y bajan los militares norteamericanos como auténticos príncipes azules gigantes erguidos como salvadores.
El supertanker llega a las poblaciones como mensaje rotundamente colonial, bélico, fálico y la gente llora de alegría al verle porque está desesperada; la gente sonríe y saluda a esa gran máquina capitalista que nos traerá de lejos el milagro que entre nuestras manos teníamos: la lluvia.
La escena parece sacada de una película del fin del mundo producida por Hollywood, sin final feliz.

Causa mundial vs colonialismo

Siento que el sufrimiento de los animales calcinados que sale en forma de grito sordo directamente desde el incendio hacia nuestras pesadillas puede abrir un espacio de lucha mundial. Puede abrir la comprensión de la absurdidad de las fronteras nacionales y de los Estados nación también.
Es el sufrimiento de los animales contra nuestros pechos el que puede sacarnos de un jalón del androcentrismo, para intentar comprender y sentir a los animales. Es ese sufrimiento el que nos puede sacudir para comprender qué es un acto absurdo depredar la tierra para cargar los autos de combustible. Puede hacernos comprender lo inservible del dinero cuando no hay agua, ni aire, ni esperanza, ni verde.
Son las llagas de los animales que nos miran con las heridas a flor de piel lo que nos puede jalonear el alma para construir una causa común llamada Amazonas.
Podríamos imaginar y activar una fuerza mundial para no permitir que el capitalismo colonial se la devore ni como reserva, ni como deforestación.
Los discursos anticoloniales nacionalistas de Bolsonaro, García linera y Evo Morales que quieren desarrollo, que quieren hacer del Amazonas una máquina de dólares para encementarlo todo hasta el cielo muestran en esta hora su absurdo también. Dicen que tenemos derecho de depredar nuestro paraíso para acceder a la modernidad, vieja promesa refrescada por el propio imperialismo como laberinto político en el que hemos estado décadas.
Hoy podemos salir de ese laberinto para decir furiosamente que ni la tierra ni las mujeres somos territorio de conquista.
* Maria Galindo es fundadora de Mujeres Creando: http://www.mujerescreando.org/ https://www.lavaca.org/





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miércoles, 2 de agosto de 2017

Bolivia & Feminicidios: El escarpado camino de la justicia contra el feminicidio

 Zulema Alanes Bravo
El 11 de julio la fiscal Karina Cuba no estaba presente cuando se pronunció la sentencia absolutoria del acusado por el feminicidio de María Isabel Pillco pero todos apuntaron a ella. Dos años y nueve meses antes acusó a David Viscarra por la muerte de su pareja de 28 años. En un caso de feminicidio el sistema penal no devuelve la vida, pero tiene la obligación de hacer justicia y el primer eslabón para lograrlo es la fiscalía
Cuba sabe cómo funciona el sistema. Trabajó como supernumeraria, fue pasante de diligencias, asistente de fiscal y secretaria de tribunal. El caso i4LP1414895 fue el segundo feminicidio a cargo de esta fiscal, pero el primero con sentencia absolutoria y la gota que hizo rebalsar las dudas sobre el debido proceso en el sistema de justicia. Y el primero que será sometido a una auditoria jurídica porque si concurren el silencio, la omisión, la negligencia y la colusión parcial o total de las autoridades encargadas de sancionarlo, el feminicidio es un crimen de Estado.
Desde que conoció la resolución de la Comisión de Constitución de la Cámara de Diputados que instruyó auditar el juicio penal por este feminicidio, la fiscal ha tomado este caso como un asunto personal porque 40 días antes de la sentencia pronosticó un fallo absolutorio y denunció: "hay parcialización de los jueces".


