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domingo, 26 de enero de 2020

Hombres blancos cabreados, un movimiento que suma adeptos a la velocidad de la ultraderecha


Entrevista a Michael Kimmel, ensayista y sociólogo


Son muchos los estudios demográficos que han hecho un traje al votante de Trump, que ya prepara su reelección para este año. El 91% de los seguidores del actual presidente son blancos. La mayoría de bajo nivel educativo, con gran presencia de hombres solteros y conservadores. Aunque un análisis del voto oculto demuestra que las mujeres blancas también jugaron un papel decisivo en su llegada hasta la Casa Blanca.
Y aún así su victoria pilló a muchos estadounidenses desprevenidos. Entre ellos, según confiesa, al sociólogo estadounidense, escritor, divulgador y experto en estudios de género Michael Kimmel. «Subestimé la profunda ira de muchos hombres blancos estadounidenses», afirma el también portavoz de la National Organization for Men Against Sexism.
«Cuando publiqué Hombres (blancos) cabreados en Estados Unidos, ¡el nombre de Trump ni aparecía!», explica Michael Kimmel en una entrevista concedida a eldiario.es. Un libro que acaba de llegar actualizado a España de la mano de Barlin Libros con traducción de Daniel Esteban Sanzol. «Han pasado los años y hemos sido testigos de un dramático crecimiento de «hombres blancos cabreados» tanto en Europa como en Estados Unidos. Necesitamos, urgentemente, entender cómo encaja la masculinidad en nuestro mundo actual».

Hacia dónde apunta la rabia

En la sorpresa de Kimmel se podrán reconocer también muchos españoles: desde las elecciones del pasado noviembre España dejó de ser una excepción en Europa y, por primera vez desde la reinstauración democrática, tuvo a la extrema derecha como tercera fuerza política del país. En abril de 2019 consiguieron 24 diputados. En octubre  los sondeos les daban 29 escaños … pero en las elecciones de noviembre sacaron 52. Pero, ¿tiene algo que ver el auge del partido de Abascal con la masculinidad?
En su ensayo Kimmel afirma que la victoria de Trump y el auge de la ultraderecha en Europa ratifican su tesis.
Según él existe un descontento -iracundo- y generalizado entre el varón blanco heterosexual fruto de una fusión de dos sentimientos: la superioridad y el victimismo.
«Por supuesto existen diferencias fundamentales, pero necesitamos explorar cómo se vincula el género con estos movimientos políticos», reflexiona el sociólogo estadounidense. «Si hablamos del apogeo de Vox en España, o la extrema derecha en Francia y Alemania, las emociones, los sentimientos son sorprendentemente parecidos: algo se ha perdido y los «hombres blancos cabreados» se sienten castrados por el llamado Nanny state [Término anglosajón referido a «un gobierno que legisla en demasía sobre cómo deberían vivir sus vidas las personas», según el Diccionario de Cambridge ]».

Brad Pitt en El club de la lucha, otra de las películas que según Kimmel captan el zeitgeist del hombre blanco cabreado


Entender la rabia para combatirla

El perfil al que Kimmel describe como «hombre blanco cabreado», ha cristalizado en Estados Unidos en movimientos reaccionarios de diversa índole: los Minutemen, grupos supremacistas, el Tea Party o los Activistas proderechos del hombre estarían entre los movimientos que se han visto beneficiados por este estado de indignación.
«Muchos activistas por los derechos humanos ven el mundo al revés: creen que EL HOMBRE es la nueva víctima de discriminación», cuenta el escritor a eldiario.es. «Es como si todo lo que ha conseguido la mujer en términos de igualdad hubiese sido a expensas del hombre. Lo ven como un juego de suma cero, en el que si las mujeres ‘ganan’, los hombres ‘pierden'».
«En el libro hablo de hombres que asesinan a mujeres porque creen que la mujer es la causa de su carencias, especialmente de afecto y sexo», cuenta. Por ejemplo, «la idea del ‘incel’ [abreviatura de la expresión ‘involuntary celibate’] se resume en que la infelicidad de él es culpa de ella. Es un buen ejemplo de lo que llamo ‘derecho agraviado’, los ‘incels’ creen que no tienen lo que sienten que se merecen».
¿Qué es el «derecho agraviado», entonces? Lo que siente quien «cree que el mundo en el que vive no lo recompensa de la forma en que recompensó a su padre y abuelo, con la simple idea de que si trabajaba duro podría mantener una familia y una casa propia. Estos hombres se sienten atrapados y anhelan liberarse».
 Michael Kimmel. FOTO: BARLIN LIBROS

Para Michael Kimmel, «debemos comprender cómo se sienten estos hombres, se sienten heridos, dolidos, como si les hubiesen arrebatado algo esencial», explica. «¡Pero el trato que reciben no es culpa de una mayor igualdad, sino de una mayor DESIGUALDAD!».
«A medida que unos pocos se han enriquecido mucho, han tratado de convencer a los ‘hombres blancos cabreados’ de que la causa de su infelicidad son los inmigrantes, las mujeres o las personas LGBT», cuenta el escritor. «Pero en serio, ¿son los inmigrantes la causa del cambio climático? ¿Alguien LGBTI externalizó sus trabajos? ¿Las mujeres feministas hicieron recortes en su empresa? ¡Por supuesto no! Los ‘hombres blancos cabreados’ tienen razones para estar cabreados, pero les iría mucho mejor si tejiesen alianzas con quienes han sufrido en sus propias carnes la desigualdad».
«El mundo que vio medrar al hombre blanco entre promesas de que encontraría su lugar en la escala económica por su cara bonita está a punto de pasar a la historia», explica el sociólogo. «El ideal del sueño americano es el ideal de la meritocracia. Pero dicho ideal omite que, durante generaciones, la partida ha estado amañada. Así, cualquier acercamiento a la igualdad les parece una derrota».

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miércoles, 13 de marzo de 2019

El viejo verde

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En Bolivia tenemos muchos viejos verdes en política: Percy Fernández, el alcalde de Santa Cruz, es el más ridículo de todos; pero podríamos sumarle el caso del propio Evo Morales, que busca rodearse de jovencitas. La pasada semana se sumó Jerjes Justiniano como adulador de las facultades admirables de un viejo verde de actuar por encima de la voluntad de las mujeres, forzando manoseos  y besos; pero los tenemos también en las familias, en los colegios, en las universidades, en los trabajos. A escala mundial, Trump o Berlusconi formarían parte de esta lista de lo que no es una característica individual, sino un arquetipo de la masculinidad que merece un retrato especial.

El viejo verde es un hombre traumado por la pérdida de su “virilidad”. Es probable que esté perdiendo o haya perdido ya definitivamente la capacidad de conseguir una erección y responde a esa pérdida presentándose públicamente como el que tiene acceso a las mujeres jóvenes; por eso el viejo verde actúa compulsiva y públicamente porque necesita demostrar que “puede”. 
La virilidad, entendida como la “potencia sexual” de penetrar a todas las mujeres, ha sido para el viejo verde una constante en su vida que en su tercera edad se convierte en una angustia de impotencia. No es que un viejo o una vieja no tiene sexo, pero ese sexo de viejos y viejas es el tesoro que sólo lo consiguen quienes saben envejecer. 
El viejo verde es un hombre que tiene un profundo resentimiento contra las mujeres porque al mismo tiempo que necesita demostrar que tiene acceso a todas, sin importar si se trata de una alumna, de una trabajadora, o de una mujer que simplemente paso por ahí, o inclusive de una familiar suya, nieta, sobrina, etcétera, sabe que ninguna de ellas es accesible realmente; entonces, actúa con resentimiento y violencia negando ese hecho. 
Es un hombre atravesado obsesivamente por una profunda frustración sexual. 
El viejo verde desprecia el cuerpo de una mujer vieja, las arrugas, las gorduras, las estrías y las marcas de la vida, y busca jovencitas para negar justamente el paso de los años por su propio cuerpo, por eso es que el viejo verde nunca mostrará interés erótico por una mujer de su misma edad, porque ese es el cuerpo que más desprecia, el que le refleja su propia corporalidad.

