Por Alice Ragland
Activa e influyente en las luchas internacionales por la libertad durante casi seis decenios, sus discursos y escritos contienen valiosas enseñanzas sobre las principales injusticias a que nos enfrentamos en esta época de aumento del racismo, la xenofobia y la violencia reaccionaria.
Angela Davis merece un gran reconocimiento en este Mes de la historia de la mujer, y todos los meses. Activa e influyente en las luchas internacionales por la libertad durante casi seis decenios, sus discursos y escritos contienen valiosas enseñanzas sobre las principales injusticias a que nos enfrentamos en esta época de aumento del racismo, la xenofobia y la violencia reaccionaria.
El libro Women, Culture, and Politics 1/, una recopilación de discursos que explican las luchas que han de afrontar las mujeres negras en un mundo supremacista blanco, capitalista e imperialista, se publicó (NY: Random House) en 1989. Sin embargo, las palabras de Davis tienen hoy la misma relevancia que en aquel entonces. Deberían ser leídas por todas aquellas personas que están interesadas en participar en las luchas globales por la justicia e informarse más sobre ellas. En este Mes de la historia de la mujer recomiendo prestar atención a tres mensajes principales de este libro, tan necesarios hoy en día como hace treinta años.
1. El movimiento feminista todavía necesita tomarse en serio los intereses de las mujeres pobres y obreras de color.
Vivimos en una época de #MeToo, #TimesUp, #MuteRKelly y otros movimientos para sacar a la luz los abusos que sufren mujeres todos los días. Las pussy hats 2/ y las manifestaciones de mujeres se producen sobre el telón de fondo de la violencia continua y el desprecio a que se enfrentan las mujeres. Pero incluso en el seno de estos movimientos, los sesgos de raza y de clase acallan las voces de las mujeres de color, especialmente las negras.
Angela Davis advirtió en 1989 de que el movimiento feminista no era tan efectivo como podría serlo porque las mujeres blancas de clase media no prestaban atención a las necesidades de las mujeres negras y latinas pobres. Y este sigue siendo el caso en gran medida. Cuestiones que afectan de forma desproporcionadamente negativa a las mujeres pobres de color, a menudo son marginadas en el discurso sobre la igualdad. El llamamiento a la acción de Davis en Women, Culture, and Politicsdebe ocupar un lugar central en el movimiento feminista actual:
Hemos de empezar a crear un movimiento revolucionario y multirracial de mujeres que aborde efectivamente las principales cuestiones que afectan a las mujeres pobres y de clase obrera. Para aprovechar el potencial de este movimiento, hemos de seguir desarrollando aquellos sectores del movimiento que abordan seriamente las cuestiones que afectan a las mujeres pobres y de clase obrera, como el empleo, la igualdad salarial, la baja de maternidad pagada, el cuidado de los hijos e hijas subvencionado por el Estado federal… Las mujeres de todos los entornos raciales y de clase se beneficiarán mucho de este planteamiento.
No basta, señala Davis, con que las organizaciones en que predominan las mujeres blancas de clase media se dediquen a reclutar a más mujeres de color, sino que más bien “hay que incluir en el programa los intereses particulares de las mujeres de color”. (p. 7) Las voces y las luchas de las mujeres de color han de ocupar un lugar central, no periférico. Un salario mínimo más alto, viviendas asequibles, sanidad gratuita y poner fin al encarcelamiento masivo, el racismo ambiental y la violencia policial son todas cuestiones que las mujeres del movimiento tienen que tomar en serio.
2. EE UU sigue recortando los presupuestos de programas sociales mientras aumenta los destinados a la violencia organizada.
Women, Culture, and Politics se publicó al comienzo de lo que actualmente llamamos la era neoliberal, que supuso el recorte drástico de los programas de bienestar social, la privatización de entidades públicas, la subcontratación de puestos de trabajo y la destrucción acelerada y desregulada del medioambiente en un esfuerzo concertado por consolidar y maximizar la riqueza de los individuos más ricos del planeta. Ya en 1989, Davis se dio cuenta de los efectos nocivos de la reducción de los programas sociales y de los puestos de trabajo que ocupaban tradicionalmente personas afroamericanas en sus comunidades: aumento de la pobreza y del paro, inseguridad alimentaria, falta de atención sanitaria y extrema desigualdad en materia de salud. El aumento del presupuesto militar a expensas de los programas sociales supuso un golpe para las comunidades pobres y obreras de todo el país, especialmente para la gente afroamericana. Sobre esta cuestión, Davis advierte:
La creciente militarización de la economía es probablemente la característica más destacada de la crisis estructural del capitalismo. (p. 86) En ciudades como Chicago, la juventud negra sufre enfermedades de malnutrición que afectan a los niños y niñas de las zonas de hambre de África, pero aun así se han suprimido los desayunos en las escuelas y los servicios de comida para facilitar a los diseñadores y fabricantes de armas una fuente de dinero inagotable. (p. 71) En vez de distribuir bonos de alimentos entre la gente pobre, las empresas que constituyen el complejo militar-industrial reciben enormes contratos de defensa. (p. 62)
Davis expone además las maneras en que las continuas intervenciones militares estadounidenses oprimen a las gentes de color de todo el mundo, mientras que en el país la gente pobre y de clase obrera se enrola en el ejército como vía para ganarse la vida o poder estudiar en la universidad sin pagar las tasas, puesto que muchos de los empleos que tradicionalmente ocupaban estas personas han desaparecido. La violencia bélica se ejerce sobre gente de color, desde Oriente Medio hasta el Sur global, con el fin de reforzar la dominación económica de EE UU. Las armas que no usa el ejército van a parar a los guetos de EE UU, donde la policía redobla la violencia contra las comunidades de color pobres. Como señala Davis, “deberíamos… denunciar las conexiones entre la amenaza para la paz mundial que plantea el Pentágono y los crecientes ataques dentro del país contra la vida de nuestra gente”. (p. 70) ¡Un mensaje que sigue siendo actual!
