RADIO "PONCHOSVERDES.FM"

martes, 14 de septiembre de 2021

Los “salvadores de mujeres” crearon su cautiverio hace décadas en Afganistán

Reproducimos a continuación un artículo de nuestra compañera de la Liga Internacional de Trabajadores-cuarta internacional (LIT-ci) Soraya Misleh, periodista palestino-brasileña, sobre la lucha de las mujeres afganas y su situación bajo el régimen del Talibán.



Desde la salida del imperialismo estadounidense de Afganistán frente a su derrota después de dos décadas de ocupación, quien acompaña las noticias, en general tiene la impresión que sería mejor que los Estados Unidos no se hubieran retirado, ya que “salvaron” a las mujeres de las manos de los bárbaros opresores. Lo que no solo nunca ocurrió sino que el imperialismo es directamente responsable por la dramática situación de las mujeres en el país asiático, que constituyen la mitad de la población de casi 39 millones. Los Estados Unidos armaron su cautiverio mucho antes de que invadieran sus tierras en 2001.


El fundamentalista Talibán es su cría, como se verá más adelante. En la disputa geopolítica por un país que es puente para la circulación de productos entre Asia Central y Medio Oriente y fundamental para la estabilidad del imperialismo en el control de localización estratégica, el vale todo es la regla.

En general, con todo, los medios de masas, en las manos de los grandes capitalistas, no trae ninguna contextualización histórica que permita entendimiento sobre la situación en Afganistán y la consecuente opresión de las mujeres. Se limita a la misma retórica de “civilización contra la barbarie” usada por todos los ocupantes que pasaron por allá desde finales del siglo XIX –de Gran Bretaña y la ex Unión Soviética a los Estados Unidos y sus aliados–.

 

Broma de mal gusto

En esa línea, el imperialismo estadounidense declara al mundo que en su “guerra contra el terror” su misión era llevar democracia, proteger los derechos humanos, y salvar a las mujeres y jóvenes. Así, hace parecer que la vida de ésta mejoró después que ocupó el país.

Como resume la Asociación Revolucionaria de Mujeres Afganas (Rawa, en la sigla en inglés), una broma. “En los últimos 20 años, una de nuestras reivindicaciones fue el fin de la ocupación de los Estados Unidos/OTAN y aún mejor si ellos llevasen a sus fundamentalistas islámicos y tecnócratas con ellos y dejasen a nuestro pueblo decidir su propio destino. Esa ocupación resultó solo en derramamiento de sangre, destrucción y caos. Ellos transformaron nuestro país en el lugar más corrupto, inseguro, de mafia de drogas y peligroso, especialmente para las mujeres”, vaticina Rawa en entrevista disponible en su site, conducida el 20 de agosto último por Sinali Kolhatkar, codirectora de la Misión de Mujeres Afganas (AWN).

Los intereses por detrás de la retórica de “salvador de mujeres” eran otros: incluían la construcción de un oleoducto que atravesaría Afganistán para transporte de petróleo y gas natural del Asia Central y Medio Oriente a los mercados mundiales.

Los avances para las mujeres no pasaron de fachada para que Estados Unidos y compañía encubriesen sus intereses imperialistas –al que crímenes contra la humanidad abundan, como el bombardeo de aldeas enteras, dejando millares de muertos–.

Para la construcción de imagen de “salvador”, como describe la Rawa, los Estados Unidos trataron de incluir a algunas mujeres de las oligarquías afganas formadas por los que denomina “señores de la guerra” –que controlan, con apoyo del imperialismo, las nacionalidades oprimidas– y otras pocas que no vieron alternativa a no ser someterse a eso frente a la miseria y el hambre, en los órganos gubernamentales y en el Parlamento. También destinaron dinero a ONGs que estuvieron de acuerdo con hacer su juego sucio. Estaba, así, montada la tarjeta postal perfecta para el imperialismo de que su misión civilizadora venía dando resultado.

La feminista afgana Malalai Joya también denunció en vídeo que la realidad es muy distinta. En los últimos años, ella sobrevivió a cuatro intentos de asesinato y fue expulsada del Parlamento por levantarse contra los “señores de la guerra” y los fundamentalistas.

Hacia finales de 2003, la Rawa emitió una declaración en la que revelaba la continua violencia contra las mujeres, el aumento sin precedentes en el número de suicidios y de inmolación entre ellas. Muchas preferían prenderse fuego a seguir en medio de la desesperante condición enfrentada. El mismo informe expone amenazas a familias que enviaban a jóvenes a escuelas, prohibición de que se presentaran en radios y TVs, y el creciente número de mujeres, entre ellas viudas, obligadas a mendigar o prostituirse frente a la miseria que asolaba a Afganistán.

En documento titulado “Mujeres afganas: una historia de lucha”, del año 2007, los datos son aterradores: 90% de las mujeres estaban impedidas de leer o escribir, la mortalidad materna era de alarmantes 1.600 por cada 100.000 –dándole al país la posición de subcampeón en ese índice–, 70% de los afganos vivían con solo U$S 2 por día, la expectativa de vida era de solo 45 años de edad y uno de cada cinco niños moría antes de cumplir los cinco años. Mientras tanto, Afganistán, eminentemente agrario, era convertido en principal exportador de opio para el mundo, responsable por nada menos que 87% del volumen total, desde la invasión de Estados Unidos. Y en el año 2010, la Rawa apuntaba que 700 niños y de 50 a 70 mujeres morían todos los días debido a la falta de servicios de salud.

Los documentos más recientes de la organización feminista revelan que la trágica situación no cambió sustancialmente en los últimos 20 años: el país, en 2020, aún estaba en la décima posición mundial entre las naciones con mayor índice de mortalidad materna. Sobran la pobreza y la violación de derechos humanos fundamentales. La inmensa mayoría de la población sigue sometida a severa explotación y opresión. Para las mujeres, el cuadro es trágico. Al mismo tiempo, el imperialismo estadounidense venía relocalizando al Talibán en las corruptas estructuras de poder desde por lo menos 2010.

El grupo es fruto del financiamiento por los Estados Unidos, Arabia Saudita y Pakistán tanto de escuelas religiosas fundamentalistas en este último país –en que se “educaron” los talibanes [cuyo significado es estudiantes] en la doctrina– como de los denominados “señores de la guerra” para que lucharan contra la Unión Soviética (URSS).

 

Propaganda estalinista

Este había invadido el país en 1979, año en que el vecino Irán viviera su revolución. Impedir el posible efecto dominó en la región del Asia Central estaba por detrás de la ocupación –Afganistán tiene frontera con tres ex repúblicas soviéticas (Uzbekistán, Turkmenistán y Tayikistán, todas ricas en petróleo), además de Pakistán y China. Así, serviría como un bolsón de contención del eventual arrastre de la revolución. La URSS impuso un gobierno despótico que resultó en 1,5 millones de muertos y cinco millones de refugiados.