Lo podrás encontrar con los amigos, burlándose de las mujeres mayores  o dedicándose públicamente a calificar el cuerpo de las mujeres que tiene alrededor, rodeándose obsesivamente de mujeres jóvenes que encajen en los cánones de belleza. Goni pagó una aventura con una modelo por compensar su decrepitud. 
El viejo verde adora que haya azafatas jóvenes vestidas con traje sexista en sus actos, porque humillar a las mujeres constantemente y simular la posesión sobre ellas es una obsesión de vida y una demostración de poder. 
El viejo verde es el destino de todo machista que ha ido desde su juventud deshumanizando la relación consigo mismo y con su cuerpo; por eso es que los hombres aceptan, adulan, respetan y tienen una actitud permisiva con el viejo verde porque en el fondo en eso se convertirán. 
El viejo verde no se disculpa, tal cual lo ha hecho Jerjes; lo que hace es justificarse porque siente que con la edad ha ganado el derecho al cinismo, la impunidad y el aplauso social de su decadencia. 
El viejo verde morirá de una sobredósis de viagra, tirado en la cama desnudo, defecando sobre sí mismo y atentando contra su propia dignidad; morirá llorando por su virilidad perdida, morirá en una cama debajo de la cual hay decenas de revistas de pornografía que compró de ocultas los últimos 20 años, y que en lugar de ojear se dedicó a lamer. 

Las sociedades patriarcales le regalarán al viejo verde títulos de hombre ilustre, de preclaro hombre de la patria y tendrá medallas y diplomas para empapelar paredes enteras, pero su decadencia, su no saber envejecer, su relación con las mujeres, marcada por la violencia, la ira y la compulsión sexual, serán su verdadero título. 
En su tumba escupirán de asco las trabajadoras del hogar que pasaron por su casa, sufriendo intimidaciones; las trabajadoras de la oficina y las estudiantes. Ganará elecciones o habrá acuñado grandes fortunas, pero no habrá conseguido el sencillo humano y maravilloso acto que es el de saber envejecer. 

María Galindo es miembro de Mujeres Creando. 

FUENTE ORIGINAL: https://www.paginasiete.bo/opinion/maria-galindo/2019/3/13/el-viejo-verde-211745.html


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sábado, 10 de noviembre de 2018

Normalización & Machismo: “Machismamente”




Miguel Lorente Acosta
https://miguelorenteautopsia.wordpress.com

Sobre naturalizar la cultura machista en la sociedad

 Si actuar desde la maldad es hacerlo malvadamente, desde la inconsciencia es hacerlo inconscientemente… actuar desde las referencias del machismo es comportarse “machismamente”.

La clave para erradicar el machismo de nuestra sociedad pasa por entender que no se trata de una serie de hombres con una mente machista “atávica y primigenia”, como apunta el juez en la sentencia que condena a Juana Rivas, una mente que los puede llevar desde discriminar y abusar hasta a maltratar y asesinar. La clave está en tomar conciencia de que se trata de hombres que de manera consciente e interesada deciden actuar imponiendo a las mujeres su visión de la realidad, y desde ella su criterio a la hora de desempeñar las diferentes funciones y roles, y de ocupar los tiempos y espacios que previamente les otorgan. Y para conseguirlo se dotan de diferentes instrumentos, unos que actúan “por las buenas” (control social, reconocimiento, reputación, integración, aceptación…), y otros “por las malas” (violencia, discriminación, crítica, rechazo, exclusión…)

Los machistas son conscientes de que toda esa construcción es injusta y está mal, por eso se han dado una cultura que la normaliza bajo diferentes justificaciones y argumentos.
Y cada uno de esos hombres necesitan de todos los demás, pues un hombre solo en defensa de esos argumentos y de esa construcción, por muy macho que sea sería sólo un “hombre solo”; y los hombres están acostumbrados a estar “solos ante el peligro”, como Gary Cooper, pero no a estarlo frente a la verdad de una desigualdad histórica y toda su injusticia secular. Por eso necesitan al grupo, y el grupo a la cultura que los define, ese patriarcado funcional y práctico que es el machismo. A partir de ahí todo es más sencillo y sólo tienen que actuar “machismamente”.

Esa situación hace que sus argumentos suenen creíbles a pesar de quedar huecos de significado, como por ejemplo sucede cuando dicen que la “Ley Integral contra la Violencia de Género” va “contra los hombres”, y que los hombres son condenados por el hecho de ser hombres. Y es cierto que la aplicación de esa ley condena a hombres, pero no por el hecho de serlo, sino por ser maltratadores, “detalle” que obvian en su argumentación de manera interesada. Sería como decir que el Código Penal va “contra las personas” porque cualquier persona puede ser condenada. A nadie se le ocurriría ver en el Código Penal una amenaza, sino un instrumento para la convivencia, porque todo el mundo sabe que dicho código se aplica sobre las personas que delinquen, no sobre las personas por el hecho de vivir en sociedad.

Entre sus argumentos estelares nunca falta igualar las diferentes violencias interpersonales sobre su resultado, para así esconder el machismo y la construcción cultural que lleva a la violencia de género desde la normalidad. De ese modo ocultan que se trata de uno de los instrumentos necesarios para mantener la desigualdad (y, por tanto, los privilegios de los hombres), esconden también su dimensión (600.000 mujeres maltratadas al año y 840.000 menores viviendo en los hogares donde sufren esa violencia –Macroencuesta 2011-), y diluyen su gravedad más extrema, las 60 mujeres asesinadas y los 4 niños y niñas asesinadas de media cada año. Y todo ello como parte de una “normalidad” que hace que sólo el 1’9% de la población considere esta realidad entre los problemas graves de la sociedad (CIS, septiembre 2018).
Al machismo no le interesa que se ponga al descubierto toda esa estructura social de la desigualdad que tantos beneficios les reporta, desde los económicos hasta la impunidad (sólo de condena a un 5% de todos los maltratadores). Por eso intentan por todos los medios que no se hable de violencia de género, pues hacerlo significa dejar al descubierto los elementos y las claves de esa construcción de poder.

Nunca han pedido, y siguen sin hacerlo, que se adopten medidas legislativas para proteger a las víctimas de la “violencia de las mujeres” ni de la violencia doméstica, sólo piden que se supriman las medidas dirigidas a abordar los elementos específicos de la violencia que sufren las mujeres desde la normalidad social y cultural. Nunca han hablado ni se han preocupado de esas violencias hasta que no se ha hablado de violencia de género, y si se suprimiera la “Ley Integral contra la Violencia de Género” con todo el sistema de protección que se ha desarrollado a partir de ella para todas las violencias, y quedaran las víctimas desprotegidas, tampoco dirían nada, como no lo decían antes de 2004.

