Santa Luisa de Marillac fue el alter ego femenino de San Vicente de Paúl. El destino quiso que Luisa consiguiera su objetivo de dedicarse a Dios y a los demás a pesar de que sus allegados no se lo permitieron en varias ocasiones. El trabajo y la tenacidad de esta santa tuvo como fruto la creación de una congregación religiosa que en la actualidad tiene presencia en muchos lugares del planeta.
Noble y piadosa
Luisa de Marillac nació el 12 de agosto de 1591 en París. Era hija natural de un noble, Luis de Marillac. Nunca supo quien era su madre y su padre murió cuando ella tenía 15 años.
Luisa recibió una buena educación de la mano de una tía monja dominicana en el convento de damas nobles de Poissy. Fue allí donde su vocación religiosa empezaría a gestarse. Cuando en 1604 murió su tía, Luisa volvió a París donde se instaló con su tío Michel de Marillac, un ferviente católico que siguió educando a la joven en un ambiente piadoso.
Tal fue su fe que en 1612 intentó ingresar en un convento capuchino. Su desconsuelo llegó cuando fue rechazada por cuestiones de salud.
Un matrimonio obligado
Tras la frustación de no poder entrar en religión, Luisa tuvo que aceptar el matrimonio que su tío le arregló con Antonio Le Gras. En 1613 se casó y la pareja tuvo un hijo. Durante los doce años que duró su vida de casada, Luisa no se olvidó de su vocación religiosa.
Su oportunidad llegó en 1625 cuando su marido murió tras una larga enfermedad. Con poco más de 30 años, Luisa se decidió a cumplir su gran objetivo.
San Vicente de Paúl y las damas de la caridad
En aquel tiempo, un sacerdote llamado Vicente había ganado muchos seguidores en la corte, sobretodo mujeres, que colaboraron en su misión de ayudar a los enfermos y desamparados en una Francia donde la secularización de las instituciones y las constantes guerras y revueltas, habían dejado muchos pobres y desarrapados. Viuda y libre, Luisa se unió a las seguidoras de Vicente y en poco tiempo pasó a expandir y regular el movimiento conocido como las “Damas de la caridad”.
Las Hijas de la caridad
El interés de las damas de la corte por ayudar a los necesitados fue disminuyendo y lo poco que se hacía se realizaba desordenadamente. En 1633 Luisa asumió la responsabilidad de impulsar un movimiento que afianzara esa ayuda. En su propia casa reunió a un grupo de cuatro jóvenes a las que preparó e instruyó para vivir en la fe y para proteger a los marginados de la sociedad. Aquel fue el inicio de las Hijas de la caridad.
Poco a poco fueron recibiendo encargos de hospitales y centros asistenciales de París y otras ciudades de Francia y Europa.
Un legado de entrega
Santa Luisa de Marillac trabajó incansablemente hasta su muerte, acaecida el 15 de marzo de 1660. En 1934 fue canonizada por el Papa Pío XI.
Patrona de los trabajadores y cuidadores sociales, Santa Luisa consiguió crear de la mano de San Vicente, la orden asistencial católica más importante de Europa en los siglos XVIII y XIX. En la actualidad siguen trabajando en los lugares donde las catástrofes naturales o los refugiados políticos necesitan de su ayuda incansable.
Por Sandra Ferrer
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