Durante el período que antecedió a los diez años de ocupación, bajo fuerte influencia soviética, se intentó adoptar compulsivamente un proyecto de “modernización”, ignorando el modo de vida y cultura locales. Eso fue rechazado por parte de la población, que no fue consultada sobre lo que deseaba.

Algunas imágenes de los años 1970 muestran mujeres usando minifaldas, en la propaganda estalinista, que produce una falsificación histórica más. Carga el tono de una vestimenta semejante al que usan “occidentales” para afirmar que hubo avances en las mujeres. Recupera, así, la llamada obsesión por el velo, como si representase por sí opresión –lo que feministas anticoloniales, para las cuales la lucha contra la colonización es inseparable de la emancipación de la mujer, rechazan categóricamente, diciendo que el problema es la imposición–.

Creada en 1977, la Rawa denunciaba en informes la falta de libertad y que la vida de las mujeres no había mejorado; la estructura de opresión se mantenía. Expresaba su resistencia contra la ocupación soviética, el gobierno fantoche instituido por la URSS y el fundamentalismo. Ilustra bien el despotismo predominante el hecho de que la feminista afgana Meena Keshwar Kamal, fundadora de la Rawa, haya sido asesinada en ese período, en 1987, en Pakistán, con la complicidad del brazo local del servicio secreto soviético, la KGB.

 

El fundamentalismo del Talibán

Luego de la caída de la URSS en 1989, que deja el país devastado, Afganistán vive un período brutal de guerras civiles, en que, como siempre ocurre, históricamente, las mujeres están entre las principales víctimas.

Al fin, el Talibán asume el poder en el año 1996 y gobierna el país hasta la ocupación en 2001. En ese período, revela su cara cruel. Comete una serie de atrocidades, como masacres a minorías étnicas como los hazaras (xiitas, que representan 8% de la población afgana) y asesinatos de opositores. Además, somete a las mujeres y niñas a violenta opresión, excluyéndolas del espacio público y obligándolas a usar la burka, que el Talibán no creó –entre su etnia pashtun, mayoritaria en el país, ya era utilizada, pero por una minoría de solo 2% de las mujeres–. La mayoría prefería otro traje típico, más parecido con el que usan las indianas.

Ahora, el Talibán ha afirmado públicamente que aprendió con sus errores. Con vistas a su reconocimiento en el mundo, sus líderes habían retirado la garantía a los derechos de las mujeres, como el trabajo y la educación, desde que respetaba la ley islámica. El problema es que su interpretación de la ley islámica es equivocada, fundamentalista. Se instrumenta la religión para el control de la población, de modo de seguir con la explotación y la opresión, lo que no es novedad en el mundo. Vale recordar que el grupo también declaró que no interferirá con la propiedad privada.

La Rawa no tiene dudas de que no están frente a un nuevo Talibán y está entre las organizaciones que luchan por su caída y por un Afganistán laico.

 

La lucha de las mujeres afganas

“¡Abajo el Talibán!”. Fue, por lo tanto, lo que graficaron las mujeres en los muros de las ciudades en Afganistán luego de que el grupo fundamentalista tomara el poder. Y salieron en protesta a las calles también días después. Su resistencia es heroica e histórica. Cuando el Talibán asumió el gobierno en 1996 e impuso la burka, ellas pasaron a usar la vestimenta. No tenían otra opción. Pero adoptaron, como pasaron a afirmar, la “burka contra la burka”. Las utilizaban para contrabandear informaciones y documentos que revelasen quién era el Talibán y ampliasen la conciencia de otras mujeres afganas.

El movimiento feminista en Afganistán tiene una tradición de lucha y garantiza que está preservando su seguridad –actúa, obviamente, bajo la clandestinidad–, pero no va a silenciarse. La Rawa, la más antigua organización en el país, dice que esta vez el conjunto de las mujeres puede ampliar su resistencia. Avanzó en su conciencia en medio de la barbarie imperialista y fundamentalista. Y se prepara para movilizar al pueblo afgano, que mayoritariamente no se ve representado por el Talibán, en esta nueva etapa de lucha, ahora sin los ocupantes.

A diferencia, por lo tanto, de lo que creían incluso feministas liberales –cuya centralidad es la opresión machista, ignorando que ésta es instrumento del capitalismo e imperialismo–, las mujeres afganas no precisan ser salvadas o civilizadas para su propio bien. Cualquier organización que esté dispuesta a movilizarse en solidaridad tiene que oír primero lo que están diciendo, levantar la denuncia contra la estructura social de clases y el imperialismo. El discurso contrario sirve a las ocupaciones, a la colonización, que dejan un rastro de devastación, miseria, mucho dolor y sufrimiento.

Las bravas mujeres afganas precisan de apoyo incondicional en sus luchas. Frente a la propaganda imperialista, el mundo hizo oídos sordos para lo que las feministas locales gritaban, y banalizó la ocupación. Que sea diferente ahora. Ellas precisan que se recupere la igualdad como se proclama en la Constitución afgana de 1964 a 1973, lo que implica la liberación de todos sus opresores y explotadores. Y, así, tener sus derechos respetados, escoger cómo quieren portarse o vestirse. Si con velo o sin él, y lo mismo con la burka.

 

Fuente: Corriente Roja

 









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viernes, 10 de septiembre de 2021

Hacia una restauración del equilibrio planetario o social: Recuperación económica verde en clave de igualdad efectiva de género


Fuentes: americalatinagenera.org [Fotografía: Giancarlo Pucci]

¿A qué nos estamos enfrentando?

La pandemia de COVID-19 puso en evidencia que la humanidad fue sorprendida con las defensas bajas para enfrentar las subsecuentes crisis sanitaria y socioeconómica. Las bases primarias para generar resiliencia— de la salud ecosistémica, del equilibrio climático y de la igualdad efectiva de género— estaban debilitadas y no habían recibido la suficiente atención. Asistimos, entonces, a una suerte de tormenta perfecta en la que se configura una triple crisis interconectada, que es el resultado de las acciones y omisiones humanas. Es nuestra responsabilidad afrontarlas, y esto requiere de un enfoque multidimensional, integrado, con una perspectiva de largo plazo, y desde una recuperación económica verde para nuestra región de América Latina y el Caribe.

Precisamente, el Informe Regional de Desarrollo Humano del PNUD (2021) resalta que la economía verde impulsará nuestra capacidad colectiva para tomar medidas climáticas decisivas, para proteger y restaurar el entorno natural, y se convierte en una senda para enfrentar la doble trampa de desigualdad persistentemente alta y baja productividad que sufre nuestra región, pues traza un camino de crecimiento, nuevo y audaz. 