Para bien o para mal, Karina Cuba, es una de las fiscales más visibles del Ministerio Público en la sede de Gobierno. Respetada y odiada. Valorada y cuestionada. Los extremos se aproximan a la hora de destacar su disciplina y su dedicación al trabajo. Como coordinadora de la Fiscalía Especializada en Víctimas de Atención Priorizada (FEVAP) debe supervisar el trabajo de un equipo de 10 fiscales y el curso de unas 17 mil demandas penales, pero en medio de las cientos de miles de páginas de los expedientes que saturan las estanterías y se esparcen por los pisos de sus oficinas, 114 son de feminicidio, representan la menor carga procesal pero una de la más importantes porque son el recordatorio de que la desigualdad entre hombres y mujeres mata

FEVAP en la ciudad de La Paz. Foto: ANF

Cada fiscal debe ejercer la acción penal y dirigir la investigación y actuación policial de todos los delitos tipificados como violencia de género (Ley 348) y de trata y tráfico de personas (Ley 263), de 1.500 a 2.000 expedientes, sobrecarga judicial que limita a lo estrictamente necesario la atención de cada caso, impide cumplir los plazos procesales y asistir a las audiencias, y es también excusa para la retardación de justicia.
Los asesinatos de mujeres en ciudad Juárez, México, dieron origen a la tipificación del feminicidio como toda violencia letal que ocasiona la muerte de una mujer por ser mujer. Marcela Lagarde –mexicana, antropóloga, izquierdista, feminista– decidió transformar la consternación y el dolor en denuncia y exigencia de justicia. Hace una década denunció el genocidio de mujeres y definió el feminicidio como una barbarie asociada a prácticas sociales que permiten atentados violentos contra su integridad, su salud, sus libertades y su vida. En la justificación de la ley que promovió en su país –la primera en Iberoamérica– explicó que estos asesinatos "tienen en común que las mujeres son usables, prescindibles, maltratables y desechables. Y son, de hecho, crímenes de odio contra las mujeres".
Arte: ANF
En Bolivia el feminicidio se tipificó como delito bajo presión ciudadana, en marzo de 2013, tres semanas después del asesinato de la periodista Hanalí Huaycho a manos de su esposo, el policía Jorge Clavijo, denunciado como agresor ante sus superiores en al menos 14 oportunidades. La Policía, brazo operativo en la lucha contra la violencia machista, no lo amonestó nunca; 15 puñaladas aceleraron la aprobación de la ley 348 (Ley Integral para Garantizar a las Mujeres una Vida Libre de Violencia).
Aunque ya son 15 los países que en América Latina sancionaron el feminidicio con las penas máximas –en Bolivia 30 años de prisión sin derecho a indulto–aún no lograron dimensionar la magnitud del problema, ni adecuar la institucionalidad para enfrentarlo, ni superar las prácticas que obstaculizan el acceso a la justicia.

Los asesinatos de mujeres en ciudad Juárez, México dieron origen a la tipificación del feminicidio.