El machismo busca esconder la violencia que los machistas producen entre el resto de las violencias, por eso les interesa tanto equipar el resultado para esconder su significado. ¿Se imaginan que alguien criticara las actuaciones de la Dirección General de Tráfico bajo el argumento de que sólo tienen en cuenta los accidentes de tráfico, pero no los accidentes laborales cuando cada año también producen miles de víctimas?. ¿Se imaginan que dijeran que “por qué va a valer menos una víctima de un accidente de trabajo que una víctima de un accidente de tráfico”, o que afirmaran que las asociaciones de víctimas de tráfico lo que buscan es enriquecerse con las subvenciones, y que cuanto más accidentes y víctimas mejor para ellas porque reciben más dinero?… Sería absurdo e inaceptable, ¿verdad?… Pues son los argumentos que utilizan a diario contra la violencia de género.

Las personas que tienen una “mente machista” y aquellas otras que actúan “machismamente” intentan que la realidad siga dominada por la injusticia y la desigualdad, pero eso ya es parte del pasado. La sociedad, gracias a la Igualdad, mira libremente al futuro sin el yugo del machismo.





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jueves, 18 de octubre de 2018

Neomachismo & Elecciones Brasil: ¿Por qué Bolsonaro crece entre las mujeres?



Vanessa Dourado
https://quevivalamatria.com

Atribuir a la polarización electoral el ascenso del candidato con rasgos fascistas es reduccionista. La estructura político-social brasilera es profundamente patriarcal y conservadora. La banca evangelista en el parlamento brasilero ocupa 87 cargos, entre diputados y senadores. Estos parlamentares actúan contra la discriminalización del aborto, el matrimonio igualitario, de las leyes contra la homofobia, apoyan la baja de la edad de imputabilidad penal y combaten la implantación de debates acerca del concepto de género defendiendo el rol sumiso, servil y procreador de las mujeres cis.

 

El movimiento latinoamericano feminista y de mujeres del siglo XXI es el actor político más dinámico de este espacio-tiempo y está activamente presente en la lucha por los derechos humanos, sociales, territoriales y culturales. Conserva la histórica reivindicación por la emancipación de las mujeres en el sistema heteropatriarcal y por la reivindicación del cuerpo y la sexualidad. El movimiento que sale de las asambleas populares, barriales y que involucra a este sujeto real, este cuerpo-territorio que impone su existencia con fuerza y extraordinaria potencia, cambia el paradigma estratégico de la lucha e imprime en su interior un elemento central: la garantía de la vida.

Garantizar la vida en condiciones de alta precariedad, represión e invisibilidad es lo que entienden estos cuerpos considerados descartables, violables y torturables –los “cuerpos-abyecto” – por el sistema y sus diversas formas de reproducción.  Cuerpos para los cuales los derechos humanos no llegan porque ni siquiera existen como tales. En este sentido, al popularizarse, el movimiento feminista y de mujeres adquiere el rasgo subversivo y de radicalidad ampliada, no solamente simbólico e identitario.

En Brasil la mayoría de las personas son negras y tienen un racismo estructural importante. Esa población también es la más pobre, la que no tiene acceso a los servicios esenciales que garantizan la dignidad. Los territorios negros e indígenas son atacados por las fuerzas represivas del Estado, los cuerpos negros e indígenas de las mujeres son violados, marcados por la tortura, una herencia histórica de la época de la esclavitud y del Brasil Colonia, y sus vidas son lucha permanente por la propia existencia.  En este sentido, para una parte de la población Brasilera, lo que es dicho “fascismo” en su forma discursiva, ya es una realidad concreta en sus vidas y en sus territorios. Cuando las luchas anti-fascistas se juntan, lo que vemos es un movimiento fuerte de resistencia que mucho más tiene que ver con una lucha por la liberación a que una por la democracia, ya que lo que es comprendido como democracia nunca realmente incluyó a este sector no-burgués. 
La rebeldía se choca entonces con las fuerzas que disputan la manutención del orden, de la tradición, de la moral. Son los sectores conservadores que buscan mantener sus privilegios, pero también está presente un fuerte elemento religioso que se manifiesta en todas las clases sociales, y no solamente en la clase media, blanca y escolarizada. Esos dos puntos son fundamentales para comprender porque hay un ascenso del candidato Jair Bolsonaro entre las mujeres después de la protesta #EleNão, organizada y protagonizada por el movimiento de mujeres y feminista en el último 29 de septiembre.
La disputa se da no solo por el candidato en cuestión. Cuando el movimiento de mujeres y feminista sale a las calles, pone en riesgo los valores tradicionales, visibiliza las favelas, cuestiona el lugar de poder, propone un cambio en la sociedad desde una perspectiva que está afuera del sistema (re)conocido. Así, las mujeres que sostienen el conservadurismo se sienten interpeladas y buscan dar una respuesta a través de lo que identifican como representación de sus convicciones, en este caso el candidato Jair Bolsonaro.
Es posible observar cómo esta estructura se sostiene y se reproduce también en Argentina. Durante la votación de la Ley Voluntaria de Interrupción del Embarazo, muchos diputados y senadores expusieron su opinión sobre el rol de las mujeres en la sociedad. Muchas de las intervenciones contra la legalización y con características misóginas también fueron de legisladoras mujeres. Por esto es importante remarcar que no basta ser mujer o reconocerse como tal. Para avanzar en la lucha es necesario ser antipatriarcal, antirracista y anticapitalista.
Mientras crece la representación de las camadas conservadoras en los espacios de poder político-institucional, también crece el número de feministas y de mujeres, trans, travestis, lesbianas y bisexuales ocupando las calles, las redes y las universidades. Esta nueva ola que toma toda Latinoamérica viene para romper estructuras y, sobre todo, viene sin miedo de decir su nombre.




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Trump & Machismo Supremo: “Trumpetas” y apocalipsis



Miguel Lorente Acosta
https://miguelorenteautopsia.wordpress.com/

Sobre la política machista y supremacista del presidente de EEUU Donald Trump.