Esta trayectoria nos llevará a romper con el desequilibrio planetario y social en la era del Antropoceno, que demanda la reducción de a) las emisiones derivadas de la producción y consumo de energía basada en combustibles fósiles —el carbón, el petróleo y el gas— y su sustitución por energías renovables, y b) la degradación de los recursos naturales eliminando su explotación indiscriminada, por ejemplo, la explotación petrolera, la minería a cielo abierto, la pesca insostenible, la caza y comercialización de vida silvestre. La inversión en la naturaleza genera crecimiento económico que paga, y paga bien

Pero estas apuestas no pueden efectuarse sin considerar a las mujeres en su diversidad. En nuestra región, las mujeres dependen de los recursos naturales y la energía, que las convierte en agentes esenciales de conservación por sus saberes, conocimientos específicos y ancestrales, y desarrollan múltiples actividades productivas sostenibles; no obstante, ellas enfrentan un campo de juego desigual, histórico, y que hoy las está dejando aún más atrás. 

Restaurar el equilibro del poder entre las mujeres y los hombres en la economía verde

La economía verde debe tener intrínseca la premisa de revertir las desigualdades históricas y estructurales que viven las mujeres en su amplia diversidad, al tiempo que se asegure su empoderamiento económico, social y ambiental con herramientas efectivas y duraderas. No hacerlo se convierte en una amenaza y reduce el efecto catalizador que genera la igualdad de género. Ello implica restaurar el equilibrio de las relaciones de poder para las mujeres en: a) Los espacios de toma de decisión en la esfera mundial, nacional y local hasta alcanzar la paridad y la representatividad en las agendas ambientales; b) El acceso y control de los recursos naturales y económicos verdes y sus beneficios derivados; c) El acceso, participación y permanencia dentro de la nueva generación de empleos verdes, que sean dignos y bien remunerados, y que potencien los sectores claves; d) El acceso a las oportunidades financieras y crediticias de sus actuales y futuras actividades sostenibles, que tome en consideración la brecha de tenencia de tierra de las mujeres; e) El acceso y control de los recursos tecnológicos y de innovación verde; y, f) La distribución igualitaria de los cuidados, para revertir la carga que tienen las mujeres y que limita su acceso a la economía verde.

Adicionalmente, restaurar el poder para las mujeres dentro de una recuperación verde e inclusiva requiere: el acceso universal a una protección social integral; ciudades verdes libres de violencia, acoso sexual y femicidio; combatir las normas sociales de género discriminatorias; el acceso directo al financiamiento para grupos y organizaciones de mujeres; asegurar la seguridad alimentaria para las mujeres ante los desastres; acelerar el cumplimiento de los compromisos internacionales ambientales e integrar la perspectiva de género en las políticas nacionales; garantizar que las iniciativas sean género responsivas e incorporen la interseccionalidad, interculturalidad e intergeneracionalidad. Y, siguiendo los ecofeminismos latinoamericanos, que tenga en su centro la perspectiva ética basada en la universalización de los cuidados de la naturaleza, desde una mirada más horizontal y más plural del pensamiento, lo cual parte de un profundo reconocimiento de las mujeres, rurales, de los pueblos originarios, que son depositarias de saberes históricos y ancestrales. 


El rol de PNUD en LAC para una economía verde e inclusiva 

En los últimos años en la región de América Latina y el Caribe hemos implementado una serie de iniciativas a diferentes niveles —políticos, institucionales, programáticos— que muestran que es posible implementar iniciativas ambientales género-responsivas y construir mejor para el futuro. 

Ejemplos demostrativos de iniciativas género responsivas en la economía verde que hemos desarrollado en el PNUD Costa Rica con nuestros socios nacionales incluyen: la Campaña Huella del Futuro que asegura la reforestación mediante empleos verdes para las mujeres rurales y el Programa de REDD+ Pagos Basados Resultados, que mejorará y ampliará ley forestal, la acción por el clima y la conservación con empleos verdes para mujeres y pueblos indígenas, la Plataforma de bionegocios, que promueve empresas que hacen uso sostenible de la biodiversidad, de las cuales el 44,9% son lideradas por mujeres. 

Necesitamos un cambio transformador que rompa con el desequilibrio planetario y social, y asegurar un destino más próspero a las actuales y futuras generaciones, con igualdad efectiva de género y de la mano de la conservación de la naturaleza y la construcción de resiliencia frente a la crisis climática. Este es el camino.

José Vicente Troya, Representante Residente del PNUD en Costa Rica, Gender Champion, PNUD CR.

Fuente: http://www.americalatinagenera.org/newsite/index.php/es/informate/informate-noticias/noticia/5219-recuperacion-economica-verde

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Diana y la bulimia




Mi placer culposo de este verano fue ver todos los capítulos de The Crown, prácticamente seguidos, durante un par de semanas. No pude resistir a la tentación de ver a Gillian Anderson interpretando a la Thatcher. Más allá de la sensación de horas vacías y tiempo perdido, me llevé una sorpresa cuando al inicio de un episodio de la cuarta temporada, ya situado en los años ochenta, apareció un aviso admonitorio y amenazante de que en ese capítulo había escenas que mostraban desórdenes alimentarios, lo que podía perturbar a quien lo viera. Aconsejaba verlo bajo la propia cuenta y riesgo y daba una dirección web para hablar del tema. Visité esa página y era una creación de la propia plataforma de streaming destinada a hablar y compartir el malestar que pudieran producir sus películas y series.

Me sorprendió ese aviso porque, como cualquier persona que haya vivido en los noventa y tuviera televisión o leyera revistas del corazón, conozco bastante bien la vida de Diana Spencer y, sin embargo, no sabía que hubiera padecido bulimia. De eso, en los noventa, al menos en mi casa, no se hablaba.

Crecí en una familia católica, monárquica y bien, mis abuelas tenían pretensiones y arrastraban rencillas añejas por herencias de títulos nobiliarios que nunca recibirían (qué injusta la ley sálica, decían…). En mi caso (supongo que como muchos otros de niñas de mi generación), la figura de Diana de Gales encarnó el sueño propio del cuento de hadas, el relato feliz de la joven que pasa de ser una completa desconocida, humilde y sencilla, a futura reina de Inglaterra. Ese era la meta soñada para una gran parte de niñas de mi generación, para sus madres y abuelas: un buen casamiento, uno que te encumbrara, te quitara preocupaciones de tener que estudiar y trabajar. Y en el caso de Diana, el éxito, en este caso, venía acompañado de la gratificación de poder dedicar toda una vida a las obras de caridad y a la ayuda a quienes más lo necesitaban.

Esa (el matrimonio y, a veces, la caridad) era la máxima aspiración para mis abuelas y tías abuelas que soñaban con verme casada con el Príncipe Felipe o, en su defecto, con Francisco Rivera o El Juli. Es lo que tiene haber crecido en una familia monárquica y taurina del sur… Ese (el matrimonio y, a veces, la caridad) también fue durante un tiempo mi sueño, pero se rompió en agosto de 1997 con la muerte de Diana o, incluso, un poco antes con la separación, el divorcio y todas las historias de infidelidades de Carlos con Camila, y de Diana con tantos hombres. Incluso esa misma historia se contaba sesgada en clave patriarcal: Carlos fue infiel a Diana, pero solo con el amor de toda su vida, Camila, con quien realmente se quería casar y no pudo hacerlo por las normas tan injustas de la familia real británica; mientras que Diana era descrita como un útero indomable y desenfrenado, incapaz de contener sus instintos que, tras no haber podido conquistar el corazón del príncipe, se acostaba con cualquier hombre que se cruzara en su camino.

