“Habida cuenta de que la crisis de la COVID19 afecta de forma desproporcionada a las mujeres trabajadoras de muchas maneras, existe el riesgo de que se produzca un retroceso con respecto a algunos avances logrados en los últimos decenios, y de que se exacerbe la desigualdad de género en el mercado laboral”. Es uno de los alarmantes mensajes fundamentales que lanza el Observatorio de la Organización Internacional del Trabajo (OIT) en la quinta edición de su informe ‘La COVID19 y el mundo del trabajo’.
“A diferencia de crisis anteriores, el empleo femenino corre un mayor riesgo que el masculino, en particular como consecuencia de los efectos de la recesión en el sector de los servicios. Por otro lado, las mujeres constituyen una gran parte de los trabajadores que realizan trabajos de primera línea, especialmente en los sectores sanitario y de asistencia social. El aumento de la carga de trabajo no remunerado de la atención sanitaria que ha provocado la crisis afecta en mayor medida a las mujeres que a los hombres”, añade el informe.
Tendencias inquietantes
Según la OIT, los datos recabados a través de una reciente encuesta ponen de relieve tendencias inquietantes, susceptibles de exacerbar la disparidad y condicionar los modestos avances logrados en los últimos años en materia de igualdad de género en el mercado laboral.
Ya antes del inicio de la crisis, seguía existiendo una gran disparidad de género en los mercados laborales de todo el mundo, pese a los avances de los últimos decenios. Esa disparidad con respecto al índice de participación en la fuerza de trabajo había disminuido levemente en los últimos decenios, si bien la brecha a escala mundial seguía siendo aproximadamente de 27 puntos porcentuales en 2019. En los países de ingresos bajos y medianos bajos, en los que hasta el 90 por ciento de los trabajadores desarrollan su labor en el sector informal, la mujer suele gozar de menor protección social. Con respecto a los trabajadores asalariados, la disparidad de género en materia de remuneración sigue siendo de alrededor del 20 por ciento a escala mundial.
Cuatro son las principales esferas en que esta crisis incide de forma desproporcionada en las mujeres que trabajan: En primer lugar, una gran proporción de mujeres trabaja en sectores muy afectados por la crisis. En segundo lugar, las mujeres que trabajan en el sector de prestación de servicios domésticos han sido muy vulnerables frente a las medidas de contención. En tercer lugar, la inmensa mayoría de los trabajadores de los sectores sanitario y de asistencia social son mujeres. Y, por último, la distribución dispar del aumento de la demanda de servicios de atención social durante la crisis incide de forma desproporcionada en las mujeres.
En primer lugar, una gran proporción de mujeres trabaja en sectores muy afectados por la crisis
A escala mundial, casi 510 millones de mujeres trabajadoras, a saber, el 40 por ciento, desarrollan su labor en esos sectores más afectados, en particular los de la hotelería y la alimentación y los comercios al por mayor y al por menor, así como en los servicios inmobiliarios, empresariales, administrativos y productivos. Por otro lado, esa proporción es del 36,6 por ciento en el caso de los hombres. La proporción de mujeres que trabajan en los sectores más afectados es particularmente elevada en América Central (58,9 por ciento), Asia Sudoriental (48,5 por ciento), Europa Meridional (45,8 por ciento) y América Meridional (45,5 por ciento). En esas subregiones, la proporción de hombres que trabajan en los sectores más afectados es menor (43,0 por ciento en América Central, 33,2 por ciento en Asia Sudoriental y 42,0 por ciento en América Meridional), excepto en Europa Meridional, en la que se registra una proporción mayor (49,1 por ciento).
En lo que respecta a determinados sectores en los que el trabajo femenino es mayoritario, las mujeres realizan el 61 por ciento de los empleos en el sector de las artes y el espectáculo, y en otros servicios conexos, y el 54 por ciento de los empleos en el sector de los servicios de la hotelería y la alimentación, y están sobrerrepresentadas en el sector del comercio al por mayor y al por menor (al ser el 42,1 por ciento de las personas que trabajan en dicho sector, frente al 38,7 por ciento del total de trabajadores). En algunos segmentos del sector productivo que no guardan relación con los servicios y requieren una gran cantidad de mano de obra, en particular el de la confección, las mujeres son vulnerables frente a la pérdida de su trabajo como consecuencia dela interrupción de las cadenas de suministro y la disminución de la demanda de los consumidores.
La brecha de género con respecto a la proporción de trabajadores en los sectores informales más afectados es mucho mayor, habida cuenta de que el 42 por ciento de las mujeres trabajaban de manera informal en esos sectores al comenzar la crisis, frente al 32 por ciento en el caso de los hombres.