Donald Trump ha puesto de manifiesto la verdadera amenaza que se cierne sobre el planeta, una amenaza que no tiene nada que ver con un posible “ataque repentino de la URSS”, tampoco con atentados  terroristas por todo lo ancho y largo del globo, ni con el arsenal nuclear oculto de Irán o Corea del Norte, y menos aún con una invasión alienígena que arrasara nuestro planeta azul…
La verdadera amenaza para Donald Trump son las mujeres, y quienes están en peligro de extinción son los hombres… Eso es lo que se deduce de sus palabras cuando afirma que ser “hombre joven” es de lo más peligroso, hasta el punto de decir que los hombres viven un momento “difícil” y “aterrador”. Y todo porque las mujeres los pueden “denunciar falsamente”, y porque esa denuncia conllevaría de forma directa ser considerados culpables debido a la “pérdida de la presunción de inocencia”que viven los hombres.
Las mujeres para Trump no están en peligro. Que sean asesinadas por hombres dentro de las relaciones de pareja no conlleva riesgo, que lo sean fuera del hogar a la hora de relacionarse en sociedad tampoco supone amenaza alguna. Que sean violadas, mutiladas, forzadas a casarse siendo niñas tampoco es un problema para la convivencia. Que su voz no sea oída y que sus palabras no sean creídas, que se piense de ellas que son malas y que se diga que son perversas,  no es parte de ninguna presunción para Trump, sólo realidad. Por eso bajo esta forma de considerar a las mujeres ni siquiera pueden denunciar, hacerlo ya es un ataque hacia los hombres, como se deduce de sus declaraciones.
Así se ha manifestado el Presidente de los EE.UU. tras las acusaciones de “conducta sexual inapropiada” realizadas por varias mujeres sobre el candidato a la Corte Suprema Brett Kavanaugh .
Como se puede ver, el machismo no tiene mucha imaginación ni variedad en sus argumentos, pero no se puede negar que es repetitivo e insistente hasta la saciedad, y que sus planteamientos son globales. Da igual que se esté en EE.UU. o en Brasil, en México o en España, el mensaje que lanzan frente a la Igualdad y al posicionamiento crítico de las mujeres contra su normalidad machista siempre es el mismo: “denuncias falsas”, “mujeres malas y perversas”, “pérdida de la presunción de inocencia de los hombres”, “suicidio de los hombres”, “mujeres violentas”…
Y también da igual que sus argumentos no se sostengan, no sólo por la negación que hacen de la violencia de género a pesar de su presencia objetiva, sino porque lo que afirman no se corresponde con la realidad. Por eso cuando hablan de que los hombres “no tienen presunción de inocencia”, y lo utilizan al hablar del candidato propuesto a la Corte Suprema de EE.UU. y de la violencia de género, luego quedan en evidencia y al descubierto.  La realidad es clara: el nombramiento del juez Kavanaugh no se ha visto afectado por las denuncias realizadas y ha sido nombrado sin problemas, y lo mismo ocurre con la mayoría de los hombres denunciados por violencia de género, que tampoco son condenados; concretamente en el 75-80% de los casos prevalece la “presunción de inocencia” que según el machismo no existe.
La reacción del machismo demuestra que sus partidarios no soportan que la sociedad esté cambiando gracias a las acciones de las mujeres y, mucho menos, que las mujeres les estén plantando cara a través de la superación de todos los límites artificiales que de manera interesada habían situado en diferentes espacios de la sociedad, para poder construir su idea de la “incapacidad de las mujeres”.
Su problema es que nadie cree ni acepta esos planteamientos, salvo ellos. Y el problema de la sociedad es que esa cohesión interna y la escenificación que hacen de lo que presentan como un ataque de las mujeres y las políticas de Igualdad contra los hombres, genera más odio y violencia contra ellas, algo que no podemos permitir.
Las palabras de Donald Trump, como la de todos los machistas, llegan con el sonido del Apocalipsis, circunstancia que refleja muy bien esa identificación que hacen del mundo con su mundo y del machismo con la vida. Para ellos no hay vida más allá del machismo ni lugar para hacerlo fuera de su modelo de sociedad, por eso para los machistas la Igualdad es la “trompeta del Apocalipsis”.






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miércoles, 19 de septiembre de 2018

Clase obrera se escribe en femenino y plural

Clase social & Feminismo

Josefina L. Martínez
https://ctxt.es/es/

La mujer es una fuerza laboral de primer orden en el mundo y el movimiento internacional de mujeres introduce el mensaje de que es posible rebelarse contra las condiciones de opresión y explotación laboral.

 Nunca en la historia del capitalismo la clase trabajadora ha estado tan feminizada como ahora. Si a las cifras de la fuerza laboral global se suma el trabajo sumergido y el trabajo de cuidados en los hogares, se puede afirmar que la mayoría de las personas que trabajan son mujeres.
“Si nosotras paramos, se para el mundo”: la huelga global del pasado 8M expresó esta profunda transformación, así como la potencialidad de un movimiento de mujeres que actúa como catalizador de las luchas contra la violencia patriarcal, la precariedad capitalista, la opresión racial y sexual.
Las mujeres trabajadoras son hoy nada menos que el 40% de la fuerza laboral del planeta, según estimaciones de la Organización Mundial del Trabajo. Esta cifra contiene importantes desigualdades por regiones: mientras en la zona euro y en Norteamérica está en torno al 46%, en Latinoamérica y el caribe y en regiones como China por encima del 41%, cae al 20% en regiones como Medio Oriente y norte de África, y vuelve a rozar el 50% en países de África subsahariana. Los datos consideran tan solo a personas que trabajan a cambio de una remuneración o que buscan activamente trabajo. Pero no incluyen la gran masa de trabajo “invisible” realizado por mujeres en los hogares: el cuidado de niños, enfermos y personas dependientes, la preparación de alimentos, lavado y arreglo de ropa, limpieza, etc.
Tomado de conjunto, el siglo XX muestra una línea ascendente de la participación femenina en el mercado laboral, pero ésta pega un salto notable desde 1970, llevando la curva a sus niveles más altos. En Estados Unidos, las mujeres eran 22.8% de la fuerza laboral en 1910, casi el doble en 1960, y un 56.8% en 2016. En España fue más lento, la fuerza de trabajo femenina se mantuvo por debajo del 15% desde 1910 hasta 1970 cuando comenzó un ciclo creciente hasta alcanzar más del 46% en 2017.
El auge neoliberal implicó la expansión del trabajo industrial y de servicios en nuevas regiones del planeta hasta entonces predominantemente rurales. También implicó la multiplicación de formas de subcontratación, trabajo parcial, externalizaciones y trabajo precario, ocupado en gran parte por mujeres. En los países más pobres, la feminización del trabajo es especialmente alta, siendo mayoritario entre las mujeres el trabajo informal –86% en la India y por encima del 70% en países como Bolivia, Perú, Pakistán o Indonesia–.
Las tareas que realizan las mujeres en millones de hogares son invisibles para las estadísticas laborales, pero, como explican las feministas desde la Teoría de la Reproducción Social, el capital necesita la reproducción de la fuerza de trabajo: para que los trabajadores puedan volver cada día a la fábrica o la oficina, tienen que comer, vestirse y descansar. Los recortes y privatizaciones neoliberales en la educación pública, los servicios sociales y la sanidad, recargan aún más la doble jornada laboral femenina. El tiempo dedicado por las mujeres a los cuidados es mucho mayor que el que ocupan los hombres en esas tareas. Mientras en Francia les consume el doble de tiempo a ellas que a los hombres, en países como España o Argentina las mujeres trabajan tres veces más que ellos en las actividades domésticas no remuneradas. En países como la India la proporción es de 10 a 1.
Cuando una mujer avanza
En los últimos años, colectivos de mujeres han tomado protagonismo al frente de luchas laborales. “Si se puede, si se puede, si una mujer avanza, ningún hombre retrocede”: es el canto de las trabajadoras de Coca Cola. Las “Espartanas” son un símbolo de las luchas obreras en España. Son trabajadoras, madres, hijas y esposas de trabajadores que enfrentan a la multinacional.
“Mujer es femenino, y número plural: estamos hasta el coño de violencia laboral”: así lo expresaban las camareras de piso agrupadas en Las Kellys durante una concentración del 8M. También se han hecho escuchar las trabajadoras del centro logístico de HM en Madrid con una huelga indefinida, las empleadas de residencias de Bizkaia, las teleoperadoras del servicio 016 contra la violencia de género, los colectivos de trabajo doméstico o las temporeras de la fresa en Huelva. Un fenómeno que se replica a nivel internacional con la gran huelga de las maestras de West Virgina y las trabajadoras de hoteles Hilton de Stamford en Estados Unidos, las inmigrantes limpiadoras de estaciones de trenes en París, o las enfermeras en huelga en los hospitales de la India.
La dinámica del movimiento feminista internacional parece estar estimulando a las mujeres trabajadoras, precarias y mal pagadas, renovando su confianza para convertirse en avanzada de las luchas laborales. Se contagia entre las mujeres la idea de que es posible rebelarse contra las condiciones de opresión y explotación laboral. Percibir esta dinámica es necesario para evitar un doble error. Por un lado, considerar a la clase obrera como un sujeto abstracto, sin género -lo que convierte al masculino en “universal” mientras se invisibilizan las reivindicaciones de las mujeres-. Pero también el simétrico opuesto: construir un sujeto femenino indefinido, sin clase, dejando de lado el hecho de que la mayoría de las mujeres son trabajadoras, precarias, inmigrantes y pobres. 