En todo caso, en agosto de 1997 ese sueño de cuento de hadas se rompió para siempre. Lloré el día de la muerte de Diana. No podía creerme que su historia acabara tan mal y que ella, víctima de la injusticia de haber amado sin ser correspondida, muriera de esa forma tan desagradable e inesperada. Aquel fue el final del sueño romántico de mi infancia y me gustaría pensar que también fue el inicio de una forma diferente de pensar: tendría que haber otras alternativas para mí, más allá de un buen matrimonio con un noble.

Aquellos años noventa también fueron el inicio del periodismo amarillo, sensacionalista, con “portadas que hablan del carmín, de la falda, del escote”, como canta María Ruiz y que persiste, con su avidez, hasta el presente. Como cualquier persona interesada en la realeza y que tuviera televisión en aquella época (o que leyera el Hola), yo conocía toda la vida de Diana Spencer: su infancia, su adolescencia, sus trabajos precarios, su boda de ensueño, su crisis matrimonial, la ruptura y el dolor, su vida amorosa posterior, su malísima relación con la reina y hasta los detalles más escabrosos de su muerte. Y, sin embargo, no tenía ni idea de que tuviera bulimia. Esto me lleva a dos preguntas: ¿Por qué no se hablaba de ese tema en los noventa? ¿Y por qué el aviso tan amenazante de esta plataforma de vídeos, en 2021, de que el contenido de ese capítulo podía herir la sensibilidad del espectador?

En esta serie, y prácticamente en cualquier otro contenido (real o ficticio) que podamos ver ahora mismo en televisión, hay todo tipo de escenas de violencia, sangre y sexo explícito. En el caso de The Crown hay mucho sexo, toda una gama de insultos desde barriobajeros hasta formales, perversos y corrosivos, atropellos de autobús en un Londres desquiciado, bombas del IRA con nobles que salen volando, un alud que mata a un centenar de niños en Aberfan y peleas a golpes y bofetadas entre la princesa Margaret y su marido. Hay un hay capítulo entero dedicado a la caza de un ciervo, sin obviar ningún detalle, desde el primer tiro y el reguero de sangre que deja por las montañas escocesas, hasta el tiro definitivo que lo tumba en el suelo, el traslado del animal en una furgoneta ensangrentada y la posterior operación de desangramiento, desollamiento y decapitación para hacer un adorno de pared. No se ahorran ni un solo detalle. Ahora bien, el único aviso que hay en toda la serie de que un capítulo tiene contenidos violentos que pueden alterar al espectador es cuando se muestran los trastornos alimenticios de Diana. Y ni siquiera son imágenes muy explícitas o violentas, solo son una serie de tomas lejanas y esquinadas, elegantes casi, grabadas a distancia o en el reflejo de un espejo. Apenas se ve la espalda o las piernas de la princesa, su cuerpo encogido sobre el váter, que casi no se ve, y el grifo debidamente abierto para que corra el agua y no se oigan las arcadas.

Quizás en el hecho de que se considere perturbadora una escena de una mujer vomitando, mientras que el sexo, la sangre y la violencia explícita se hayan normalizado y estén a todas horas en nuestros televisores nos encontramos con un tabú de nuestra época. En la sociedad del espectáculo se muestra muestran cuerpos perfectos, jóvenes y bellos, mucho sexo, bastante convencional y debidamente depilado, y unos tipos muy concretos de violencia, masculina, se podría decir: violencia física, de peleas y golpes con los puños, de heridas de bala y espadas, de bombas atómicas y bombardeos en Afganistán; pero no se muestra el lado oculto de esa belleza y de esos cuerpos perfectos, no se muestran otros cuerpos no normativos ni el miedo o la vergüenza de muchas mujeres (y algunos hombres, me gustaría pensar) por no poder alcanzar esos cánones de belleza y perfección.

¿En qué clase de sociedad nos encontramos que parece menos problemático mostrar una matanza o un buen polvo que un trastorno alimentario? Justamente en una sociedad del culto al cuerpo y la belleza, que valora sobre todo la apariencia física y en la que el éxito social, que ya no se depende de un buen matrimonio (como creía mi abuela), sino de tener un cuerpo perfecto, así como del número de relaciones que se haya tenido, de follar mucho, triunfar en Tinder o practicar el poliamor.

En los noventa aparecieron también las primeras grandes top models (Claudia, Naomi, Linda, Cindy, Kate, Heidi, Helena…) y desde entonces, todo, o casi todo, en nuestra sociedad está basado en este imperativo de la belleza: desde los anuncios publicitarios de cremas para tener la piel perfecta y maquillajes y sombras de ojos para lograr sacar tu mejor partido y resultar irresistible; hasta la venta de marcas de ropa que te realzan la figura y te hacen la mejor cintura posible. Sin olvidar todos los mensajes de los medios de comunicación, presentadoras y presentadores espectaculares diciendo que no hacen dieta, solo llevan una vida sana; ofertas de gimnasio para alcanzar tu peso ideal y comentarios de madres abuelas, hermanas, compañeras de trabajo o incluso completas desconocidas sobre nuestro aspecto físico y todo lo que podríamos hacer para mejorarlo. El límite extremo se encuentra, entiendo, en el auge de la cirugía estética para hacer esos pequeños retoques necesarios para que no se note tu edad y recuperes el brillo de la mirada… Y no se trata ya de una presión que afecte solo a las mujeres, sino que los hombres también se encuentran cada vez más asediados por ese imperativo de la belleza, el goce y la eterna juventud.

Este fenómeno está lejos de ser puramente estético (en el sentido de la apariencia y el culto a la belleza), sus bases más profundas están fuertemente enraizadas en el sistema capitalista, en las enormes ventas y beneficios económicos que anualmente reciben las empresas dedicadas al sector. Solo un dato: tras los multimillonarios Jeff Bezos y Elon Musk, procedentes del mundo de las nuevas tecnologías, la tercera persona más rica del planeta, según la lista Forbes 2021, es Bernard Arnault, dueño de Louis Vuitton; y la primera mujer que aparece en la lista, en el puesto duodécimo, es Françoise Bettencourt Meyers, de L’Oreal.

¿Cómo se iba a poder mostrar entonces el lado oculto de ese culto al cuerpo y esa búsqueda de belleza?, ¿cómo se podría hablar del sufrimiento por no poder llegar a tener un cuerpo perfecto, y visibilizar las enfermedades físicas y mentales que surgen por perseguir ese ideal inalcanzable?