En segundo lugar, las mujeres que trabajan en el sector de prestación de servicios domésticos han sido muy vulnerables frente a las medidas de contención
Según varias estimaciones de la OIT, al 4 de junio 55 millones de trabajadores domésticos de todo el mundo, a saber, el 72,3 por ciento, corrían un elevado riesgo de perder su empleo y sus ingresos como consecuencia de las medidas de confinamiento y la falta de cobertura eficaz en materia de seguridad social. La gran mayoría de esos trabajadores domésticos en situación de riesgo, en torno a 37 millones, son mujeres. En todas las regiones, las mujeres constituyen la mayoría de los trabajadores domésticos en situación de riesgo, y su proporciónes del 58,2 por ciento en Asia y el Pacífico, el 69,7 por ciento en África, el 86,0 por ciento en Europa y Asia central y el 88,5 por ciento en América. Cabe destacar que los trabajadores domésticos suelen ser migrantes, lo que aumenta su vulnerabilidad por la falta de protección social en los países de destino, y porqueno pueden regresar a sus países de origen debidoa la implantación de medidas de confinamiento o a prohibiciones de viaje.
En tercer lugar, la inmensa mayoría de los trabajadores de los sectores sanitario y de asistencia social son mujeres
A escala mundial, las mujeres representan más del 70 por ciento de las personas empleadas en los sectores sanitario y social; en varias regiones desarrolladas, constituyen casi el 80 por ciento de la mano de obra del sector sanitario. Sin embargo, las mujeres que llevan a cabo su labor en dicho sector suelen ocupar puestos menos cualificados y peor remunerados, lo que da lugar a una mayor disparidad salarial de género (del 26 por ciento en los países de ingresos elevados y del 29 por ciento en los países de ingresos medianos elevados). Los trabajadores del sector sanitario, en particular los que tratan a pacientes que padecen COVID-19, suelen estar sujetos a arduas condiciones de trabajo (y en ocasiones peligrosas). Sus largas jornadas de trabajo en unidades de cuidados intensivos, la falta de equipos de protección personal o de recursos adecuados, la dotación deficiente de personal y un intenso estrés emocional, hacen que esos trabajadores sanitarios se expongan a un mayor riesgo de infección y transmisión, en particular en los países de ingresos bajos y medianos.
En cuarto lugar, la distribución dispar del aumento de la demanda de servicios de atención social durante la crisis incide de forma desproporcionada en las mujeres
En períodos de normalidad, las mujeres llevan a cabo alrededor de tres cuartas partes del trabajo de prestación de cuidados no remunerado. El tiempo que dedican las mujeres a dicho trabajo aumenta si hay niños en el hogar. El cierre de centros educativos para la primera infancia y de escuelas, así como la interrupción de la prestación de servicios de atención social y la falta de disponibilidad de familiares de mayor edad para prestar ayuda, ha aumentado la demanda de servicios de atención social durante la crisis. La situación de los progenitores solteros, el 78,4 por ciento de los cuales son mujeres en todo el mundo, puede ser aún más compleja, especialmente si deben seguir trabajando (en su puesto de trabajo o a distancia) y cuidar de los niños sin ayuda alguna.
En una reciente encuesta en línea realizada en Europa, el 10,6 por ciento de las mujeres que participaron en la misma (de 35 a 49 años de edad) señalaron que durante la crisis las responsabilidades familiares les impedían (en todo momento o casi siempre) dedicar el tiempo necesario a su trabajo, frente al 6,7 por ciento de los hombres encuestados. Además de los aspectos relativos a la prestación de cuidados, la OIT también ha destacado el riesgo de que aumente la violencia doméstica durante la crisis, en particular como consecuencia de las medidas de confinamiento.
Un empeoramiento de la situación laboral de la mujer
Los datos de una reciente encuesta sobre fuerza de trabajo ponen de relieve un empeoramiento de la situación laboral de la mujer. En los países para los que se dispone de datos relativos a abril y mayo de 2020, la disminución interanual del empleo ha sido mayor en el caso de las mujeres que en el de los hombres. Por ejemplo, en el Canadá, Colombia y Estados Unidos, el empleo femenino disminuyó en más del 16 por ciento de abril de 2019 a abril de 2020. Esa disminución siguió produciéndose en mayo.
Esos efectos desproporcionados en la mujer podrían provocar un retroceso con respecto a los avances en materia de igualdad de género logrados hasta ahora en el mercado laboral y exacerbar la disparidad al respecto. En anteriores crisis se ha puesto de manifiesto que si las mujeres pierden su empleo, aumenta su carga de trabajo no remunerado de prestación de servicios, y que si no hay empleo suficiente, con frecuencia se niega a la mujer las oportunidades de trabajo que se ofrecen a los hombres. Cuanto mayor sea la pérdida de empleo femenino durante la fase confinamiento y menos puestos de trabajo existan como consecuencia de la crisis de la COVID-19, más difícil será recuperar el empleo para las mujeres. Habida cuenta de ello, esta crisis podría provocar un retroceso con respecto a los avances logrados (a un ritmo muy lento) para la mujer en el mercado de trabajo, en particular con respecto a la distribución del trabajo de prestación de cuidados no remunerado.
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