Foto: Cimacnoticias
En 2016, la abogada de la Comunidad de Derechos HumanosMónica Bayá, participó en el estudio de la Alianza Libres Sin Violencia que revisó 400 expedientes judiciales para medir el desempeño de los servicios de atención a las mujeres en situación de violencia y concluyó que "muchos servicios no están disponibles". La Fuerza Especial de Lucha Contra la Violencia (FELCV), el organismo especializado de la Policía “sólo tiene 70 oficinas en 65 de los 339 municipios”. Las gobernaciones no le transfieren recursos para equipamiento y funcionamiento, “en Santa Cruz, durante meses la FELCV atendía en penumbras, hasta que una empresa privada pagó el costo del cableado eléctrico”.
En todo el país, sólo 281 municipios tienen Servicios Legales Integrales Municipales (SLIM), la mayoría comparte responsabilidades con las Defensorías de la Niñez y Adolescencia (DNA). La Fiscalía está en todas las ciudades capitales, pero en contados poblados rurales, en la mayoría no existen fiscales ni tribunales, obligando a los litigantes a un ir y venir incesante, del campo a la ciudad, de la ciudad al campo. Para Bayá, “sin acceso a los servicios, el resultado es la impunidad, la 'normalización' de la violencia”.
En una de sus primeras misiones como fiscal de Coroico, Nor Yungas, Karina Cuba comprobó que “es difícil garantizar debida diligencia a 108 Km de la ciudad donde está la estructura del sistema judicial”. Y más al sur, en el municipio de La Asunta, Jhonny Mallea, responsable del SLIM lamentó que la justicia no llegue porque las oficinas de fiscales, jueces y forenses están a 200 Km de las víctimas: “Tres feminicidios y más de 15 procesos penales por violación sin juicio ni sentencia hace más de dos años”. Teresa Caballero viajó cerca de 9.000 Km desde España a Bolivia para reclamar por el feminicidio de su hija. Aracely Aguilera fue asesinada a golpes por su concubino el 30 de octubre de 2016 en Muyupampa, un municipio de Chuquisaca. Ya perdió la cuenta de las veces que recorrió 353 Km hacia Sucre, la capital de la justicia, para evitar que se burle su demanda.
En la ciudad de Santa Cruz la Casa de Acogida ‘Ana Medina’ está bajo llave. Hace un año, la Ley Municipal 304 autorizó su funcionamiento. “Se llama Ana Medina porque no queremos que se repita un feminicidio más en nuestra ciudad”, dijo entonces Angélica Sosa, presidenta del Concejo Municipal. Levantaron el nombre de Ana Medina en vano. Las autoridades municipales pusieron un candado a su promesa de “atención oportuna, inmediata, eficiente, eficaz y sin discriminación a todas las mujeres que fueran víctimas de violencia de género”. Contando a Ana Medina, la joven afroboliviana de 23 años que murió dos semanas después que su marido le rociara gasolina y le prendiera fuego, el 2016 Santa Cruz enterró a 21 mujeres víctimas de feminicidio. El último reporte de prensa, asegura que en lo que va de este año ya son 24 víctimas. La presidenta del Concejo Municipal no se dio por enterada que en su municipio se sigue matando a las mujeres. Y la Casa de Acogida ‘Ana Medina’ está bajo llave.
Casa de Acogida Ana Medina / Video: ANF
En la avenida Hernando Sanabria, Tercer Anillo de esa ciudad de más de un millón 600 mil habitantes, no hay tiempo para la demagogia. Un equipo de 11 mujeres brinda atención integral a sus pares en situación de violencia. Desde hace más de dos décadas la Casa de la Mujer habilitó un refugio transitorio para quienes “huyen de los golpes y temen por sus vidas”. Es literalmente un refugio, un espacio pequeño, abierto las 24 horas del día y los 365 días del año, con ocho catres con colchón doble, “para improvisar cuando su capacidad es sobrepasada. Una vez albergamos a 4 mujeres con sus 17 hijos”, recordó Paola García, una de las abogadas del equipo jurídico. “La violencia no da tregua, y cualquier signo de agresión debe ser considerado potencial riesgo de feminicidio”. El 2016 la FELCV registró 11.900 denuncias de mujeres que sufrieron diferentes formas de violencia en Santa Cruz.
La legislación por sí sola no garantiza que las instituciones públicas como los municipios, las fuerzas policiales, las fiscalías y los tribunales sean responsables de la seguridad y la justicia para las mujeres, es necesario que los recursos para su protección y los instrumentos para la investigación y enjuiciamiento de los delitos estén disponibles.

La legislación por sí sola no garantiza seguridad y justicia para las mujeres.