Fuentes:
International Labour Organization, ILOSTAT database. Noviembre 2017.
Working women: Key facts and trends in female labor force participation, Our World in Data, 2017.



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domingo, 19 de agosto de 2018

20 años de chistes contra Monica Lewinsky: ¿por qué nunca nos reímos de él?


“Los chistes acaban confeccionando nuestra identidad y nuestra visión del mundo, del mismo modo que lo hacen las ideas políticas o cualquier otro tipo de convicción”
Por: Eduardo Espluga
El 17 de agosto de 1998, Bill Clinton comparecía en televisión para admitir su relación con Monica Lewinsky.
“En efecto, tuve una relación con la señorita Lewinsky que no era apropiada. En realidad, fue un error. Constituyó un muy grave error de juicio y una falta personal por mi parte, de la cual soy total y únicamente responsable”.
El “affaire” se había destapado en enero, pero durante meses el entonces Presidente de los Estados Unidos había tratado inútilmente de ocultar el escándalo. En agosto, cuando decidió pedir perdón en público, su relación con “la becaria” ya se había convertido en algo así como un clima cultural. Además, para gran parte de los ciudadanos estadounidenses, Monica Lewinsky había mutado en un demonio seductor e hipersexualidado, que habría coaccionado a Bill Clinton con sus encantos. Incuso referentes feministas como Betty Friedan cargaron contra ella.
Lewinsky pasó a ser la “puta” y “la gorda”, porque no solamente se la juzgaba por su relación, sino también por su físico: parte de la ira con la que la sociedad americana arremetió contra ella tenía que ver con lo inapropiada que resultaba Lewinsky como amante. Donahue cuenta que su propio padre estalló en lamentos en el comedor de casa: “¿ella? ¿Por qué ella? Es el Presidente de los Estados Unidos, podría haber elegido a quien quisiera. ¡Pero ella!”

La industria del espectáculo ha cargado sistemáticamente contra los más vulnerables, sin mostrar ningún tipo de empatía por el daño que estaban haciendo.

Sin embargo, los ataques no se limitaron a la intimidad de las casas. En televisión, las bromas contra Lewinsky se convirtieron en un género propio. “¿Sabéis quien estuvo en la fiesta de Vanity Fair?”, preguntaba Jay Leno en The Tonight Show, “Monica Lewinsky. Estaba sentada justo a mi lado. Yo estaba en la mesa 14 y ella bajo la mesa 12”. El nombre de Lewinsky se convirtió en sinónimo de felación. Los humoristas repetían una y otra vez las mismas bromas infantiles, y con el paso de los años la fijación seguía intacta. “hoy Monica Lewinky cumple 28”, empezaba David Letterman en su show, “parece que fue ayer cuando estaba arrastrándose por el suelo del Despacho Oval”.
Estos chistes han seguido repitiéndose durante 20 años, dentro y fuera de Estados Unidos. Mientras Monica Lewinsky llegaba a pensar incluso en suicidarse,  los humoristas de todo el mundo continuaban humillándola alegremente. Es por ello que su caso ejemplifica brutalmente lo que Hannah Gadsby denuncia en ‘Nanette’: cómo la industria del espectáculo ha cargado sistemáticamente contra los más vulnerables, sin mostrar ningún tipo de empatía por el daño que estaban haciendo.
“¿Sabéis quién solía ser un blanco fácil? Monica Lewinsky.” Quizá, si los cómicos hubieran hecho bien su trabajo, y se hubieran  burlado del hombre que abusó de su poder, a lo mejor hoy tendríamos a una mujer de mediana edad con suficiente experiencia en la Casa Blanca, en lugar de un hombre que ha admitido sin problemas agredir sexualmente a mujeres jóvenes vulnerables porque podía.”
No hay nada de “políticamente incorrecto” en hacer humor con Monica Lewinsky. Más bien al contrario: los últimos 20 años demuestran que atacarla ha sido la norma. Lo verdaderamente transgresor, como señala Gadsby, habría sido bromear contra el Presidente, y no precisamente para celebrar su promiscuidad —como pasaba con la gran mayoría de los 1.451 chistes sobre Bill Clinton que, según un estudio,  se habían hecho en menos de un año—.
La dirección en la que se ejerce el humor es siempre muy importante (los de arriba contra los de abajo, los poderosos contra los vulnerables), pero la reflexión de Gadsby va más allá y nos obliga a preguntarnos cómo las bromas acaban confeccionando nuestra identidad y nuestra visión del mundo, del mismo modo que lo hacen las ideas políticas o cualquier otro tipo de convicción.
Por supuesto, en veinte años han cambiado muchas cosas. David Letterman (y tantos otros comediantes) se han disculpado públicamente con Lewinsky. El caso ha sido interpretado retrospectivamente a la luz del #Metoo, a pesar de que ella defendió que el sexo fue consentido: la diferencia de posición (y las consecuencias del acto) fueron tan enormes que tiene sentido hablar de abuso de poder. Además, la propia Monica Lewinsky se ha convertido en una importante figura pública en la lucha contra el acoso y el bullying.
Sin embargo, muchas otras cosas no han cambiado. Bajo el argumento de la libertad de expresión se utiliza la comedia como una herramienta para agredir y humillar a determinadas personas y, todavía hoy, veinte años después, en el imaginario colectivo Lewinsky sigue siendo —siempre entre risillas— la becaria que se acostó con Bill Clinton.

Por Eduardo Espluga

sábado, 4 de agosto de 2018

El posmachismo y la igualdad ‘punto cero’ (parte III)

Machismo & Posmodernidad

Miguel Lorente Acosta
https://miguelorenteautopsia.wordpress.com

3º artículo de una serie de 3 partes donde recogemos la tesis de profesor Miguel Lorente sobre las estrategias del machismo en esta época de la posmodernidad, lo que denomina posmachismo.