Aquí veo un posible origen del tabú que rodea y oscurece todas las complejas regiones relacionadas con desórdenes alimenticios. Se podría hablar de todo, mostrar todo, parece que no hay límites a la violencia que aparece en nuestras pantallas; pero si se visibilizara el reverso oscuro que siempre acompaña a este culto al cuerpo y a la belleza es muy posible que se paralizara gran parte de la economía, al menos occidental. Las grandes marcas de estética, moda, los gimnasios, los gurús de la dieta, las clínicas de estética dejarían de vender y tendrían que cerrar sus puertas y se arruinarían. Quizá ese sería el momento feliz en el que aceptaríamos nuestros cuerpos tal y como son, sin imperativos de la moda o de las medidas perfectas.

Otra muy distinta hubiera sido mi adolescencia y la de tantas otras niñas de mi generación si se hubiera idealizado menos la belleza del cuerpo y se hubiera podido hablar de su lado oscuro. Así que, aunque sea en una plataforma de vídeos con protagonistas espectaculares, que es parte de este mismo sistema capitalista, que se presente con un cierto tono morboso y se enmarque con mensajes de aviso amenazantes (“Cuidado, se presentan contenidos que pueden herir su sensibilidad”), casi agradezco que por fin se haya visibilizado la bulimia de Diana y que se pueda hablar y escribir sobre este tema.

Fuente: https://www.elsaltodiario.com/feminismos/diana-y-la-bulimia



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sábado, 4 de septiembre de 2021

Entrevista a la historiadora afgana Mejgan Massoumi «Nadie preguntó nunca a las mujeres afganas qué querían ellas»

Fuentes: https://brecha.com.uy/







A diez días de la caída de Kabul, Massoumi conversó con Brecha sobre la situación actual en el país, el legado de la ocupación y la resistencia al régimen fundamentalista.


Massoumi es doctora en Historia, investigadora del Afganistán moderno y graduada en la californiana Universidad de Stanford, donde hoy es docente en el programa Educación Civil, Liberal y Global. Su familia huyó de Afganistán en 1980, un año después de que tomara el poder el régimen comunista que lo gobernó hasta 1992. Su última visita al país fue en 2018, para realizar un trabajo de campo y una investigación para su tesis, según explica a Brecha.El diálogo que reproducimos a continuación transcurrió vía email.

—Desde que los talibanes se hizo con el control del país, parece que Occidente se acordó de la suerte de las mujeres afganas y entró en pánico, como si durante los 20 años de ocupación de Estados Unidos y la OTAN la situación de las mujeres y del pueblo en general en el país hubiera sido buena y próspera. ¿Cuáles son sus comentarios u observaciones sobre esta percepción?

Parte de la justificación de la «guerra contra el terror» en 2001 tenía que ver con las feministas occidentales, que creían que había que «salvar» a las mujeres afganas de la opresión de los talibanes. Es interesante, porque nadie preguntó nunca a las mujeres afganas qué querían ellas. De hecho, siguen sin preguntarles.

Los logros de los últimos 20 años para las mujeres y para muchas personas de Afganistán tienen que ver con el hecho de que ellas y ellos mismos hicieron retroceder los sistemas de opresión que pretendían controlarles, ya sea el imperialismo occidental o el terrorismo talibán. Muchas mujeres en los medios de comunicación asumieron grandes riesgos en sus carreras para ser creativas con la nueva programación, para ser periodistas que hacían preguntas difíciles a los líderes afganos e internacionales y hacerlos rendir cuentas. No creo que se pueda decir que las mujeres tuvieron la oportunidad de hacer estas cosas debido a la ocupación estadounidense. Creo que las mujeres afganas son fuertes, inteligentes y capaces de hacer cualquier cosa en este mundo, y lucharon mucho por sí mismas para ganar su derecho a participar en la vida pública y exigir su autonomía.

—¿Cuál fue la situación durante estos 20 años? ¿Hubo realmente mejoras e inversión significativas en la vida y las condiciones de las mujeres? Teniendo en cuenta los billones que invirtieron Estados Unidos y sus aliados en los sectores militar y de seguridad y en el apoyo a los señores de la guerra locales, ¿qué podría haberse hecho de otra manera?

Creo que ya hay muchas pruebas que demuestran todos los fracasos de la aventura estadounidense en Afganistán. Si mirás los informes del SIGAR (1) o los «Afghanistan Papers» publicados por The Washington Post, se pueden ver las pruebas de corrupción, la mala gestión, la falta de un plan claro de la guerra o de por qué los estadounidenses estaban allí… Todas estas cosas son pruebas de lo que salió mal.

Cuando Estados Unidos comenzó su guerra, en 2001, después de los sucesos del 11-S, su retórica −especialmente bajo el presidente Bush− era «no negociamos con terroristas» o con «quienes los albergan», y, sin embargo, en 2020 Estados Unidos se puso a elaborar un acuerdo de paz con los talibanes en Doha, Catar. Y sin la participación del Gobierno afgano. La forma en que Estados Unidos ha considerado esta guerra y su propósito fue errónea desde el principio, especialmente si se considera que el objetivo era deshacerse de los terroristas y ahora han firmado un acuerdo de paz que reinstaló a los terroristas en Afganistán.

Como dije antes, creo que las mujeres afganas han conseguido importantes avances en los últimos 20 años, pero el regreso de los talibanes amenaza con borrarlos todos. Cuando se apoderó del poder, emitió edictos amenazando con casar a las mujeres solteras y a las viudas menores de 45 años.

—¿Cree que los talibanes han cambiado en estos 20 años, en algún sentido? ¿Habrá alguna diferencia en comparación con su anterior Gobierno comenzado hace 25 años? ¿Por qué cree que su discurso ha sido casi «conciliador» en sus primeras ruedas de prensa y declaraciones?

No. Creo que todo lo que intentan mostrar de sí mismos ahora bajo una luz positiva es una fachada. Como ya mencioné, desde su toma del poder ya estaban emitiendo proclamas para controlar los cuerpos de las mujeres y obligarlas a casarse. Su violencia no cesará en el lapso de una semana y sería muy ingenuo creer que se han reformado. Los informes y videos de todo el país muestran que han atacado hogares y amenazado a cualquiera que trabajara con los estadounidenses.

También es peligroso aceptar por pragmatismo a un grupo terrorista que se hizo con el poder. Una vez que empezamos a hablar de «bueno, pero ahora están en el poder» se les da legitimidad, y no creo que un grupo terrorista deba tener legitimidad en nuestro mundo para dirigir un país. Es un crimen. El pueblo afgano no votó por los talibanes. Este grupo lleva más de 20 años aterrorizando a la gente y el pueblo afgano no olvidará sus atrocidades.

—¿Cuál es su percepción sobre el sentimiento de la mayoría de la población respecto a la vuelta de los talibanes al poder? Por supuesto, puede variar en función de las regiones, los géneros, el medio urbano o rural, etcétera, pero me pregunto cuál es su base de apoyo, más allá del miedo y el respeto natural que puede imponer una poderosa organización armada.