Foto: ANF
Ciudad de La Paz, 5:30 a.m, 21 de abril del 2017. Jorge Calisaya Nina, imputado por intento de feminicidio, está prófugo. Tres posibles escondites fueron detectados por efectivos de la FELCV en la Estación Policial Integral (EPI) de San Antonio, un macrodistrito con más de 120 mil habitantes. Karina Cuba, con lentes y pelo recogido, pantalones abrigados, botines sin taco y una chamarra con el distintivo oficial del Ministerio Público dirigió el operativo.
El padre de la víctima guarda silencio. La Ley 348 establece que quienes coadyuvan en la búsqueda de justicia deben abstenerse de realizar comentarios y apreciaciones personales que mellen la dignidad de la víctima, que pongan en duda la palabra de los familiares o que los desalienten a continuar con el proceso.
El operativo siguió su curso. Un sargento cuarentón, un oficial de civil, dos mujeres policías, una fiscal, un padre ansioso y una periodista que solo puede observar. El policía que conducía la patrulla policial advirtió al padre: "Usted de lejitos. Que no lo vean, pueden tomar represalias"La primera casa era una madriguera. Habitaciones irregularmente distribuidas, una por cada familia, seis en total. Diez adultos y ocho niños. Un baño común al frente de la puerta de ingreso. Mucha resistencia y una advertencia: “Se entenderán con nuestro abogado”. La segunda vivienda, totalmente vacía. Ahí fue la golpiza que 18 días antes por poco mata a Shirley Limachi, ahí fue donde su pareja le arrancó el cuero cabelludo, una habitación ahora cerrada con candado, en un terreno que se cuelga del cerro. La casa que la madrastra abrió de par en par fue la tercera vivienda sin rastros del sospechoso.
Don Agustín Limachi, el padre que demanda justicia, un artesano que fabrica soldaditos de plomo en miniatura para la feria de Alasitas, se encogió frustrado en el asiento trasero del auto policial. Contó que un año atrás fue la primera golpiza, pero la jueza Cynthia Delgadillo dejó libre al agresor, según sospecha, en colusión con “El Diablo”, un tristemente célebre abogado de golpeadores y feminicidas. Para entonces, la jueza ya estaba procesada a demanda de varios litigantes por graves faltas disciplinarias. Hoy sigue ejerciendo sus funcionesShirley huyó a Cochabamba, pero volvió a los seis meses. No pasaron muchos días y la violencia se interpuso nuevamente en su camino, esta vez con agravantes. Jorge Calisaya Nina sigue burlando a la policía. La detención de su madre no logró que se entregara. Shirley fue dada de alta. La primera semana de julio su familia denunció que está desaparecida. Muchas veces la acción de la policía es insuficiente, o tardía.
Anuncio de búsqueda de Shirley Milenka
Para la fiscal Cuba este fue un operativo de rutina que le recordó que en todas las etapas del proceso hay obstáculos, que muchos actuados se demoran, que “no todos los investigadores son diligentes, hay quienes se excusan incluso con conminatorias, los más probos y especializados son cambiados de destino, no siempre hay una adecuada valoración del riesgo ni se brinda el auxilio inmediato”.

Caravana de despedida a Andrea Aramayo

Foto: ANF
El sábado 8 de julio la Virgen de los Deseos, la casa del movimiento feminista Mujeres Creando, volvió a abrir sus puertas para una Venta de Garaje. Una vez más convocó al amplio tejido de solidaridad y compromiso que ha logrado consolidar en más de dos décadas de activismo, esta vez, "En busca de Justicia para Andrea". Lleno total para adquirir productos –nuevos, seminuevos o simplemente utilizables– pero sobre todo para ayudar a recaudar fondos para costear el largo proceso penal que la justicia ha instaurado contra William Kushner tras la muerte de Andrea Aramayo.
“Las dos grandes mentiras de la 348 son la gratuidad y la celeridad”, dijo Helen Alvarez, la madre de Andrea Amarayo que desde el 19 de agosto de 2015 no cesó en su búsqueda de justicia y “eso cuesta tiempo y dinero”. Desde gastos menores –llamadas, memoriales, fotocopias, transporte– hasta costos onerosos –abogados, peritos, pruebas periciales– a los que se suman “los descuentos por días no trabajados, porque nadie te paga mientras estás en audiencia, testificando o buscando a los testigos, esperando en los juzgados (…) claro, si tienes la suerte de no estar desempleada”.