Ya han visto a lo largo de estos días que lo del posmachismo va en serio y que no se cortan, algo muy propio de quien actúa en defensa una posición estructural y consolidada, no de ideas y propuestas. Estas hay que defenderlas con argumentos, mientras que para defender el orden establecido basta con rechazar todo aquello que lo cuestiona.
Y han podido ver cómo los elementos que recogía en el primer post sobre él no fallan, sobre todo el de la manipulación de la realidad para generar esa confusión que lleva a la distancia, a la pasividad y a que todo siga tal y como está ahora: con desigualdad y violencia de género. Lo hemos visto en el post El posmachismo y su burda manipulación. Este tipo de actuaciones utilizan la neutralidad y el cientificismo, pero tampoco han faltado el resto de elementos: el interés común para que la ley considere a hombres y mujeres, la crítica hacia las personas que defendemos la igualdad y la lucha contra la violencia de género, críticas especialmente intensas hacia mi (debo ser terrible para ellos), la idea de adoctrinamiento que hay detrás de los planteamientos de igualdad (todo lo relacionado con la alienación y el pensamiento impuesto les encanta), y, como no, el beneficio económico que hay detrás de todas estas propuestas. Nada de mejorar la convivencia ni de corregir injusticias y discriminaciones, aquí lo que mueve a las personas al hablar de Igualdad, en España y en la Unión Europea, son los euros disputados.
El posmachismo ha aprendido que la mejor forma de evitar el debate y la reflexión no es la negación ni el ocultamiento, eso ha funcionado cuando las posiciones androcéntricas no eran tan cuestionadas y cuando la presencia de la igualdad era menor, pero ya no es eficaz. Ahora resulta mucho más práctico desviar la atención, y para ello el mejor modo de hacerlo no es plantear otro tema, sino utilizar el mismo debate pero con un sentido completamente diferente. Por eso el posmachismo intenta centrar la discusión sobre el resultado, algo que no puede esconder, pero que sí puede utilizar para evitar que se hable sobre las causas que dan lugar al mismo.Es lo que hace con la violencia de género cuando plantea que no es un problema que nazca de la desigualdad, sino que se debe a cuestiones que afectan a determinados hombres o circunstancias, o cuando dicen que la menor presencia de las mujeres en los puestos de responsabilidad se debe a su incapacidad o a la mayor competitividad y esfuerzo de los hombres. Y una vez que centra la atención sobre el resultado, recurren a otra de sus estrategias para darle un significado diferente a través de la manipulación del lenguaje. 
Esta estrategia del posmachismo es la que los lleva a hablar de igualdad, no porque realmente les importe o la busquen, sino para adaptarla a lo que ellos entienden que debe ser la igualdad, que no es otra cosa que una “desigualdad con matices”. Es lo que podemos denominar como “Igualdad.0” ("Igualdad punto cero") 
La Igualdad.0 es poner el marcador a cero, como si no hubiera existido desigualdad a lo largo de la historia ni hubieran estado presentes las causas y valores que han dado lugar a ella. El planteamiento parte de un cierto reconocimiento de que ha habido "problemas", pero que estos ya han desaparecido, como si hubieran sido un accidente que ya se ha corregido. En realidad su objetivo es impedir que se adopten medidas sobre quienes han sufrido y sufren la desigualdad, que son las mujeres, y que se corrija actuando sobre quienes la generan, que son los hombres y sus valores.
Por esa razón se llenan la boca de igualdad y exigen que se adopten las mismas medidas para mujeres y para hombres, con la idea de evitar que se tome conciencia sobre el significado de la desigualdad como parte de un sistema de valores amparado por la cultura, e impedir que se conozca la realidad histórica de la desigualdad y, por tanto, el por qué de la realidad actual. Pero sobre todo, lo que se consigue con ese posicionamiento es garantizar que la desigualdad va a continuar al pedir actuar del mismo modo sobre quien está en diferente posición. Si las acciones se dirigen igual a quien ocupa una posición aventajada y a quien está en un lugar inferior, al final avanzaran las dos partes, pero manteniendo la desigualdad entre ellas.
Todo está muy bien diseñado para conseguir la apariencia del cambio en la continuidad. Es parte de las trampas que la cultura pone a las mujeres y a la igualdad. Es la trampa del posmachismo, que busca el rechazo de la igualdad a través de la confusión, la desorientación, la duda y la pasividad que hace que todo siga igual.
Todo vale para generar confusión, por eso entre sus tácticas no faltan las siguientes:
– Victimismo. Presentan la realidad como contraria a los hombres y a estos como víctimas de lo que llegan a considerar como una “cultura matriarcal”. Para ello no se cortan en decir que los hombres pagan con sus vidas la tranquilidad de las mujeres, con argumentos como que su vida media es más reducida, las muertes en los accidentes laborales y de tráfico, incluso llegan a defender que eso de “primero las mujeres y niños” ante una situación de riesgo es un ejemplo del matriarcado, y para darle expresividad citan al Titanic. Para nada se cuestionan cómo la desigualdad les afecta a ellos ni cuál es el precio de “mujeres y niños” por salir antes de los riesgos en los espacios públicos, porque está claro que del riesgo y de la violencia en lo privado no las dejan salir.
– Incongruencia. No les importa decir lo mismo y lo contrario, lo importante es la confusión. Dicen que la Ley Integral es mala, pero piden que incluya a los menores, a los hombres, a las parejas del mismo sexo… Destacan que esa ley no sirve para anda, pero al mismo tiempo indican que en los países nórdicos hay más muertes de mujeres que en España. Las mujeres son presentadas unas veces como la esencia de la bondad en su papel del madres y esposas, pero no dudan en decir que son los seres más perversos y manipuladores cuando les interesa (denuncias falsas, SAP, asesinas…)
– Utilización y usurpación de los argumentos que se dan para avanzar en igualdad y erradicar la violencia de género, en una especie de juego infantil de “y tú más”. Cada vez que se utiliza un dato y una razón, el posmachismo lo toma y lo vuelve contra, por ejemplo, si se habla de violencia contra las mujeres, hablan de violencia contra los hombres, si se explican las consecuencias de la exposición de los menores a la violencia de género, recurren al SAP, si se apunta sobre el suicidio en las mujeres sometidas a violencia de género, ellos dicen que hay hombres que se suicidan por haber sido denunciados falsamente, si se presentan datos y estadísticas sobre la violencia contra las mujeres por los organismos de igualdad, dicen que no se estudian los homicidios de hombres, cuando sí se hace por los organismos correspondientes (CGPJ, FGE, Ministerio del Interior), si se presentan las graves consecuencias de la mutilación genital femenina, el posmachismo las compara con la circuncisión… Hasta al hablar de machismo como causa de esta realidad ellos lo han tratado de contrarrestar con una nueva palabra, el “hembrismo”, aunque como les parece que no es suficiente también han inventado el “feminazismo”.
Y están tan metidos en intentar desnaturalizar e impedir el debate y las medidas a favor de la igualdad, que no son conscientes de la realidad objetiva que envuelve y contextualiza la situación actual, la cual se caracteriza por dos elementos.
  1. Ausencia  en el debate histórico a favor de la igualdad y de la corrección de las manifestaciones de la desigualdad. Nunca les ha importado la violencia de género, la custodia de los hijos y de las hijas cuando hace años las madres la asumían sin recibir la pensión económica que por ley les correspondía, y sin que hubiera forma de que lo hicieran hasta que no se llevaron a cabo determinadas reformas legales, a pesar de las cuales no han acabado los problemas en este sentido. El posmachismo no ha estado presente en el debate de estos temas ni de ningún otro para intentar hacer valer sus ideas, porque antes no estaba en cuestión la posición de referencia de los hombres ni los valores impuestos al resto de la sociedad. Sólo cuando todo esto ha entrado a formar parte de la crítica es cuando se han presentado, pero no para formar parte del cambio, sino para evitarlo.
  2. Utilización de la igualdad para no avanzar en igualdad. Critican que sólo se hable de mujeres, no de hombres, pero lo hacen para que no se hable de ninguno, ni de hombres ni de mujeres, no para que se hable de los dos. Cuestionan que se actúe contra la violencia de género, a favor de las ayudas laborales a las mujeres, de corregir las diferencias en la presencia de mujeres donde están infra-representadas, de determinadas medidas a favor de la salud de las mujeres… Y todo se presenta como que no se hace nada por los hombres. El argumento además de pobre es falaz, porque la forma de buscar una actuación a favor de algo supuestamente necesario no es criticar la actuación necesaria sobre otros problemas, sino reivindicar y pedir que se lleve a cabo en los lugares y a las personas que les corresponda. Sin embargo, el posmachismo se limita a pedir que se hable de cuestiones de hombres, pero no para resolver los teóricos problemas, sino para que no se corrijan los que afectan a las mujeres, o para que no se vean perjudicados o desarmados en su estrategia de poder y control, de lo contrario no lo plantearían en términos de contraposición, sino como un apoyo a las dos iniciativas: a favor de las mujeres y a favor de los hombres. 
Y para ello recurren incluso al argumento de los Derechos Humanos y a la Constitución Española para hablar de la “igualdad ante la ley”, pero olvidan que lo importante es la igualdad en la sociedad que evite tener que llegar ante esa ley igualitaria. 
El posmachismo está aquí y ha venido para quedarse, para permanecer en la desigualdad histórica y ayudar a su hermano mayor, el machismo, y juntos mantener a la familia de la desigualdad protegida bajo la estructura jerarquizada de su orden natural. Pero los posmachistas olvidan que los logros de la sociedad no son los objetivos que se alcanzan con propuestas puntuales, sino los que satisfacen los ideales y las aspiraciones humanas. Y entre esos ideales está el de Igualdad, algo a lo que no se va a renunciar, como no se hizo antes con la Libertad, la Justicia, la Dignidad…