Los afganos y afganas se están levantando y resistiendo de diversas maneras. Reclaman su bandera nacional y los símbolos de su país y no aceptan la bandera de los talibanes. Reclaman su hermosa religión al grito de «Allahu Akbar» («Alá es más grande») y niegan así esta idea de que los talibanes pueden utilizar la religión para justificar su violencia. El islam es una religión de paz, no de violencia.

—¿Cuáles son los sentimientos y los temores de las mujeres, qué piensan de la retirada estadounidense y de la forma en que se hizo, cómo están siendo y serán afectadas sus vidas en realidad, y cuáles son las perspectivas para ellas?

Me temo que muchas personas afganas −independientemente de si son mujeres u hombres− viven una tremenda sensación de traición por parte de Estados Unidos. Creo que todo el mundo en el país quería que los estadounidenses se fueran, sin duda, pero no de esta manera. Estados Unidos utilizó el territorio afgano durante 20 años para librar una guerra contra el terrorismo y hacer que el mundo fuera «más seguro». Y, sin embargo, con esta retirada Estados Unidos no le ha dado ninguna dignidad al pueblo afgano. En el aeropuerto, se privilegia la seguridad de las vidas estadounidenses por encima de las afganas. Estados Unidos veía al pueblo de Afganistán como «aliado», pero ha tratado a esos aliados como «bajas desafortunadas» en este escenario. Que el presidente Biden sugiera que los soldados afganos eran cobardes que no querían luchar por sí mismos es negar los aproximadamente 66 mil soldados afganos que murieron en el transcurso de esta guerra. Ese número por sí solo significa sacrificio y compromiso.

—¿Qué podemos hacer en el Sur global, y en América Latina en particular, para apoyar al pueblo afgano? ¿Qué pueden y deben hacer las organizaciones feministas para comprender y apoyar realmente a las mujeres afganas de forma positiva y constructiva?

¡Por favor, no reconozcan ni apoyen al Gobierno talibán! Presionen a cualquier gobierno que apoye a los talibanes para que dejen de hacerlo y para que no lo financie. A menos que apoyen el terrorismo, no deberían permitir que esto le ocurra a un país que ha soportado más de 40 años de guerra. Por favor, incidan para que Afganistán sea libre, y para que el propio pueblo afgano decida quiénes deben ser sus dirigentes. Esto no debería ser una decisión de los imperialistas o de los terroristas talibanes. El pueblo afgano debería decidir por sí mismo.

—¿Qué más le gustaría decir o señalar sobre la situación actual que no haya sido destacado lo suficiente en los análisis occidentales?

Creo que la gente no comprende realmente el importante lugar que ocupa Afganistán en este mundo. Aparte de ser utilizado como lugar de guerra, para mí Afganistán es un lugar de paz, de imaginación, de experimentación y, sobre todo, de amor. Pero si seguimos pensando en Afganistán solo como un lugar de víctimas y horror, estaremos ciegas a todo el amor que ofrece al mundo y a cómo −si tiene su propia autonomía y un gobierno decidido por el pueblo− puede ser uno de los lugares más poderosos de este mundo. Me pregunto si será por eso que tantas potencias mundiales están interesadas en él…


Fuente: https://brecha.com.uy/nadie-pregunto-nunca-a-las-mujeres-afganas-que-querian-ellas/

Nota:

1). El Inspector General para la Reconstrucción de Afganistán (SIGAR, por sus siglas en inglés) fue creado por el Congreso estadounidense con el fin de auditar los fondos destinados a esa tarea. Su misión oficial es «promover la economía y la eficacia de los programas de reconstrucción financiados por Estados Unidos en Afganistán y detectar y evitar el fraude, el despilfarro y los abusos mediante la realización de auditorías, inspecciones e investigaciones independientes, objetivas y estratégicas». Significativamente, la portada de su sitio web contiene un informe titulado: «Lo que tenemos que aprender: lecciones de 20 años de reconstrucción en Afganistán».






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sábado, 21 de agosto de 2021

ENCUESTA DEL 21 DE AGOSTO AL 4 DE SEPTIEMBRE






Muy buenas, estamos realizando un estudio con el grupo humano de Ecofeminismo, Imillas Gualaychas y Mujeres Copleras del sur  sobre el contenido de  "canciones feministas" de este 2021. Y nos gustaría que nos apoyen respondiendo esta pequeña encuesta. El link para las canciones lo encuentras en el documento de: 


ENCUESTA (21 Agosto - 4 Septiembre 2021)



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sábado, 26 de junio de 2021

La inclusión laboral travesti trans es ley en Argentina

El Senado de Argentina convirtió en ley una deuda y un reclamo histórico: la Ley de Cupo e Inclusión Laboral Travesti Trans “Diana Sacayán – Lohana Berkins” es pionera en el mundo.

Lo que durante años fue un reclamo histórico hoy al fin se convirtió en ley. Por mayoría, con 55 votos afirmativos, 1 negativo y 6 abstenciones el Senado de la Nación aprobó en Argentina la Ley de Cupo e Inclusión Laboral Travesti Trans “Diana Sacayán – Lohana Berkins”. El proyecto de Ley fue trabajado de manera intensiva por las organizaciones de la diversidad sexual, que lograron que finalmente en el 2021 el Congreso de la Nación lo tratara en sesiones ordinarias en Diputadxs el 8 de junio, donde obtuvo media sanción (207 votos a favor, 11 en contra y 7 abstenciones ), y en Senadorxs hoy.

La sesión que abrió poco después de las 14 la vicepresidenta Cristina Fernández de Kirchner duró varias horas y tuvo a 12 senadorxs que tomaron la palabra, todxs a favor del proyecto. Varixs de ellxs citaron a Lohana y a Diana, pero también historias de vidas de otras travestis y trans. Algunxs pidieron perdón por “llegar tarde” desde el Estado. Hicieron hincapié además en que con que la inclusión se convierta en ley no alcanza: se necesita un cambio cultural, un compromiso del sector privado.

“El cupo e inclusión travesti trans es ley gracias a la militancia, al activismo y a una alianza política sin precedentes. La ley de Identidad de Género fue un trampolín desde el 2012 para reclamar más derechos. El trabajo es un eje fundamental del desarrollo humano. Las travestis y trans fuimos excluidas de todos los derechos humanos fundamentales, hoy el Congreso entendió que debía modificar nuestro destino de violencias y muerte. Estoy segura que este acceso al empleo formal, empleo decente, repercutirá en nuestros promedios de expectativa de vida. Agradecemos especialmente a las diputadas Gabriela Estévez, Vanesa Siley, Mónica Macha y Cristina Álvarez Rodríguez”, comentó la fundadora de la Asociación Civil La Rosa Naranja, integrante del Frente Orgullo y Lucha Marcela Tobaldi.

