«Callamos por respeto a nuestras mayores, por deferencia, por educación. Pero hasta aquí»
Las mujeres trans son las más machacadas por el patriarcado precisamente porque son las que más desafían su misoginia al luchar contra viento y marea por ser lo que son realmente: mujeres. Por eso, ellas serán siempre mis primeras compañeras y hermanas como feminista.
Feminismo es la radical defensa de la igualdad de derechos de todos los seres humanos. Feminismo es elegir estar del lado y al servicio de la lucha de las más apaleadas, discriminadas, violadas, asesinadas y ninguneadas por el patriarcado, el capitalismo, el clasismo y el racismo. Porque esos son nuestros enemigos como feministas. En consecuencia, mis compañeras de viaje elegidas son las mujeres trans –las más despreciadas por los misóginos–, las mujeres migradas y racializadas –la mano de obra más esclavizada por los racistas–, las mujeres lesbianas y bisexuales –las consideradas sospechosas por casi todos y que, por ello, incluso sufren violaciones correctivas en numerosos países–, y las mujeres empobrecidas, porque sobre sus espaldas recaen todos nuestros privilegios. Y todas aquellas mujeres y hombres que osen atacarlas son, por tanto, los enemigos del feminismo. Porque cuando estas personas dirigen su odio contra las mujeres en situaciones más precarias y vulnerables, se convierten en depredadores, encarnizan el sistema a abolir.
Muchas de las feministas jóvenes que estábamos en desacuerdo con algunas de las que estos días han proferido insultos contra las mujeres trans –“Y digo tíos porque son tíos” o “Hay muchos problemas con esto del género que se sustancia con un buen conocimiento de la moda”, han dicho entre burlas y gestos chabacanos en un congreso feminista– llevábamos años guardando silencio ante su soberbia, prepotencia y cesarismo por respeto a sus aportaciones en el pasado a la lucha feminista. Incluso, como en mi caso, cuando dieron la orden a la persona que daba los turnos de preguntas en uno de sus encuentros de no volvérmela a dar después de que les preguntase por qué, si tanto les importaban las víctimas de trata, apoyaban a un gobierno –en aquel momento, el de Zapatero– que sostenía políticas de extranjería que forzaba a las mujeres africanas a migrar mediante las redes de trata; o cuando gente de esos círculos pidió el boicot a los medios que nos publicaron artículos en los que analizamos las diferencias entre la trata con fines de explotación sexual y la prostitución. Callamos por respeto a nuestras mayores, por deferencia, por educación. Pero hasta aquí.
Si ustedes no admiten que haya feminismos diversos, permítanme decirles que su feminismo, con sus risas histriónicas y ataques jactanciosos a las mujeres trans, a las mujeres que luchan como jabatas por ser quienes son y tener unas condiciones de vida menos inhumanas, es cualquier cosa menos feminismo: es machismo, es clasismo, es aporofobia, es despotismo, es supremacismo y, sobre todo, es cualquier cosa menos la tan cacareada –y ausente de su práctica– sororidad.
Las feministas no habremos logrado nada mientras las mujeres y hombres trans, bisexuales, lesbianas, gays y queer no tengan absolutamente los mismos derechos que las mujeres cis más privilegiadas. Mientras, solo estaremos perpetuando un sistema de castas basados en los privilegios de unas a costa de la discriminación y explotación de otras.
Me aterran tanto las risas de esas ponentes y de su público sobre las mujeres trans como la irrupción de Inés Arrimadas y los miembros de Ciudadanos en la manifestación del Orgullo de Madrid buscando la imagen de víctimas, después de que se negasen a firmar un manifiesto que exigía que no se pactará con los neofascistas que consideran a las personas del colectivo LGTBIQ+ subhumanas, desviadas, un peligro para el bienestar de sus hijos e hijas, desechables, en definitiva.
Me aterran más las burlas y gestos despreciativos de estas señoras que mil autobuses de Hazte Oír o mítines de Vox. Porque de ellos no esperábamos nada más que veneno misógino y lgtbfóbico. Pero no de ellas, de quienes durante un tiempo pensábamos que estaban de nuestro lado, aunque fuese con diferencias. Con sus mofas, han dejado claro que no nos quieren a su vera. Y sobre todo, ya no nos han dejado otra opción que admitir en público, aunque cueste, que nuestro sitio no está a su lado.
Hermanas trans, más alto y claro que nunca: con ustedes siempre, gracias a ustedes siempre, gracias por habernos enseñado tanto siempre. En el desprecio que ustedes despiertan en determinados sectores, es donde mejor se ve el odio, la perversidad y la vileza del patriarcado. Sin el aprendizaje que hemos legado de vuestra lucha, nuestro feminismo no sería tan liberador, transgresor, amoroso ni revolucionario. Y como me dijo una vez Mar Cambrollé, presidenta de la Asociación de Transexuales de Andalucía, «hicimos una revolución en tacones, con lo labios pintados y las plumas alrededor de los hombros». Cuánto se pierden las que no se quieren poner en vuestros zapatos, las que no se quieren subir a vuestros tacones. Desde ahí, el mundo es mucho rico, diverso, technicolor y apetecible. Gracias por regalarnos esas vistas. Os queremos. Gracias.
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