3. La violencia contra las mujeres sigue siendo un problema que debe examinarse como subproducto de las estructuras sociales violentas.
La confirmación de Brett Kavanaugh y el recuerdo de los interrogatorios de Clarence Thomas, las imputaciones de Harvey Weinstein y Bill Cosby, la exoneración de #SurvivingR.Kelly y de otros hombres famosos de las acusaciones de agresión sexual se han producido paralelamente a debates cada vez más amplios sobre el consentimiento en los campus universitarios y las manifestaciones de #MeToo. Puesto que las mujeres trabajadoras y las mujeres de color siguen sin recibir tanta atención en esta cuestión como las mujeres blancas de mayor nivel de renta, el movimiento contra la violencia sexual podría beneficiarse con el análisis que hace Davis de este problema como subproducto de un sistema violento que es preciso transformar radicalmente. Señala la relación entre racismo, capitalismo, imperialismo y la perpetuación de la violencia sexual contra la mujeres.
Davis nos urge a contemplar la violación no como resultado de una personalidad anómala de un individuo o de una característica natural de la masculinidad, sino como la consecuencia de un sistema basado en la dominación violenta. En este sentido, Davis pregunta: “¿Violan los hombres porque son hombres o bien están socializados por su propia opresión económica, social y política, así como por el nivel general de violencia social en el país en que viven, para ejercer la violencia sexual contra las mujeres?” (p. 46)
Asimismo, destaca el hecho a menudo olvidado de que el imperialismo y la guerra están interrelacionadas con la violación y la violencia contra las mujeres, y las mismas estructuras sociales violentas que fomentan la agresión sexual en EE UU conducen a la agresión sexual endémica tanto en el ejército como contra mujeres civiles en las zonas ocupadas del extranjero. En situaciones de guerra y ocupación, los cuerpos de las mujeres se utilizan como objetivos o daños colaterales. Para ilustrar la conexión entre violación, fascismo, racismo e imperialismo, Davis dice que “en efecto, la violación es muchas veces un componente de la tortura infligida a prisioneras políticas por gobiernos fascistas y fuerzas contrarrevolucionarias. En la historia de nuestro propio país, el Ku Klux Klan y otros grupos racistas han utilizado la violación como arma de terror político”. (p. 46)
Vivimos en un periodo consecutivo a una sociedad genocida y esclavista que comportó la violación endémica de las mujeres negras esclavizadas y su continuación postesclavista cuando la mayoría de mujeres negras solo podían ser empleadas como trabajadoras domésticas. La estructura de una sociedad abiertamente racista y esclavista lo hizo posible, y las estructuras actuales de un sistema desigual y violento sigue permitiendo niveles inimaginables de violencia sexual contra las mujeres. Davis advierte de que el recurso a un Estado carcelario no resolverá los problemas subyacentes que conducen a la violación, alegando que “la violencia sexual no podrá ser erradicada jamás completamente hasta que hayamos llevado a cabo con éxito toda una serie de transformaciones sociales radicales en nuestro país”. (p. 49)
Traducción: viento sur
Marzo-abril de 2019, ATC 199
Notas
1/ Hemos considerado de interés este artículo a pesar de que el libro que menciona no está traducido al castellano. Estas ideas se pueden encontrar en castellano en otros libros y artículos de Angela Davis, entre ellos Mujeres, raza y clase (nde).
2/ Pussy hats son gorras de punto de color rosa con orejas de gato que llevan muchas mujeres en las manifestaciones en EE UU. Se han convertido en un símbolo de los derechos de las mujeres.
Para tener más información sobre la página y nosotrxs, nos puedes escribir al mail: ecofeminismo.bolivia@gmail.com
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