El Frente Orgullo y Lucha, junto con Liga LGBTIQ+ de las Provincias y la Convocatoria Federal Trans y Travesti Argentina, venían trabajando el proyecto de manera intensiva a nivel legislativo con las diputadas nacionales Mónica Macha, Gabriela Estévez, Vanesa Siley y Cristina Álvarez Rodríguez (Frente de Todxs). Porque el proyecto que hoy se votó ley llegó al recinto de manera insistente en los últimos años, a través de diversxs legisladorxs.

Mónica Macha fue una de las legisladoras que trabajó fuerte para que llegara este día. “Estamos transformando la vida cotidiana, real y concreta de las travestis y trans de nuestra patria. Esta ley es histórica por lo que significa, por su recorrido y su lucha, pero sobre todo por su efecto, por lo que significa en los proyectos de vida y la transformación que supone de la vida laboral y en el Estado“, dijo Macha a Presentes. “Estamos construyendo un Estado transfeminista. El trabajo organiza, dignifica y permite proyectos de vida. Las compañeras travesti trans nos enseñaron a luchar por una sociedad más honesta y con lugar para todos y todas. Un mundo donde quepan todos los mundos, eso es esta ley. Encendimos un fuego imposible de apagar”.

 

“A partir de hoy vivimos en un país más justo”

“A partir de este momento vivimos en un país más justo“, expresó Thiago Galván, activista trans y Vicepresidente de la Liga LGBTIQ+ de las Provincias. Después de una larga historia de abandono, hoy el Estado vuelve a legislar por nuestros derechos. Hoy se materializan nuestras demandas y estamos más cerca de alcanzar esa sociedad donde ser travesti o trans no significa violencia, miedo, desidia, ni castigo. Esta ley es un abrazo de esperanza para las infancias y adolescencias. Hoy se salda una deuda muy grande en Argentina: el acceso al trabajo implica poder proyectarse, elegir y embarcarse en un proyecto de vida. Celebramos la voluntad política de un Estado que nos escucha activamente, pero por sobre todas las cosas, nos celebramos a nosotres, a nuestra fortaleza, a nuestra militancia y a nuestro derecho a vivir plenamente”.

 

“Empezamos a escribir otro capítulo de nuestra historia, la de una Argentina más igualitaria. Nuestro colectivo va a poder acceder al trabajo formal. Esto va a repercutir en lo individual y lo colectivo. Pero también vamos a transformar culturalmente a una sociedad que históricamente asoció y confinó a travestis y trans a la prostitución y la criminalidad“, expresó Claudia Vásquez Haro, presidenta de Otrans Argentina y de la Convocatoria Federal Trans y Travesti Argentina. “No nos quedamos en el lugar de víctimas, lo trascendimos a través de la organización, acción y lucha. Nos convertimos en sujetes políticos. Logramos la unidad entre tres coaliciones federales con más de 250 organizaciones. Esta ley es legítima desde su origen, porque se construyó desde las bases y representa nuestras voces y demandas en primera persona”.

Qué dice la Ley de Inclusión Laboral Travesti Trans

Mónica Macha, presidenta de la Comisión de Géneros y Diversidad de Diputadxs, lo presentó varias veces, antes y después lo trabajó junto con los colectivos LGBT+.  Recoge también iniciativas de otrxs legisladrxs que presentaron proyectos como Gabriela Estevez y Cristina Alvarez Rodríguez. En 2020, como presidenta de la Comisión, Macha convocó a varias reuniones donde a través de encuentros virtuales activistas de diferentes puntos del país trabajaron cada artículo.

 

A diferencia del decreto presidencial de Alberto Fernández que destina un 1 por ciento de la planta del empleo del sector público a personas trans, la ley -que aun deberá ser promulgada y reglamentada- es mucho más amplio. Porque el proyecto de “Ley de Promoción del acceso al empleo formal para personas travestis, transexuales y transgénero Diana Sacayán-Lohana Berkins” buscó ir más allá de la idea de cupo para proponer  “medidas de acción positiva orientadas a lograr la efectiva inclusión laboral de las personas travestis, transexuales y transgénero, con el fin de promover la igualdad real de oportunidades en todo el territorio de la República Argentina”.

  • Apunta a la inclusión de las personas travestis, transexuales y transgénero habilitadas a trabajar, hayan o no accedido al cambio registral previsto en el artículo 3o de la Ley 26.743 de Identidad de Género.
  • En sus artículos propone medidas de acción positiva: la inclusión laboral en el Estado Nacional a través de un cupo mínimo del 1 % en los tres poderes que lo integran, los Ministerios Públicos, los organismos descentralizados o autárquicos, los entes públicos no estatales, las empresas y sociedades del Estado, en todas las modalidades de contratación.
  • En uno de sus artículos platea el principio de no discriminación de manera terminante al decir que toda persona travesti, transexual o transgénero tiene derecho al trabajo formal digno y productivo, a condiciones equitativas y satisfactorias de trabajo y a la protección contra el desempleo. Y plantea que para que esto se cumpla, a la hora de garantizar el ingreso y permanencia en el empleo no podrán ser valorados los antecedentes contravencionales. Por eso, los antecedentes penales de les postulantes “que resulten irrelevantes para el acceso al puesto laboral, no podrán representar un obstáculo para el ingreso y permanencia en el empleo considerando la particular situación de vulnerabilidad de este colectivo” planteó el texto del proyecto.
  • La propuesta de ley no se limita al cupo. Propone medidas para garantizar la terminalidad educativa y la capacitación, a fin de que las dificultades para acceder al estudio que han sufrido tanta personas travestis y trans no sea un impedimento para acceder aun empleo.
  • Entre sus artículos, contempla la inclusión transversal y federal, acciones de concientización y prioridad en las contrataciones del Estado (a igual costo y en la forma que establezca la reglamentación, las compras de insumos y provisiones a personas jurídicas o humanas del ámbito privado que incluyan en su planta laboral a personas travestis, transexuales y transgénero).
  • También habla de incentivos al sector privado para quienes contraten a travestis y trans.
  • Se proponer garantizar el acceso al crédito para emprendimientos productivos (a través del Banco Nación).

Agencia Presentes



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miércoles, 16 de junio de 2021

Terrorismo machista y desaparición legal de las mujeres: una tormenta perfecta



Hoy, 16 de Junio 2021 otra mujer en Madrid (España) en el barrio de Moratalaz es asesinada a martillazos por su marido


La anterior semana han ido más allá. El brazo más violento de los que no nos aceptan libres e iguales, diferentes y poderosas porque somos nosotras las que damos la vida, han asesinado a tres menores: Ana y Olivia, las dos hijas de Beatriz, y Rocío, la joven madre de una criatura de cuatro meses, destrozando para siempre las vidas de quienes las quieren a todas. Sí, esta semana las noticias hablarán de ello un poco más y todo el mundo hará declaraciones con la voz rota. Con aires trascendentales, hablarán de impotencia y tendremos que aguantar los perfiles psicológicos de esta colección de criminales que siguen el mismo patrón: son machistas, son una banda, crece en las escuelas y en las familias, en los lugares de trabajo y en los de ocio, en los medios de comunicación y en las redes sociales. Todo el mundo lo ha visto y todo el mundo ha hecho ver que no lo veía. Nadie les ha educado para otra cosa y nadie les ha parado los pies a tiempo.