Foto: ANF
En no pocos casos, a los costos procesales su suman las cuentas hospitalarias. Benito Peñaranda, ha pasado más de un mes en el hospital con un diagnóstico de pancreatitis aguda (dolor abdominal, náuseas, vómitos y fiebre), es trabajador por cuenta propia y cada día inactivo es un día sin ingresos, un día sin recursos para pagar el transporte del investigador, para imprimir fotografías, para las fotocopias que debe reproducir cada vez que cambian al fiscal o al investigador, para ir y venir de La Paz a El Alto, al menos dos o tres veces por semana "porque si uno no va, todo se detiene". Debe encarar dos procesos simultáneos, uno por feminicidio y otro por trata y tráfico, porque el día que mataron a su hija Evelyn, el 6 de octubre de 2015, se llevaron también a su nieta, la pequeña Keyla, y no pierde la esperanza de encontrarla viva. “Nada es gratis” dijo y se lamentó porque cada vez aporta menos para el sostenimiento de la familia y porque “la justicia no es para los pobres”.
"La justicia no es para los pobres"
Es imposible costear un juicio, salvo que haya una chequera millonaria, sin una red de ayuda solidaria que empieza en la familia, se extiende a los amigos, vecinos, conocidos. Porque adicionalmente, “existen también otros cobros irregulares, que pueden calificarse como corrupción, que condicionan la realización de determinados actos procesales” dijo Mónica Bayá, la abogada que revisó 400 expedientes, “es un secreto a voces” que permanece muy bien guardado porque “las víctimas tienen temor a las represalias y a que la denuncia de la extorsión perjudique su proceso”. La fiscal Karina Cuba también admitió que “la corrupción existe, pero no deja huella, si lo hiciera la mayoría de los servidores públicos ya no estarían en sus puestos”.

Audiencia conclusiva del juicio por el feminicio de Maria Isabel Pillco

Foto: ANF
Reynaldo Ramírez fue condenado a 30 años de cárcel por un feminicidio que no cometió. La noticia conocida el 2 de julio puso en el ojo de la tormenta a jueces, fiscales y policías. Se aceleraron los trámites para liberarlo y el Ministerio de Justicia le aseguró un puesto de trabajo para compensarlo. El 11 de julio, la historia de esta injusticia se filtró en la audiencia conclusiva del juicio por el feminicidio de María Isabel PillcoY el acusado fue declarado inocente. Los siguientes días, los operadores de justicia fueron puestos bajo sospecha. Y sobre llovido mojado, un frustrado atraco que dejó un saldo de cinco muertos, develó consorcios y contubernios entre jueces, fiscales, abogados y pistoleros.
El nombre de Iván Perales, uno de los jueces que dictó la sentencia absolutoria de David Viscarra, apareció en medio de esas oscuras componendas. No es la primera vez que se duda de la justicia, pero estas historias cruzadas de ilegalidad y colusión han acentuado la desconfianza en todo el sistema y en todos los procesos, pero particularmente en la forma como se juzgan los crímenes contra las mujeres.
Fiscal Karina Cuba. Foto: ANF
Hay muy pocos expedientes de feminicidio sin tacha y muchas voces aseguran que el sistema judicial no ha asumido los retos que le ha impuesto el nuevo ordenamiento jurídico para la lucha contra la violencia de género. En el juicio bajo acusación de feminicidio de María Isabel Pillco los jueces José Luis Quiroga e Iván Perales amenazaron con detener a la madre de la víctima por supuesta obstrucción del proceso porque sus abogados no se presentaron a una audiencia, instruyeron reprimir –"con gases lacrimógenos si es necesario"– a activistas que se sumaron al reclamo de justicia, declararon no habido al testigo clave y nunca decretaron la conminatoria para que se presente, impusieron un abogado de oficio a la acusación aunque éste les advirtió que desconocía el caso; revictimizaron a los padres de la víctima y permitieron la revictimización de la víctima, suspendieron sin previo aviso la última inspección técnica ocular y la convirtieron en audiencia conclusiva; consintieron la ausencia de los abogadosde la acusación en los alegatos finales.
Familiares y activistas exigen justicia para Fabiola Cáceres. Foto: ANF
En la fase de investigación por la muerte de Fabiola Cáceres, ocurrido el 31 de julio de 2016, la abogada de la acusación cuestionó la actuación de la fiscal Karina Cuba y del forense Edgar Gisbert, y obligó a la fiscalía a revocar el sobreseimiento y ratificar la acusación contra uno de los imputados. La jueza Cynthia Delgadillo fue imputada a denuncia de Juana Quispe Poma por favorecer con la libertad provisional pura y simple al feminicida de su hija Lourdes Tarquino asesinada el 2 de agosto de 2014. La justicia aún no actúa contra la madre del acusado por el feminicidio de Aracely Aguilera, la funcionaria de la Gobernación de Chuquisaca que involucró en vida a la difunta en un negocio de Bs239.568, su madre, Doña Teresa Caballero, denunció: "A mi hija la mató su concubino y su suegra la usó como palo blanco" y, a nueve meses de la tragedia, sigue reclamando que le entreguen a sus nietas pero la Defensoría de la Niñez no hace cumplir el Artículo 36 de la Ley 348 que confiere la custodia de los huérfanos a los parientes por línea materna.
En marzo de 2016 el expolicía Franklin Tola Mamani fue sentenciado por el feminicidio de Noelia Muriel Escobar en Cochabamba. Se defendió en libertad pues luego de su imputación sólo permaneció dos semanas en la cárcel, un juez lo favoreció con medidas sustitutivas. Fugó el día de la lectura de su sentencia. El 23 de marzo de 2016 la justicia instruyó a la Interpol su captura internacionalTodo hace ver que su excamaradas no tienen la intención de encontrarlo, en laweb de la Interpol no figura ni entre los prófugos ni entre los más buscados.
El sistema penal “es un juego de estrategias, no la búsqueda de la verdad y la justicia” afirmó Helen Alvarez que reportó 48 audiencias, de una hora a hora y media, una vez por semana, durante el primer año del juicio Kushner-Aramayo. Y añadió que en ese juego de estrategias “se dan cosas que ya son delincuenciales, como comprar testigos, alterar las pesquisas de los investigadores, activar las influencias y los contactos, ganar prestigio para cotizarse en el mercado de la injusticia, donde víctimas y acusados no somos más que clientes de un sistema corrompido”, por eso, desde hace un año, reclamó junto a Mujeres Creando la auditoria jurídica de todos los feminicidios. Y desde la Comunidad de Derechos Humanos, Mónica Bayá coincidió en que no hay justicia confiable con “irregularidades en las investigaciones, demora y lentitud en las pericias, inactividad en los expedientes, negligencia en la recolección de pruebas, extravío de información y desaliento de los testigos”.