Ver las anteriores partes sobre Posmachismo en:

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sábado, 14 de abril de 2018

“Dogmachismo”

Dogmas & Machismo


Miguel Lorente Acosta
https://miguelorenteautopsia.wordpress.com

Sobre la imposición de las ideas machistas a modo de verdad absoluta e incuestionable.

No es cuestión de dogmatismo, sino de “dogmachismo”, es decir, de “proposiciones tenidas como ciertas y como principios innegables” construidos por el machismo, o lo que es lo mismo, al amparo de la normalidad de una cultura levantada sobre las referencias de los hombres y, por tanto, comunes a todos ellos. Por eso la defensa de esta construcción es asumida por todos los hombres, no sólo por los que se benefician de manera directa en un momento dado. Cada hombre sabe que este modelo androcéntrico es bueno para todos, y que con independencia de que haya beneficios que se obtengan de manera directa a través de una acción concreta, los privilegios siempre están presentes en cualquier hombre.

Un dogma, esa especie de verdad incuestionable, sólo se puede definir desde una posición de poder dentro del grupo o comunidad en el que se crea. Si alguien establece un dogma sin contar con ese poder dentro de la sociedad la consecuencia será completamente distinta, y quien lo haga será considerado un extravagante o un loco, y su dogma una tontería o una extravagancia.

Por lo tanto el dogma es un reflejo en sí mismo del poder, y por ello se le reviste y protege con él frente a críticas y posibles ataques. Es lo que hace el machismo con sus “verdades y principios innegables”, que son cubiertas con el valor de la palabra de los hombres que las crean. No por casualidad utilizan como elemento definitorio el hecho de que “no se puedan negar”, podrían haber utilizado otro, como “inalcanzable” o “inescrutable”, pero presentar un dogma como “innegable” tiene un doble sentido.

Uno el concepto en sí alrededor de la idea de verdad, y otro, reducir la posibilidad de la crítica al dejar sin “capacidad ni autoridad” a las personas que pueden hacerlo. El planteamiento es muy sencillo, si el machismo crea “dogmas” basados en la superioridad natural de los hombres y sobre ellos les otorga beneficios y privilegios, quienes podrían cuestionar esa construcción desigual serían aquellas personas que quedan excluidas y sufren las consecuencias negativas de esta injusticia social, es decir, las mujeres, sin embargo, su capacidad crítica queda muy limitada porque la propia cultura que crea los dogmas las ha desprovisto de “la palabra y la verdad”.

El resultado final es una sociedad en la que las referencias masculinas condicionan la realidad para que todo sea como “tiene que ser”, y para que cuando haya algún conflicto o alguna circunstancia que no encaje en lo “esperado”, pueda ser explicada a través de los mitos, estereotipos, principios, costumbres, tradiciones… que mantienen los dogmas de la superioridad masculina. El resultado es muy simple, y al igual que la religión se basa en los “dogmas de la fe”, la cultura se fundamenta en los “dogmas del machismo”.

Y como el dogma es poder y reflejo del poder, su simple cuestionamiento ya desencadena toda una reacción agresiva frente a quien lo hace y a los planteamientos que buscan la Igualdad. Veamos algunos ejemplos de la interpretación que hace el “dogmachismo” de la realidad: La Ley Integral contra la violencia de género se presenta como instrumento “contra los hombres”, porque es un hombre el que puede ser condenado; pero callan el detalle de que si es condenado no es por ser hombre, sino por ser maltratador. A nadie se le ocurre pensar que el Código Penal va contra las personas porque es una persona quien puede ser condenada si comete un delito o una falta. La Igualdad se percibe como un problema, no como un Derecho Humano necesario para la convivencia en sociedad. Ver la Igualdad como un problema y la desigualdad como “normalidad” refleja muy bien esa construcción cultural machista y los dogmas que hacen a los hombres merecedores de los privilegios y a las mujeres de la discriminación y la violencia.

Transmitir los valores de la Igualdad para mejorar las relaciones construidas sobre el respeto y la paz se considera “adoctrinamiento”, y transmitir los valores del machismo que dan lugar a la discriminación y la violencia se considera “educación”. Las cuotas basadas en una representación del 60/40 para corregir la desigualdad se ven como algo injusto y anti-natural, pero cuando los hombres representan el 90% o el 100% se ve como algo consecuente, lógico y natural. En ningún caso se entienden como cuotas del machismo basadas en la discriminación de las mujeres.

La brecha salarial y el mayor salario de los hombres a través de sueldos más altos o de promociones más directas, también se considera como algo propio a la condición y capacidad masculina, no como parte de la desigualdad y discriminación. La lista se haría interminable, pero en cualquier caso, los ejemplos recogidos son suficientes para reflejar la realidad y para ver cómo el “dogmachismo” tiene un doble sentido. Por un lado, defender la posición superior de los hombres; y por otro, situar en quienes lo critican lo que niega para sí mismo, y mientras que el machismo es concebido como “orden natural”, presenta al feminismo, a la Igualdad y a quienes trabajan por ella como personas dogmáticas, rígidas y violentas.

Esa atribución es muy gráfica de lo que en realidad es el machismo, tanto que lo deja en evidencia con una idea similar a lo que dice el refranero con lo de “piensa el ladrón que todos son de su condición”. Todo ello demuestra que se trata de una construcción cerrada e interesada en la defensa de los privilegios masculinos y en la perpetuación de su modelo de sociedad (educación, economía, religiones, política…). Esta es la razón que hace que a pesar de la objetividad de todas las falacias que se han ido desmontando a lo largo de la historia, se continúe con la misma estrategia para que también hoy los hombres sean presentados como superiores y merecedores de sus privilegios.