Cada vez más, se define colectivamente la masculinidad desde el poder y la dominación en lugar de las relaciones libres, basadas en el deseo recíproco y en el bien común al que aspiramos desde las utopías de la emancipación. Si no se hace nada, nos vamos acercando a una sociedad pornificada y narcisista donde perdemos, más que nadie, las mujeres y las criaturas, a manos de los que relativizan y desdibujan el sexo y la edad para normalizar el abuso en todas sus dimensiones. El hecho es que aumenta la violencia contra las mujeres y las jóvenes en lugar de disminuir.

Desde principios de año, Feministes de Catalunya, organización nacida en Sabadell que ya ha crecido por toda Cataluña, selecciona cada domingo noticias semanales de violencia machista para publicar las que caben en un minuto online en el #MachistonPost. Una selección hecha con un dolor insoportable. Nadie puede alegar ignorancia. El pasado 25 de noviembre, con motivo del día internacional para la erradicación de la violencia machista, dedicamos una semana intensiva a la información y la sensibilización, mientras el Parlament de Catalunya sacaba adelante, sin explicarlo a la sociedad más allá de la propaganda, la reforma de la Ley catalana 5/2008 de los derechos de las mujeres a erradicar la violencia machista (Drets de les dones a erradicar la violència masclista). Una reforma que ha redefinido el sujeto de esta violencia (mujer ya es cualquier que se declare tal) y ha dejado fuera las formas más execrables y frecuentes (publicidad sexista, turismo sexual, explotación sexual, pornografía, etc.), a pesar de las protestas y campañas de las feministas. La nueva ley no dedica ni una linea seria a la prevención, a los chicos y a los hombres, al cambio cultural radical que necesitamos urgentemente. Al contrario, el cambio más significativo que aporta está inspirado por la agenda queer, que borra el sexo y transforma la opresión de las mujeres, el género (todo aquello que se atribuye falsamente a “ser hombre” o “ser mujer” para mantener la jerarquía), en una identidad “sentida”. Si ha de ser considerada mujer cualquiera que se declare tal, se convierten en inútiles las políticas de igualdad que protegen a las mujeres de la desigualdad estructural que sufrimos. El aumento de la violencia contra las mujeres y, en paralelo, la desaparición legal de las mujeres basada en el sexo es una tormenta perfecta para el retroceso en nuestros derechos.

La violencia machista no es una fatalidad ni la ejercen unos lobos solitarios trastocados. Es la forma que tiene el poder patriarcal para mantenernos subordinadas a pesar de lo que digan las leyes. Pero la realidad es que las mujeres y las niñas reales no le importamos a nadie. Desde Feministes de Catalunya estuvimos interpelando diariamente a todos los partidos durante la campaña electoral del pasado 14 de febrero con datos y preguntas sobre qué harían para proteger los derechos de las mujeres, con el resultado decepcionante de un silencio y un desinterés casi absolutos.

Silencio y desinterés que se suma al ejercicio de hacer ver que eliminan la desigualdad por la via de eliminar a las mujeres, una moda que ha seguido el nuevo President de la Generalitat, Pere Aragonès, en su discurso de investidura, hablando de “pobreza menstrual”. Esta y otras expresiones borran la realidad material del sexo y las condiciones materiales de vida de las mujeres en favor de un imaginario ideológico antifeminista. “Cuerpos gestantes”, “padres de intención”, y nuevas consejerías y concejalías que se llaman de “feminismos” en plural, para una elección a la carta en el más puro estilo neoliberal del cliente y su satisfacción como principio político. Incluso decir mujer o decir madre empieza a estar penalizado con multas a medida que avanza la legislación transgenerista en otros países y que tanto les gusta al govern de la Generalitat, a otros partidos postmodernos, al Big Pharma y al resto de las grandes corporaciones que financian su agenda. Pero la violencia, la explotación sexual, la explotación reproductiva, la brecha salarial, la presión sexual y social contra nuestros cuerpos, la ridiculización y el menosprecio, el asesinato machista y la tortura vicaria, todo esto, lo sufrimos las mujeres. Solo lo sufrimos las mujeres, tanto da cómo nos quieran llamar o qué neolengua se inventen.

Esta doble distopía, que añade al terrorismo machista los nuevos cambios legislativos que borran legalmente el sexo en favor de la autodeterminación “de género”, no es ciencia-ficción aunque lo parezca, y siempre tiene consecuencias negativas para las mujeres. Por ejemplo, en Canarias han pasado más cosas estos días, a pesar de que la mayoría de los medios no se hayan hecho eco de ello. En Fuerteventura, el criminal confeso del horrendo asesinato de Vanesa Santana, Jonathan Robaina, se autodeclaró mujer el primer día del juicio (tres días después de que se aprobara la Ley Trans autonómica en el parlamento canario), haciéndose tratar por su nuevo nombre, Lorena, y como mujer a todos los efectos, que incluyen un módulo propio para un violador y feminicida: un crimen de terrorismo machista que podría no ser contado como tal, porque habría tenido lugar “entre mujeres”. Esto está pasando. Desdibujar qué es ser mujer también sirve para borrar los delitos que solo sufrimos las mujeres.

En la ficción cinematográfica y literaria proliferan cuerpos imposibles inventados con bisturí o cuerpos de chicas y niñas muertas. Pero siempre a manos de perturbados pillados in extremis por detectives obsesionados, en relatos que ni interpelan ni explican el contexto patriarcal, sino que lo recrean – prueba de ello es que las mujeres a partir de cierta edad ya no tenemos morbo ni como cadáveres para iniciar una investigación. La última banalización es una serie de aventuras adolescentes protagonizada por un grupo de chicos acabada de estrenar en Movistar+, que arranca con los hechos, el lugar y el tiempo del secuestro, tortura y asesinato de las tres chicas de Alcàsser que habían ido a bailar. Además del escandaloso trato periodístico que tuvo por parte de algunas cadenas de televisión en aquel momento, ahora se reinventa el relato excluyente del terrorismo machista introduciendo… a unos seres de otros mundos. Entonces también se escandalizó y se indignó todo el mundo.

No dejemos que se repita. Detengámonos a pensar para entender qué está pasando, hacia dónde vamos y qué hay en juego. Se lo debemos a todas. Las feministas lo haremos.


Fuente: https://tribunafeminista.elplural.com/2021/06/terrorismo-machista-y-desaparicion-legal-de-las-mujeres-una-tormenta-perfecta1/

Sobre la autoraProfesora Titular de Antropología Social. Departamento de Antropología Social y Cultural. Universidad Autónoma de Barcelona

[1] Este articulo se publicó originalmente en catalán el 11 de junio de 2021 en iSabadell.






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