Exposición CIDEM sobre violencia hacia las mujeres. Foto: ANF
Las mujeres asesinadas en Bolivia tenían distintas edades, eran mujeres adolescentes, jóvenes, y mayores; de todas las clases sociales y estratos socioeconómicos, aunque la mayoría eran pobres, algunas mujeres tenían buenos ingresos; algunas eran analfabetas, otras eran modelos, estudiantes, técnicas, universitarias, posgraduadas y con excelencia académica; eran cónyuges, ex esposas, concubinas, novias, ex novias; eran hijas, hijastras, madres, hermanas, nueras, primas, suegras, vecinas, empleadas, jefas, estudiantes, desempleadas, campesinas, obreras; a la mayoría las asesinaron en sus casas; todas fueron maltratadas, atemorizadas y vivieron con miedo y humilladas; a unas las mataron a golpes, a otras estranguladas, decapitadas, acuchilladas, baleadas; algunas fueron mutiladas, atadas, descuartizadas, quemadas; todas estaban desprotegidas y aterradastodas fueron agredidas y violentadas hasta la muerteLa mayoría de sus crímenes están impunes.
Exposición CIDEM sobre violencia hacia las mujeres. Foto: ANF
Con el feminicidio el cuerpo femenino se convierte en un número de expediente, un nombre sin historia, sin valía, sin derechos ni justicia, un subregistro en las estadísticas oficiales. "Los hechos de violencia son reservados" respondió por escrito la oficina de prensa de la Fiscalía General del Estado y se negó a proporcionar información desagregada por edad, hijos, estado civil, ocupación, procedencia, etcétera. Pero ya es un dato oficial que cada tres días el feminicidio cobra la vida de una mujer en Bolivia. Y es también oficial que los crímenes de odio contra las mujeres aumentan año tras año, de 2013 a junio de 2017la violencia machista mató a 350 mujeres (26, 77, 93, 104, 49) … Por eso tan cierto el reclamo de Elena Apilanez, la activista de Ni Una Menos Bolivia: ¡Paren esta barbarie patriarcal!
"¡Paren esta barbarie!"

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