Da igual que se hayan demostrado falsos los argumentos sobre la inferioridad de las mujeres basados en ideas como que no tenían alma, que su condición las hacía ser esclavas de los hombres, o que su falta de inteligencia y capacidad debían situarlas en las tareas de cuidado y afecto; al final continúan con el mismo razonamiento bajo otras justificaciones, puesto que todo ello no es producto de las circunstancias del momento y del lugar, sino parte de las “verdades” de la cultura.

Es el “dogmachismo”.

 



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viernes, 1 de diciembre de 2017

Sociedad & Machismo "Núcleo patriarcal"

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La influencia del machismo y sus violencias en las sociedades actuales.

Vivimos en sociedades patriarcales, misóginas y machistas; como resultado de este patrón, la violencia contra las mujeres es sistemática y estructural. Y también, por más indigno que sea es una violencia normalizada porque la mujer sigue siendo vista como un objeto que le pertenece a quien lo compra. Por esa razón vemos a padres, hermanos, abuelos, amigos, amantes, compañeros, creyéndose dueños de sus hijas, hermanas, nietas, amigas, amantes, compañeras.

Y lo mismo con los desconocidos, se creen tan dueños de cualquier mujer que se sienten con la libertad de poder excluirlas, insultarlas, golpearlas, violarlas, asesinarlas y desaparecerlas. Una violencia sistemática y estructural que comienza con el “es una niña” y termina en feminicidio. Si se nace mujer, se nace con todo en contra. Violencia que nos dice que las niñas juegan con muñecas y de casita.

Violencia que nos dice que los niños pueden practicar deporte y las niñas no, porque el deporte es para niños y las niñas que limpien la casa. Violencia que nos dice que los hombres de la casa van a la escuela y las niñas no, porque su función en la vida es casarse, tener hijos y atender el hogar. Violencia que nos dice que pocas mujeres logran poder acceder a la educación superior, porque esa violencia sistemática sigue pensando que la mujer es un objeto y como objeto no piensa, no siente, no actúa y no tiene derechos.

Violencia que dicta que el papel de la mujer en la vida es abrir las piernas y criar hijos. Punto. Una violencia que también ejerce la mujer contra la mujer, cuando unas dicen creyéndose castas, puras y santas, que las otras merecían ser violadas por: putas, alcohólicas, calientes, rogonas, provocadoras, cascos ligeros, promiscuas y drogadictas y, avalan con esto el patriarcado del cual también forman parte y ayudan a alimentar. Ignorando que al exponer a una mujer al escarnio público de la doble moral por su comportamiento y estilo de vida, también se exponen ellas que pertenecen al mismo género.

Una violencia estructural que alimenta un sistema que manipula, excluye y violenta a las mujeres en todos los niveles de la sociedad. Una violencia que dice que las mujeres no pueden decidir sobre sus propios cuerpos, y que ese cuerpo no le pertenece, le pertenece al escarnio público y al señalamiento de la religión. Por eso se sigue negando el derecho al aborto. La violencia contra la mujer tiene varios rostros, innumerables formas por eso muchas veces es imperceptible, se disfraza de sutileza cuando muchos creen que halagan cuando en realidad lo que hacen es violentar con el acoso callejero. Violencia estructural y sistemática que sigue negando atención médica, educación y oportunidades de desarrollo a mujeres.

Un sistema de justicia patriarcal, misógino y machista, con jueces machistas, con fiscales machistas, con abogados machistas, con policía machista, con condenas inexistentes porque las decisiones se toman desde la misoginia que es el odio contra la mujer. Violencia obstétrica que irrespeta a la mujeres cuando están pariendo. La que la señala por cómo se viste, actúa y vive. Hablar de violencia contra la mujer es hablar del inicio del tiempo. Cada 25 de noviembre se celebra el Día Internacional de la Eliminación de la Violencia contra la Mujer.

Lucha que inició en 1981, para conmemorar la fecha en que fueron asesinadas (en feminicidio) en 1960, las hermanas Mirabal: Patria, Minerva y María Teresa, en República Dominicana por órdenes del dictador Trujillo. Desde 1999 las Naciones Unidas llaman a los países del mundo a pronunciarse contra la violencia contra mujer.

Sin embargo dado que la violencia es estructural y sistemática, lo que tenemos que cambiar es el sistema, los patrones de crianza, porque como decía al principio, el feminicidio es la expresión más atroz del patriarcado sobre la mujer, pero inicia con la exclusión y la degradación solo por su género. Para erradicar los feminicidios tenemos que erradicar el patriarcado, para erradicar el patriarcado tenemos que cambiar el sistema.

Para tener sociedades equitativas e igualitarias, en derechos y obligaciones, tenemos que arrancar de raíz el patriarcado. Un ejemplo de violencia contra la mujer, que es subliminal, es la de pareja, cuando es la compañera la que se opera para no tener hijos, porque el compañero como es hombre jamás se haría una vasectomía porque perdería la hombría.

Estereotipos del patriarcado. La violencia contra la mujer es tema en el que debemos insistir, y que nos compete a todos, en todas las capas de la sociedad, a los urbanos y rurales, porque es obligación de todos erradicar el patriarcado, la misoginia y el machismo. Empezando por dejar de llamarles culos a las mujeres, al referirse a ellas.

Hablar de violencia contra la mujer es hablar del inicio del tiempo.
Cada 25 de noviembre se celebra el Día Internacional de la Eliminación de la Violencia contra la Mujer. Lucha que inició en 1981, para conmemorar la fecha en que fueron asesinadas (en feminicidio) en 1960, las hermanas Mirabal: Patria, Minerva y María Teresa, en República Dominicana por órdenes del dictador Trujillo. Desde 1999 las Naciones Unidas llaman a los países del mundo a pronunciarse contra la violencia contra mujer.
Sin embargo dado que la violencia es estructural y sistemática, lo que tenemos que cambiar es el sistema, los patrones de crianza, porque como decía al principio, el feminicidio es la expresión más atroz del patriarcado sobre la mujer, pero inicia con la exclusión y la degradación solo por su género.
Para erradicar los feminicidios tenemos que erradicar el patriarcado, para erradicar el patriarcado tenemos que cambiar el sistema. Para tener sociedades equitativas e igualitarias, en derechos y obligaciones, tenemos que arrancar de raíz el patriarcado.
Un ejemplo de violencia contra la mujer, que es subliminal, es la de pareja, cuando es la compañera la que se opera para no tener hijos, porque el compañero como es hombre jamás se haría una vasectomía porque perdería la hombría. Estereotipos del patriarcado.
La violencia contra la mujer es tema en el que debemos insistir, y que nos compete a todos, en todas las capas de la sociedad, a los urbanos y rurales, porque es obligación de todos erradicar el patriarcado, la misoginia y el machismo.
Empezando por dejar de llamarles culos a las mujeres, al referirse a ellas

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Ilka Oliva Corado. @ilkaolivacorado contacto@cronicasdeunainquilina.com
20 de noviembre de 2017, Estados Unidos
Fuente: https://cronicasdeunainquilina.com/2017/11/20/nucleo-patriarcal/ 


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